La perra chochete (3)
Chochete sigue con la Señora
La perra chochete (3)
Después de ser usada como una vulgar comecoños, la Señora volvía a tirar de la correa y yo la seguí sumisamente, asumiendo la humillación y vergüenza al ser paseada de esa forma y exhibida sin ningún tipo de pudor.
Nuestro destino fue un estudio fotográfico.
El fotógrafo resultó ser un Señor de unos 40 años y por lo visto le unía una fuerte amistad con la Señora porque aparte de besarse se fundieron en un gran abrazo. Yo mientras permanecí en silencio, con las manos a la espalda y la mirada hacia el suelo pero atenta para saludar cuando se dirigiera a mí. Saludé con la ridícula reverencia provocando en el Señor una gran carcajada que hizo enrojecer mis mejillas.
Por las explicaciones de la Señora supe que me iban a hacer un bock ya que para sacar rendimiento de esta perra era necesario disponer de material gráfico.
Encima de una tarima adopté las posturas que me ordenaron: haciendo la reverencia, subiendo el delantero de la falda para mostrar los bombachos, de espaldas e inclinada mostrando el culo, sentada sobre el culo con las piernas bien separadas. Para que fuesen más realistas, la Señora me bajó las bragas y me puso encima de sus rodillas para darme una buena tanda de azotes hasta conseguir el trasero bien colorado y así poder hacer más fotos.
Mientras ellos tomaban una copa me ordenaron desnudarme –delante de ellos- ya que tocaba hacer las de perra en sentido estricto. Sin preámbulos la Señora me metió una cola de perra en al agujero trasero y unos cascabeles en los pezones y a cuatro patas volví a la tarima, donde el Señor continuó haciendo fotos mientras yo obedeciendo a la Señora iba adoptando las posturas ordenadas: a cuatro patas y sacando la lengua, apoyada sobre mis patas traseras y con las delanteras encogidas delante y lengua fuera, levantando una pata como si fuese a mear, sentada abriendo con las patas delanteras el chocho. Me sacaron la cola de perra para que con la frente en el suelo y las patas delanteras separando las nalgas pudiese hacer una buena foto del agujero trasero bien abierto, restregando el chocho encima del palo de una escoba. Otra con el hocico sujetando una fusta. Comiendo de un plato de perro. Y como premio una de cerda con un hocico de goma encima de la nariz.
Tras un breve descanso me vistieron de puta, de puta callejera, de ramera vulgar, de furcia barata: unas medias rojas de rejilla sujetas a un liguero del mismo color, unas botas de charol de color negro que llegaban a media pierna y un tacón altísimo. Una falda de color negro que más que falda parecía un cinturón ya que apenas tapaba nada y un top, rojo también, escotadísimo de dos tallas inferiores. El pelo suelto. Maquillada de forma estridente y vulgar. Y, de nuevo a la tarima a enseñar los atributos de esta zorra en las posturas más obscenas y vulgares. En todas mostraba con claridad o bien el chocho, el culo o las tetas.
Las de criada doméstica no tenían nada que envidiar a las anteriores. La única diferencia era que en la mano sostenía un plumero, me inclinaba hacia delante sin doblar las rodillas, o bien a cuatro patas y con una bayeta fregaba el suelo o sosteniendo una bandeja. El uniforme era de doncella francesa, negro con muchas puntillas blancas, falda corta, escotado lo suficiente como para poder sacar las tetas sin ningún problema, medias negras y liguero y zapato con tacón alto y la cofia que toda chacha debe llevar.
Cuando dieron por terminada la sesión fotográfica y una vez ultimados los detalles sobre la fecha de entrega del bock, la Señora le preguntó como quería cobrarse sus honorarios. El fotógrafo no tuvo ninguna duda y ambos decidieron que yo sería la moneda de pago. Para ello, la Señora me dejó a solas con El, no sin antes advertirme que esperaba de mí la máxima obediencia.
Esperé en el centro del estudio desnuda y de rodillas. El fotógrafo mientras se abría la bragueta me dijo “vamos a ver que sabe hacer la puta” , sacó su polla y la metió en mi boca follándome con fuerza, llenándola toda. La punta llegaba hasta el fondo de la garganta, me venían náuseas –aún no dominaba el arte de engullir una polla-, las lágrimas pronto asomaron en mis mejillas, pero el fotógrafo seguía y tiraba de mis orejas para meter y sacar su polla. Se cansó de ese agujero y decidió montarme, teniendo que poner la frente en el suelo, alzar bien el culo y con las manos separar las nalgas para ofrecerle bien el agujero trasero. Sentí como si me taladrasen, como si me partieran en dos. Grité de dolor y me llevé un buen azote. Del dolor pasé al placer. Entre jadeos me dijo que no le interesaba usar el chocho de una puta como yo. La sacó de golpe y de un tirón de la correa me volvió a poner delante suyo y abrí la boca de nuevo para que volviera a usarme. Inconscientemente mis manos fueron al chocho, estaba caliente y necesitaba aliviarme de alguna forma. Pero se dio cuenta de ello … “chochete, las manos a la espalda, te has ganado un buen castigo por restregarte sin permiso” … obedecí de inmediato y a continuación se corrió en mi cara –no me dejó saborear su semen, ¿sería ese el castigo?- que quedó llena de borbotones, luego con la lengua tuve que limpiársela y darle las gracias por haber usado a esta zorra. Me hizo una foto de la cara llena de churretones.
No me permitió limpiarme pero sí seguirle a cuatro patas, por el estudio mientras El ordenaba su material de trabajo, moviendo exageradamente el culo para que la cola se balancease y así demostrar que era una perra contenta. Cuando se detenía, yo hacía lo mismo, pero me apoyaba sobre las patas traseras y encogía las delanteras delante y sacaba la lengua. Cuando le llamaban por teléfono, se sentaba, y con la mano que le quedaba libre se dedicaba a retorcer y estirar mis pezones. Yo sólo debía sacar la lengua y a la vez sonreír. Fue en ese momento cuando me recordó el castigo pendiente por ser una perra sucia y caliente. Me coloqué sobre sus muslos para recibir una buena tanda de azotes. Después de cada azote debía ladrar. No sé cuantos recibí. Sólo notaba un gran escozor en las nalgas y a la vez una gran humedad en el chocho. “Al suelo perra” y tirando de la correa me llevó hasta un rincón donde me ordenó poderme de pie y de cara a la pared.
Al cabo de un rato me llamó y me acerqué a cuatro patas. Su mano comprobó el estado de humedad de esta perra … “Vaya, vaya, así que la perra sigue caliente y con el chocho encharcado, seguro que estás hambrienta de polla. ¿Te gustaría restregar ese chocho asqueroso?” . Le respondí que sí lo deseaba y me dio una bofetada que casi me hace caer al suelo diciéndome “ ¿desde cuándo las perras hablan? Que yo sepa sólo saben ladrar”. Y, de nuevo volvió a hacer la pregunta a lo que respondí con un ladrido. “chochete, si quieres restregarte hazlo como la perra que eres”. Mi calentura era superior a la vergüenza y humillación, por lo que me puse a horcajadas sobre su pierna y empecé a restregarme, con las patas delanteras encogidas, la lengua fuera, babeando, sus manos retorciendo, apretando y estirando mis pezones. Cuando empecé a jadear, próxima a correrme, me apartó y me regañó “pero, serás guarra, perra, mira cómo me has manchado con tus pestilentes fluidos” . Me acerqué con la intención de limpiarle con la lengua pero me apartó. Con un vibrador llenó el coño de esta perra. Me tuvo a cuatro patas delante suyo mientras reposaba sus pies en mi espalda y leía o hacía ver que leía un periódico y, de tanto en tanto con un mando accionaba el vibrador. Se divertía viéndome llegar al límite e interrumpiendo la vibración para dejarme en ascuas. “Mira que tengo para ti, chochete” dijo mientras sacaba sus pies de mi espalda mostrando su polla erecta. Supe que debía hacer –me habían enseñado que siempre que viese una polla debía ir hacia ella con la intención de chuparla- y la engullí como una buena comepollas mientras el consolador seguía vibrando dentro del chocho. “Ni se te ocurra correrte antes que yo, puta”. Qué alegría eso significaba que me permitiría correrme. Esa vez tampoco me dejó saborear su semen. Lo esparció entre la cara y las tetas. Después le limpié la polla. Y a cuatro patas empezó a meter y sacar el consolador del chocho, cada vez más rápido, hasta que exploté como una verdadera perra en celo, jadeando y retorciéndome, ante la mirada divertida del fotógrafo que aprovechó para sacar nuevas fotos.
Cuando la Señora llegó ya había anochecido. El fotógrafo le dijo que me había portado como una buena perra. Que en un par de días tendría las fotos. La Señora recogió la ropa de la perra y como que tenía el coche aparcado en la misma puerta decidió que no hacía falta vestirme y así ya estaba lista para hacer mis necesidades antes de llegar a casa. Por lo que salí desnuda a la calle, a cuatro patas, deseando que no me viese nadie, me introdujo en el coche, quedando encima del asiento trasero a cuatro patas, ofreciendo y mostrando el culo a los otros vehículos que pudiésemos encontrar en el camino hacia casa. Después de parar en un descampado para que chochete pudiese mear y cagar, reanudamos el camino a casa. Pero, ¿a casa de quien?