La perra chochete (1)

Un día en la vida de la perra sumisa llamada chochete

No se muy bien como llegué hasta esto ni en como acepté lo que iba a ser mi vida desde el día en que decidí entregarme a El, a pesar de todo soy feliz de llevar el tipo de vida que mi Amo ha dispuesto para mi.

Soy una perra corriente, de estatura y peso normal, con unas buenas ubres. Raro es que en el cuerpo no lleve escrito alguna palabra humillante. Me lo ordena mi Señor y tengo que estar atenta a esas marcas ya que al estar hechas con rotulador si pierden intensidad debo volver a rotular de nuevo la palabra escrita.

Vivo en un apartamento, propiedad de mi Amo, al cual llegué sin nada, sólo con lo puesto. Para que quería ropa si las perras no van vestidas. Mi Señor es quien se encarga de comprar el vestuario que una puta como yo debe tener y está dentro de un armario cerrado con una llave que sólo El tiene. Por lo general me hace ir siempre desnuda, con el collar de perra en el cuello y un plug terminado con cola dentro del agujero trasero. Sólo me permite vestirme para hacer las tareas domésticas y recibir a sus invitados y para ello me tiene un uniforme completo de chacha con gran variedad de cofias a cual de ellas más ridícula.

No puedo hacer nada sin su permiso a lo que ya me he acostumbrado aunque sigue costándome mucho el no poder salir de casa. Raramente me da permiso para salir por lo que mi vida transcurre entre las paredes de esta jaula que es el apartamento.

Me ha llamado esta mañana para ordenarme que debía recibirlo vestida de chacha e indicándome la cofia que debía usar. Ha escogido la más ridícula, la que más odio. Tiene forma de sombrero terminado con mucha puntilla y rematada con un gran lazo en la parte posterior. Tendré que recoger el pelo en un moño bajo. Me preparo con tiempo, ensayo ante un espejo la reverencia que debo hacer, compruebo que mi nombre "chochete" está bien escrito en la frente. Y, me dispongo a esperarlo ante la puerta.

Estoy nerviosa porque ignoro si va a venir acompañado. Me cuesta acostumbrarme a la presencia de terceros y aceptar mi condición ante ellos. La puerta se abre y mientras hago la reverencia obligada con la mirada hacia el suelo distingo los pies de una Señora. Mi Señor habla sobre mi con la Señora, le cuenta quien soy, como me llamo, para lo que sirvo etc...me ordena colocarme delante de ella para que pueda examinarme mejor, me somete a una inspección minuciosa profiriendo comentarios humillantes y riéndose al verme sonrojada. Mi vergüenza es terrible cuando al comprobar el estado de humedad del coño saca sus dedos mojadísimos que debo limpiar con mi lengua mientras me dice que soy una perra marrana que me caliento ante cualquier situación. Permanezco en silencio hasta que con una palmada en el trasero mi Amo me manda a la cocina para que les sirva unas copas.

Mientras beben sus copas he de permanecer de rodillas ante ellos, con las manos a la espalda y la mirada hacia el suelo. A mi Amo no le preocupa que esté presente en esas conversaciones ya que ha conseguido que mi anulación como persona sea tal que como bien dice aunque les escuche soy incapaz de entenderlas y tiene toda la razón. Se ríen, bromean entre ellos, creo que se gustan y eso me provoca que me sienta celosa aunque se que no tengo derecho a estarlo. La conversación va subiendo de tono y mi Amo me ordena servir a la Señora. De rodillas me acerco a ella y me introduzco entre sus piernas y empiezo a usar la lengua para lamerle bien el coño. La Señora estaba ya mojada. No me importa tragar esos fluidos. Es mi obligación. La oigo gemir cada vez más fuerte e intensamente. De una patada me aparta y caída en el suelo veo como mi Señor se dirige a ella para penetrarla. Veo como la embiste y sus jadeos se hacen más intensos y seguidos. Siento envidia de no ser ella. Si mi Amo supiera de estos pensamientos me castigaría severamente. La situación me pone muy caliente y mi coño empieza a palpitar y siento cosquilleo y deseo de restregarlo, pero no puedo hacerlo, lo tengo prohibido, es mi Señor quien decide como, cuando y donde esta perra puede restregar y hurgar en sus agujeros. Menos mal que terminan pronto y a la llamada de mi Amo, me dispongo a limpiarles, primero el coño de la Señora y después la polla de mi Amo. Para eso tengo lengua.

Se me nota en la cara que estoy caliente y no pasa desapercibido. Se ríen y se preguntan si merezco o no un poco o mucho placer. Mi cabeza dice que digan que sí, que digan que sí. Al final gana el sí. Me colocan a cuatro patas y me introducen un calabacin en el coño y empiezan a restregarme mientras me dicen puta, zorra, eres una cerda, gruñe, ladra, jadea, y yo obedezco como una autómata deseando que no paren y que sigan. estoy a punto de explotar y pido permiso para correrme, me es denegado y a cambio recibo unos buenos azotes en el culo, vuelven a restregarme para después volver a azotarme, estoy al límite. Mi Señor me da su permiso para correrme y me corro como una perra en celo sin importarme el espectáculo que debo ofrecer tirada en el suelo, jadeando, con la lengua fuera, la respiración entrecortada. Cuando me rehago le doy las gracias a mi Señor y a la Señora. Pero, ellos han decidido que la corrida de la cerda bien vale una buena tanda de azotes, por lo que el culo de esta perra es azotado primero por la Señora y después por mi Señor. Me arde el culo. Las nalgas deben estar coloradísimas. Me ponen de pie y sujetan la parte trasera del vestido con el lazo del delantal, de forma que las nalgas quedan al aire. Dicen que así pueden disfrutar de la vista de un culo bien colorado.

Es casi ya mediodía y encargan comida a domicilio.

Cuando suena el timbre, mi Señor no me permite cubrirme el trasero por lo que tengo que ir a abrir con las nalgas al aire. Tengo que hacerle la reverencia al repartidor y pedirle que me acompañe hasta el salón para que le paguen el pedido. Siento su mirada fija en mi culo. Mi Señor le da el importe exacto y ante la mirada estupefacta del repartidor le dice que no da propinas pero que si lo desea su cerda le puedo hacer una mamada. Accede de inmediato y debo ponerme de rodillas y comerme esa polla hasta conseguir que se corra, lo que hace en mi cara de puta. Debo darle las gracias por haber usado a esta perra y lo acompaño a la puerta.

Les sirvo la comida como la criada que soy, atenta a sus necesidades, sirviendo el vino, acercándoles los platos...etc... Yo comeré lo que mi Señor decida. Puede que tenga suerte y me permita comer las sobras. Así es. Cuando terminan me ordena traer mi plato. Eso de plato es un decir. Es un cuenco de perro con mi nombre escrito en él. Lo llena con los restos de comida. Me ordena limpiar la mesa y cuando haya terminado de fregar los cacharros podré comer en el sitio que tengo asignado: en el suelo, a cuatro patas, sin usar las patas delanteras, ensuciandome la cara donde quedará mezclada la comida con los churretones de semen que aún llevo pegados, en un rincón de la cocina.

Justo terminar de comer me llama mi Señor. Me arrodillo para escucharle. Está muy contento de su puta y quiere premiarme. Me va a permitir salir a la calle, pero, acompañada de la Señora. Me pongo muy contenta, se me nota con la sonrisa, le doy las gracias y me acerco para lamerle los pies, pero me grita ordenándome apartarme ya que tengo el hocico sucio. Lo se, pero no puedo higienizarme si El no me lo permite. Le pido permiso para hablar levantando la mano, es como debo hacerlo cuando estoy de rodillas. Si estuviese de pie sería haciendo una reverencia. Cuando me permite hablar le pido permiso para lavarme pero me lo deniega diciendome que de eso se encargará la Señora porque El tiene que hacer unas cosas fuera de casa.

Quedo bajo la autoridad de la Señora.