La pérfida institución(6)
Sexo, azotainas, zapatillazos, fetichismo, lésbico, dominación
Capítulo 11
Mari Nieves se sorprendió a sí misma abrigando un sentimiento de celos. Saber que la señorita Michavila estaba interesada en otro cuerpo y no en el de ella, saber que no era especial, la ponía enferma. Y lo peor es que no podía quitar de en medio a Vanessa Begaglia y que además le debía a ella el privilegio de haber disfrutado del favor sexual de Michavila. Sentimientos de venganza y destrucción la embargaban.
Se encontraron por los pasillos. Sus miradas colisionaron. A Mari Nieves le dio un vuelco al corazón cuando se topó de frente con la mirada de Lourdes Ferreira, pero lo mismo le pasó a esta.
-Hola, Mari Nieves
-Hola…
-Me gusta tu uniforme nuevo- Dijo Lourdes Ferreira con cierto retintín y sonriendo irónicamente
-Gracias- Replicó Mari Nieves aguantando el tipo
-Me permites tocarlo? Tengo curiosidad por cómo será al tacto…hummm…es tan bonito y elegante…
-Déjese de tonterías, Doña Lourdes
-A dónde vas, mujer? Con las ganas que tenía yo de hablar contigo…anda, cuéntame…cómo te va con la señorita Michavila? Tengo entendido que os... lleváis muy bien…
-Doña Lourdes, tengo cosas que hacer…
-Sin duda…! Ahora eres importante en este colegio…claro que estás siempre ocupada! Y cómo vas a tener un solo minuto para mí…! Si al fin y al cabo sólo soy la jefa de servicio…
-Me estoy empezando a hartar de tantas tonterías…si quiere usted algo digamelo con claridad…
-Tranquila, mujer! Sólo tenía ganas de conversar contigo, como dos viejas amigas que se reencuentran…sabes? Recuerdo cuando llegaste a este colegio. No eras nadie, sólo una chica de barrio con mucha rebeldía…recuerdo que te tuve que dar una buena paliza para... digamos domarte un poco, y a partir de ahí nos fue bien ¿verdad?
-A dónde quiere usted llegar?
-Ven a mi habitación…tomaremos algo, y hablaremos seriamente de ti y de tu situación.
-Mi situación está muy bien.
-Yo no estaría tan segura…claro que, evidentemente, tú sabrás a qué aspiras.
-Qué quiere decir? Déjese de tanto misterio!
-Pues yo creo que está muy claro…Doña Mercedes te ha engañado. Nos está engañando a todas, pero a ti más que a nadie. Tomamos un té y hablamos?
Las palabras de doña Lourdes habían resonado en la cabeza de Mari Nieves como la providencial solución a una ecuación laboriosa y enrevesada. Fue la llave que liberó sentimientos que se habían fermentado en los últimos dias en sus entrañas.
Mari Nieves entró en la estancia de la jefa de servicio atormenada por sus sentimientos de celos, pero pronto fue reconfortada por un viejo recuerdo. El ejército de zapatillas que poblaba una esquina de la vivienda de Doña Lourdes. Zapatillas caseras de señora, que transmitian severidad, elegancia y sentimientos de lujuria indescriptibles. La geografía de una zapatilla era táctil y aprovechable hasta límites insospechables. Con borreguillo, azul pastel, rosa fucsia, flexibles, rígidas…zapatillas para lamer, besar, montar, acariciar, y castigar. Le vinieron a la memoria experiencias con las zapatillas de la abuela, de su madre, de la Bizca, y de la propia Lourdes de la que recibió una soberana tunda cuando apenas llevaba una semana en aquel centro.
Fue una mala contestación seguida de un insulto lo que le llevó a aquella habitación , la llevó la propia Lourdes agarrada de una oreja, la llevaba levantada en peso, y al entrar en la habitación le dió un sonoro azotazo con la mano abierta en el culo que le supo a gloria a Mari Nieves y entonces le dijo:
-Ahora te voy a enseñar a hablar con respeto.
-Lo siento señorita Ferre... PLASSSSSS, un bofetón cortó la disculpa.
-Ve quitándote la falda, que te lo voy a explicar con la zapatilla, desvergonzada!!!
Fue entonces la primera vez que Mari Nieves vió la colección de zapatillas de su superiora, y le vinieron a la mente de las de su infancia, y sobre todo las de la Bizca, aquella paliza la había disfrutado muchísimo, y un escalofrío le recorrió la espina dorsal al ver un par de zapatillas practicamente iguales que las de su vecina... Estaban alineadas fuera del armario, tambien habia unas cuantas dentro del armario, en esta ocasión doña Lourdes se descalzó los zapatos de trabajo y se calzó unas zapatillas rojas cerradas abrigadas, de felpa, se las puso en chancla y se fue andando tranquilamente hasta el sofá, se sentó, cruzó las piernas y "chancleteó" con la zapatilla del pie que tenía en el aire, fue como un pequeño masaje que se daba en el pie con su propia zapatilla, miró a Mari Nieves y la llamó con el dedo índice y le dijo:
-Ven aqui ven! La señorita Ferreira estiró su pierna derecha a la vez que Mari Nieves se acercaba a ella , y mirándola a los ojos le volvió a decir:
-Dámela
Entonces la empleada descalzó con sumo cuidado a su jefa, y le tendió la zapatilla. Doña Lourdes agarró la zapatilla con fuerza y se dió un par de azotitos sobre sus muslos sin dejar de mirar a los ojos a su presa que entendió a la primera el mensaje y se tendió sumisamente sobre el regazo que se le antojó acogedor y con la secreta esperanza de disfrutar de aquella azotaina, y a fé que así fue, fue una paliza erótica desde el primer zapatillazo, a la tunda le siguieron caricias y a estas los besos, se cabalgaron , se lamieron, se chuparon, se comieron... fue el inicio de una gran amistad.
El té humeante y dulce fue otra sensación de agradecer entre las tinieblas conspiratorias de aquella reunión. Doña Lourdes hizo algo que jamás había hecho en todos los años en los que había sido jefa de Mari Nieves. Le ofreció un cigarrillo. Todo un ritual, el té y el tabaco, que preconizaban una cierta solemnidad y un tono de franqueza inusuales en aquella reunión.
-Mira, Mari Nieves. Yo creo que te ha cegado el espejismo del ascenso dentro del colegio. Doña Mercedes necesita una manporrera, una esbirra. Y es el papel que estás jugando tú. Nunca serás amante de Doña Mercedes, mientras cierto obstáculo se interponga en tu camino.
-Creo que sé a lo que se refiere. La cuestión es…qué puedo hacer?
-Tenemos un problema común. Se llama Vanessa Begaglia. Doña Mercedes quiere tener control absoluto sobre ti para acceder a ella. Yo…quiero esa niña para mí. Es mía! Puedo aceptar que Doña Mercedes nos separe a ti y a mí…Pero deseo a Vanessa Begaglia!
-Yo también la deseo. Ya he tocado su piel suave, su coño fresco…y me vuelve loca!
-La podemos compartir. Pero para eso necesitamos traerla aquí más veces.Si Doña Mercedes se la lleva a su habitación, estará fuera de mi alcance.
-Sí…tenemos que quitarle el juguete a la señorita Michavila
-Y no es fácil! Ella es la directora del colegio, cómo enfrentarse a ella? Tiene nuestro futuro en sus manos
-Puede echarnos del colegio cuando se le antoje. Y nadie preguntará nada!
-Exacto! Tenemos que invertir esta situación, y para eso tenemos que ponernos a pensar.
-Pero yo arriesgo mucho más que usted! Si la señorita Michavila descubre que intento traicionarla…
-Es evidente que tienes más posibilidades de que descubra tu juego, pero piensa que saldrías doblemente beneficiada si todo sale bien. Tendrías pista libre para seducir a Doña Mercedes…y volverías a probar ese dulce por el que deliras!
-Sí…-dijo sonriendo entre dientes- tiene usted razón. Tengo mucho que ganar en todo esto…
Lourdes Ferreira dio una calada larga al quinto cigarrillo y sonrió con satisfacción
Mari Nieves, dejó que se esbozase en su rostro una sonrisa tierna y franca.
-Doña Lourdes, muchas gracias. Veo que me sigue usted queriendo mucho.
-Claro, niña..
-No sé cómo agradecerle…toda esta preocupación por mí
-Ya ves que mi amistad es franca…
-Usted es buena, Doña Lourdes, ¿ recuerda nuestra primera vez? Menuda paliza me dió jajaja
-No te acuerdas de lo que pasó después?? so golfa. Dijo Lourdes divertida
-Claro que me acuerdo, nunca nadie me curó los azotes como me los curó usted aquel día.
-Tenemos que sellar esta reconciliación como es debido, no crees?
El té dio paso a la cerveza, y las palabras dieron paso a las caricias y los besos. Estos se sucedieron de abrazos, hasta que la ropa empezó a sobrar y los cuerpos se fueron frotando, navegando en el mar de la lujuria. Doña Lourdes tomó el lobuno cuerpo de Mari Nieves…Mari Nieves, aportó placer y belleza al sediento cuerpo de Lourdes Ferreira. Las pasiones colisionaron. Las lenguas exploraron piés, clítoris, barbillas, cuellos, pechos. Los clítoris se frotaron frenéticamente. Los dedos se enredaron una y otra vez en las cabelleras. Los cuerpos rodaban en el colchón y en el mismísimo suelo. Los gemidos se intercalaban.
Mari Nieves abandonó furtivamente antes del amanecer la estancia, satisfecha de haber recuperado sensaciones y de haber recuperado también la esperanza de alcanzar el cuerpo y los favores de la señorita Michavila.
Continuará...