La pérfida institución(5)

Hay azotes y dominacion, pero lo q mas hay es lésbico,

Capítulo 9

  • Adelante...hola, Mari Nieves! Pasa, por favor....

Mari Nieves avanzó por la estancia, al fondo de la cual, en el escritorio, le esperaba Mercedes Michavila

-Traes alguna novedad?

-Lo cierto es que ninguna, Señorita Michavila

-Todo en orden? Y...qué me cuentas de Vanessa?

-Hay otra niña que la está provocando. Le hace preguntas sobre lo que ha pasado en las dependencias de las empleadas de servicio, y ella se niega a contestar. Ya ha habido dos conatos de pelea por ese asunto.

-Parece que no habíais actuado en ese tema con la debida discrección. Tienes que hablar con esa cría que se está enemistando con Vanessa. Necesitamos que tenga otro desliz.

-No se preocupe- Dijo Mari Nieves sonriendo maliciosamente- Ese desliz se producirá.

-Me alegra que nos entendamos tán bien, Mari Nieves...sabes? Me gustas. Tanto que decidí que te quería para mí.

-Pues...aquí me tiene, Señorita Michavila...

-En serio estás entendiendo lo que te digo, Mari Nieves?

-Usted...me ha ascendido, y concedido el privilegio de trabajar directamente para usted, porque me necesitaba...pues aquí me tiene, siempre a su servicio...

-No, Mari Nieves....mira...yo soy aquí la jefa. Todas estáis a mi servicio. Todas me debéis obediencia...pero cuando quiero a alguien para mí...es para mí. Tú debes ser para mí.

-Señorita Michavila...disculpe, pero creo que no la entiendo...

-Mari Nieves...-Michavila se levantó, rodeó la mesa y se plantó frente a frente con Mari Nieves-Tú y yo...vamos a compartir mucho a partir de ahora-Michavila rodeó a Mari Nieves, que estaba atónita y se puso a sus espaldas para asirle las tetas y besarle el cuello – mucho, entiendes?

Michavila empezó a devorar a lametones y mordiscos las mejillas y el cuello de Mari Nieves. Mari Nieves suspiró, y cuando notó las manos de su fega agarrrandole las tetas sin ningún tipo de miramiento se mojó, fue como si alguien hubiera abierto un grifo de ducha en su coñito, volvió a suspirar y buscó desde delante los labios de Michavila, sin atreverse aún a utilizar sus manos para acariciar ese cuerpazo y maduro por el que suspiraba...

En la cama de Michavila, la directora y la empleada fueron amazona y corcel, presa y depredadora alternándose. Michavila fue el caballo majestuoso y elegante de la amazona frenética y bruta y Mari Nieves el caballo veloz y fogoso de la amazona experta y autoritaria.

Mari Nieves fue la jabalina robusta abatida por la astuta loba, implacable captora, y Michavila el antílope delicado y ágil comido por la majestuosa leona. Nunca habían salido gemidos de aquella alcoba de esa intensidad...

Capítulo 10

En aquella mañana soleada de Febrero, llamaron al despacho de la directora a Paula Aguado. Aquella niña morena y larguirucha era conocida en el Colegio Meola por sus constanes follones con otras alumnas. Sus víctimas preferidas eran las novatas. La novata tenía que pasar siempre por el “rito iniciático” de los interrogatorios de Paula Aguado (Aguado a secas para las compañeras) interrogatorios que no era extraño que acabaran en pelea, puesto que las preguntas de la Aguado iban precisamente en la dirección de provocar. No era  la Aguado la mujer más dura del patio del Meola, pero parecía haber asumido el rol de “poner a prueba” a las nuevas. Si la nueva se acobardaba o la esquivaba, entonces puede que le diera una paliza o que la dejara en paz, eso según su estado de ánimo. Pero si la interpelada se envalentonaba, entonces habría gresca segura. Paula Aguado había dado muchas palizas y también había recibido alguna que otra. Era destemida y provocadora, muy echada hacia adelante, aunque su fuerza física no era especialmente notable. Era el elemento ideal para desestabilizar a Vanessa Begaglia.

Eso habían acordado Michavila y Mari Nieves en su última reunión. Mari Nieves la mencionó y discutieron la idoneidad de sus características. Michavila no tardó demasiado en convencerse de que Paula Aguado cumpliría a la perfección su papel de señuelo.

Paula recibió con sorpresa y fastidio el aviso de boca de Mari Nieves. Qué podría querer la directora? Aquella semana la había acabado limpia. Ninguna pelea ni en el patio, ni en las habitaciones. Ninguna expulsión de las clases, ningún requisamiento de objeto prohibido o supuestamente robado. Nada. No le importaba aguantar un chaparrón de reproches y amenazas en dirección si realmente había echo algo, ni siquiera temía los castigos, por duros que fueran. A fin de cuentas, qué era lo peor que podría pasar? Que la expulsaran del colegio? No le agradaba estar allí, así que la expulsión no era una perspectiva tan terrible. Podría ser que su padre le pegara una buena paliza como escarmiento…y luego? Luego, quizá la mandase a casa de alguna tía, en alguna aldea perdida en las montañas de su lejana provincia. La vida de la montaña era dura, pero sin duda sería mejor que estar sufriendo la insoportable disciplina del Colegio Meola, y también muchísimo mejor que vivir bajo el yugo de su padre. Hasta era posible que si la enviaban con cualquiera de sus tias, su padre la olvidase de una vez y para siempre. Eso sería una liberación para ella, ya que de su padre, no tenía ni un solo recuerdo bueno.

Pero en esta ocasión se sorprendió a sí misma contrariada y fastidiada, y hasta nerviosa, por esa cita inesperada en el despacho de Doña Mercedes Michavila.

-Señorita Michavila, le traigo a Paula Aguado.

-hazla entrar y retírate, por favor, Mari Nieves…gracias.

-No me va a necesitar?

-No creo, pero si así fuera, te haría llamar.

Mari Nieves le hizo un gesto a Paula para que entrase, y esta lo hizo hasta situarse justo delante de la mesa de la directora.

-Con su permiso, señora Directora…

La puerta se cerró dejando solas a Michavila y a Paula Aguado.

-Adelante, no te quedes ahí como un pasmarote…siéntate

Paula obedeció la orden emanada desde el fondo del despacho y se sentó en un butacón de visitante, que le pareció más frío que nunca

-Paula Aguado, eh? – Dijo entre dientes la Señorita Michavila, mientras medio levantaba la vista de unos informes que estaba examinando. Se quitó sus finos anteojos y prosiguió – no sé si sabes porqué estás aquí, pero paso a informarte. Querida, tu situación en el colegio no es precisamente buena. Tienes bastantes expedientes disciplinarios, que unidos a tú…digamos, floja trayectoria académica…hacen que la expulsión sea una posibilidad que gravita sobre ti insistentemente.

-La verdad, señora directora- respondió Paula- Es que yo no estoy aquí por gusto

-Y quién lo está??? – replicó enérgicamente doña Mercedes – quién puede estar en un internado por gusto? La cuestión es que si eres expulsada, probablemente no tendrás adonde ir.

-Pues…a mi casa…o a casa de un familiar…

-A casa de un familiar, sí, pero y tu educación? Tu familia, no es precisamente rica. La mayoría de tus compañeras lo son, y si las expulsan de este colegio, pueden ir a otro, si no es en este país, en el extranjero. Pero tú…enfin, Paula. Deberías recapacitar sobre tu situación, porque lo peor de lo que te espera ahí fuera no es la paliza que te va a dar tu padre. No es el hecho de que te manden a vivir en la montaña. Es el futuro cuando tus parientes adultos no están, cuando nadie te pueda mantener. Mira, este colegio no es el paraiso, pero aquí duermes bajo techo, comes decentemnte y aprendes cosas útiles para tu futuro. Te aconsejo, Paula, que valores eso en su justa medida y actues en consecuencia.

-A mí ya me da todo igual…mi familia me trata como a un mounstruo al que hay que tener encerrado en alguna parte. Nadie me da atención ni cariño…no valgo nada para ellos…ni para nadie.

-Te comprendo, Paula. Pero tu vida puede cambiar, sabes?

-No lo creo

-Créeme…tú aquí…puedes sentir la protección de alguien. De alguien poderoso que puede hacerte sentir la seguridad de que nadie se meterá contigo. Te sentirás protegida y hasta amada. Y hasta feliz…

-Quién haría eso?

-Tú ten fé…sólo tienes que cumplir bien tu misión. Si lo haces bien, la felicidad puede ser enorme, de lo contrario…caerás en desgracia.

-Qué es lo que debo hacer?- preguntó Paula con voz temblorosa y sin saber realmente si debía tener miedo, sentirse privilegiada, contenta, o aliviada. Tuvo la extraña sensación de tener sus sentimientos anulados, ante la imposibilidad de poder oponerse a lo que iba a sobrevenir, o poder siquiera sospechar si sería bueno o malo.

-Tu trabajo será provocar a Vanessa Begaglia. Quiero que te pelees con ella. En el patio, y delante de todo el mundo.

-Cómo…? No entiendo…pelearme con ella?

-Quiero una pelea dura y escandalosa. Me da igual el resultado. Tú hazle la vida imnposible hasta que el enfrentamiento sea inevitable. Tu recompensa será…seguir en este colegio, pasar de curso…y mi cariño de madre.

-Señora directora, todo esto es muy extraño.

-Acaso dudas de mi capacidad para amar?

-Señora directora, me pide que me pegue con una compañera, que ciertamente no me cae bien…y me ofrece cariño de madre, cuando hasta ahora lo único que he recibido son amenazas de expulsión…y usted sería capaz…

-sssssshhh….-Doña Mercedes se levantó, bordeó la mesa y abrazó a la agitada Paula, que se había levantado, temblando de arriba abajo- Estás excitada y confusa, mi niña…yo aplacaré tus nervios...

Doña Mercedes susurró al oído de Paula- Tienes que ser buena y hacer lo que te mando. Tu mamá te dará mimos hoy- Le siguió a estas palabras un fuerte y apreatdo abrazo seguido de un largo beso en la boca. Durante el beso, Paula notó que algo duro se frotaba entre sus piernas. Eran los dedos de Doña Mercedes hurgando en sus bragas y su clítoris. Pronto se abandonó a aquella masturbación casi enloqueciendo de placer, mientras doña Mercedes le decia en voz baja “Ves lo que pueden hacer mis manos? Esto es sólo el principio”.

-Si Señora.

-Pero estás mismas manos también te pueden castigar, no es la primera vez que te pegaría con la zapatilla ni con la vara, verdad Paulita?

-No Señora, más de una vez me ha castigado.

-Y quieres que lo haga otra vez?

La pobre Paula se limitó a decir que no con la cabeza, y entonces se dejó otra vez besar, sobar y masturbar por la directora, estaban amabas de pie, y en unos pocos momentos Paula se corria en brazos de Mercedes Michavila, que la tuvo que sujetar para que la chica no cayera derrengada al suelo, la dejó poco a poco caer al suelo como un trapo y entonces le dijo.

  • Ya sabes las dos opciones que tienes, azotes o placer , se que elegirás bien.

-Si Señora, dijo casi sin voz Paula desde el suelo.

Mari Nieves asistió a toda la escena escuchando detrás de la puerta. Le estaba empezando a disgustar un poco que otras se disputasen los favores sexuales de la señorita Michavila aunque en el fondo sabía que en el centro de todo el tinglado estaba el verdadero objeto de deseo: Vanessa Begaglia. Aquella noche se masturbó un poco amargamente. Recordó el placer experimentado cabalgando las carnes aún bastante firmes de aquella elegante y vigorosa señora. Quería ese placer para ella y para nadie más.


Los latigazos se sucedían sin piedad.  acompañados de sollozos y chillidos desesperados. El cuerpo tenso y tembloroso de la delgada niña se resistía, o eso intentaba, a su prisión de brazos que la sujetaban a aquella cama mientras aquel trozo de manguera amarilla castigaba su enrojecido trasero. La delgada, pecosa, pelirroja y larguirucha mujercita había quebrangtado la ley del silencio que imperaba entre el alumnado y estaba pagando. Después de un largo rato recreándose en la azotaina, la jefa dijo “venga, soltadla ya”. La niña se quedó sollozando, postrada en la cama.

-De momento, esto es suficiente, pero recuerda que por tu chivatazo miserable, nuestra amiga ha sido expulsada. Así que hasta que decidamos otra cosa, estás a nuestra merced. Ya vendremos otra vez a por ti- dijo la gorda y bajita azotadora

-Rebeca, yo creo que nos debería chupar todo…los pies, el coño, las tetas, el culo…

La ocurrencia fue saludada con una animada carcajada por el grupo de siete chicas. Pero la voz de Rebeca sonó por encima en tono autoritario

-Bueno, bueno; ya veremos…de momento tenemos que ir a la biblioteca, así que de lo que tendrá que hacer en un futuro se hablará más tarde

Sin rechistar, el grupo se retiró, encabezado por la gorda y sargentil muchacha.

La víctima había sido capturada en su propio grupo de camas en un momento en el que nadie se hallaba allí. Buscando algo en su maleta se encontró con dos pares de piernas y, subiendo, con las sonrisas de Belén y Silvia, las más altas y fuertes secuaces de Rebeca. De lacia y morena melena una, su complexión delgada engañaba. Su fuerza para agarrar, tumbar y alzar era asombrosa. Su cara de niña guapa y refinada nada tenía que ver tampoco con sus dotes de “sicaria” de una pandilla mafiosa en un internado. Silvia era rubia y un poco más ancha y bajita que Belén. Entre las dos la alzaron y la postraron sobre la cama sin mediar explicación. Le bajaron las medias y las bragas y los golpes empezaron a caer. Las presentaciones y las explicaciones estaban de más, cuando los métodos de represalia de la banda de Rebeca eran conocidos y cuando el objeto de las represalias conocía los motivos de estas sobradamente.

Había vivido los últimos tres dias agonizando, sabiendo que el castigo sobrevendría de un momento a otro y por fin había llegado el momento. Así era como se las gastaban las alumnas en aquel internado, bien pensado no podía ser de otra manera, las muchachas solo conocían los castigos corporales como medio para solucionar los conflictos, bien de sus familiares, bien de sus profesoras, o bien del resto del personal de la Institución.


-Ahí la tienes. Ya sabes lo que tienes que hacer. Entra en acción cuanto antes. Intercéptala, incrépala, dale una bofetada para avivarle el genio si hace falta. Está sola y nadie saltará en su defensa.

-Allá voy

Vanessa miraba al cielo apoyada en una columna. Parecía contemplar la libertad hurtada y esperar a un ángel que la sacara de aquél lugar de tormento De repente oyó unos pasos que se dirigían a ella, que la sacaron fastidiosamente de su trance. Le encantaba mirar al cielo azul, le daba paz y consuelo. Paula Aguado se acercaba a ella y se plantaba enfrente.

-Y tú qué quieres?

-Me han dicho que ayer me insultaste. Repite ese insulto delante de mí

-No sé de qué me hablas

-No te hagas la tonta! Qué dijiste ayer de mí?

-Yo no ocupo mi tiempo hablando de ti. Y déjame en paz!

-Repítelo o te arranco los pelos!

-Vete al cuerno!

Paula descargó un manotazo en la mejilla de Vanessa y en menos de un segundo las dos contrincantes rodaban por el suelo en un forcejeo que se vió pronto interrumpido por un grupo de empleadas de servicio

-Qué está pasando aquí?- Dijo Mari Nieves

-Esta me ha insultado!

-Es mentira!

-Te vas a enterar cuando te coja!

-Silencio! Al despacho de la directora las dos!

Una comitiva de empleadas de servicio se llevó casi en volandas a las dos crías al despacho de la señorita Michavila. Ella había observado con satisfacción los acontecimientos desde la ventana que da al patio. Un alboroto de protestas y amenazas recorrió escaleras y pasillos hasta llegar a la puerta del despacho

-Adelante!

La cabeza de Mari Nieves se asomó por la puerta diciendo –Le traigo a dos buenas piezas, señorita Michavila

-Ya me imagino…que entren…

La tumultuosa comitiva llegó a empellones, forcejeos y gritos al despacho, con lo que la Señorita Michavila decidió imponerse gritando

-Bueno, basta ya! Orden en mi presencia…vamos a ver, ustedes dos se han peleado en el patio, no? Se han creido que el patio de recreo es una pista de lucha libre? Muy bien! Yo les haré entender que no es así. Aquí hay unas normas de convivencia que hay que respetar…

Las dos crias intentaron replicar pero el conato de protesta fue fulminado de nuevo por los gritos de la directora

-A callar! No se replica lo que yo digo…por de pronto, usted, señorita Aguado, se va a la picota y Vanessa se queda aquí

Paula Aguado, quizá sorprendida por la decisión, lanzó un chillido de horror y rompió en sollozos. Forcejeando fue llevada a la picota ayudada de algun otro azotazo por el camino que a Paula le parecieron tan injustos como indignantes. Por otro lado se quedaron solas  las tres empleadas que llevaban sujeta a Vanessa Begaglia, la propia Vanessa, Mari Nieves y Michavila

-En cuanto a ti, hacía tiempo que te quería aquí- la señorita Michavila, que se encontraba en zapatillas (esto era frecuente, en dias en que no pensaba salir del despacho) se apoyó en la mesa de su despacho, se puso como a la pata coja y se quitó una de sus zapatillas. Empezó a jugar con ella de manera amenazante, era una zapatilla-chinela abierta por detras azul marino con una especie de pequeño escudo amarillo en el empeine de la zapatilla que le daba un toque aún más elegante a esa zapatilla que ya lo era por si misma como todas las de la señorita Michavilla, la suela era de goma rigida y flexible a la vez, e impoluta como a ella le gustaba todo.  Descargaba pequeños golpecitos en la palma de su mano y miraba fijamente a Vanessa. La miraba de arriba abajo. Un silencio tenso invadió la instancia, el pensamiento de la directora era "menudo palizón le voy a dar a este bomboncito".

-Vanessa Begaglia. Ya te he tenido que azotar varias veces. Y hoy también tendré que hacerlo. Te voy a dar la azotaina de tu vida. Pero cuando acabe de ponerte el culo morado, no te vas a ir. Te vas a quedar conmigo. He decidido que me perteneces. – La agarró por la quijada-Tú…no te vas- la soltó y la miró de arriba abajo – yo no pienso perderme tus próximos cinco años. Eres hermosa, demasiado como para dejarte ir. Y yo soy quien decide quién se va y quién se queda. Recuéstala en la mesa!

Mari Nieves la agarró del cogote y de un brazo y la obligó a recostarse. Michavila le subió la falda y empezó a descargar azotes recios y airados. Estuvo cerca de dos minutos golpeando con rabia. Luego llegaron los golpes más espaciados. Vanessa se quejaba amargamente de cada golpe aunque había algo de extrañamente placentero en todo aquello. Cuando intentaba zafarse, Mari Nieves le decía “estate quieta, condenada” y la señorita Michavila le recriminaba “ni muerta vas a estar quieta, niña, tú te lo has buscao", entonce le bajó las bragas de un tirón hasta las rodillas y prosiguió con la paliza esta ves a culo destapado, la zapatilla restallaba en aquel despacho, cuando el culo estaba a punto de estallar, la zapatilla caía en los muslos, el dolor era asfixiante. Cuando Michavila consideró que ya habia castigado de manera suficiente a Vanessa Begaglia dijo : “Muy bien, jovencita. Ahora irás a mi cuarto y me esperarás allí. En un rato estoy contigo.”

-A su cuarto?- dijo entre sollozos Vanessa.

-No he hablado suficientemente claro? o quieres que siga?, Michavila miró de forma severa y amenazante a su pupila que bajó la mirada, sólo entonces la directora dejó caer la zapatilla al suelo, y se la calzó sin mirarla, miraba a Vanesa y qle dijo: Espérame en la puerta de mi cuarto.

Cabizbaja y confusa, Vanessa Begaglia se dirigió a la puerta del cuarto de la directora. Las empleadas de servicio y alumnas que por allí pasaban le miraban conteniendo la risa y haciendo comentarios. Un comentario que la zahirió especialmente fue uno hecho por una empleada: “parece que ahora la señorita Michavila se hace servir la cena en su habitación”

No tardó en presentarse la señorita Michavila. Sonrió satisfecha de encontrar a Vanessa esperándola. “Me gusta que me obedezcan”, dijo. Abrió la puerta de su amplio cuarto y dijo “entra”. Vanessa obedeció la orden y Mercedes Michavila la siguió. Cerró la puerta y dijo “vamos a pasarlo bien tú y yo”.

La abordó, la  besó en la boca y le mordió el cuello. “sabes que te queda muy bien el uniforme del colegio?” Empezó a desnudarla y jugó con sus picudas tetas “me gustan estas tetas. Tócame tú las mías”. Vanesa no sospechaba que aquello le iba a gustar tanto, estaba disfrutando, estaba excitadisima, ya empezó a hacerlo en el despacho al ritmo de los zapatillazos, y ahora le gustaba mucho la autoridad de aquella mujer, le recordaba a la bizca, no sabía porqué le gustaba que las mujeres la dominaran, la azotaran, y la poseyeran sexualemte, esto estaba a punto de pasar, y no deseaba nada más en el mundo. Mercedes Michavila llevó su mano al clítoris de Vanessa mientras el otro brazo rodeaba su espalda.Vanessa gemía sonoramente. Cuando Vanessa se corrió, se desnudó ella. “Ahora me toca a mí correrme. Ven a caballito de la tia Mercedes”. Vanessa, ya loca de placer, se subió al regazo de la directora y comenzó a frotarse. Sintió que cabalgaba un corcel celestial. Michavila decidió ponerse encima,  para culminar la tarea. Quiso sentirse la depredadora. Por fin estaba saboreando la codiciada presa.

CONTINUARÁ