La pérfida institución (4)
Siguen las peripecias sexuales, azotainas y escenas de Dominacion de nuestra prota.
Capítulo 8
Eran las diez y media de la mañana cuando Mari Nieves golpeó en la puerta de la Señorita Michavila. Era una mañana fresca y soleada. La Directora del Colegio Meola se encontraba leyendo informes, pero a la vez parecía haberse mantenido alerta sobre la llegada de Mari Nieves. La empleada de servicio había sido convocada al despacho de Michavila para estar allá en cuanto sus tareas habituales se lo permitiesen. Que la directora quisiese hablar directamente con ella le causaba desconcierto. Cualquier asunto disciplinario o en relación al mal o buen cumplimiento de las tareas, eran cuestiones que la jefa de servicio, a quien se debían, trataría directa y personalmente con las empleadas. Un poco timorata, Mari Nieves entró a la orden de Michavila de que franqueara la puerta.
-Me quería ver usted, señora directora...
-Pues sí...quería hablar con usted respecto a su trabajo...
-Hay algún problema, señora directora?
-Ninguno! Quería felicitarte por tu labor...
-Vaya....gracias, Señorita Michavila, yo...
-Pero he decidido que para ti las cosas van a cambiar un poco...
Este anuncio descolocó a Mari Nieves. Quien le asignaba las tareas habitualmente era la jefa de servicio y algo extraño estaría pasando para que la señora directora se dirigiera a ella en particular hablándole de su trabajo y de cambios inminentes en él...qué debía esperar? Buenas, o malas noticias?
-Verás, Mari Nieves. Sé que conoces muy bien a Vanessa Begaglia – Mari Nieves esbozó una media sonrisa- y que la sigues muy de cerca. Tu trabajo consistirá en eso, a partir de ahora, con la novedad de que me informarás directamente a mi, y no a doña Lourdes, de las incidencias...
-Vaya, señorita Michavila...será un honor y un placer trabajar directamente para usted. Intentaré cumplir lo mejor posible con esa misión, claro que también tengo que realizar otras tareas que...
-No te preocupes de el resto de las tareas, a partir de ahora mismo quedas liberada de ellas. Hablaré con Doña Lourdes...
Mari Nieves sintió una gran ola de satisfacción envolviéndole el cuerpo. Presentía lo que estaba pasando. Era algo importante. Pero quería cerciorarse..-señora directora...esto es, si no me equivoco...un ascenso?- dijo orgullosa y conteniendo la sonrisa
-Aunque tengo algunas cosas que arreglar con la fundación, porque esta situación es algo atípica y no contemplada en los estatutos y tengo todavía que hablar con la Señorita Ferreira...se puede considerar como un ascenso, sí...
Mari Nieves sintió una enorme felicidad y un gran júbilo, sólo contenido por el respeto que ella sabía guardar a la autoridad. Aunque en su día, había andando en pasos muy diferentes. Qué cosas! Y pensar que en aquellos dias sus nalgas habían sufrido cientos de descargas de despiadados azotes de su abuela, de su madre, o de aquella vieja maestra de la escuela rural donde aprendió sus primeras letras...pero Mari Nieves tenía un recuerdo muy especial de una azotaina que un día le propinó, teniendo unos catorce años de edad, la madre de una amiga. En un patio común que compartía un pequeño bloque de edificios de pisos protegidos, donde Mari Nieves vivía con su familia, todo el vecindario se reunía en las tórridas tardes de primavera a hacer vida común...tomar café, jugar a las cartas, conversar, disfrutar del sol...los crios jugaban y correteaban a lo largo y ancho de aquél patio con suelo de tierra polvorienta, los jóvenes se reunian en el centro, donde existian unos bancos al abrigo de una parra en el centro justo de la cual había un pozo, pozo que otrora había servido para el riego de las huertas que habían existido en las cercanías de aquél lugar, pero que habían ido desapareciendo por fallecimiento de sus propietarios y por exigencias del crecimiento urbanístico de aquellos años. La vida era humilde y apacible, los vecinos vivían en paz, o al menos sin conflictos traumáticos, se compartía lo que se tenía y se hacía mucha vida en común.
Los jóvenes veneraban aquella parra con su pozo y sus banquitos, era su oasis, su santuario, allí tocaban la guitarra, cantaban, conversaban de las cosas que importan a los jóvenes...era muy raro que un adulto se acercara por allí. Si lo hacía, es que algo iba mal. Vendría para llevarse castigado a alguno de los chicos del grupo. O para llamarlo para que ayudase en algún trabajo, o para que cumpliera con sus deberes de estudiante, o alguna otra impertinencia, que rompiese la paz de aquella pequeña arcadia feliz.
Un dia Teresa “la bizca” apareció por allí, y en cuanto alguien advirtió que se acercaba al lugar, procedente de los soportales, con sus zapatillas de casa, con borreguillo azul en los bordes y cuadros escoceses en azul y negro, con sus piernas desnudas y delgadas, con su falda plisada marrón hasta un poco por debajo de las rodillas, su camisa blanca y su mandil verde, a un aviso todos pararon su pequeña juerga. No sabían a qué se podía acercar aquella mujer hasta allí, si Eva, su hija, no estaba. A no ser que Eva se hubiera metido en algún lio. Si había sido así, nadie sabía nada. No la habían visto en todo el dia. De hecho, todo el mundo suponía que estaría castigada, cosa frecuente por motivos muy diferentes de cada vez, ya que su madre era extremadamente severa y con un carácter muy explosivo. A las zurras con zapatilla que le propinaba a Eva, o con el sacudidor de alfombras, o con sus propias manos, solían suceder castigos largos sin salir de casa. Allá venía la muy tiesa, delgada y alta Teresa “la bizca”, a la que no llamaban así por tener ese defecto físico, antes al contrario, sus dos ojos miraban en la dirección correcta, eran negros y hermosos, penetrantes. Su apodo se lo debía a su abuelo materno, un gitano bizco y con muy mala uva, que se dedicaba a la chatarra y que solía contar que había luchado al servicio de la patria en tres guerras. El viejo había muerto antes de que se construyera el bloque de edificios pero como la inmensa mayoría de los vecinos del bloque eran realojados de aquél núcleo otrora rural, todo el mundo sabía que era nieta del bizco, y portanto siempre se referirían a ella como Teresa “la bizca”. Su nariz aguileña y su melena negra ondulada, su tez achocolatada, le daban un aspecto de animal de presa que se disponía a cobrarse una presa que aterrorizaba a Mari Nieves.
-Mari Nieves! Tengo que hablar contigo...
-Conmigo?
-Sí, contigo, sí...
-Qué pasa?
-Sé que Eva se ve con un chico. Está saliendo con alguien sin mi permiso. A dónde ha ido hoy?
-No está en casa?
-Te advierto que no está el horno para bollos. Así que deja de encubrirla. Sé que se ve con un chico. Tú tienes que saberlo, porque a ti te lo cuenta todo.
-A mí no me ha dicho nada de que esté saliendo con alguien
-Tengo muy poquita paciencia hoy! Así que para ya de mentir y dime la verdad: Quién es? Y dónde se ven?
-A dónde te ha dicho ella que iba?
-No pretendas tomarme el pelo...ella no fue a la biblioteca a buscar un libro que necesitaba para sus deberes, como me dijo. Lleva tres horas fuera de casa, y la biblioteca está dos calles más abajo
-Mujer, alguna razón habrá para que tarde tanto...se habrá entretenido con algo...o la habrás entendido mal tú...
-Me cago hasta en mi estampa...niña, te crees que me vas a engañar a mí? Tú la induces a hacer esas cosas...mi hija está con un chico sin mi permiso...y tú sabes quién es...y sabes a donde han ido...y si no me lo dices, te voy a arrancar todos los pelos que tienes en la cabeza y te voy a dar un pie paliza que te voy a moler , golfa!!
-Yo no sé nada, te lo juro, no la he visto en todo el día y pensé que estaría en casa, enferma, o estudiando, o qué sé yo...
La airada bizca resopló. Cogió aliento y dijo gritando:-Me cago en la madre que te parió! Te crees muy lista pero tú vas a hablar, te juro que tu hablas aunque te tenga que romper la zapatilla en el culo.
Todos los amigos de Mari Nieves se fueron retirando del escenario del encuentro en vista de la gravedad que estaba cobrando la escena. La Bizca flexionó una pierna agilmente, hacia atrás, quedándose a la pata coja, ante la atónita mirada de Mari Nieves, que casi no pudo reaccionar, para quitarse la zapatilla, cuando notó que la delgada mano de la bizca la sujetaba fuertemente del brazo y, en una maniobra magistral, la puso de cara al pozo mientras blandía amenazante su arma punitiva.
Empezó a descargar la primera ráfaga de golpes, con aquella suela amarilla y flexible, que zumbaba en el aire, antes de golpear en la carne de la nalga, pantorrilla y proximidades, provocando un escozor verdaderamente lacerante, además la tenía muy bien sujeta por la cintura, y en una postura donde tenía todo su culazo a su disposición, Mari Nieves sintió algo inexplicable, en el fondo le gustaba estar sujeta por aquella bella mujer y tener el trasero indefenso a merced de aquella zapatilla que dolía y picaba como mil demonios, su coño empezó a mojarse.
-Vas a hablar o no? Tengo que seguir pegándote, o me vas a decir por fin con quién sale mi Eva?
Con lágrimas en los ojos dijo Mari Nieves – Juro que no lo sé
-No jures!-gritó airada la bizca, empezando de nuevo a golpear- PLASSS PLASSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSS No jures, sé perfectamente que Eva me engaña, y te juro yo a ti que te mato a palos estar tarde como no me digas algo PLASSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSS
-De verdad que no sé nada...por favor, déjame ir...no sé nada-Llloraba, sollozaba y protestaba- Déjame ir, no me pegues más, Teresa, por favor...
-Dime lo que quiero saber, y te dejaré ir! Con quién sale Eva? Dónde se ven? Tú lo sabes, dímelo!PLASSSSSSSSS PLASSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSS te juro que te doy un palizón que no te sientas en dos semanas, PLASSSSSSSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS.
El castigo duró cerca de tres cuartos de hora, sin que Mari Nieves, que sabía que Eva se veía con chicos a escondidas, pero que no sabía ciertamente dónde estaba Eva en aquel momento ni con quién había quedado, soltara la información que la bizca requería. Teresa se convenció de que Mari Nieves no sabía nada, o eso sería lo más probable, porque ella le había arreado con saña y con fuerza, de hecho estaba ya sudando del esfuerzo. Si la chica supiera algo de verdad, habría hablado para ahorrarse el mal rato. Abandonó a Mari Nieves mascullando algo ininteligible y sin dirigirle una palabra a ella. Pero había algo que era verdaderamente extraño en aquella mujer. Cierto era que Mari Nieves siempre había sentido un extraño interés hacia aquella mujer (que, por cierto, todo el mundo consideraba muy guapa) por su carácter poco sociable, casi enigmático. De repente, entre el dolor y la rabia de haber recibido un castigo injusto, había un sentimiento de gratitud, combinado con otro de curiosidad. Aquél día descubrió algo nuevo en las mujeres.
Mari Nieves había sido durante su infancia y su adolescencia una chica de hábitos muy callejeros. Era independiente y de carácter duro. Nunca sintió ningún interés por los chicos. Ni siquiera, en sus últimos años de callejeo, cruzaba demasiadas palabras con ellos. Le parecían seres estúpidos. Inferiores. Los hermanos y los padres de sus amigas eran seres inútiles y molestos. Sus compañeros de colegio eran remedos de personas que basaban sus relaciones en la brutalidad más absoluta. Cuando algún chico se metía con ella llamándola marimacho, ella solía zurrarle a conciencia. Una paliza en toda regla, saldaba deudas y ponía las cosas en su sitio.
La mayor humillación que infringió a un chico, fue en su último año de “libertad”, antes de ingresar como empleada de servicio en el Colegio Meola. Jorge, era todo un líder entre los chicos, pues se decía que no había en el instituto chica que se le resistiera. Mari Nieves se había labrado ya una reputación como marimacho. Pero Jorge se tenía en mucha estima y estaba seguro de que si se empleaba a fondo, lograría los favores de aquella hosca fémina, con maneras hombrunas pero sin duda mujer.
-Yo os digo que esta, encuanto pruebe macho, ya no querrá otra cosa
-Pero si es tortillera, seguro-replicó alguien
-Ten cuidado, que no es la primera vez que le da candela a un tío
-Lo que pasa es que para domar semejante yegua, hace falta un buen domador
-Te digo yo que no vas a conseguir nada...a esa no le va la carne...
-Ya me contaréis si la va la carne o no! Esperad que entre en acción...
nadie hizo caso a los desafíos de Jorge, y esto hirió su orgullo de tal manera que se propuso conquistar a Mari Nieves por encima de todo. Durante semana y media se dedico a perseguirla, a esperarla a la salida del instituto, de vez en cuando una mirada descarada o alguna frase provocativa a su paso. En cierta ocasión, pasando por delante de un edificio en las proximidades del instituto, después de la salida, dirigiéndose a casa, pasó delante de él, que estaba chulescamente apoyado en la fachada de la construcción, mascando un chicle.
-Buenas tardes, chica. Te veo muy guapa hoy, con esos pantalones tan ajustados.
Mari Nieves se detuvo y se volvió hacia él
-Cómo dices?
-Me has oído perfectamente. Y no vayas de dura, conmigo no te funciona eso.
-No voy de dura, chaval. Soy como soy, y si no te gusta, te jodes.
-Para duro, ya estoy yo. Nadie es más duro que yo, aquí.
-No lo discuto, pero por otra parte, me suda el coño.
Jorge sonrió condescendientemente, chasqueó la lengua e hizo un signo de desaprobación con la cabeza
-Mal vamos, chica. Comencemos de nuevo
-Mejor acabemos de una puta vez...no me interesas.
-No vayas tan rápido...me estás rechazando?
Mari Nieves dibujó una sonrisa de sorna en su rostro y miró de arriba abajo a Jorge
-Je! Pero qué se supone que tendría que rechazar? De dónde has sacado tú que en algún momento hayas tenido una oportunidad conmigo?
-No eres tú quien concede las oportunidades aquí! Yo, te ofrezco la oportunidad de ser mi chica...cualquier chica de este pueblo querría tener esa suerte.
-Pues, fíjate; yo no tengo el menor interés...debe ser que yo no soy...cualquiera.
-Tú, chica, tienes un problema...vas de dura...pero tu problema es otro
-Mi problema en este momento es que le he dicho a mi madre que después de clase me iría directamente a casa. Y tú me estás entreteniendo con tus habladurías de niñato que juega a ser hombre.
-Déjate de evasivas. Tu verdadero problema es...que eres tortillera!
-Así que soy tortillera, eh? Quieres probar unas hostias de una tortillera? Qué dirían tus amigos? Qué dirían todos los lameculos que tienes alrededor? Una tortillera te ha dado una paliza! Vaya, qué interesante...tengo curiosidad por saber en qué lugar quedarías...
Jorge volvió a hacer un gesto de desaprobación
-Me estás amenazando? A mí? Te has vuelto loca...
-Sólo te ofrezco la posibilidad de comprobar el sabor de unas hostias de tortillera
-Contigo no tendría ni para empezar...
-No te preocupes, ya empezaría yo...y acabaría...
-Pues me está entrando la impaciencia...quiero ver cómo empezarías
Mari Nieves le dio un guantazo con el envés de la mano, que lo tumbó de lado. Sin darle tiempo a salir de su estupor, descargó sobre él cinco patadas, todas al estómago, menos la última, que fue a parar a los testículos. Jorge estaba enroscado sobre sí mismo, intentando sobreponerse al dolor, iba a decir algo pero la bota campera de su castigadora se incrustó en la boca rompiendole varios dientes, otra patada le rompió la rapiz desviandosela para siempre, y la última le partió el párpado.
-Supongo que habrás tenido suficiente. Parece que la tortillera, además de tortillera, es más macho que tú. Ya les puedes dar un recado a tus amiguitos. Mucho ojo con la tortillera! Si vuelves a intentar abusar de alguien más en este pueblo te juro que te rajo de arriba abajo, pequeño montón de mierda!!!! Ahora todos sabrán lo patéticamente ridículo que resultas, bazofia!!!. y Jorge enpezó a mearse encima.
Lourdes Ferreira estaba furiosa y estupefacta con la cooptación de Mari Nieves. Esa maldita Señorita Michavila le había quitado a su mejor efectivo. Sin ella, perdería el control de Vanessa Begaglia. Tenía que pensar la manera de recuperar sus cartas en este juego. Pero cómo? Con Mari Nieves trabajando directamente para ella, Michavila tendría un control absoluto. Habría que buscarse otros aliados. Qué tal el cura? No estaba claro que aquél hombre (que además tenía ese imperdonable defecto; era hombre) se fuera a prestar a esos juegos. Realmente tampoco se sabía mucho de él...hacía su trabajo como sin ganas y se marchaba. Confesaba a las profesoras, a las empleadas y a las alumnas...les hacía mecánicamente las preguntas que debía hacerles, les escuchaba, les mandaba hacer tales o cuales oraciones, y fuera. Daba misa los domingos y fiestas de guardar. Pero...qué había en el alma de ese hombre? Le gustarían las mujeres? Los hombres? Qué vería en las mujeres que allí estaban? Quizá viviera de espaldas al deseo. En ese sentido, era curioso; todos los hombres deseaban y no solían disimular sus deseos. Este hombre, parecía estar por encima del deseo. Pero algún punto débil tendría. Lo que no estaba claro es que valiera la pena comprobarlo.
Algo que le había afectado más de lo que en principio estaba en sus cálculos, era la pérdida de Mari Nieves, ya no por su función como empleada y cómplice de operaciones, sino como amante. La firmeza de sus pechos, la fuerza de sus manos, la calidez de sus brazos y su vientre, su vigor juvenil, la suavidad de su piel y su cabello...conformaban el manjar que ella disfrutaba en solitario. Cabalgar a Mari Nieves y entrecruzar los alientos, verse envuelta en sus mordiscos, navegar esas noches sin fin de invierno...eso ya no parecía posible. Cómo sería el primer encuentro con Mari Nieves, después de esto? Había otra cosa que le preocupaba...la profesora de francés. Las consecuencias de su caida sin duda se volverían contra ella y tendría que reconducir su situación. Lo cual era muy complicado, teniendo en cuenta su estátus dentro del colegio. Ella era sólo la jefa de las empleadas, la profesora de francés estaba en un escalón superior.
Continuará...