La peregrinación y la hospitalera

Una pareja de peregrinos se pierde acaba e n un extraños y orgiástico albergue....

La peregrinación y la hospitalera

Llevaba ya tiempo por el Camino y con unos días de esos de perros, con diluvios universales a cada rato, y así llevábamos horas vagando una fortuita compañera y yo , sin encontrar techo ni acomodo, pues entre que era puro invierno y lo de Covid, todo estaba cerrado, o casi…

Ya cuando no se veía tres a tres palmos. Vino como una luz en lo denso del bosque a donde nos dirigimos con premura, y con menos impertinencia llamamos a la puerta con el extraño colgante a modo de picaporte, yo creo que era la representación de los cojones de algun animal.

Tras esperar unos buenos minutos, asomó una madura de las profundidades de la casona-albergue, muy mal aliñada y medio desarrapada, indicando que el albergue estaba cerrado y casi que desmantelado, insistimos en que nos diera cobijo por una noche, pues el siguiente albergue estaba a 50 km.

Al final viendo a la moza tiritando y con aquellas formas, fue lo quela convenció, pues la teutona (Margaret) era grande y presentaba unas rotundeces de las de quitar el hipo, y con aquellas ropas mojadas pues aún más.

La “buena señora” más bien era como una bruja sacada de un cuento de miedo, era más bien fea de cara, con verrugas y cicatrices de enfermedades infantiles, pero tras los harapos con los que se vestía podía adivinarse que debajo de aquellas ropas podía haber un cuerpo rotundo, ya se sabe una cara fea un culo bonito.

Nos llevó al friolero salón, donde me dejó solo para cambiarme, y se llevó a la teutona a otro cuarto para proceder a cambiar de ropas ocupando sus buenos minutos en el trasiego del cambio de ropas, al final la arpía creo que había logrado espiar y tomar buena nota de las proporciones de la teutona, que también salía feliz por deshacerse de la mojadura y la eficiente ayuda de la hospitalera.

Al final la vieja, o eso parecía, encendió la chimenea y nos dio unos platos de caldo que nos supieron a gloria, y tras una extraña tortilla de raíces nos llevó a la habitación, una con dos camas estrechas y una manta, nuestros casos estaban empapados, y a continuación había una habitación con una cama de esas gigantes. Pero ella nos asignó las literas. Indicando que sí teníamos frío siempre nos podíamos arrimar.

La noche fue larga y dura, pues en aquel caserón y con un manta y alguna prenda encima como camiseta y calzoncillo ya me dirán ustedes, al final Margaret, d me invitó a rejuntarnos en el camastrón, pues dos mantas y bien pegaditos, pues podríamos pasar las ultimas horas de la madrugada, que son las frías. Y así lo hicimos y nos quedamos quietos en modo cuchara.

Hubo dos horas en que no pasó nada, pero luego la temperatura empezó a subir, y claro mi cipote empezó a desperezarse, y claro a buscar la regaña de la teutona para mejor acomodo.

No quería mostrarme muy desinhibido y dejé que cipote fuera  evolucionando a sus manera, cuando sentí que la teutona se acomodaba la banana sin ningún pudor en el canal de su buen culo, así permanecimos otro buen rato, casi hasta que empezó a clarear y aparecían tímidos rayos de sol, unos movimientos de la teutona para colocarse mejor hicieron que mi cipote ya mantuviese erguido el porte, y cual fue la sorpresa que la teutona bajo su braga y encañonó el falo e por entre la entrepierna, dedicando al otro extremo que le salía por delante unas liquidas caricias que ya me pusieron cardiaco.

Dejé hacer, y ya la muy cabrona estaba lanzada pues no dudo en reacomodar el cipote de Archidona que me gasto y tras ponerse saliva en el coño, dirigió el instrumento hacia el caliente agujero que se lo tragó casi todo de una sentada.

Así estuvimos en el suave mete y saca unos cuantos minutos, hasta que la cosa fue a mayores, y tras deshacernos de las mantas, la enorme Margaret, se puso a cuatro patas y me invitó a un buen polvo.

Le metí el vástago de una empilonada y se retorcía y mordía la almohada para no gritar, pero por sus gestos pedía más caña, más velocidad y más hondura. Probé varios ángulos en la montada lo que ya hizo que la teutona se mease y se corriese em plena densidad, mientras ya daba los últimos cipotazos, entreví que éramos espiados por la bruja hospitalera, que se relamía y tenía una mano metida en las bragas.

Hice como que no la había visto, y me salí del chocho despacio para que la bruja pudiera medir bien el instrumento; dejé a la teutona a cuatro patas, relamiéndose y echando una mano a su encharcado chocho.

Entre en el baño y por el resquicio de la puerta pude ver como la hospitalera se amorraba al chochazo de la teutona, pues esta tras un respingo por el cambio de montura dejó que la larga lengua, pues debía de ser larga y revoltosa, pues la teutona suspiraba de lo lindo en invitaba a la hospitalera a que hurgase con sus regordetas manos en sus agujeros.

Estuvieron un buen rato en el trajín pues la madura bajó sus bragas y se trabajó sus propios bajos a conciencia, dejando ver que era dueña de una buena pelambrera. Yo me fui por la otra puerta del baño y las dejé hacer oyendo desde la terraza los suspiros y gritos de placer de una y otra.

El día parecía mejorar, pero media mañana de nuevo el diluvio universal, y a la hora de la comida aparecieron ambas damas de lo más sonrientes, y hasta parece que Margaret había remozado a su nueva amiga, pues aparecían muy conjuntadas y hasta la bruja sufrió una transformación en su atuendo y limpieza corporal…. Pues hacia ya tiempo que se había desdeñado de su vida y quehaceres.

Prepararon ambas una buena comilona, y por la tarde la pasaron ambas limpiando la habitación de la hospitalera y yo arreglando algunas cuestiones del albergue, si es que abrían de nuevo.

Vino la cena, el vino y las risas y como era de esperar ambas mujeres se morrearon parsimoniosamente haciendo que mi cipote te pusiese cañón del todo, me invitaron a la nueva morada puesta en orden de la bruja, que ahora parecía un hada tirando sus ropas al aire e invitando a la teutona a jugar un poco. La buja hada sacó unos palitos de la nada y me urgió a escoger uno si era el más largo le tocaba a la teutona empezar la ronda del mete y saca, y así fue como tuve que ponerme al tajo, pero esta vez incluía por el mismo método probar el mete y saca por los agujeros.

La teutona, le gustaba la posición de perrito y así comenzamos a darle al bombeo, tras unas buenas lamidas de Herminia la hada-bruja, en cuya posición y viendo aquella pelambrera aproveché para ensalzarle unos cuantos pijotazos a la vez que ella metía unos dedos en las entrañas de su amiga y con la otra mano tiraba de mis huevos no sé si que para que entraran más o no se salieran ni un centímetro.

Le tocó de inmediato a la teutona probar de nuevo mi mondongo engrasado por el buen hacer de la Herminia que nos había dejado fetén a los dos, fue una jodienda intensa con la teutona, agarrado a sus poderosas nalgas a las cuales le daba grandes palmadas, mientras Herminia por debajo absorbía néctares varios de polla y coño.

Cuando la deje medio exhausta y expuesta a cuatro patas se amorró a ella Doña Herminia invitándome a penetrarla por donde quisiera y pudiera, un gran choco lo tragaba todo, hasta medio brazo le metí a la muy cerda, para su gusto y corrimiento, su ojete, al revés que la teutona se lo tragó pero con algún esfuerzo y escupitajo,  el de Herminia como los girasoles enseguida se puso cara al calor y se abrió cual margarita y tras un Flock, allá me fui todo entero para adentro y debió ser buena la coyunta pues enseguida la teutona dejo ver el apasionamiento de su nueva amiga le llegaba a ella en medio de fuertes espasmos.

Eran dos máquinas de follar que una tras otra me montó como quisieron y pudieron, pues yo no daba más de sí.

Por la mañana me despierta un olor extraño por la casa, y tras la comida vino  la siesta y pese a sus toqueteos  el cipote reaccionó lo justo, pero ya a la noche las dos damas se buscaron sustituto, la teutona se lo hacía con el pastor ovejero que cuidaba el rebaño y que tenía una poderosa tranca, y Herminia, se hacía montar o encular por un impresionante macho cabrío, cuyo destornillador le hacia poner a la Herminia los ojos en blanco y cuyo olor envolvió rápidamente la habitación, ya dicen que Catalina la Grande murió al ser penetrada por unos de sus sementales.

Tras ese esperpento orgiástico y sabiendo que la teutona se quedaría una buen tiempo con la Herminia y sus machos pues cuando landrú negro de retorcidos cuernos montaba a placer a la Herminia a base de buenos pollazos, a la teutona de le ponían lo ojos vidriosos de deseo, de ser montada por la negra bestia  cuyas pezuñas quedan marcadas en la espalda de sus hembras .

Y lo mejor era irme.

Gervasio de Silos