La peregrina

Diana se sacudía como azotada por un ciclón. Sus ojos se pusieron en blanco y su preciosa cara parecía un poema. Tuvo un orgasmo brutal.

Diana salió de Alicante con cinco personas más, dos chicas y dos chicos, para hacer el camino de Santiago, y a los ocho días caminaba sola. Las dos parejas se habían rendido.

Llegó al albergue mochila a la espalda pasadas las dos de la tarde. Estaba vacío, pero el olor a cocido gallego que se respiraba allí dentro le abrió el apetito. Un muchacho de unos 25 años. moreno, de la misma estatura que Diana, (1. 67) quizás un par de centímetros menos, de ojos azules, delgado, con sonrisa Profidén, ancho de espalda y estrecho de culo, y que de tan guapo que era parecía maricón, le dijo:

-¿Traes hambre?

-Tengo poco dinero

-No te preocupes. El cocido ya lleva hecho dos días y si no se come se pierde. Siéntate por ahí.

En fin, que comió, bebió, gratis ,y luego, tomando un café, desde la barra, le preguntó el joven:

-¿Cómo se te ocurrió hacer el Camino en invierno?

-No fue idea mía, pero es una historia muy larga. Si supiera los palos de agua que caen en Galicia no me hubiera puesto a hacerlo. ¿Dónde está el inodoro?

El joven salió de detrás de la barra, y le dijo:

-Te lo enseño.

Diana, siguiendo al joven. Le miraba al culo, redondito, marcado en sus jeans y se mordía el labio. Lástima que aquel extraño fuera maricón.

Llegaron a una puerta donde había una sirena dibujada.

-Ahí lo tienes.

-Gracias.

Diana se metió en el inodoro. El joven la cogió por la cintura. Le arrimó cebolleta, la besó en el cuello, y le preguntó:

-¿Quieres que entre contigo al baño?

Diana, coqueta, le preguntó:

-¿Me quieres encular?

-Lo que quiero es romperte el coño.

El joven, maricón no era, Diana, sentía la polla empalmada presionando la raja de su culo y las manos magreando sus teta y se le fueron las ganas de hacer de vientre. Le preguntó:

-¿Y si viene alguien?

-Que esperen.

-Mira que yo chillo mucho al correrme...

-¡Que sufran!

El joven movió su polla contra el culo como si la estuviera follando.

Le quitó el jersey, la camisa y el sujetador y él se quitó la camisa. Diana se dio la vuelta. Sus bocas se juntaron. Le abrió la cremallera del pantalón. Le sacó la polla, que no era muy grande, pero era gordita, y se la meneó mientras se comían las bocas. El joven le bajó a ella los pantalones y le metió una mano dentro de las bragas. Se encontró con el coñito empapadito. Le metió dos dedos y la masturbó. Al rato, Diana, se puso en cuclillas, le bajó los pantalones, y metiendo, toda la polla en la boca. Se la mamó entera, le mamó el glande, se la lamió de abajo arriba... Lamía y chupaba los huevos... Le hizo una deliciosa mamada, y se cuidó de no darle su toque especial, presionar su lengua contra el glande, ya que así los hombres se le corrían y los dejaba con temblor de piernas. Le gustaría tragar su leche, pero antes tenía que correrse ella.

Al levantarse, se acabaron de desnudar. El joven desconocido la volvió a besar mientras magreaba sus tetas. Le levantó los brazos y le besó las axilas. Al besárselas, le preguntó el joven:

¿Alguna vez te han dicho que tu voz es muy sensual?

-Una persona, sí.

Le volvió a mamar las tetas, y como no era momento de explicaciones. le dijo:

-Muérdeme las tetas y los pezones.

Las palabras de Diana encendieron al joven. Le lamió, magreó y mordió tetas y pezones al tiempo que la masturbaba con dos dedos.

Al rato se agachó y cogiéndole las nalgas, pasó su lengua por el coño empapado. Le lamió los labios, le folló la vagina con la lengua y le lamió, chupó y mordió el capuchón de su gordo clítoris. Diana sintió que se iba a correr y se abandonó al placer, pero el joven tenía otros planes, se levantó, después se agachó un poquito, le acercó la polla al coñito y se la clavó. Sus bocas se volvieron a juntar, el joven le dio canela fina, Diana, allí de pie, al lado de la taza, sintió que le venía, y acabó, exclamando:

-¡Ay qué me corro! ¡Ay qué rico, ay qué placer! ¡Oooooh! ¡Oooooooh! ¡¡Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy!! ¡¡¡Yyyyyyyyyyyyyyyyy!!! Oooooooh, ooooooh, oooh, oh...

Después de correrse sintió la polla del joven latir dentro de su coñito, se iba a correr él también. Lo separó, se volvió a agachar, apretó su lengua sobre el glande y segundos después tragaba una inmensa corrida mientras las piernas del joven temblaban una cosa mala.

Se vistieron y poco después, sin ni siquiera saber sus nombres, se despidieron y Diana siguió el Camino, que por cierto, le importaba un comino. lo que quería era conocer Galicia.

Un día después...

Eran las nueve de la noche de un día muy lluvioso Diana, la peregrina llamó a la puerta de una cabaña del bosque. Le abrió Juan. un joven rubio, de ojos azules, de más de un metro ochenta de estatura, guapo a rabiar y de complexión fuerte, que estaba de allí haciendo un trabajo para Noelia, la dueña de la cabaña. El joven la vio. Estaba calada hasta los huesos. Le preguntó:

-¿Qué te ha pasado?

-Me he perdido haciendo el camino de Santiago. ¿Puedo pasar hasta que pare de llover?

-Pasa, pasa, y sécate, pero vas a tener un problema, esto es Galicia y no va a parar de llover en toda la noche. ¿De dónde viene?

-De Alicante. No sé, pasar la noche con un hombre en un sitio tan apartado...

Noelia, la dueña de la cabaña, salió de la sala y le dijo:

-No vas a estar a solas con él. Pasa que con esa mojadura puede coger una pulmonía.

Diana entró en la cabaña. En la sala de estar había una chimenea con el fuego encendido. Otro joven estaba sentado en un sofá cerca de él. Era Pablo, y era moreno, de ojos negros, algo más alto que Juan y con una pinta de gigoló que tiraba para atrás, Diana se acercó al fuego, quitó la mochila de la espada y la dejó sobre la alfombra, Noelia le dijo:

-Vente a mi habitación. Te puedes poner una ropa mía y ponemos la tuya a secar.

-Puedo secarla al lado del fuego

-¿Quiere coger una pulmonía? No te voy a comer.

Diana, a regañadientes, fue con Noelia a la habitación. Tenía la mosca detrás de la oreja. A ella le gustaban mucho los hombres, y aunque ya se besara con alguna chica, los labios de una mujer y sus manos le parecieran demasiado finas

Diana tenía 27 años, era morena, tenía buenas tetas y buen culo. No estaba gorda, pero tampoco delgada. estaba en su punto.

Noelia, que estaba en bata de casa, era una cuarentona, rubia de bote, con tetas operadas, vientre plano, fina cintura y tremendo culo.

En la habitación, Noelia, cogió del armario las dos toallas más finas y suaves que tenía, le dio una para que se secase la cabeza y con la otra comenzó a secar su espalda, sin prisa. Cuando llegó al culo le secó el ano con un solo dedo. A Diana, le comenzaba a gustar. Iba a secar las tetas con la toalla pero siguió secando su cabello corto para darle tiempo a Noelia. (Noelia era perra vieja y se dio cuenta de que le gustaba que la secara) Al secarla por detrás, pantorrillas y pies incluidos, le pasó la tolla entre las pìernas y le secó el coñito, se lo secó del jugo que había echado al excitarse. Diana se mordió un labio (siempre lo hacía cuando algo la excitaba) Si tuviese ojos en la espalda vería que Noelia también se lo mordía después de haber lamido las babitas que traía la toalla. Noelia se puso delante de Diana y le secó las tetas, tetas que le habían metido envidia al verlas por primera vez, ya que empequeñecían las suyas con tenerlas operadas. Aquellas grades areolas y sus pezones, ahora duros y mirando hacia delante, la pusieron a mil al magrearle las tetas con la tolla fingiendo que las secaba. Al agachase para volver a secar el coñito y las piernas, Diana, pensó que la lengua de Noelia iba a lamer su coñito, pero no, acabó de secarla, le dio unas bragas y una ropa suya y volvieron al salón.

Estuvieron hablando de multitud de cosas hasta que llegó la hora de ir para cama. Juan, le preguntó a Noelia.

-¿Dónde va a dormir la peregrina? Yo con Pablo no duermo. Le gustan demasiado los culos.

Pablo, se enfadó.

-¡Los de mujer, chulo putas!

Noelia, le dijo:

-Gracias por la parte que me toca.

Pablo, se dio cuenta de su error.

-Perdón. No era mi intención ofender.

-Perdonado. Algo puta debo ser para contratar a dos chicos de compañía, pero si la peregrina no quiere dormir en mi cama, uno de los dos va a dormir en el sillón.

Juan, le respondió:

-Pues nos jugaremos la cama a cara o cruz

Diana se había quedado muda. Se estaba enterando de que iba la movida que se traían aquellos tres.

Noelia, le preguntó:

-¿Qué dices, bonita?

-Diana, mi nombre es Diana.

-Yo soy Noelia y esos dos, el rubio es juan...

-Mucho gusto, Juan.

Juan, se levantó, le estrechó la mano, y le dijo:

-El gusto es mío.

Pablo, no se levantó.

-Yo soy Pablo. Encantado de conocerte.

-Lo mismo digo. Duerme con Noelia, por favor.

Diana, sonriendo, le dijo:

-Sin favor.

Poco después se fueron a sus respectivas habitaciones.

En la habitación, le dijo Noelia a Diana:

-¿Te importa que duerma desnuda?

-Es tu habitación.

Diana se echó a dormir con un picardías que le había dejado Noelia. Estaba tapada con una sabana, aunque con el calor que daba la calefacción lo mejor era dormir en cueros.

Unos diez minutos más tarde, Diana sintió como Noelia se frotaba el coño. Se dio la vuelta, se puso boca arriba y se destapó. Noelia puso una mano sobre el coñito de Diana, y le preguntó:

-¿Duermes?

Se iba a hacer la difícil.

-No, pero no soy lesbiana.

-Yo tampoco lo soy, pero de vez en cuando me gusta comer un coño.

-Creo que me voy a ir a dormir al sillón.

Diana, quitó la mano de Noelia del coñito.

-Tranquila. No te tocaré. Me haré el amor a mi misma. Estoy tan caliente que en unos minutos ya me corro.

Un par de minutos después ya Noelia estaba buena de ir y Diana estaba mojada de oír sus casi callados gemidos y los ruiditos que hacía al follarse el coño con los dedos. Le cogió la mano con la que se estaba masturbando y se la llevó a su coñito lleno de babitas. Noelia le metió los dedos mojados con su jugo en aquel delicioso agujerito. La beso con lujuria, para acto seguido quitarle el picardías, comerle las tetas, morderle los pezones y luego quitarle las bragas, meter su cabeza entre sus piernas y comerle el coño con maestría, lamiendo y chupando donde más le gusta a las mujeres, mientras se masturbaba con dos dedos.

Noelia era zorra vieja, hizo que Diana estuviese a punto de acabar más de una docena de veces. Cuando la tenía gimiendo con desesperación, paraba, la besaba, le lamía los muslos y comenzaba otra vez, despacito, muy despacito. hasta que al final, Diana, le suplicó:

-Por favor, por favor, Noelia, haz que me corra.

Noelia, le dijo:

-Con esa voz tan erótica que tienes, si no te callas, la que se va a correr soy yo.

Esta vez, Noelia, no paró, y Diana, al sentir que se iba a correr, dijo:

-¡Qué rico, que riiiiiiico! !!Que riiiiiiiiico, qué riiiiiiiiiiiiiico!! ¡¡¡Me corro!!!

Diana, retorciéndose de placer y jadeando, le llenó la boca de babitas a Noelia, y Noelia, que no parara de tocarse, se corrió como una loca dejando la cama perdida de jugos.

Al acabar de correrse, se besaron, después, Noelia, le dijo:

-Hasta mañana, cariño.

-¿No quieres que te corresponda?

-No, con esta ya son cinco las veces que me corrí hoy. Por cierto. ¿Ya te penetraron vaginal y anal al mismo tiempo?

-No, no he probado la doble penetración.

-Los chicos ya están pagados, Si mañana te apetece...

-Me daría mucha vergüenza.

-Si, al principio se siente vergüenza, pero después lo que se siente es placer, mucho placer. Tienes toda la noche para pensarlo.

-Lo que tengo es toda la noche para dormir.

Mentira podrida, a la media hora, cuando dormía Noelia, Diana se hizo un dedo pensando en Juan y Pablo y se tuvo que tapar la boca con la almohada para que no se oyeran los gritos con el placer que sintió al correrse.

Cuando despertó Diana ya Noelía se había levantado, es que casi eran las doce de la mañana. En picardías, descalza y sin bragas, fue a preguntarle a Noelia donde estaba la ducha, ya que en la habitación sólo pudiera orinar. Al llegar al salón vio a Juan y a Pablo, desnudos, con las vergas en la mano, sentados en el tresillo y a Noelia, también desnuda, tocándose en un sillón. Noelia, la miró y le dijo:

-Ahí los tienes. Si quieres son todo tuyos.

Diana sintió vergüenza, tanta que se puso colorada.

-No sé...

Los dos jóvenes se acercaron a ella. Juan le quitó el picardías y la besó el la boca, Pablo, a su espalda, le besó el cuello y le acarició y besó la espalda... Juan, después de comerle la boca le comió las tetas. Se notaba que era gigoló. Sabía como lamer, como chupar y como morder, con que fuerza y donde.

Pablo ya había recorrido su espalda con su lengua y las yemas de sus dedos y la cogía por la cintura y le comía el culo cuando Juan, después de comerle las tetas y jugar con su ombligo, llegó a su coñito. Lamió... y al rato, con la punta de la lengua de Pablo en su anito y la de Juan dentro de su coñito, Diana sintió que se corría.

-¡Ay qué acabo, hay que acabo. ¡¡¡Acabo!!!

Diana, con un terrible temblor de piernas y jadeando como una zorra se corrió en la boca de Juan, y Noelia en su mano, al ver la cara de placer que ponía Diana.

Al acabar de correrse, la llevaron de la mano hasta el tresillo, Juan y Pablo se sentaron. Diana se sentó entre los dos jóvenes y comenzó a pajearlos a dos manos.... Al rato, Juan y Pablo se levantaron y le llevaron las pollas a la boca. Chupaba una y masturbaba la otra, le lamía a uno los huevos, y después al otro, sin dejar de masturbar aquellos dos húmedos cipotes, gordos y largos. Los puso tan cachondos que tanto Juan como Pablo acabaron follando su boca como si fuese el coñito.

Noelia, ahora, sólo miraba.

Juan le quitó el cipote de la boca, le abrió las piernas y le metió dos dedos dentro del coñito, luego la puso de lado y le clavó aquel gran cipote hasta el fondo de su coñito, Noelia lamió los huevos de Pablo y lo masturbó. Diez o quince minutos de follada y Diana se iba a correr de nuevo.

-¡Ay que rico, ay...!

Juan, dejó de follarla.

Diana, desesperada le dijo:

-¡No me dejes así!

Noelia, vino con un condón y crema, y le dijo:

-Calla tontita.

Le dio el condón a Pablo. Untó crema en el ojete de Diana y después sobre el condón que se pusiera Pablo en el cipote.

-Siéntate sobre su verga.

-Es muy gorda.

La besó, y le dijo:

-Para eso es la crema dilatadora.

Diana se sentó sobre la verga de Pablo. Entró apretada, y haciendo que Diana comenzase a pedir pan por señas. Juan, con la polla aún mojada de jugos, se la volvió a poner en la boca. Diana, mamó con ganas. Cuando ya la verga en su culo no le producía más que placer, Juan, se la metió en el coño. Entró más que apretada con la otra verga entrando y saliendo de su culo, pero entró. Al poco de follar su coño y su culo, se volvió a venir.

-¡Qué placer, que placer! ¡¡¡Me cooooooorro!!!

Diana se sacudía como azotada por un ciclón. Sus ojos se pusieron en blanco y su preciosa cara parecía un poema, Tuvo un orgasmo brutal.

Al rato se iba a correr de nuevo, pero no le dio tiempo, Juan le llenó el coño de leche y Pablo el culo. Al sentir la leche dentro de ella casi se corre.

Juan, le quitó la polla. El semen, mezclado con sus jugos comenzó a salir de su coñito. Noelia metió la cabeza entre sus piernas y le lamió el coñito mientras la leche de Juan y sus jugos salía de él. Aquella guarrada hizo que Diana se corriese como una bendita. esta vez no dijo nada, solo jadeó y le dio de beber a Noelia el jugo de uno de los mejores orgasmos de su vida.

Quique.