La perdición de papa 4

Es la historia ficticia de una hija que descubre el secreto mejor guardado de su padre, lo que dará un giro inesperado en su relación familiar.

Como tardaba un poco, evidentemente, cogí las bolsas y me acerqué, intencionadamente, al escaparate de una zapatería. Lo tenía muy claro, haría todo lo posible para que Papa me comprase mis primeros tacones.

Cuando salió, me busco con la mirada, y al verme, no aparto sus ojos de mí, volvía sereno, extasiado, vi que las dos manchitas casi no se apreciaban y se había lavado la cara.

“¿Entramos a esta tienda, tiene cosas muy bonitas?”

Me sorprendió mucho porque no reacciono nada, esperaba que pusiera alguna pega o me dijera que ya era suficiente. Pero simplemente me indico con la mirada que entrara.

Creo que lo estaba consiguiendo, lo tenía comiendo totalmente de la palma de mi mano.

Estuve mirando varias cosas, unas zapatillas nuevas y algo más cómodo para ir al instituto. Todo dentro de lo normal, la verdad es que era algo que realmente necesitaba y creo que papa se dio cuenta.

Después me fui acercando al fondo de la tienda, había toda una pared repleta de zapatos de tacón, de todas las formas, alturas, tamaños y colores. El sueño de cualquier mujer hecho realidad.

“papa, puedo pedirte algo… algo especial para tu princesa”

“Claro cariño, ¿qué?”

“me gustaría que elijas mis primeros zapatos de tacón, para mi es muy importante, ¿me encantan? Y mama me lo ha prohibido”

Ahí sabia que estaba dando un golpe bajo, a papa le volvían loco, no entendía bien porque, pero era algo obsesivo.

“Bueno princesa… no sé, yo… los que tu quieras amor… esos, por ejemplo” señalando los primeros que vio.

“Esos los habría elegido mama… para la abuela, jiji”.

Entonces me puse seria y le señale unos de aguja, de vértigo, de cuero negro brillante y punta “Quiero unos como estos, para una mujer de verdad”.

Abrió los ojos y trago saliva, eran unos zapatos que a un hombre como el, le harían perder la cabeza. Entonces si dudarlo me dijo “Si princesa”.

Me senté en un taburete, mientras papa le pedía a la dependienta que trajera el par de mi talla de varios que había elegido.

Estaba claro, solo me llevaría los que hicieran reaccionar a papa, así que, tenía que calentarlo otra vez con discreción, pero sin ningún tipo de reparo.

Decidí empezar a probarme unos que llevaban una tirilla con hebilla, y no por casualidad, llevaba un vestido corto y ceñido, y me hice un poco la torpe niña mimada.

“Jo, no puedo abrochármelos, ¿me ayudas porfi?”

Y como un zombi se arrodillo para arreglarlo. Os imagináis lo que hice a continuación verdad. Una apertura de piernas en toda regla, pero nada vulgar, no penséis mal.

Papa se quedo de piedra mirando mis braguitas con la rajita húmeda marcada. “Vamos” Cuando volvió en sí, avergonzado, se puso a abrochármelos.

Había dos cosas claras en ese momento, lo tenía totalmente dominado y si había prestado más atención a mi entrepierna, es que aquellos zapatos, no eran los elegidos.

Rápidamente me los quite, tampoco me gustaban, así que, descartados.

“Pásame esos, los que cogí primero” esos si eran otro nivel, estaba segura que serían ganadores.

Primero saco uno de la caja, y con una enorme delicadeza lo dejo sobre el mostrador, después el siguiente. Acto seguido los dejo en el suelo mientras se arrodillaba. Sutilmente los acerco a mis pies para probármelos.

Esta vez ni pestañeo ante mis provocaciones, estaba claro. Me puse de pie e intentando no perder el equilibrio sin que se notara di unos pasos. Papa me ignoro totalmente, solo miraba al suelo.

Cuando se incorporo note el bultito de papa, otra vez lo tenia ganado. Es verdad que no la tenia muy grande, pero aquello volvía a las andadas y yo excitadísima por conseguir mi objetivo.

“Son supercomodos papa, y me hacen una pierna muy larga y esvelta ¿Verdad?”

El no paraba de babear, lo notaba atontado, ausente, con una sonrisa de esas bobaliconas.

“¡papa!”, “¡papaaaa!” “¿te gustan estos?”

Cuando me los quite y los volví a meter en la caja me fije en el precio, y no eran precisamente los más baratos, pero los quería, mejor dicho, papa los quería mas que yo.

“sí cariño, si”

Ojee un poco los otros zapatos y decidí que ya era suficiente, ninguno más estaría a la altura, cargamos las cajas y papa saco la cartera.

Su cara era un poema cuando la cajera le dijo el precio, me miro, le sonreí, y le dio la tarjeta de crédito.

No pude contenerme de nuevo y decidí darle un abrazo. El me agarro fuerte y me dio un beso en la frente. Pude verificar que seguía excitado, pero en ese momento ya no se cortó con la situación.

Yo estaba empezando a estar aturdida también, aquel grado de intensidad me estaba dejando agotada, por lo que le dije a papa que iba al baño mientras el guardaba las bolsas en el maletero del coche.

No pude mas que bajarme las braguitas y tocarme allí, estaba ardiendo. No tuve que estar demasiado tiempo, toda aquella tarde era como el mejor de mis sueños húmedos.

Al salir, me esperaba en la puerta. Le dije que fuéramos al supermercado y para casa, que empezaba a estar cansada.

“¿Lo estas pasando bien Princesa?”

“Si papa, me encanta ir de compras, por mi estaría todo el día”

Papa se paro en seco y me miro fijamente

“todo lo que desees princesa, hoy es nuestro día cariño”

Por dentro estaba eufórica, estaría dispuesto a reventar su cuenta bancaria por mí, pero por otro lado me sentía algo culpable por el enorme gasto.

“No te preocupes, otro día volveremos si”

Pude notar cierta decepción en su cara, disfrutaba siendo un pelele pagafantas mientras yo lo atrapaba con mis armas de mujer. Cuando me di cuenta, pasábamos por delante de una conocida tienda de lencería.

“Entramos en esta y ya, si, te lo prometo, ¿ok?”

Aquello, era lo único que faltaba dentro la lista de gustos eróticos de papa. Yo habría seguido con mas cosas, un bolso, alguna joya, un reloj, un móvil, en fin.

Vi como se separaba de mi cuando me acerque a la primera percha, sabía que estaría empalmadísimo en ese momento, pero quizás avergonzado, es curioso como les pasa a casi todos los hombres en un sitio así.

Tenia que volver a atacar como solo una mujer sabe. Así que cogí un conjunto de sujetador, braguitas, liguero y medias negras de encaje con algo de trasparencias, de esos de zorra elegante, por supuesto.

“¿te gusta papa? Tócalo, mira que suave es este encaje, ¿verdad?”

Papa estaba rojo como un tomate, asombrado por todo aquello, sabía que le gustaba y mucho.

Paso sus dedos con suavidad, tenía una mirada lasciva y un sudor frio. Vi como su bultito se apretaba en espasmos contra la bragueta, intentando liberarse, y una manchita húmeda. Tenía que llevármelo sí o sí.

Esto, con los zapatos y el vestido, ¡si mama me ve, me mata!. Por fin seria como una autentica sugarbaby, vestida de arriba abajo por su daddy.

Papa volvió a pagar, esta vez no me dio opción a abrazo de agradecimiento, ya que, se abalanzo sobre el mostrador para que no se notara la manchita y su erección. Su sorpresa fue ver la mini bolsa que se supone que llevaría y taparía todo aquello.

Con todo nos fuimos al supermercado, allí estuvimos un rato comprando, todo lo que me gustaba para comer y cenar, y algo de aseo, por supuesto.

Cuando estábamos en la cola de la caja, sabéis que suele haber lo típico, caramelos y chuches, chicles, pilas, … y condones, sí. Así que, ni corta ni perezosa cogí una caja y la eché al carro.

“Y eso cariño, ¿tienes novio mi amor? No me habías dicho nada”

Ufff a ver como salía de aquello sin que pensara que era una niñata por haber intentado provocarle y darme un vacile.

“No papa, quiero estar preparada cuando llegue el momento, mama no me compraría esto jamás”.

Me sonrió y me dijo con voz baja “no le digas a nadie que papa te compra esas cosas, que pensaran de mi”.

Se nos había pasado la tarde y llegamos a su casa, mientras el sacaba las bolsas, cogí mis cosas y corriendo fui a mi cuarto a encender el portátil y dejar mi perfil de la web abierto, para que no sospechase nada, y pareciera que llevaba tiempo conectada.

No paraba de darle vueltas a la cabeza. Era un mar de dudas, no sabia como afrontar aquella situación. Se lo decía o no. Me insinuaba o no. Iba directamente a provocarle… lo único que tenia claro es que estaba disfrutando de aquello, sentía el fuego por dentro. Lo quería para mi sola.

Intentaba meterme en su cabeza, imaginar que pensaba de aquello, saber si era consciente de mis intenciones o simplemente pensaría que no me habría dado cuenta de su excitación. Era su hija, al fin y al cabo, y mi mayor temor era volver a perderlo.

Me quité la ropa para darme una ducha, me fui desnuda hasta el baño que había al otro lado del pasillo, ya que tenía para mi sola la planta de arriba. Si yo estaba, no subiría.

Estaba excitadísima, sentía el suave roce del agua, no podía parar de tocarme pensando en tenerlo ahí de rodillas adorándome y pasando su lengua suavemente por mi pierna hacia arriba hasta llegar a mi sexo.

Cogí la alcachofa y empecé a subir poco a poco la presión, no podía evitar dar algún gemido de satisfacción. Empecé a sentir temblor en mis piernas, me abalancé hacia delante aplastando mis pechos sobre la mampara, llenándolo de vaho.

Hasta que sentí un enorme escalofrió por todo el cuerpo y una explosión de fluidos. Di un suspiro profundo sin darme cuenta.

Intente incorporarme y terminar de ducharme, cuando levante la mirada y le vi en la puerta del baño, que había dejado entre abierta, inmóvil como una estatua, me había estado mirando. Recuerdo que nos miramos fijamente, su cara de asombro era total.

¡Papa! Y entonces reacciono, y se fue rápidamente sin decir nada.

No pude evitar sentir algo de pudor y vergüenza, pero cuando lo pensé mas fríamente sabia que era un paso más en mi conquista. Tenía que verme como a una mujer. Aquello lo calentaría aún más si cabe y no me sacaría de su cabeza.

Termine mi ducha pensando que durante la cena estaría exultante, como si no hubiera pasado nada, y disfrutaría viendo a papa incomodo y atrancándose al hablar conmigo por lo sucedido.

Volví desnuda al dormitorio, pensando que me pondría unas braguitas y una camiseta de tirantes ceñida sin sujetador para seguir caldeando el ambiente, cuando al entrar en mi cuarto…

¡No, por favor, no!

Continuara…