La pequeña Thai
Alquilé sus servicios, y me quedé con ella para siempre.
Angela estaba tumbada boca abajo en el sofá. Viéndola allí, me vinieron a la memoria los recuerdos del día que la vi por vez primera. Hacia tres años que la había traido de Bangkok. Era una LadyBoy, o sea una pequeña travesti tailandesa. Ahora tenía 18 años recién cumplidos y seguía siendo el mismo ángel divino. Su cara era porcelana autentica, sus ojos grandes y rasgados, su tez oscura, su pelo negro brillante, enmarcaba el conjunto de su bello rostro, siempre poseído de una sonrisa.
Greta, mi ama de llaves, había congeniado con ella desde el primer día. Era la adolescencia que siempre había faltado en la casa y que ella tanto había echado de menos en la época que estuve casado. Mi ex mujer nunca quiso tener hijos, en primer lugar para no estropear su figura. Desde el primer día, Greta y yo mismo veíamos como jugaba, como discutía con nosotros, como se movía cantando por la casa.
La llevaba a comprarse ropa, toda la que quería, y no le faltaba nunca la comida que mas le gustaba. Por eso, Greta se mostraba muy arisca conmigo cada vez que hacía el amor con Angela. No se si le contaba algo, o solo se lo imaginaba, pero mi enorme pene hacía estragos en ella, y aunque nunca me negó hacer el amor, se que cuando se lo proponía su piel se erizaba, pensando en la proximidad del dolor. Este día, Greta estaba especialmente enfadada conmigo.
Cuando había subido a nuestra habitación a servirnos el desayuno, yo todavía tenía el monstruo introducido hasta las entrañas de Angela. Nos habíamos quedado dormidos así, pero ahora había vuelto a crecer desmesuradamente, como me ocurría siempre por las mañanas. Al sacárselo para poder desayunar, le hizo tanto daño que se puso a llorar desconsoladamente. Y Greta me hubiera fulminado si en sus manos hubiera estado la posibilidad.
Angela sigue boca abajo. De vez en cuando se aparta la braga que se cuela traviesa entre sus nalgas. Me excita mucho verla hacer eso. Me levanto y le acaricio el pelo, se gira y me regala con una sonrisa. La beso en los labios y mira con suplica para detectar mis ganas de hacerle el amor.
La veo y empiezo a rememorar exactamente el momento que la conoci. Estaba con mi mujer en uno de los viajes que hacía a Tailandia por asuntos de negocios. Mis gustos por los travestís, cuanto más jóvenes mejor, hacían difícil mi fidelidad marital, debido a la cantidad de Lady-boys, que existen en ese país.
Me acosté con muchos, hasta que mi mujer me sorprendió con uno en la cama, estando mi pene completamente ensartado en su culo. Me pidió el divorcio y acto seguido cogió el primer avión para Holanda, de donde era ella. Una semana después, estaba desesperado. Necesitaba urgentemente una ración de sexo. No la había tenido, pensando que quizás mi mujer volvería.
Ese día, después de comer, llamé a Michael, el mayordomo del Hotel. El se encargaba de buscar quien aliviara las necesidades de los clientes y yo ya había utilizado sus servicios anteriormente. Le dije que quería una Lady-boy, pero si era posible muy joven. Me dijo que esperara que la iba a conseguir.
Me desnudé completamente y me di una ducha. Envuelto en un albornoz, me tumbé en la cama, conecte el televisor, pero no podía concentrarme en nada, debido al grado de excitación que tenía en esos momentos. Estaba quedándome un poco dormido, cuando llamaron a la puerta.
Allí estaba mi angel. Me volví loco por ella en cuanto la vi. Llevaba un vestidito blanco muy corto. Sus piernas eran preciosas y el culo parecía muy prometedor, pero lo que más me impresionó fue su escasa edad, su candidez, su tímida sonrisa y por encima de todo eso, su belleza.
La mujer que la acompañaba me cobró la cantidad acordada y me dijo que en 1 hora volvería a buscarla. Cuando cerré la puerta, la vi en el centro de la habitación, de pie, esperando mis ordenes. Le pregunté si hablaba inglés, y me respondió que un poco. Le dije que fuera a darse una ducha que yo la esperaba en la cama.
Al cabo de un momento salió, completamente desnuda. Tenía un pene tan diminuto que ni siquiera colgaba, y sus caderas anchas y sus pechitos en punta, me ofrecieron un espectáculo tan excitante que enseguida mi pene se abrió paso, asomando por la abertura del albornoz.
Tomó un frasco de lubricante de su bolsito, y se aplicó una ración generosa en su ano, solo superficial, no parecía que la introdujera en su interior, y se dirigió hacia mi, sonriendo de forma angelical, hasta que me lo vió. No dijo nada, pero en su cara se reflejaba la preocupación que el tamaño le causaba. Lo tomó entre sus manos y empezó a lamer el glande, con dulzura, sin introducirlo en la boca.
Al cabo de unos instantes, la tomé en brazos, me tumbé en la cama boca arriba, y la monté encima de mí, con mi pene en la puerta de su ano. Ella se sujetaba con mis dos manos, palma con palma, mientras intentaba bajar empalándose en mi estaca, pero le dolía, estoy seguro, y sus sollozos y lagrimas, causaron un efecto todavía mas excitante en mi.
Cuando empecé a profundizar lo suficiente, ella estaba en trance. No movía ni una pestaña y un rictus de dolor aparecía reflejado en su rostro. De momento me salí de ella, la volteé, puse un almohadón bajo su vientre, y le mandé toda mi tranca de un solo golpe, hasta el fondo de su culo.
Ella empezó a gritar y llorar de nuevo, pero sin hacer ningún gesto de apartarme. Comencé una frenética follada, y al cabo de unos segundos le regué los intestinos con una abundante cantidad de semen. Estuve un rato quieto, esperando que bajara un poco el tamaño para sacarla.
Cuando lo hice, me encontré con un ano totalmente abierto e irritado. Se lo estuve examinando durante un rato, hasta que unos golpes en la puerta me indicaron que el tiempo había acabado.
En cuanto salió por la puerta, ya estaba deseando volverla a tener. Volví a llamar a Michael y le dije que quería tenerla conmigo hasta que me fuera. Hasta el día siguiente por la mañana no tuve noticias. Fue alguien allegado a su familia quien vino a negociar. Entre las posibilidades estaba la compra para siempre.
Llegamos a un acuerdo para traérmela a mi país, pero lo que de verdad quería era tenerla ahora en mis brazos.
Salió el enviado, y al cabo de unos minutos estaba allí con Angela. Me sonreía como si el día anterior no le hubiera roto el culo, como si pensara que hoy me iba a abstener de volver a hacerlo. La desnudé, y solo le permití que se lubricara con su cremita. Enseguida la penetré, y allí de lado, mientras mi pene entraba inexorable en su flor, mis manos acariciaban todo su cuerpo.
Ella lloraba y gemía, lo ha hecho siempre desde que está conmigo, pero aquello no la libró de hacerlo 3 veces aquella tarde. Llamé a mis contactos, y a los 4 días volábamos hacía mi país.
Ahora la veo allí boca abajo, pero mi excitación rememorando aquello, ha crecido paralelamente a lo que lo ha hecho mi polla. La tomo de la mano, se levanta y me la llevo a la habitación. Greta me mira de forma asesina cuando pasamos a su lado en el pasillo. Lo va a pasar mal, en mi estado seguro que Angela llorará.