La pequeña Beatriz. Una boda diferente

El día de la boda es especial para toda novia. Y mas si es una novia infiel que se lleva un regalo muy especial a unas horas de contraer matrimonio

Cuando mi mujer y yo llegamos a Galicia un par de días antes de la boda de mi cuñada pequeña lo que más me extraño es que me pidiera el favor, ante toda la familia, de que la llevara a la peluquera el día de su boda. Por supuesto acepte encantado, a todo hombre le gusta ver como una hembra como ella se acicala para ir al altar de “blanco radiante”. O al menos eso es lo que creía el novio ya que hasta que llego esa mañana, o mejor dicho, madrugada, nuestros encuentros sexuales fueron diversos y tuve el placer de rellenar con mi semen sus tres agujeros en diversas ocasiones.

Puesto que aquella era una boda matutina, a las cinco de la mañana sonó el despertador, anunciando el gran día y tras abrir los ojos comprobé que María, mi mujer, se había despertado con hambre.

  • Buenos días, cariño – le dije levantando la sabana para verle la cara, ya que estaba amorrada a mi erecta polla - ¿Preparando el desayuno?

Ella asintió, mirándome con sus preciosos ojos verdes pero sin perder el ritmo de lo que estaba haciendo. No era extraño que se despertara así, puesto que yo, por mi parte, solía levantarme con la polla dura como un garrote, hecho que aprovechaba la viciosilla para satisfacer sus mas que considerables apetitos sexuales.

Una vez considero que estaba a su gusto, mi mujercita retiro las sabanas y pasando su pierna por encima de mi cuerpo deslizo mi polla en su ya abundantemente lubricado coñito. Inmediatamente sentí su calor y como centímetro a centímetro se lo tragaba todo, hasta alojarlo en su interior, empapándome los huevos en el proceso.

  • Hmmmmmmmmm. Que rico – expreso mientras me miraba a los ojos, sonriendo como una niña que acaba de hacer una travesura.

Luego se inclino y apoyo sus manos en mis hombros, empezando a mover sus caderas poco a poco. En esa postura, sus generosas tetas quedaban a la altura de mi cara, así que las cogí por la base y mientras se las apretaba progresivamente, como a ella le gusta, empecé a chupar sus deliciosos pezones, primero con suavidad y cuando estuvieron totalmente erectos los succione como si quisiera alimentarme de ellos. La combinación de lo que sentía en el coño y en las tetas hizo que cada vez moviera sus caderas a más velocidad, rozándose el clítoris contra mi pubis.

  • Carlos… Que bueno, cariño… decía mientras gemía entrecortadamente. Nunca había tenido problemas para correrse y la excitación matutina favorecía su predisposición – que polla, cariño… uffffffff

El coño de aquella hembra estaba hecho a mi polla, no solo por las innumerables horas de buen sexo que habíamos tenido, si no por el conocimiento que teníamos el uno del otro en todos los terreno, así que tomé la inclinación adecuada, facilitando que mi prepucio chocara con el final de su vagina, lo que la volvía loca y cuando su entrecortada respiración se agito, le introduje un dedo en el ojete y empecé a follárselo como si se tratara de una pequeña polla.

Aquel simple gesto la volvía loca, ya que se notaba llena por ambos agujeros y pese a que su ano se tragaba sin problemas una polla de considerables dimensiones, la doble estimulación tenia siempre el mismo efecto: ella abrió mucho los ojos, la boca también y ahogando sus habituales chillidos al estar en casa de sus padres, se corrió de una forma deliciosa mientras tensaba todo su cuerpo y apretaba los musculos vaginales hasta casi aplastarme la polla, manchándome el miembro, huevos y pubis con un delicioso squirt que nos dejo empapados.

  • Joder, cariño… uffffff… mas… quiero mas… - me dijo mientras volvía a iniciar su cabalgadura

Lamentablemente los planes no se ajustan siempre a la realidad y unos golpes en la puerta de la habitación la hicieron que desmontara rápidamente mientras nos tapábamos a toda prisa con la sabana.

  • ¿Se puede? – dijo la voz de Beatriz desde el otro lado de la puerta.

  • Claro. Pasa – Respondió su hermana mientras me miraba con una sonrisa picara y me guiñaba un ojo. Cuando la que iba a ser mi cuñada de forma legal en unas horas entro en la habitación noto el olor a sexo que desprendíamos.

  • Oops… No os quería molestar – dijo, disculpándose de una forma ciertamente cínica mientras miraba el bulto que formaba mi rabo, aquel que tan bien conocía, bajo las sabanas.

  • No pasa nada, Bea – comento mi mujer mientras que disimuladamente extendía una mano para agarrar mi empapada polla y procurar que se notara menos. Lamentablemente, el gesto pareció otra cosa - ¿Qué querías, cielo?

  • Bueno… como Carlos me dijo que me acompañaría a la peluquería, quería saber si mantenía su palabra y si os parece que desayunemos ya. He preparado el café y un trozo de rosco para todos.

  • Buffffffff – dijo María mientras me soltaba la polla, lo que hizo que se volviera a marcar obscenamente su silueta bajo la sabana – yo estoy la mar de a gusto ahora mismo en la cama y… como habrás adivinado, me gustaría quedarme un ratito mas en la cama para… estirarme. ¿Te parece mal, cielo?

  • Claro que no, cariño – le dije a mi mujer mientras empezaba a ponerme en marcha y me estiraba, aprovechando para tocarle una de sus bien formadas tetas – ahora bajo, cuñada.

  • No tardes – me dijo – ya he quedado con la peluquera que cuando estemos llegando, la llamaría para que lo preparara todo – me dijo, saliendo de la habitación moviendo ese culito que hacia años había desvirgado.

Cuando baje a la cocina exterior, la casa estaba en completo silencio. Los padres de las hermanas seguían durmiendo, así como mí cuñada mayor con su marido. Sobre la mesa, un par de cafés y un buen trozo de bizcocho casero esperaban a ser consumidos antes de marchar. Beatriz, vestida con una camiseta ancha y unas mallas arrapadas, de color negro estaba sentada en una de las sillas, ante la mesa.

  • ¿Os he cortado el rollo? – Pregunto Beatriz mientras removía el café, sin levantar la mirada.

  • Tranquila. Tu hermana ya se había corrido pero ya sabes que a mi, me cuesta bastante mas – le dije mientras me sentaba en uno de los taburetes que había en la estancia.

  • ¿Y tu… te has…? – Dijo, interrumpiendo la pregunta a medio formularla, mientras dejaba de remover el café para mirarme a los ojos.

  • ¿Limpiado? No. Se lo que te gusta, cuñadita – le respondí con una sonrisa.

Beatriz se levanto, dejando el café todavía dando vueltas y vino hacia mi. Uno de sus mayores placeres era el de catar el aroma del coño de su hermana en mi polla. Desde pequeña había tenido el fetiche de ir a la ropa sucia y masturbarse con el olor de las bragas usadas de sus hermanas mayores y cuando creció y empecé a follármela, se convirtió en un fetiche comerme la polla después de haber follado con su hermana, pese que en ocasiones, el agujero elegido no fuera su delicioso coño. Así que se puso de rodillas ante mí y me desabrocho la bragueta, sacándome la polla, todavía morcillona y blanquecina por el flujo recién depositado de su hermana.

  • Hostia puta, Carlos – me dijo pasando un dedo desde la base de mi miembro hasta la punta del capullo, recogiendo todo el fluido que pudo - Si todavía hay flujo de mí hermana… Joder… - dijo llevándoselo a la boca y rebañando el dedo como si lo acabara de mojar en leche condensada – me encanta…

  • Sabia que me lo agradecerías – dije mientras agarraba mi café y empezaba a darle vueltas tras ponerme el azucar – Si quieres “desayunar”…

No hizo falta que le dijera nada mas. Beatriz saco por completo mi polla del pantalón e hizo lo mismo con mis cojones al bajarme los pantalones cortos y los calzoncillos hasta los tobillos, que mantenía apoyados en la estribera del taburete. La cocina donde estábamos estaba separada del cuerpo principal de la casa y se utilizaba prácticamente para hacer vida sin molestar ni ensuciar la casa, así que la intimidad de la estancia era total y si alguien venia, se escuchaba al cerrar la puerta principal, lo que nos daría tiempo a “recomponernos” sin problemas.

Aquella chavala ya no era la cría que había empezado a adiestrar diez años antes y sabía perfectamente como comer una polla. Bueno… una polla cualquiera y mi polla en particular. Si bien lo que mas le gustaba era que la follaran y le metieran la polla por cualquiera de sus dos agujeros inferiores, había pasado muchísimas horas chupándomela y aprendiendo a hacerlo de la mejor manera posible para darme placer. Pese a ello, mi futura cuñada era de las hembras que disfrutan haciendo un buen francés y si mi polla estaba “condimentada” con el aroma y el gusto de su hermana, muchísimo mejor, tal como me lo confirmo el gruñido que soltó cuando hizo la primera pasada de lengua, que abarco desde mis depilados cojones hasta la punta de mi polla.

  • Me cago en la puta… que rico… - susurro aquella pequeña mamona.

  • Anda que si te viera tu futuro marido ahora… – le dije tras tomar un sorbo de café viendo como me limpiaba glotonamente la polla de los restos de su hermana.

  • No creo que lo aprobara – dijo mientras volvía a pegar otra golosa pasada de lengua por mis testículos – le he dicho en mas de una ocasión de ir a locales de intercambio de parejas, aunque sea solo  a ver y me ha dicho que no quiere ver como me folla otro hombre… como si lo que me hiciera él fuera follarme…

  • En ese caso… no pienses en eso y no te distraerás…

Beatriz sonrió, me miro a los ojos y abriendo la boca a tope, se trago toda mi polla de un solo movimiento. Aquella criaja tenía la capacidad de sorprenderme incluso después de tanto años domesticándola. Después, cerró los labios y haciendo vacío, empezó a chuparme la polla bajando y subiendo su cabeza, follandose ella, literalmente, la garganta mientras deslizaba una mano en el interior de sus mallas para trabajarse el clítoris.

Cinco minutos después quien llevaba el ritmo de la follada de garganta era yo. La había agarrado con la mano derecha de la coleta que ella misma se había hecho y le daba pollazos contra la garganta mientras mantenía mi taza de café en la izquierda. Esto hacia que ella solo pudiera mantener la boca abierta y aprovechar cuando no tenía mi rabo presionando en su garganta para tomar aire y exhalar. Mientras, su mano se había movido frenéticamente sobre su hinchado clítoris y estaba a punto de hacerla estallar en uno de sus húmedos orgasmos.

Conocedor de ese hecho, termine el café y dejando la taza sobre la mesa agarre su pezón derecho y tire de él. Como activado por un relámpago, ese impulso, mezcla de placer y dolor, recorrió su columna hasta juntarse con el gusto que se estaba dando a si misma con los dedos y mezclándose en su cerebro hizo que estallara en un potente orgasmo que la hizo gemir de placer. Esa vibración en sus cuerdas vocales era la señal convenida para que, agarrándola con las dos manos por la nuca, hundiera hasta lo más profundo mi polla en su boca, incrustándosela hasta que mis cojones chocaron con su barbilla. La mezcla de presión, orgasmo y morbo que sentía por estar en su propia casa y en el día de su boda con la polla de su cuñado en la boca hizo que aquella corrida fuera mucho mas abundante que las que tenia de por si, empapando sus vestimenta.

  • Córrete, Carlos… por favor… - dijo una vez medio recuperada de su potentísimo orgasmo.

  • No, cuñadita – le respondí mientras miraba el reloj – no tenemos tiempo ahora para eso… van a ser las seis dentro de poco y no quiero que cuando se despierten todos nos encuentren todavía desayunando, así que vámonos – le dije mientras me levantaba y me subía los pantalones, con la polla dura y empapada de las babas de mi futura cuñada.

  • Voy a cambiarme y nos vamos – me dijo Beatriz mientras se ponía en pie. Sus mayas estaba realmente empapadas y los restos de flujo le bajaban por la pierna como pequeños riachuelos. Tenía toda la pinta de haberse meado si no fuera por el olor característico que tenían sus squirts.

  • Ya te he dicho que vamos tarde – corte la iniciativa de mi futura cuñada  y me gire desde la puerta de la cocina, después de agarrar las llaves del coche – coge una toalla para ponerla en el asiento. No quiero que me lo empapes – y diciendo esto, salí en dirección al garaje.

No era nada extraño que le diera órdenes a Beatriz y que ella las acatara sin protestar. A fin de cuentas, cuando uno es un Amo con una esclava como su hermana, te acostumbras a dar ordenes y las hembras suelen reaccionar bien a las mismas si ven que han sido dadas con autoridad, así que la pequeña de la casa agarro una de las toallas de la playa que había guardadas en el armario y tras extenderla en el asiento del copiloto, se sentó en él, para que la llevara a la estilista.

Una hora y cuarto después, salía de la misma hecha un pincel. Si ella de por si era realmente guapa, con aquella capa de pintura y el trabajo de peluquería que le habían hecho, parecía realmente un ángel.

  • Caray, Beatriz – le dije con una amplia sonrisa en la cara – que guapa estas.

  • ¿Te gusta? – Contesto ella, toda coqueta mientras sonreía, mostrando aquellos dientes tan blancos y alineados que tenia – yo también creo que me han dejado muy guapa…

  • Estas para follarte pero bien, cuñadita – le dije mientras entraba en el coche y se volvía a sentar sobre la toalla. Ahora, con el calor, se había secado y suponía que la entrepierna, también.

  • Calla, calla, Carlos… mientras me estaban peinando y tenía la capa puesta, ocultando mis manos, no podía hacer otra cosa que subir el labio superior y olerme los rastros del flujo de mi hermana que me has dejado mientras me follabas la boca y… - se calló, dudando si tenía que contarlo. Por fortuna, la confianza y el morbo fueron más fuertes que su timidez y confeso -  he metido la mano dentro del pantaloncito y mientras estaba en el secador me he masturbado. Joder, Carlos… que corrida mas furtiva me he pegado.

  • Jajajajaja – me reí con ganas – eres una cerda, Beatriz. El pobre novio seguro que esta histérico pensando que se va a casar con una flor como tu y si supiera que mientras él se esta arreglando para ti, tu estabas metiéndote los dedos pensando en el coño de tu hermana, se moriría…

  • Va, Carlos – me dijo mordiéndose el labio inferior – no me hagas volver a pensar en el coño de mi hermanita, que cuando vamos a la playa y veo esa rajita que tiene me dan ganas de tumbarme en la toalla para comérselo mientras me das por el culo…

  • Darte por el culo… que deliciosa idea…

Cuando uno tiene la mente retorcida como la mia y se le presenta una oportunidad, sabe aprovecharla. Lo primero que hice cuando la hermana de mi mujer me pidió que fuera su chofer para ir a la estilista es preguntarle si iríamos solos o nos acompañaría alguien y la muy putita ya lo había gestionado para que en ese viaje, únicamente fueran dos los ocupantes de mi vehículo. Así pues, hice varias veces el trayecto desde la peluquería hasta la residencia familiar el día anterior al evento y localice un sitio perfecto tras una vieja tapia, en un camino que presentaba señales de no haber sido usado durante tiempo, así que cuando llegamos a él, desvié el rumbo y recorrí los apenas cincuenta metros de camino de cabras mientras sobaba las tetas de Beatriz.

Sus pechos, entre la excitación previa y sus órganos furtivos en la peluquería estaban casi tan duros como sus enhiestos pezones, que se marcaban perfectamente bajo aquella camiseta. Por norma general, cuando yo estaba por allí nunca usaba ropa interior y parecía que el día de su propia boda no iba a incumplir esa regla no escrita.

Tras estacionar el vehículo tras la tapia, baje del mismo y ordene a la novia que hiciera lo propio. Cuando lo hizo y me miro parecía realmente un ángel. Mis ganas de comerle la boca eran enormes, pero mi sentido práctico me decía que cualquier contacto con aquella carita mermaría su perfecto maquillaje, así que prescindí de los formalismos y dándole la vuelta le introduje la cabeza por la ventanilla bajada, quedando su estomago a la altura de la ventanilla. Luego, subí parte de la camiseta y quitándole las mallas,  depositandolas sobre el techo del coche, deje su goloso culo al aire.

  • Llevo esperando esto desde el día que nos dijiste que te casabas, zorrita – le dije mientras me quitaba los pantalones, conocedor del desenlace y dejando al aire mi babeante polla. Ella sabía lo que le esperaba, así que separo las piernas y agarrándose las nalgas con las manos, tiro de ellas, dejando ver sus dos deliciosos agujeros.

Su babeante coñito era una rajita en forma de hucha. No había cambiado en absoluto desde el día que empecé a follármelo y pese a poder albergar mi puño con una adecuada lubricación, el poco uso que le daba su novio lo mantenía cerrado, pese a que ella solía masturbarse con los más variopintos objetos. Su ano era un delicado asterisco con un color ligeramente más oscuro que el resto de la piel circundante y parecía francamente virgen. Fernando, su futuro marido, no la enculaba porque tenía miedo de que tras el coito anal pudiera sacar su engomada polla llena de mierda, como si aquello significara un gran problema y mas para él, que la follaba siempre con preservativo para que no tuviera que limpiarse tras la corrida. Por fortuna para ella, su cuñado y algún que otro amigo mantenían aquel agujero en forma, usándolo de forma regular siempre que se daba la ocasión.

  • Yo también lo deseaba, Carlos – Dijo desde el interior del coche Beatriz. Fóllame por última vez como soltera - Aquel vicio que tenía la pequeña puta era una de las cosas que más morbo me daba de ella: Tenia asumido que tras casarse, la seguiría follando.

La penetración tuvo pocos formalismos. Acerque mi polla a aquel coño, como tantas veces había hecho y sin miramientos, se la hundí hasta los cojones. Su vagina se abrió para encajar aquella polla que tan bien conocía y casi de forma instantánea, empezar a succionarla como le había enseñado desde adolescente. Un truco que su hermana dominaba casi de forma innata y que había potenciado gracias al uso regular de bolas chinas.

Cuando uno entraba en el coño de Beatriz quería estar todo el tiempo posible disfrutando del placer que proporcionaba aquel agujero húmedo y cálido. Tanto si lo hacías de forma salvaje como te apetecía tomarte tu tiempo, aquella entrada se adaptaba a tus necesidades. Lamentablemente, hay ocasiones en la vida para recrearse y otras para ir a por faena. Y aquella en concreto entraba en la segunda categoría, así que agarrando las caderas de Beatriz empecé a taladrarla sin piedad. Sus paredes estaban empapadas y podía notar como su flujo me resbalaba por los cojones hasta que goteaban en la parte más baja.

Ella, con la cabeza dentro del coche gemía y chillaba de placer a pleno pulmón. La única ventanilla abierta era por la que sacaba medio cuerpo y el resto permanecían cerradas, con el aire acondicionado puesto para que sudara lo menos posible y conservar lo mas intacto posible su maquillaje y peinado, así que sus expresiones de placer quedaban amortiguadas por los cristales.

Diez minutos y dos tremendos chorros de squirt después de iniciar la follada consulte mi reloj. Se nos estaba echando el tiempo encima y no quería llegar tarde. El día de la boda, la novia es un ser casi místico y toda la atención está centrada en ella, así que tirando de mi polla la retire de su babeante coño y la puse en la entrada del su ano.

  • Bea – llame a mí cuñada desde fuera del coche. Ella estaba recuperándose del segundo orgasmo y se giro lentamente, con cara de placer – Feliz boda, preciosa.

Y con estas palabras hundí sin parar mis 20 cm en su esfínter anal. Ella, sorprendida por la enculada volvió a abrir los ojos y chillar de placer al notarse rellena de carne. Por fortuna, el uso que había dado los dos días antes había hecho que su musculatura perianal se hubiera desentumecido y pudo encajar la estocada sin desgarrarse. Pese a ello, la falta de práctica hacia que sus paredes presionaran mi rabo queriendo expulsara al intruso y con ello no hacían otra cosa que producirme más placer.

  • Como me aprietas, hija de puta – le dije a mi cuñadita mientras le daba duro y me contenía las ganas de darle unos buenos azotes en el culo. Nos encantaban las marcas que le dejaba ahí, pero no cuando en unas horas su amantísimo marido consumara el matrimonio a 4 patas, como a ella le gustaba que le diera, entre otras cosas para que pudiera ver como se le dilataba el ano después de haber estado recibiendo polla por detrás.

  • Dame… Dame duro, Carlos… Mas… - repetía una y otra vez Beatriz, congestionada por la posición que había asumido y sumida en un mar de placer – rómpeme… dame más… más…

Poco después aquella novia estaba soltando un potente chorro de flujo por el coño mientras chillaba frases inconexas y se tiraba de los pezones por encima de la camiseta con la mano derecha como si estuviera poseída. Se acercaba el gran final y tenía que echar toda la carne en el asador, así que acelere todo lo que pude mientras la agarraba por los hombros para que no escapara. Al haberse corrido quería recuperar el aliento y el control, pero yo no le iba a dejar… todavía.

  • Carlos… para… para, Carlos  - Suplicaba Beatriz mientras notaba como mi rabo se hinchaba mas, anticipando la descarga de semen que llevaba horas pugnando por salir desde mis pelotas y en la que habían colaborado dos hembras que compartían apellidos – Para que me meo… Me meo, Carlos… JODER!!! ME MEEEEOOOOOOOOOHHHH!!!!! DIOSSSSSSSS!!!!!!

Tanto María como su hermana, Beatriz, eran adictas al sexo anal. Les encantaba que les dieran por el culo y cuanto más duro, mejor. Pero si después de que se corrieran no se bajaba el ritmo y se les seguía dando duro, ambas se meaban sin poderlo controlar. Y no era solo una meada normal, si no que se mezclaba con un segundo orgasmo más profundo que las dejaba sin fuerza en las piernas. Ahora mismo Beatriz estaba teniendo ese segundo orgasmo encadenado y estaba dejando el suelo que tenía entre sus patas totalmente regado de meado y flujo lanzado a presión.

Y puesto que estas dos reacciones exigen la participación de un número relativamente grande de músculos, la presión que se experimentaba dentro de su ojete era solo comparable a la que se nota cuando estas perforando por primera vez un ano virgen.

  • Me corro… JODER!!!... Toma, hija de puta!!!! – gruñí mientras vaciaba los huevos en aquel apretado agujero – trágatelo todo, Bea!!!

Uno tras otro, mis chorros de semen fueron entrando en aquel ojete infiel y quedando depositados en su interior. Unos momentos después, conforme mi polla iba adelgazándose empezó a brotar leche de su agujero que se unió de forma inmediata a su orina y a los flujos que había expulsado aquella hembra momentos antes. Pese a todo y antes de que se perdiera ni una pequeña parte de mi descarga, recupere mis pantalones de encima del techo del coche y rebusque en un bolsillo.

  • Mi regalo de bodas, preciosa – le dije a mi cuñada mientras cambiaba mi polla por una joya anal de cristal y un buen tamaño, que actuaria como tapón para que conservara la mayor parte de la descarga en su interior para hacer con ella lo que quisiera.

Pese a que habitualmente después de vaciar los huevos le metía la polla en la boca esta vez, para no estropear el maquillaje, omitimos ese punto y dándole las mallas, nos volvimos a vestir para aparecer en la casa familiar cinco minutos después como si no hubiera pasado nada.

De la boda y sus asistentes hay algunas pequeñas anécdotas que contar, pero puede que la mas morbosa de todas fue la que me confesó mi cuñada respecto a mi “regalo de bodas”: Antes de salir de casa, rumbo a la iglesia, fue un momento al baño y aprovecho para sacarse el plug del ano y sustituirlo por una compresa que coloco algo más atrás de su posición habitual ya que no tenía por objeto recoger nada que saliera de su coño, si no de su culo.

Siempre recordare que mientras el cura decía aquello de ser fieles el uno al otro, ella me miro de reojo con una sonrisa pillina y todavía, a día de hoy, deja en el aire si fue en ese preciso momento cuando noto que le salía la mayor parte del grumo de semen de su ano o eso fue cuando su marido le ponía el anillo mientras pronunciaba los votos.