La pequeña Andreita

Me folla mi padrastro

Soy un saco de semen, solo un saco de semen.

Sé que definirme así en un mundo lleno de feminismo y mujeres empoderadas no es exactamente políticamente correcto pero eso es lo que soy y no quiero ser otra cosa.

Pero empecemos por el principio.

Yo era una adolescente normal de padres divorciados que vivía con su madre y que nunca veía a su padre.

Mamá entre cuidarme a mí y su trabajo apenas tenía tiempo para salir con hombres, solo eran unos pocos casos aislados que duraban un par de encuentros como mucho, hasta que llegó él.

Mamá me lo presentó como me presentaba a todos sus novios anteriores, vistiéndome para la ocasión, con el vestido de ir a misa los Domingos.

Yo me sentía rara cuando llegaban estos encuentros. Con el paso del tiempo había desarrollado la idea de que los novios a mamá le duraban dos telediarios por mi culpa, pero nunca me atreví a decírselo.

-Te presentó, él es Alberto y ella es mi ojito derecho, Andrea.

-Tu madre me ha hablado mucho de ti.

La primera impresión que recibí de él es que mamá estaba ya desesperada. Era un hombre demasiado mayor para ella. Pero tenía algo, algo que me atraía. Desprendía cierta fuerza animal, algo que no había sentido nunca antes en hombre alguno.

Y él lo notó , vaya si lo noto.

-Os dejaré a solas para que os conozcáis.

Dejarme un rato a solas con ellos era ya como un ritual para ella.

Y yo no supe qué hacer.

Por norma general me sentaba a su lado, charlaba con ellos, o simplemente, les escuchaba hablar sobre si mismos.

Pero aquella vez me quedé plantada en medio de la sala como un pasmarote mientras él tomaba asiento.

-Eres más guapa de lo que creí.

Yo me ruboricé por el cumplido.

-¿Y tú madre trae a muchos hombres aquí?

-Sí… No… Bueno, no muchos.

-¿Y te gustan?

-No mucho.

-¿Y yo?

No supe qué contestar.

-Puedes hablar libremente. Seguro que te parezco viejo.

-No…

-Claro que sí, no mientas. Pero verás, lo verdaderamente importante, es esto.

El muy cabronazo comenzó a desabrocharse los pantalones y no se paró hasta que tuvo su enorme verga completamente aire. Yo sólo había visto vergas por televisión, nunca una en directo…

-¿Te gusta?

Yo no contesté, no sabía que decir.

-Claro que te gusta, eres igual de puta que tu madre. Cuando vivamos juntos te la voy a meter tan al fondo que te jurarás que te sale por la boca.

Se la guardó antes de que llegará mi madre anunciando la cena.

Y fue durante el desarrollo de está cuando me metió mano por primera vez.

Colocó su mano en mi rodilla.

Y me gustó.

Se supone que estás cosas no deberían gustar. Que un hombre te enseñe la polla o te toqué con todo el descaro del mundo por debajo de la mesa no debería de gustar.

Pero a mi me encanto. Y nadie te enseña a lidiar con estas cosas.

-He cenado estupendamente. Andrea, ¿Tienes algún videojuego en tu habitación?

-Tiene muchos. Ir y jugar un rato mientras yo limpio esto.

Salí con él y en cuanto perdimos contacto visual con mi madre me tocó el culo.

-Vas a estar calladita como ahora, ¿Verdad?

Yo no dije nada, solo seguí andando hasta mi habitación y vi como él cerraba la puerta.

-Desnudate.

Dirigí mis manos a los tirantes de mi vestido y… Dude.

-No tengo toda la maldita noche.

Tengo un recuerdo muy vivido de la primera vez con él.

Me tiró en la cama, me arrancó las bragas y me la metió como si en lugar de ser una adolescente virgen fuera una puta de mil polvos al día.

Hay hombres que me la meten con cariño, con dulzura, amorosamente, como si me fuera a romper.

Los odio.

A mi me gusta que me la metan como me la metió Alberto desde el primer día, de forma brutal, salvaje, poseyéndome y dominandome desde el primer instante.

Yo tenía su semen llenando mi coño y resbalando por mis muslos cuando mamá avisó a Alberto de que ya debía marcharse.

-¿Y bien? ¿Te ha gustado?

-Mucho - respondí.

pueden escribirme a mi correo

andreitar2013rica@gmail.com

gustosa de responderles ejeje