La Penitencia

Precuela de mi relato Turno Nocturno... la joven y hermosa Sarah descubre la maldad, el morbo y la muerte a través del amor a lo prohibido... Sexo, BDSM, Control mental, terror, sangre y demonios...

-¿Sarah vendrás con nosotras a la fiesta de Dan?- Me preguntó una de mis compañeras carrera, era viernes y estábamos saliendo de uno de los exámenes más difíciles de Teoría Literaria.

Brindándole mi mejor sonrisa negué con la cabeza.- No puedo, tengo planes.- Le contesté, su rostro se ruborizó, pero de inmediato una mirada picará se asomó en sus ojos, como si imaginara que clase de planes tendría, un extraño reflejo sabiendo que de forma literal, no me había cruzado con ella nunca fuera del campus.

-Me encantaría tener tus planes Sarah, que envidia.- Me dijo mientras se marchaba con sus amigas, ni siquiera le contesté, era mejor que pensara lo que quisiera.

Me alejé del aula del examen y de todos mis compañeros, y terminé sentándome en uno de los bancos en los pasillos más apartados de la facultad, muy cerca de las oficinas de los profesores. Acaricié la suave piel del Lemegeton Clavicula Salomonis , me lo había prestado un profesor, el mismo que nos había hecho el examen minutos antes, y me concentré en mi pagina preferida, la dedicada a Astarté, la antigua deidad de la fertilidad y los placeres carnales que terminó convirtiéndose en una duquesa del infierno.

Era extraño como esa pagina parecía calmarme, era casi lo único en mi vida que me daba algún tipo de paz, de hogar, o para ser más especifica, era la única cosa en mi vida que me hacía sentir algo.

Siempre he sido una mujer diferente, de personalidad introvertida y ermitaña, no me gustaba hablar con mis compañeros del Campus, ni relacionarme con nadie más que con los libros, vivía en mi propio mundo, y ser un fantasma era mi protección, mi coraza, mi modus vivendi .

Pero no se engañen, disfruto estar sola, acababa de cumplir veinte, mis padres y hermana mayor me habían hecho una pequeña fiesta de cumpleaños el fin pasado, y aunque muy a mis adentros tal vez había aprecio por mi familia, nunca sentí el más mínimo goce, felicidad, o siquiera agradecimiento por los regalos y bendiciones que me dieron, solo exteriorizaba mi mascara preferida, la de una sonrisa dulce y mirada tranquila.

Es como si mundo y las demás personas en él hablaban otro idioma, e iban en una velocidad diferente, he vivido con ese pensamiento casi toda mi juventud, encerrada en mil maneras de intentar que me dejen en paz, y me había convencido de que la única  forma de hacerlo, era desapegándome de lo que me rodea, abrazando la soledad con todos los fantasmas que ensombrecen mi alma, llenándola de pensamientos que muchas veces rozan la locura más cruda y cruel.

Aprendí que nadie preguntaba nada si me veían sonreír, era extraño, incluso si no habían dicho nada gracioso, lo que importaba es que para todo el mundo yo era una chica normal y feliz,  e incluso una chica amigable, sociable, pero fuera del salón de clase mis relaciones personales se limitaban a saludar por compromiso.

Lo más increíble eran mis redes sociales, con miles y miles de seguidores y amigos, ninguno de ellos me conocía en realidad, solo veían mi sonrisa de foto de perfil, y pensaban que era alguien popular, tan gracioso como bizarro, la visión más distópica de una sociedad que mide el éxito o fracaso de una persona por los amigos o seguidores que aparenta tener.

Claro, me sabía bonita, era alta, con cabello largo y rubio natural, piel muy blanca, herencia de mi familia escandinava, ojos azules llenos y como dije, una predisposición para sonreirle a todos los que me rodeaban.

La única persona que parecía entenderme de cierta manera, estaba prohibido para mí, y creo sin duda que era parte de ese encanto, su forma de hablar y expresarse logró que sintiera una especie de conexión inmediata, más cuando vi que me buscó, era como si quisiera comprenderme, y sin duda lograba hacerlo.

-Cuenta la leyenda que Astarté se enfrentó contra el arcángel Metatron en la época del mito, esta lucha será tan poderosa que una parte de la tierra fue quemada, ella conoce todos los secretos de la Creación y es capaz de responder preguntas sobre el pasado, presente y futuro, sin mencionar que con la lujuria y deseo más puros, manda sobro la voluntad de quien la miraba.- Exclamó mi profesor Edward Lloyd, estremeciéndome como siempre con su profunda voz, y sacándome de mis profundos pensamientos filosóficos, mientras me tendía la mano. -Espero no haberte hecho esperar mucho.- Terminó de decirme.

-Lo hiciste, y espero que valga la pena.- Exclamé en respuesta, mientras tomaba su mano y guardaba el preciado libro en mi bolso para incorporarme, quedando a escasos centímetros de su cuerpo, mi mano buscó rozar su entrepierna, lo que hizo que él me apartara con brusquedad separándome.

-Señorita Ramsey, alguien nos puede ver, será mejor que se controlé, o tendré que castigarle.- Me dijo, con una especie de brillo en sus ojos al final, sabía a la perfección como eran esos castigos, y mi sexo se humedeció solo por recordarlos.

Me pegué de nuevo a su cuerpo, y  toqué su polla erecta sobre sus pantalones de tela negros sin disimulo.- ¿Usted creé que merezco una reprimenda?- Le pregunté con malicia, quería que me hiciera sentir, ese lava abrazadora que nacía en mi interior desde la primera vez que en su oficina casi mancilló mi inocencia crecía más y más, no me importaba nada más que tenerlo por primera vez dentro de mi, ni siquiera su esposa.

Edward ni me contestó, puso su rostro serio de profesor duro y se volvió a zafar de mí, mientras caminaba rumbo a su oficina, a sabiendas que lo seguiría como un cordero al matadero.

Caminando tras de él me quedé mirándolo como lo hacía desde la primera vez que lo vi entrar en el aula, era un hombre muy atractivo, incluso para sus casi cincuenta años; de cuerpo delgado pero fibroso, con espalda ancha por su pasado en el equipo de remo de la universidad, siempre vestía de forma sobria, su camisa blanca Charvet, y corbata negra Drake´s, solo derrochaban la elegancia y buen gusto que lo caracterizaba.

Saludó a un par de profesores que se nos cruzaron con tal sobriedad y tranquilidad, que ni siquiera yo podría haber imaginado que quería hacer cuando entráramos a su oficina, era respetado, y venerado por partes iguales, millonario, exitoso, brillante, con una esposa hermosa e igual a él en casi todo, de familias que definen a la perfección el término “sangre azul”.

Nada más traspasar el umbral de su oficina y cerrar la puerta dejé caer mi bolso junto con mi vestido floreado, debajo solo tenía puesta una pequeña panti blanca, justo como él me lo pedía siempre, mis pezones rosados estaban erizados por la excitación, como invitándolo.

Edward se aflojó su corbata mientras se acercaba hasta mí, sus ojos azules, barbilla cuadrada y nariz perfilada le daban el rostro de una especie de Ángel, pero su mirada oscura y profunda te hacía entender que en realidad era más cercano a los demonios.

Su mano izquierda fue directa a mi mediano pero erguido seno derecho, aunque lejos de acariciarlo, apretó con sus dedos mi pezón rosado hasta hacerme jadear, eso era lo que necesitaba de él, que me hiciera sentir aunque sea dolor.

-¿Esto quería señorita Ramsey?- Me preguntó todavía tirando de mi pezón, provocándome una corriente eléctrica que nacía en mi sexo y recorría toda mi espina dorsal.

-Si Profesor.- Exclamé en respuesta, mis ojos estaban cerrados mientras intentaba maximizar lo que sentía, su mano derecha fue directo hasta mi sexo, solo para comprobar mi humedad, incluso por sobre la tela de mi panti, subió su mano y con sus dedos todavía húmedos le dio el mismo uso sobre mi otro pezón.

Entre mis jadeos, acercó sus labios a mi rostro, podía sentir su respiración, no me besaría, eso lo sé bien porque nunca lo hacia, no eramos ese tipo de relación, si es que podríamos llamarle a eso lo que sea que teníamos, aunque tampoco lo necesitaba, yo no buscaba amor.

Cuando sentí su respiración en mi oído me estremecí.- Señorita Ramsey. tiéndase sobre el escritorio, ya sabe que esto solo está empezando.- Me ordenó con suavidad, y solo por imaginar lo que vendría estuve a punto de sentir mi primer orgasmo, era como si hubiera alcanzado la cima de esa meseta de placer solo con mi mente, me soltó los pezones y la sensación fue liberadora.

Me incliné sobre su fino escritorio hasta que mi mejilla estaba pegada a la madera lisa y antigua, el tacto frió de ella en mis senos era reconfortante, mi culo estaba a su completa disposición, y sentir como se movía con calma tras de mi sin tocarme ni decirme nada solo acrecentaba mi expectación, y al mismo tiempo, el placer que sentía.

Con una de sus manos bajó mi panti, dejándola enredada en mi tobillo izquierdo, subió con sus dedos recorriendo mi blanca y tersa piel, provocando que toda ella se erizara, desviándose por la cara interna de mis muslos deteniéndose a centímetros de mi sexo húmedo y vibrante, jadié de pura rabia por haber deseado ese toqué que me fue negado.

-Señorita Ramsey, sabe que tiene prohibido los berrinches.- Exclamó quitando sus manos de mí, quedando de nuevo huérfana y a la expectativa de él, podía sentir los jugos de mi sexo gotear entre mis piernas, mientras mi boca se abría y cerraba al ritmo de mi respiración entrecortada.

Cuando llegó el primer azote con su mano en mis glúteos, no pude evitar gritar ahogada por la sorpresa, ese dolor sordo y caliente provocó en mi una ola de placer que recorrió mi cuerpo de punta a punta hasta estallar en el centro de mi ser como si fuera un arrecife.

Los siguientes azotes casi ni los sentí, pudieron ser una docena, pero no solo estaba todavía lidiando con esa ola de placer, sino que me sentía en una especie de nube, escuché el golpe rítmico de su mano mis glúteos desnudos, incluso tal vez pude sentir algo del calor de mi piel, pero mi cuerpo estaba entumecido, eran demasiadas emociones y sentimientos ligados al placer más primitivo, ese que va ligado a la pureza del dolor.

En ese momento, no me dí cuenta que la esposa de mi Profesor de Teoría Literaria estaba sentada frente a mi, con una sonrisa llena de sadismo y perversión, intenté reaccionar, pero con delicadez puso su mano en mi rostro como calmándome, era extraño, casi no sentía los azotes de su esposo en mis glúteos, pero su tacto fue lo que necesitaba la ola de mi placer para vencer por fin ese arrecife de mi centro y liberar el orgasmo más intenso que alguna vez tuve.

No se cuanto tiempo pasó, mi vista se había nublado y estaba laxa tendida sobre el escritorio, la esposa de mi profesor seguía sentada mirándome mientras acariciaba mi cabello.- Ya se despertó la bella durmiente.- Exclamó, con dulzura.

Todavía la impresión fue tan fuerte que mi primera reacción fue intentar incorporarme, pero ella me detuvo con sus caricias.- Tranquila querida, Edward no hace nada sin consultarme primero, incluso podríamos decir que fui yo quien le animó a tenerte así, te convirtió en una perfecta Súcubo.- Me dijo, aunque lo que me decía no era tan tranquilizador, había algo en su voz que me calmó, lo extraño es que cuando me volteé para ver al profesor este ya no estaba.

-¿Dónde está el profesor?- Pregunté de nuevo inquieta, estar sola con la esposa de quien me daba placer a escondidas no era algo que imaginé alguna vez, ella parecía casi divertida.

-Fue a buscar el carro, necesito que te vistas, yo llevaré tu bolso, vendrás con nosotros a nuestra casa, si crees que él puede darte placer, tengo una proposición que hacerte.- Me contestó dándome mi vestido mientras me apuraba a salir del despacho, sus palabras golpearon mi sexo como si de un martillo se tratase, y pude sentir como la excitación regresaba a mi cuerpo.

Antes de abrir la puerta para salir, tomó mi rostro y me dio un beso increíble, era la primera vez que una persona tomaba mi boca de esa forma, su lengua la recorrió a su antojo, y justo para finalizar, mordió mi labio hasta hacérmelo sangrar, el sabor ferroso de mi propia sangre fue suficiente para hacerme llegar de nuevo a otro orgasmo no tan potente, pero que igual me hizo empapar mis pantis.

Salimos por fin del despacho y caminé tras de ella solo siguiendo sus pasos como si fuera su esclava, llevaba unos tacones de tal vez diez centímetros que resaltaban sus blancas, hermosas y torneadas piernas, una falda ejecutiva negra que hacía contraste con su blusa muy fina blanco marfil, ambas Carolina Herrera, una larga cabellera negra azabache que caía sobre sus hombros con gracia, y lo mejor, su perfume, era un aroma intoxicante aunque no pudiera reconocer su marca.

Llegamos hasta el estacionamiento donde ya nos esperaba mi profesor en su Jaguar híbrido de lujo, terminé sentándome atrás como si fuera la hija de ambos.- Quiero que te masturbes todo el camino a casa, pero no te atrevas a tener un orgasmo sin mi permiso señorita Ramsey, o pagaras las consecuencias.- Exclamó la esposa sin mirarme, provocando la risa complaciente de Edward.

Su amenaza lejos de hacerme sentir temor, provocó un calor increíble, era un morbo superior a cualquiera que hubiera sentido alguna vez, y como una autómata mis piernas se fueron abriendo, mientras mi mano se metía por debajo de mi vestido frotando mi sexo por encima de mis pantis.

Estuve a punto de alcanzar el clímax por lo menos media docena de veces, mientras la pareja modelo hablaba entre ellos del clima frió que empezaba a golpear, y un par de chismes del campus, era una montaña rusa de puro placer, no solo mi panti estaba empapada, mi vestido y el propio asiento del carro estaban llenos de mi humedad.

Cuando por fin llegamos hasta su propiedad y el carro entró en el garaje, la esposa de mi Profesor de Teoría Literaria se volteó hacía mi con una sonrisa que podría definir como perversa, y llevó su mano hasta mi entrepierna.- Ahora quiero que te corras, sé que lo necesitas, y hoy, estamos de celebración.- Exclamó moviendo la tela de mi panti.

Cuando sus dedos experimentados tocaron por fin mi clítoris, estallé en un orgasmo que provocó un grito que no pude contener, mi vista se apagó y dejé de sentir, ni siquiera supe cuando mi Profesor me sacó del carro y me llevó cargada hasta dentro de la lujosa casa, dejándome caer con suavidad en un cómodo sillón de cuero blanco e impoluto.

Edward me hizo reaccionar acariciando mi mejilla con dulzura, mientras me ofrecía un baso con agua.- Toma, intenta recuperarte que a penas estamos empezando.- Me dijo, mientras se alejaba poniéndose tras de su esposa que se sentaba frente a mi, en otro sillón idéntico con el Lemegeton Clavicula Salomonis en sus manos.

-Puedes llamarme Victoria, como ya sabes, soy la esposa de tu querido, y estoy segura que poco cariñoso Profesor.- Exclamó al tiempo que abría el libro justo en la pagina que más atesoraba, no la podía ver, pero sabía con exactitud cual era.

-Mucho gusto Señora, usted dirá para qué soy buena.- Exclamé con voz entrecortada, estaba nerviosa, y sobre todo, muy excitada, incluso habiendo tenido varios orgasmos ya, mi cuerpo era una fuente inagotable de placer, que parecía no cansarse nunca.

De nuevo, esa sonrisa perversa regresó al rostro de Victoria.- Querida, tu eres buena para todo, y sobre todo, para lo que queremos.- Contestó volteándose hacia su esposo que tomó su mano y besó con un amor casi lleno de devoción.- Me dijo mi Edward que ya conseguiste a Astarté, o mejor dicho, ella te encontró a ti.- Terminó de decirme provocándome una ola de calor solo por escuchar ese nombre salir de su boca mientras me mostraba la ilustración de ese ser dominico y divino en las paginas del libro.

No respondí, estaba tan excitada que no era capaz de articular palabra, mi mente estaba hirviendo en deseo, Astarté se había convertido en una especie de bálsamo para mi cuerpo y mi mente desde que mi Profesor me prestó ese libro, era casi como si me hablara, y en este momento, muy dentro de mi mente, ella me decía que me entregara en cuerpo y alma a lo que sea que deseara Victoria.

La esposa de Edward pareció leer mis pensamientos, y sin esperar respuesta continuó hablando.- ¿Qué pensarías si te dijera que gracias a ti, puedo hacer que Astarté regresara a este mundo?- Preguntó, mientras le hacía una seña a su esposa que desapareció de la habitación.- No tienes que hablar, solo asiente si quieres que te use para ese propósito, necesito tu entera y firme disposición, el ritual no funciona de otra forma.

La habitación parecía estar a cincuenta grados, de pronto, mis cuerdas vocales regresaron a la vida.- Por Astarté haré lo que haga falta.- Exclamé casi como una liberación, firmando en el aire con mi voz un compromiso de entrega, el contrato de mi vida se había completado, lo sabía, y Victoria de nuevo se sonrió incorporándose, caminando hacía mi, y tendiendo su mano para que la siguiera.

Subimos al segundo piso de la casa, todo estaba lleno de lujosas obras de arte con figuras y momentos bíblicos y runas babilónicas, entramos a la habitación principal y me llevó directo al cuarto de baño, donde estaba mi Profesor de Teoría Literaria preparando una tina con un liquido blanco, parecido a una especie de jabón.

-Desnúdate y entra en la tina.- Me ordenó Victoria al tiempo que se quitaba su blusa y falda, quedándose solo en su fina ropa interior de encaje negro, me quedé boba mirando su cuerpo de infarto, con el nivel perfecto de voluptuosidad, senos grades y firmes, no eran naturales, pero estaban hechos de forma simétrica con su vientre plano, anchas caderas y piernas esculturales.

Ante la mirada impaciente de la esposa de mi Profesor, me quité el vestido con torpeza, dejándolo caer junto con mis pantis, el frió de la habitación mantenía erizados mis pezones rosados, al igual que la piel de mi cuello.

Entré en la tina, el agua para mi sorpresa estaba templada a la perfección, ni fría ni caliente, era como si se fundiera con mi cuerpo y empezara a formar parte de él, cuando me senté y el agua me cubrió mis senos Victoria se agachó a mi lado y sin entrar en la tina uso un cuenco de acero para tomar un poco de esa agua y dejarla caer sobre mi cabeza.

Pude ver cuando Edward abrió el libro a la altura de los ojos de Victoria, que empezó a decir una especie de oración inentendible para mí, mientras seguía bañándome, mis parpados se pusieron de pronto pesados y solo los cerré dejándome hacer.

Sentía que mi cuerpo se relajaba a pasos agigantados, como si un peso que estuviera cargando en mis hombres estuviera dejando mi ser y entrando ahora una especie de paz y plenitud total.

Cuando abrí mis ojos, la sorpresa me golpeó, el agua blanca se había convertido en roja, era como si mi cuerpo se hubiera desangrado y estuviera bañándome en ese liquido de vida, intenté incorporarme con temor, pero la mano Victoria sobre mi cabeza me lo impidieron.- Tranquila Sarah, todo está bien, solo son las impurezas de tu alma.- Exclamó logrando que me calmara.

-Con calma incorpórate, tu cuerpo no había estado tan limpio desde tu creación.- Me dijo mientras me pasaba una toalla, me salí de la tina y era como si pudiera volar, me sequé y Victoria tomando mi mano me llevó de nuevo hasta la habitación donde ya nos esperaba Edward desnudo sobre la cama.

-Ahora solo faltan dos partes del ritual para lograr que Astarté camine sobre este mundo, la primera es que nos entregues tu inocencia, y la segunda, ella misma te lo dirá, ergo, nosotros abriremos la puerta, tu harás que se quede- Exclamó Victoria haciendo que mi corazón latiera a mil revoluciones por minuto, siempre pensé que Edward terminaría por tomar mi virginidad de un momento a otro, aunque nuestra especie de aventura se basara hasta ahora solo en ese juego de sumisión/dominación y esa necesidad de sentir dolor que me atormentaba.

-Pueden hacer de mi lo que quiera.- Le dije decidida a Victoria mientras soltaba su mano y caminaba hasta la cama para ponerme a gatas sobre mi Profesor, su erección era total, larga, venosa, su cabeza descapullada se ergio desafiante ante mis ojos, y aun nerviosa, llevé mi mano con decisión para tomarla entre mis dedos.

Edward dio un respingo, mientras me sorprendí cuando Victoria se quitó su ropa interior y se metía con nosotros en la cama.- Ambos participaremos querida Sarah, la inocencia no está solo en tu entrepierna.- Exclamó, haciendo que sus palabras me estremecieran de nuevo.

Llevé mi boca hasta esa barra de carne erecta de mi Profesor de Teoría Literaria e intenté meterla toda hasta que mi garganta reclamó y me obligó a desistir, por lo que me concentré en recorrer su longitud con mi lengua, mientras podía sentir a su esposa detrás de mi explorando mi sexo con sus manos, como si fuera a descubrir un tesoro escondido.

Victoria abrió mis glúteos y lo próximo que sentí fue su lengua jugar con mi botón arrugado, era la primera vez que sentía tal placer y tuve que detener mi trabajo oratorio para dejar salir un profundo gemido, más cuando su lengua buscó penetrarlo.

Miré a mi profesor y su rostro dibujaba una sonrisa de puro sadismo y placer, pero no me miraba a mi, su vista estaba hacía mi espalda, donde su esposa seguía con su lengua taladrando mi trasero, Victoria sin separase de mí me propinó un dos fuertes azotes con ambas manos en cada uno de mis glúteos y esa mezcla entre morbo y dolor me llevó hasta un clímax que hizo que mi sexo brotara tantos jugos que chorreaban por mis muslos.

-Ya podemos cambiar querida.- Exclamó Edward, lo que hizo que su esposa sacara la lengua de mis profundidades y ambos cambiaran de lugar, esta vez Victoria estaba acostada con las piernas abiertas, tomó mi rostro y lo llevó directo a su sexo depilado, su aroma era afrodisíaco, y cuando pasé mi lengua por los pliegues de su sexo suspiró, apretando mi cabeza como queriendo que el contacto sea más intenso.

Mi profesor en cambió se situó detrás de mi, pensé su barra de carne atravesaría mi virginal sexo, pero no, sentí cuando la punta hizo presión en mi botón trasero ya bastante lubricado y dilatado por el trabajo que Victoria había hecho con su lengua, aun así, el miedo me recorrió el cuerpo.

Cuando Victoria se dio cuenta, comenzó a recitar de nuevo una especie de oración inentendible, aun con mi lengua recorriendo su sexo su voz era clara, unos segundos después la erección de mi Profesor logró perforar mi esfínter, el dolor que sentí fue proporcional al placer, combinándose, potenciándose, era una fuerza que me obligó a gritar.

Cuando por fin sentí la pubis de Edward chocar contra mis glúteos, comenzó el va y ven con su barra de carne, como si quisiera atravesar mi ser desde su propio centro.

Victoria aun recitando su oración tomó mi cabello y apretó mi rostro contra su sexo, no exteriorizaba el placer a través de su voz, pero el calor que emanaba de sus carnes prohibidas y la humedad que brotaba me decían que su propio orgasmo estaba ya en las puertas.

Edward, Victoria y yo alcanzamos el clímax al unisono, y cuando esa explosión se sucedió mi menté fue a otro lugar, uno oscuro, húmedo, salvaje, cuando intenté dar un paso tuve a la razón de todo esto frente a mi.

Astarté era impresionante, alta, de cuerpo escultural, tenía puesto solo una túnica roja, casi transparente, sus ojos era dorados y su cabello tan negro como la noche más cerrada, dio un paso hacía mi, y nuestros rostros estuvieron a centímetros uno del otro.

-Sarah, si me aceptas seremos una sola, yo caminaré en la tierra después de miles de años gracias a ti.- Exclamó Astarté, sin que su boca se moviera, era como si estuviera hablando con su voz de seda en mi propia mente.

No respondí, solo llevé mis labios a los suyos para fundirlos en un beso apasionado, era lo único que necesitaba para terminar de sellar mi destino, sea lo que sea que ella me pidiera lo haría sin rechistar, cuando nos separamos ella solo sonrió y asintió entendiendo la respuesta y despareciendo ante mis ojos para hablarme de nuevo en mi mente.

Ya sabía con exactitud que me pedía para completar su llegada a la tierra, me lo había dicho en mis sueños desde la primera vez que tomé ese libro, y estaba preparada para dárselo, la sangre llama a la sangre y su furia recorrerá la tierra conmigo de vehículo.

Cuando regresé a mi cuerpo Edward y Victoria estaban frente a mí, solo esperando que despertara, les sonreí, se veían adorables con toda su perfección junta.- Ya Astarté esta conmigo, gracias por ayudarme a traerla, pero tengo una cuota por cumplir, así que sin me disculpan.- Exclamé, mientras me incorporaba y buscaba mi panti blanca y mi vestido floreado.

Ellos no me respondieron, estaban muy ocupados, él lanzándose de cabeza por la ventana de la habitación, y ella metiéndose en la tina con el agua roja cubriéndole el rostro, dicen que el humano no puede vivir bajo el agua, yo le pedí que pusiera a prueba esa teoría.

Tomé las llaves del carro de Edward y me dirigí hasta la casa de mis padres, por el camino llamé a mi hermana mayor y le pedí que estuviera con nosotros, necesitaba celebrar una buena nueva, y ellos en su eterno amor por mi estaban encantados con la idea.

Cuando llegué, ya era la hora de cenar, mi hermana me recibió en la puerta y me brindó un tierno abrazo.- Papá y mamá están en la mesa esperándote Sarah.- Exclamó, pero nada más pudo verme a los ojos supo el favor que tendría que hacerme, iría al cobertizo y buscaría una pesada hacha que usaba nuestro padre para la leña.

Entré al comedor, mis padres se levantaron y me saludaron como siempre.- ¿Cuál es la noticia hija?- Me preguntó emocionado mi padre, puso su vista en mis ojos y entendió que era preciso y necesario que tomara la pesada vajilla y golpeara a mi madre con ella en la cabeza hasta hacerla perder el conocimiento.

Mi hermana llegó y le pedí con amabilidad que golpeara a mi padre con el hacha, y luego cortara a ambos en pedazos, yo, mientras tanto, solo me quedé en medio de ese espectáculo macabro, necesitaba cumplir la cuota para el regreso de Astarté, no eran solo sus vidas, tenia que hacerlos sufrir, y ninguno de ellos podría morir hasta que yo se los pidiera.

De pronto, tocaron el timbre, mi hermana estaba llena de sangre y no podría recibir a nadie en condiciones, así que fui para invitar con amabilidad a quien fuera que estuviera interrumpiendo este bello momento familiar a caminar en sentido contrario en la interestatal hasta que alguien lo atropellara.

Cuando abrí la puerta descubrí que se trataba de un muchacho muy atractivo, aunque con un aire de chico estudioso que nadie le podría quitar, lentes de empaste y camisa de cuadros abotonada a la perfección.- Hola, tu debes de ser Sarah, yo soy Sebastian, el novio de tu hermana.- Me dijo en forma de saludo, cuando intenté que hiciera lo que tenia planeado para él, algo extraño pasó, no reaccionaba, era como si en realidad no me miraba.

Entró a la casa acusando el frío, y no se me ocurrió otra cosa que fuera conmigo al comedor y viera el horrible espectáculo que su novia estaba brindando, cuando la vio lo primero que hizo fue gritar e intentó detenerla, pero solo logró que ella lo atacara con el hacha, aunque pudo evitar el golpe.

-Nada de lo que le digas hará que se detenga, ella solo tiene oídos para mí.- Exclamé entre risas, ella lo perseguía por todo el comedor mientras yo me sentaba al lado de mis padres moribundos.

Sebastian tomó su móvil y marcó a emergencias.- Auxilio, me va a asesinar.- Exclamó antes de que el hacha de mi hermana esta vez si lo golpeara haciendo que su mano y móvil volaran por los aires, volvió a gritar, esta vez de forma más desgarradora.

Dio un par de pasos antes de caer al suelo, pero para mi sorpresa, mi hermana se había detenido, era como si ese grito horrible la hubiera hecho salir un poco de mi control mental.- ¿Qué me hiciste hacer?- Exclamó mi hermana soltando el hacha y dejándose caer al suelo.

-¿Yo? ¿Necesitas saber de razones?.- Le respondí, tomando una de las copas con vino que estaban sobre la mesa y dando un pequeño sorbo para refrescar mi garganta, ya podía escuchar las sirenas a lo lejos, solo necesitaba que ella matara a su novio y atacara a los policías que venían para que fuera asesinada a tiros y el ritual estaría completo.- Mírame hermana y te explicaré todo.

Ella se levantó, y con lentitud se volteó hacía mi, aunque no me estaba mirando, lo hacía a algo detrás de mi, solo pude sentir el violento golpe en mi cabeza y todo volvió a ser oscuridad.

La luz casi logra cegarme, y el tubo que tenía en la garganta me ahogaba, pero logré sacármelo con facilidad.- Tranquila, todo estará bien, necesito que te recuestes y nos dejes trabajar, estas en el hospital.- Exclamó una voz hermosa, y cuando puso su suave mano en mi hombro sabia que esa chica formaría parte de mi cuota.