La peluquera

Deja de mirarme y, con su perenne sonrisa, sigue a lo suyo con mi cabeza. Y esta cabeza loca no deja de imaginarnos haciendo cosas más divertidas. No se que es lo que me pasa hoy, pero como me siga poniendo así voy a acabar metiendo la pata.

Tengo ganas de ponerme guapa. Si, me lo merezco, me merezco unos mimos, concederme un capricho. Necesito verme bien, ser coqueta, como antes. Ir a la peluquería me gusta… me gusta que me corten el pelo, que me laven la cabeza, que una persona se dedique exclusivamente a mí. Lo único malo es que aquí no conozco ninguna peluquera y me da miedo que unas manos desconocidas me toquen de esa manera…

Este fin de semana me sentí bien, me sentí guapa, atractiva… y me gusta sentirme así, poderosa, hermosa, única. Esa muchacha ha conseguido despertar mi lado más presumido y necesito saber que sigo siendo seductora, que me he convertido en una mujer tentadora que está a tu lado de manera inalcanzable… bueno, ahí me he pasado un poco… tan inalcanzable no soy.

Me pongo un pantalón flojo y una sudadera, decidida a llamar a la puerta de la vecina y preguntarle si conoce alguna peluquera de confianza. Nunca se que hacer mientras espero a que abran la puerta… ese lapso de tiempo en el que te da tiempo a pensar mil y una cosas totalmente inútiles. A veces son segundos, a veces son minutos, a veces tan siquiera abren la puerta… pero siempre acabamos por caer en las posibles cosas que pueden pasar cuando llamas a una puerta…

“Hola.” – una vieja con cuatro pelos canosos teñidos de violeta y cara de buena persona abre la puerta.

“Hola, buenas tardes. Soy la vecina de al lado.” – Madre del amor hermoso… ¿en serio le voy a preguntar a esta buena señora? – “¿Podría decirme dónde está la peluquería más cercana?”

“No, no, no… yo no soy cristiana… esas sectas extrañas… lo único que queréis es quedaros con mi pequeña pensión… ¡pues os van a dar morcillas!”

“No, señora, no soy de ninguna secta… soy la vecina.”

“¿La hija de Paulina?”

“¡No! Coño… ¡Soy la vecina!”

“Ay hija mía, voy a encender el audífono que si no, no escucho nada.” – La madre que la parió… - “Dime, joven, ¿qué quieres?”

“Soy la vecina de al lado, me he mudado hace poco y…”

“Así que tú eres la que pegaba esos gritos el otro día… Jajaja, condenada, te lo debías estar pasando de miedo…” – Tierra trágame. – “Muy bien bonita… ¿Y que dices que quieres?”

“Ir a la peluquería… solo ir a la peluquería.”

“Pues si… buena falta te hace. Mira, la chica esta que vive arriba es peluquera.”

“Muchas gracias señora…”

“Llámame Esther mujer, que ya hay confianza. Ale maja, me voy que me estoy perdiéndome el programa este de los famosos.”

Cierra la puerta en mis narices e intento aguantarme la carcajada por si todavía tiene el audífono encendido. Subo las escaleras con una sonrisa. Y llego al piso de arriba y no tengo ni idea de si aquí vive una peluquera… además, hay varias puertas y ahora tengo miedo de llamar.

“¿Buscas algo?” – una muchacha morena, de pelo rizo, se acerca a mí con una bolsa en la mano.

“Una peluquera… Vivo en el piso de abajo y, la señora que vive en la puerta de al lado de mi piso, me ha dicho que aquí vive una peluquera… pero no me dicho donde.”

“Bueno, yo soy peluquera.” – me pongo contenta y una sonrisa se dibuja en mi cara. – “Pero estoy en el paro.”

“Oh… así que no tienes peluquería…”

“No, lo siento.” – me mira de arriba a bajo y pone cara de fastidio. Me fijo un poco en ella. Ha dicho que está en el paro y a mi no me apetece mucho salir.

“¿Me arreglarías igualmente el pelo? Te pagaré lo que me pidas…”

“Vale.” – la muchacha sonríe y abre la puerta de su casa. – “Pasa. ¿Por qué no te sientas en el sofá mientras preparo las cosas?”

“No, te echo una mano… así me entretengo.” – pone una sonrisa de medio lado y me mira fijamente durante un momento.

“¿Por qué no pones un poco de música? Ahí está el equipo y allí los CD’s.”

“Bien.” – le devuelvo la mirada y la sonrisa y noto como se pone colorada mientras se escapa por el pasillo.

Su apartamento está justo debajo del mío así que supongo que tienen una distribución similar. Al lado de esta habitación está el baño, y más allá la cocina. Y al fondo el dormitorio. No tiene muchas fotos pero si libros y discos. Y un extraño maletín sobre una silla al fondo de la sala. Miro la música mientras pienso en qué poner… en como me siento y que podría pasar si…

Vamos a ver... vaya, están por orden alfabético. Que suerte. ACDC, Alaska, Amaral, Amy McDonald, Bob Marley, Buika, Café Tacuba, Carlos Núñez… ¡Esta chica tiene de todo! El Barrio, Elvis, Marlango, Maroon5, Melissa Etherigde… Bollera. La peluquera es bollera… fijo. Solo una lesbiana bollo tendría la discografía de Melissa Etherigde. Seguramente ha visto la película But I’m acheerleader

No la voy a poner… no conozco a esta chica y la música puede decir muchas cosas cuando no sabes que decir. A ver por aquí… Recopilatorio I, Recopilatorio II, Recopilatorio Noche, Recopilatorio lento, variado… cierro los ojos y saco con cuidado el CD que mi dedo ha elegido al azar. Rock. Coloco el disco en el equipo de música y, después de unos segundos de lectura del mp3, le doy al botón de arranque. Placebo suena con fuerza y me dejo llevar un ratito por la música.

“¿Te gusta el rock?”

“Si…” – me sobresalto un poco y el corazón me va a cien. Está sonriendo apoyada en la pared, su mirada es intensa. – “Tienes tanta música que he elegido uno al azar y ha salido este.”

“Es uno de los que más me gusta. Bueno y… ¿qué quieres que te haga?” – me estoy poniendo colorada. Lo se… mi cuerpo va por libre.

“Pues, no lo se… me apetece cortármelo y hacerme un peinado diferente.” – se acerca y comienza a tocarme el pelo mientras me observa.

“¿Lo quieres muy corto?”

“No lo se… estoy un poco indecisa…”

“Bueno, nos lo pensamos. Primero vamos a lavarte la cabeza, ¿qué te parece?”

“Estupendo.”

“He improvisado un lava cabezas en la cocina, espero que no te moleste.”

“Claro que no, si la que te estás molestando eres tú, que accedes a cortarme el pelo así sin avisar. Gracias.”

“Jajaja, me viene muy bien, así no me como la cabeza con otras cosas. Siéntate y apoya la cabeza aquí.” – me siento y echo la cabeza hacia atrás. Rodea mi cuello con sus brazos y pone una toalla sobre mis hombros.

No puedo apartar mis ojos de los suyos, me gusta su brillo, su sonrisa. Me gustan las peluqueras guapas, siempre fantaseo con ellas mientras se dedican a hacer su trabajo conmigo. Y esta chica es guapa, me gusta… siento el agua tibia mojar mi pelo, adoro esa sensación. Su mano acaricia mi cabeza para que todo mi pelo se empape. Cierra el grifo y coge el bote de champú. Huele muy bien, a algo rico… aunque no se exactamente a que me recuerda. Hace espuma y cierro los ojos disfrutando del masaje capilar. Se nota que no es la primera vez que lo hace. El agua vuelve para aclarar el jabón y para mojar mi sudadera…

“Lo siento mucho… me he despistado… te he puesto perdida.”

“No pasa nada, un accidente lo tiene cualquiera.”

“Ten otra toalla. Será mejor que te quites eso mojado. ¿Te presto una camiseta?”

“No, mira, me envuelvo la toalla mientras me cortas el pelo y, para subir a casa, me vale la sudadera mojada.” – me seco un poco el cabello para no mojarme más. Le doy la toalla y me quito la sudadera quedándome solo con el sujetador puesto. Me come con la mirada mientras me da una toalla seca para taparme. Suspira profundamente y veo como se pone colorada.

“Ven, vamos a la sala a trabajar, así escuchamos mejor la música. Ponte cómoda en el sofá mientras preparo las sillas.”

Se ha quitado la chaqueta y luce una escotada camiseta de tirantes. En la casa hace calor a pesar del día lluvioso y tormentoso de fuera. No lleva sujetador y se ha puesto unos pantalones cortos. Tiene un bonito cuerpo, acorde con lo que estoy descubriendo hasta el momento de mi nueva peluquera.

“¿Tu trabajas?”

“Si, en un banco.”

“Que trabajo más chungo… Además, no tienes pinta de banquera…”

“Ah, ¿no?”

“No… más bien pareces, artista. Tienes un aire bohemio…”

“Vaya… tal vez tengo un lado oscuro.” – le sonrío y me devuelve el gesto.

“Tal vez...”

Coloca un plástico en el suelo y pone un sillón en medio. Acerca un pequeño taburete con ruedas y el extraño maletín. Lo abre y veo un juego completo de utensilios de peluquería. Toma unas tijeras y un peine y me hace un gesto con la mano para que me siente allí. Me siento cómoda. Me peina alisando mis cabellos y empieza a barajar diferentes posibilidades. No tengo espejo, así que no puedo ver lo que me está haciendo. Y no es que me guste mucho que me sienten delante de un espejo para que escudriñe lo que hacen en mi cabeza, pero así no puedo verla a ella si está detrás de mí.

“Bueno, ¿qué te parece si te arreglo un poco el corte que tienes?”

“Uy, la última vez que me lo cortaron lo llevaba casi rapado… tanto no…”

“Jajaja, pues no metemos la maquinilla y listo. A ver, ¿te gusta el flequillo?”

“No me gusta el pelo delante de la cara… me molesta. No valgo para pija.”

“Vale, sin flequillo, sin maquinilla… bueno, voy a empezar…” – agarra un mechón de cabello, después de peinarlo un rato y corta un poco. Toma otro mechón y hace lo mismo. Me peina con cuidado calculando el tamaño. – “No llevas mucho tiempo viviendo aquí, ¿verdad?”

“No, no mucho. Un par de semanas o tres. Todavía no conozco a nadie en la zona.”

“Ahora ya conoces a una peluquera.”

“Si, ahora si. ¿Llevas mucho tiempo en paro?”

“No, un par de meses. Mi exjefa me echó cuando le dije que no admitía la paga extra en ‘especies’”

“Uh, que mal rollo. Pudiste haberla denunciado.”

“Si, podía, pero además de exjefa era mi exmujer… no hace falta decir más. Tampoco se debería hacer leña del árbol caído.”

“No, no se debería.” – nos quedamos en silencio un rato, entre The Who y el ruido de las tijeras en mi cabeza. Sabía que era lesbiana antes de que me lo hubiese confirmado.

“¿Tienes pareja?”

“A veces…”

“Jajajaja, esas son las mejores relaciones.”

“Es que lo he pasado mal y no tengo ganas de enredarme en guerras de nuevo.”

“Haz el amor, no la guerra.”

“Y tanto…” – se pone delante de mi sentada en su taburete y me mira a los ojos, está sonriendo. Me peina hacia un lado, hacia el otro lado, hacia atrás… se acerca mucho a mí y me pone nerviosa. Huele muy bien y es muy dulce. Tengo su escote a escasos centímetros de mi cara y me entran unas increíbles ganas de perderme entre sus pechos. Putas fantasías de peluquería…

“Tienes el pelo muy fino… debe ser muy difícil peinarlo sin gomina.”

“Si… y no me gusta usar esos productos con tanta química, me estropean más el pelo. Prefiero usar un gorro o algo así, al menos no se me pone peor.”

“Eso es cierto. De todos modos, te aconsejo que utilices jabones naturales, sin aditivos. En esta zona hay gente que los hace. Tengo una amiga que los hace con aceites y tiene uno de ortigas que para tu pelo iría de cine.” – La observo mientras trabaja. Se concentra en lo que hace… aunque no me pierde de vista.

Hace un buen rato que he dejado de escucharla, Radiohead me ha transportado a un lugar cercano, a su hermoso escote, pero en otra dimensión… en esa dimensión ambas estamos desnudas y yo me alimento de lo primero que nos meten el la boca al nacer, sus pezones…

“¡Ostras! ¡No me he depilado!”

“¿Qué?” – está sonriendo animada y baja la cabeza para mirarme. Me pongo colorada como un tomate y quiero salir de allí corriendo. Mi mente y mi boca me han jugado una mala pasada.

“Es que estaba pensando…” – me quedo en silencio mientras me quedo prendada de sus ojos oscuros.

Deja de mirarme y, con su perenne sonrisa, sigue a lo suyo con mi cabeza. Y esta cabeza loca no deja de imaginarnos haciendo cosas más divertidas. No se que es lo que me pasa hoy, pero como me siga poniendo así voy a acabar metiendo la pata.

Su mano alborota mi pelo y luego lo vuelve a peinar. Me da unos cuantos retoques y vuelve a alborotarlo. Me gira la cabeza a ambos lados para observar detenidamente el trabajo, mueve el taburete y se pone a mi espalda… un escalofrío me recorre y se me pone la piel de gallina. Y me doy cuenta de que solo tengo puesta una toalla y el sujetador.

“Sabes, me ha costado mucho concentrarme en lo que hacía teniéndote así.” – está casi pegada a mí, puedo sentir su ropa rozando mi espalda. – “Tú también te has fijado en mí, lo se, lo he notado.” –  Se me escapa un leve suspiro. Comienza a pasar una toalla limpia por mis hombros y mi escote intentando sacar los pelillos que me ha cortado. – “Se me ha hecho corta la sesión de peluquería…” – Besa mi nuca y apoya su frente en mi cabeza. – “¿Qué hago ahora?”

Me quedé en silencio pensando qué hacer. El corazón me latía a mil por hora, pero mi cuerpo no correspondía a todas las ideas que me rondaban la cabeza. Quería darme la vuelta y cabalgarla y comer esa boca que llevaba deseando desde que la vi. Pero siento pánico a lanzarme a sus redes y acabar enredada.

“No estoy depilada…” – bajo la cabeza con gesto triste, como si esa fuese una excusa lo suficientemente fuerte para hacerla cambiar de opinión. Se acerca a mi oreja y la besa suavemente.

“¿Quieres jugar?” – Siento algo frío y metálico acariciar mis hombros. Me estremezco y cierro los ojos. – “Ves… en el fondo quieres jugar… pero, tranquila, no vamos a hacer nada que no quieras. Solo tienes que decirme que pare.” – Siento como agarra la tira de mi sujetador y escucho como la tijera la corta. Suspiro inevitablemente excitada. – “¿Confías en mí? ¿Puedo seguir?”

“Si… sigue…”

Besa mi cuello y lo muerde ligeramente. Desprende la toalla que me cubre y acaricia mi silueta. Mis ojos siguen cerrados y mi cuerpo está ocupado en disfrutar de lo que mi nueva peluquera me quiere ofrecer. Estoy excitada con la situación, con la fantasía que se cumple el día que decido querer ponerme guapa.

Escucho de nuevo la tijera y la otra tira de mi sujetador se desprende. Hago el amago de  moverme y siento una mano firme que me sujeta la barbilla. Me quedo inmóvil de nuevo y siento el frío contacto del acero contra la piel de mi escote. Me gira un poco la cabeza y me encuentro con sus labios. Su lengua me recibe y me estremezco tanto que pienso que me va a dar algo.

“Mmm, creo que te gusta mi juego…” – gira mi cabeza de nuevo y veo la tijera abierta tomando camino hacia la única tela que cubre mi sujetador. – “Son un poco peligrosas. No te muevas.”

Me pone cachonda su forma de hablarme, de tratarme. Si, confío en ella, se que no me va a hacer daño, y este juego con las tijeras me está calentando sobremanera. Mis pechos están desnudos y siento el metal sobre mis erectos pezones. Suspiro de nuevo y echo la cabeza hacia atrás apoyándome en su hombro. Muerde de mi cuello mientras sigue paseando el metal por mi piel.

“Tienes un cuerpo precioso. Sabía que esa sudadera y este pantalón no te hacían justicia.”

Está de pie en frente de mí, me mira descarada con una inquietante sonrisa. La excitación me paraliza y no soy capaz de decir ni de hacer nada más que dejarme. Se arrodilla ante mí y comienza a bajar mi pantalón. Le facilito la tarea y sonríe mirándome a los ojos un instante. Acaricia mis piernas desnudas mientras sostiene las tijeras entre los dientes.

Acerca de nuevo la tijera a mi piel y la pasea por mi abdomen. Observo los movimientos mientras estos generan en mí cada vez más excitación. No soy capaz de articular palabra, solo quiero dejarme hacer. Mi tanga ahora es pasto de las afiladas hojas de la sencilla herramienta. Siento como mi vagina se humedece y me siento avergonzada por no haber estado a punto para el inicio de lo que llevo deseando desde que entré.

“Levanta el trasero, que voy a poner una toalla debajo. Muy bien preciosa, así me gusta. Ahora te vas a quedar ahí quietecita mientras voy a preparar lo necesario para que te sientas cómoda de verdad.” – Se acerca cariñosamente, me acaricia la cara con mimo, me mira a los ojos y sonríe para acabar besándome tiernamente. – “No te preocupes más, solo estamos jugando.”

Se aleja dejándome con la vista clavada en sus curvas. ¿Estoy soñando? Tal vez mis fantasías más oscuras se han apoderado de mi mente y me están haciendo alucinar. Tengo que dejar la televisión, me está haciendo tener visiones. Cierro los ojos y me los froto con las manos. Siento mis brazos rozar mis pechos desnudos y, antes de querer creerlo, se que no es un sueño, que estoy desnuda, sentada en un sillón de peluquería, esperando a que la mujer que hace unos minutos me cortaba la ropa interior con unas tijeras, apareciera por esa puerta. ¡Y sin depilar!

“Espero no haber tardado mucho… ¿te has aburrido sin mí?” – me limito a sonreírle mientras deja una pequeña tina en el suelo llena de agua caliente. Abre cuidadosamente mis piernas y tira de mí hacia el final de la silla. – “¿Estás cómoda?” – Asiento con la cabeza y se acerca para besar mi pubis. Echo la cabeza hacia atrás y me dejo llevar, dejando la mente en blanco, por la experta que va a cumplir mi fantasía.

Siento una esponja con agua tibia humedeciendo mi pubis y mis piernas. Mi piel está suave y no queda rincón en mis piernas sin rozar esa dócil sensación. Ahora empiezo a sentir algo frío y resbaladizo me deja una sensación de falta, de frescura. Abro los ojos para mirar que es y la veo concentrada utilizando una cuchilla.

“No te asustes y tampoco te muevas, no te quiero cortar…” – levanta un momento la mirada para clavar sus ojos en mi. Aparta un poco el filo y se incorpora para besarme profundamente. – “Me estoy poniendo muy caliente con este jueguecito…” – me agarra del pelo y vuelve a besarme con ganas.

Se aleja de nuevo para centrarse en la tarea en la que estaba inmersa. Estoy total y literalmente empapada. Es la primera vez que me siento tan extrañamente excitada con una situación tan poco habitual. Me estoy dejando llevar sin pensar en nada más, sin oponer ningún tipo de resistencia. Ansia por lo que pasará…

Mis piernas ahora están libres de pelo y me gusta la sensación del agua templada, limpiando los restos de la depilación. Llena la esponja de jabón y, con una sonrisa pícara, friega mimosamente mi zona púbica. Sus dedos se cuelan entre mis labios y mi clítoris inflado recibe gustoso sus caricias. Mi respiración hace que me agite y me remueva en el sillón, pero detengo mis movimientos cuando veo que agarra la cuchilla para comenzar con uno de los momentos más íntimos que nunca antes había compartido.

“Me gusta verte así… dejada, tranquila, excitada… te voy a dejar preciosa mientras te disfruto.” – La cuchilla comienza a eliminar el bello que me hizo llegar a esta situación. Sus traviesos dedos se apoyan en lugares especialmente sensibles a ese tipo de roces y sonríe sin parar. – “Mmm, parece que te alegras… pero no te muevas, te puedo lastimar sin querer y no queremos eso.”

Me hace levantar un poco la pierna para acercarse a mis sensibles labios… creo que me voy a deshacer. Me avergüenzo un poco y cierro los ojos de nuevo. Pero no ver no es sinónimo de insensibilizarse... y esas manos tan cerca de la zona erógena por excelencia me está matando lentamente.

Manipula mi vulva con sus dedos y con la cuchilla repasando cada milímetro… nunca me había depilado así, me siento limpia y mucho más relajada con respecto a mi depilación, pero no estoy tranquila. Toma la esponja y la escurre para aclarar los restos que todavía hay sobre mi piel. Ahora me seca con una toalla, con mucho cuidado, admirando el trabajo realizado…

“Creo que ha quedado bastante bien… ¿qué te parece?”

No aguanto más. Sujeto su cabeza con mis manos y llevo su boca hacia mi pubis. Estoy deseando su lengua, estoy loca por un roce que acabe con el suplicio de un casi eterno calentamiento previo. Coge mis piernas y las pone sobre sus hombros mientras me devora como una fiera hambrienta. Estira un poco sus brazos y se apodera de mis pechos y mi garganta no puede retener más tiempo mis gritos de placer. Ya no soy mía, ahora soy excitación, pasión, fuego… soy un cuerpo experimentando el mayor goce existente.

Uno de mis pechos se queda huérfano y los dedos que jugaban con mi pezón, ahora buscan mi punto G. Estoy lubricada, siento como mis fluidos y su saliva se escurren por mi perineo y llegan a mi ano. Me estoy volviendo loca por lo que mi cuerpo me hace sentir, mis dedos se enredan en su pelo y le hago sentir que me voy a correr de un momento a otro.

Su boca, su lengua, su mano, toda ella apura el momento haciéndome perder totalmente el control. Siento que me corro una y otra vez, siento como todo mi cuerpo se sacude, siento ese hormigueo en las piernas… Sus dedos siguen en mi interior mientras ella se incorpora para llegar a mi boca. Me besa el cuello y la cara mientras trato de recuperar un poco de oxigeno.

“Ahora quiero verte la cara… mientras hago que te corras otra vez.” – Comienza a mover nuevamente sus dedos mientras clava sus ojos en mi rostro mientras yo me dejo llevar otra vez por el suave movimiento que me marca. Y no tardo en deshacerme de nuevo para su deleite. – “No se si tendrás suficiente dinero para pagar esto…”

La miro fijamente y la empujo. Cae sentada en el suelo y yo me monto sobre ella. Siento mi pubis hinchado y sensible tras la depilación… Siento su pantalón rozándome y veo sus dientes morder su labio inferior. Estiro la mano y tomo las tijeras que hace un buen rato estaban olvidadas… yo también se jugar… y comienzo a cortar la camiseta que no me deja ver el regalo que me espera bajo la tela. Ahora me está sonriendo y yo también sonrío. Me divierte desnudar de esta manera destructiva.

Acerco la punta de la tijera a su cuello y presiono un poco… muerdo sus labios y agarro firmemente su pecho. Quiero sentir su sumisión y la peluquera se deja someter. Mis besos y el frío acero se deslizan por su cuerpo consiguiendo que su respiración se agite más y más. Llego a la cintura de su pantalón y dejo las tijeras a un lado para bajarlo. No es plan de acabarle con el vestuario… pero sus bragas no se van a librar.

La miro a los ojos mientras tomo la cinturilla de su ropa interior. Presiono de nuevo las tijeras contra su garganta y las empiezo a deslizar hacia abajo. Esta mujer es puro fuego, lo noto en su mirada, en sus movimientos… pero siento como se paraliza cuando comienzo a cortar su ropa interior haciendo que su clítoris sienta el metal deslizándose sobre el.

“Ufff…” – ahora está desnuda, expuesta a mis ojos y mi sonrisa pícara delata mis intenciones. Toma mi mano y la lleva a su entrepierna. – “¿Notas como estoy? Hacía mucho tiempo que nadie me ponía así de cachonda.”

Acaricio su clítoris con mis dedos mientras serpenteo sobre su cuerpo para que sienta las caricias de mis erectos pezones. Ella respira profundamente y sujeta mi cabeza para besarme profundamente. Sus piernas me rodean dejando vía libre a mi mano para que la manipule a gusto. Nickelback suena y ese estallido de energía me invita a penetrarla sin miramientos para sentir como su vagina me recibe al grito de su garganta. Mueve sus caderas, cierra sus ojos, clava sus uñas en mi espalda y un profundo suspiro me dice que quiere más. Siento sus músculos apretando mis dedos mientras la penetro incansable. Su interior se deshace y me lubrica mostrándome el placer que siente. Muerdo su cuello y ella agarra mi pelo…

“No sabes las ganas que tenía… que mano…” – no quiero que se corra todavía y saco mis dedos de su interior lentamente para dar ligeras caricias a su clítoris. – “No…”

“Llévame a tu dormitorio…”

Me pongo de pie ante su desconcierto y, casi de un salto se levanta y me toma de la muñeca para guiarme por el pasillo. La puerta está cerrada y la empujo contra ella apoyando sus pechos en la fría madera. Inmovilizo sus manos con mi mano derecha y cuelo la izquierda entre sus piernas. No puedo esperar más para sentir su hinchado clítoris de nuevo. Muerdo suavemente su cara y su cuello y dejo que mis dedos la penetren otra vez, y otra, y otra más…

Dejo sus manos libres y agarro sus preciosas tetas. Muerdo su espalda y se separa un poco de la puerta apoyando sus manos en ella. Su espalda se arquea y su trasero se pega a mi sensible pubis. Cambio la mano de posición y busco su ano consiguiendo un placentero roce para las dos… está tan lubricada que no me cuesta comenzar a penetrarla lentamente…

“Ufff… que placer…” – ronronea y se estira como una gata y me invita a seguir con la fantasía que, al parecer, ambas teníamos. – “Quiero ser tuya en la cama, mirándote a los ojos…”

Lentamente abre la puerta y se aparta un poco de mi. Me toma la mano que hace unos instantes le robaba el aliento y me invita a traspasar el umbral de su intimidad. Se tumba en la cama mientras yo me deleito con sus femeninas curvas, abre sus piernas y vuelve a acariciarse el clítoris invitándome a rematar mi tarea. Me tumbo a su lado y la beso profundamente mientras acaricio todo su cuerpo.

Me gusta como se mueve mientras se da el placer que yo le estoy regateando. Aparta su boca para coger aire y dejo de hacerla esperar. Aparto su mano y la cambio por la mía. Su clítoris está tan hinchado que parece a punto de estallar. Sus movimientos marcan el ritmo que quiere seguir.

Toma mi muñeca y me invita a visitar su interior de nuevo y me agasajo con sentir sus licores empapando mi piel. Apoyo nuestras frentes y comienzo a penetrarla a un ritmo constante mientras siento como su interior se contrae apretando mis dedos. La palma de mi mano acaricia su clítoris mientras mis dedos sienten como ya no va a aguantar mucho más. Apuro mis movimientos acelerando el ritmo de sus jadeos…

“Mírame… quiero que veas como me corro…” – Se convulsiona, se retuerce, cierra los ojos y abre su garganta para dejar escapar el más profundo de los gritos de pasión. Se acurruca en mi pecho mientras beso su cabeza. – “Me he quedado muerta… me tiembla todo el cuerpo.”

“Lo estoy notando…” – la abrazo y ella respira profundamente. – “Me tienes que decir qué te debo.” – levanta la cabeza, me mira y me besa en los labios.

“Volver…”