La Pastelería

El día que conseguí mi cadena.

Los días a la primera puesta de aquel collar de cuero sobre mi cuello, pasaron tranquilos, cuando una mujer acepta ser el juguete de un hombre, echa de menos, e incluso extraña, que ese cuero no toque cada día su piel.

Era jueves, salimos a cenar por Malasaña, vestido ajustado, negro, de tirantes finos, sin nada debajo, por supuesto, zapatos altos de tacón, negros también, melena rizada y ojos chispeantes despues de 3 cervezas. Lo normal para una mujer de esas que sabe, de sobra, que acabará la noche dando placer. Es mi forma de obtenerlo, diría.

Risas, espontaneidad, me encanta que quien disfruta de mí no la censure, que la potencie. El gran problema de los hombres es que les encantan las mujeres "golfas", hasta que se piensan dueños de ella, entonces ya no ven de la misma manera, sus escotes, ni sus pezones erectos, ni los bailes con desconocidos, donde sus miembros cobran vida al más mínimo acercamiento descuidado. El gran problema de los hombres es que sólo disfrutáis de eso, la gran mayoría, cuando quienes lo recibís sois vosotros, cuando veis las miradas de los otros con un cartel de "mirala pero no la toques".... Demasiado aburrido, no?

Salimos de aquel restaurante, abrazados, con sus manos en mi culo. No tuvimos que andar mucho, justo enfrente, un tipo de unos 60 años, vestido de negro, ante una persiana cerrada y bajo un cartel que rezaba..

LA PASTELERIA

Pequeña charla con el, comprobando, al parecer, que hablaba con la persona que le había enviado un correo hace unos días.

Soy Odin, encantado, dijo al tiempo que subió aquella persiana y nos daba paso al local.

LA PASTELERÍA es uno de los locales bdsm referencia en Madrid, lugar de Reunión de Amos y sumisas, nos explicó. Una pequeña, diminuta barra a mano izda, una decoración ebocando puntos barrocos y modernos al tiempo, y en la parte de abajo, la zona llamada "el obrador", o la mazmorra, nos dijo Odin.

Para entonces yo ya hacía gala de mi espontaneidad, charlaba con ese tipo bajito, con bigote, y vestido impoluto con un traje negro, mientras el nos contaba las normas del local.... Aquí cada uno hace lo que le de la gana, mirar es gratis, participar, solo si te invitan a ello, así qué.. Todo vuestro.

Pedimos una cerveza más y nos pusimos cómodos, poca gente aún, quien disfruta de mí sacó mi collar de cuero negro de su chaqueta y me lo puso al cuello apartando mi melena rizada. Tu estreno en sociedad, susurro en mi oído, en ese momento, algo más que mi corazón palpito en mi interior.

Algunos hombres me miraron de inmediato, un par de horas más tarde me comentaron que hasta ese momento, dudaban por mi vestido ajustado, si yo era la sumisa o la Domina de aquella pareja. Se alegraron de lo segundo.

Con la cerveza por la mitad, me llevó a esa parte de abajo, mientras bajaba las escaleras pude ver unos postes de madera con argollas, una jaula, una luz tenue a la izda. Una sala grande a continuación, con potros, trapecios de madera que colgaban del techo, gustas, varas, palas, esposas, más argollas, y una cruz de San Andrés en el centro de la pared.

Sentados, algunos hombres charlaban, junto a ellos, dos mujeres arrodillada, sentadas en sus talones, con las manos sobre los muslos, en silencio. Dos hombres solos en otro extremo, cada uno a su aire, disfrutando los dos de aquellas mujeres que aún vestidas, eran tremendamente llamativas en aquella posición. Por último un chico joven con melena y vestido de mujer, nos sonrió desde una esquina.

Nos paramos en el centro de la estancia..

"Bien,... Juguete, quítate el vestido"

Ni en alto ni en bajo, pero la frase la escucharon todos los presentes y levantaron la vista hacia nosotros, todos, menos las dos mujeres arrodilladas.

Puso su mirada en la mía, esperando.

No era la primera vez que me desnudaba delante de algunas personas, y hacerlo en un local como aquel, no sería un impedimento para mí.

Moví mis caderas despacio, subiendo la falda ajustada de aquel vestido negro, despacio, libere mi trasero al que solo apartaba del aire aquella tela, lo subí cruzando mis manos, se enredó la melena rizada, pare con el sobre mi cara, estirando mi cuerpo, mostrando mis pechos al frente, únicamente a la vista de aquel joven vestido de chica, el resto, quedaban a mi espalda.

Lo saque por entero, no hacía frío, no podía hacerlo, mi sexo depilado se encargaba de ello, del calor, que brotaba de su lava interna. Quedé en el centro de aquella habitación, desnuda, indefensa, exultante, pero con la mirada en el suelo y mis manos cruzadas en la espalda. Sentía las miradas.

Quién disfruta de mí se acerco a mi y me dijo...

"Ya llevas mi collar, pero necesitas tu cadena"

Ya la tenía en la mano, larga, pesada, la enganchó al cuero negro en mi garganta. Sin prisa, tiró de ella, la tenso, y me hizo avanzar hacia aquella cruz. Mi cara en la pared, por un momento quise darme la vuelta, ver si aquellas personas miraban la escena, no lo hice. Alzó mis manos, las ató a los extremos de aquella cruz invertida, hizo lo mismo con mis tobillos.

Alze mi culo, se pegaron mis pezones en las piedras de la pared, le sentía detrás de mi, agarró mi pelo, solté un gemido, todo ocurría despacio. Me besaba el cuello, la cadena oscilaba entre las piernas, casi abiertas del todo, haciendo que me preguntará si con aquella luz tenue, esas personas adivinarian el flujo brillante que yo sentía entre ellas.

"Muy bien juguete, eres un espectáculo, se que te gusta"

De repente, con su mano aún en mi pelo, sentí su mano sobre mí nalga, fuerte, cayendo rápido, contundente..

"Vamos a ver cuanto aguanta tu culo"

Me retorci con el segundo impacto, en la misma nalga, más sonoro, más fuerte aún, erizando mis pezones hasta separarlos de la piedra. Mis zapatos de tacón alzados, mi culo bien en alto, mi boca abierta.

Mi culo alojó 20 azotes en cada una de sus nalgas, ardían, sentía un río recorrer mi coño, miraba de reojo a aquel chico de la esquina, disfrutaba, me dijo después que quiso ser el.

Me libero despacio de aquella cruz, no mire atrás, pero vi que por delante, el ruido de los azotes había atraído más personal, había una docena junto a la entrada. SIbimos las escaleras con mi vestido en sus manos, conmigo desnuda y guiada por aquella cadena enganchada a mi collar.

Tomamos otra cerveza, desnuda, sobre mis tacones, con aquel collar y aquella correa, y las miradas lascivas del local, se había llenado.

No era la única desnuda allí, pero yo me sentí como si lo fuera. Charle con todos, con todas, con las personas que habían visualizado mi escena.

El chico vestido de chica, me comentó que nunca había visto nada tan sensual.

Mi collar, mi cadena, ya solo faltaba la cola de petra.

Soy Laura, disfruto dando placer.