La pasión nos venció

Susana y su primo se llevan muy bien comparten el mismo grupo de amigos y cuando este se separa de sus mujer Sonia lo consuela y descubre que siente algo por él y se enrollan.

LA PASIÓN NOS VENCIÓ.

Me llamo Susana, tengo 25 años y soy una chica bastante normal. Tengo un primo al que aprecio mucho y con el que he pasado muy buenos ratos desde mi niñez. Se llama Elías y tiene la misma edad que yo. Bueno en realidad yo tengo 10 días más que él, nos llevamos muy bien, nos tenemos mucha confianza, e incluso compartimos el mismo grupo de amigos. Hace un par de años se casó con Carmen, una chica del grupo con la que yo no me llevaba muy bien, ya que era muy creída y altiva. El matrimonio parecía ir bien, pero no sé porque a mi Carmen no me parecía trigo limpio y así se lo hice saber a mi primo antes de casarse, pero como estaba enamorado pues se casó con ella desoyendo mis consejos. Yo hasta ahora he seguido soltera y sin compromiso, porque todavía no he encontrado al hombre de mis sueños.

No sé si he dicho que mi primo es un chico bastante guapo, moreno, alto, con los ojos negros y sobre todo muy simpático. Nunca me sentí atraída por él, aunque sí consideraba que era guapo, pero para mí era como un hermano. Todo se precipitó hacía aquel pozo sin fondo cuando una tarde vino a casa, hace unas semanas, diciéndome que Carmen le había puesto los cuernos y que tras enterarse y hablar con ella esta le había dicho que quería separarse.

¿Qué voy a hacer sin ella? – me dijo entristecido.

Lo primero que pensé fue: " ya te lo dije que no era trigo limpio", pero no era el momento de decírselo, ya estaba bastante hundido como para escuchar mis reproches así que le dije:

No te preocupes, hay un montón de chicas por ahí dispuestas a darte un poco de amor.

Ambos estabamos sentados en el sofá de mi casa, uno junto al otro.

Pero yo no podré enamorarme de otra.

Claro que podrás – le dije yo pasando mi brazo por detrás de sus hombros para reconfortarle. – Sólo necesitas tiempo para olvidarla.

No quiero olvidarla. – me dijo mirándome fijamente a los ojos.

Ambos nos miramos intensamente y sin darnos cuenta nuestros labios se unieron y nos besamos. Cuando nuestros labios se separaron Elías me dijo:

Lo siento.

No, yo he tenido la culpa. – añadí yo.

Ambos nos sentíamos incómodos, por eso Elías se levantó y dijo:

Tengo que irme, ya nos veremos.

Si, ya nos veremos – afirmé yo.

Elías salió de mi casa y durante los tres próximos días, no supe nada de él. Pero el beso que me había dado no hacía más que torturarme cada vez que lo recordaba y de noche solo soñaba que hacíamos el amor sobre mi cama.

El sábado por la tarde salimos todo el grupo de amigos y él también vino, aunque sólo. Estuvimos media tarde evitándonos hasta que decidí acercarme a él, estabamos en la discoteca bailando, así que lo cogí de la mano y le llevé hasta el reservado.

No podemos seguir así – le dije – como si no hubiera pasado nada.

Tienes razón. No sé porque te besé, pero en ese momento no pude evitarlo. Lo siento. No volverá a pasar.

Pues yo no lo siento. En ese momento me di cuenta de que siento algo por ti, algo más fuerte y profundo que el simple amor que una mujer pueda sentir por su primo.

Elías se sorprendió al oír aquello. Me miró, luego me cogió de la mano y me dijo:

Ven.

Salimos de la discoteca. Cogimos el coche y nos fuimos a mi casa. Por el camino, ninguno de los dos dijo nada. La excitación nos embargaba a ambos. Al llegar a mi casa y tras aparcar el coche, ambos bajamos de él. Nos dirigimos hacía mi portal y antes de que pudiera abrir la puerta, Elías me abrazó y me besó con pasión. Sus manos recorrieron mi cuerpo por encima de la ropa. Cuando nos separamos abrí la puerta y entramos, nos dirigimos hacía el ascensor, entramos y tras apretar el botón Elías volvió a besarme con pasión, recorriendo todo mi cuerpo con sus manos por encima del vestido. Yo también recorrí su cuerpo con mis manos, la pasión se desató entre nosotros y empecé a desabrocharle los botones de la camisa mientras él me bajaba la cremallera del vestido. Llegamos a mi piso y salimos del ascensor, casí corriendo nos dirigimos a la puerta de mi piso y tras sacar las llaves abrí la puerta. Entramos, Elías cerró la puerta tras de sí, yo me dirigí hacía el comedor pero a medio camino mi primo me cogió de la mano y me detuvo. Volvió a besarme apasionadamente, empujó contra la pared y empezó a besarme suavemente en el cuello, descendiendo por mi hombro, me quitó el tirante del vestido, (bajo el que no llevaba sujetador) luego siguió descendiendo hasta mi pecho, que lo lamió suavemente. Yo entretanto le había quitado la camisa y le acariciaba su torso desnudo y bien torneado con las palmas de mis manos, él se concentraba ahora en besarme el otro hombro, bajándome el tirante del vestido y dejándolo caer al suelo, lamió mi seno rodeando la aureola, que luego atrapó entre sus labios y la chupeteó y mordió.

¡Ah, ah! – gemí, mientras trataba de desabrochar sus pantalones.

Elías acarició mis piernas y luego metiendo su mano por entre mis bragas, buscó mi sexo húmedo ya por la calentura y lo acarició. Yo le bajé los pantalones y acaricié su sexo por encima del boxer que llevaba, tan ajustado que marcaba perfectamente su pene ya erecto. Mientras él con su dedo índice había encontrado mi clítoris y lo masajeaba haciendo pequeños y lentos círculos sobre él, que me proporcionaban una agradable sensación. Nuestros labios y nuestras lenguas jugueteaban entre sí bailando la danza del amor y el sexo.

Entonces Elías dejó de acariciar mi sexo, llevó su mano hasta mi culo y apretándome contra él me besó salvajemente.

Te deseo tanto – dijo al separarnos. Y seguidamente me hizo poner de espaldas a él, pegada a la pared.

Me lamió el lóbulo de la oreja y luego me susurró:

¿Quieres que te folle, prima?

Sí – asentí yo.

En aquel momento Elías me arrancó las bragas, pasó sus dedos por mi sexo mojándolos en mi humedad y seguidamente, introdujo uno de ellos por mi ano.

¿Quieres que te lo haga por todas parte? – volvió a preguntarme.

Sí – afirmé de nuevo y sentí como su sexo erecto y desnudo chocaba contra mi culo, luego lo dirigió hacía mi sexo y lo restregó por mis labios vaginales mojándolo con mis jugos.

Me sujetó por las caderas haciéndome poner el culo en pompa. Guió su erecto falo hacía mi húmeda vagina y de un solo empujón me penetró.

¡Ah! – gemí al sentirle en mi interior.

Entonces comenzó a arremeter despacio, a un ritmo muy pausado.

Ven- me indicó y muy despacito, sujetándome por los hombre me hizo caminar los pocos metros que nos quedaban hasta llegar la comedor, sin que su sexo saliera de mí, fue una sensación muy placentera.

En el comedor, junto a la puerta estaba la mesa, sobre la que me hizo reclinar, y siguió empujando con rapidez una y otra vez.

¡ Ahhhhaaaahhhh!

¡Ahhh, ahhhhaaaahhhh! – gimió él excitado.

Seguidamente Elías se recostó sobre mí. Me besó el cuello con ternura y dijo:

Siempre me has gustado, Susi.

Hacia mucho que no me llamaba con el apelativo, desde que éramos unos críos y me gustó. Sus manos se introdujeron entre la madera y mi cuerpo y buscaron mi clítoris, lo acarició suavemente, mientras acometía despacio una y otra vez. Sentía sus huevos chocando con mis labios vaginales y su respiración entrecortada en mi oído, lo que me excitaba aún más.

¡ Aaaahhhh! – gemí embriagada por el placer.

¡Oh, oh¡ – gimió también mi primo.

Elías siguió penetrándome unos segundos más, luego se incorporó sin detenerse y cuando yo estaba apunto de correrme sacó su verga de mí.

¡Oh, no! – protesté con cierta decepción.

Espera – dijo él - ¿No querías que te lo hiciera por todas partes? – y entonces puso su verga en la entrada de mi ano y muy lentamente fue introduciéndola.

Cuando la tuve toda dentro empezó el vaivén, primer lento y pausado, mientras me sujetaba por las caderas, luego más rápido, aumentado el ritmo poco a poco y haciéndome estremecer cada vez más.

¡Ah, sí, síííí, así! – musité.

El placer recorría mi cuerpo, sentía su polla llenando mi culo, sentía como crecía y como entraba y salía de mí sin descanso.

¡Oh, oh, oh! – gemía él.

Las manos de Elías ascendieron por mi espalda, hasta mi hombros y empujándome hacía a él sus embestidas se hicieron más rápidas, bruscas y violentas. Lo que hizo que el placer aumentara y yo gritara:

¡Si, así, así, más, más! ¡Me voy a correr!

Entonces empecé a sentir como el orgasmo nacía poco a poco en mi sexo y se extendía por todo mi cuerpo. También Elías estaba a punto de correrse, lo noté al sentir como se hinchaba su verga y como empujaba cada vez con más fuerza. En pocos segundos ambos explotábamos en un éxtasis demoledor. Cuando ambos dejamos de convulsionarnos Elías se recostó sobre mi espalda, me rodeó con sus brazos y me abrazó diciendo:

Te amo.

Luego, se separó de mí. Yo me incorporé y me giré hacía a él. Nos besamos con pasión y luego le dije:

Yo también te amo.

Tendremos que decírselos a nuestros padres. No va a ser fácil.

Sí, pero ya pensaremos en eso mañana. Vamos a dormir – propuse.

Vale, vamos.

Nos acostamos y a partir de aquel día pasamos un montón de noches juntos.