La pasión de Gladys

Una bella mujer casada encuentra en las páginas eróticas el hombre que despierta en ella todos sus deseos reprimidos.

Autor: Salvador

Dirección: demadariaga@hotmail.com

La pasión de Gladys ( I )

El fin de semana lo vivió en estado permanente de excitación, preparándose para este momento, imaginando todas las sensaciones que experimentaría..Y hoy, cuando el momento que tanto había imaginado y ansiado había llegado, la hora de la verdad, una calma desconocida se había apoderado de ella. Si alguien la observara en estos momentos, solo vería sus movimientos rutinarios, de aquellos que de tanto repetirlos día tras día se tornaban mecánicos: abrir la oficina, encender el pc, beber su café mañanero y prepararse para otra jornada de trabajo. Pero ese observador no vería el ligero temblor de sus manos al abrir la puerta de la oficina o al encender el pc o la agitación de su pecho cuando finalmente se sentó frente a la pantalla para iniciar la sesión para la que tanto se había preparado.

Pero esa calma externa era aparente pues dentro de ella un fuego parecía consumirla, oprimiendo su pecho por la ansiedad que le producía lo trasgresor de lo que estaba a punto de hacer.

Todo en ella decía que eso no era correcto, que estaba en contra de todas sus normas morales. Sin embargo, su cuerpo parecía moverse con energía que no era suya, ajena a la razón, empujándola inexorablemente a algo que haría pese a todo lo que su mente decía en contrario, pese a su rígida formación moral que le decía que era pecado faltar al juramente de fidelidad que diera cuando se casó con Ricardo.

Desde el fondo de Gladys pugnaba por salir otra mujer, una que estaba plena de necesidades, que ansiaba sentirse sumida completamente en la vorágine del sexo total, en que la realidad perdía sentido, especialmente esa realidad rutinaria a la que estaba sometida día tras día, en que nada parecía cambiar en una vida que se le hacía plana, chata, con un hogar en que todo era previsible, con todos los días iguales al anterior y al siguiente, con un marido que ya no le satisfacía como antes o al menos como su cuerpo ansiaba ahora, después de conocer a Ricardo, el otro Ricardo, el que en unos momentos se convertiría en su amante virtual

No debía hacerlo pero sabia que lo haría, pese a todo.

Su cuerpo de mujer sensual en la plenitud de sus condiciones físicas, con sus 33 años plenos de deseos carnales que la rutina del matrimonio no lograba colmar, le pedía nuevas experiencias que hacia años ya que su esposo no le brindaba. Un marido dos años mayor que ella, pero que en en su comportamiento sexual se le hacía mucho mayor. Su falta de incentivo en la cama había terminado por hacerle insoportable los momentos de intimidad entre ambos y ahora podría decir que fue esa insatisfacción lo que la empujó de los brazos de Ricardo, su esposo, a los de Ricardo, su amante virtual.

Un amiga le recomendó las páginas de relatos eróticos en internet y ella buscó en esas fantasías una válvula de escape. a su rutina sexual.

Tal fuera simple azar, pero a Gladys estaba segura que fue el destino que le había hecho esta jugada, para entregarla a ese hombre que tenía el mismo nombre de su esposo y que, en lugar de éste, ocupando su lugar en la intimidad de sus sentimientos, la llevó a experiencias nunca imaginadas en lo sexual.

De la manera en que sucedió daba para pensar en tenía razón.

La primera vez que visitó una de estas páginas leyó un relato que la impresionó a tal grado que no pudo resistirse a la tentación de escribirle al autor para felicitarlo y solicitarle que le enviara la continuación de la historia que había leído, la que tenía una trama interesante que invitaba a seguirla hasta su conclusión.

¿Por qué se atrevió a escribirle a un desconocido? ¿Y justamente a un hombre que escribía relatos eróticos, para felicitarlo incluso? No supo responderse y no quiso hacerlo. . Solo debía hacerlo, sin importar lo que viniera.

Ese fue el primer acto de la nueva Gladys, acto que a la anterior Gladys le era absolutamente reprobable e inmoral.

.

Ricardo, el otro Ricardo, le respondió. Y ese fue el inicio de una relación que la llevaría en una pendiente de excesos en que asomaría su nueva personalidad.

Para Gladys era el destino que le tenia dispuesto ese encuentro que cambiaria todos sus esquemas, al punto que hoy estaba dispuesta a entregarse a ese hombre frente a una cámara que le llevaría su imagen por internet, sin importarle las consecuencias de lo que iba a hacer.

¿Y si alguien la sorprendía mientras se entregaba al juego sexual frente a la cámara web? No le importaba ni siquiera el escándalo que se produciría entre el resto del personal si era sorprendida en labores tan poco "oficiales". Ella creía haber tomado las precauciones necesarias para no ser pillada en falta, aunque todas sus medidas de seguridad se habían reducido a llegar antes que el resto de sus compañeros de trabajo y cerrar la puerta de su oficina.

Habían quedado de acuerdo el viernes anterior y todo el fin de semana ella se preparó para ese momento, eligiendo un sostén negro y un bikini rojo, pensando que ser verían mejor en la pantalla en que Ricardo, el otro Ricardo, la vería. Una blusa blanca y una falda negra completaban una indumentaria que estaba segura que a el le agradarían pues facilitaban el mostrarle sus intimidades.

.

Con mano decidida encendió el pc y conecto la cámara web, ubicándola de forma tal que captara el mejor ángulo del espectáculo que estaba por entregarle a su amante virtual.

.

Ricardo ya estaba en la red, esperándola.

Tenían no más de media hora para estar a solas.

Sin mayores preámbulos, Gladys bajó la blusa blanca y le regaló la visión de sus senos, que coparon la pantalla mostrando su voluminosa dimensión, con sus pezones enhiestos, desafiantes, pidiendo ser besados, lamido, mordidos, sobados, acariciados., como el se lo dijo inmediatamente, devolviéndole la pantalla sus expresiones de admiración, que para ella fueron el incentivo suficiente para sentirme cómoda y así ser más audaz.

Se alejó y se apoyo en el escritorio del fondo, a cierta distancia de la cámara, de manera que el pudiera verla desde los senos a los pies.

Subió la falda, mostrando su bikini rojo, que bajó con lentitud hasta que quedara en el suelo mientras su sexo al aire mostraba una mata de pelo rodeando la vulva, que empezó a acariciar lascivamente, brindándole a su lejano amante el espectáculo de una masturbación lenta, suave, como si estuviera en la soledad de su dormitorio como en la tarde del día anterior cuando, pensando en el y en este momento, no pudo resistir entregarse al placer solitario.

.

Se acercó a la pantalla que le entregaba las impresiones de Ricardo, maravillado por lo que veía: un par de piernas exquisitas que enmarcaban un sexo que era acariciado lentamente, pidiendo una verga para ser penetrado.

Se dio vuelta y le mostró su culo, pasando una mano entre sus nalgas, deteniéndose a la altura de su hoyo posterior, con un dedo insinuándose a la entrada de este, como pidiendo que la penetraran por ahí.

Ricardo, con su verga en la mano, se extasiaba con el espectáculo de las intimidades que gladys le exponía en la pantalla e inicia una masturbación furiosa mientras sus ojos no pierden detalle de los diferentes rincones del cuerpo de su amante distante.

Ambos gozaban por igual : ella con lo que hacía frene a la cámara, sabiendo que el la estaba viendo y el con la visión de las partes intimas de ella tan cerca, como si bastara con levantar la mano y acariciar su sexo, su culo, sus senos.

Como si el deseo que anidaba en sus pechos fuera una fuerza invisible que pudiera borrar la barrera de la distancia, ambos se sintieron transportados y se vieron fundidos en un solo abrazo, en la oficina de ella: Ricardo de rodillas frente a Gladys, que seguía con su sexo expuesto frente a el, la toma de las nalgas y su boca se posa en la vulva ardiente, deseosa de su lengua.

Y el no la defrauda: hunde su lengua en el canal húmedo en busca de su clítoris. Su lengua explora entre los pliegues mojados del sexo de su amada hasta que siente la ligera dureza del pedazo de carne sensible que buscaba. Gladys reacciona inmediatamente cuando siente la presión de la lengua de su amante en su clítoris y se siente invadida por un calor insoportable, preludio de una vorágine de estertores que la sacuden largo rato, terminando en un torrente seminal que inunda la cara de Ricardo y cae hasta formar un charco en el suelo.

Ahora es el turno de ella de agacharse. Sin que el se lo pidiera ella se arrodilló frente a su amante e introdujo su verga en su boca, empezando a mover sus labios desde la cabeza hasta el inicio de sus bolas, pasando por su tronco, haciendo que la barra de carne apareciera y desapareciera entre sus labios. Las pocas veces que Ricardo, el otro, su esposo, le exigió mamarle el instrumento, ella lo hizo con reticencia, pues nunca terminó de agradarle esa práctica. Pero ahora lo hace voluntariamente, sin que Ricardo, el otro, su amante, se lo pidiera. Sintió que deseaba hacerlo y ahora que su instrumento entraba y salía de su boca sentía un goce increíble sabiendo que lo estaba haciendo feliz chupándole la verga..Y le gustaba el sabor de ese pedazo de carne en su paladar, el roce que hacia al entrar y salir y los golpes en su garganta..

Y cuando el clímax le llegó a Ricardo, un chorro le golpeó ala fondo de su garganta, inundándola de semen, que ella tragó con gusto.

Se miraron a los ojos, sabiendo ambos que la hora de la verdad había llegado, que finalmente sus cuerpos se fundirían en la copula que tanto esperaban.

En silencio, mirándolo a los ojos, Gladys se sentó en el escritorio, donde quedó con los pies colgando. Sabía que así debía ser, lo leía en sus ojos. No necesitó instrucciones previas. Y el la dejó hacer.

Ricardo, con la verga ya dispuesta, se acercó a ella, levantó las piernas que colgaban y las llevó sobre sus hombros, de manera que el sexo de ella quedaba completamente indefensa, expuesta a su vista y a la penetración que vendría. El pedazo de carne que sobresalía entre los labios del canal le invitaban a que la penetrara. y su verga ansiaba hacerlo. Pero el espectáculo de su sexo abierto, totalmente entregado a sus deseos, era tan sensual para él que se deleitó unos instantes con la visión antes de empezar la penetración.

Los ojos abiertos de ella fijos en su instrumento, la transpiración que inundaba sus senos, la ansiedad de su rostro por la inminente penetración le hicieron apartar sus ojos del sexo de Gladys y llevando su mano a su verga, la dirigió a la entrada de la vulva, la que se abrió ansiosa a la invasión. Y el intruso. Inició la invasión, lentamente.

Primero fue la cabeza. Después le siguió el tronco, lentamente, como queriendo evitarle molestias a Gladys. Era tal la suavidad que le imprimía a sus movimientos que daba la impresión que la estaba desflorando.

La verga se perdió en la cavidad húmeda de Gladys que, con los ojos cerrados y su boca entre abierta, sonreía pensando que ese era el momento que tanto había ansiado, esperado, soñado y que ahora se le hacía realidad. Con esos pensamientos se apoderó de la cintura de su macho y le imprimió mayor fuerzas a sus propios movimientos pelvianos.

Respondiendo a sus movimientos, Ricardo la tomó de las nalgas y atrayéndola hacia si, la galopo cada vez con mas fuerzas, hasta que en un momento determinado sus movimientos eran desenfrenados, al igual que los de ella, que se había abandonado completamente a este acto de lujuria por el que tanto había soñado.

Todo lo que ella había imaginado como consecuencia de la lectura del cuento erótico de Ricardo que había leído en internet ahora se hacía realidad. Gozaba como nunca antes lo había hecho, como no creyera pudiera llegar a gozar.

Ricardo no solamente escribía excitantes relatos eróticos sino que también era un excelente amante y las experiencias que relataba eran producto de largos años de combates amorosos cuyos resultados ahora ella podía disfrutar sintiendo como la hacía gozar.

Ambos acabaron al unísono, Ricardo con su verga completamente clavada en Gladys y ella apretada a el, como queriendo fundir su cuerpo con el de su macho violador. ¿Violador?

Bueno, sonaba erótico decirlo de eso modo, pero ella sabia que ese momento lo había vivido conciente, voluntariamente. pero de alguna manera se sentía violada.

Tal vez eran restos de su carga moral que la hacia pensar en lo que había hecho: traicionar a su marido. y sentía que solamente una violación podría ser la única excusa a ello, que solamente de esa manera se podría explicar esta falta increíble a su promesa de fidelidad. pero bien sabia que no era así, como también sabia que nunca había gozado como ahora. Y la única violación era la que ella había hecho con su juramente de fidelidad a Ricardo, el otro, su esposo.

Pero ella no estaba en esos momentos para elucubraciones morales. Había gozado como nunca antes y sentía que podía seguir haciéndolo. Que ese hombre aún tenía más que entregarle y ella deseaba seguir gozando lo que el pudiera regalarle.

Con esos pensamientos en la cabeza se dio vuelta, se apoyo en el escritorio y le mostró su culo, para que el dispusiera de su parte trasera a su antojo. Y el aceptó gustoso el ofrecimiento, abriendo sus piernas y la penetro, tomando sus senos entre las manos, con los que se ayudó para empujar toda su verga, que el sexo de ella recibió gustosa.

Mientras empujaba por entre sus nalgas, el disfrutaba el espectáculo del culo de Gladys que se movía furiosamente, lleno de vitalidad, moreno, carnoso, por el que se perdía la verga para volver a aparecer expeliendo el vapor que se formaba por el cambio de temperatura entre el interior de ella y el exterior, mientras Gladys acercaba y alejaba sus nalgas con desesperación, intentando atraparlo nuevamente en su interior.

Cuando los movimientos de ella se hicieron incontrolables y presintiendo que el calor interno estaba por denunciar un nuevo orgasmo que el deseaba dilatar, Ricardo sacó su verga y se acostó en el suelo, con su trozo de carne levantado cual hasta de bandera, sin decir palabra. Esperaba la reacción de ella.

Gladys no necesitó instrucción alguna. Comprendió inmediatamente lo que el deseaba de ella.

Poniendo sus piernas a cada lado del cuerpo de Ricardo, de frente a el, sin apartar los ojos de sus ojos, se dejo caer lentamente sobre su verga, la que se perdió en su gruta, que lo trago completamente.

Después siguió una batalla furiosa por llegar al orgasmo, en que el se aferra a los senos de Gladys, que por su parte sube y baja su cuerpo cubierto de sudor sobre el trozo de carne que entra y sale con cada embestida. Pero una batalla tan intensa no podía durar mucho, considerando los deseos de ambos por gozar y lo erótico de la situación que estaban viviendo: frente a frente, la vista fija en el otro, viendo como el o ella buscaban con furia el final de la batalla amorosa.

Acabaron en un torrente de semen que formó un charco en el suelo con los jugos de ambos, mientras ella reposaba sobre el pecho de el, buscando normalizar la agitación de su cuerpo.

.

Después de un momento de descanso, Ricardo le pidió ponerse en cuatro patas y ella obedeció dócilmente, sabiendo que le entregaría por vez primera su culo a un hombre. y el la penetro completamente, haciendo que el dolor de ella se convirtiera en grito, que después de un rato era en quejido de amor motivado por las entradas y salidas de la verga de su macho por su entrada posterior y por la alegría que le producía saber que le había entregado a Ricardo, el otro, su amante, algo que nunca le permitió a Ricardo, el otro, su esposo. Para ella era como estarle entregando su virginidad, aunque fuera la de su culo.

Cuando el la inundó de semen, ella sintió que finalmente era suya, que le había entregado algo valioso, que solamente a él podría entregar.

Se recostaron, abatidos por el cansancio pero felices de haber cumplido finalmente sus sueños eróticos, sabiendo ambos que este era solamente el inicio.

Gladys abrió los ojos y se encontró apoyada al escritorio, con un dedo aun metido en su sexo, del cual caían aún gotas de líquido seminal que iban a engrosar el charco que se había formado en el suelo, entre sus pies, por la eyaculación que le había producido su "encuentro" con su amante virtual, cuyas frases eróticas inundaban la pantalla del pc. Eran esas palabras, tan vívidas, que explicaban tan detalladamente lo que el le haría a ella, las que habían producido su rapto sexual y el consiguiente orgasmo, cuya prueba estaba al pie de ella, en el piso.

Se sintió completamente satisfecha con la experiencia. Había valido la expectativa, a juzgar por las sensaciones vividas bajo el influjo de ese hombre que la hacía sentir en carne viva las delicias del amor prohibido.

Y más satisfecha se sintió sabiendo que su engaño a su esposo no había sido físico. Y si todo había sucedido en su imaginación, entonces nada había sucedido, a pesar del charco de semen a sus pies.

Pero ese resto de moralidad que le hacía creer que aún le era fiel a su esposo le impidió en ese momento calibrar los límites a los que podría llevarla esa pasión a la distancia.

Si bien ahora consideraba que no había violado su juramente de fidelidad era porque no sabía los reales límites a los que podría llegar con ese hombre que a la distancia estaba dirigiendo su vida.

Y tampoco sabía en ese momento que todo se precipitaría demasiado pronto.