La pasantía del sexo, mi nuevo empleo
Es cierto, no sabía lo que estaba pasando, pero Ignacio se iba a encargar de que muy pronto lo averiguara. Iba a pagar muy caro mi noche de borrachera junto a él.
Apenas abrí los ojos esa mañana, lo vi a mi lado y supe que algo no estaba bien... ahí estaba desnudo a mi lado durmiendo. Al principio me asusté, no lo reconocí a él ni al lugar y tampoco podía recordar lo ocurrido la noche anterior, al parecer el alcohol ingerido aún tenía un poco nublado mi juicio y mi memoria. Cerré los ojos y los volví a abrir, esperando despertar en mi cama como todas las mañanas, pero eso no ocurrió, seguía junto a Ignacio. Poco a poco fui recordando los acontecimientos, pero no logré recrear la noche completa. Había una pregunta que no lograba contestar: ¿dónde estaba y cómo diablos había llegado allí? Empecé a recordar lo ocurrido desde que conocí a Ignacio hacía unos meses, cuando llegó a trabajar a la oficina, viendo si encontraba claves que me dijeran qué había pasado.
Él es un abogado muy reconocido que llegó a reemplazar a mi jefa que se había mudado a otra ciudad con su familia, en la firma donde estaba haciendo mi pasantía. Como yo conocía los casos en los que estaba trabajando, me dijeron que siguiera trabajando con Ignacio, para ponerlo un poco al día de la situación de cada uno. A él pareció no molestarle la situación, así que empezamos a trabajar juntos.
Las primeras semanas fueron de mucho trabajo, tenía que ponerlo al día de los 15 casos que llevaba Javiera, y rápido, pues había que sacarlos adelante. Él es abogado penalista, mi misma área de interés por lo que se ofreció a enseñarme mientras viéramos los casos, por lo que yo tampoco tuve problema de trabajar con él, además que a pesar de sus cerca de 50 años me parecía atractivo, lo que es un plus cuando tienes que estar encerrado en la oficina con esa persona. Es de estatura promedio, de complexión atlética, cabello negro en el que se comienzan a insinuar las canas, tez clara, ojos grises de mirada profunda y una boca que siempre parece mostrar una sonrisa mordaz. El conjunto me parecía muy enigmático y atractivo.
Yo por mi parte, con 23 años acabo de terminar de cursar mis ramos de derecho en la universidad, quedándome pendiente la práctica y la tesis para recibir el título. Físicamente no soy una modelo, pero me defiendo. Soy bajita, no mido más de 1,6 m, pero tengo un cuerpo curvilíneo, piernas largas de tez blanca, largo cabello castaño ondulado, grandes ojos almendrados con largas pestañas y unas pocas pecas traviesas sobre mi pequeña nariz
Más de una noche nos quedamos hasta tarde trabajando: comíamos y pasábamos tanto tiempo juntos que fue imposible no terminar hablando de nosotros, nuestras vidas, nuestros gustos, nuestros planes y por supuesto de sexo. Esto ocurrió una noche cerca de las 11 de la noche, habíamos ordenado sushi para comer y estábamos repasando un caso de robo con violación a una chica de 25 años. Mientras comíamos el tema fluyó natural, pues tenía mucha relación con nuestro trabajo. Me contó de sus andanzas en la universidad y yo le conté de las mías y de como cuando entre mis amigas cuando una no quería contestar tenía que sacarse una prenda de ropa.
Entre risas me dijo que le parecía una buena idea y que podíamos jugar a eso para salir un poco del tedio del trabajo. Dudé un poco, estábamos en la oficina lo que me hacía sentir incómoda, aunque sabía que por la hora no quedaba nadie más trabajando. Nunca he sido mojigata, ni vengo de una familia tan tradicional, pero tampoco soy de las que salta de una cama a otra, de hecho solo me he acostado con los novios que tuve durante el periodo de la universidad. Sin embargo, había algo en él que me nublaba el juicio y me impedía pensar con claridad. Finalmente después de un par de bromas me convenció y empezamos con las rondas de preguntas.
Empezamos con preguntas sencillas como cuantas parejas ha tenido cada uno, lugares donde hemos tenido sexo, posiciones favoritas, pero poco a poco las preguntas empezaron a subir de tono y empezamos a preguntarnos sobre experiencias más personales y los pases empezaron a ser más frecuentes. Cuando me preguntó que pensaba de intentarlo con otra mujer no quise contestar, así que me quité los tacones, era una jugada segura, pues no mostraba nada. Le hice la misma pregunta de vuelta y tampoco quiso contestar, por lo que se sacó la camisa (su corbata y chaqueta se las había sacado antes que llegara la comida), dejando ver un muy bien conservado cuerpo para su edad.
Luego me preguntó si seguía siendo virgen anal, me avergoncé, no sé porqué de decirle que sí, así que me saqué la blusa y luego le pregunté si él había penetrado un culito, como tampoco quiso contestar se quitó los zapatos. A la ronda siguiente contesté algo relacionado con haber observado a otras parejas teniendo sexo, pero cuando le hice la misma pregunta de vuelta no quiso contestar y se sacó los calcetines.
La siguiente pregunta que me hizo fue acerca de los tríos y no quise contestar por lo que me quité las medias y como el tampoco contestó se quitó los pantalones. Huboe otras preguntas que contestamos los dos, pero cuando me preguntó si me tendría relaciones con otras personas mirándome me quité el tanga por debajo de la falda, permaneciendo un poco tapada. Al hacerle la contra pregunta, él tampoco contestó y se quitó la última prenda que le quedaba, quedando senado a mi lado completamente desnudo. En ese momento me preguntó que pensaba yo de la sumisión en el sexo, como no quería contestar que había fantaseado un poco con ello y tampoco quería sacarme más ropa pues me quedaba solo la falda y el sujetador, le dije riéndome que el juego había terminado porque él había perdido.
Estábamos sentados muy cerca, en el mismo sillón de lado mirándonos. El verlo desnudo me estaba gustando mucho, y se notaba que a él también porque su miembro no estaba durmiendo sino que me apuntaba insolente. Se tomo a la risa mi respuesta, tratándome de ser una chica astuta y se inclinó riéndose hacia mi, rozando mi brazo con el suyo y su cabeza contra uno de mis senos, lo que provocó una corriente en mi cuerpo. Estaba confundida y no sabía que hacer, hasta que él tomó la iniciativa, se acercó a mí y me besó mientras sus manos acariciaban mis tetas por sobre la ropa interior.
Como no hice nada al respecto, hizo una jugada más atrevida, quitándome el sujetador, frente a lo cual ya no pude contenerme (llevaba dos meses sin sexo, desde que había terminado con mi novio) y había algo en él que me calentaba muchísimo, así que respondí su beso. Viendo que ya no había resistencia de mi parte, de un solo movimiento me había dejado debajo de él y había levantado mi falda hasta las caderas, dejando a la vista mi conchita bien depilada. Se inclinó sobre ella y me la chupó mientras sus manos acariciaban mis tetas. Yo estaba muy caliente, en parte por el morbo de la situación de estar en la oficina en esas condiciones con mi jefe y en parte porque hacía mucho tiempo que no tenía sexo, que en menos de 10 minutos gemía como una loca, pidiéndole que me metiera su polla para correrme, pero él hizo caso omiso de mi petición y me siguió chupando y magreando las tetas hasta que me corrí. Yo estaba lista, pero sabía que ahora tenía de volverle el favor, así que me puse en cuatro en el suelo y me acerqué a él que estaba sentado en el sofá y comencé a mamarle la polla.
No era muy larga, pero sí era muy gruesa, así que empecé con el glande, mientras con una mano acariciaba sus bolas. Lo envolvía con mis labios, luego recorría todo el tronco con mi lengua y luego volvía al glande. Así estuve un rato hasta que las venas empezaron a palpitar y decidí que era momento de empezar el mete y saca. Lo metía hasta el fondo de mi garganta, presionando con la lengua y luego lo retiraba con suavidad, mientras él gemía y con sus manos acompañaba los movimientos de mi cabeza, hasta que en un momento decidió que ya no quería salir más de ahí y me mantuvo con el falo hasta el fondo de mi garganta hasta que sentí como su leche chocaba en mi boca.
Mientras lo limpiaba, sus manos comenzaron a masajearme de nuevo y a calentarme, así que seguí chupando hasta que volví a sentir como esa torre de carne se endurecía y cobraba vida en mi boca. Me puso en cuatro sobre el sofá y con un frenético mete y saca que duró un par de minutos se corrió en mi chorito. Terminamos los dos cansados y saciados. En ese momento tuve un momento de lucidez y la histeria se apoderó de mí: “es mi jefe, que he hecho!!!” Pero el me dijo que hasta ahí llegaba el trabajo por ese día y que como ya era tarde me pasaría a dejar a mi casa. A penas estuve en mi apartamento me acosté, aunque me costó quedarme dormida, no podía dejar de pensar en lo que recién había ocurrido. No podía negar que me había encantado, pero sabía que esto no se podía repetir si quería conservar mi trabajo.
Al día siguiente no sabía como enfrentar a mi jefe, me sentía avergonzada de no haber podido reprimir mis impulsos. Pero cuando llegué me recibió como cualquier día, entusiasta y al notar mi estado, me tranquilizó diciendo que no me preocupara, que había sido el trabajo que había llevado a eso y que no pensaba mal de mí, así que hiciéramos como que no había pasado nada. Eso me tranquilizó y pudo seguir trabajando.
A pesar de la conversación en las semanas siguientes la situación se repitió más menos parecida en 3 ocasiones. Yo no podía quejarme, lo pasaba increíble con él, era un hombre experimentado, que sabía hacerme gozar y explorar mis límites. Lo único que le pedía era mantener la relación en la oficina y no en la casa de ninguno de los dos, lo que aparentemente se dio como un acuerdo tácito entre los dos sin necesidad de tocar el tema. Tampoco es que estuviésemos haciendo algo terrible, los dos éramos solteros (él divorciado hacía algunos años) y no le debíamos explicaciones a nadie.
De esta forma llegamos a la noche anterior...
Era viernes por la tarde y nos entregaron la resolución del caso de la violación, en que habíamos ganado. Era la primera sentencia a nuestro favor desde que trabajábamos juntos (en realidad la primera sentencia recibida), por lo que decidimos salir a tomarnos algo para celebrar el triunfo. Apenas salimos de la oficina, nos fuimos a un bar cercano a la oficina, donde nos tomamos unos mojitos. Después de 2 tragos, ya estaba animada y con ganas de aprovechar la noche, por lo que después de un rato lo convencí que me acompañara a bailar a alguna parte, finalmente accedió y partimos a una disco que quedaba cerca. Entre el baile, el ambiente el alcohol y mi pareja de baile que ponía como loca, yo estaba fuera de mí y me frotaba contra él y lo besaba. Ni tonto, él se dejaba hacer y me tocaba también.
Nos quedamos bailando y tocándonos hasta que cerraron la disco, entonces nos fuimos a su auto, pues el se ofreció para llevarme a mi casa. Pero yo estaba muy caliente después del espectáculo que habíamos dado y cuando nos subimos al auto, le dije que no me movería de ahí hasta que me penetrara. Me senté sobre él en el asiento del conductor y subí mi falda. No se hizo de rogar y se dispuso a chuparme las tetas, mientras lo hacía abrí su pantalón dejando salir su miembro duro. Lo restregué entre mis labios que ya estaban bien mojados, hasta que ya los dos estábamos muy calientes, entonces lo puse a la entrada de mi concha mojada y poco a poco me fui sentando sobre él penetrándome con ese trozo de carne que tanto me hacía gozar. Una vez que lo tuve completamente adentro, me puse a cabalgar hasta que se corrió en mi interior mientras seguía chupándome y magreándome las tetas.
Luego de terminar, caí sobre él y ahí me quedé unos minutos hasta que me ofreció una botella con agua, diciendo que me haría sentir mejor. Bebí un par de sorbos y volví a mi asiento. Ahí me quedé dormida y no supe más de lo que pasó, hasta que desperté en lo que supuse era el apartamento de Ignacio.
No sabía la hora que era ni donde estaba, por lo que decidí despertarlo. Mi sorpresa fue suprema cuando al hacerlo, me propinó una bofetada que me botó de la cama y me dijo “puta de mierda, la primera regla es nunca hablarle a tu amo sin su permiso y mucho menos despertarlo, estúpida!”. No sabía lo que estaba pasando, por lo que asustada me acurruqué en el suelo mientras las lágrimas caían por mis mejillas.
Es cierto, no sabía lo que estaba pasando, pero Ignacio se iba a encargar de que muy pronto lo averiguara. Iba a pagar muy caro mi noche de borrachera junto a él.