La pasantía del sexo, mi nuevo empleo (3)
Pareciera que leyó mis pensamientos porque en ese momento me dijo: "Llegará el día en que estas humillaciones te pongan más caliente que nada, créeme."
Aproveché el agua de la ducha no sólo para lavarme bien, sino también porque me ayuda a poner los pensamientos en orden. Estaba claro que no había nada que hacer, pues con el material gráfico que poseía Ignacio, y la posible manipulación que podía hacer de él, solo lograría yo quedar muy mal parada frente a mis jefes, mis padres, mis amigos, la universidad, etc. No me gustaba la nueva situación en la que me encontraba, pero tendría que buscar la forma de adaptarme.
Un golpe en la puerta me cortó el hilo de los pensamientos. Ignacio me estaba apurando porque había que salir. Corté el agua, me envolví con la toalla y salí del baño. Encima de la cama había un conjunto de ropa interior azul, una falda color crema y una blusa transparente azul, en el suelo había unos tacones crema. Asumí que era mi tenida así que me la coloqué, el conjunto era una talla más chica que yo, la falda demasiado corta y la blusa dejaba entrever mis tetas, sin embargo, al verme en el espejo, el atuendo no se veía tan barato como había imaginado, estaba en el límite de lo aceptable. Volví al baño para peinarme y maquillarme suavemente y luego salí de la habitación para encarar a Ignacio.
Lo busqué en el apartamento y por lo que pude mirar mientras caminaba, me di cuenta que, a pesar de ser un apartamento, era muy grande y lujoso. Finalmente lo encontré en el living y al verme entrar se me quedó mirando y una sonrisa cruzó su cara al ver que mi vista estaba fija en el suelo. Se me acercó y metió una mano dentro de la blusa para apretar una de mis tetas, hasta provocarme dolor. Al ver la mueca en mi cara aflojó la presión y me dijo:
- Estas preciosa, casi me olvido que eres una perra. Ahora vamos, para alcanzar a hacer todo lo que tenemos pendiente.
Sin decir nada lo seguí hasta el auto, nos subimos y condujo hasta mi apartamento, durante los 15 minutos que duró el viaje ninguno de los dos dijo una sola palabra, al parecer disfrutaba ver como me atormentaba la situación. Al llegar se estacionó y subimos a mi piso. Me dijo que teníamos que revisar mi ropa para ver que me podía servir, así que apenas entramos nos dirigimos a mi cuarto, abrió el closet y se dispuso a revisar prenda por prenda todo lo que había adentro.
- No solo necesitamos tu uniforme de perrita, necesitas ropa decente para ir a la oficina – lo quedé mirando, porque no entendí nada, y me dijo – oh! Quién crees que me dará placer mientras trabajo? Que seas mi “asistente” es la mejor coartada que podría existir, así que seguirás yendo conmigo todos los días a la oficina y cuando se termine el tiempo de tu pasantía veremos como lo arreglamos
Llevábamos cerca de 2 horas revisando ropa y separándola en 3 montones: la que me serviría en mis labores de puta, la de mi “vida normal” y la que se eliminaba. Claramente el segundo grupo era el más grande. Parecía aburrido y me dijo que con eso era suficiente para los primeros días, así que volveríamos luego por el resto y que pasaríamos a la segunda etapa de la tarde.
Rápidamente empaqué los dos primeros grupos de ropa en dos bolsos y lo seguí de vuelta al auto, en el que nos dirigimos a nuestro próximo destino: una serie de tiendas de sexo ubicadas en los suburbios de la ciudad. Era como un mito urbano, pero que al parecer mi amo conocía a la perfección: varias calles llenas de pequeños locales que ofrecían los más variados artefactos y atuendos para gozar del sexo.
Imaginé que estaríamos toda la tarde recorriendo tiendas, pero mi amo sabía muy bien a lo que iba. La primera tienda a la que entramos era de ropa femenina: desde el techo hasta el suelo se veían distintos tipos de conjuntos, faldas, tops, disfraces, etc. Ignacio se detuvo a mirar la ropa, mientras yo estaba a su lado mirando el suelo. Después de unos minutos se decidió por cerca de 20 prendas distintas, y luego de haberlas señalado al vendedor, se volvió hacia mi:
- Que copa es tu sujetador?
- C señor
- Muy bien, quiero los conjuntos en copa B y el resto todo muy ajustado
No entendía cuál era el punto de preguntarme, si no haría caso a lo que decía, pero decidí no preguntar, estaba claro que tarde o temprano entendería. Pagamos y nos dirigimos a otro local cercano, donde mi amo compró cerca de 10 tipos de collares de perro distintos, tanto en forma, ancho, color, “decoraciones”, etc. La transacción fue más rápida y seguimos hacia el tercer local en el que vendían diversos juguetes sexuales. Yo seguía de cerca a mi amo sin abrir la boca, aunque debo reconocer que me estaba inquietando tanta compra. En este nuevo local, se decidió por comprar dos juegos de bolas chinas y un set de 10 consoladores de distintos tamaños y formas.
Creí que con eso era suficiente, pero todavía nos quedaba una última tienda por visitar. Estaba más alejada y tuvimos que caminar un par de calles para llegar. Era un local oscuro, que de lejos daba la impresión de estar abandonado, pero mi amo iba tan decidido que supuse ya había estado antes en ese lugar. Me dijo que lo esperara afuera, porque lo que compraría ahí sería una sorpresa que me entregaría cuando volviéramos a su apartamento.
Estuve sola afuera cerca de 20 minutos, luego de los cuales mi amo salió con 2 paquetes de tamaño mediano bajo el brazo. La visión de esos paquetes me inquietó, no esperaba nada bueno que pudiese venir en ellos. Volvimos al auto con todas las cosas y las guardamos en el maletero, pues mi amo me informó que aún quedaba una parada en el camino de regreso.
Después de todas las experiencias que había vivido en tan pocas horas, casi no me sorprendí cuando nos detuvimos frente a una tienda de mascotas. Me dijo que lo acompañara adentro y me hizo elegir platos para perro
- Tienen que ser dos querida: uno para la leche o el agua y el otro para la comida
Me costó disimular mi asombro, así que elegí cualquiera y luego nos dirigimos a ver las camitas. Eligió una amplia, que parecía un canasto y que traía una pequeña almohada y sabanitas.
- Mira querida! Es el tamaño perfecto para ponerla a los pies de la cama, no te parece?
Me sentía humillada, porque claramente se estaba refiriendo a mi, aunque el resto no lo supiera. Las compras se terminaron con sendas bolsas de comida de perro: la guinda en la torta de mi humillación. Al ver mi cara, Ignacio se rió y me dijo guiñándome un ojo
- Tranquila, esto es solo para ocasiones especiales
Pagamos y ahora sí, volvimos al apartamento.
Al entrar me hizo ordenar mis nuevas pertenencias, disfrutaba mucho ver como ponía mis platos en el suelo, mi cama a los pies de la suya, la ropa en los cajones del closet, etc. Una vez que estuvo todo guardado me dijo que me desnudara y me subiera a la cama a su lado. En silencio obedecí y una vez que estuve desnuda me acerqué lentamente a él, tenía miedo de él y de lo que pasaría. Cuando estuve a su lado sacó los paquetes que había comprado en secreto, los puso delante mío y lentamente los fue abriendo mientras disfrutaba de mi cara de terror a medida que iban saliendo diversos implementos sexuales: esposas, látigos, pinzas, varillas de todos los tamaños, formas, a lo que sumó las bolas chinas y los distintos tipos de consolador que había comprado. Era un set de tortura portátil.
Una vez que hubo desplegado todas las cosas a nuestro al rededor me dedicó una sonrisa:
- Que te parece putita? Apuesto que nunca pensaste que tendrías todo este set de torturas a tu disposición, no? – no era capaz de contestar, no sabía lo que quería y menos sabía que era lo mejor que podía hacer yo, lo único que tenía claro es que cualquiera de esas cosas que me tocara provocaría más dolor que cualquiera que hubiese sentido en mi vida y quería averiguar como minimizarlo al máximo.
Tan ensimismada estaba en mis pensamientos, que no me di cuenta como Ignacio tomaba una varilla larga y fina de la cama y me golpeó con ella en la teta derecha, dando de lleno en el pezón dejando una línea roja en mi piel y haciéndome gritar y retorcerme de dolor. Él pareció no inmutarse mientras me decía:
- Te hice una pregunta golfa y quiero una respuesta
- Disculpe amo, no nunca pensé algo así para mí
- Muy bien, me lo imaginaba, ahora lo tienes y me tienes a mi dispuesto a usarlos todos en ti – se detuvo pensativo – pero claro, usarlos todos en un solo día arruinaría la sorpresa y... la expectación. Ahora voy a repetir una pregunta de nuestros juego en la oficina y quiero una respuesta... bueno en realidad no tienes opción no tienes ninguna prenda más que sacarte – dijo mientras soltaba una carcajada. Yo lo miraba acurrucada en la cama y temblando – Eres virgen anal?
- Sí mi amo – contesté lentamente
- Muy bien, eso es algo que tiene rápida solución – y rápidamente tomo unas esposas que colocó en mis muñecas y las fijó a la pata izquierda inferior de la cama. El movimiento fue tan rápido y sorpresivo que no tuve tiempo a reaccionar y sin darme cuenta estaba en el suelo.
En la posición en la que me encontraba no tenía forma de esconder mi cuerpo de Ignacio y él lo sabía. Hacia un lado dejaba mi culo a su disposición y hacia el otro mis tetas y mi concha. Como no había forma decidí quedarme así en el suelo y esperar a que me dijera que hacer.
Se puso de pie delante mío con la varilla en la mano y me golpeó nuevamente esta vez en las nalgas.
- Te dije que íbamos a resolver el problema de tu culo, estúpida, y tú sigues mirando el suelo. Si quieres podemos hacerlo así, pero creo que será un poco más incómodo para ti que para mí. Ponte en cuatro y muéstrame tu culito.
Hice lo que me pedía, esperando sentir algo, pero no pasaba nada. Al voltear mi cabeza vi como se estaba quitando su ropa y dejándola sobre la cama. Una vez desnudo estuvo caminando a mi alrededor.
- Tienes un buen cuerpo putita, me gusta, y lo mejor es que es todo mío. - Se detuvo a examinar mi culo y sin previo aviso metió un dedo hasta el fondo, haciéndome soltar otro grito de dolor, porque no sólo estaba aterrada, sino que estaba cero dilatada ni lubricada en esa zona – mmmm! Cómo voy a disfrutar! Es tan apretadito, parece una funda a medida para mi verga. Aunque tienes que ponerla a punto para que pueda taladrarte – hubo un silencio mientras me rodeaba y se sentaba en la esquina de la cama – a chupar putita y mucho cuidado con morderme, porque lo pagaras caro – a penas había terminado las palabras cuando nuevamente recibí un golpe con la varilla en mi espalda que hizo que me arqueara del dolor exponiendo mis tetas, donde descargó nuevamente la varilla, dejando una línea que recorrías las dos por arriba – sólo para que sepas lo que te espera si me muerdes – dijo en tono mordaz con una sonrisa burlona en la cara.
Decidí no tardarme ni un segundo en iniciar la tarea que se me había encomendado por miedo a recibir un nuevo golpe por eso. Me acerqué a esa verga que tantas veces había chupada y tenido dentro con tanto gusto, pero que ahora se veía distinta debido a las nuevas circunstancias de nuestra relación. Atrapé su glande con mis labios y lo rodeé con la punta de mi lengua, comencé a chuparlo con mimo, no porque estuviese caliente, sino porque tenía miedo de lo que pasaría si no lo hacía así.
Fui alternando entre el glande y sus pelotas, recorriendo a veces todo el tronco con mi lengua. No era fácil mi tarea con las manos atadas a los pies de la cama, pero seguí succionando el glande y metiendo ese falo en mi boca sintiendo como crecía dentro. Las venas se marcaban y podía diferenciarlas con mi lengua. De repente y sin previo aviso se levantó cuando toda su verga estaba en mi boca.
El movimiento me hizo atragantar al extender tan bruscamente mi cabeza, pasando a morderlo al sentir el tirón de no poder seguirlo por tener las manos atadas
- Puta de mierda! Te dije que no me mordieras y mira lo que has hecho! – mientras hablaba sentí como la varilla golpeaba mis nalgas varias veces en distintas direcciones provocando gritos de dolor.
- Perdón mi amo! Pero es que se levantó tan rápido que no alcancé a ...
- O sea que me muerdes y es culpa mía? – me interrumpió mientras me daba una cachetada en la cara – serás inútil!
El resultado de la situación fue aterrorizarme a tal nivel que todo el placer que pude haber llegado a sentir mientras lo mamaba se esfumó en un segundo. Cuando sentí sus dedos en mi concha y vi su sonrisa al notar que estaba más seca que nunca me di cuenta que había sido una situación perfectamente orquestada por él y agaché mi cabeza humillada. Por la posición en que me encontraba este gesto hizo que al mismo tiempo se elevara mi culito dejándoselo con muy fácil acceso.
- Muy bien putita, sabes que has actuado mal y estas dispuesta a satisfacer a tu amo de la forma que más le gusta. No eres tan mala después de todo. – Dijo con voz melosa mientras acariciaba mis adoloridas nalgas.
Después sentí como se arrodillaba detrás mío, separaba mis nalgas y se concentraba en mi culito. Escupía en mi orificio anal y me introducía un dedo que lo hacía girar para ir dilatando mi esfínter. Posteriormente metía dos y seguía muy concentrado en la tarea. Me dolía muchísimo, pero con sus movimientos y mi posición era inevitable que fuera rozando mi clítoris y lentamente empecé a mojarme. Cuando lo notó me dio varios varillazos más en las nalgas logrando el mismo efecto que antes. La situación se repitió varias veces hasta que fue capaz de hacer entrar sus dos dedos completamente y separarlos un poco dentro de mí. Tardó cerca de media hora y se notaba que lo estaba disfrutando
En ese momento sentí su glande a la entrada de mi culito y me puse a temblar de miento, pues sabía que dos dedos no se comparaban con el grosor de su verga, que en ese momento se alzaba en todo su esplendor. En seguida noté como presionaba para entrar y como se distendían las paredes de mi culo para darle cabida a ese miembro palpitante que entraba de la misma forma como mis tetas lo hacían en un sostén una copa más pequeña: con mucha dificultad. Aún así mantuvo una presión constante hasta que tuvo todo su miembro dentro, provocando mi llanto mientras el exalaba suspiros de placer.
Acto seguido sacó todo su pene y volvió a hacer lo mismo. A la cuarta repetición comencé a notar como mi culo se adecuaba a este nuevo extraño dentro y parece que él también, porque decidió no volver a sacarlo completo, sino que fijó ambas caderas con sus manos y comenzó a bombear con fuerza hacia adentro y afuera, cada vez en forma más frenética. Luego de unos minutos pude notar como sus chorros de leche se descargaban en mi interior. Se quedó ahí unos minutos y finalmente se retiró, presentándome su verga para que la limpiara lo que hice sin decir una sola palabra, pero con asco, pues el sabor de mi ano se mezclaba con el de su pene y no era agradable. Cuando estuvo limpia me dio unas palmaditas en la cabeza, como un amo que da unas palmaditas a su perro que hizo algo bien, y se metió al baño a ducharse.
Me dejé caer en el suelo en el mismo lugar en el que estaba. No solo no había disfrutado nada, sino que había sido la peor tortura que había vivido y mi culo dilatado seguía doliéndome, siendo recordatorio de lo que acababa de acontecer. Me quedé así hasta que mi amo salió del baño y se acercó a sacarme las esposas. Cuando me incorporé pude ver una mancha de semen en la alfombra, semen que había escurrido por mi culo. Ignacio también lo vio y tomándome del pelo puso mi cabeza encima y me dijo que lo limpiara con mi lengua: ese hombre no perdía oportunidad para humillarme. Pareciera que leyó mis pensamientos porque en ese momento me dijo:
- Llegará el día en que estas humillaciones te pongan más caliente que nada, créeme. Ahora anda a bañarte, te estaré esperando en la cocina para comer
- Qué debo ponerme amo?
- Alguna vez has visto una perra vestida?
- No, mi amo.
Y me metí a la ducha. El agua era como un refresco para los golpes que había recibido, así que me quedé ahí, dejando que el agua corriera sobre mi cuerpo. Unos minutos más tarde me salí y sequé con la toalla, me acomodé el cabello y me dirigí a la cocina, iba a abrir la puerta y me detuve, no sabía si debía entrar caminando o en cuatro patas. Lo dudé un momento y decidí que lo mejor era la segunda opción así que me agaché, abrí la puerta y entré.
Ignacio estaba sacando algo del microondas, pero cuando vi una sonrisa asomarse en su cara al verme en esa posición, supe que había tomado la dirección correcta. Me quedé en la mitad de la cocina, esperando que me dijera que hacer. Lentamente el terminó lo que estaba haciendo y se sentó en la mesa de la cocina con su plato, pero no había otro. En eso me mira y me dice:
- No vas a comer? Pensé que tendrías hambre después de nuestro ajetreado día! – El comentario lo hizo inclinando la cabeza hacia la el otro lado de su silla. Allí estaba el platito de perro que había comprado esa tarde con una porción de comida de perro. No quería rebajarme tanto, pero tenía tanta hambre que finalmente no me aguanté y me acerqué a comer roja de vergüenza.