La partida.
Una buena cena, dos parejas de amigos y una baraja de póker. El resto: una noche divertida y llena de sexo.
Carmín y yo conocimos a Pedro y Leona en un club de intercambio de la capital.Tras muchas vueltas y revueltas conseguí convencer a Carmín de ir a “un sitio de esos” por curiosidad, para ver el ambiente nada más en teoría. Ellos eran habituales y nos enseñaron aquello. Las primeras veces simplemente quedamos a charlar y acabamos por hacer amistad. Todo lo más llegamos a bañarnos los cuatro en el yacuzzi y darnos el lote cada uno con su pareja (en aquella época fue todo un logro con lo cortada que era Carmín). Nunca hubiese esperado lo mucho que ha cambiado (para bien desde mi punto de vista).
Durante la semana charlábamos Pedro y yo por Whatsapp y Carmín y Leona por su lado también. Ya digo que hicimos amistad simplemente. Teníamos bastantes cosas en común (estudios, aficiones, etc.) aparte de muchas ganas de disfrutar de nuestras parejas.
Una de esas semanas Pedro nos propuso cenar los cuatro en su casa:
Luego nos tomamos unas copas, echamos unas partidas a las cartas y lo que surja.
No parece mal plan- le contesté.
Animaos, además en casa hay dos dormitorios, os podéis quedar a dormir, que no es plan de salir a la carretera con dos copas de más.
Leona estuvo también convenciendo a Carmín para reunirnos. Visto como se desarrolló la velada, Pedro y Leona ya tenían claro el siguiente paso aunque yo ni me imaginé como acabaría. Pensaba en una simple cena con unos buenos amigos que era lo que éramos entonces.
Al final Carmín estuvo de acuerdo (no hubo que insistir demasiado a pesar de lo casera que era) y llegó el viernes. Llegamos con un par de botellas de vino bueno. Todo transcurría de la manera más normal, los besos al llegar, las chicas que se van a la cocina a terminar de trastear la comida (y ponerse al día) mientras nosotros acabábamos de poner la mesa. Buena comida, buen vino, buena conversación que, con las copas, se iba volviendo algo picante (había ya confianza, y más que iba a haber…).
Pedro y yo íbamos arreglados, lo normal, y las chicas las dos muy guapas: blusa escotada pero elegante, falda por encima de la rodilla, medias oscuras, taconazos y por dentro también bien arregladas (eso lo disfrutamos más tarde). Terminamos el postre, recogimos entre todos y nos volvimos a sentar a la mesa. Pedro sacó unas botellas y unos vasos de chupito y una baraja de poker.
-¿Una partida? Juego sencillo: tres descartes, la combinación más baja pierde y bebe.
Carmín torció un poco la cara porque se le dan fatal las cartas, pero estábamos pasándolo bien, así que aceptó. Estábamos sentados Pedro enfrente mío y cada uno con su pareja a la derecha. Yo llené los vasos, Puerto de Indias para las chicas, Ballantines para nosotros (tanto Pedro como yo somos más de whisky que de ron) y Pedro repartió. La primera mano la ganó Leona con un full de ases cincos y perdí yo con una pareja de reinas. Chupito de Ballantines. Repartió Carmín que ganó con un trío de ases. Perdió Leona que no ligó jugada. Chupito de Puerto de Indias. Y así seguimos mano tras mano. El juego estuvo bastante equilibrado, así que al cabo de unas cuantas manos ya llevábamos tres o cuatro chupitos cada uno. Carmín se abanicaba acalorada y Leona estaba colorada (ya imaginaréis nuestra pelirroja). Y ahí es cuando Pedro hizo su jugada, no la de cartas, la otra.
-Esto está algo soso, vamos a ponerlo interesante, ¿por qué no apostamos algo mejor?
-¿Qué propones? -pregunté yo.
- Strip Poker, el que pierda prenda. Que estamos pillando una borrachera tonta. ¿Os parece?
Sorprendentemente la que contestó fue Carmín.
Vale, que estoy ya un poco mareada. Además estoy en racha, he ganado las dos últimas manos.
Pedro me miró con una mirada sonriente que parecía decir “esta es la nuestra”. Repartió. La cosa se había puesto de pronto más interesante y todos nos tomábamos la partida más en serio. Descartamos y de nuevo ganó Carmín con una escalera. Pedro sólo llevaba una pareja de cuatros. Se levantó y empezó un bailecito mientras se quitaba la camisa. Siguiente mano. Esta vez gané yo y perdió Leona que imitó a su marido con lo del bailecito quitándose la blusa y enseñándonos sus preciosas tetas dentro de un sujetador verde botella, su color fetiche. Siguiente mano. Esta vez perdió Carmín que como los otros se quitó la blusa haciendo un bailecito. Pedro soltó un silbido cuando quedaron al descubierto sus pechos dentro de un sujetador negro con la mitad superior de encaje que dejaba transparentar sus pezones y realzaba aún más su ya de por sí impresionante talla 100 y copa E.
La siguiente mano volví a ganar y perdió Leona. Fuera la falda y pudimos ver un liguero y tanga verde botella a juego con el sujetador. La siguiente mano perdí yo. Fuera camisa. De nuevo Pedro. Pantalón fuera, quedó con un boxer en el que se notaba ya el bulto que se le estaba formando. De reojo me di cuenta de cómo Carmín se mordía el labio con un fugaz gesto de deseo. Seguimos jugando. La siguiente en perder fue otra vez Leona que se desprendió de sus medias.
Y así seguimos la partida. sujetadores, pantalones, medias fueron cayendo. En un momento estábamos todos sólo con braga o calzoncillo, menos Leona a la que le quedaba el liguero y el tanga. La tensión se palpaba, quién perdería. Repartí, descartamos las tres veces y Leona perdió el liguero. ahora sí que estaba la cosa interesante. Siguiente mano, repartió Leona. Descartamos y llegó la hora de descubrir. Pedro tenía un full de jotas y reinas. Carmín dobles parejas de seises nueves, yo full de reyes y cincos. y Leona se hacía la remolona. Nos comía la impaciencia y empezamos a insistirle y al final fue dejando las cartas una a una sobre la mesa: un nueve, un diez, una jota, una reina y… un rey. Había ganado y Carmín perdía.
Mi mujer se levantó y empezó a bailar mientras le hacíamos palmas y se fue quitando con mucha sensualidad su última prenda entre nuestros aplausos. Pedro llenó otros cuatro chupitos y brindamos. La partida había estado interesante, pero si yo pensaba que había acabado me equivocaba. Pedro volvió a barajar.
-¿Seguimos?
¿Cómo? Ya no me quedan prendas que perder- le preguntó mi mujer mientras apuraba la copa.
Pues está claro, el que pierda, reto.
Espera, espera, ¿cómo va eso?
Muy fácil, el que pierda tendrá que hacer una prueba picante. Si pierde un chico con la chica de su izquierda, y si pierde una chica con el chico de su derecha.
O sea, que si pierdo yo hago la prueba contigo y si pierde Lefa la hace con Leona, ¿no?
Lo has pillado.
Carmín se quedó pensando un momento antes de responder de nuevo.
Está bien, pero vosotros tenéis ventaja, yo ya estoy en pelotas y me tocaría prueba directamente.
Eso tiene fácil arreglo- esta vez la que habló fue Leona, que se levantó y se quitó el tanga quedándose tan desnuda como Carmín.
Pedro y yo también nos quitamos los calzoncillos quedando a la vista nuestras poyas tiesas.
Leona le guiñó el ojo a Carmín:
Parece que a algunos les está gustando el póker, jejejeje.
Pedro por su parte le pellizcó uno de sus tiesos pezones.
Lo mismo que a algunas.
¡Eh! Eso es porque hace un poco de fresco.
Ya, ya, fresco… ya me encargaré yo de que se caliente.
Nos reímos con ganas. A esas alturas ya no había ningún tipo de remilgo, estábamos pasándolo bien realmente con el juego.
Las cartas volvieron a repartirse y de nuevo perdió Carmín, que hizo un mohín de supuesto disgusto.
Vaya, hombre, está bien, mi prueba.
Leona fue la que contestó.
Venga, vamos a empezar suavito, un morreo con Pedro.
Está bien, allá va.
Carmín se levantó, cogió a Pedro por la cara con las dos manos y lo besó. Leona y yo abucheamos un poco.
Buh, buh, eso no es un morreo, tiene que ser con lengua.
¿Lo queréis con lengua, ahora váis a ver.
No se si lo he contado alguna vez, pero Carmín es muy competitiva, es uno de sus puntos débiles. Así que la habíamos picado fácilmente. Nuevamente le cogió la cara a Pedro y esta vez le dió un señor morreo metiéndole la lengua casi hasta la campanilla. Leona y yo aplaudímos.
La siguiente mano fue mía y Leona perdió, así que me tocó a mí el morreo. En la siguiente perdió Pedro que tuvo que besarle el ombligo a Carmín. A la siguiente perdí yo y le di el mismo tratamiento a Leona. La siguiente la volvió a perder Leona que tuvo que meter mi cabeza entre sus pechos. Volvió a perder Carmín y fue la cabeza de Pedro la que acabó enterrada entre los soberanos melones de mi mujer. Las cosas se iban poniendo cada vez más calientes. Carmín tuvo que restregar sus pechos en la espalda de Pedro, yo tuve que lamer las nalgas de Leona, Pedro tuvo que besar las piernas de Carmín desde los dedos de los pies hasta los muslos. En la siguiente Carmín tuvo que pasar un turno sin jugar sentada en el regazo de Pedro y en la siguiente Leona se sentó a horcajadas sobre mí durante un turno en el que os juro que me costó lo mío concentrarme en las cartas.
La cosa llegó al punto más interesante cuando perdí yo la siguiente mano. Esta vez la prueba la puso Carmín y me sorprendió soltando:
Tienes que besarle el coño a Leona durante veinte segundos.
Mientras Pedro jaleaba, me arrodillé y enterré mi boca en el coño de Leona. No lo niego. Desde que nos habíamos conocido había tenido ganas de comérmela pero no pensaba que realmente llegaría a pasar. Su coño estaba mojado y le dí un buen repaso a su clítoris mientras los demás aplaudían. La siguiente en perder fue Leona y esta vez volvió a proponer la prueba mi mujer. Leona tuvo que besarme la poya y los huevos. Se lo curró y me puso a mil por hora. Volvimos a repartir cartas. Esta vez perdió Pedro y yo le devolví la jugada a mi mujer.
Tienes que comerle el coño durante un minuto.
Pedro sonrió con malicia y se acomodó entre los muslos de Carmín haciendo diabluras con su lengua en el coñito empapado de mi mujer que gemía de gusto.
-Tiempo, tiempo- Leona los sacó del momento. Carmín la miró con cara de decepción.
- Joder, que oportuna.
En la siguiente mano perdió otra vez Carmín y Leona tuvo claro la prueba: mi mujer tendría que comerle la poya a Pedro durante un minuto. Carmín no se hizo de rogar, ya estaba lanzada y caliente y empezó a devorar el miembro de nuestro amigo con muchas ganas, hasta que, nuevamente Leona volvió a cantar:
Tiempo, tiempo.
Carmín se levantó, apoyando su mano en el pecho de Pedro y se volvió hacia nosotros. Tenía los ojos vidriosos de deseo, le colgaba una gota de saliva y líquido preseminal del labio hasta la barbilla. Sus pezones nos apuntaban tiesos y oscuros. Realmente era la viva imagen de la lujuria.
¿Sabéis qué os digo? Que ya no quiero más cartas.- y sin decir más se sentó encima del regazo de Pedro al tiempo que le comía la boca con todas las ganas. Al mismo tiempo, con su mano izquierda dirigió la poya de él hasta la entrada de su coño, donde entró hasta el fondo de un sólo empujón de sus caderas.
Leona me sonrió con complicidad, como diciendo “por fín”. Yo me levanté, la cogí de la cintura y empecé también a besarla mientras la iba tumbando en el suelo. Una vez allí separé sus muslos y clavé mi cipote en su coño. Leona estaba también empapada y terríblemente caliente y soltó un bufido al sentir mi miembro en su interior.
Mientras tanto, Carmín había empezado a cabalgar a Pedro a un ritmo frenético. Le mordía la boca para luego enterrarle la cara contra sus grandes pechos. Pedro por su parte amasaba las nalgas de mi mujer abriéndolas a placer mientras aguantaba como un campeón las arremetidas de ella. Cuando parecía que íbamos a corrernos, ellas cambiaban la postura o el ritmo controlándonos y alargando el placer de los cuatro.
Estos cambios los veía y disfrutaba yo mientras perforaba el coño enrojecido de Leona que clavaba sus uñas en mi culo para que la penetrara más profundamente. Eso le daba aún más morbo a la cosa, además de que el puntito de dolor me distraía, atrasando la eyaculación. En cierto momento Leona me tumbó para montarme a caballo, mientras su marido le daba la vuelta a mi mujer para empotrarla desde atrás profundamente. Carmín gemía desatada empalmando un orgasmo tras otro para sorpresa de Pedro que no sabía (yo no se lo había contado) que mi mujer es multiorgásmica. Ella se retorcía de gusto mientras sus flujos le chorreaban por los muslos abajo hasta las rodillas mojando el suelo.
Yo, mientras disfrutaba del espectáculo, masajeaba con técnica el clítoris de Leona que se corrió con un grito de gusto. Su vagina empezó a titilar arrancándome a mí mi eyaculación. Leona se derrumbó sobre mi pecho comiéndome la boca, satisfechos los dos. Nos tumbamos y nos dedicamos a disfrutar del espectáculo que Pedro y Carmín aún nos daban.
Mi mujer ya ni podía gemir de gusto, soltando un gritito contínuo y ahogado al ritmo de las embestidas de Pedro. Él sudaba a chorros mientras seguía bombeando a un ritmo cada vez más rápido.
Me corro.- avisó- Estoy a punto de correrme.
Ni se te ocurra sacarla- le avisó Carmín.- Quiero que me llenes entera hasta que rebose… Vamos… Sigue… Sigue…. así… más… Aurrghhhh… sí… Dios… córrete, córrete, por lo que más quieras.. córreteeeee
Y como si fuese una orden Pedro se tensó, soltando la carga blanca de sus huevos directamente en el fondo del coño de Carmín que gemía de gusto corriéndose de nuevo al sentir cada uno de los chorros de semen caliente que golpeaban la entrada de su útero. Por fín Pedro ya no pudo más y sacó su poya aún morcillona del coño de mi esposa del que se derramó un chorro impresionante de leche y flujos que empaparon aún más el suelo mientras los dos caían tumbados, recuperando el resuello poco a poco.
Cuando se hubieron recuperado un poco, yo ayudé a Carmín a levantarse, ahíta de placer. Pedro y Leona se pusieron también de pie. Eran las cuatro de la madrugada ya y hacía más de una hora desde que habíamos dejado de lado la baraja. Nos miramos con una sonrisa boba borrachos de gusto y cansancio. Leona fue la que habló entonces.
Bueno chicos, ahora a dormir. Ya limpiaremos mañana este desastre… O lo ensuciamos más - y nos guiñó un ojo.
Nos reímos con la ocurrencia pero, efectivamente nos caíamos de sueño, así que nos fuímos a los dormitorios. Yo prácticamente me derrumbé en la cama y Carmín se abrazó a mí echándome una pierna por encima de las mías. Podía notar como mi muslo se mojaba con la mezcla caliente que aún salía de su coño del semen de Pedro y su humedad. Lo último que pensé antes de quedarme dormido fue que Leona debía estar empapando igual a su maridito con la mía. Esta fue la primera vez que nos lo montamos los cuatro, aunque, como ya sabéis los que hayáis leído mis otros relatos, no ha sido la única. Espero que os estén gustando. Que durmáis bien. Yo lo hice, os lo aseguro.