La parejita de corredores

No lo dudé ni un instante, sólo me acerqué sin importarme la cercanía de su joven amante y me arrodillé entre sus piernas...

No sé cómo había llegado hasta ese punto, la curiosidad me había llevado a espiar a aquella parejita que se ocultaba entre los arbustos, y ahora aquella jovencita me ofrecía su coñito completamente depilado. No lo dudé ni un instante, sólo me acerqué sin importarme la cercanía de su joven amante y me arrodillé entre sus piernas. Ella sólo dejaba escapar algunos gemidos ahogados mientras mi lengua recorría con avidez aquella rajita roja y húmeda. Era evidente que estaba disfrutando la manera en que le comía el coño mientras Yo sentía como me bajaban mi shortcito y mi pequeño calzoncito hasta la mitad de los muslos. No hubo advertencia, sólo sentí que me separaban las nalgas y un ligero dolorcillo generado por el rígido miembro que comenzaba a penetrar mi culito me hizo gemir. Quería analizar la situación, quería saber cómo es que estaba con aquella pareja, quería saber cómo es que había permitido que me sodomizaran, pero los vigorosos embates del jovencito que me enculaba simplemente me hacían delirar. La chica se estremeció cuando sorpresivamente le clavé un par de dedos en su culito y gimió arqueando su espalda como señal inequívoca de que estaba alcanzando el orgasmo. Al mismo tiempo, su novio palmeaba mis nalgas cada vez con más fuerza y con un embate profundo inundó mi culito con su leche. Todo había terminado. No hubo muchas palabras, sólo se acomodaron la ropa  y se despidieron. Yo hice lo mismo, me subí el calzoncito y el short y volví al sendero de los corredores mirando a la distancia a la joven pareja que se alejaba trotando. Corrí un par de vueltas intentando analizar lo ocurrido pero nada había que analizar, así que me fui a casa con el sabor de aquel coñito en mis labios y con la sensación de la leche que escapaba ligeramente de mi culito humedeciendo mi calzoncito.