La pareja que buscaba diversión

Un matrimonio me contactó y me pidió una noche a puro sexo. Obviamente no lo pense ni un segundo...

Tardé muchos años en darme cuenta de las ventajas de tener un sexo de proporciones destacadas. Siempre fui elogiado por mis novias u ocasionales amantes pero nunca le había dado tanta importancia, solo trataba de pasar una buena intimidad con mis amantes y nada más que eso.

Luego de una separación, un poco traumática para mi, comencé a rondar por cuanta pagina de sexo apareciera en mi camino, especialmente la de contactos. En una de esos portales realice mi inscripción con los datos personales, una breve descripción y unas fotos para acompañar el perfil.

Cuando me di cuenta que ninguno de mis mensajes a mujeres habían sido respondidos decidí poner unas fotos mas sexys, es decir mostrarme con toda mi desnudez, con mi verga de muy buen tamaño. La cantidad de visitantes aumentaban como también los mensajes.

Las ofertas abundaban. En especial de hombres. Entre tantas suplicas me decidí y accedí a muchas proposiciones de sexo oral, incluso algunos me pagaron para poder saborear mi sexo. Disfrutaba una nueva etapa en mi sexualidad, sin tapujos y con total franqueza. Mi cama comenzó a ser protagonistas de nuevas y dichosas aventuras.

Un día me llegó un mensaje de una pareja. MoniLuis era su carta de presentación. Me dijeron que tenían ganas de conocerme, y me pasaron su mail.

Días después nos mostramos por la cámara. Mónica fue clara al respecto: mi marido quiere estar con vos, que decís, querés, me dijo. Hizo una breve pausa. Obviamente yo también, agregó. Mi respuesta fue también muy clara, y afirmativa.

Quedamos en un viernes. La pareja llegó por fin a mi departamento, habían viajado desde una localidad de la provincia hasta la capital. Mónica estaba vestida para una ocasión especial, lucía un escote pronunciado y se podía advertir que tenía unos pechos de buena medida y firmes. Su pelo lacio, negro, que apenas pasaba la altura de los hombros, le realzaba su rostro. Tenía 43 años y se mantenía muy bien. Por su parte, Luis, mucho más formal con una camiseta blanca y un jean, era siete años mas grande que ella, y a pesar de la insipiente caída de cabello también parecía de menos edad.

Nos saludamos amistosamente. Yo estaba nervioso y un poco expectante. Hasta hace un minuto eran dos desconocidos con quiénes una hora después iba a tener un encuentro íntimo. Por sus distintas experiencias en sexo grupal ellos manejaron mejor los silencios. La charla comenzó a ser más amena. Un poco de música, algunas cervezas y gaseosas frescas nos ayudaron a relajarnos cada vez más.

Mónica me miraba y sonreía cada vez con más frecuencia. Luis, por su parte, sin decir nada, empezó a masajear a su esposa por la espalda, le corría levemente el bretel del vestido con movimientos sensuales y amasaba su sedosa piel con suavidad. Imaginé que esta escena era el comienzo de algo. No me equivoqué. Cuando me puse de pie, Mónica aprovechó y me tomó de las manos. No sé cuanto tardé en tenerlas en sus tetas turgentes, masajeándolas pausadamente. Los dedos de Luis terminaron de sacar el vestido y el corpiño. Los dos la acariciamos con mucha pasión y Moni empezó a suspirar mucho más rápido. A esa altura, mi verga ya estaba que explotaba, y ella se dio cuenta. Cada mano sostenía los bultos por sobre los pantalones y empezó a refregarlos descaradamente.

-Uy Luís mira la pija que te va a coger mi amor- dijo Mónica sonriendo después de sacar mi sexo que salió disparado desde el boxer. Yo había tenido relaciones con hombres pero esta prometía ser más excitante, ya que la esposa codiciaba ver a su marido sometido, sumiso a que lo hagan gozar con un miembro de muy buen tamaño bien adentro de su culo.

Mónica bajó sin perder tiempo hasta mi entrepierna y empezó a frotar mi sexo rígido por toda su cara. Parecía extasiada cada vez que elevaba sus ojos hacia mi cara.

Apenas se tomó un respiro para exteriorizar un comentario: Que hijo de puta que pedazo que tenés, me dijo.

Del placer que sentía no recuerdo bien el momento pero cuando me quise dar cuenta se había sumado Luís. Alternaban mi verga con los testículos, los chupaban con fruición. Mi primera vez con una pareja había comenzado de maravillas y siguió todavía mejor.

Les dije de ir a mi habitación que tenia aire acondicionado para esta más cómodos y frescos (era verano y hacia mucho calor). A esa altura ya estábamos los tres desnudos. Mónica empezó pajearnos y a chuparnos alternativamente las pijas. A mi me pasaba la lengüita por la cabeza de mi sexo y me hacía aullar de placer. Después intentó realizar una garganta profunda pero no podía porque se atragantaba con tanta carne.

Terminadas las riquísimas chupadas, ella se acostó en mi cama y abrió bien las piernas. Solo había que ponerse de acuerdo con Luís para ver que lugar tomaba cada uno. Ninguno dijo nada. Yo de inmediato me dirigí hacia la entrepierna de su mujer. Comencé desde los pies y seguí besando y lamiendo sus suaves piernas hasta llegar hasta su tesoro más preciado: una conchita bien depilada, de amplios labios rosados y muy mojadita.

  • Que rica está amor- le dije- y continué con las chupadas a su deliciosa vagina.

Por su parte, Luis tenía su pija a la altura de la boca de su mujer que chupaba como si fuera un helado. Después de unos minutos decidimos cambiar de posición. Moni cambió su lugar en la cama y volvió a abrir las piernas, esta vez para que su marida se la chupara. Luis se puso como un perrito a lamer esa rica concha y dejó su culito bien arriba. Sin duda esperaba el ansiado momento. Una de las condiciones que me habían puesto era que lo cogiera a él, y no perdí tiempo. Mi verga estaba que reventaba. Le fui poniendo la cabecita en su culo (que ya lo tenia bastante dilatado) y comencé a presionar despacio. El hombre apenas emitió un leve suspiro. Buena señal para que arremetiera con fuerza toda mi carne dentro de su colita. Lo fui bombeando cada vez con más vehemencia y ahora los suspiros se transformaron en gemidos y gritos de mayor voltaje. Si, así, dame duro, cogeme, gritaba el, y yo mas me excitaba con sus pedidos.

La mujer también empezó a pedir. Quería que la penetren. Para ello me acosté boca arriba con mi pija bien en alto para que ella se sentara encima. Empezó a cabalgarme despacio y el ritmo comenzaba a aumentar conforme a las embestidas. Enseguida se acopló Luís, que fue hasta su culito, y sin miramientos lo penetró frenéticamente. Estaba en el cielo, protagonizando una doble penetración con una cuarentona que gemía y pedía más, y el marido que le bombeaba dentro de su culo.

Sentí que ella había acabado dos veces. Mis testículos estaban rociados de muchos de sus jugos. Luís acabó simultáneamente con un gemido ahogado adentro del culo de su esposa. Yo estaba a punto. Ella se bajó de adentro mío y empezó a pajearme. No tardé mucho para inundarle la cara con un río de leche que se esparció por su cara y sus pechos.

  • mm que rico está esto- dijo Luís mientras lamía la cara de su esposa. Besaba a Mónica con pasión y se tomaba, sin dejar nada, todo mi semen recién rociado.

Llegó el momento del descanso. Ellos se fueron juntos a darse una ducha rápido.

Yo me puse el boxer y fui a buscar algo frió a la heladera. Puse música y me senté en el sillón a descansar. Estaba por quedarme dormido cuando escucho ruidos en el baño. Me acerqué y efectivamente, al abrir la puerta del baño, me encontré el escenario que suponía: en la bañera estaba el hombre de pie, y su mujer chupándole la verga con mucha dedicación.

  • Que mal- dije- empezaron sin mí.
  • No, tonto, vení para acá, me dijo Mónica, y empezó a pajearme hasta que se quedó bien dura.

Otra vez nos chupó con gusto nuestras pijas bien tiesas. Los dos presionábamos y le cogíamos la boca con dureza.

Esta vez fuimos al living. Mónica sin perder tiempo me dejo el culo a mi disposición. Ya estaba muy mojada otra vez, por lo que mi sexo entró sin problemas. La cogí con fuerza, bombeando fuerte. Ella me pedía más y más. El solo se masturbaba y le manoseaba los pechos.

Cambiamos de posición. Yo me senté en el sillón sosteniendo mi pija.

-Quiero tu culito – le exigí con mi voz agitada. Y Mónica accedió realizando una sonrisa pícara. Ahí nomás se sentó de manera delicada de espaldas a mí. Sentí la mano de Luís que sostuvo mi verga para que le entré con justeza al culo de su mujer. Empecé a cogerlo con fuerza; su marido hizo lo mismo con su conchita rica hasta que ambos acabamos dentro de ella.

-Uf son dos máquinas, mis amores - dijo riendo Mónica. Ambos la besamos cariñosamente. No fue un saludo de despedida porque a los pocos días repetimos. Tanto nos gustó que se fue haciendo una linda rutina.