La pareja ideal
Mi esposa me descubrió usando su ropa interior...
Pocas veces en la vida había tenido tanta pena. No estaba preparado para que mi esposa abriera la puerta y me viera con su ropa interior puesta, los labios pintados y montado en sus zapatos de tacón más altos mientras me miraba la cola en el espejo, sólo de recordarlo el estómago se me revuelve. Después de unos segundos de sorpresa de ambos cerró la puerta, mi impulso fue seguirla pero los nervios y los tacones me traicionaron, me caí y ya en el suelo pensé en lo ridículo que debía de verme y decidí quedarme ahí un rato. Mi cabeza daba vueltas, tenía ganas de llorar, ¿por qué no cerré la puerta con llave?, que tonto, ¿qué pensaría ella de mí?, ¿a dónde se fue?, ¿se lo iría a contar a sus amigos, a su familia? Tenía que hablar con ella, me paré y comencé a quitarme sus cosas y a ponerme mi ropa. Ya me había puesto mi bóxer cuando oí que volvió a abrirse la puerta.
-¿Puedo entrar?- preguntó
-Sí, claro
Me miro a los ojos, para mi sorpresa no estaba enojada, parecía igual de apenada confundida que yo, también triste.
-¿Puedes explicarme?- dijo con respeto.
-Puedo tratar, pero primero quiero que sepas que te quiero mucho- hice una pausa - esto es muy penoso para mí, nadie lo sabe.
-Cuéntame, trataré de entender.
-Me gusta usar ropa interior femenina, me hace sentir muy exitado, la textura de las telas, la sensación de sentirme femenino es algo que me emociona...
-¿Te gustan los hombres?
-¡Nooo!, me gustan las mujeres, pero me gusta vestirme como ellas, la idea de lucir como ustedes me pone cachondo, no se por qué pero así es.
-No te entiendo Marcos, ¿eres gay?- me preguntó mientras comenzaba a llorar.
Fui y la abrace mientras le decía que no e intentaba secar sus lágrimas con besos.
-Entonces qué pasa, no entiendo?
-Sólo me exita, es algo que disfruto.
-Pero si no te gustan los hombres porque dices que te gusta sentirte femenino.
-No sé, sólo me gusta y ya, pero también me gusta estar contigo, sentirme hombre cuando estás entre mis brazos...
-Te sigo gustando Marcos.
-Claro princesa, mucho, una cosa no tiene que ver con la otra.
-No entiendo, ¿desde cuándo lo haces?
-Hace algunos meses, cuando estoy solo en casa- mentí.
La verdad lo hacía es de niño, creo que desde los 11 años. Tengo dos hermanas mayores y tenían la costumbre de lavar su ropa interior en la regadera cuando se bañaban. Primero empezé oliéndol, luego frotándola en mi cuerpo y al final poníendola. Siempre fui delgado pero con pompa, la ropa de Clara, mi hermana que me llevaba sólo un año, me quedaba a la perfección. Pronto encontré la forma de aprovechar cualquier pretexto para quedarme solo en casa y probarse su ropa, fantasía a con salir a la calle y que todos creyeran que era una niña de verdad, que me dijeran piropos y me tratarán como damita. Me masturbaba pensándolo en ello. Pasaron los años y por diferentes situaciones fue cada vez más difícil quedarme solo y deje de hacerlo por un muy buen tiempo.
Mi esposa, Johana, tiene muchos dones y uno de ellos es elegir lencería muy cahonda. Desde la noche de bodas me sorprendió con un conjunto negro) de encaje muy sugerente. Creo que esa noche volvió a despertar en mi el morbo de ponerme prendas femeninas.
-No creo que pueda mirarte igual Marcos después de esto, me asustas, siento que después de tres años de casados no te conozco.
-Pero Jo, soy el mismo. Ahora sabes un secreto mío muy íntimo, pero soy el mismo- le decía mientras le acariciaba los senos por arriba de la blusa de su uniforme de trabajo.
Ella se dejaba mientras me preguntaba que si de verdad la seguía queriendo. La bese mientras le decía que sí, que no fuera tonta. Bese se cuello, su nuca, mientras con mis manos le acariciaba su cuerpo. La cargue y la aventé sobre la cama, abri su blusa y comencé a besar sus generosos pechos, sus persones delataban su exitación, despues de unos minutos y entre sus gemiditos baje hasta su bajuna y le dí una mamada intensa, creo que llegó dos veces.
-Por favor ya métemela, ya ya...
Me incorporé, puse me pene ergido en su vagina de un brusco movimiento la penetre.
-¡Aaah! Mi amor, así, ¡fuerte, fuerte!
Estuvimos varios minutos así, hasta que me vine dentro de ella. Aún jadeando le pregunté:
-¿Aún tienes dudas que me gustas?
-Tengo a dolorida la vagina cabrón, eso es lo que tengo- Me dijo mientras me sonreía.