La panadería

Descubrí que mi padre tenía una amante y el para evitar mi presencia me desterró a su pueblo a casa de su hermana. ayudando en el negocio familiar , una panadería, empieza una historia que dura hasta hoy.

Nada hacía pensar que una panadería iba a tener una importancia capital en mi vida, pero así fue.

Me llamo Tomás y la historia que voy a contar empezó cuando yo era un niño y ha abarcado toda mi vida. Pueden creerme o no pero todo lo que cuento es absolutamente real, otra cosa es que yo al contarlo no siempre haya sido fiel a los detalles.

Teniendo yo catorce años mi madre murió. Al ser hijo único nos quedamos solos mi padre y yo y eso hizo que desde bien pequeño tuviera que valérmelas por mi mismo.

En esa etapa fue de gran ayuda que nuestra vecina Lola se apiadara de los dos y nos facilitara la vida, yo iba al colegio y a la hora de comer me iba directamente a casa de Lola donde nunca me faltó una comida caliente. Ni a mi ni a mi padre. La cenas si pasaron a ser de mi responsabilidad por lo que con la ayuda de Lola aprendí los rudimentos de la cocina y me gustó.

Fuera consecuencia del cariño que yo sentía por ella o de mi juventud, lo cierto es que yo la recuerdo como una mujer con un carácter abierto, siempre con una sonrisa en la boca y siempre dispuesta a ayudar. Yo veía en ella a la madre que había perdido. En cuanto al físico debo decir que para mi era una persona mayor, cuando se tienen catorce años cualquiera que pase de los veinte es un adulto que pertenece a otra raza. Cuando esto pasaba Lola, ahora lo se, apenas había cumplido cuarenta años.

No habría pasado un año desde el fallecimiento de mi madre cuando empecé a darme cuenta de que entre mi padre y Lola había algo más que una amistad cosa que no era de extrañar porque ambos estaban libres, los dos eran viudos.

No se cuales fueron sus razones, más tarde las supe, lo que si se es que mi padre y Lola llevaron lo suyo con una discreción, más aún, con un secretismo absoluto, nadie nunca supo lo que había entre ambos.

La curiosidad más que la malicia me llevó a querer saber lo que se traían entre manos, no fue difícil, con dos pisos por planta yo podía ver con facilidad quien entraba en casa de nuestra vecina de enfrente.

Un día decidí vigilar la llegada de mi padre desde la ventana que daba a la calle, llegó andando y se metió en nuestra casa, desde la mirilla pude ver como llegó a la puerta de Lola y abrió con su llave, eso no me extraño yo también tenía llave de su casa.

Estuve un buen rato vigilando hasta que me aburrí y lo dejé, mi padre apareció en nuestro piso más de una hora después de haber entrado en casa de Lola. Yo a esa edad no tenía ninguna malicia ni estaba al tanto de muchas cosas por lo que supuse que mi padre habría pasado a verla para charlar o para tomarse un café.

Repetí la operación un par de veces más sabiendo que la visita duraba lo que duraba. Con el ojo pegado a la mirilla vi a mi padre salir de la casa de enfrente y lo que para mi fue una sorpresa fue ver a Lola apenas tapada con una bata medio abierta y a mi padre despedirla con un beso y un azote en el culo.

Dispuesto a saber lo que hacían a su siguiente visita reuní el valor necesario para entrar en casa de Lola mi plan era en el caso de que me los encontrara de frente disculparme con que necesitaba sal.

La casa era pequeña idéntica a la nuestra. Recorrí el minúsculo pasillo y llegué al saloncito. Ya por el camino oí ruidos que no supe descifrar. Una vez en el salón me metí debajo de las faldas de la mesa camilla. La puerta del dormitorio estaba medio abierta lo que me permitió oír con toda claridad los gemidos de Lola mezclados con expresiones que yo no entendía. Me extraño porque mi padre no decía nada pero Lola no dejaba de gritar.

  • Que rico me estás follando, métemela más fuerte, rómpeme el chocho con tu polla. Eres un animal pero qué bien me follas, canalla.

Los ruidos y las voces fueron subiendo de nivel, yo estaba aterrorizado sin saber que hacer. Cuando se hizo el silencio tomé la determinación de irme a mi casa y a punto estaba de hacerlo cuando vi salir del cuarto a Lola, desnuda como su madre la trajo al mundo. Salió despacio como si estuviera cansada y se dirigió al baño.

Tuve tiempo para verla de frente, me llamó la atención el tamaño de sus tetas y sobre todo la mata de pelo oscuro que cubría su sexo. Me pareció una visión celestial, la mujer más bonita del mundo. Cuando pasó por delante de mi tuve ocasión de verla de espaldas, un culo grande, redondo, dos globos de carne que no sabría decir si me habían gustado más que sus tetas y unos muslos fuertes, que me parecieron duros como dos piedras.

Dudé un momento pero decidí que Lola gastaría algún tiempo en el baño y con sigilo salí de mi escondite y me fui a mi casa.

Nunca más pude mirar a nuestra vecina con los ojos con los que la miraba antes, mis hormonas habían empezado a entrar en erupción y el recuerdo de su desnudez me seguía las veinticuatro horas del día.

Repetí la misma expedición media docena de veces comprobando que el oír lo que oía me producía una excitación que no conseguía de ninguna otra manera incluyendo cuando me empecé a tocar con mis pensamientos puestos en ella.

Y llegó el verano y mi padre decidió que íbamos a pasar unos días a su pueblo, a casa de su hermana. El plan era irnos los dos al pueblo y que mi padre pasara unos días allí para luego volverse a Madrid a trabajar. Eso me dijo y yo pensé : lo que quieres es volver a casa para pasarte el día metido en la cama con Lola. Le odié.

Mi tía Teresa ocupaba la que había sido la casa de mis abuelos en la que además de vivir se encargaba de un pequeño negocio familiar anejo, una panadería.

Olvidaba decir que el pueblo estaba muy cerca de Madrid y que apenas llegaba a los 1.500 habitantes.

Los tres o cuatro días que mi padre estuvo en el pueblo dan poco de lo que hablar, me hizo visitar a una serie de tíos y primos y poco más.

Si supe ya en esos días que la casa de mi tía tenía algo delicioso, era una casona de pueblo, algo destartalada, con dos patios, uno de ellos lleno de leña, pero lo que le hacía diferente era que yo me despertaba con el maravilloso olor del pan recién horneado. Un olor que me ha acompañado el resto de mi vida y que me evoca los mas dulces recuerdos.

El mismo día que mi padre cogió el autocar para volver a Madrid le propuse a mi tía que me levantara temprano para ayudarla a hacer el pan.

A la mañana siguiente mi tía me despertó cuando todavía era de noche, eran las cuatro de la mañana. Desayunamos juntos, una enorme jícara de café y unas madalenas deliciosas que también cocía en el horno del pan.

A esas horas hace fresco, mi tía se cubría con una rebeca a todas luces hecha por ella misma.

Empezamos echando la harina en la única máquina del negocio, una amasadora que por el aspecto parecía del siglo XIX.  Ayudé volcando la harina,  mientras mi tía metía más leña al horno. Con  la máquina haciendo su función la temperatura del obrador fue aumentando, el horno estaba a todo meter.

En ese momento, que para mi fue milagroso, mi tía se quitó la rebeca, debajo llevaba un vestido ligero con un generoso escote, corto y con los brazos al aire. Fue esa visión la  que, aunque entonces yo no lo sabía, cambió mi vida.

Teresa sacó la gran bola de masa y la colocó sobre una mesa mientras me pedía que volviera a cargar la amasadora.

Su siguiente trabajo fue cortar la masa en trozos del peso indicado, tarea que hizo ella sola.

Cada uno a un lado de la mesa dando forma de pan a cada uno de los trozos ya cortados, yo me sentí en el paraíso. Teresa inclinada sobre la mesa, con sus brazos al aire, el escote abriéndose de vez en cuando y ella sudando igual que yo, me pareció la mujer más bonita del mundo, incluso más que mi adorada Lola.

No puedo asegurar si llevaba sujetador o no, lo que si es que las tetas se le movían cada vez que ella con sus manos hacía fuerza sobre la masa. Preparar pan puede parecer fácil pero es un trabajo pesado lo que unido a la temperatura del obrador, junto al horno, hacía que los dos sudáramos como si estuviéramos en el infierno.

Pasamos preparando pan unas cuatro horas, sobre las ocho empezamos a sacar el pan del horno. Cuando ya habíamos sacado todas mi tía me agradeció mi ayuda.

  • Tomás lo has hecho muy bien, ven aquí que te voy a dar un abrazo.

Y me abrazó, me apretó con sus brazos y yo pude sentir su carne contra la mía. Lo que de verdad me volvió loco fue sentir su sudor, olerlo, me pareció que olía a Heno de Pravia.

Siempre he sido muy sensible a los olores, y se que tengo una capacidad especial para identificarlos. Entrar en una habitación a la que hayan echado lejía es para mi un tormento, y como eso mil cosas más.

Yo también la cogí por la espalda y comprobé que la tenía inundada.

Llevamos todo el pan al pequeño despacho en el que se vendía y no habíamos acabado de colocarlo cuando llegó la muchacha que lo despachaba. Se llamaba María, una jovencita de una veinte años, ese tipo de chicas que solo se dan en los pueblos, fuerte como un toro, la cara agradable con los cachetes bien colorados, un buen culo y unas buenas tetas. Una mujer sana como una manzana.

Mi tía gastó el resto de la mañana haciendo pedidos, ayudando a María y haciendo las tareas de la casa mientras yo holgazaneaba.

Comimos y mi tía decidió que era hora de siesta.

  • Si no nos echamos un rato mañana será imposible levantarnos a las cuatro.

Dio por hecho que al día siguiente yo le iba a ayudar lo que me hizo feliz.

  • Hazme un favor, estoy muy cansada, si ves que no me he despertado a las cinco haz el favor de despertarme, tengo el despertador estropeado y ayer me quedé dormida.

Estoy seguro de que mi tía durmió como un lirón, yo no pegué ojo, me pasé el tiempo mirando al reloj pensando en que llegaran las cinco. Y llegaron.

Entré en su cuarto, en penumbra pude contemplar a Teresa que dormía con un camisón que dejaba al aire sus muslos. No hice la más mínimo ruido para evitar despertarla mientras yo la espiaba. Desde los pies de la cama vi con todo detalle sus muslos pero la postura me impidió ver si llevaba o no bragas, esperé un rato a ver si se movía y lo hizo, se puso boca arriba pero no mejoró mi vista.

Ante mi, semidesnuda, tenía yo a mi tía y eso me permitió examinarla con todo detalle. Teresa de cara era normal, destacaba en ella sus ojos, negros como dos carbones y su pelo largo y también negro que en ese momento estaba tendido por la almohada. Sus tetas me parecieron las mas bonitas del mundo aunque no hacía sino adivinarlas debajo del liviano camisón. Mejores que las de Lola. El cuerpo amplio, rotundo, con una ligera curva a la altura del vientre y unos muslos deliciosos. Paloma me sacaba veintidós años por lo que en ese momento estaba rondando la cuarentena.

Temiendo que se despertara me decidí a llamarla.

  • Tía, tía, ya son las cinco.

No se produjo la menor reacción.

Lo repetí en un tono un poco más fuerte.

  • Tía, tía.

Dispuesto ya a despertarla y además a aprovechar la situación me fijé en  la teta que me caía mas cerca, la abarqué con mi mano y repetí mi llamada, esta vez más bajito mientras le acariciaba el pecho.

Quité la mano de donde estaba pero volví a colocarla inmediatamente, ni el miedo al infierno me podía a mi privar de el placer que estaba sintiendo.

Esta segunda vez noté algo que no había sentido a la primera y fue su pezón duro como una piedra, crecido por su silencio acaricié aquel cerro de carne tierna.

Teresa dijo algo como entre dientes y sentí miedo de que me sorprendiera de manera que quité mi mano de su teta y la apoyé en su vientre mientras la volvía a llamar. Esta vez si recibí respuesta.

  • Eres tu y ya son las cinco, que pena estaba teniendo un sueño muy rico. Sal que me tengo que vestir.

Los siguientes días fueron una versión aumentada y corregida de lo que ya he contado.

Las horas que pasábamos preparando pan eran para mi deliciosas, y si el primer día tuve la duda de si mi tía llevaba sujetador los siguientes resolví la duda, otros vestidos y otros escotes me dieron la oportunidad de ver las tetas de Teresa colgando mientras ella se esforzaba en amasar el pan. De buena gana yo le habría amasado las tetas con la misma entrega. Lo que de verdad contribuyó a mi excitación fue ver como sudaba y el colmo cuando para quitarse el pelo de la cara levantaba los brazos y yo podía ver los dos mechoncitos oscuros que tapizaban sus axilas. Además cuando lo hacía me parecía que sus tetas pretendían apuntar al techo.

Un día cuando estábamos en plena faena la correa que unía la amasadora con el motor se salió.

  • Menos mal que estas tu aquí porque si no me tendría que jugar la vida colocando la correa. No me digas que lo haces tu porque no sabes.

Colocó una escalera de madera junto a la máquina y trepó con agilidad por ella.

  • Agárrame, que si me caigo me mato. Agárrame a mi que la escalera es estable.

La sujeté por los muslos que era lo más arriba que alcanzaba. Ese día Teresa iba vestida con una camiseta y una falda vaquera con vuelo. Mientras le sujetaba porque la posición era de verdad peligrosa pude contemplar sus muslos mientras los sujetaba, más aún metí la cabeza bajo su falda y pude ver fugazmente sus braguitas. Todo lo que ella hacía contribuía a mi fiebre, a mi estado de excitación constante.

En cuanto a las siestas el despertarla pasó a ser parte de mis obligaciones, ya el segundo día su postura me permitió comprobar que a la hora de dormir mi tía no llevaba otra cosa que su camisón. La luz no era mucha pero suficiente para que yo pudiera ver la oscura mancha de pelo que lucía entre sus muslos.

También se convirtió en un habito que yo cada vez que iba a despertarla le dedicara atención y caricias a sus tetas. Es más en una ocasión en la que estaba boca arriba con toda delicadeza levanté el camisón hasta poder ver la segunda mata de pelo de mi vida, un pequeño jardín del que surgía un caminito de apenas unos pelillos que subían hacia su ombligo.

No me atreví a tocar aquella joya pero si acerqué mi cara para tratar de conocer su olor. De nuevo olor a Heno de Pravia pero mezclado con notas que para mi eran desconocidas, era olor a mujer pero yo entonces no lo sabía.

Mi inocencia y mi falta absoluta de malicia me impidieron darme cuenta de lo que en realidad pasaba, mi tía era perfectamente consciente de que su sobrino le acariciaba las tetas y le dejaba hacerlo porque le daba placer. Yo por el contrario vivía en la angustia de ser descubierto y que se acabara mi gozo. Estaba constantemente en el miedo a que un día me descubriría y que nunca más le podría acariciar las tetas.

Las veces que me dedicaba a tocarme, cosa que pasaba casi a diario, la mujer que acaparaba mis pensamientos ya no era Lola, era Teresa.

Un día después de acabar nuestra tarea mi tía me dijo:

  • Hemos trabajado mucho, hoy vamos a irnos a bañar a una poza del rio.

Preparó las cosas y después de un paseo bajo un sol de plomo llegamos a la poza. Estábamos completamente solos. Dejamos los bártulos y Teresa me dijo:

  • Date la vuelta que me voy a poner el traje de baño.

Me volví pero no lo suficiente como para no poder verla con el rabillo del ojo.

Teresa me dio la espalda, se sacó el vestido por la cabeza y se quedó en ropa interior, vi como se desabrochaba el sujetador y acto seguido se agachó hacia delante para quitarse las bragas. Tuve una visión deliciosa del culo de mi tía.

En ese momento, no se si sospechando lo que pasaba Teresa me dijo:

  • No se te ocurra volverte que estoy desnuda.

Se puso un bañador que parecía comprado en un convento de clausura y cuando se estaba ajustando los tirantes me dijo:

  • Ya puedes darte la vuelta.

  • Ahora me toca a mi, date la vuelta que me voy a poner mi bañador.

Al contrario que ella yo me desnudé dándole la cara y ella a mi la espalda.

Teresa en mitad de mi maniobra se volvió cuando yo estaba subiéndome el bañador. Nuestras miradas se cruzaron.

  • Perdona, creí que ya habías acabado.

Estaba roja como un tomate.

Nos tendimos en las toallas y estuvimos un rato sin hablar, fui yo el que rompió el hielo.

  • Tía no es que yo sepa mucho de mujeres pero te tengo que decir que eres una mujer preciosa y que tienes un cuerpo de escandalo.

  • El niño ha resultado piropeador, que sabrás tu de mujeres.

  • Lo suficiente como para saber que eres una mujer muy bonita.

  • No debo serlo tanto porque aquí me tienes soltera.

  • Cuando yo sea mayor dejarás de serlo porque me voy a casar contigo.

  • Que descarado eres, pero ¿tanto te gusto? Que soy tu tía y podría ser tu madre.

  • Me encantas eres la mujer mas guapa del mundo.

  • Anda toma el sol un poco que estás de color aspirina.

Nos quedamos dormidos, al menos yo me quedé. Cuando desperté el cuerpo de mi tía estaba pegado al mío, sus tetas contra mi pecho y uno de sus muslos por encima de los míos. Noté como mi hermanito pequeño se ponía en posición de presenten armas.

Cuando despertamos nos fuimos al agua y allí jugamos como dos niños, nos hicimos ahogadillas y en un momento que perdimos pie nos abrazamos como dos náufragos. Sentir el cuerpo de mi tía pegado al mío me volvió a encalabrinar, sus pechos contra el mío y nuestros muslos enlazados.

Dudé un momento si besarla pero no me atreví.

Nos volvimos a casa y una vez allí Teresa me dijo:

  • Acércate a la farmacia y compra algo que tengo la espalda abrasada,  a ti también te vendrá bien.

Fui y volví corriendo , cuando volví Teresa estaba en su cuarto echada boca abajo y con el bañador remangado para dejarle la espalda al aire.

Sin esperar su autorización me unté las manos con el Aftersun y empecé a extenderlo por su espalda. Bajé hasta donde cubría el bañador y puse ver la diferencia de color.

Amasé sus carnes con delicadeza sin dejar un milímetro cuadrado sin mi atención.

Mientras lo hacía Teresa me dijo:

  • Me está aliviando mucho, sigue, sigue dándome.

Y yo seguí, acariciando su espalda y teniendo la osadía de darle crema en los costados hasta tocarle ligeramente la tetas que debido a la posición y al tamaño se extendían a los lados de su pecho.

Estuvimos un buen rato dedicados a la tarea hasta que mi tía me dijo:

  • Ahora te toca a ti, tiéndete aquí a mi lado boca abajo.

Me tendí en su cama y Teresa se incorporó, fue solo un instante, una décima de segundo pero su movimiento me permitió verle las tetas en todo su esplendor.

Mientras ella se dedicaba a acariciar mi espalda me preguntó:

  • De verdad me ves bonita.

  • Ya te lo he dicho eres la mujer más bonita del mundo y me voy a casar contigo.

  • No digas bobadas.

  • Cuando tenga la edad para pedírtelo lo voy a hacer, tu que me vas a contestar. Solo me faltan dos años.

  • Si me lo propones cuando seas mayor te voy a decir que si.

  • Me lo juras

  • Si , te lo juro.

Cuando hubo acabado me dio la vuelta y antes de que pudiera incorporarme me dio un beso en la boca, sin lengua pero no por ello menos delicioso.

  • Eres un chico adorable y he disfrutado mucho con tu compañía.

Y así fueron pasando los días, todos con la misma rutina, por la mañana haciendo pan y disfrutando de ver las tetas y los muslos de Teresa, y por la tarde mi obligada tarea de despertarla de su siesta. La comprobación de que mi tía tenía un sueño profundo me llevó a ser cada día más osado y a ello contribuyó que mi tía usaba camisones cada vez más livianos, recuerdo uno con una fila larga de botones minúsculos en el pecho pero que mi tía se había olvidado de abrochar, la encontré echada de costado y el pecho que estaba más alejado de la cama dejaba su pezón al aire.

No me pude contener y poniendo mi mano entre los dos pechos cogí el que tenía el pezón al aire y lo sopese, no solo eso me dediqué a acariciar el pezón.

Mientras lo hacía sentí que el corazón me iba a explotar en el pecho y no era eso lo único que tenía en ebullición, entre mis piernas noté la erección de mi verga hasta un estado que me empezaba a doler.

El día antes de mi vuelta a Madrid decidí jugarme el todo por el todo, cuando fui a mi tarea diaria de despertarla entre en su cuarto y mis manos se fueron directamente a acariciar sus tetas, y digo directamente porque las metí por el escote para gozar de sus carnes en vivo.

Acaricié y acaricié sin cortarme un pelo, la abarqué al completo y jugué con sus pezones. Crecido por su inmovilidad le levanté el camisón y pasé mis dedos por la mata de pelo que me tenía loco por acariciar. Sentí la suavidad infinita del pelo de mi tía pero no me atreví a profundizar, en su lugar primero eché mi mano a un lado para acariciar el lateral de sus nalgas y desde ahí recorrí su vientre hasta volver a las tetas.

Teresa dio síntomas de estarse despertando pero eso no me hizo cambiar de posición.

Ya con los ojos abiertos y en un tono burlón me dijo:

  • No está bien abusar de una pobre mujer mientras duerme y hay cosas a las que no tienes derecho si no estás casado conmigo.

Su tono me animó a llevar a cabo mi siguiente acto. Sin quitarle la mano de la tetas fui yo el que esta vez llevé mis labios contra los suyos y la besé. Otra vez sin lengua pero esta vez fue un beso más largo. Me iba a retirar cumplido mi objetivo cuando sentí que la lengua de mi tía se abría paso entre mis labios, la sentí llegar y me volvió loco cuando se encontró con la mía. No puedo decir cuanto duró el beso si se que el universo se paró, el mundo dejó de existir y yo sentí como que caía a un pozo de kilómetros de profundidad.

Cuando ella decidió se separó

  • Vale ya hemos jugado bastante, vete a preparar tus cosas que mañana te vas, esto tiene que ser un secreto entre los dos.

Obedecí sus ordenes, preparé mi equipaje y me fui a preparar la cena.

Cuando habíamos acabado de cenar me armé de valor, con las piernas temblando por miedo a su reacción le dije:

  • ¿Te puedo pedir un favor?

  • Depende de lo que me pidas.

He de reconocer que usé un argumento tramposo:

  • Muchas noches yo dormía con mi madre, bueno siempre que no estaba mi padre en casa, me gustaría dormir esta noche contigo.

  • Te voy a dejar pero con una condición, tienes que obedecerme en todo lo que yo te mande, no quiero tener que echarte de mi cama por descarado.

Me mandó que me metiera yo primero en su cama y así lo hice, vestido con una camiseta y los calzoncillos. También me mandó que apagara la luz. Mientras la estuve esperando todo mi cuerpo temblaba, no podía creer lo que me estaba pasando.

Mi tía sin cortarse un pelo se metió en la cama, pegó su cuerpo al mío y me dijo:

  • Mi niño quiere dormir con su mamá.

  • Quiero dormir con la mujer más preciosa del mundo, con la que me voy a casar.

Esta vez el recorrido fue distinto a todo lo anterior, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo sin hablar empezamos por los besos, Teresa rodeó con sus brazos mi cabeza mientras nuestras lenguas empezaban a jugar, yo a mi vez metí mi mano por debajo del camisón y me dirigí directamente a sus tetas.

Nos estuvimos besando hasta casi ahogarnos, mientras mi mano jugaba con sus pezones.

  • ¿Te gusta que te acaricie las tetas?

  • Me encanta, eres un niño muy malo pero me encanta que me acaricies las tetas, por favor sigue.

Seguimos con los besos y yo con sus pezones hasta que me decidí a explorar otros territorios. Fue fácil deslizar mi mano por su vientre hasta llegar a su entrepierna, esta vez no me conformé con acariciar el pelo, bajé más mi mano hasta alcanzar la humedad que mi tía tenía entre sus muslos.

Su reacción fue como si le hubiera dado un escalofrio.

  • Acaríciame despacito que tengo esa zona muy sensible.

A pesar de mi impericia encontré la entrada de su gruta y pasé mis dedos por ella, en un momento en que la estaba recorriendo mi tía me dijo:

  • Ahí, ahí acaríciame ahí. Que rico. Ahí me das mucho gusto.

Enfrascado en mi tarea tuve tiempo de pensar que quería comerme las tetas de mi tía y mientras mi mano hurgaba entre sus muslos llevé mi boca a su pezón, estoy seguro de que le gustó porque me separó ligeramente y se sacó la teta del camisón dejándome vía libre para que me la comiera sin tela de por medio.

Me estás dando mucho gusto, me tienes encendida y me vas a hacer perder el control de mis actos, pero sigue por dios, sigue.

Para acabar de llevarme al cielo y mientras yo estaba concentrado en mi tarea sentí que la mano de mi tía había ido a buscar mi verga y la tenía agarrada con fuerza.

  • Quieres que yo también te toque a ti.

  • Me vuelve loco que lo hagas, lo que no se es si voy a poder aguantar mucho rato.

  • Espero hacerlo bien porque no lo he hecho nunca

  • Sin cruzar palabra Teresa empezó a hacerme una paja, lentamente, como deleitándose en la maniobra. Cada vez que su mano subía y bajaba yo tenía la sensación de que mi cerebro iba explotar.

Dada mi inexperiencia no es de extrañar que yo fuera el primero en venirme, le avisé.

  • Me voy a correr no puedo soportar más placer, me voy a correr.

  • Córrete mi niño, córrete con tu tía, dame toda tu leche, dámela toda.

Exploté como un volcán, como la bomba atómica, como si fuera el fin del mundo.

  • Que rica leche mi amor, me ha vuelto loca sacártela, ahora tienes tu que hacer que me corra, sigue acariciándome con tus dedos o si quieres dame con tu lengua.

Su oferta fue como si me llamaran a cobrar una herencia, me sumergí en las profundidades de la cama y llevé mi lengua a donde más humedad sentí.

Sin la menor pericia pero con la determinación de darle placer empecé a pasar mi lengua de arriba abajo, disfrutando del perfume que el sexo de mi tía me estaba ofreciendo. Facilitó mi tarea las instrucciones que iba recibiendo, dame un poquito más arriba, méteme un poquito la punta de la lengua, sigue, sigue.

Y cuando estaba llegando a su orgasmo cambió de lenguaje: comete mi chocho, cómetelo que me tienes muy cachonda, abusador que cada día que me has venido a despertar me has estado tocando las tetas, eres un sinvergüenza , pero me pones a mil, cachonda como una perra, te pediría que me follaras pero eso no vamos a hacerlo, sigue dándome lengua que me voy a correr como una perra, sigue que me estoy viniendo, que rico lo que me haces, ya me estoy corriendo, me corro mi amor, me corro, me estas matando de dicha. Ya para que ya me he corrido y no puedo soportar más placer.

Acabamos abrazados y besándonos. Hay quien dice que vale más un beso después que cien antes, nosotros nos dimos todos los que quisimos hasta quedar exhaustos, y felices.

Cuando los dos estábamos mirando al techo recuperándonos del esfuerzo quise aclarar algunas cosas de las que en el fragor de la batalla mi tía había dicho.

  • Tengo una pregunta que hacerte y una petición.

  • A ver por donde vas a salir.

  • Empezaré por la petición quiero que enciendas la luz y me dejes verte desnuda.

  • Eres un pervertido, ningún hombre me ha visto desnuda, nunca. Me da mucha vergüenza.

  • Yo no soy cualquier hombre yo voy a ser tu marido y entre tu yo no puede haber ni vergüenzas, ni pudores ni secretos.

Y mi tía encendió la luz y se sacó el camisón por la cabeza, a los pies de la cama se me ofreció primero de frente sin taparse nada salvo los ojos, me recreé contemplando sus pechos, sus caderas, el escudo de su vientre pero la cosa no quedó ahí, sonriéndome poco a poco se fue dando lo vuelta hasta mostrarme su espalda y con ella su culo y sus muslos.

  • Eres preciosa, eres la mujer más bonita del mundo y tienes un cuerpo divino. ¿Te ha dado vergüenza?

  • No te puedo mentir, me ha puesto cachonda, eres el único hombre que me ha visto desnuda, me ha dado vergüenza,  pero me ha gustado.

Yo mientras ella se daba la vuelta me había quitado los calzoncillos y viendo lo que estaba viendo mi herramienta se puso a crecer, el detalle no le pasó desapercibido.

  • Se te esta volviendo a poner gorda y eso no miente, de verdad te gusto.

  • Ven aquí junto a la cama.

Tan pronto se puso a mi alcance me abracé a sus muslos mientras mis manos acariciaban sus nalgas. Con delicadeza la llevé a echarse de nuevo en la cama.

  • A ver,  hace un momento me has echado en cara que te acariciara las tetas cuando te iba a despertar, yo creía que estabas dormida.

  • El primer día que te pedí que me despertaras, cuando entraste en mi cuarto yo estaba dormida, lo que sentí fue una mano acariciándome las tetas, en ese momento pensé en darte una bofetada por faltarme al respeto, pero no lo hice y no lo hice porque me invadió una oleada de placer que recorrió todo mi cuerpo. Nunca un hombre me había tocado las tetas, por eso me pusiste a mil y quise que siguieras, que me dieras gusto, te hubiera pedido que me las comieras pero me contuve.

  • Y los siguientes días que pasó.

  • Que me pasaba el día esperando que vinieras a acariciar mis tetas y que me encendía pensar que te gustaba tocarme tanto como para correr el riesgo de que te descubriera.

  • Y porque no me lo dijiste.

  • Porque me excitaba pensar que tu venías a abusar de mi, a aprovecharte de una mujer indefensa porque te tenía tan caliente que no podías dejar de hacerlo. Ese pensamiento me tenía ardiendo todo el día. No te quería decir el placer que me estabas dando pero al mismo tiempo te mandaba mensajes para que no dejaras de hacerlo.

  • Que mensajes

  • No me digas que no me has visto las tetas cuando estábamos haciendo el pan porque me puse los vestidos más escotados y me echaba adelante para que me las vieras. Y cuando tuvimos que arreglar la correa de la maquina, qué. Te aprovechaste acariciándome los muslos. ¿No te ponía cachondo? Y tuviste mala suerte porque ese día llevaba bragas, si hubiera sabido que se iba a salir la correa no me las hubiera puesto.

  • Ya he visto que te gusta andar con la tetas libres, ¿también te gusta ir sin bragas?

  • Cuando estoy yo sola en mitad del verano y con el horno a tope suelo llevar solo un vestido, es más muchos días me lo quito y formo los panes desnuda. Y contestando a tu pregunta, si me gusta ir sin ropa interior.

  • Me has tenido enfermo cada día que he pasado contigo. De ti me gusta todo, pero si algo me vuelve loco es tu olor .

  • ¿Mi olor?, a que huelo porque soy muy limpia.

  • Hueles muy rico y tu olor me excita.

Al día siguiente cogí el autocar que me devolvía a Madrid, Teresa no quiso ir a despedirme. Antes de salir de su casa nos besamos como dos desequilibrados que pensaran que se acababa el mundo.

  • Tenemos un secreto que guardar, lo que ha pasado solo lo sabemos tu y yo, yo no se lo voy a contar a nadie luego si se llega a saber con seguridad habrás sido tu.

  • Yo no se lo voy a contar a nadie pero tenemos otro secreto muy importante, y es que cuando yo sea mayor tu vas a ser mi mujer.

  • Ya soy tu mujer. No te olvides que eres el primer hombre que me ha visto desnuda y el primero que me ha acariciado. Eres un demonio.

  • Y tu una corruptora de menores.

  • No me sigas hablando que se me estoy mojando y vas a perder el autobús.

  • Aunque lo pierda necesito saber una cosa.Llevé mi mano hasta el borde de su falda y fui ascendiendo mientras nos besábamos, como yo había supuesto mi mujer en homenaje a mi esa mañana no se había puesto bragas.

  • Sabía que antes de irte me ibas a tocar. Eres un depravado.

Cogí mi equipaje y me fui camino de la parada sin saber en ese momento que habrían de pasar ocho años hasta que nos volviéramos a ver y que nuestro reencuentro fue tan fuerte como para que no volviéramos a separarnos nunca más.

CONTINUARÁ