La panadera

De mi relación con la panadera y de como el tiempo pasa sin darnos cuenta y sin aprovecharlo...

LA HIJA DE LA PANADERA

Olía deliciosamente aquella zagala rolliza. Llevaba en su pelo el aroma de los bollos, de los dulces, del pan recién hecho. Y despertaba en mí todos mis apetitos. Todos.

Todas las mañanas me pasaba por la panadería a comprar el pan y a veces, algún bollo. Tenia que andar tres calles y pasaba por otras dos panaderías, pero de verdad que merecía la pena. El pan no es que fuera muy bueno… pero eso que importa.

Hacia tres años que compraba el pan a diario. todos los días iba y la saludaba amablemente, pedía un pan, le dedicaba una agradable sonrisa y me volvía a casa deseándola, soñando con ella, con sus carnes blancas, con besarla en ese divino cuello cubierto de un ligero "polvillo" de harina que lo hacia aterciopelado, aromático. Deseaba amasar sus pechos, hundir mi rostro entre ellos e inhalar su esencia, poseerla febril e indómito.

Ni tan siquiera sabía su nombre, pero estaba loco por ella, la deseaba…. Un día, tenía la mejilla manchada de harina y estuve a punto de decirle, eso… que tenia manchada la mejilla, incluso hice el ademán con la mano para señalárselo, pero no dije nada. Le sonreí mientras envolvía el pan en un trocito de papel y me despedí amablemente.

Recuerdo el día que llovía a cántaros, entré corriendo a la panadería. Era sábado, llovía tanto que por un momento pensé en no salir a comprar el pan, pero en el último instante, antes de que cerraran a las tres, salí a toda prisa de casa. Entré empapado, me sacudí el pelo y la ropa mirando desde el interior como llovía… cuando me giré me quede paralizado, alarmado… no estaba mi panadera adorada, en su lugar había una chica morena, delgadita y sonriente que dijo algo referente al tiempo. Ella siguió hablando pero yo no la escuchaba. ¿Dónde esta la chica… la chica que suele estar aquí? Siempre…. Le dije.

-Ah, Marta. Se ha ido, se casa. De hecho, hoy se ha casado. Dijo sin dejar de sonreír.

Me volví y me quede mirando a la calle, al diluvio que se había desatado. Vaya tiempo para un día de boda pensé. Que se joda.

-¿Desea algo señor? preguntó con su inherente sonrisa.

-No. Bueno… si ¿Cómo te llamas?