La pajera (2)

Susana admite lo que es y le pide un favor a Anselmo

Siempre que Susana la hacía una paja a Anselmo, después, en su casa, se hacía ella una. Ese día no. Anselmo se la había hecho. Y había sido maravilloso. Jamás había sentido tanto placer.

Sin embargo, cuando se acostó a dormir más tarde, se acordó de lo que él le había dicho, lo de su amigo. Quizás la próxima vez serían dos hombres a los que masturbar en vez de uno. La idea comenzó a excitarla y se acarició hasta gritar contra la almohada para que sus padres no oyeran sus gritos de placer.

Deseaba que Anselmo la llamara. Deseaba tocar una nueva polla.

Dos días después, a la hora habitual, recibió un mensaje de Anselmo, pidiéndole que viniera. Le respondió que bajaba enseguida. Sólo de pensar en lo que podría pasar, se excitó. Se puso la falda del otro día y se fue, despidiéndose de su madre.

La puerta de la casa de Anselmo estaba abierta, así que no tuvo que tocar. Entró y cerró. Él la esperaba.

-Hola Susana. Mi amigo está en el salón. Si no estás segura de esto, no pasa nada. Le diré que se vaya.

-Estoy segura. Vamos.

Anselmo le sonrió.

Entraron juntos al salón.

-Susana, este es Julio, el amigo de quien te hablé.

-Hola Julio.

-Hola Susana.

Julio no la miró directamente a los ojos. Susana enseguida notó que estaba un poco cortado, avergonzado. Lo observó. Más delgado que Anselmo, más o menos de su edad y estatura. Ni guapo ni feo. Normalito.

-Bueno, todos sabemos a lo que he venido, ¿no? Empecemos - dijo, sonriendo

El sofá era amplio, así que Susana se sentó al lado de Julio, y Anselmo al otro lado, dejándola en medio. Susana miró a los dos hombres. A Anselmo se le notaba ya la polla dura bajo el pantalón. A Julio nada. O la tenía pequeña o no la tenía dura. Puso su mano derecha sobre la polla de Anselmo, empezado a sobarla. La mano izquierda la llevó a la de Julio. Estaba floja,

-¿No te gusto? - le preguntó a Julio, mirándolo a los ojos.

-Sí, claro que me gustas...pero es que estoy un poco cortado.

-Cierra los ojos. Olvídate de donde estás.

Julio lo hizo. Susana empezó a acariciar sus entrepiernas. Con la otra mano bajó la bragueta de Anselmo y sacó su conocida polla. Le sonrió. Con alegría notó que la polla de Julio empezó a reaccionar. Le bajó también la cremallera y se la sacó. La terminó de poner dura con la mano.

Susana tenía ahora una dura polla en cada mano. Empezó las pajas, y los dos hombres empezaron a gemir. Julio abrió los ojos y miró como Susana subía y bajaba su mano a lo largo de su polla. Aquella preciosa jovencita le estaba haciendo una soberana paja. Eso bien valían los 15 euros. Hubiese pagado más.

-Bueno, chicos, bájense los pantalones, no vayamos a mancharlos.

Los dos hombres se los dejaron en los tobillos. Susana miró las dos pollas, agarrándolas otra vez.

-Vaya, dos preciosa pollas, bien duras. A ver quien se corre primero.

El coño le ardía. Abrió sus piernas hasta que sus rodillas chocaron contras las piernas de Julio y Anselmo. Deseaba que cualquiera de los dos metiera su mano por debajo de su falda y la acariciara. Los pezones, duros como diamantes, se le marcaban en la camisa.

Julio gozaba de la maravillosa paja. Miraba a Susana, preciosa. El movimiento de sus manos hacía que sus tetas dieran saltitos. Se le marcaban los pezones. ¿Podría ser que aquella chiquilla se pusiese cachonda tocándole le polla? Su excitación subió.

-Susana... ¿Puedo tocarte? - preguntó Julio.

Iba a responderle que sí, que la tocara, que le metiera mano, pero antes de poder abrir la boca, Anselmo habló.

-Julio, ya te dije que nada de tocar. Sólo toca ella.

Susana miró a Anselmo, sorprendida. Él le hizo un gesto y sonrió.

Continuó con las pajas. Ellos cada vez gemían más. De la punta de las dos pollas manaba líquido pre seminal que Susana esparcía por los glandes. El primero en dar avisos de que se iba a correr fue Julio, así que Susana se concentró en la polla de la mano izquierda. Sintió las contracciones de la polla y como el primer chorro salía. La corrida no fue tan espectacular como las de Anselmo. La leche no salía disparada, sino que salía sin fuerza y caía por su mano y por la polla. Pero era caliente y abundante. Le encantó verla salir, oyendo gemir a Julio. Él tenía los ojos fuertemente cerrados y una mueca de placer en el rostro.

La polla de Julio dejó de manar y él se relajó. Susana no soltó la polla. La siguió agarrando con la mano cubierta del semen del hombre. Se giró hacia Anselmo.

-Bueno, ahora te toca a ti.

En menos de un minuto la polla de Anselmo estalló. Él sí que lanzó unos buenos chorros en el aire, que cayeron sobre su barriga y después sobre la mano de Susana.

-Bueno, ya están los señores servidos - les dijo, sonriendo.

La polla de Julio perdió dureza. La de Anselmo quedó a media asta. Susana se levantó, cogió el paño, se limpió las manos y luego a ellos. Extendió las dos manos, con las palmas hacia arriba. Los dos hombres sacaron el dinero de los bolsillos de sus camisas y se lo dieron.

-Gracias, caballeros. Es un placer hacer negocios con ustedes.

Anselmo se subió los pantalones y la acompañó a la puerta. Antes de abrir, ella le preguntó.

-¿Por qué no has dejado que Julio me tocara?

-Yo.....no lo sé. Simplemente no quería que lo hiciera.

-Pues ahora me he quedado muy caliente.

-Yo...lo siento, Susana.

Susana lo miró y recordó el placer que el otro día él le había dado. Sacó el dinero que ellos le habían dado y cogió 15 euros. Miró a Anselmo a los ojos mostrándole el dinero.

-¿Me haces una paja?

Anselmo se sorprendió una vez más con aquella muchacha.

-Guárdate el dinero. Te haré todo lo que quieres. Espera en la cocina. Me libraré de Julio.

Ella entró en la cocina y cerró la puerta. Esperó.

Anselmo volvió al salón, en donde Julio ya se había adecentado.

-Tenías razón, Anselmo. Esa chica es preciosa. Vaya pajote que me ha cascado. Creo que repetiré más veces. Verás cuando se lo cuente a los demás.

-No se lo digas a nadie, coño. No tenía que habértelo dicho.

-¿Qué pasa? Sólo es una putita.

-No es una putita.

-Pues bien que cogió los 30 euros después de las pajas.

-Bueno, veta ya. Tengo cosas que hacer.

-Tranquilo, que ya me voy.

Maldito Julio. Ahora se arrepentía de habérselo contado. No la dejó tocarla porque la quería sólo para él.

"Joder, que tonto soy. No es mía", se decía mientras iba a buscarla a la cocina. Abrió la puerta y allí estaba ella, sentada en una silla, esperándolo.

-¿Ya se ha ido?

-Sí. Ven

Le tendió la mano y ella la cogió. La condujo de nuevo al salón. Lo hizo sentar en el sofá, en el mismo lugar que en donde hacía poco les había hecho una paja a cada uno.

-Me he quitado las bragas.

Abrió las piernas ligeramente. Necesitaba desahogarse. El coño lo tenía palpitando. Miró Anselmo, que sentado a su lado la miraba.

Como la otra vez, acarició con dulzura su cara, su cuello, y después, sus tetas. Ella lo miraba, mordiéndose el labio.

Pero esta vez no siguió bajando. La miró a los ojos y empezó a desabrochar los botones de la camisa de  Susana. Ella no dijo nada. Lo dejó continuar.

Uno a uno los fue abriendo, hasta llegar al último. Entonces, despacito, abrió la blusa. Las tetas de Susana estaban enfundadas en un sostén blanco, normalito, pero que a Anselmo le pareció precioso. Llevó su mano izquierda hacia aquellas dos tetas y empezó a acariciarlas. Enseguida notó los duros pezones. Por encima de la fina tela, los pellizcó con suavidad.

Susana gimió de placer. Aquellos dedos en sus duros pezones la hacían estremecer. Sin que él se lo pidiera, metió sus manos por su espalda y se desabrochó el sujetador. Anselmo se lo quitó.

-Son preciosas, Susana. Toda tú eres preciosa.

-Gracias.

Ahora acarició aquellas dos lindas tetas con las manos. La piel era suave y caliente. Atrapó con el pulgar y el índice uno de los pezones. Lo apretó y arrancó nuevos gemidos de Susana.

Tenía que besarla. Ella tenía los ojos cerrados. Anselmo no se pudo resistir y acercó sus labios a los de ella. El beso fue suave. Susana no lo rechazó. Ni siquiera abrió los ojos. Así que la volvió a besar, abriendo los labios.

Para su gozo, Susana abrió los suyos. Las lenguas se dieron un tímido saludo antes de abrazarse con fuerza.

Aquel beso que Anselmo le gustó mucho a Susana. Su boca no sabía a tabaco, como la de Paco. Sabía a menta. Todo el cuerpo de Susana temblaba. Y más cuando la mano que acariciaba sus tetas fue bajando hasta sus rodillas, para desde allí, empezar a subir hasta su desnudo coñito.

Gimió en la boca de Anselmo, que empezó a pasar sus dedos a lo largo de la rajita de su coño, arrancándole espasmos de placer. Le comía la boca sin dejar de masturbarla. Cuando juntó dos dedos y con las yemas acarició su inflamado clítoris, estalló en un fuerte orgasmo. Su espalda se arqueó sobre el respaldo del sofá y todos los músculos de su cuerpo se pusieron rígidos. Gracias a que su boca estaba tapada por la de él no se oyó su grito.

Los dedos de Anselmo se llenaron de los jugos de Susana. La dejó reposar tras su orgasmo, pero sin quitar la mano de su coño. La besaba en las mejillas, en los párpados. Ella levantó los ojos y lo miró, sonriendo. Se volvieron a besar.

Ella llevó su mano a la polla de Anselmo.

-La tienes otra vez dura.

-Es que me excitas, Susana. Eres tan sexy.

Le bajó la cremallera y le sacó la polla. Empezó una nueva paja al tiempo que él empezaba otra. Ahora, Anselmo metió dos dedos en la vagina de Susana, que se tensó cuando llegaron a su himen. Él notó es estrechamiento, y se sorprendió una vez más.

-¿Eres virgen?

-Sí.

Notó que la polla se ponía más dura.

-Le estás haciendo una paja a una mocita! jajaja

-Vaya...No lo esperaba

-Es que no he encontrado al chico adecuado, aún.

Se lo dijo mirándolo a los ojos. Unos bellos ojos brillantes en donde Anselmo se perdió. Él abandonó la vagina y volvió a acariciarla por fuera.

Susana estaba deseosa de probar cosas nuevas.

-Anselmo, arrodíllate en el sofá.

El la obedeció. Su mano no dejó de tocarle el coñito. Ahora su polla quedó frente a sus tetas. Ella la cogió y se acercó. Reanudó la paja.

-¿Te gustaría correrte en mis tetas?

Anselmo abrió los ojos como platos.

-Claro..Me encantaría.

-Ummmmm creo que una paja con corrida sobre mis tetas serán 20 euros. ¿Es justo, no?

-Sí, creo que es justo.

-Hoy invita la casa. Jajaja.

A los pocos segundos los dos gemían de placer. Susana no sólo por los expertos dedos que frotaban su clítoris con delicadeza, sin por tener tan cerca aquella polla que en pocos instantes le llenaría las tetas con su leche. Y Anselmo por tener a aquel bello ángel para él. La polla estaba a menos de 5 centímetros de los lindos pechos. Sintió que el momento se acercaba.

-Agggg Susana...Me voy a correr otra vez...

-Sí, sí...córrete en mis tetas. Llénamelas de leche...Yo también estoy a punto...

La segunda corrida de Anselmo no fue tan abundante como la primera, pero fue más placentera. Aún así, las dos tetas recibieron una buena dosis de semen calentito. Cuando Susana sintió aquel líquido caliente caer sobre sus tetas, estalló también. Esta vez, sin nada en la boca, gritó a placer, sin dejar de mover la mano a lo largo de la polla para que no quedara dentro nada de su premio.

Cuando se miró y se vio las tetas con aquellos rastros blancos, se gustó. Aún tenía espasmos de placer.

Esta vez no utilizó el paño. Con sus manos se esparció el semen como si fuera alguna crema reafirmante, que aún no necesitaba. A su nariz llegó el olor del semen. Le gustó. Anselmo la miraba. Aquella chica lo seguía sorprendiendo a cada momento.

Cuando la fue a despedir a la puerta, ella, antes de irse, le dio rápido beso en los labios. Anselmo miró desde el quicio de su puerta como ella subía las escaleras.

Susana estaba feliz. Había hecho dos pajas a la vez, se había besado con Anselmo y él la había hecho correr dos veces. Y como premio final, se corrió en sus tetas. Se las tocó por debajo de la camisa. Estaban pegajosas. Tendría que darse una buena ducha.

Mientras se duchaba, recapituló sobre los acontecimientos recientes de su vida. Estaba claro en lo que se estaba convirtiendo. En un putilla que hacía pajas por dinero. Pero le gustaba. Se excitaba.

Sólo eran 'inocentes' pajas. No se dejaba follar. Eso ya eran palabras mayores. Ah, y no habían toqueteos. Sólo de Anselmo. Lo hacía tan bien.

Por ahora seguiría así. Sólo pajas sin dejarse tocar. Bueno, Anselmo sí. Julio no. Estaba segura de que Julio repetiría.

Pero no iba a hacer mucho negocio con sólo dos clientes. Tenía que ampliar el negocio. Se puso a pensar...

"Ummm paja  normal, 15 euros. Paja con corrida en mis tetas, 20 euros..A ver...Sí, paja con las tetas, 25 euros. No está mal el menú, jajaja".

Allí, en la ducha, se reía sola.

Ahora sólo le faltaban más clientes. Y un sitio tranquilo. Su loca cabecita se puso a pensar y encontró una solución.

Al día siguiente bajó a casa de Anselmo sin esperar a que él le mandara el mensajito. Tocó a la puerta. Cuando él abrió, se sorprendió de verla. La hizo pasar.

-Hola Susana, no esperaba verte hoy. ¿Todo bien?

-Sí, muy bien. Verás, es que quiero hablar contigo de una cosa que se me ha ocurrido.

-¿Sobre qué?

-Negocios. ¿Vamos al salón?

-Claro

La siguió. No entendía que quería Susana. Ella se sentó en el sofá. Anselmo a su lado, mirándola expectante.

-Verás, Anselmo...uf...no sé cómo empezar.

-Pues..por el principio.

-Jajaja. Claro. No hay mejor sitio. Pues..lo de ayer con Julio me ha abierto los ojos.

-No te entiendo.

-Hasta ahora, contigo, era como un juego. Un juego al que me encantaba jugar. - alargó la mano y la puso sobre la floja polla de Anselmo - Me encantaba hacerte pajas. Me encanta hacerte pajas.

La polla se empezó a poner dura.

-Y que tú me las hagas a mí. Eres el primer hombre que me hacer correr. Eres el primer hombre al que me gusta besar.

Anselmo la seguía mirando, aún sin entender a donde quería llegar Susana.

-Ayer, con Julio, me di cuenta de una cosa. Algo que me negaba a creer antes, pero que ahora ya está claro. Soy una puta.

-No digas eso. No eres ninguna puta, Susana.

-¿Cómo llamarías a una mujer que da sexo a hombre a cambio de dinero?

Anselmo no pudo contestar. Había muchas palabras para describirla. Puta era la más adecuada.

-Pues me he puesto a pensar. Me encanta hacerte pajas. Me gustó hacérsela a Julio. ¿Por qué no buscar más...clientes? Seguro que hay más hombres ahí fuera que estarían encantados de que les hiciera una buena paja.

La polla de Anselmo ya estaba dura del todo. Susana le bajó la cremallera y le sacó la polla. Empezó a hacer lo que tanto le gustaba, una lenta paja.

-¿Por qué me cuentas todo esto? - preguntó Anselmo

-Es que..necesito un sitio tranquilo en donde llevar el... negocio.

-¿Quéeee? ¿Me estás proponiendo .....?

-Sí. Que lo clientes vengan aquí. Es un buen sitio. Tranquilo. No levantaremos sospechas.

-¿Estás loca?

-No..piénsatelo. Si lo permites, no me tendrás que pagar nunca más. Me tendrás cuando quieras.

La polla estaba cada vez más dura. La mano de Susana se movía con más rapidez. Anselmo estaba a punto de correrse. Ella se acercó y lo besó en la boca. Él abrió la suya.

-Además, te podrías llevar parte de las ganancias.

-¿Te das cuenta de lo que me pides? Quieres que sea tu...chulo

-Llámalo como quieras.

Lo besó con pasión, aplastando sus tetas contra su pecho. Notó en su mano como la polla palpitaba y sintió como caía en su mano el caliente semen que Anselmo soltaba con fuerza. Su camisa y sus pantalones quedaron manchados. La mano de Susana seguía subiendo y bajando ahora más lentamente, apenas apretando.

-¿Qué me dices, Anselmo?

-No lo sé, Susana. No lo sé.

Anselmo se puso a pensar con rapidez. ¿Cómo le quitaría esa idea de la cabeza si fue él el que lo comenzó todo? Fue él su primer cliente. Fue él el que le consiguió el segundo. La veía muy segura. Sabía que lo haría, con él o sin él. Si le pasara algo no se lo perdonaría, así que lo mejor sería acceder. Al menos la podría vigilar y cuidad de que no le pasara nada malo.

-¿Lo harás de todas formas, verdad?

-Sí.

-Está bien. Trato hecho.

Lo abrazó y lo besó.

-Gracias Anselmo. No te arrepentirás.

-Espero que no.

-Anselmo....

-Dime

-Estoy cachonda. Hazme una pajita.

Anselmo se levantó y le tendió una mano. Ella la cogió. La llevó a su dormitorio.

-¿Confías en mi, Susana?

-Sí Anselmo.

Estaban de pie, uno frente al otro. Anselmo empezó a quitarle la camisa. Botón a botón, mirándola a los ojos. Cuando el último fue abierto, se la abrió para contemplar su torso. Después, se la quitó y la dejó sobre una silla. Susana se abrió el sujetador por detrás, y él se lo quitó. Admiró las hermosas tetas. Los pezones de veían duros. Lo comprobó con sus labios. Susana, cerrando los ojos, gimió de placer.

Sin quitar los labios del rico pezón que estaba chupando, Anselmo desabrochó la falda, que cayó a los pies de Susana. Ella empezó a temblar de excitación. Anselmo se incorporó y la besó, llevando sus manos al culito. Lo acarició sobre las blancas braguitas, atrayéndola hacia él.

-Déjame admirar tu belleza.

Se separó de ella para poder verla en todo su esplendor. Su cuerpo era precioso. Ella, divertida, se dio lentamente la vuelta, para que pudiese verla bien.

-¿Estoy buena?

-Eres la cosa más bonita que he visto en mi vida, Susana.

Se volvió a acercar a ella y la llevó a la cama. La hizo acostar y delicadamente le quitó las bragas. Susana estaba ahora completamente desnuda, en su cama. Tenía gana de abalanzarse sobre ella, besarla y....pero no lo hizo. Se acostó a su lado, apoyándose en un codo. La empezó a acariciar con las yemas de sus dedos, empezando por sus hombros.

Susana se sentía muy excitada. Y muy a gusto con aquel hombre. Cerró los ojos para sentir como aquellos dedos recorrían su piel. Con su sentido del tacto los siguió mientras bajaban por su piel. Apenas rozaron sus tetas, siguieron bajando. Su pezón derecho fue lamido. Una lengua caliente y húmeda describió círculos a su alrededor. No pudo evitar gemir de placer mientras sentía escalofríos por todo su cuerpo. La mano siguió bajando hasta llegar a su pubis, en donde se entretuvo. Los dedos jugaron con su vello púbico, enredándose con él.

Los jugos del coñito de Susana empezaron a rezumar. Casi los sentía bajar por su rajita.

-Agggg Anselmo...no puedo más...Tócame...

-Te estoy tocando

-Ummm no seas malo...tócame el coñito...echa fuego....

Abrió las piernas, esperado que aquellos expertos dedos siguieran bajando y la tocaran como él solía hacer. Que la hicieran estallar frotándola, acariciándola. Pero Anselmo siguió entrelazando sus dedos en su pubis, sin bajar más.

-Malo...eres malo....por favor...

Ella seguía con los ojos cerrados. La tensión de su cuerpo iba en aumento. La mano no bajó más. Lo que empezó a bajar fue su boca. Besito a besito, lamida a lamida, Anselmo fue bajando lentamente. Se entretuvo un poco en su ombligo, haciéndole cosquillas con la lengua. Y después, siguió bajando. Llegó al pubis, en donde su mano lo esperaba.

Ahora la mano si bajó, pero pasó de largo su anhelante sexo. Acarició los muslos, hasta llegar a la mitad de aquellas bellas columnas. La besó en el monte de Venus. Anselmo aspiró el olor de Susana. Olor a mujer. Un olor que casi había olvidado ya.

Aquellos besos tan íntimos tenían a Susana al borde del orgasmo, tensa, a la espera. Y, por fin, la boca de Anselmo llegó a su coño. La lengua recorrió la mojada rajita y cuando rozó el clítoris, Susana estalló. Levantó la espalda de la cama, arqueándose, tensando hasta la última fibra de su cuerpo. Largos segundos de dulce agonía. Quiso gritar, pero no tenía aire en los pulmones.

La tensión cesó. Quedó desmadejada sobre la cama. Su cuerpo aún tenía espasmos de placer.

-Anselmo...ha sido...ummmm...maravilloso.

-Apenas he empezado, Susana.

Se colocó entre sus abiertas piernas, boca abajo. Ante él quedó un precioso y excitado sexo de mujer, de negro vello y sonrosados labios. Húmedo, mojado. Empezó a besar la cara interna de los muslos, acercándose cada vez más a las ingles, pero sin tocar la sensible vulva. Ella aún no había abierto los ojos, pero bajó sus manos y acarició el cabello del hombre que tanto placer la había dado, y que tanto placer le iba a dar.

Con los dedos de una mano, Anselmo separó los labios de aquel virginal coñito. Descubrió el inflamado clítoris. Acercó su lengua y la pasó alrededor, sin tocarlo. Susana volvió a gemir.

-Agggggggg que placer, dios, que placer.

La mujer de Anselmo siempre le decía que era maravilloso con su boca. Susana lo pudo comprobar. La hizo correr varias veces, lamiéndola sin descanso, sin parar. Cada orgasmo más fuerte que el anterior, hasta que no pudo más y lo separó. Abrió los ojos y lo miró. La cara de Anselmo estaba brillante. Se la había dejado llena de sus jugos.

-Casi me matas de placer.

Anselmo se incorporó y se acostó a su lado. Él, vestido. Ella, desnuda. Susana lo abrazó, por primera vez, apoyando su cabeza en su pecho.

Ella se había reservado para el chico adecuado. ¿Quién más adecuado que ese hombre que tanto placer le daba, que tan dulcemente la trataba? No era un jovenzuelo, es verdad. Pero no conocía a nadie mejor. Pero ahora estaba agotada. Al poco rato, se durmió, mientras Anselmo acariciaba su cabello.

Anselmo oía la suave y relajada respiración de Susana. Que maravillosa chiquilla. La hija que nunca tuvo. Aunque si hubiese sido su hija jamás podría haber hecho lo que hizo.

La dejó dormir un rato y luego la despertó.

-Susana, tienes que irte. No se vayan a preocupar tus padres.

-Ummm, que bien he dormido.

Miró como se vestía. No pudo evitar excitarse. Ella se dio cuenta del bulto de sus pantalones. Sonrió.

-No hay tiempo, Susana. Lo deseo, pero mejor vete.

-¿Seguro?

-Sí.

La acompañó a la puerta. Antes de abrir, ella lo besó. Anselmo miró como subía las escaleras y después se fue al salón.

Había consentido en convertir su casa en una casa de citas. Vendrían hombres para que Susana los masturbara, a cambio de dinero. No había vuelta atrás. O lo hacía allí o en cualquier otro sitio, en donde no la podría proteger. Allí, al menos, podría vigilarla. Cogió el teléfono y llamó a Julio.

-¿Sí?

-Julio, soy Anselmo.

-Hola. ¿Cómo estás?

-¿Le has contado a alguien lo de la chica?

-No. Ya me dejaste clarito el ayer que no se lo dijera a nadie.

-¿A quién se lo ibas a decir?

-Pues a algunos compañeros de trabajo.

Le dio los nombres. Anselmo los conocía a todos. Todos hombres casados, de edad madura. Todos gente seria.

-He hablado con la chica. Está dispuesta. Pero hay una serie de condiciones.

-Dime.

-Todo tiene que ser discreto. Diles que yo seré el intermediario.

-El chulo! Jajaja.

El chulo. Sí. Eso iba a ser.

-Sí...el chulo. Yo concertaré las citas. Ah, y diles que sólo masturbaciones. Nada de follar. Y nada de tocar.

-¿Y si ella consiente?

-Yo soy el chulo. Yo decido.

-Vale, hombre. Tú mandas. Jeje, eres un briboncete. Seguro que ya te la has follado.

-Eso no es asunto tuyo.

-¿Les doy tu teléfono?. Aunque la mayoría ya lo tienen.

-Sí.

-Pues de acuerdo. Apúntame para mañana. ¿A la misma hora de ayer?

-Sí.

-A lo mejor llevo a Pedro. Está fatal últimamente. Seguro que una buena paja de esa preciosidad lo relaja.

-Vale.

-Pues nada. Hasta mañana.

Ya estaba hecho. Ya era, oficialmente, un proxeneta.

CONTINUARÁ.