La pajera (1)

Una chica joven empieza a masturbar hombres por dinero

Eran las doce de la noche, y el parque de detrás de la casa de Susana estaba desierto. En un rincón poco iluminado, Susana y su novio, sentados en un banco, se besaban y se metían mano, sobre todo él. que le sobaba las tetas sobre el vestido.

-Susanita, estoy muy cachondo. ¿Cuándo me vas a dejar follarte?

-No insistas, Paco. Siempre lo mismo.

-Es que te deseo, Susana. Tengo la polla a reventar.

-¿Te hago una paja? - le dijo, llevando su mano al duro paquete del chico.

Llevaban saliendo un par de meses, e iban muchas noches a ese rincón del parque a besarse. Al poco de empezar a salir él ya quería acostarse con ella, pero Susana no estaba segura. Paco no tenía muy buena reputación en el barrio, pero con ella no se portaba mal, Susana quería que la primera vez fuera especial, y Paco....bueno. A lo mejor dentro de un tiempo.

Al mes de salir, le hizo su primera paja. Se estaban besando casi a oscuras, en su rincón especial. Paco le cogió una mano y la llevó hasta su polla, que se había sacado sin que ella se diera cuenta. Susana, al sentir el roce de la primera polla que tocaba, dio un respingo y apartó la mano. Paco se la cogió y la volvió a llevar hasta su polla.

-Mira como estoy, Susana. Es por ti.

Había muy poca luz y apenas la veía, pero la sentía. La agarró. Se sorprendió de lo caliente y suave que era. Paco, con su mano sobre la de ella le indicó como hacerlo. Al poco le soltó la mano y ella siguió sola, subiendo y bajando a lo largo que la dura polla. Oía gemir a Paco, que se dejaba hacer cerrando los ojos. A los pocos minutos, notó que la polla de tensaba y tenía espasmos. En su mano sintió un líquido caliente.

-¿Te has corrido?

-Uf, ya lo creo, Susanita. Vaya paja. Pero coño, me he puesto perdido. Espero que mi madre no se de cuenta.

Con unos pañuelos de papel se limpiaron y se fueron.

A partir de ese día, cuando Paco se ponía muy pesado con follarla, le hacía una paja y él se calmaba un par de días. A ella le gustaba hacerlo, Se ponía cachonda, su coño se mojaba. Una de los días, después de que Paco se hubiese corrido, ella le pidió que le hiciera lo mismo a ella. Pero Paco resultó muy torpe. No sabía acariciarla bien. Solo frotaba y frotaba y terminó por enfriarla. Ya no se lo volvió a pedir más. Susana se las arreglaba después en su casa, a solas en su cama.

Así que esa noche, cuando él volvió a pedirle que se acostaran, se dispuso a hacerle una paja. Le pasó la mano a lo largo de la polla sobre el pantalón.

-Ummm Sí, hazme una de tus estupendas pajas.

Le bajó la cremallera y le sacó la polla. Le gustaba la sensación que le daba la polla en la mano. Su coñito se empezó a mojar. Si él fuera más cariñoso, si la acariciase como era debido, a lo mejor lo dejaría follarla. Pero no era así. Buscaba sólo su placer. Quizás sería mejor dejarlo. Pero empezó a subir y bajar la mano.

Paco cerró los ojos y se dejó hacer hasta que con gran placer se corrió. Ya no se manchaban como la primera vez, pues Susana apuntaba hacia adelante y la corrida caía al suelo. Cuando abrió los ojos, delante de ellos había un hombre, mirándolos. Paco, que era un descarado, le dijo:

-¿Qué? ¿Te ha gustado mirar como mi novia me ha hecho una paja?

El hombre no dijo nada. Susana, que no lo había visto llegar, se sobresaltó un poco. Seguía con la polla de Paco en la mano.

-Por 10 euros te hace una paja a ti.

-! Paco ! ¿Estás loco?

-Tienes razón, Susy, es poco. 20 euros. No se hable más.

No veían bien al hombre, pues la única farola que iluminaba aquella parte del parque la tenía detrás. Parecía mayor. Entonces, el extraño habló.

-Sólo tengo 15.

-Ummmm, bueno, has tenido suerte. Hoy es día de rebajas - rió Paco.

El hombre se acercó. A Susana le empezó a latir el corazón con fuerza. Habría matado a Paco, pero una extraña sensación la invadió. Era extraño, pero la idea de hacerle una paja a un desconocido la excitó.

-Tío, antes los 15 euros - dijo Paco.

Metió la mano en un bolsillo y sacó el dinero. Paco alargó la mano para cogerlo, pero Susana se le adelantó. Sintió la cálida mano de aquel desconocido, que le dio el dinero. En cuanto Susana se guardó el dinero, Paco la cogió de la mano, tiró de ella y salieron corriendo. Paco se reía.

-Jajaja. Ahí te quedas, tonto-del-culo! jajaja.

Corrieron como descosidos. Cuando estuvieron lejos, se pararon. Jadeaban.

-Jajaja. Dame el dinero, Susana.

-De eso nada.

-No seas cabrona. La idea fue mía.

-Pero la paja la iba a hacer yo.

-¿Qué paja?

-Ah, lo que cuenta es la intención! jajajaja

-Joder, Susy. Al menos dame el billete de 5.

-Bueeeeno.

Cuando más tarde Susana se acostó y se empezó a masturbar, no dejaba de pensar el aquel hombre. Si Paco no la hubiese sacado de allí, lo hubiese hecho. Le habría hecho la paja a aquel hombre. Sin saber quien era. Sin verle la cara. Le abría bajado la bragueta, le hubiese sacado la polla y se la hubiese tocado hasta hacerlo correr. Cuando el orgasmo la atravesaba pensaba en la desconocida polla estallando en su mano.

A los pocos días se olvidó del asunto. Y dejó a Paco. Se dio cuenta de que era un capullo. Verlo dándose el lote con una chica ayudó.

Una tarde cogió el ascensor para subir a su casa. Don Anselmo, un vecino, le abrió la puerta.

-Buenas tardes, don Anselmo.

-Buenas tardes, Susana.

Él pulsó el octavo, el piso de Susana, y el quinto, el piso de él. Cuando el ascensor empezó a subir, Anselmo la miró.

-Me debes 15 euros.

Un escalofrío recorrió la espalda de Susana. Miró a don Anselmo.

-¿Qué?

-Que me debes 15 euros. No hiciste lo que prometiste.

Don Anselmo era un hombre viudo de unos 55 años. La miraba con unos ojos penetrantes.

-Yo...lo siento. Fue mi novio...bueno, ex novio.

-No es mi problema. Quiero mi dinero.

Susana no tenía el dinero. Ya se lo había gastado.

-Puedo...hacerlo, si quiere.

No podía creer lo que había dicho. Le estaba diciendo a don Anselmo que estaba dispuesta a hacerle la paja que ya había pagado. Aquella sensación que sintió esa noche volvió. El hormigueo en el estómago.

Él no dijo nada. El ascensor se paró en el quinto piso. Anselmo salió y mantuvo la puerta abierta. Susana dudó un segundo y también salió. Lo siguió hasta la puerta de la casa y luego entró. Él cerró la puerta tras de si.

El corazón de Susana latía como loco.

"Estás loca. En casa de un hombre que podría ser un maníaco. Que podría violarte o algo peor". No dejaba de pensar en eso. Pero tampoco podía de dejar de pensar en lo que estaba a punto de hacer.

Anselmo miró a la hermosa muchacha. Cuando la otra noche la descubrió con aquel chico a la escasa luz de aquella farola, no pudo dejar de mirar como la chica movía la mano. Casi no se veía, pero lo poco que se atisbaba era muy erótico. Y ahora, se lo iba a hacer a él. Susana era morena, con el pelo rizado en una melena hasta los hombros. Guapa de cara. Y parecía simpática. Siempre lo había saludado con respeto. Y ahora, esa preciosa chica le iba a hacer una paja.

Desde que se quedó viudo, hacía ya cinco años, no había vuelto a tener relaciones con ninguna mujer. No tenía hijos, pero Susana podría haber sido, por edad, su hija. Tendría 17 o 18 años, no más.

Pasaron al salón. Los dos se miraron. Susana aguantó la mirada. No era una chica tímida. Ninguno sabía que decir.

-Bueno, Susana. ¿Estás segura?

-Yo sí. ¿Usted?

-Sí.

Él se sentó en un amplio sofá. Susana miró su entrepierna. Había un bulto. La polla de don Anselmo ya estaba dura. Se acercó a él y se sentó a su lado. Lo miró a los ojos, y después a la bragueta. Acercó su mano y la puso sobre el bulto. Apretó. Estaba muy dura.

Anselmo empezó a respirar más profundamente. Ahora estaba claro que ella lo iba a hacer. Le estaba tocando la polla sobre el pantalón. Su mano lo estaba tocando. Recorrió su dura polla con sus dedos. Le bajó la bragueta, y, lentamente, metió la mano.

Susana tocó la caliente y dura polla, la segunda que tocaba. Con dificultad la sacó y se quedó mirándola. La de Paco siempre la había tocado casi a oscuras. Ahora había buena luz. Ahora podía ver aquella polla en todo su esplendor. Sin duda era más grande y más gorda que la de Paco. La agarró por la base. La cabezota estaba tapada por un poco de piel. Sentía en su mano el latir del corazón de don Anselmo a través de aquella preciosa polla.

Lo miró a los ojos. Sonrió. Él también.

-Es grande su polla.

-Mueve la mano, por favor.

Empezó la paja. Lentamente, apretando. Cuando la mano bajaba toda la punta aparecía. Parecía un champiñón. Don Anselmo se dejó caer contra el sofá, se relajó y disfrutó de la visión de aquella chilla que acariciaba su polla de una manera delicada y placentera.

-¿Le gusta?

-Ummmm mucho...lo haces muy bien...Más rápido, hazlo más rápido.

Susana aumentó el ritmo. Le gustaba sentir aquella polla en su mano, verla aparecer y desaparecer. Y también le gustaba oír como don Anselmo gemía. Como la miraba, su mirada. La hacía sentir muy bien.

-Será mejor que se quite los pantalones.

-¿Por qué?

-Se va a manchar cuando se corra.

-Ah...bueno, no...ummmmm importa. Ahora estoy aggggg muy a gusto. No pares...sigue.

Tan pendiente estaba Susana de la polla, que no se dio cuenta de que estaba empapada. Que su coño se había mojado. Cuando movió sus muslos y se rozó, sintiendo placer, fue consciente de lo que estaba disfrutando haciéndole la paja.

Movió la mano más rápido. De la punta de la polla empezó a salir un pegajoso líquido transparente. Él cerraba los ojos, disfrutando.

-Susana...me voy a correr...Dios mío, que placer...agggggggggg

Ella clavó los ojos en la punta de la polla. Sintió como se ponía un momento rígida para después soltar un chorro espeso que alcanzó unos 10 centímetros en el aire antes de caer sobre su mano. Don Anselmo gemía de placer, mientras más chorros fueron saliendo de su polla. La mano de Susana quedó cubierta del caliente y espeso semen. Fueron como cinco o seis espasmos, cada uno con una expulsión de la leche del hombre, cada uno con menos fuerza que el anterior. Cuando dejó de salir, apretó la polla desde la base y subió la mano. Obtuvo un poco más de aquel espeso líquido.

Susana se miró la mano. La movió delante de sus ojos. La sensación de aquello tan caliente le gustó. Miró a don Anselmo y sonrió.

-¿Le ha gustado, don Anselmo?

-Susana, hacía mucho tiempo que no sentía tanto placer. Gracias...gracias.

-No hay de qué. La verdad, me ha gustado hacerle una paja.

-Puedes tutearme.

-Vale. Me ha gustado hacerte una paja, Anselmo.

-Espera. Te traeré algo para que te limpies la mano.

Se guardó la polla en el pantalón, que se había manchado de semen y fue al baño. Regresó con toallitas húmedas. Susana cogió un par y se limpió.

-De verdad, gracias Susana. Para mi ha significado mucho. Desde lo de mi mujer no había...ya sabes. tenido ninguna relación sexual con otra mujer.

-¿Cuándo fue?

-Hace cinco años.

-Lo siento.

-Bueno, son cosas de la vida.

-Me tengo que ir ya, Anselmo.

-Te acompaño a la puerta.

Cuando ella salió, se dio la vuelta y miró al hombre.

-Si otro día quieres, ya sabes. Estaré encantada.

-¿Mismo precio?

Susana, de repente, se dio cuenta de lo que estaba pasando. No había pensado en el dinero. Le había gustado hacerle la paja, y lo hubiese vuelto a hacer otra vez sin pedir dinero a cambio. Pero él lo se lo había ofrecido. ¿Qué mas daba si se ganaba un poco de dinero haciendo algo que le gustaba?.

-Sí. Mismo precio.

-Vale. te avisaré. Déjame tu número de móvil.

-

Se lo dio y se fue. Subió los tres pisos a pie. Cuando entró en su casa se fue a su cama. Sus padres aún no habían llegado. Estaba muy cachonda. Se quitó las bragas y se empezó a acariciar el mojado coño, recordando la dura polla de Anselmo. Recordando como se corrió él, se corrió ella.

Quedó relajada, sobre la cama. Cuando él la llamara, iría a su casa y le haría una paja por 15 euros. Dar sexo por dinero lo hacían las putas. Pero ella no se consideraba una puta. Sólo eran pajas. Según Clinton, aquello ni siquiera era sexo. Y si se ganaba un dinerillo, pues mejor que mejor.

Anselmo, por su parte, estaba sorprendido de si mismo y de Susana. De si mismo por haber permitido que una muchacha tan joven los masturbara. Siempre se había considerado un buen hombre. Jamás había ido con prostitutas. Aquella noche, cuando descubrió a la pareja en el parque - y no era a la primera que descubría - pensó hacer como otras veces, darse la vuelta y marcharse. Pero se acercó y miró. Reconoció a la chica, su vecina. Y eso hizo que se quedara. Cuando ellos salieron corriendo con su dinero, sintió rabia Se dijo que había sido un tonto, como le gritaba riendo aquel chico. Por eso, cuando se encontró después con Susana le pidió el dinero. Sólo quería el dinero. Y terminó corriéndose en su mano.

Estaba sorprendido de Susana. Hasta ahora la había visto como a una chica normal. Una jovenzuela más. Pero la manera en que actuó, segura de si misma, la hacía parecer mayor, más madura. Además. era linda, sexy, y el placer que la había dado fue un punto de inflexión en su vida. Placer que quería volver a sentir.

Tres días después, le mandó un mensaje.

"Soy Anselmo. ¿Puedes venir?"

Susana estaba viendo la tele cuando oyó el bip-bip de su teléfono. Al leer el mensaje, se estremeció. El corazón le latió con más fuerza. Respondió.

"Sí. No tardo".

-Mamá, voy a dar un vuelta con las chicas.

-Vale tesoro.

Salió por la puerta y cogió el ascensor, parando en el quinto. Comprobó que no había ningún vecino mirando y tocó en la puerta de Anselmo. Él le abrió la puerta.

-Hola Susana. Pasa.

-Hola.

Ya conocía el camino y se dirigió al salón. Anselmo la seguía. Se sentó en el sofá y él se sentó a su lado. Ambos sabían por qué estaban allí, pero sólo se miraron. Al los pocos segundos, Susana habló.

-¿La tienes dura?

-Sí.

Alargó una mano y lo acarició, recorriendo la polla en toda su extensión. El coño se le empezó a mojar, los pezones a endurecer.

Anselmo llevaba unos pantalones, y Susana no quería que se manchara otra vez.

-Bájate los pantalones, para que no te manches.

-Vale.

Anselmo se levantó y se los bajó hasta los tobillos, seguidos por los calzoncillos Su dura polla quedó mirando hacia Susana. Ella, hasta ahora, las había tocado sacándolas por la bragueta. Ahora era la primera vez que la veía completa. La primera vez que vio sus pelotas. La polla parecía más grande aún. La miró. Le gustaba aquella polla. Anselmo se volvió a sentar y se quitó los pantalones y los calzoncillos con un golpe de sus pies.

Susana la agarró. Tan dura, tan calienta. Tan grande. Empezó a mover la mano, lentamente, disfrutando de la sensación. Anselmo también disfrutaba. La miraba a ella, que tenía sus ojos fijos en su polla.

-Ummm Susana...que bien lo haces.

No dijo nada, siguió mirando la polla. La soltó un momento y llevó su mano a los huevos. Los acarició con delicadeza, cogiéndolos en la palma de su mano. Él gimió, así que los siguió acariciando y llevó su otra mano a la polla.

-Agggg así....así....

La excitación de Anselmo provocó que la polla empezara a soltar líquido pre seminal. Susana, al verlo, lo empezó a esparcir por el glande usando su dedo pulgar, aumentando aún más el placer del hombre, que se movía sobre el sofá, gimiendo de placer.

-Susana...¿Podrías ponerte en el suelo, entre mis piernas?

-Claro.

Anselmo separó las piernas y la muchacha se arrodilló entre ellas. Él se echó hacia atrás, casi recostándose en el sofá. La mano de Susana volvió a agarrar la polla. Ahora podía ver la cara de él y la polla al mismo tiempo. Con la derecha subía y bajaba por la polla y con la izquierda acariciaba sus huevos.

Él, con la boca abierta, temblando de placer, miraba a aquella preciosa chica arrodillada entre sus piernas, con su polla en la mano, pajeándolo cada vez más rápido. Ella sonreía. Sin que él se diera cuenta, frotaba sus muslos entre si. dándose un suave placer en su encharcado coñito. Cuando volviera a casa, se haría una buena paja.

-Susana...me voy a...correr...

-Córrete Anselmo. Dámelo todo. Córrete para mi.

Había visto algunas películas porno. En ellas, las mujeres les decían cosas a los hombres. Por eso se las dijo a él. Y le gustó decirlas. Se sentía bien diciéndolas.

Se preparó para el espectáculo. Anselmo se tensó, estiró las piernas, cerró los ojos y su polla lanzó un potente chorro de espeso semen, seguido por tres más menos fuertes. Después, dos más que cayeron por la mano de Susana, que miraba embelesada como aquel maduro hombre se corría entre sus manos.

Anselmo abrió lentamente los ojos. Lo primero que voy fue la sonrisa de la linda muchacha, que tenía los ojos clavados en su polla. Después lo miró a él.

-Wow, Anselmo, vaya corrida. ¿Te ha gustado la paja?

-Ya lo creo, Susana. Me ha encantado...Gracias...muchas gracias. No sabes lo que esto significa para mi.

La polla perdió parte de su dureza, pero Susana no la soltaba. Con el semen estaba más suave. Movía su mano lentamente.

-Ahí, en la silla, tienes un paño para limpiarte - dijo Anselmo.

-Lo tenías todo previsto, ¿eh?

-Sí - respondió, sonriendo.

Susana se levantó, cogió el paño y se limpió las manos. Miró a Anselmo, que seguía en la misma postura, descansando después del inmenso placer recibido. Su polla ya descansaba sobre su pubis. Se acercó y le limpió con el paño los restos de semen.

-Gracias, Susana.

-De nada. Me voy ya.

-Vale.

Se dio la vuelta para irse a su casa.

-Eh. Espera. Tengo que pagarte.

Se paró en seco. Ya se iba y ni se había acordado de los 15 euros. Se dio la vuelta. Anselmo se levantó, buscó su cartera y le dio el dinero. Ella lo cogió, con una sonrisa.

-¿Puedo llamarte más?

-Siempre que quieras.

Le iba a decir que le encantaba hacerle pajas, pero no se lo dijo. No quería parecer una cualquiera.

-Bueno, pues hasta la próxima, Anselmo.

-Hasta la próxima...Espera, no es conveniente que te vean salir de mi casa.

Anselmo abrió y se aseguró que nadie miraba. Le hizo una seña y ella se fue.

Susana subió las escaleras contenta. Mira que olvidarse del dinero. Se encerró en su cuarto y se masturbó, recordando como la polla se corría en su mano. Le encantaba sentir como palpitaba, y como se contraía cuando echaba su leche.

Las pajas a Anselmo si hicieron habituales. Dos o tres veces por semana la llamaba y ella iba a su casa. Ya nunca más se olvidó del dinero. Empezó a reunir. Lo escondía en su armarios.

Cuando se compró el primer pantalón, el cual le costo 59'99 euros, se dijo, riéndose, que le había costado cuatro pajas. Cuatro pajas que había disfrutado haciéndolas.

Variaban mucho la manera de hacerlos. Una veces, ella arrodillada entre sus piernas. Otras, sentada a su lado. Incluso  a veces los dos de pie. Ella se ponía a su lado, le bajaba la bragueta, le sacaba la polla y lo pajeaba hasta que su leche terminaba en el suelo.

Una tarde, Susana estaba a su lado, moviendo la mano a lo largo de la polla. Anselmo la miraba.

-Eres preciosa.

-Gracias.

-Susana...¿Puedo acariciarte?

Lo miró. Nunca había pensado en que él la tocara. Estaba cachonda, sí, pero lo habitual era que después de la paja ella fuera a su casa a rematar la faena. Anselmo notó que ella dudaba.

-Lo siento..no tenía que habértelo pedido.

-No pasa nada. Es sólo que me has cogido por sorpresa.

-Te pagaría más.

Susana se puso a pensar. Tenía la polla en la mano, le estaba haciendo una paja. ¿Qué más daba si él la tocaba?.

-Vale. Puedes acariciarme.

Ella siguió con la paja. Esperaba que Anselmo acercase una mamo y le tocara las tetas, o algo así. Sin embargo, la mano la llevó a su cara. Acarició sus mejillas, sus labios. Las manos de Anselmo eran cálidas y suaves. Y la caricia era muy tierna. Le gustó, al punto de entrecerrar los ojos.

Anselmo después llevó su mano a su cuello, a su barbilla, rozándola a penas. Miraba a aquella hermosa chica que tanto placer le daba con su mano. Acarició sus clavículas, y lentamente fue bajando, sobre la blusa. Notó las duras tetas. Abarcó una con su mano, sopesándola con delicadeza.

Que distinto de su ex novio, que le amasaba las tetas como si fueran masa para pan. Anselmo lo hacía con suavidad. Le encantaba. Se estremeció. Sintió que la piel se le ponía de gallina.

Se miraron a los ojos. Los sonrieron. Susana empezó a respirar por la boca. Sus labios se secaban y ella sacaba la lengua para humedecerlos. Para Anselmo era la viva imagen del erotismo.

Acarició las dos tetas de la bella joven. Su excitación era máxima. No aguantaría mucho aquella mano que subía y bajaba por su polla. La mano de Anselmo siguió bajando poco a poco..por su barriga, hasta llegar a la falda. Siguió la falda hasta medio muslo, en donde terminaba. Rozó la suave piel. Susana se estremeció. Su coño era ya un mar de excitación.

Aquella suave mano se metió por debajo de la falda, y se dirigió a su coñito. La respiración de los dos se aceleró.

En cuando los dedos de Anselmo tocaron las braguitas, Susana cerró los ojos. Y sintió en su mano el calor del semen del hombre, los espasmos de la polla. Anselmo no pudo más y se corrió entre gemidos de placer.

Ella no la soltó. Siguió agarrándola, con los ojos cerrados. Notó los dedos de Anselmo recorrer su rajita sobre las bragas. Abrió más sus piernas invitando al hombre a seguir.

Anselmo se sorprendió de lo mojada que estaba Susana. Aquellas bragas estaban empapadas. La miró. Ella tenía los ojos cerrados. Subió la mano y la metió por debajo de la prenda. Cuando sus dedos recorrieron aquella hendidura, Susana empezó a gemir.

-Ummm Anselmo...que rico.

Cuando Paco le había tocado el coño, no sintió ningún placer. Fue un bruto, un inútil. Pero ahora, Anselmo le estaba dando mucho placer. Sus dedos recorrían su coño con cuidado, acariciando cada pliego. Y cuando encontraron su clítoris no se lanzaron a frotarlo desesperadamente. Recorrieron círculos a sus alrededor, lentamente, y después lo frotaron, apenas rozándolo.

Por primera vez, un hombre hacía que Susana se corriera. Fue un fortísimo orgasmo que la atravesó de pies a cabeza, haciendo tensar todo su cuerpo, apretando la polla que tenía agarrada con la mano.

Cuando el placer pasó, abrió lentamente los ojos. Él la miraba

-Parece que te ha gustado.

-Anselmo...has sido...maravilloso...Que placer.

-El placer ha sido mío.

Como siempre, se limpió la mano con el paño que Anselmo siempre tenía listo. Se sentía muy relajada.

-Me tengo que ir ya, es tarde.

-¿Cuánto de debo?

-Quince, como siempre. No te voy a cobrar más por el gustito que me has dado.

-Gracias..Susana

Le dio lo quince euros.

-Oye, Susana...otra cosa.. Espero que no te moleste..pero....le he hablado de ti a un amigo.

-¿De mi?

-Sí. Ya sabes, de lo que haces. A él también le gustaría que tú...

-Le hiciera pajas.

-Sí.

-No sé, Anselmo. A ti te conozco. Eres agradable. Con un desconocido..no sé.

-Lo haríamos aquí, en mi casa, y yo estaría presente. Es buena gente.

"Dos pollas...30 euros..el negocio prospera", pensó Susana, y no pudo dejar de reír.

-¿De qué te ríes?

-Jaja, no, de nada. Bueno, podemos probar. ¿Qué edad tiene?

-Es como yo, más o menos.

-Pues...de acuerdo.

CONTINUARÁ