La otra (I)

Me mola una chica, bueno, una chica o una diosa de la belleza, porque físicamente pertenece más al pincel de un Bouguereau que a la propia naturaleza humana.

Hola, tengo 21 años y tengo un pequeño problemilla que no cesa de rondarme por la cabeza. Sí, sé que no es para tanto cuando lo cuente, pero para mí si es complicado de explicar. Depende de la personalidad del lector/a pensará que soy un chico que se ahoga en un vaso de agua, un cobarde, o un mamón, un flipado de la vida, uno de tantos pseudos donjuanes producto de la mentalidad capitalista de la sociedad. Tengo novia estable, y este es el relato de un traspié con una chica alemana.

Me mola una chica, bueno, una chica o una diosa de la belleza, porque físicamente pertenece más al pincel de un Bouguereau  que a la propia naturaleza humana. Que absurdo me ha quedado, pero es la verdad. En mi cabeza revolotea su imagen como la de una Venus clásica sobre una venera de algodón. Estoy de viaje con mis amigos en las Islas Baleares, concretamente en Ibiza, y me encuentro acostado sobre la cama, con el portátil encima de mí y tecleando estas palabras como un pecador arrepentido ante un confidente fiel, el anónimo lector de este relato. La chica, que por suerte no comprende ni una palabra de castellano está al otro lado de la cama, dormida. Digo por suerte porque no creo que le haga mucha ilusión los hechos que me dispongo a escribir.

Está tres horas dormida creo, y por lo que veo el suave tecleo del portátil no le turba el sueño. Ella es rubia, su cabello brilla con la luz que proyecta el portátil, su edad es la misma que la mía, me lo confesó en un mal inglés que ambos intentamos hablar.

Bueno, comienzo. Esta mañana como los tres días anteriores que llevo ya en la isla, me dirigí con mis amigos a la piscina del hotel, una piscina grande y siempre repleta de gente. Ella también vino con nosotros, la conocí el primer día de fiesta, y con la excusa de perfeccionar el inglés me acompaña a todos lados, mis amigos creen que es inglesa.

Continúo. Esa mañana nos separamos del grupo, pero estábamos en la piscina, me dirigió hacia un lado de la piscina donde no había nadie y nos sentamos en un banco. Los dos íbamos con el traje de baño, yo con el bañador verde que mi novia me había regalado antes de venir de viaje a Ibiza, y ella con un bikini blanco. Nuestra conversación siempre era muy escasa, casi siempre se resolvían las preguntas y sus respuestas con simples señas. Sí, confieso que soy un cateto en inglés y no digamos en alemán, pero la chica tampoco era ninguna políglota.

Sentados dirigió su mano hacia mi paquete con una risa tímida y coqueteando, chupó un dedo de su mano. No hizo falta mucho más para que mi polla se pusiera dura. Se levantó y camino unos pasos buscando algún sitio más seguro, yo la seguí observando desde atrás el movimiento de su culo al andar. Era perfecta, lo prometo. Se detuvo en un sitio y yo me bajé el bañador hasta el punto que la polla, ya completamente potente, salió de su estrecho hogar. No me lo quité del todo puesto que me pasé observando si alguien pudiera venir, ella también miraba en alguna ocasión, pero parecía que le diera igual, parecía que le gustaba que la observaran follando al aire libre. Prueba de ello era que le insté a ir a mi habitación de hotel, y se negó, quería hacerlo bajo el sol como testigo. Se arrodilló en el suelo y se la metió en la boca, sin ningún juego previo, ésta sabía lo que quería. Me sentía mal por mi novia, pero pensaba que su frialdad, la de mi novia, en los dos años de relación que estamos, ni siquiera besó mi polla. Me molestaba mucho que no lo hiciera, por lo que disfruté con la mamada que me hizo la chica alemana como nunca pude disfrutar de una en mi vida.

Mi novia era la típica estrecha que escucha un chiste sobre mamadas y me mira con una sonrisa tímida. Pero, ¿por qué? Si nunca me la has comido y siempre me replicas que soy un cerdo...bueno da igual. Continúo. Se levantó, situó su espalda sobre una pared, e hizo a un lado la parte inferior del bikini, yo me arrodillé y comí su coñito depilado, le pasé la lengua repetidas veces mientras ella se metía un dedo en la boca. Continué mojando su coñito mientras ella jadeaba. No lo tenía que hacer muy mal cuando parecía que disfrutaba, le di más fuerza y ella jadeaba con más y más fuerza. Tenía miedo que nos pillaran. Le decía –Stop –pero ella seguía, así que paré de comérselo, yo creo que estaba lo suficientemente lubricado como para pasar a la penetración. No pensé que iba a llegar a más, sabía que ninguno de los dos llevábamos condones y a ello por lo que parece no le importó mucho.

Le di la vuelta y le bajé con delicadeza el bikini hasta las rodillas. Ella seguía con su sonrisa. Me molestaba que sonriera de esa forma. Pero ceso de sonreír. Esa sonrisa cambió a un gesto de dolor cuando se la metí. Le gustaba mucho, comencé despacio y fui tomando ritmo. Ella no jadeaba por que le había tapado la boca con la mano, si no hubiera seguido emitiendo suspiros y jadeos como antes hacía. Lo hicimos con fuerza, le gustaba, no entendía lo que ella decía, pero sabía que no quería que cesara. Seguí, quería terminar pronto por el miedo a que me pillaran. Observé con miedo a nuestro alrededor por si aparecía alguien, no había nadie, o eso creía. Seguí follándola por largo rato, continuamos en la misma posición, pero ahora ella marcaba el ritmo con sus movimientos de caderas, no creía que se pudiera hacer eso, ya no eran ningunas diosas aquellas actrices que repetían ese movimiento en el tipo de películas que solía ver bajo llave en internet cuando era algo más joven.

Saqué la polla toda humedecida de su coño y me corrí en su culo, a ella no le importo que le llenara las nalgas con semen, al contrario, untó sus dedos índice y corazón y se lo llevó a la boca. Flipaba con lo que estaba viviendo, ella volvió a sonreír mientras saboreaba los dedos y me miraba. Pero, cuál fue la sorpresa, que en ese mismo momento mi cara se tornó en sorpresa y di un alarido que sacó del clímax de satisfacción momentáneo a la chica. Un hombre de no más de 40 años, nos había filmado con una cámara, desnudos. El pervertido huyó en moto sin darme tiempo a salir tras él. Estaba aturdido, la chica pasmada, estábamos confusos. ¿Qué había pasado? No lo sé.

¿Debía confesar esto a mi chica? ¿Haría ella lo mismo con quien tuviera? La verdad, no me molesté en preguntar cuál era su situación sentimental. Ahora seríamos nosotros los blancos de tantas y tantas pajas que a diario, jóvenes y no tan jóvenes se hacen mientras ven videos porno en internet. No me lo creía. Creo que esto no ha terminado algo pasará más adelante. ¿Se lo confesaré a mi novia? ¿Seguiría en contacto con la chica alemana? Tenía muchas dudas…en fin, apago el portátil, no tengo sueño pero mañana me espera un largo viaje de vuelta a casa… ¿Qué he hecho? Gracias confidente del otro lado de la pantalla, mi agradecimiento por leerme.

Gracias, en breve, y ya desde la península, más…