La Orquídea y el Escorpión (6)
Continúan las desventuras de Luciana en la finca de los Batista; esta vez le tocará sufrir la presencia molesta de Eli, la hermana menor de Loana, y sus amiguitas adolescentes... Nuevas experiencias y humillaciones se ciernen sobre la protagonista de nuestra historia
Luego de la “justa” en que me tocó salir derrotada, volvimos a nuestro trabajo, teniendo que soportar el descontrolado frenesí de la colorada, quien no cabía en sí por el premio ganado. El sabor amargo del semen seguía en mi boca como un humillante recordatorio de mi derrota. La mujerona que hacía la limpieza llegó en un momento; agradecí estar en presencia de Loana: me sentía más protegida. En efecto, la abominable bruja no se extralimitó en modo alguno en sus funciones sino que simplemente se dedicó a ubicar tres cuencos en el piso a unos cinco metros de donde nos hallábamos; luego de llenarlos con la inmunda mezcla que venía a cumplir función de almuerzo, se retiró.
“Bueno… ¡a comer, perritas!” – conminó la voz de mando de Loana al tiempo que palmoteaba el aire.
Interrumpimos nuestra labor y nos abalanzamos hacia nuestra “comida”. Las otras dos me sacaron ventaja en la carrera y, por esta vez, no lo lamenté. Sin embargo, ellas ya tenían incorporado que estaban cumpliendo una orden de Loana y, como tal, había que obedecerla. Apoyando palmas y rodillas en el suelo, comenzamos cada una a deglutir aquella inmundicia y, por supuesto, me volvieron las arcadas. Ellas comieron mucho más rápido que yo y eso, en realidad, pareció ser una bendición, porque una vez que limpiaron sus platos se abalanzaron a disputar el contenido del mío. Ello me evitaba en parte el tener que tragar toda la comida y, de hecho, retiré un poco mi rostro al verme afortunadamente desplazada por las dos muchachas, pero Loana puso las cosas rápidamente en su lugar:
“¡Ustedes dos ya comieron! –les espetó -. ¡Dejen comer a la perra nueva!”
La orden impartida, por supuesto, tuvo un rápido efecto disuasorio. Se apartaron y, a cuatro patas, regresaron al lugar de tareas, con lo cual yo me quedé sola ante mi cuenco y su desagradable contenido. Acabé el mismo como pude y, a los efectos de no irritar a Loana ni tampoco a la mujer de la limpieza en caso de que regresase, limpié el plato con la lengua. La jornada continuó sin mayores sobresaltos hasta que Loana dio por terminada la actividad en la piscina. Se dirigió hacia la casa seguida por el cortejo de sus amistades y, por detrás, nosotras tres como siempre. Antes de ingresar, nos recordó que siguiéramos con el trabajo y así lo hicimos. Debo confesar que me intimidó la idea de quedarme afuera sólo acompañada por aquellas dos deleznables criaturas que, por cierto, me detestaban. Traté de evitar sus ojos ponzoñosos mientras, a cuatro patas, regresaba a ocupar mi lugar frente a la notebook en la zona de la piscina. Ellas volvieron a lo suyo y podía adivinar sus miradas de odio sobre mí, seguramente más liberada su saña al saberse no controladas por el ojo de Loana.
Nuestra actividad, no obstante, marchaba sin problemas hasta que cayeron al lugar nuevas aunque conocidas visitas: se trataba de Eli , la hermana menor de Loana, junto a su amiguita, que ya para entonces parecía inseparable. Ambas lucían sendos bikinis y, por cierto, los lucían bien, pero más la niña Batista. Una tercera chica alta, delgada y de largas piernas, aunque también adolescente, se les sumaba esta vez. Justamente la tercera muchachita, a quien yo no había visto antes, portaba una botella de algún licor: las chicas ya parecían estar viviendo la previa de lo que sería la noche del sábado. Se pasaron la botella una a la otra para beber del pico y luego se fueron zambullendo en la piscina. Rieron, chapalearon, se tiraron agua… Luego fueron saliendo del agua una a una… Traté de mantenerme ajena a ellas y seguir concentrada en mi trabajo; de hecho parecían bastante entretenidas con su charla, sus bromas y su botella… De pronto me di cuenta de que alguien tenía su rostro pegado al mío… Di un respingo y al levantar la vista me encontré con la sonrisa picarona de Eli, acodada sobre la mesa y apoyado su rostro contra su puño.
“¿Qué están haciendo, chicas?” – preguntó, en un tono que podía ser tanto de interés como de burla.
Lo más sintéticamente que pude le expliqué la naturaleza del trabajo que hacíamos para Loana:
“Ah… - dijo -. Y supongo que si no lo hacés, mi hermana te va a castigar, ¿no?”
Para ser una chiquilla de esa edad manejaba con mucha habilidad el uso de preguntas retóricas o bien capciosas. Me puse blanca y asentí con la cabeza.
“A ver qué estás haciendo…” – dijo, al tiempo que giraba la notebook hacia ella sin pedir permiso en absoluto. Su rostro evidenció algo de desconcierto -. No entiendo un carajo – anunció - . ¿Qué es todo esto?”
Yo me sentí algo desorientada al tratar de explicarle. El trabajo que estaba haciendo incluía mucho lenguaje técnico de nivel universitario y, como tal, no era fácil de explicar a una chiquilla adolescente. Aun así, le hice escuetamente el mejor resumen que pude. Ignoro si mi explicación le interesó o no, pero apenas terminé de explicarle se puso a manipular el teclado de la notebook; yo ignoraba qué estaba haciendo y me preocupé. Cuando giró otra vez lo notebook hacia mí, la pantalla lucía en el inicio… Me desesperé… Busqué con la vista en la parte inferior de la misma a ver si veía minimizado el archivo sobre el cual estaba trabajando, pero nada… Miré hacia la muchacha con incomprensión y angustia; sonreía despreocupadamente:
“Continuá con eso – me dijo -. Dale, yo no te molesto”
Sentía que el mundo se me venía abajo: ¿era posible que aquella jovenzuela maleducada e impertinente me hubiese borrado los archivos?
“No…no… no lo encuentro” – balbuceé.
“¿Cómo que no lo encontrás?” – preguntó ella fingiendo mostrarse sorprendida.
“No…no está…”
“Aaaay! – apoyó los dedos de su mano sobre la boca -. ¿Lo habré eliminado por error?”
Yo seguía buscando y rebuscando por todas partes; se me empezaron a caer algunas lágrimas… y la sonrisita que el rostro de Eli mostraba por debajo de su falsa lamentación me hacía pensar que mi búsqueda muy posiblemente fuera en vano…Yo no podía creerlo: aquella pendeja malcriada… ¡me había borrado todo!
“Uuuuy – se seguía lamentando falsamente -… ¿Y ahora mi hermana se va a enojar?”
Yo estaba nerviosa… Mis lágrimas se mezclaban con la bronca que estaba mascullando… Por el tono burlón que ella exhibía, difícil era pensar que fuera a hacerse cargo y admitir ante su hermana lo que había hecho, sobre todo si se consideraba que, tal como parecía, lo había hecho adrede. Empecé a temblar nerviosamente… A la vez trataba de ordenar mis pensamientos… Me vino a la cabeza que hacía cosa de dos horas había guardado una copia parcial por si las dudas… No me parecía que pudiera haber sido descubierta por Eli y no sería bueno buscar ese archivo y abrirlo en ese momento o, de lo contrario, era casi seguro que ella también lo eliminaría. De todas formas y más allá de eso, no era poca cosa haber perdido mis últimas dos horas de trabajo; en ellas estaba condensado tal vez lo más jugoso y crucial de lo que venía haciendo. Era rara la sensación: sentía el deseo de golpear a aquella arrogante jovencita pero, a la vez, una fuerza interior me detenía… Era la hermana de Loana: con eso estaba todo dicho… Y el influjo de esa orquídea que llevaba sobre el muslo así como del escorpión que lucía sobre el empeine me hacían abstenerme de cualquier forma de rebelión instintiva. Sólo debía esperar ahora que se alejase para buscar el archivo guardado y retomar mi trabajo como si las dos últimas horas no hubieran existido… Eché un vistazo hacia las dos amiguitas de Eli y la noté divertidas, pero no eran sólo ellas: también en las dos sumisas que me acompañaban en la tarea advertí la misma expresión en sus rostros. Claro… sabían bien que ellas no serían, en principio, foco de la ira de Loana en cuanto supiese lo ocurrido ya que la parte que faltaba ( las más importante) era, precisamente la que hacía yo.
En un movimiento fugaz al cual no pude siquiera reaccionar, Eli se apoderó de la notebook, cerró la tapa y caminó hacia atrás, casi saltando, en dirección a la piscina; reía algo alocadamente y revoleaba los ojos.
“Y si esto se cae al agua mi hermana también se va a enojar, ¿no?”
Mi incredulidad aumentó conjuntamente con mi estupor. ¡Maldita pendeja de mierda!... ¿Me había leído la mente? ¿Habría supuesto que yo debía tener algo guardado en alguna parte del disco rígido? Lo cierto era que, ahora, lucía su bonita figura en bikini de pie junto al borde de la piscina, a la vez que sus manos sostenían la notebook pendiendo por encima de ésta… Y estaba bien clara la latente amenaza de dejarla caer de un momento a otro…
“¡Nooo!” –me salió un gritito que fue casi un quejido de dolor.
“¿Perdón…?” – inquirió ella, frunciendo el ceño.
De pronto me sentí como en falta. Era extraño: la marca de mi nalga decía “propiedad de Loana Batista”, no de “la familia Batista”… Y, sin embargo, el parentesco que unía a esa chiquilla con mi dueña era suficiente como para hacerme sentir que cualquier intervención mía que objetase su voluntad constituía una abierta falta de respeto.
Me arrodillé y bajé la cabeza avergonzada; de todos modos no podía callarme…
“Le… ruego por favor… - comencé a balbucear – que no lo haga… ¡Por favor!”
Mi tono era suplicante, sumiso y rebajado. Espiando apenas por debajo de las cejas pude ver cómo la chica apoyaba una mano sobre su cintura, en tanto que con la otra seguía sosteniendo la notebook.
“Me parece que le tenés miedito a mi hermana, jeje… - se mofó la chica -. Hmmm… a ver… - adoptó una expresión pensativa -. ¿Qué podés hacer para convencerme de que no lo haga?”
Mis ojos eran de desesperación… Yo lloriqueaba…
“No… sé… pero… por favor…”
“¡Bueno! ¡Convenceme entonces!” – exclamó -. Hasta ahora no veo que estés haciendo nada para que no la tire al agua…”
Las amigas rieron. Eli esperaba una actitud de mi parte… ¿qué podía ser para mí más humillante que la propia autodegradación? Resignada, me arrastré por el piso prácticamente como un gusano… Llegué hasta donde ella estaba y, luego de besar sus pies, me dediqué a lamerlos… Rogaba que eso la complaciese…
“Hmmm… eso está bien pero no es suficiente… ¿Qué más podés hacer por mí?”
Me incorporé sobre mis rodillas nuevamente.
“No sé… - respondí con un encogimiento de hombros; en eso recordé la meada con la que la chiquilla me había bañado la noche anterior -. ¿No… tiene ganas de orinar, por ejemplo?”
Eli revoleó los ojos como evaluando la propuesta…
“Eso podría ser – dijo, blandiendo un dedo índice en el aire y asumiendo una postura totalmente histriónica – pero… la verdad es que no tengo ganas de hacer pis en este momento – miró hacia sus amigas -. Chicas…¿alguna de ustedes quiere hacer pipí?”
La morochita que la había acompañado en su visita nocturna volvió a abstenerse. Yo no sabía si agradecer o lamentarme por ello, ya que su negativa implicaba para la chiquilla Batista tener que seguir buscando alternativas.
“¡Yo sí tengo ganaaassssss!” – afirmó, entusiasta , la tercera muchacha, la de las piernas largas.
“Ah… bien Sofi… - acordó Eli -. Aprovechá que tenés baño cerca”
La aludida echó un vistazo en derredor.
“¡Aaaay taradaaaaa! – se quejó Eli - ¡Acá tenés un buen baño!”
Dicho eso, Eli me tomó con su mano libre por las mejillas y estrujó mi cara hasta obligarme a abrir la boca. La chica a la que llamaban Sofi me miró y rió:
“¡Ja!.. Es una joda, ¿no?”
“¡Para nada! – negó enfáticamente Eli sin reírse en absoluto, aunque manteniendo siempre el tono burlón. Tomó con una de sus manos mi rostro y estiró las mejillas de tal modo de abrir mi boca -. Acá tenés un buen inodoro…”
“Jajaja… No te la puedo creer…- seguía riendo Sofi – Y se lo traga?”
“Obviooooo” – remarcó Eli…
Sofi se puso en pie y se acercó hacia mí. Mientras caminaba se quitó la parte de abajo del bikini sin ningún pudor. Eli, que aún me tenía tomada por las mejillas, fue empujando mi cabeza hacia atrás hasta que perdí el equilibrio y caí de espaldas. Antes de que pudiera asimilar nada, ya la claridad del día había desaparecido de mi vista siendo reemplazada por la humanidad de una adolescente hasta un momento antes totalmente desconocida y que estaba a punto de hacer pis en mí.
“Abrí la boquita” – me ordenó Eli; la voz me llegó algo ahogada porque yo estaba prácticamente sofocada al haberse sentado Sofi sobre mi rostro. Yo sabía que era eso o perder absolutamente todo lo que pudiera tener guardado en la notebook, así que, sumisamente y sin dignidad alguna, abrí la boca sin cuestionar absolutamente nada y, simplemente, dejé que el líquido entrara en mí. Una vez más estaba bebiendo orina… y lo que es peor, estaba empezando a acostumbrarme, lo cual hablaba bien a las claras de que mi proceso de deshumanización estaba en marcha y dando sus frutos.
Una vez que aquella adolescente despreocupada y de piernas largas hubo descargado su orina dentro de mí, se levantó de encima de mi rostro y abrigué la esperanza de que, al menos, tanta humillación tuviera como premio la devolución de la notebook. Pero cuando dirigí la vista hacia Eli, noté que seguía de pie junto a la piscina, con la notebook aún pendiendo amenazadoramente de su mano y sobre el agua… Mantenía un talante pensativo…
“A ver… - decía -. ¿Qué podés hacer para dejarme satisfecha a mí?”
Fue entonces cuando caí en la cuenta de que haber bebido el pis de su amiga no contaba, para Eli, como forma de pago. Una nueva humillación y una nueva frustración: había bebido el pis por nada… De pronto el rostro de la chiquilla Batista destelló con picardía.
“Hmmm… ya sé – miró hacia sus dos amigas -. Yo no sé ustedes, chicas, pero… yo con todo esto me puse un poco caliente… Eso está bueno porque hoy es sábado y a la noche podemos hacer desastres, jaja… pero… ¿por qué no tener una buena previa?”
Yo miraba desde el piso con incomprensión y, por cierto, sus amigas también lo hacían. Eli, sin abandonar la notebook, se retiró del borde de la piscina y eso me produjo un cierto alivio, aunque aún no sabía qué se traía entre manos la niña malcriada. Casi de un salto, se echó sobre una de las reposeras que antes ocuparan los jóvenes amigos de Loana. Colocó la notebook por debajo de su cabeza a modo de almohada y se quitó la parte inferior del bikini, quedando expuesta con su sexo al aire. Recogió sus piernas llevando las rodillas hacia su pecho y las separó:
“Yo necesito una buena chupada de concha…” – anunció, echando la cabeza atrás y cerrando los ojos.
Las dos amigas se miraron primero entre sí y luego a la niña Batista con sus ojos saliéndoseles de las órbitas.
“¡Eli! – repuso la morochita -… ¡A mí nunca me hicieron eso! Ja…”
“Y a mí tampoco” – se sumó Sofi.
“Hmmmm… entonces, chicas, no saben lo que se están perdiendo… ¿No tienen ganas de probarlo? Eso sí, les aviso que de este vicio no se vuelve, jaja”
Las adolescentes no salían de su sorpresa y yo menos.
“Pero… además… - apostilló la morocha, siempre al parecer algo más tímida y recatada… -, ¿vos estás hablando de dejarnos hacer… eso… por una mujer?”
“Dicen que es lo mejor – explicó Eli -… porque solamente una mujer sabe bien cómo darte placer… Con los chicos está muuuy bueno cuando lo saben hacer… pero tengo ganas de ver si es verdad lo que dicen, jaja”
Sofi fue, por supuesto, la primera que se subió a la propuesta. Ya estaba sin la parte de abajo del bikini así que sólo tuvo que dejarse caer de espaldas contra la reposera contigua a la que utilizaba Eli… Se la notaba alegre y deseosa de experimentar lo que se venía. La otra chica tardó un poco más, pero finalmente ocupó la tercera reposera. Y así, los lugares que antes fueran ocupados por los tres muchachos a los cuales las otras dos sumisas y yo habíamos mamado la verga, eran ahora ocupados por tres adolescentes encendidas en hormonas y deseosas de sentir placeres nuevos… Eli me miró y señaló con un dedo índice hacia el expuesto tajito de su sexo… No hizo falta que dijera nada…
Andando sobre mis rodillas me dirigí hasta el extremo de la reposera sobre el que irían los pies y me trepé; repté con mi cuerpo hasta llegar a su vagina. Lo que estaba por hacer era, por supuesto y una vez más, algo que no había hecho jamás en mi vida… Estaba por hundir mi cara en su sexo cuando me detuvo en seco su mano sobre mi frente:
“Momentito – dijo secamente -. Estuviste hasta hace hace un ratito tomándote el pis de esta guacha sucia… - señaló hacia Sofi y ambas rieron; no parecía haber insulto o degradación en sus palabras sino más bien algún código compartido entre chicas, entre amigas, como parte de una broma que ya se daba por sobreentendida.; luego se dirigió hacia las dos patéticas sumisas -, ¡Ustedes! – les llamó la atención -. ¡Lávenle la boca!”
La orden fue como una lanza más en mi autoestima. ¿No podía pedirme que lo hiciera yo misma? ¿Tenían que ser justamente aquellos dos esperpentos que desde mi llegada sólo me miraban con odio quienes llevaran a cabo la orden? Lo cierto era que, súbitamente, la chiquilla insolente parecía comportarse casi como nuestra dueña; la noche anterior había dicho que su hermana le prestaba “todo” pero yo no tomé en ese momento conciencia sobre las reales implicancias de sus dichos.
No hacía falta mirarlas para imaginar que las dos serviles muchachas estarían saltando de alegría. Una me tomó violentamente por mis cabellos y lisa y llanamente me arrancó la cabeza del montecito de Eli… La otra me aferró por un brazo y un hombro y así, entre ambas, prácticamente me arrastraron hasta la canilla más cercana. Una de ellas la abrió y la otra llevó mi cabeza por los cabellos hasta colocarla debajo del chorro de agua. Sin ninguna delicadeza me abrieron la boca con las manos y, luego, entraron en ella una y cien veces enjuagando mi lengua, mis encías, mi paladar… Introducían sus dedos tan profundo que, una vez más, experimenté arcadas… Les vi sus rostros; no puedo describir el placer que rezumaban, harto evidente en sendas sonrisas de oreja a oreja. Cuando terminaron de lavarme la boca me arrastraron nuevamente y arrojaron prácticamente mi cara contra la vagina de Eli…
Y, esta vez sí, mi rostro se enterró en el sexo de la jovencita. Saqué mi lengua afuera cuan larga pude y la llevé tan profundo como era posible. Eli exhaló un profundo gemido de excitación y debo confesar que yo me excité también… Levantó una de sus piernas y la pasó por encima de mi hombro; se sacudía frenéticamente como si su cuerpo estuviese siendo recorrido por una descarga eléctrica… Yo cerré los ojos y me concentré en llevar mi lengua aún más profundo cuando parecía imposible… pero sin embargo, en la medida en que la excitación de la chiquilla aumentaba, su flor se abría más y más y eso me permitió ir cada vez más adentro… El rechazo que en un primer momento me generó el estar comiendo la conchita de una adolescente fue quedando atrás en la medida en que mis placeres se entregaban al hecho de que mi lengua estaba ingresando en el cuerpo de… la hermana de Loana… Saboreé sus fluidos cuanto pude sabiendo que debía, en sus genes, llevar la misma esencia del néctar de la diosa que era su hermana. Me aferré con mis manos a sus caderas para tener mejor equilibrio y, sin pausa alguna, me dediqué a cogerla bien cogida con mi lengua… Ella se revolvía para todos lados y eso era lo que yo quería… Yo, por mi parte, estaba mojadísima y deseosa de jadear a viva voz pero mi situación me lo impedía. Estaba decidida a hacerla acabar… Podía escuchar las risas y voces de aliento de las amigas de Eli y, por cierto, un acceso de vergüenza al no poder creer el espectáculo indecente que yo les estaba brindando… Aun así, no me detuve… Insistí con mi lengüita… hacia adentro, hacia afuera, hacia adentro, hacia afuera… Eli lanzó lo que pareció ser un grito ahogado… un hilillo de voz débil pero sobreagudo, evidenciaba que el placer estaba haciendo colapsar su capacidad de emitir sonido… Manoteaba hacia los costados aferrando los bordes de la reposera… Luego ubicó ambas manos sobre mi cabeza y me llevó más adentro todavía, al punto de no dejarme respirar… Un mar de fluidos inundó mi boca al tiempo que el entrecortado aliento de la chiquilla daba lugar a una inhalación prolongada y casi silenciosa… Luego aflojó su presión sobre mi cabeza… Me hice hacia atrás a los efectos de poder volver a respirar… Eché un vistazo a Eli, que estaba casi desfalleciente sobre la reposera, su boca abierta tan grande era y sus ojos cerrados; toda ella estaba entregada al momento de placer extremo que acababa de experimentar…
“Chicas… esto es… genial – dijo, una vez que recuperó el aliento…- ¡A la mierda los chicos! Jaja”
“Jajaja… Pero, ¿tan bueno está?” – quiso saber Sofi alegremente.
“No sabés, nena… - decía Eli con tono algo más relajado y recuperando su ritmo habitual; mantenía cerrados los ojos y apoyaba una de sus muñecas sobre la frente en clara señal de agotamiento -. Lo mejor… ¡Girls power!, jajaja”
Sofi parecía tan curiosa como entusiasmada ante la idea. Reía con una mezcla de inocencia y lujuria difícil de traducir en palabras.
“A ver… vení para acá” – me conminó.
En ese momento me pregunté por qué tenía yo que satisfacer sexualmente a las tres. Bien podrían haber metido en el asunto a las otras dos sumisas del mismo modo en que antes había ocurrido con la triple mamada de verga a los muchachos; pero parecía, sin embargo, que hubiera un cierto ensañamiento con “la nueva”, humillar a más no poder a la recién llegada… El hecho fue que tuve que entrar con mi lengua también en el sexo de Sofi y luego en el de la chica restante. Al momento de acometer tal acto me sentía, en principio, extenuada por haber dado placer a Eli… y, por otra parte, sentía que lo que venía era sólo el relleno… algo así como que el postre hubiera sido servido en primer lugar… Sin embargo, el hecho de que ninguna de las dos había recibido hasta el momento sexo oral le brindaba un atractivo extra a la cuestión. Debo decir, aun así, que ninguna de las dos era virgen… Aun sin experiencia en el sexo oral estaba más que claro que todas (las tres) tenían sus conchitas estrenadas a pesar de la edad. Sí se advertía que la de Eli tenía más uso que las de sus amigas, lo cual se evidenciaba en la estrechez de estas últimas, pero insisto: ninguna estaba sin desflorar. Pero bueno: había algo en lo que sí eran vírgenes (por lo menos Sofi y la morocha) y ello era en los placeres de la lengua, razón por la cual entrar en ellas constituía también una experiencia nueva y gratificante. Sofi se entregó muy suelta; lo disfrutó como una perra en celo y, a diferencia de Eli, gritó muchísimo: difícil era pensar que los alaridos que lanzaba no estuvieran siendo oídos desde la casa… a aun por los vecinos, por más lejos que estuviesen. La propia Eli la golpeó un par de veces en el brazo advirtiéndole al respecto. En cuanto a la tercera chica, el trabajo fue más difícil de entrada porque se advertía el fuerte prejuicio y resistencia que tenía; ello también agregó un condimento atractivo, ya que fue muy excitante irla sacando de su renuencia y llevarla hacia el éxtasis del placer incontrolable… De manera inversa a lo que había ocurrido con Eli y con Sofi, ella llegó a empujar mi cabeza hacia atrás para tratar de que yo quitara mi lengua de allí; pero por otra parte se advertía que en su interior la resistencia estaba librando una lucha sin cuartel contra la entrega absoluta y mi misión era que ganase la segunda… Lo logré finalmente; la chica acabó con largas exhalaciones que, por momentos, se convirtieron en grititos no tan ahogados como los de Eli pero tampoco tan descontrolados como los de Sofi… Cada una con su estilo; cada mujer, un mundo… Y, por cierto, puedo asegurar, después de eso, que cada una tiene también su gusto: sabe distinto.
Quedé de rodillas a un costado. Súbitamente me asaltaron la culpa y la conciencia. Yo, que jamás había hecho hasta ese día sexo oral a nadie, ahora no sólo le había mamado la verga a un tipo desconocido sino que, además, le había dado placer sexual (y cómo) a tres adolescentes… Las tres parecían estar en otro planeta: se las veía plácidas, sonrientes y satisfechas…
Di por sentado que había hecho mi trabajo lo suficientemente bien como para recuperar la notebook; esperaba, por lo tanto, algún gesto de Eli en consecuencia. De pronto, la chiquilla salió de su éxtasis y se puso en pie de un salto, no sin antes tomar la notebook… Para mi estupor, corrió hacia la piscina… Se paró en el borde y se giró hacia mí:
“Querés esto, ¿no?” – preguntó.
Pareció haber un destello de malicia burlona en los ojitos de la jovenzuela. Yo, otra vez, estaba blanca de terror… Asentí con la cabeza, muy nerviosa…
Eli se llevó la notebook hacia el pecho como abrazándola.
“Vas a tener que venir por ella” – anunció, al mismo tiempo que iniciaba una carrera rodeando el perímetro de la piscina hasta quedar de pie y, una vez más, mirándome, pero desde el otro lado.
Francamente ya no se sabían cuáles eran los límites de aquella nenita del demonio pero no había lugar para la vacilación ni la duda. Obedeciendo prontamente, marché en cuatro patas siguiendo su mismo derrotero alrededor de la piscina y llegué a metro y medio de ella; tenía la notebook aún abrazada al pecho. Amagó dármela pero cuando yo ya casi la tenía en mis manos, la apartó y, para mi estupor, la arrojó en dirección a la piscina. Mis ojos aterrados siguieron el recorrido de la notebook en el aire pero, por fortuna, el tiro de Eli era lo suficientemente largo como para que fuera a caer al otro lado; allí, precisamente, fue atrapada al vuelo por Sofi.
“¡Bien Sofiiiii!!! – le felicitó con algarabía Eli, al tiempo que aplaudía, en un gesto indudablemente aprendido de la hermana.
Miré hacia Sofi con angustia y desesperación. Ella, por el contrario, reía y lucía tranquila:
“¿La querés? – me preguntó.
Mi dignidad ya hacía rato que no existía. A cuatro patas desanduve el camino antes recorrido en torno a la pileta y fui hacia donde Sofi se hallaba… No me sirvió de mucho llegar; la muchachita ni siquiera amagó dármela como había hecho Eli… Apenas estuve más o menos cerca, la arrojó volando por encima de la parte más profunda de la piscina y finalmente, en el otro extremo, fue apresada por la morocha.
Las lágrimas me rodaban por las mejillas… Sofi y Eli reían alocadamente… Recorrí el camino de lajas en dirección a la chica que sostenía la notebook, pero por supuesto que cuando llegué se la arrojó a Eli… Así me tuvieron largo rato… como un perrito que busca atrapar una pelota que todos se arrojan entre sí… Y cada vez que llegaba muy cerca de una, rápidamente la notebook era lanzada en dirección a la otra… Alteraban el orden: a veces iba de Eli a Sofi, otras de Sofi a Eli… o bien de Eli a la morocha… Jugaban con mi desesperación y con mi imposibilidad de prever los próximos movimientos, además del hecho de que sabían bien el espanto que me provocaba ver volar tantas veces mi trabajo de horas por encima del agua… Yo estaba agotada y jadeando por el cansancio: mis rodillas no podían más por el contacto con las lajas… Hasta que ocurrió la catástrofe… En un disparo de Eli hacia la chica morocha, ésta pareció capturar la notebook en el aire pero la misma dio varias vueltas en el aire mientras la chica manoteaba; un par de veces estuvo a punto de asirla pero no lo consiguió… y mis ojos, presos de una angustia indecible, tuvieron que ver cómo la notebook caía al agua y el logo de la manzanita iniciaba su camino hacia el fondo de la piscina…
La chica que no había logrado retener la presa en sus manos ahogó un grito llevándose las manos a la boca, horrorizada ante lo que acababa de hacer.
“¿Qué hacés, pelotuda? – le recriminaba Eli desde su sitio - ¿Qué tenés en las manos?”
“No…no… no pude… ¡Se me escapó! – se lamentaba la morochita, sintiéndose culpable - . ¡Tu hermana nos va a matar!”
“Te corrijo, amor – objetó Eli -. TE va a matar…”
Verdaderamente yo no podía determinar si la escena era actuada o natural. Más aún, el tono de Eli no sonaba lo suficientemente preocupado y ello me hacía pensar que, quizás, hubiera arrojado la notebook muy violentamente de manera deliberada, especulando con que ocurriera lo que finalmente había ocurrido, es decir que la otra chica no pudiera capturarla. También existía la posibilidad de que nada de lo sucedido estuviera en realidad en los planes de la chica Batista ni de nadie pero que, ahora que las cosas se habían dado de ese modo, la situación divertía y complacía a Eli de manera perversa. Por su parte Sofi, desde el otro lado de la piscina, se veía compungida y no menos horrorizada que la chica que había quedado en falta.
En un acto casi reflejo, me arrojé al agua. Nadé hacia lo profundo y no paré hasta dar con la notebook; una vez que la tuve en mis manos regresé a la superficie. Me ubiqué a un costado de la piscina; las tres chicas se congregaron en torno a mí con aire aparentemente interesado aunque, repito, yo desconfiaba de Eli, quien parecía recargar todos sus gestos de una gran teatralidad. El artefacto chorreaba agua por todas partes, como era obvio… Y yo, en mi desesperación, hice algo que tal vez fue peor: intenté encenderla… Luego de un breve amague, la notebook directamente murió… Había hecho cortocircuito…
“Aaaay qué penaaaa – se lamentó Eli, en un tono que seguía sonando poco creíble -. No funciona más, ¿no?”
La chiquilla insolente bien sabía la respuesta. Yo me sentía caer, morir… finalmente todo mi trabajo se había perdido… y no había posibilidad de rescatar nada. Se me ocurrió, no obstante, que tal vez existiera alguna posibilidad de salvar el disco rígido; en mi ignorancia al respecto, no sabía si el necesariamente el mismo tenía que haberse quemado con el cortocircuito. En todo caso, no tuve tiempo de hacer nada más porque, como si las circunstancias la hubiesen llamado, Loana se hizo presente en el lugar…
“¿Qué está pasando acá? – rugió - ¿Por qué no está trabajando esta perra? ¿Y ustedes qué hacen sin la parte de abajo del bikini?”
El comentario de la diosa rubia hizo enrojecer especialmente a Sofi quien buscó cubrirse con sus manos, sobre todo si se consideraba que Loana había vuelto en compañía de sus amigos, de los cuales tres, vale recordarlo, eran varones. En el caso de la chica morocha, era tal la angustia que la envolvía que ni siquiera atinó a cubrirse ni dio tampoco la impresión de sentir el más mínimo pudor; estaba, obviamente, shockeada y sobrepasada por la situación. Eli, en tanto, ni siquiera acusó recibo de las palabras de su hermana. Yo miré primero hacia Loana y luego, con desesperación, hacia las tres chiquillas adolescentes; esperaba, por supuesto, alguna confesión que me eximiera a mí de culpa, pero lo cierto era que la responsable de haber dejado caer la notebook al agua se mantenía casi inmóvil, con la vista baja hacia la piscina y sin atreverse a hablar. Fue entonces cuando Eli hizo algo que, según como se lo viese, podría ser considerado como la más cabal demostración de lealtad que pudiera brindarse a una amiga… o bien como el acto más perverso que se podría cometer contra alguien, en este caso contra mí.
“Ella dejó caer la notebook al agua” – dijo, dirigiendo un dedo acusador hacia mí…