La orgía de Lucía II (Candela, cap. V)

Después de que el grupo se organizara, llegó el día en que por fin quedaron para dar rienda suelta a la imaginación y el placer. Los seis estaban predispuestos a que fuera un día de sexo y desenfreno.

Comenzaba la gran orgía…

El grupo de whatsapp que había creado Lucía terminó contando con los seis miembros previstos y, en una semana, se agendó la cita. La primera noche, aparte de a Candela y a Jose, Lucía agregó a Mercedes y a Luis. Nacho no entraría hasta dos días después porque a Lucía le costó “más trabajo de la cuenta” convencerle de la idea de participar en aquella orgía. Finalmente Nacho aceptó y, en el grupo, antes de ponerle fecha y hora al encuentro, desveló su gran secreto: la bisexualidad que ya sabían Mercedes, Jose, Candela y la propia Lucía, pero que era una novedad para Luís, su mejor amigo. Solo quedaban, por tanto, dos secretos por desvelar: el gang bang que se quería montar Lucía y la peli porno que quería hacer Mercedes.

Aunque, bueno… Lo cierto es que Candela y Nacho seguían sin saber que sus parejas, Jose y Lucía, seguían follando de vez en cuando. Sí… Sin lugar a dudas, aquella tenía que ser una gran orgía si la intención era desvelar todos los pasteles y que, además, saliera bien.

Se habían citado todos en casa de Mercedes un mediodía de sábado para comer. Mercedes tenía una finca a las afueras en una zona residencial. Nada ostentoso; una parcela de dos mil metros cuadrados con una zona de huerto y una vieja era convertida en aparcamiento, una balsa reconvertida en piscina y una casa de una sola planta con tres dormitorios, salón comedor, dos baños y cocina. Estancias más grandes de lo habitual, pero nada de los mundos de Gunilla. Ahora que, eso sí, lo mejor que tenía la casa era el porche que la conectaba con la piscina; Con su barra, su grifo de cerveza, sus neveras y su fresquito a la sombra. Con puerta directa a un cuarto de baño, otra al salón y otra a la cocina y, en frente, dos escalones y la piscina al sol.

Tenían encendida la barbacoa y, sobre la mesa, se mezclaban las cervezas con los tintos de verano y el rebujito de Jose, que no fallaba. También había varios platos con pinchitos, chorizos y otras delicatesen propias de una auténtica barbacoa así como pan; Barras y barras de pan. Habían tenido toda una semana para ir calentando motores a la vez que le quitaban hierro al asunto. De hecho ocurrió que todos conectaron a la perfección, incluso los que no habían tenido oportunidad de conocerse en persona, y la orgía se había asumido como algo tan natural que hasta dejó de ser el tema de conversación en los últimos días. La barbacoa era una reunión de amigos, una pandilla que tenían algo en común. Algo que no todas tenían.

-Una cosa os digo –comentaba Mercedes- a esa piscina no entra ni una sola prenda de baño. Es una norma de la casa.

Se miraron todos y, sin querer, les brilló en los ojos la excitación. Estaban a una altura de la cita en la que ya se empezaba a sentir el sexo y también el nerviosismo propio de saber lo poco que falta para pasar del dicho al hecho y no tener muy claro qué puede pasar.

-¿Y qué dicen las normas de la casa respecto a la ropa en el porche?

La rapidez con la que Jose lanzó la pregunta y el tono sarcástico bromista con que lo hizo le devolvió naturalidad a la situación. Los comentarios sexuales pasaban a estar normalizados.

-Que, mientras no la dejes por medio, puedes quitártela cuando quieras.

Ni corto ni perezoso, Jose se desnudó. Dobló el bañador y la camiseta que llevaba puesta y, a la par que les echaba una mirada a todos, les dijo:

-Voy a los dormitorios a dejar la ropa en el mío. ¿Quiere alguien aprovechar el viaje?

Luis, que solo llevaba puesto el bañador, también se lo quitó y Mercedes también se desnudó. Después de ver a Mercedes, Lucía se animó a hacer lo mismo y, con ella, se terminó de arrancar Nacho. Y, todos, se quedaron mirando a Candela.

-¡¿Qué?! –saltó-. A lo mejor es que lo que quiero es que me desnudéis…

Jose se quedó mirando fijamente a su mujer. En la vida se le habría pasado por la cabeza pensar que Candela sería capaz de mostrarse así de desinhibida.

-No te reconozco –le dijo comiéndosela con la mirada-. Me encantas.

-Lo decía de coña, ya iba a desnudarme yo –comenzó a responderle-. Pero, si quieres hacerlo tú…

Y, como conocía de sobra a su marido, supo que Jose no iba a desaprovechar aquella invitación y, mientras que él se le acercaba, ella comenzó a levantar los brazos para que le sacara la camiseta. Luego le desató la parte de arriba del bikini, se la quitó también y llevó las manos al botón de la falda vaquera que llevaba puesta.

-¿Me vas a enseñar luego cómo te follas a Luis? –le susurró al oído.

-Luego voy a hacer todo lo que quieras que haga –respondió Candela con lasciva complicidad.

Evidentemente, el miembro de Jose reaccionó a aquellas palabras y, tras darle un beso a su mujer y girarse para encarar la puerta del salón, lo exhibió a todo el grupo. Candela, además, le dio un azote en el culo que Jose no se esperaba y él dio un salto hacia adelante con lo que, en el bamboleo, se pudo comprobar de, aparte de grande, tenía la polla firme.

-Puedes usarla de perchero –bromeó Lucía.

Y Jose, siguiendo en su línea, se acercó sin ninguna vergüenza a su amiga para recogerle la ropa y, sobre la polla, se colocó su tanga que ahí se quedó hasta que, después de recoger el resto de la ropa, Jose se metió en la casa camino de los dormitorios.

Lucía no pudo evitar morderse levemente el labio en un instante en que se quedó mirando la polla de Jose y, de inmediato, comprobó que Candela se había dado cuenta. La había cazado y eso la preocupó porque no supo cómo podría interpretar aquel gesto. Temía que pudiera desvelar de alguna manera que Jose y ella tenían algo; Claro que también podía ser fruto de la excitación del momento. Y, por eso, no sabía qué pensar. De inmediato trató de actuar como si nada y usó como medida de distracción coger su lata de cerveza y llevársela a la boca. Aquello fue un error porque no hizo más que incrementar la sospecha. ¡Es un gesto típico! Candela se le acercó.

-¿Esto va a empezar así, sin más? ¿Nos quitamos la ropa y abrimos la veda? –le dijo suave al oído.

-¿Qué dices? –Lucía no terminaba de pillar a su amiga.

-Pues que, viendo cómo te has relamido mirándole la polla a Jose, me ha dado la sensación de que la orgía puede comenzar en cualquier momento… Y no sé si estoy preparada… Es la primera vez que voy a ver a Jose follando con otra… ¡Me acaba de preguntar si le voy a enseñar luego cómo me follo a Luís!

-¡¿Eso te ha dicho?!

-Shhh!! Calla… ¡Que estoy de los nervios! Que le he contestado una barbaridad y ya me estoy arrepintiendo…

-¿Qué le has dicho?

-Que voy a hacer todo lo que él quiera que haga… ¡Con tó mi coño! –Le faltó golpearse la cabeza contra la pared-. Que menudas ideas puede tener el puñetero…

Lucía respiró aliviada y sonrió. Candela no sospechaba nada y, mejor aún, estaba a punto para ser instruida. Ese nerviosismo suyo era la evidencia de su propia curiosidad sexual. Lucía lo sabía y, por eso, la eligió para iniciar toda esta historia. Se lo vio la primera vez que se acostaron y, ahora, se lo veía de nuevo. Era buena señal.

-La orgía empezará para cada uno cuando cada uno quiera que empiece, no antes –respondió Lucía-. No te preocupes… Y, si me he mordido el labio al verle la polla a Jose, es porque tiene buena polla. Qué suerte tienes… ¡Cabrona!

-Bueno… Tú también la conoces. No hace falta recordar que…

-Sí, sí, sí, sí… -le interrumpió Lucía-. Que salimos juntos… ¿Es algo que te molesta? –Lucía mostró interés en resolver ese posible conflicto cuanto antes-. Quiero decir, ¿Puede suponerte hoy un problema?

-Pues… -Candela se tomó unos segundos para dar su respuesta. Sin duda tenía que repasar todas las variables para formarse una opinión honesta-. No, creo que no.

Lucía aguardó un instante por si aquella explicación era más extensa pero le empezó a parecer que no, que eso iba a ser todo. Y, como no quería quedarse con ningún tipo de duda y, además, tenía que encauzar de algún modo el modo de decirle que se había seguido acostando con Jose, insistió.

-No, en serio… -usó un tono de voz conciliador y cómplice fácilmente perceptible-. Que hoy van a pasar muchas cosas y quiero saber si te queda algún resquemor… con Jose, conmigo o con quien sea… Y, como te veo reticente, no estoy tranquila. De verdad… ¿Todo bien?

-Que sepas –comenzó a decirle Candela- que me sentí muy culpable después de acostarme con vosotros y que también os habría matado cuando me enteré de que Jose estaba en el ajo. Pero, mira, te digo lo que a él… Este plan no solo me ha abierto los ojos a una nueva forma de entender el sexo sino que, además, ya me ha brindado experiencias inolvidables de las que no me arrepiento… Salisteis juntos, te lo follaste antes que yo y, a día de hoy, yo ya he follao también contigo y hasta con tu marido y me gusta… Compartir esto con Jose es lo mejor que me ha pasado en la vida así que… ¿Qué vais a follar hoy delante de mis narices? Lo raro sería que no lo hicierais… Y tengo muchas ganas de que, por fin, echemos un polvo los tres.

-¡Mucho más tranquila me dejas! ¡Dónde va a parar! –bromeó.

Se relajaron y desviaron la conversación a hablar del buen rollo que se percibía en la casa y de ahí saltaron a recordar algunas de las conversaciones que, en los días anteriores, habían mantenido en el grupo de whatsapp. Mercedes se levantó y se dirigió hacia la barra del porche. Al pasar por delante de la cristalera del salón lanzó un beso al interior, por lo que las chicas imaginaron que Jose venía ya de vuelta de dejar la ropa.

-¿Hago café o pasamos directamente a las copas? –Preguntó Mercedes al grupo justo después de lanzarle el beso a Jose.

-Copa en la piscina, evidentemente –respondió Jose mientras salía de nuevo al porche.

Todos secundaron el plan y, tras organizarse, al cabo de cinco minutos ya tenían sus copas en las manos y se dirigían a la piscina. Era una piscina rectangular con profundidad constante que tenía el detalle de contar con un banco de obra por todo alrededor.  Los seis se acomodaron en el extremo de la piscina que más cerca quedaba de las escaleras del porche.

Charlaban en grupo, participando todos de la misma conversación. Se notaba la estupenda conexión que había surgido entre ellos. Nacho, que era quien más reticente se había mostrado al principio, también se veía totalmente relajado. Era fácil cazar miradas que, furtivamente, miraban rincones sexuales sobre o bajo el agua y nadie decía nada. Se permitía, formaba parte del momento. Incluso comenzaron a nacer algunos comentarios impersonales de índole sexual que también eran bien recibidos y se trataban con normalidad. La situación estaba orientándose a un plano estrictamente sexual. Todos lo sabían y, hasta el momento, a todos les parecía bien cómo se estaba desarrollando. Mercedes aprovechó la coyuntura y llevó la conversación a donde le interesaba.

-¿Os parece que esta casa es un buen lugar para rodar una porno?

-¿Qué no me has contado? –preguntó Lucía disimulando su complicidad-. ¿Vas a hacer una porno?

-¡¿Quién?! ¡¿Yo?! –Mercedes estaba metidísima en su papel de “ir de nuevas”-. Pues… No sé, pero no es eso lo que he preguntado…

-Ya, ya… -era Lucía quien continuaba la conversación-. Has preguntado si la casa es un buen lugar para una porno, que ya te digo yo que sí. Pero a mí lo que me interesa es ese “no sé” que acabas de soltar ¿Cómo que no sé? ¿Qué me estás ocultando?

-Bueno, va, os cuento… Tengo una amiga que se mueve por el mundo del porno, en plan amateur… Bueno, en realidad digamos que conoce a una pareja que hace porno casero y que pide localizaciones. Le he hablado de la casa y, sin verla, dice que tiene que ser ideal. Se lo comentó a la pareja esta y dice que se quieren poner en contacto conmigo. Y no sé qué hacer…

-Pero, ¿Qué quieren?, ¿solo la casa o van buscando gente que participe en los videos?

-Solo la casa.

-¿Tienes que irte o puedes estar?

-No lo sé. No he hablado con ellos…

-Ya estás tardando en coger el móvil…

-Que va… Si quieres que busque a mi amiga y que busque a la pareja tendría que ser con el ordenador… -La miraron sin saber qué razón podía explicar aquella condición-. Son de una red social que no tiene aplicación para el móvil… -el silencio seguía siendo inquisitorio-. ¡Estoy en una comunidad de webcammers! ¡¿Qué pasa?!

-¡¿Cómo webcammer?! –preguntó Jose que, acto seguido, le echó una mirada a su mujer recordándole las posiciones encontradas que ambos tenían con este tema-. ¿Eres webcammer?

-¿Cómo no me habías contado nada? –preguntó también Candela-. ¡Si soy tu mejor amiga!

-porque hasta hace dos semanas no querías oír hablar de esas cosas ni loca…

-Bueno, tía, sí, es que… ya… pero… -En sus titubeos, Candela tuvo tiempo de repasar las últimas dos semanas de su vida y volver a recordarse que, hasta hacía dos semanas, era una auténtica estrecha. Como ahora veía la vida sexual desde un plano tan distinto y desinhibido le tocaba tropezar con sus limitaciones del pasado-. ¿Y no te da cosa pensar que puede verte alguien que te conozca? ¿Tus primos? ¡¿Tu padre?!...

-No me reconocerían. Utilizo un antifaz.

-¡Oh! ¡Un antifaz! –comenzó a bromear Candela con una buena dosis de sarcasmo-. Con eso se tapa una cara, un cuerpo, una habitación…

-Pues sí –respondió Mercedes en un tono altanero que, a la vez, evidenciaba la broma y la complicidad-, un simple antifaz puede cambiar a una persona por completo y hacerla totalmente irreconocible. Tú misma serías incapaz de reconocerme si me tuvieras delante…

-¡Ni de coña! Te tengo muy vista.

-¿Te juegas algo?

Candela se la quedó mirando fijamente y se le pudo ver en la mirada cómo se iba viniendo arriba. No concebía ninguna forma en la que Mercedes pudiera demostrar lo que estaba diciendo. Estaba convencida de que, hiciera lo que hiciera, en las circunstancias en las que estaban era imposible no reconocerla tras un antifaz. ¿Cómo demostrarlo?

-Lo que quieras –respondió finalmente.

-Va a ser lo que quiera yo –le replicó su marido- ¿Te parece bien?

Jose sabía comunicarse gestualmente a la perfección con su mujer y tan solo necesitó hacerle un par de muecas para que ella supiera por dónde iban los tiros. Se remontó a la noche que se montaron el trio con Mercedes y la confesión que ella, Candela, le hizo y grabó con el móvil. Aquella de “me encanta ser tu puta… quiero ser tu puta…”. Y, conforme Candela sintió la excitación de saberse de nuevo a merced de la perversa imaginación de su marido y todo lo bueno que esta ya le había traído, no dudó en asentir.

-Siempre lo que tú quieras –le respondió a media voz con tono caliente.

-Si te demuestra que ni siquiera tú eres capaz de reconocerla cuando se pone el antifaz, tú te pondrás otro y probarás la webcam…

-Hecho… -respondió Candela, desafiante y morbosa, casi de inmediato.

-Hoy… -remató Jose-. Y vamos a verlo todos…

Candela se descolocó al escuchar aquel “hoy”. Primero porque no alcanzaba a adivinar cómo iban a demostrarle lo del antifaz allí mismo y, segundo, porque tuvo la sensación de que Jose sabía algo que le estaba ocultando. ¿Cómo sabía él que iba a perder la apuesta ese mismo día? Y, como lo sabía, ¿cómo era tan cabrón de hacerla apostarse algo que sabía a ciencia cierta que no iba con ella?

Por otro lado aquella incertidumbre la tenía como una moto, cachondísima. Las últimas dos semanas habían sido un despertar sexual que jamás hubiera imaginado y que le estaba brindando unas experiencias sexuales y unas nuevas emociones más que satisfactorias. Y era consciente de que, aquel milagro, se había debido precisamente a las estratagemas de su marido para llevarla a esos momentos que, antes, no quería vivir. Así que no podía evitar sentir la curiosidad de dejarse llevar hasta un nuevo reto ¿Cómo sería lo de la webcam? ¿Tendría algo que no había imaginado y que también lo iba a convertir en una experiencia inolvidable?

La batalla entre la vieja y la nueva Candela terminó ganándola esta última, y le sentó bien. Se sentía segura al tomar cada una de sus decisiones y, con cada una de ellas, sentía cómo su relación de pareja con Jose era cada vez más plena y, aunque también muy desinhibida y liberal, a la par mucho más madura. La confianza en su marido estaba pasando a ser fe ciega y, gracias a ello, se sentía tan segura que hasta dejó que el deseo le hiciera fantasear con la impaciencia por perder la apuesta.

-Hoy… -repitió Candela en voz alta mirando primero a su marido y luego a su mejor amiga-. ¿Y cómo pensáis hacerlo?

-Ahora, cuando nos acabemos la primera, lo veremos. Que acabamos de meternos en la piscina. Disfruta del momento…

Hubo un silencio de búsqueda de relax en el grupo que duró cinco segundos y que interrumpió de nuevo Candela.

-Cabrones… -murmuro-. ¡Claro! Vosotros ahí, tan agustito y yo, ya, con el nervio metido en el cuerpo

-¿Tantas ganas tienes de ponerte el antifaz? –preguntó Lucía con un tono  entre broma y sarcasmo que, Candela, prefirió tomárselo con humor porque estaba de buen rollo.

-¡Pues a lo mejor es eso! –bromeó Candela.

Todos se echaron a reír. Aunque el peso de la conversación lo habían llevado tres, los otros tres estaban pendientes. Lucía, de hecho, fue la cuarta en participar. Nacho y Luis, aunque no abrían la boca, formaban parte del grupo en todo momento y también participaban, principalmente con la expresividad de sus gestos.

-No me vas a dejar que me termine la copa tranquila, ¿Eh? –dijo Mercedes incorporándose del banco del interior de la piscina-. Ahora os aviso…

-No, tía, que no… -reaccionó candela sintiéndose culpable.

-Calla, tonta… Si estoy deseando darle un poco de alegría al día…

Mercedes salió del agua y entró en la casa. Encendió un ordenador que tiene junto al televisor del salón y entró después en una habitación donde también encendió otro ordenador. Mientras arrancaba, aprovechó para adecentar un poco el cuarto y darle la iluminación adecuada. Estaba en un cuarto dormitorio de la casa al que se accedía desde su habitación y que no se veía desde el pasillo. Mercedes lo tenía arreglado como su cuarto de juegos sexuales; Tenía un sofá de tres plazas, una mesita con un par de sillas, una nevera y, colgados en la pared, varios antifaces y fotografías eróticas. Aunque, sin lugar a dudas, lo más llamativo de la habitación era la vitrina iluminada en la que Mercedes tenía sus vibradores, bolas chinas y demás juguetes sexuales.

Se sentó en el sofá, cogió un teclado inalámbrico y, tras encender la tele que tenía colgada en una pared, empezó a usarla como pantalla del ordenador. Abrió el navegador de internet, entró en su comunidad y, tras comprobar la gente que había conectada, comenzó a charlar con otras dos chicas para hacerlas cómplices del plan que estaba tramando. Una vez que lo tuvo todo listo, volvió al porche.

-¡Ya podéis venir! –les gritó.

Se quedó esperando junto a la cristalera a que los otros cinco salieran de la piscina y entraran en la casa. Cuando Jose pasó junto a ella, Mercedes le susurró algo al oído.

-Primero Alexa veinticuatro, luego Pompeya y, por último, chica solita. Presenta al grupo en cada sala…

Los cinco se acomodaron entre el sofá y los sillones del salón pendientes de la tele, en la que aparecía el escritorio de un ordenador y Jose cogió el teclado inalámbrico que había en la leja de la mesita de té. Entró en internet y buscó el portal de la comunidad de Mercedes. Mientras la página cargaba no le quitaba ojo a Candela para ir viendo sus reacciones. Ella, por su parte, tampoco se lo quitaba a la tele para no perderse ningún detalle. Mercedes se había perdido ya por el pasillo de los dormitorios.

Jose entró en la comunidad con su nombre de usuario y su contraseña, detalle que no le pasó por alto a Candela y que le sirvió para reconocer el portal que estaba viendo; El mismo que su marido le enseñó la noche que echaron el polvazo tras la discusión por lo de Bruselas. La coincidencia le puso nerviosa ¿significaba eso que Jose ya había visto antes a Mercedes y nunca le había dicho nada? ¿Su marido se masturbaba viendo a su mejor amiga?

-¿Desde cuándo lo sabes? –le preguntó.

-Me lo dijo Lucía el día que creó el grupo de la orgía. Cuando lo de Bruselas –remarcó a posta- no sabía que Mercedes emitía ni mucho menos que lo hiciera en este portal.

-¿Me lo creo?

-¿de qué me serviría mentirte? No tiene ningún sentido…

Candela decidió creer a su marido aunque tenía sus reservas. Por esa razón se preocupó de estar tan pendiente de las reacciones de su marido como de cada una de las cuatro chicas que pasaron por la pantalla en una curiosa experiencia de sexo por webcam que, para empezar, sirvió para que Candela sintiera interés por ese mundo.

Las cuatro chicas que vieron llevaban antifaz y, mientras que las tres primeras saludaron e interactuaron con el grupo cuando Jose contó en el chat anexo que eran seis amigos que estaban de fiesta, la cuarta apenas respondió con un saludo. Ninguna hablaba, todas respondían por escrito a las cosas que leían en sus respectivos chats. Las tres primeras, incluso, hicieron la misma pregunta al grupo.

-¿Seréis capaces de descubrir quién es vuestra amiga?

La cuarta chica fue fruto de la casualidad, pero Jose la incluyó para dividir las probabilidades. Vio en su avatar que también llevaba antifaz y, sin dudar, la metió por su cuenta en el juego para perder más aún a su mujer y sus amigos. Que se comportara de un modo totalmente diferente a las otras tres la convertía en aún más sospechosa.

Inevitablemente, aunque su principal misión fuera tratar de reconocer a Mercedes, ver a cuatro mujeres desnudas y jugueteando sexualmente excito al grupo. Los tres chicos estaban empalmados, incluso Nacho no había podido evitar frotarse el rabo en alguna ocasión, y Lucía no hacía más que morderse el labio mientras iba pasando la vista de polla en polla. Candela, que estaba muy pendiente de la pantalla, estaba cachonda de verse cada vez más cerca de estar al otro lado de la tele y con un antifaz puesto. Sobre todo después de comprobar cómo, desde una pantalla, se podía poner tan caliente a tanta gente y haciendo tan poco como habían hecho las cuatro chicas.

No había perdido detalle. En cada una de las salas, Candela, estuvo examinando el cuerpo de las chicas, su color de pelo, el corte de sus ojos bajo el antifaz y cualquier otro detalle que pudiera darle la pista definitiva que buscaba para saber cuál de las cuatro era Mercedes, si es que alguna de las cuatro lo era. Así mismo, también había estado muy pendiente de la cara de Jose cada vez que pasaban de sala a sala por si, en alguna, le notaba un gesto que le delatara y que también le sirviera de pista. No encontró nada.

-Pon otra vez a la segunda, la que estaba en el sofá –le pidió a Jose.

Pompeya, la segunda chica que habían visto, era la más diferente de todas en su conjunto. Y no por sus características físicas, que eran más o menos similares en las cuatro, si no por el lugar desde el que emitía. Mientras que las otras tres estaban en lo que, fácilmente, se podía reconocer como un dormitorio con escritorio para el ordenador, la habitación de Pompeya tiraba más a salón o sala de estar. Estaba tenuemente iluminado por un par de lámparas de pie y la posición de la cámara era móvil, Pompeya la iba poniendo por diferentes lugares de la habitación a su antojo durante sus emisiones. Era, sin lugar a dudas, la más morbosa y excitante.

Candela volvió a mirar a Jose para ver si le encontraba algún gesto que le delatara. Sin embargo, su marido mantenía una leve sonrisa socarrona que reflejaba seguridad, como si no tuviera duda de que Candela no acertaría. De hecho, en ese mismo momento, Jose se estaba dando cuenta perfectamente de cómo y con qué intenciones le examinaba su mujer y, aunque sabía que Pompeya era Mercedes, tenía argumento para hacerla dudar en el caso de que se decantara por ella.

-No sé si es ella… -comenzó a decir Candela-. Pero, el caso, es que me quiere sonar…

-Claro que te suena –respondió su marido-. A esta ya la has visto antes. De hecho, lo que te suena es el sofá…

-La vimos la noche de lo de Bruselas, ¿No?

-Sí, así es. Y, si no recuerdo mal, Pompeya debe ser la que tiene el potro de sumisión ese que son dos listones en equis con grilletes…

-¡Eso! ¡El potro! ¿Ves tú como me sonaba?

-¡Bueno, tú! ¡Que te desvías! –interrumpió Lucía en tono de broma-. Entonces… ¿Cuál de las cuatro es Mercedes? No intentes despistarnos con sofás y potros…

Candela se quedó pensativa de nuevo, haciendo memoria de las cuatro chicas porque, realmente, no lo sabía. Pompeya podría ser Mercedes perfectamente, pero la rechazaba porque no imaginaba que, su amiga, pudiera tener tal habitación, ¡Allí mismo!, y nunca le hubiera hablado de ella. Aparte que, pensando en los gustos de su amiga,  sentía que aquella habitación no iba con ella. Y fue la primera descartada. Luego volvió a hacer un repaso mental de las otras tres y, totalmente perdida, asumió en voz alta su derrota.

-No tengo ni puñetera idea.

Aquella sinceridad y velocidad al aceptar que había perdido provocó bromas acerca de si lo estaba haciendo a posta para ponerse cuanto antes delante de la webcam.

-Pues no –se defendió-. La verdad es que no tengo ni idea. Porque podría ser esta misma –refiriéndose a Pompeya- pero… ¿Y esa habitación? ¿Y esos muebles y esas cosas?

-¡Pues para disfrutarlas! –bromeó Jose.

-¿Quién es? –le preguntó Candela con curiosidad.

Jose cogió el teclado para escribir, en dos frases espaciadas, en el chat de la sala de Pompeya.

-Tenemos noticias para ti. Candela ha perdido la apuesta.

Pompeya se incorporó para coger su  teclado y el chat se convirtió en una fiesta. Pompeya le dijo a los visitantes que, en breve, iba a acompañarla una amiga y que iba a ser su primera vez para, a continuación, contarles también la situación para que se situaran; que tenía a un grupo de amigos en casa con quienes se iba a montar una orgia y que, una de las chicas, como pago por perder una apuesta iba a estrenarse como webcammer. Todos los usuarios empezaron a responder; Unos pidiéndole a Pompeya que fuera a buscarla, otros animando a la chica que se escondía bajo alguno de los nicks de la sala para que perdiera la vergüenza y se animara. El propio Jose comenzó a responder a los comentarios con las cosas que, el resto del grupo, le iba diciendo.

Candela, evidentemente, se quedó “cuajá” cuando descubrió quién era Mercedes y mantuvo el gesto de boba durante varios segundos. Luego, cuando reaccionó, se dio cuenta de cómo de revuelto y animado andaba el patio. Le estaban pidiendo un espectáculo de sexo y estaba obligada a ofrecerlo. A pesar de su liberación, de vez en cuando seguía chocando con su yo anterior y esta era una de esas ocasiones. Estaba cachonda y, aparte de que tenía asumidas nuevas formas de disfrutar la sexualidad tal y como había aprendido en los últimos quince días, también sabía que existían otras formas que aún no había probado y que podrían resultar satisfactorias. Pero seguía reticente con lo de la webcam. Tenía curiosidad pero le daba su cosilla, vamos.

Mirando a la pantalla, vio a Mercedes levantarse del sofá, dirigirse hacia la pared a coger otro antifaz y salirse de plano poco antes de que escuchara abrirse una puerta al fondo del pasillo, al que ya no podía quitar ojo esperando ver aparecer a Mercedes. Su amiga por fin llegó, se apoyó sobre su hombro derecho contra la columna que formaba la esquina del pasillo con el salón y, tras cruzarse sugerentemente de piernas, metió un dedo por uno de los ojos del antifaz y empezó a girarlo en círculos mientras miraba a Candela.

-¿Qué? ¿Te vienes?

Candela resopló y buscó el apoyo de su marido. Él la miro, de hecho no había dejado de estar pendiente de ella en ningún momento, y, como sabía lo que debía estar sintiendo y dudando, le animó.

-Puedes salir cuando quieras y yo puedo decirte que salgas cuando crea que debo hacerlo. Sé que eres capaz de superar el miedo y probar la experiencia. Y quiero que lo hagas. De aquí a un par de minutos sabrás si te gusta o si no. Pero, hoy que estás animada, no te cortes el rollo y te quedes con la duda…

Candela se levantó del sofá y, tras darle un suave muerdo a su marido, se dirigió al pasillo para irse con Mercedes. Entraron en su dormitorio y, disimulada entre una de las puertas de espejo que tenía el armario empotrado, abrieron la que daba acceso al cuarto de juegos de Mercedes.

Se puso el antifaz antes de entrar y, no sin resquemor, terminó por dar el primer paso para cruzar el quicio de la puerta. Una vez dentro se quedó pegada a la puerta mientras se hacía al antifaz y le echaba un vistazo a aquel fascinante y desconocido cuarto secreto.

-¿Cómo no me lo habías contado nunca? –le preguntó a Mercedes.

-¿Recuerdas todas las salvajadas que dijiste sobre las webcammers cuando me contaste el polvo que echaste con Jose la noche de la bronca por lo de Bruselas? Esto es posterior… No lo habrías entendido, ni mucho menos aceptado, y no merecía la pena contártelo… Hasta ahora…

-Pero, ¡Tía! Que te está viendo taco de gente comportarte como un trozo de carne sexual…

-¿Dónde están? Porque yo no les veo –Candela respondió a las palabras de su amiga con un gesto de “¿Qué me estás contando?” que hizo que Mercedes se extendiera un poco más en su exposición-. No, en serio. Mira… No hay nadie. Es lo primero que tienes que sentir para perderle el miedo a la cámara; Que estás a salvo. Si, vale que en esa pantalla hay cientos de personas, pero son solo palabras. No pueden hacerte nada.

Mercedes comenzó a pasearse por la habitación mientras seguía hablando.

-Una vez que sientes que no pueden hacerte nada es cuando tú puedes empezar a hacer lo que quieras. Ponerte una copa, si quieres, tirarte en el sofá, si quieres, ponerte una peli, si quieres, encender la webcam, si quieres… Ven, pasea conmigo, entretente en conocer la habitación… Nadie sabe quién eres, te protege el antifaz y, créeme, no eres la primera mujer desnuda que ven. A mí, por ejemplo, ya me tienen muy vista.

Candela se rio con aquel comentario y se relajó lo suficiente como para atreverse a separarse de la puerta y comenzar a deambular por la habitación pero con la prudencia de intentar no meterse en plano más de lo necesario. La pantalla permanecía encendida  en la pared y ella seguía sintiéndose observada. Mientras alucinaba con la colección de dildos y vibradores de su amiga, con las fotos de la pared, que eran de la propia Mercedes, y con la pinta de cómodo que tenía el sofá, se felicitó al encontrar el potro en una esquina de la habitación a la par que también flipaba al recordar el rato que, la noche del polvo por la bronca de Bruselas, estuvo viendo a Mercedes masturbarse en su televisor sin darse cuenta de que era ella.

Se atrevió a sentarse en el sofá y quedar dentro del encuadre de la webcam y, durante unos segundos, estuvo leyendo los comentarios que escribían los usuarios de la sala. Todos lo decían lo buena que estaba y la mayoría se detenía a alabarle directamente las tetas. A pesar de que usaban directamente los vulgarismos para referirse a las diferentes partes del cuerpo, Candela comprobó que no existía mala educación ni, de lejos, aquellas frases podían considerarse soeces o de mal gusto. Y, aunque al principio el lenguaje le pareció obsceno, al cabo de unas cuantas frases ya le parecía natural y lógico. Tanto que hasta se animó a acomodarse en el sofá adoptando una postura sexy y sugerente pero no exhibicionista.

Mercedes apareció por su espalda, el sofá no estaba contra ninguna pared sino que dividía la habitación en dos espacios, con una fusta en la mano que, en su otro extremo, tenía plumas y comenzó a hacerle caricias a Candela con ellas en los hombros y la nuca. A Candela se le erizó la piel y, con ella, también los pezones en décimas de segundo.

-¿Cuántas pajas has podido hacerte a lo largo de tu vida así, como estás ahora, tranquilamente en el sofá? –comenzó a decir Mercedes sin dejar de acariciar con las plumas la piel de su amiga, ahora por las clavículas y la parte superior del pecho-. No hace falta que contestes que ya te lo digo yo: muchas… Como todas las mujeres del mundo… No hay nada como tener un ratito de soledad e intimidad para darse un caprichito a una misma –Mercedes mantenía un tono de voz jovial-. Y, luego, está lo de la webcam… A mí me encanta gozar estos ratitos y me gusta ver a otra gente cómo los goza. Cuando eres quien ve, pretendes encontrar la excitación con lo que estás viendo pero, cuando eres a quién se ve, te da igual que haya gente viendo o que no la haya. Tú estás a lo tuyo, haciendo lo que te da la gana sin necesitar de la ayuda de nadie.

-¿Y, entonces, si da igual que haya o que no haya gente, por qué eliges que sí la haya? ¿Por qué exhibirse? –preguntó Candela.

-Porque, entre esa gente, aparecen amistades. Chicos, chicas, parejas, con las que conectas y con quien te diviertes. Gente desinhibida como yo, como tú, con quienes puedes disfrutar de experiencias sexuales de otro modo, pero que también satisface. Tu y yo nos hemos follado por whatsapp, ¿no? La webcam es pasar de la foto al video… sincronizar la excitación al vivo y el directo…

Las plumas sobrevolaron uno de los excitados pezones de Candela justo en aquellas últimas palabras y, entonces, Mercedes giró el tono de su voz y lo llevó de la jovialidad a la sensualidad del medio susurro.

-Las fotos que me mandasteis me pusieron muy cachonda y, mira, aquello nos llevó a montarnos un pedazo de trío… Ahora volvemos a estar solas y cachondas… Con la posibilidad de que nos vean gozar las próximas personas a las que vamos a tener el placer de follarnos… -y, llevando las plumas a la entrepierna de Candela, remató su exposición-. ¿De verdad no te apetece disfrutarlo?

Y Candela no pudo evitar abrirse de piernas…

Mercedes le dio la vuelta a la fusta y, con un par de golpecitos en la mano y el codo de su amiga, la hizo llevar los dedos a su entrepierna para que empezara a tocarse. Luego se sentó sobre el respaldo del sofá, con una pierna sobre el cojín y abierta por el peso de la gravedad y la otra flexionada y apoyada también en el respaldo con la rodilla firme hacia el techo. Echada levemente hacia adelante, estiraba el brazo para seguir acariciando con la fusta el interior de los muslos de Candela y, con la otra mano, comenzó también a tocarse.

Cuando no pudo más, saltó del respaldo del sofá y se clavó de rodillas entre las piernas de Candela. Empujó a su amiga para que se recostara del todo en el sofá, le subió una de las piernas mientras la otra permanecía contra el suelo y hundió la cabeza en su sexo para lamerle profunda y lentamente el clítoris de abajo a arriba. De ahí pasó, directamente, a hacerle una monumental comida de coño que despertó los primeros gemidos de Candela y, cuando la excitación terminó de desbocarla, se acomodó sobre ella para hacer la tijera y seguir follándose agusto.

La escena de sexo lésbico tenía cachondos a los cuatro que permanecían en el salón. Lucía, con los tres chicos, llevaba ya un rato viendo su primer gang bang tan cerca que le desesperaba no encontrar el momento de comerse aquellas tres pollas que, duras y erectas, la estaban llamando a gritos.

Estaba sentada en el sofá con Jose, también había estado sentada Candela hasta que se levantó para pasar al otro lado de la pantalla, mientras que Nacho, su marido, y Luís, el amigo de Nacho, estaban sentados en dos sillones. Se acomodó para quedarse en el centro del sofá y animó a su marido para que se sentara a su lado. Nacho le hizo caso y, entonces, Lucía se abrió de pineras poniendo una sobre cada una de los chicos que la escoltaban, Nacho y Jose, y les echó a ambos la mano al paquete.

Mientras empezaba a chorrear de gozar sobando aquellas dos pollas, se giró para besarle el hombro a su marido.

-Te voy a enseñar cómo se comen las pollas –le dijo para, acto seguido, dirigirse a Luis-. Trae, que te la coma…

Luis se levantó de su sillón y, de espaldas a la tele, se plantó de pie frente a Lucía que no dudó en trincarle del culo para colocarlo a su gusto y, finalmente, abrió la boca para meterse aquel rabo. Estaba tan excitada como feliz. Mamaba con delicadeza, metiéndose en la boca todo lo que podía meterse y salivando con exageración para lubricar aquel pedazo de polla. No cerraba los ojos, por el contrario los mantenía bien abiertos mientras miraba de reojo a su marido transmitiéndole el placer con la mirada. Así estuvo durante un rato, con dos pollas en las manos y otra en la boca, mamando a placer y provocando a su marido que, inevitablemente, empezó a sobarle el coño sumido en su calentón.

Cuando Lucía comprobó que nacho estaba abandonado al placer se sacó la polla de Luis de la boca y le dijo a tu marido.

-Ahora tú…

Nacho y Luis se miraron para pedirse y darse la aprobación y, conforme se vieron en la cara que estaban dispuestos, comenzaron. Luis se puso frente a su amigo y Nacho abrió la boca para ir metiéndose lentamente la polla hasta el gaznate. Lucía se puso perrísima al ver a su marido con un rabo en la boca y, mientras le observaba, se puso a cuatro patas sobre el sofá para comerse a medias con Nacho la polla de Luis y le puso el culo en pompa a Jose a la altura del pecho y lo restregaba para sentir la piel de su amigo rozando su sexo. Jose, por su parte, rodeó una de sus piernas con el brazo y empezó a masturbarla con la mano izquierda mientras que, entre mordisquito y mordisquito al cachete del culo de su amiga, cogió el teclado.

-Nos tenéis tan cachondos que aquí ya hay una que se ha vuelto loca con las tres pollas que tiene solo para ella… ¡¡Y no podemos resistirnos!! –escribió en la sala de Pompeya.

El chat volvió a dislocarse. Mientras que unos pedían ver a aquella mujer con tres pollas para ella sola, otros pedían respeto para Pompeya y su amiga y otros pedían la unificación del grupo y la emisión de la orgía. Mercedes y candela, por su parte, seguían tan entretenidas en su polvo que apenas prestaban atención a lo que pasaba en internet. Eran dos diosas con antifaz follando en un sofá, dos cuerpos esculturales, eróticos y calientes dando rienda suelta a sus instintos más íntimos que gozaban a placer ofreciendo, a la vez, un espectáculo que estaba siendo visto cada vez por más usuarios. Cuando el contador llegó a quinientos sonó un chivato en el ordenador de Mercedes que la hizo mirar a la pantalla. Fue entonces cuando se dio cuenta de que el chat era un festival y, tras ralentizar el ritmo del polvo, revisó las conversaciones hasta que se encontró con la frase de Jose.

-Nena –le dijo a Candela –Lucía se está follando a los tres…

-Yo también quiero –acertó a responder Candela.

Las chicas se reincorporaron y, con celeridad pero sin ser maleducadas, se despidieron del chat sensualmente. Los visitantes felicitaron a la nueva por su maravillosa primera vez delante de la webcam y la animaron a que repitiera la experiencia con más frecuencia. Se levantaron del sofá y, tras quitarse los antifaces y dejarlos sobre un taburete, salieron de la habitación para regresar con los demás.

Al llegar al salón se encontraron a los tres chicos de pie rodeando a Lucía que, de rodillas, iba alternando entre mamada y pajote las tres pollas. Siempre tenía una en la boca y las otras dos en las manos. Se quedaron mirando la escena, Lucía les daba la espalda y no las vio llegar pero los tres chicos sí que las vieron y las recibieron con una cálida sonrisa.

No se lo pensaron dos veces y, a la par, se colocaron una a cada lado de Lucía y, también de rodillas, se repartieron los miembros. Cada una a su pareja menos Mercedes, que se la empezó a mamar a Luís. Así permanecieron un buen rato en el que, además, todos intercambiaron miradas con todos y también más de una sonrisa. Incluso Lucía no se cortó en alargar su mano para cogerle de nuevo la polla a Luis y estuvo jugando con sus dedos también con la boca de Mercedes.

Candela posó sus manos sobre las caderas de su marido y le empujó hacia atrás lo suficiente como para hacerle entender que quería que se sentara. Y ella se sentó sobre él, empotrándose la polla por montura, y comenzó a cabalgarle. Él la miraba recreándose en las líneas que más le excitaban; Sus caderas abiertas envolviéndole las piernas, el clítoris rozando contra su vello, sus firmes e hipnotizantes tetas moviéndose en círculos al ritmo que marcaban las caderas, su boca entreabierta en la que la lengua aparecía de vez en cuando para humedecer el labio superior, su mirada lasciva…

-¡Qué buena zorra estás hecha! –le dijo dándole un azote en el culo.

-Tú… Que sabes cómo emputecerme –respondió Candela.

-Y te gusta…

-Me encanta…

-Una polla en la boca te falta…

-Elígela…

Jose resopló de excitación y buscó a Luis con la mirada que, de pie, seguía inmerso en los placeres de la mamada que le estaba haciendo Mercedes. Cuando tuvo ocasión, le hizo un gesto con la cabeza indicándole que se acercara y Luís obedeció suponiendo lo que venía a continuación. Se acercó a Candela, le puso la polla cerca de la boca y ella, sin dejar de cabalgar sobre su marido, se la metió en la boca y empezó a mamársela con frenesí. Descargando contra aquel miembro todo el placer que le subía del coño.

Jose contempló la escena durante unos segundos, poniéndose como una moto de ver a su mujer comiéndose una polla que no era la suya. A su mente solo le venían cerdadas y se la imaginaba rodeada por mil pollas y loca de placer jugando con todas. Miraba sus curvas, que le parecían escandalosamente eróticas y le apretaba fuerte de los cachetes clavándose todo lo que podía.

-Fóllatelo –le dijo a Candela-. Enséñame cómo le vuelves loco y haz que se corra enseguida.

Candela descabalgó a su marido y, de pie, se restregó contra Luis y empezó a comerle la boca mientras sus manos le recorrían el cuerpo. Le hizo tumbarse boca arriba en el suelo y, dándole la espalda, se sentó sobre él y se taladró con su polla. Miraba a su marido mientras se lo follaba. Con las piernas bien abiertas, Candela enseñaba a su marido cómo le entraba la polla de Luis y cómo la envolvían sus labios vaginales. Echó la espalda hacia atrás y comenzó a galopar sobre Luis. Él la cogió por las caderas y acompañó el movimiento empujándola hacia abajo todo lo que podía para clavarse dentro. Su cara lo decía todo y la sonrisa que puso Jose al ver los gestos de Luís animaron a Candela a volver a cambiar la postura. De nuevo buscó la verticalidad y comenzó a botar sobre él subiendo el coño hasta casi que la polla de Luis se saliera de la embocadura y dejándose caer de nuevo una y otra vez.

Lo sintió venir y Candela descabalgó a Luis para sentarse sobre su bajo vientre y terminar aquel polvo haciéndole una paja. Clavó bien las rodillas en el suelo y fue echando el culo hacia atrás hasta que posó el coño sobre la boca de Luis. Él no dudo en estirar el cuello para lamer aquel precioso sexo y Candela, polla en mano, la batió hasta que el primer lefazo salió disparado e impactó sobre el cuerpo de Jose. Luego Candela se levantó del suelo y comenzó a lamer a su marido para limpiarle y tragarse la corrida del otro.

Mercedes y Lucía se estaban trabajando a Nacho; Mientras la mujer se lo follaba, la amiga le tenía puesto el coño en la boca y ellas se besaban y magreaban. La escena era deliciosa. Jose cogió a su mujer de la cabeza y la invitó a amorrarse entre sus piernas para que le hiciera una buena mamada. Candela aceptó gustosa y, de rodillas, volvió a echarse a la boca la polla de su marido. Luis, por su parte, parecía tener una rápida velocidad de recuperación y no dudó en colocarse detrás de Candela para metérsela de nuevo. Entonces Jose dejó de mirar a las chicas y volvió a centrarse en disfrutar del espectáculo que era Candela desatada.

Y, así, en dos grupos de tres, la pandilla fue alcanzando el orgasmo mientras follaban en el salón. A Jose lo vació su mujer que, además, alcanzó el orgasmo con la follada de Luis. Lucía y Nacho se corrieron prácticamente a la vez y, en el éxtasis, la lengua de Nacho consiguió que Mercedes también se corriera. Luis no volvió a correrse; Aunque empalmado, estaba seco después del trabajito que le había hecho Candela.

Los gemidos en comunidad se fueron tornando en respiraciones convulsas y entrecortadas buscando recuperar el aliento. Todos se fueron relajando a sabiendas de que habían quedado muchas experiencias por probar. Afortunadamente, aún le quedaban horas al día para retomar energías y seguir con la faena. Ahora lo que apetecía era beber algo y echarse unas risas.