La orgía (2)

De cómo terminó aquella bacanal de sexo y alguna que otra sorpresilla. Y perdonad el retraso: espero que no me hayáis olvidado!

.LA ORGIA II (de cómo pasamos la noche en aquella mansión... y alguna cosita más)

Al día siguiente, de vuelta en casa, yo me había pasado buena parte del día durmiendo. Carlos había ido a trabajar con Trini a media mañana, por eso no pudimos hablar de cómo había acabado la noche hasta que volvió a casa a eso de las seis de la tarde.

Anda, cuéntame... ¿Cómo te fue a ti la noche ? – me abrazó y me soltó un solemne morreo que me dejó temblando mientras con su sabia mano me sobaba el culo por encima de los tejanos.

No... ¡Tú primero ! – y le correspondí el sobeo percatándome con placer que me venía caliente como una moto.

Tú... ¡Tú, porfa ! Que lo mio se merece que lo guardemos para el final...

Cuanto misterio, pillín – le dije mientras le bajaba la bragueta para demostrarle cuánto lo quería...

¡Tranqui ! – me apartó la mano delicademente – Después... Traigo unas cervecitas y nos lo contamos todo, ¿vale ?

Y así fue. Nos instalamos en la galería y fui yo la que empecé el relato de las últimas horas vividas en aquella torre de Calella...


Gloria y Vicky insistieron para que durmiera con ellas. Les dije que de acuerdo pero que no contaran conmigo para continuar la fiesta en la cama :

Necesito un descanso, reinas... Tengo el chocho ardiendo, mi culito descompuesto, me duelen hasta los dientes de tanto mamar pollas...

Como eran dos mujeres muy comprensivas me dejaron dormir tranquila. Nos instalamos las tres en una de las muchas habitaciones que tenía esa mansión. Nos acostamos en la cama, yo entre ellas dos y las dejé hablar y hablar como cotorras. Me dormí casi en el acto. La última frase que recuerdo me dejó un buen sabor de boca :

¡Qué suerte tienes, princesa !

¿Mmm ? ¿De qué...mmm ? – pregunté ahogando un bostezo.

Tu marido es sensacional. Un verdadero amante tántrico...

¿Tan... qué...mmm ?

Sí, mujer... Lo sabes bien. No es un hombre como los otros... –pensé que se referían a su nueva pasión de soplapollas. Como veían que no decía nada, añadieron : - Carlos es como tú : da tanto como recibe... Para él, el sexo solo tiene sentido si el placer es recíproco, al cien por cien...

¿Cómo todos, no ?

¡Qué va, querida ! La mayoría de los hombres sólo piensan en vaciarse los cojones en el primer agujero que se les presenta.

Me dormí acurrucada entre las dos vestales de Rubens, con el olor a sexo de sus pieles pegándose a mí como un tatuage.

Cuando los primeros rayos de sol veraniego traspasaron el suave cortinaje inundando de tenue luz la habitación, me desperté con unas imparables ganas de hacer un pis. Me deshicé del adiposo abrazo de las dos marujonas y salí al pasillo.

Lo primero que hice fue aliviar mi cargada vejiga. Después me volví a la habitación. Pero antes, quise dar rienda suelta a mi infatigable curiosidad y fui abriendo puerta por puerta las diferentes habitaciones de la casa.

En la primera, Laura y Tom dormían plácidamente, ella pegada a él, con su manita agarrándole mansamente los huevos. Vista la cara de felicidad de ella, estaba segura de que Tom se la había follado una última vez para que por fin reposara su calentura. Tom... o Hans... O los dos, ves a saber.

En la cama de al lado, Hans roncaba sonoramente. Desnudo, con la sábana corrida a sus pies y una pierna flexionada, estaba ricamente apeticible. Me fijé en sus partes nobles : algo erótico debía estar soñando el teutón porque su polla se enderezaba altiva. Me quedé pensativa unos segundos... ¿qué hacer ? Por un lado, me moría de sueño, pero por otro, la puta que llevo dentro me pedía a gritos que acudiera a contemplar de cerca aquel obelisco. Me toqué mi irritado coño y me sorprendí a mi misma al sentirlo húmedo a más no poder. Con Carlos, normalmente era él quien me la metía mientras dormía, por detrás, abrazándose a mí y susurrándome tiernas obscenidades mientras me iba penetrando con exquisita delicadeza. Ahora iba a ser yo quien me iba a follar al dormido.

Sin hacer ruido, me subí a la cama, le extendí la pierna flexionada –lo que provocó que hiciera un ruido extraño con su boca, como un ronquido entrecortado- y me senté sobre él asiéndole la robusta zanahoria y conduciendo su puntita hasta la entrada de mi hambriento conejito. Lentamente fui bajando mis caderas hasta sentirla toda dentro, bien dentro :

¡Sandr... ! – le tapé la boca con mi mano.

¡Chiiit ! No digas nada... Sigue durmiendo...

Me miró un instante con sus ojazos azules y para seguirme la corriente los cerró de golpe como los muertos en las películas de serie B y se quedó inmóvil. Tenía el chocho tan irritado que cabalgarlo me era demasiado doloroso. Así que utilicé la técnica de la peonza y con su polla bien clavada me fui zarandeando en movimientos circulares y concéntricos hasta que fui sintiendo que el clímax llegaba... Entonces me vine hacia delante, pegué mi pecho al suyo, y dejé que todo mi peso se concentrara en mi clítoris pegado a su pubis. El muerto resucitó y mañoso como era, con sus hábiles manos me agarró con fuerza ambas nalgas atrayendome hacia él. Pegué mi boca a la suya y nuestros orgasmos se fundieron en nuestras lenguas en un arrullador murmuro obsceno :

Eres un amor, Hans – le dije besándole la cara – Me encanta follar contigo... Pero ahora me vuelvo a la habitación – me desenganché y me llevé una mano a la entrepierna que quedó automáticamente empapada de su leche espesa y caliente – que estoy muerta... Sigue durmiendo, divinidad... – y le obsequié con un par de buenos lametones a su ya flácido miembro.

Laura en la cama de al lado seguía durmiendo, la respiración suave, la manita pegada a los cojones de Tom... Pero éste se había despertado y ahora era él quien esgrimía una polla bien empinada :

Sandrita... Ven, guapa – me llamó agarrándose de manera evidente su tieso rabo ; me acerqué sabiendo de antemano lo que me iba a pedir. – Anda, chupamela un poquito, bombón...

Que te la mame la niña... No te jode – le contesté sin alzar la voz pero de manera contundente.

Oh... Laura tiene que descansar, la pobre... – el cabrón se descapullaba la tranca conciente que la visión de su hermosa verga me iba a convencer de inmediato – Anda, bonita... que nadie la mama como tú.

Y ya me tenéis a mí, soplapollas profesional, ofreciendo al entrenador una mamada vespertina que le hizo cantar el Gloria in excelsis Deo – calladamente, claro, que no se despertase la putilla gimnasta- y terminar regándome la campanilla de una nada despreciable cantidad de sabrosa lefa... Amén. Y Laurita que seguía dormida acariciándole las pelotillas.

Tom y Hans se quedaron fritos en el acto... Sin ni siquiera darme las gracias... ¡Qué mundo de desagradecidos !

Salí de la habitación relamiendome los labios con los restos de ese suculento manjar que me emborracha los sentidos... Pero... ¿es que nunca tienes bastante ? me dije, sintiendo la llamada acuciante de mi insaciable líbido...

Al pasar al lado de la habitación que creía recordar era la de Lisa y Toni, me pareció oir el inapelable ruido de los ronquidos de mi marido. Abrí la puerta con sigilo y la primera impresión me vino dada por un tufo increible a sexo, a semen, a orina... Estos se lo han pasado de fábula, pensé. Me acerqué al borde la cama. A pesar de la poca luz que entraba entre el cortinaje pude ver como mi Carlitos dormía plácidamente, bocabajo, entre los dos anfitriones que se pegaban a él como auténticas garrapatas dormidas y colmadas.

No quise despertarles, a pesar de que me hubiera metido entre ellos con mucho gusto, porque, la verdad, yo también me caía de sueño... Mañana le pediría a mi amorcito que me explicara todo, todo con el máximo detalle.

La puerta colindante a « mi » habitación era donde dormían Juan y Trini y ahora estaba entreabierta. Estaba casi segura que cuando había ido a hacer pipí estaba cerrada... Entré. Una tenue luz bañaba la estancia. Me acerqué a los pies de la cama. Sobre las sábanas que le tapaban parte de las piernas, bien abiertas, reposaba la tetuda de Trini : su rostro era un puro oasis colmado de placer ; su respiración acompasada imprimía a sus maravillosas protuberancias mamarias un sugestivo y erótico balanceo ; su depilado coño me sonreía rosado y jugoso ; una de sus dulces manos reposaba sobre su vientre, la otra ... ¿Dónde estaba Juan ?

De repente, sentí unas manos asirme la cintura y un pedazo de carne tibia y erguida golpearme la zona renal :

¡Mmm... Sandra... qué sorpresa ! – me susurró Juan al oido mientras me besaba la oreja y el cuello y sus manos, abrazándome tiernamente, me acariciaban los senos.

¿No has tenido bastante con ella ? – le pregunté posando mis manos sobre las suyas acompañando sus caricias y levantando el culo y separando mis piernas para que pudiera insertar entre ellas su barrote infernal.

Empezó a follarme de broma... Bajé la vista y me quedé unos segundos contemplando el medio palmo de polla que sobresalía bajo mi pubis y su violáceo capullo :

  • Trini es estupenda... – me contestó para picarme al tiempo que me pellizcaba los pezones- Pero tú eres única... – ahora me empujaba suavemente hacia delante de tal manera que tuve que apoyar mis brazos en los pies de la cama para no perder el equilibrio- ... Tú me has hecho un hombre... – avancé mi cuerpo hasta que la cabeza me quedó cerquita, cerquita del resplandeciente chochito de la amiga- ... Tú me has ofrecido tu cuerpo... – su abultado capullo se abría paso lentamente en mi irritadita vulva- ... Yo te ofrezco el ¡miooo !

De un único y prodigioso embite, Juan me insertó su exquisito pollón y provocó que mi garganta expulsara un gutural gemido que despertó de un sobresalto a la pobre Trini. A estas alturas y a pesar de estar medio dormida, la cachonda tetuda no tardó más de un segundo en averiguar lo que pasaba :

Seguid, seguid... No os cortéis por mí... – era hablar por hablar ya que Juan no dejó ni un instante de taladrarme con su habitual ritmo sostenido- ... Y ya que estás aquí, Sandra querida... – se deslizó hacia abajo hasta que su coño quedó a dos dedos de mi nariz y abriéndoselo con sus manicuradas falanges- ... ¡cómemelo y dime a qué te sabe !

Francamente y muy a pesar mio, era mayor el dolor que el friegue bestial de su polla en mi coño me producía que el gusto que en condiciones normales me hubiera procurado. Por esa razón, intenté distraerme chupándole el chichi a la más que puta deseando en silencio que el burro se corriera pronto y dejar descansar de una puta vez a mi chochito masacrado.

¡Sabe a coño de zorra caliente ! – le dije metiéndole la lengua tan hondo como pude en su humedísima cueva- ¡Sabe a mil leeeeches...Auuuu ! – grité ante las embestidas aceleradas de Juan.

Trini se agarraba oscenamente las tetas y se relamía los labios de gusto ante el ardor de mi mamada :

¡Siiigueee, por Diosss ! ¡Sandraaahhh ! – maullaba de puro placer mientras que con mis labios y dientes le mordisqueaba y chupaba su sensible botoncito.

La tranca de Juan me estaba descuartizando viva. El chumino me escocía tanto que empezaron a brotarme lágrimas de dolor :

¡Paraaaa... por favorrr ! ¡Me dueeele demasiadoooo ! – le imploré dejandome caer hacía delante para liberarme de ese mamporro como hacía cuando quería desengancharme de Tronco, el perro de mi tía Lola.

¡Oh, perdona ! – se disculpó galantemente Juan – Pensaba que estabas bien caliente... Tenías el coño tan mojado...

No, si ganas no me faltan, cariño... Pero es que lo tengo como un pimiento moruno !

A Trini se le había cortado el orgasmo pero no las ganas de tenerlo :

Ven, cielo... Tómame una vez más... Quiero sentir tu polla metida hasta lo más profundo... – dijo apartándome a un lado.

Juan se acostó sobre ella y su verga desapareció hasta el último centímetro en aquel sabrosísimo coño que con tanto cariño mi boca había preparado. Juan se puso en el acto a resoplar como un león marino y la más que puta a maullar y a chillar como un cerdo degollado. Estaban hechos el uno para la otra, pensé... Pero... pero... De esa polla, yo tenía los derechos de autor. Así que me levanté y antes de marcharme le dije a Juan al oido :

No te olvides de que yo soy única – y le obsequié con un buen mordisco en el lóbulo de su oreja.

Trini empezaba a poner de nuevo los ojos en blanco, la boca abierta, babeante, emitiendo sin cesar un murmullo agudísimo : ¡fffiiiiiiiiihhhhhh ! Con las piernas super alzadas y apoyadas en los hombros de Juan facilitando una penetración más profunda, las manos pegadas al culo de su adonis y las uñas clavándose en sus glúteos, no tardó mucho en experimentar un extraordinario climax que a su vez propinó que Juan se corriera entre resoplidos bestiales que más parecían rebuznos que gemidos :

¡Ohhhh, amooorrr ! ¡No la saques ! ¡Córrete dentro de míii... Siiii... La siento... Ahhh ! ¡Me llenas, me llenas, me llenas !

¡Qué envidia, por Dios ! ¡Cómo me hubiera gustado poder soportar un poquito más aquel maldito escozor y toda su lechita hubiera ido a parar a mi coñito ! Estoy segura que la leche caliente me hubiera catapultado al decimonoveno (es por decir una cifra...) orgasmo :

Bueno, queridos... Me vuelvo a la cama con mis amigas... A ver si me dan unas friegas en el chichi y me lo refrescan un poco.

Y desde la puerta les lancé un beso con la mano.

Al entrar en la habitación, Vicky estaba despierta y medio sentada en la cama. Al acercarme a ellas, me preguntó :

¿Dónde estabas tú, pendón verbenero ?- y de inmediato me metió mano en el chocho con tan poca delicadeza que le contesté con un alarido de dolor :

¡Auuuuu ! Hazme algo Vicky que mira cómo lo tengo.

Vicky encendió la luz de la mesita de noche y yo me puse a enseñarle tan explícitamente como pude mi hinchadísima vulva y mis labios completamente irritados y enrojecidos :

Pero cómo se te ha puesto, chiquilla – y golpeando la espalda de su hermana, añadió - ¡Gloria, despierta... despierta !

¡Quééé... Ehhh ! ¿Qué paasaaa ?

¿Dónde tienes el aloe vera ?

¿El qué... ?

Sí, tonta... la crema milagrosa.

Pero si esa crema es para las quemaduras...

Y... ¿ qué te crees que es lo que tienes delante ? ¡Esta niña tiene el chocho en llamas !

¡Qué buenas que fueron conmigo las dos gorditas ! Me hicieron que me acostara bien en el centro de la cama, que abriera bien las piernas... me pusieron una toalla bajo el culo y empezaron a aplicarme grandes cantidades de pomada de aloe vera en mi vulva dolorida, con suma delicadeza ; sobre los labios mayores, los menores... los separaron abriéndome el coño de par en par para meterme primero el tubo en mi vagina apretando para vaciar la mitad de su contenido en su interior y después con sus regorditos deditos – uno, dos, tres...- untarme las paredes vaginales...

¡Ahhmmm ! – solté cuando uno de los dedos acariciaba las rugosidades del punto G.

¿Te duele mucho, pequeña ? – la propietaria del dedito feliz me preguntaba con cierta suspicacia.

¡Mmmmuchoohhh ! ¡Ponedme más pomadita !

Mientras una seguía su masajeo vaginal con la mitad de la mano urgándome los puntos G, H, I – qué más da- la otra me aplicaba pomada con la yema de su índice y mayor sobre mi clítoris que pronto se convirtió en mi pequeña pollita, jovialmente enderezada :

¿Y el culito... también lo tienes irritado, golfilla ? – con cuatro dedos en mi coño, dos sobándome el clicli y ahora, un pulgar regordito metiéndoseme por el culo, no tardé nada en contestarle bien alto y fuerte a su pregunta :

¡Siiiii... Yaaaaa... Me vieeee... Aaa... Aaaaaaaaaaaaaaa ! ¡Maaaaasssss, mas, massssss !

Caramba con la niña... ¡Qué manera de correrse ! – conocedoras de mis necesidades y apetitos, siguieron masturbándome como si sus dedos tuvieran vida propia... Y el segundo consecutivo me llegó casi igual de violento que el primero :

¡Aaaaaaaaa... Qué gustazoooooooohhhh... Jjjjaaahhhhhhh !

Apagaron las luces, se abrazaron de nuevo a mí como dos jóvenes tortilleras y besándome cada una un pezoncito, me dijeron :

Ahora, niña... Vamos a dormir un poquillo, ¿vale ?


Carlos me había estado escuchando sin interrumpirme ni una sola vez. Llevaba su atuendo típico de estar por casa –una camiseta usada y lavada hasta la exageración y unos pantaloncitos de deporte, de estos que se ponen sin calzoncillos, que se había comprado un dia para ir a hacer footing pero que solo los utilizaba como pijama- y se había pasado buena parte del tiempo sobándose descaradamente el paquete ante mis narices... Pero cada vez que le pedía que se la sacara y se pajeara ante mí – me volvía loca cuando lo hacía ; muchas veces habíamos jugado a masturbarnos uno delante del otro... ¡Hummm !- me hacía que no con la cabeza, se levantaba, se ponía detrás mio y me frotaba la nuca con su polla bien dura : « sigue, cielo... mira cómo me la pones... », me decía deslizando sus manos en el escote de mi blusa moviéndolas en círculos concéntricos sobre mis tetillas electrificadas ; entonces me giraba y cuando yo quería metérmela en la boca, se apartaba y me decía :

¡Tate, tate ! Ahora te toca a ti escuchar mi relato... Y después, si te apetece te daré tu ración diaria de lechecita para irte contenta al trabajo.

Le dio una última calada al porrito, se bebió un largo trago de cerveza y empezó su relato :

Me contó que había subido encantado a la habitación de los anfitriones. Y que no le habían dejado dormir mucho. Le dejaron, eso sí, tomar una buena ducha caliente y después se acostaron los tres en su inmensa cama circular de agua. Le propusieron unas rayitas de coca y acto seguido, tras poner un par de toallas bajo su trasero, Lisa se dispuso a depilarle toda su zona genital : pubis, testículos, ano. El efecto de la droga fue inmediato. Carlos dejó de bostezar y a sentir como la excitación le recorría el espinazo hasta llegar a esa zona super erógena (para la mayoría de los tíos que se atreven a confesarlo) que va de las bolsas de los huevos hasta el círculo anal.

Lisa empezó por rasurarle el pubis. Con manos expertas, le pasaba la cuchilla con una –enjuagándola en una palangana de agua caliente que había dispuesto cerca de ella- y con la otra le sostenía la pililla, bajándole y subiéndole la piel con suma lentitud. Toni sacó de una neverita que tenían en esa habitación de palacio, tres botellines de un líquido transparente, les sacó los capuchones y le ofreció uno de ellos a Carlos :

¡Toma, bébetelo ! Es como el licor que habéis bebido en el restaurante... pero sin alcohol.

Terminada la primera parte de la depilación, Lisa le pasó un guante de baño humedecido de agua fresca por su pubis :

Bien, bien... ¡Qué suavecito ! – exclamó recorriéndo con la yema de su índice la sedosa textura de aquella zona hasta entonces recubierta de un denso matorral de pelillos rizados.

Hubo una pequeña pausa. Toni y Lisa se bebieron de un trago el contenido de los botellines. Carlos se lo miraba, olía su contenido y no se decidía :

¡Bébelo tranquilo ! Es un concentrado de jalea real y sukraja. Me lo traen directo de la India. Es como el Viagra pero mucho más potente.

Carlos se lo bebió también de un trago. Se sentía, me dijo, algo confuso. Sabía que esta noche había franqueado una puerta que nunca antes pensaba que un día osaría atravesar. Y ahora estaba ahí, sin mí, sin su referente sexual, rodeada por una mujer medio hombre y por un hombre medio mujer, a la merced de sus vicios y caprichos... Y lo peor de todo es que le gustaba... estaba excitadísimo.

Bueno... Ahora voy a afeitarte las bolillas... Eso es más delicado... ¡Toni, échame una mano !

Toni estaba en el otro extremo de la habitación manipulando un video. Segundos más tarde la pantalla gigante que colgaba de la pared del fondo se iluminó y aparecieron ante nosotros unas imágenes que podríamos calificar de triple X. No os cuento la historia de la película ; os hago un rápido resumen : « La actriz principal (Carlos reconoció enseguida que se trataba de la propia Lisa) es una señora de muy buen ver que está en la cocina de su casa ataviada con una bata corta y con la mitad de los botones desabrochados. Se mira el fregadero como si se tratara de un ovni. Llaman a la puerta. Un par de negros mandinga vestidos con sendos monos azules entran con su caja de herramientas. Son fontaneros... »

Carlos miraba absorto las imágenes. Lisa le había pedido que se sujetara las piernas levantándolas bien abiertas para que le quedara el paquete libre de todo obstáculo. Como necesitaba de ambas manos, le pidió a Toni lo mismo que minutos antes había hecho ella : sujetarle la polla para que no estorbara el paso de la cuchilla. Y lo hizo con suma aplicación.

« ... en la pantalla, uno de los negros se había metido bajo el fregadero mientras el otro le sobaba las tetas a Susi (su nombre en la peli). Esta, sin más preámbulos, le bajaba la cremallera del mono hasta dejarle el cipotazo –negro como el tizón- al aire libre (¿os habéis fijado que en las pelis porno los tíos nunca llevan calzoncillos ? Debe ser culpa del presupuesto, ¿no ?). En un abrir y cerrar de ojos, la « modosita » ama de casa se metió aquella longaniza negra hasta la nuez... »

Carlos sintió como su verga empezaba a endurecerse bajo los dulces efectos del masaje que Toni le procuraba.

¡Ya está ! Ya tienes los cojoncillos lisos y limpios de pelillos.

¿Has visto, cielo, cómo se nos está poniendo el potrillo ? – le preguntó Toni cerrando el puño sobre el falo cada vez más turgente de Carlos.

¡Va ! Yo creo que lo que le excita es de verme a mí mamándosela al Kunta Kinte ese... ¿No es verdad, ricura ? – concluyó Lisa depositando sobre el capullo un besito edulcorado con la puntita de la lengua.

¡Ohhh, síii ! Me encanta lo que veo, Lisa... Pero me encanta aun más lo que me hacéis... ¡Seee...guid !

Faltaba depilarle el ojete. Le pidieron que se pusiera a cuatro patas y que con las manos se abriera al máximo las nalgas. Cambio de posición para poder seguir viendo la peli y Toni metió la cabeza entre sus piernas para reproducir la postura que con Laura, un par de horas antes había dado tan buenos resultados.

Dime, cielo... ¿Eh que la mama bien, mi hombre ? – untándole más de la cuenta el peludo ojal con la espuma de afeitar.

La verdad, me dijo Carlos, es que se la estaba chupando divinamente. Echó un vistazo lateral a su entrepierna y sintió un poco de vergüenza al ver como esa barbuda boca le engullía el miembro hasta los huevos. Toni, al darse cuenta que Carlos lo miraba hacer, le mostró con todo detalle de qué era capaz su jodida lengua. Entre el botellín afrodisíaco, la rayita de coca, la peli porno, la mamada del italiano y la cuchilla rasurándele el culete, mi pobre Carlitos estaba flotando en una nube de goce impresionante. Curiosamente, no sentía ningunas ganas de correrse... él que siempre pensaba ser un eyaculador precoz...

Su vista se concentró en la pantalla. Acababa de oir un salvaje grito :

« ... Omar, uno de los dos negros le estaba rompiendo el culo a la sumisa ama de casa y el otro, Salif, le chupaba el pijo masturbando el suyo con esmerada dedicación... »

Esto ya está... – dijo Lisa orgullosa de su obra. Recogió los bártulos y se los llevó al cuarto de baño. Toni interrumpió su aplicado mamoneo para observar de cerca el culín imberbe de mi Carlos :

¡Qué monada, chaval ! ¡Qué bien paridito lo tienes, putón ! – exclamó. A continuación le dio unos cuantos besitos y le escupió para lubrificarselo convenientemente. – Así... así... bien abierto mi culito...

¡Jjjjoooo !- gimió Carlos al sentir un par de dedos penetrarle y dilatarle el aro de su esfínter.

Ahora me toca... ¡A miiii !

¡Aaaauuuuuu ! ¡Con cuidaaaaa... dooo... joooputaaaaaaa ! – berreó Carlos al sentir como la empinada tranca de Toni le enculaba el recto.

Carlos no sabe cómo se lo hizo pero su querida Lisa consiguió deslizarse bajo él y orientar su propio culo hasta dejarlo paradito y tocando la punta de su falo. Sintió los dedos de una de sus manos asiéndole la polla y dirigirla con fuerza hacia su entrada trasera.

Soy toda tuya, querido - Lisa se había untado el agujerito con una tonelada de vaselina pero aun así Carlos no conseguía penetrarla... le faltaba el empujón suplementario.

Toni, que de esos lances sabía un rato largo, adelantó su cuerpo hincándole todavía más si cabe la polla y dejo caer todo su peso sobre la espalda de mi delgaducho maridín. Este, incapaz de soportar tal agresión, dobló los brazos y se dejó caer sobre la más que preparada Lisa. El resultado de la maniobra fue espectacularmente eficaz : la polla de Carlos se hundió punzante en el culo de Lisa que la acogió con un jadeo brutal.

¡Qué polvo, mi amor, qué polvo !, me explicaba Carlos. « No tengo palabras para explicar lo que sentí... Joder y ser jodido al mismo tiempo... Eramos como uno de esos juegos de construcción en el que hay que encajar las piezas para dar forma a una figura... La cama de agua con sus suaves ondulaciones acompañaba nuestra fornicación, ayudandonos a sincronizar nuestro ir y venir... Sentía mi polla nadar literalmente en un mar hirviente de vaselina y otros jugos y al mismo tiempo sentía la de Toni abrirme en canal, como una lanza al rojo vivo. Aplastada por el peso animal de nuestros dos cuerpos Lisa, con la cara torcida de lado sobre la sábana de blanco satén, resollaba satisfecha y yo le besaba la mejilla, le lamía su preciosa oreja, le modisqueaba su sudoroso cuello... Toni me mecía el pelo, me estrangulaba con su peluda mano sin hacerme daño... Su vientre empapado de sudor se pegaba a mis riñones...

...Eramos tres seres humanos, tres hombres y mujeres haciendo el amor con infinita ternura, con satánica lujuria... Toni se corrió en mí como un caballo despotrado... su lefa me quemaba los intestinos... Y no aguanté más, mi vida... Me pareció como si mi capullo se partiera en dos, como cuando llenas de agua un preservativo y termina por petarse por la bolsita seminal...

¡Qué felisss me hacesss ! – jadeaba Lisa, inmóvil bajo mi cuerpo, clavada como un coleóptero de colección.

...Toni se incorporó con dificultad liberando mi por segunda vez profanado culo, dejándose caer sobre la cama con todo el peso de sus más de 90 kilos de carne humana provocando una leve ola mecedora en nuestros empapados cuerpos...

... Lisa yacía extasiada, la boca entreabierta rezumando saliva, la cara perleada de saladas gotitas de sudor...

¡Mírame, amor... No, no... en la película !

« Susi-Lisa estirada sobre la mesa de la cocina, con el pelo, la cara y los pechos cubiertos de blanca lefa, se pajeaba espectacularmente mientras Omar y Salif con sus trancas aun medio erectas orinaban copiosamente sobre su vientre y sus genitales... »

La escena despertó en mí un incontrolable reflejo de micción. A pesar de haber eyaculado, sentía mi polla lo suficientemente dura como para seguir un ratito más en aquel acogedor regazo... Solté amarras y sin prevenirla me meé en su culo...

¡Quééééé...Toniiiiiii ! ¡Se me está meeeeandoooo ! – su marido me dio unas palmaditas en los glúteos :

¡Chico malo ! – dijo volviendo a su letárgica posición, dejando apoyada e inerte su mano sobre mis nalgas .

... No conté el tiempo que estuve descargando orina pero me pareció interminable. ¡Qué meada ! Mi polla se volvió a endurecer taponando la salida de aquel dorado líquido que le llenaba las entrañas...

¡Hijo de la gran putaaaaaaarrrrggg ! ¡Me vas a reventarrrrrrrr !

... Nunca me había recuperado tan deprisa tras una buena corrida, pero ayer fue una noche tan especial... Volví a sodomizarla con redoblada furia... Mi polla era como una maza golpeando incansable la superficie del agua... Hilillos de un marronoso líquido se escaban de su dilatadísimo arito mientras que la punta hinchada de mi verga bombeaba hacia el interior de su recto la enorme cantidad de efluvios que ahí se agolpaban luchando en vano por salir a la superficie...

¡Me corro, me corro, me corro... sisisiiiii...Oooooooohhhhh !

Y yooooooooo... fffffffffuuuuuuuuu ! ! ! – grité ebrio de placer.

... Esta vez mi polla se desinfló rapidamente... Lisa se levantó volando aguántandose las nalgas con las dos manos, apretándolas como podía... Corrió hacia el váter y llegó a tiempo para sentarse y soltar con un estruendoso e inacabable pedo, todo cuanto llevaba dentro...

...Por suerte, sobre el lugar de la cama donde nuestros culos y sexos habían retozado, seguían las dos toallas blancas, ahora maculadas de orina, semen y otros menos limpios líquidos... »


A medida que iba avanzando en su pornorelato, la calentura me fue inundando progresivamente... un calor asfixiante, bochornoso que me obligó a despojarme de casi toda la ropa : me dejé sólo la braguita que me permitió guardar el secreto hasta el último momento. Pero yo no me estuve tocando de broma, como él... Así, con la tontería de su trio de sodomitas, yo ya me había corrido un par de veces : una, con mi manita izquierda y otra, con la derecha... ¡Ambidiestra que es una !

Pero, claro... las braguitas me habían quedado empapadas y no iba a ir yo así al trabajo... ¡Qué poca vergüenza ! Me las saqué con cierto disimulo, apoyé mis piernas en los brazos del sillón playero echando el culito para delante y le dije :

¿Qué te parece, eh ? – abriéndome la vulvita y ofreciéndosela como si fuera un jugoso higo partido en dos.

¡Virgen santa ! ¡Tú también... A ti también... ! ¡Qué maravilla, Sandra, qué maravilla ! – gritó exaltado al descubrir cómo había terminado la noche y la madrugada siguiente con las dos amigas... para mí y para mi caliente chocho.

Se arrodilló ante mis piernas y se estuvo varios minutos admirando mi blanquito pubis, liso como la piel de un recién nacido. Con las yemas de los dedos lo acarició exclamando su felicidad una y mil veces. Desprovisto de todo vello superfluo, las sensaciones placenteras se multiplicaban increiblemente. Mi clítoris aparecía erecto y en todo su rosado esplendor. Mi vulva rasurada se ofrecía jugosa a las caricias bucales de mi marido. El volcán de mi culito, desprovisto de toda vegetación superflua, esperaba ansioso que su lengua también se ocupara de él. Carlos me chupaba el clítoris con su habitual maestría, succionándolo como si mamara del pecho de una madre. Me corrí de nuevo al sentir como sus dedos penetraban mi cuevita... Fue entonces cuando me di cuenta que nuestro asqueroso vecino se esforzaba, sacando medio cuerpo grasiento por encima de la baranda del balcón, por divisar el espectáculo que le ofrecíamos :

Pobrecito... Si no ve nadaaa – exclamé entre gémidos pues Carlos seguía lamiendo sabedor que tras un tercero llega siempre un cuarto.

No habíamos descorrido completamente las cortinas con lo cual la vista de nuestra sesión de sexo particular le era parcialmente ocultada. Carlos se incorporó y fue para abrir la ventana y correr hasta el otro extremo de la galeria la maldita cortina. Normalmente, cuando teníamos ganas de calentarlo lo hacíamos de tal manera que él pensara que no nos habíamos dado cuenta de su presencia. Esta vez, Carlos tenía otra idea en mente. El vecino al ver que mi marido le miraba y quería dirigirle unas palabras, se enderezó asustado y hizo ademán de dar media vuelta y meterse para adentro.

¡Vecino, espera ! – le gritó Carlos que seguía con su camiseta y su pantaloncito corto, su pijama, vaya, tensado al máximo por una erección caballar. El vecino se inmovilizó, sin atraverse a girarse y dar la cara. – No te vayas... ¡quédate y mira cuanto quieras ! A mi mujer le encanta que la miren... – el vecino se giró y su rostro rechoncho y sudado, su mirada porcina y llena de vicio se clavó en mi coño. - ¿Cómo te llamas, vecino ? –le preguntó en un tono jocoso.

Esteban... ¿Y vosotros ? – preguntó con voz entrecortada sin sacarme ojo de allí donde sabéis.

Esteban, el gordo, llevaba una camiseta blanca sin mangas – un « marcel » que la llaman los franceses- llena de manchas y que a duras penas le tapaba el barrigón –enorme como un balón de baloncesto. Entre las barandillas verticales del balcón se podía ver, bajo su panza, un bermuda que le llegaba hasta las rodillas, de horribles motivos florales, con la entrepierna ligeramente tensada... Me entraron ganas de reir al ver la cara que se le había puesto... ¡Qué tío más feo, por Dios !, pensé fijándome en sus ojos de sapo baboso, sus mejillas adiposas y cubiertas de cuatro pelos mal afeitados, sus labios carnosos y humedecidos de tanta baba que se le caía ; en su pelo lacio, largo, negro y grasiento, peinado en una raya lateral que parecía un hachazo... Pero... ¡Cómo me ponía cachondísima que me mirara de esa manera !

Yo me llamo Sandra – me adelanté a Carlos y señalándole el chumino, añadí- Y este es mi chichi... peladito ! ¿Te gusta, pedazo guarro ?

Ejem... Es que no lo veo muy bien...

Carlos abrió los dos ventanales y sin dejar que me levantara acercó el sillón hasta la ventana que daba casi enfrente de su balcón :

¿Y ahora... lo ves bien, Esteban ? – le preguntó Carlos poniéndose de nuevo detrás mio y acariciándome sensualmente el pelo, la cara y el cuello, prosiguió : ¿No te parece guapísima, mi Sandrita ?

Yo observaba sin perderme detalle. El gordo asqueroso se estaba tocando la polla y de sus entreabiertos labios salía una rosada lengua que los humedecía sin cesar :

¿Te gustaría comérselo, eh, Esteban ? – Carlos me pellizcaba las cerecitas de mis tetas y yo desplegaba las alas de mi mariposa particular.

Anda... « Gordito »... muéstrame lo que me harías con tu lengüecita – le dije arqueándome hacia delante con el chocho completamente ofrecido.

La situación era tan morbosa y me sentía tan excitada y tan sumamente zorra en ese momento que no me hubiera importado nada que ese puerco me comiera el coño... ni que me follara con su...

Yo te lo enseño todo, todo, todo... Y tú no me enseñas nada – le dije poniendo cara de enfadada y tapándome el sexo con ambas manos – ¡Va, venga, muéstrame cómo te pongo a cien !

Tras unos instantes de duda, el vecino se decidió a enseñarme la pililla. Se desabrochó la bragueta y se la sacó. Me entraron de nuevo unas horribles ganas de reir : aquel tio tenía la polla más pequeña que había visto en mi vida.

Pero no quise humillarlo... Al contrario, estaba en deuda con él por todas las veces que se había pajeado mirándome y por lo caliente que de verlo así me ponía... Me levanté, me acerqué a la ventana y mirándole golosamente aquel choricillo tieso y largo como mi dedo mayor le solté :

¡Buauuu, vecinito ! ¡Qué durita que se te ha puesto !

Los tres metros escasos que separaban su balcón de nuestra ventana hacia que el contacto visual fuera casi casi físico y que un fuerte olor a sudor y sexo húmedo volara de uno a otro como un ave rapaz a la caza.

Carlos, sintiendo mi punto de ebullición más que sobrepasado se quitó la ropa y situándose detrás de mí me susurró a la oreja :

  • ¡Amor... Voy a follarte como nunca !

Me puse en posición de combate, el torso echado para delante, las manos apoyadas sobre el reborde de la ventana, las piernas tensas y separadas, el culín bien prieto... Carlos me animaba a que continuara diciéndole obscenidades al gordo :

¡Ay, qué pena que estés tan lejos ! ¡Con lo mojada que tengo la cosita ! ¿Eh que es verdad, que la tengo chorreando, cariño ?

¡Sí, sí... No veas, Esteban ! – le gritaba Carlos ; y yo sintiendo como su verga se abría camino como un tren directo, sin paradas y a toda hostia.

¡Arrrggg... Vecinooo... Me están violaaaando !

Esteban se la cascaba frenéticamente, con los ojos medio entornados y la lengua babeante colgando entre sus porcinos morros. Me lo miraba fijamente entre gemidos de goce sublime y cuando me pareció que el pobre hombre iba a soltar su viscosa lefa... Apareció su mujer en el balcón.

No era la primera vez que la señora interrumpía los devaneos lúbricos del cerdo de su marido, pero si que era la primera que nos pillaba a los tres « in fraganti » ya que, en general, a la que la oíamos chillar, nos metíamos enseguida fuera del alcance de su vista... Esta vez, eso resultaba imposible :

¡Santo Cielo... Qué vergüenza ! ¡Qué porquería !

Una vez más, mi maridito iba a sorprenderme. Cuando vi a esa arpía – seca como la mojama y con una cara de urraca que daba miedo- acercarse a su marido echando fuego por los ojos, intenté apartarme de su vista echándome hacia atrás pero lo único que conseguí fue que la polla de Carlos se me clavara aún más pues él no había hecho ningún gesto de retirada :

¡Será posible tan poca vergüenza ! ¡Estebaaan, entra para adentro... Yaaa ! – al pobre vecino la cuquilla se le acurrucó de golpe- ¡Y ustedes, degenerados que son unos degenerados ! ¿Por qué no se van a hacer estas guarradas a otra parte ?

Pero Esteban se había quedado petrificado de terror y su mujer ya podía ir arreándole guantazos en su sebosa geta que él seguía con la mirada clavada en nosotros y los pies en el suelo.

Carlos seguía follándome con lenta parsimonia pero con fuertes embestidas que me hacían gemir y gemir de gozo :

¡Córrete, cielito, córrete delante de este par de mirones ! – me decía el muy capullo por lo bajini- Y usted, señora... – levantando la voz y con un tono meloso que sólo él era capaz de sacar en lances como esos- ... no se me enfade... Si su marido no hace daño a nadie... Y además a mi Sandrita le encanta que la miren... ¿No es verdad, Sandra ?

Me levantó el torso con sus manos pegadas a mis senos y con ese movimiento su miembro durísimo actuó como una palanca en el interior de mi vagina apretándose contra yo que sé que parte de mi coñito y lanzándome tal descarga eléctrica por todo el espinazo que creí que me quedaba parapléjica :

¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaa... amoooooooorrrr ! ¡Qué bueeeeenooooo !

¿Lo ve, señora... ? – ésta había empezado a cambiar de actitud y ya no despotricaba contra su marido, no... ahora incluso empezaba a mirarnos con cierto lujurioso interés- ¿Lo ve lo bien que lo está pasando mi mujercita ? – qué cabrón, mi Carlos... desde que le habían depilado la polla tenía un aguante del copón.

Síiii...gueee, cariñooohhh... ¡Sigueeeee ! – entre las tinieblas de mi estado orgásmico podía observar como la pichita de nuestro buen Esteban se ponía dura de nuevo y como las facciones a lo Terminator de su mujer se relajaban un poquillo. - ¿Señora ? ¡Aaaahhh ! ¿No tiene mucho calor con esa bata ... aaaahhhh y el bochornoooohhh que hace ?

Me llamo Merche – respondió de improviso y aquello fue para todo el mundo el paso de la luz roja a la luz verde.

Vamos Esteban, muéstranos lo buena que está tu Merche – Carlos, puro vicio, instaba a nuestro vecino a que desnudara ante nuestras narices a su mujer. Y dirigiéndose sólo a mí : - Venga, Sandra, dile a esta putorra lo bien que te folla tu maridito !

¡Para, para cabrón ! – decía la Merche resistiéndose a los intentos de su grasiento esposo por arrancarle la bata, pero sin irse del sitio lo que a mis experimentados ojos era la prueba de su tácito consentimiento.

¡Fffuuu... qué gozadaaa, Mercheee ! ¡Quiero verte desnudaaa, vecina ! Y mi Carlos también... se muere de ganas de... ¡AAAAAHHHHH ! – grité al sentir como me la metía sin contemplaciones por el otro orificio- ¡Cabróóónnn ! ¡Merchéééé ! ¡Me está partiendo el cuuuulooo !

Esteban había conseguido desabrocharle la bata. Ante nosotros apareció el cuerpo de una mujer que no correspondía con la fealdad de su aparencia. Cierto, no era miss universo pero era mucho más femenina de lo que me esperaba : tenía un par de pechitos algo caídos pero coronados por dos fantásticas aureolas oscuras de las que despuntaban enormes e hinchadas un par de aceitunas negras –sólo por ellos me veía yo capaz de organizar una cama redonda-, se le marcaban algo las costillas y tenía el vientre terso como la piel de un tambor... y el coño más peludo y negro que haya visto en mi vida !

¡Vaya pelambrera, vecina ! – le gritó Carlos - ¿Has visto, Sandra, con lo peladita que la tienes tú, eh ?

La polla de Carlos hundida en mi cada vez más dilatado ano y la visión de los dos vecinos en pelotas – pues ambos se habían despojado de sus vestimentas-, todo, vaya, me dio un chute de adrenalina viciosa :

Esteban... ¡Rómpele el culo a la puta de tu mujerrrr ! – le chillé entre maullidos.

¡Nooo ! ¡Por detrás, nooo ! – gritó asustada Merché – Me va a doler mucho...

¡Aaa ooo mmm... tantoooo como a miii ! – le dije expresándole mi gustoso dolor.

Esteban arrinconó a su mujer contra la baranda. Se puso detrás de ella y cogiéndose la pollita con la mano acercó la punta al ojete virgen.

No seas bruto, hombre – le dijo Carlos viendo su cara aterrorizada – Primero caliéntala un poco...

Mi Merche siempre está caliente... Es una puta mula – replicó Esteban intentando en vano ensartársela en el estrechisimo orificio.

¡Hijo de putaa yyyy ! – gritó la violada.

Joder, Esteban... – intercepté para salvarla- Métele primero un dedo en el coño, lo mojas bien mojado de sus juguitos y después le untás bien untado el agujerito, ¿vale ?

Merche me miró agradecida. Le había cambiado la cara ; se estaba preparando para recibir placer, sus rasgos se habían suavizado. Inclinó el torso hacia delante imitando los mismos gestos que yo. Separó un poco las piernas y emitió un ligero ronroneo al sentir los dedos de su marido abrirse paso entre la espesura tropical de su coño. Esteban era un buen aprendiz e incluso, si me apuráis, un buen amante, pues se estuvo un buen ratillo follándole el chocho con sus dedos hasta dejarla temblando de gusto :

¡Qué buenoooo, mi gordiiii ! Nunca me lo haaaa ces tan bien... mmmm ! – y Esteban cambiando de objetivo y con primitiva rudeza, le metió primero uno y después otro, los mismos dedos pringados de seba de chocho en el prieto y seguramente también peludo ojal de la señora- ¡Ayyy... Ayyy... Auuu... Mmmm... Qué buenooo mi gordiiii ! ¡Me encantaaggg !

Carlos me hizo poner de lado, en dirección a la mirada cada vez más alucinada de los dos vecinos, se sacó el falo y separándome descaradamente las nalgas les dijo :

Mirad que hermosura – mostrándoles mi ojete dilatado y expectante – Ahora, Esteban, ábrele el culo a la zorrona de tu mujer y métesela como Dios manda- Y me volvió a clavar la banderilla hasta el fondo de mi culito que la acogió con estentorosas muestras de agradecimiento.

¡Me corroooo... Haaaa... Haaaa ! – se me doblaban las piernas y mi chuminillo transpiraba sin cesar efluvios orgásmicos. - ¡Estebaaannn vennn... fóllame tú tambiénnn !

Para Esteban aquello fue como el pistoletazo de salida de los cien metros lisos. Sacó sus dos regorditos dedos del culo de su mujer y le insertó su bastoncito hasta allí donde su barrigón se lo permitía.

¡Voy a correrme, cielo... No aguanto mássss ! – y yo que ya había casi perdido el conocimiento de tan bestia que había sido mi climax, al oir estas palabras de mi adorado esposo, reaccioné y como pude me desenganché y poniéndome de rodillas le supliqué :

Quiero tu lechecita aquí, amor, aquí – abrí la boca tanto como pude y saqué la lengua, sabedora que a Carlos le encantaba eyacular de esta manera- ¡Dámela, por favor ! ¡Dame mis vitaminas para ir al curro !

¡Dios, cómo me gusta el esperma ! ¡Tan calentito y sabroso ! Y mi Carlos tiene para dar y vender. Casi ni me deja terminar la frase que ya tenía la garganta llena de semen. Como sé que le vuelve loco ver toda su simiente llenarme la boca, esperé a que me soltara el último chorrito y bien mezcladita con mi saliva, se la enseñé para que viera como me gustaba y acto seguido la engullí de un trago.

Merche y Esteban disfrutaban felices de su primera experiencia anal tras veinte años de vida en común. Ella no paraba de increparle con los insultos más soeces que había escuchado en mi vida y él le correspondía haciendo lo posible por no correrse, agarrándola por el pelo y tratándola de perra, de cerda y de no sé cuantos animales más.

Carlos y yo, agarraditos por la cintura, nos los mirábamos satisfechos por haber conseguido que aquella pareja de frustrados fueran, por unos instantes colmados por la potencia de los deseos realizados.

¡Yaaa... me vieneee ! – empezó a chillar como un puerco Esteban.

¡Vecina ! – dije llamando su atención, perdida en algún recondito lugar del país de Eros- ¡Haz como yo ! Quiero ver como te bebes su leche...

Dicho y hecho. Bueno, casi. Obligándola a arrodillarse ante él cogiéndola del pelo le puso la tranca entre sus labios cerrados :

¡Abre la boca, Merche ! ¡Cómo Sandra ! – y ella que hacía que no con la cabeza.

Y ese movimiento la traicionó pues el pobre gordi ya no aguantó más y le soltó un brutal lechazo que le dejó la cara pringada de lefa.

¡Caramba, vecino, vaya corrida ! – le dijimos los dos y nos pusimos a aplaudir.

Merche sacó la puntita de su lengua y recorriendo la comisura de sus labios atrapó un poquillo del néctar de su esposo :

¡Ajjj, qué asco ! – exclamó – No sé cómo puedes tragarte esta porquería.

Mujer... Esto es porque es la primera vez que lo haces... Ya verás como luego te acostumbras al sabor y lo encuentras de lo más apetitoso –le dije con conocimiento de causa. – Mira... Me gustaría que la próxima vez probaras la lefa de mi marido...

¡Pero qué guarra eres, cielo ! – respondió Carlos dándome una palmadita en el culo. – Claro que me gustaría que me la mamaras, Merche... Y mi Sandrita la de tu maridín, ¿vale ?

Al oir esto, Esteban resucitó de su estado letárgico y me lanzó una mirada suplicante de estas que dan un gustirrinín aquí abajo que no veas :

OK, por mí no hay problema – les dije- Pero ahora tengo que ir a trabajar... Si os parece bien, os podríais venir a cenar el viernes... ¿Qué me decís ?

¡Genial ! – lanzó al aire la vecina mientras se limpiaba la corrida de su cara con la camiseta de su Esteban. - ¿Qué quieres que traigamos ? ¿Algo de primero o un postre ?

Nada, tonta... – le dije para terminar la conversación – Carlos se encarga de todo... Es un magnífico cocinero –me fijé como la muy zorrona le miraba el rabo a mi queridín... y Carlos también pues le dijo con su tono más vicioso :

¡Uy, uy, uy, vecina ! Me parece que tu te has quedado con hambre de polla... Anda, Sandra, déjale tu juguetito... Que seguro que le encanta !

¿Qué ? ¿Qué juguete... ? – realmente Merche iba a descubrir mil cosas el mismo día.

Recogí mis cosas y me fui a la habitación a buscar el vibrador que Carlos me regaló para la San Valentín. Me fijé en la hora y como vi que ya estaba haciendo tarde, me apresuré a vestirme. Me puse las mismas braguitas super empapadas, los tejanos y la blusa y volví a la galeria :

Aquí tienes, Merche – se lo lancé y lo recogió al vuelo – Tiene pila nueva... Ya me contarás...

Merche lo acariciaba como si fuera un amuleto de la suerte. Descubrió el botoncito que lo ponía en marcha y se estremeció al oir su suave zumbido :

¡Jijiji ! ¡Qué divertido ! – se lo pasaba y repasaba por las tetas. -¡Gracias, Sandra ! Ahora mismo lo voy a utilizar... ¡Qué seguro que me da más gusto que tu cosita ! – y diciéndolo le agarró el paquetillo a su marido.

Mujer, no seas mala –le replicó mi Carlos- Déjale mirar y seguro que se le pone dura como el as de bastos...

Y así terminó la jornada para nosotros... Yo me fui para la clínica en la que trabajaba como enfermera (y tuve una noche de lo más tranquila, no os vayáis a pensar que me paso también las horas follando cuando estoy en el curro !), Carlos se quedó frito mirando la tele y los vecinos, supongo, dieron rienda suelta a lustros y lustros de frustraciones acumuladas.

Y claro está... pronto, muy pronto os contaré algunas más de mis tórridas experiencias.

Un beso. Sandra.