La oportunidad (3)
Desenlace de esta historia. La cogí totalmente por sorpresa, un beso robado en su propia cara. Pero al instante dejó de pensar o intentar comprender y se lanzó a disfrutar el momento. Su aliento fresco y suave invadía mi boca al igual que su lengua que buscaba a la mía.
Esta es la tercer parte y desenlace de una mini serie, los episodios previos puedes encontrarlos aquí, los cuales aconsejo leer antes:
La oportunidad:
http://www.todorelatos.com/relato/91130/
La oportunidad (2):
http://www.todorelatos.com/relato/91845/
La oportunidad. Capítulo 3.
A la mañana siguiente me desperté más bien temprano para la hora que nos habíamos dormido, sobre las 9 y algo. No me suelo dormir hasta tarde en una cama “extraña”, aún después del día tan intenso e intensa paliza.
Sonia seguía durmiendo bocabajo. Estaba preciosa, descansando con una leve y lenta respiración, con las piernas y brazos sin ton ni son. Me quedé embobado unos instantes mirándola como descansaba. No nos engañemos, lo que sentía no era amor ni mucho menos. Aprecio, cierto cariño y complicidad, eso sí. Que tremenda noche habíamos pasado y que sensaciones casi olvidadas había despertado.
Me levanté por fin sacudiéndome el muermo y contento. Después del baño me fui a la cocina, por si podía desayunar algo, el deporte da hambre. La verdad es que el frigo estaba bastante pelado, algo de verdura y algún paquete de lonchas de pavo. Nada de leche, mantequilla, pan, dulces, fruta,... mala perspectiva.
Me acerqué de nuevo al dormitorio.
– Oye, Sonia.- Le susurré al oído para despertarla lo más dulcemente posible.
– Q. mm hh ...- respondió entre sueños.
– No hay nada de desayunar, voy a bajar. ¿Te vienes?¿Subo algo?
– No.. mmma... dormi...- Y se dio la vuelta para volverse a dormir.
Bueno, pues lo he intentado. Así que me marché dejándola allí en sus dulces sueños. Estaba de muy buen humor. Creía que me iba a levantar con malestar sintiéndome culpable, pero lo cierto es que me sentía genial. Con una nueva ilusión. Tendría que llamar a Marisa, pero aún era temprano y estaría durmiendo seguro. Dejaría el trago para después.
Hacía un día estupendo. Sol radiante y temperatura agradable para ser las 10 de la mañana. Me fui a casa a desayunar, un buen zumo de naranja natural y una tostada “como está mandao”. Ahora ya era persona del todo. Un enjuagón rápido en la ducha y me puse un bañador, camiseta y pillé una mochila con unas pocas cosas para irme a la playa, el día era para aprovecharlo allí.
Me fui a la zona donde se suelen poner mis colegas, aunque aún era “temprano”. Seguro que ayer habían estado de marcha y no aparecerían hasta las 12 y pico o la 1. Así que dejé la toalla y las chanclas y me fui a dar un paseo por la arena.
A esta hora de la mañana y fechas se veía a los típicos guiris que veraneaban y algunos que ya vivían aquí y forman parte de este paisaje. En diversos tonos desde el blanco hasta el rojo cangrejo cocido. Algún que otro deportista sin camiseta corriendo por la orilla, ya de vuelta sin duda.
Un baño, un poco de tumbada vuelta y vuelta y ya eran las 12 y algo. Así que decidí llamar a Marisa. No tenía un plan, simplemente llamarla a ver que tal le había ido la noche.
– Hola Mari.- Por fin descolgó después de bastantes tonos.
– ¿Si??- Su voz sonaba a soñolienta y pastosa, seguro que se habían pegado una buena fiesta la noche anterior.
– Pues que me he acordado de ti y quería saber que tal anoche, pero ya veo que hubo fiesta.- Se lo dije en tono divertido, no me importaba que saliera hasta las tantas ni mucho menos.
– Me duele la cabeza y estoy cansada ¿qué quieres?- con bastante malas pulgas me respondió.- De fiesta sí, ¿algún problema?- Ahora también se picaba.
– Ninguno mujer, ¿cuando he puesto problemas a que salgas? Simplemente quería saber de ti. Pero mejor en otro momento.- Se escuchaban murmullos por detrás de su voz, no sabría decir más.
– Si si, luego hablamos mejor. Un beso.- Se despidió con prisas.
Hummmm, vaya mosqueo. A ver, Marisa tiene malas pulgas, no tan solo al despertarse. Pero esas contestaciones, las prisas por colgar, los murmullos que parecían cercanos... era todo un pelín raro. Igual no era yo el único que había pillado cacho anoche... las osamentas se contagian al parecer. Pensándolo fríamente tampoco me importaba demasiado si fuera así, la relación llevaba ya un tiempo tocada. No le di más importancia por el momento, igual me estaba montando una película para no sentirme yo mal por haberla engañado. Aunque la verdad seguía de bastante buen humor. Tenía un plan pasota que me hizo sonreírme de mí mismo.
Terminando con esta especie de reflexión trascendental de mi vida en pareja, vi por la playa a un grupo de 3, llamemos les individuos, con gafas de sol y casi arrastrando los pies por la arena. Toalla al hombro, sombrilla uno y nevera llevada entre los otros 2.
– ¡Aquí zombis!- Cuando pasaban casi al lado sin haber reparado en mí.
– ¡Que pasa tío! No te habíamos visto.- Miguel que iba delante respondió.
– Os he visto un poco perdidos y he llamado.- Tenían pinta de haber venido andando desde las playas de Huelva o quizás más lejos aún.- ¿Estáis un poco reventados no?
– Ayer salimos... tú sabes.- Se les veía con una cara de cansados pero satisfechos.
– Ya. Que tú pillaste cacho, también Antonio y Juan el doble que la semana anterior. La semana anterior fue nada y esta nada de nada.- El pobre Juan siempre era el que se quedaba a 2 velas.
– Pues no chaval, ayer también triunfé.- Dijo con una sonrisa inmensa y triunfal.
– Hummm, creía dejamos claro que las guiris borrachas solo contaban medio punto.- Me resistía a soltar la presa, aunque me alegraba sinceramente que se hubiera comido algo.
– Pues sí era guiri, sí estaba medio bolinga, pero estaba buena y en tiempos de guerra cualquier agujero es trinchera. Además no estuvo nada mal, esta noche hemos quedado con ellas. Porque lo mamones estos también se liaron con las amigas de Eli.- Contestó Juan señalando a los otros dos.
– Sexo en grupo eh... estoy orgulloso de vosotros mis jóvenes padawans.
– Menos lobos hombre-casado. Tus días de gloria son parte ya de la historia y tus gestas superadas.- Miguel ostentaba el título de ligón máximo, la verdad es que tenía labia y de cuerpo no andaba mal. Pero la cuestión es que las liaba con su verborrea y se las llevaba al huerto y ni ellas mismas sabían cómo o por qué.
Una vez instalados se dedicaron a hacer la ameba debajo de las 2 sombrillas que habían traído. Yo andaba ya un poco harto de tanto sol y de estar tumbado, así que me di otro remojón. Ahora había algo de olas y me lo pasé como un enano de 12 años dejándome llevar y enfrentándome al batir de las mismas.
– Tíos, tenéis que bañaros. El agua está tremenda.
– Sí eh.
– Sois unas malditas amebas, ¡levantaros ya coño!- Parecía un padre regañando a los niños.
Seguían remoloneando en las toallas tirados. Entonces empezó a sonar un móvil, era el mío, además sabía quién era: Nuria, la canción de “American woman” de Lenny Kravitz la delataba. Todos me miraron, eso de poner tonos distintos para la gente era una moda ya pasada, así que solo podía ser mío.
– ¿Que pasa Nuri?- Respondí al descolgar.- ¿Qué me cuentas?- Tampoco pude disimular la cara de satisfacción porque me llamara, mis amigos tampoco pudieron disimular su súbita atención hacia mí. Les había hablado algo de Nuria al haberla visto en mi facebook, una chica así de guapa llama la atención.
– ¿Cómo que no vamos a quedar? No fastidies.- Al parecer tenía que quedarse con su sobrinillo.- Pero me dijiste y prometiste que nos íbamos a ver, que tenías reservada la noche para mí.- Mis amigos no se perdían nada de la conversación, creo que ni pestañeaban por si fuera hacer ruido el cerrar los ojos.- ¿qué no se te apetece porque estás choff? Pues con más motivo entonces. Vienes o te retiro el saludo.- Una amenaza vana, me fastidiaba un montón que no fuéramos a quedar.- O voy a tu casa y te saco por los pelos.- Riéndome.- Vale, entonces en la esquina tal y tal hora, perfe. Hasta luego anda.
En resumidas cuentas parecía que quería y no quería salir. Estaba en plan depre a causa de un chico que le gustaba pero que la cosa no cuajaba. Lo del sobrino era una mala excusa para no salir. Me costó pero conseguí que accediera a darse un garbeo.
Colgué y los 3 estaban mirándome y sonriendo como hienas.
- A ver gilipollas, es una amiga con la que he quedado y voy a echar un rato esta noche. Que siempre estáis pensando en lo único.- Yo tampoco podía evitar reírme un poco.
– ¡Al agua todo el mundo ya!- Sacudiéndome el agua sobre ellos para que espabilaran.
El resto de la tarde se pasó poco más o menos igual. Entre sol, arena y olas. Unas risas por aquí, un poco de tontear con la pelota en el agua. Un día de playa sin preocupaciones, solo disfrute. Así nos pasamos hasta casi las 7 de la tarde, entre el agua, las bromas, el estar tumbados y un buen espeto.
Nos marchamos cada uno a nuestras respectivas casas. La verdad es que necesitaba ya quitarme el salitre del cuerpo. Cuando llegaba a casa me llamó Marisa, que la había pillado casi dormida por la mañana, por eso no parecía muy coherente lo que decía. Me estuvo contando un poco atropelladamente que la noche anterior estuvo con la prima y las amigas visitando la ciudad y la zona por la que solía salir. Se encontraron a las amigas de la prima y ya se reliaron.
Yo le comenté que había estado con algún compañero de trabajo y sus amistades, lo cual era totalmente cierto. Otra cosa es que fuera compañera y 2 amigas lobas y que terminásemos en la cama practicando deportes de interior.
Aproveché para afeitarme, lo de la barba de metrosexual por lo visto triunfa, pero a mí me pica de cojones. Los cojones también me picaban un poco por haber afeitado el otro día y hoy todo el día en remojo en la playa.
Mientras me afeitaba y duchaba no pude evitar el pensar en Nuria. Lo cierto es que me gustaba una barbaridad. Es guapísima, pero aparte de eso, bellísima persona con ese punto de locura con el que se lanza a hacer las cosas o irse de viaje en plan mochilero si hace falta. Y esa sonrisa junto con esa mirada que tiene, es capaz de desmontar al cualquiera; conmigo desde luego lo consigue. Así que no podía quitarme la sonrisa tonta de la cara.
– ¿Y si tuviéramos un algo?- No podía parar de repetírmelo.- No no, eso no va a pasar, somos muy buenos amigos; la misma tontería de siempre. ¿Por qué no vamos a poder ser amigos y ser amantes? Pero ella no es un rollo de una noche, aunque yo tampoco quiero eso con ella. Se merece mucho más y yo también querría más.
– Pero no, ella estaba pensando en otro chico. Que parecía no echarle cuenta sí, pero interesada en otro. Así que hay que bajarse de la nube un poco. Que ya triunfé anoche, no quieras ser una super estrella en 2 días que te dejan suelto.
Le escribí unas líneas a Sonia por el móvil. Que tal andas, dormiste bien, tus amigas muy simpáticas y sobre todo increíble lo de anoche. Nos intercambiamos unas cuantas líneas, seguía habiendo buen rollo ente ambos y ambos teníamos clarísimo que había sido solo sexo; estupendo, excitante y placentero sexo.
Había quedado con María para cenar y además el sitio era sorpresa. Así que tenía tiempo aún. Puse la tele un poco por inercia pero nada, la misma mierda de programas de “famosos” tirándose los trastos siguiendo el guión que les escriben seguramente. Así que me puse con la guitarra eléctrica que hacía tiempo que la tenía abandonada. Las horas volaron intentando sacar canciones y tocando al mismo tiempo que los CD´s. Aunque estuve bastante torpe los primeros veinte minutos, después ya fue sonando algo mejor.
El reloj decía que ya era hora de ir preparándome, así que me puse los pantalones de lino y escogí una camisa de manga corta que me gusta bastante. Cogí las llaves de la moto y un casco, María me dijo que iríamos andando, que estaba cerca de su casa y por donde iríamos después también. Ella vive en un sitio privilegiado, muy cerca de la playa también. Unos pisos que eran bastante nuevos y desde fuera tenían bastante buena pinta, nunca había entrado en su casa.
Aparqué bien la moto y amarré el casco, no la necesitaría hasta la vuelta. Estaba ya en la esquina donde habíamos quedado cerca de su casa, con el paseo marítimo en frente mía. Caían ya los últimos rayos de sol. Los tonos anaranjados graves inundaban la arena y los edificios de alrededor.
Me giré hacia la calle por la que debía venir Nuria. Y por ahí venía, apenas unos 10 metros le quedaban para llegar a mi lado. Estaba espectacular. Su piel morena, cabello negro con tonos castaños suelto, con un vestido verde oliva de tirantas y suelto por abajo hasta justo por encima de las rodillas, zapatos abiertos con ligero tacón. Fuera a donde fuera no desentonaría y llamaría la atención por su sencillez y lo guapísima que estaba.
– Muy buenas chico.- Me dedicó una sonrisa al pararse justo delante de mí.
– Hola guapísima.- Le respondí sin moverme.
– ¿Y esa sonrisa de bobo?- Dijo divertida.
– ¿Qué sonrisa?- Estaba tan embelesado de verla que ni siquiera me había dado cuenta de que estaba sonriendo como un bobalicón.- Deja de meterte conmigo y dame un abrazo como está mandado anda.
Nos dimos un largo abrazo, como si hiciera años que estuviéramos separados. Así sin decir nada, solo abrazados. Estaba exactamente donde quería en ese momento, abrazado a esa mujer, envuelto por su olor suave y fresco.
No sé cuantos segundos o minutos permaneceríamos así, empecé a girarme para besar su mejilla.
– Hola chica.- Dije suavemente mientras la besaba.
– Hola chico.- Me respondió con una sonrisa después de besarme en la mejilla.
– Tenía muchas ganas de verte y tú muchas de escaquearte.- Un ligero reproche le iba a caer por intentar plantarme.
– No es eso... es que...
– Vale vale. Ya me cuentas. Me alegro de que te hiciera cambiar de opinión y vinieras.- No quería que le empezara a dar vueltas y se fuera nada más llegar.
– Sí.
Empezamos a dar un agradable paseo, ahora que ya no hacía calor. Con charlas intrascendentes de nuestros devenires diarios. Andando uno junto al otro, rozando brazos, hombros y caderas ocasionalmente al andar. Como si fuéramos buscando el contacto el uno del otro pero tuviéramos miedo de admitirlo y hacerlo realmente, sin evitarlo en ningún modo cuando pasaba.
– Bueno chica, ¿a dónde me vas a llevar?
– Pues a un restaurante que he descubierto hace poco. ¿Qué te parece la comida japonesa?
– ¡¿Japonesa?!- Pues sí que me había sorprendido.- Pues no tengo ni idea, me llama la atención, pero no la he probado. No he tenido quien me guiara por esos placeres.
– Pues ahora lo harás chico, te trataré bien y con cariño, ya que es tu primera vez.- Me dijo con una sonrisa socarrona.
Entramos en el restaurante que estaba medio lleno, pero con bastante espacio entre mesa y mesa. De tal manera que no tenías porqué estorbarte con el vecino y enterarte de su conversación. Con la carta en la mano, escrita en español y japonés, podrían haber incluido ruso que no tenía nada que hacer, no tenía ni idea de qué era nada de lo que allí ponía más allá del “sushi” y el “sake”. “En tus manos estoy, trátame con cariño”. Así que ella fue quien pidió de beber y comer. Un variado light, para los vírgenes, es lo que pidió me explicó mientras esperábamos y probábamos ese vino que trajeron.
Eran lentos en traer la comida, pero no nos importaba porque seguíamos charlando animadamente. Hice esfuerzos por adaptar mi paladar a estos manjares. Esto pescado crudo, esto mójalo en aquella salsa ¡no tanto que pica mucho! (después de habérmelo metido en la boca claro y poner cara de estar chupando limón) y cosas similares. El vinillo entraba como agua, y más aún con el pique de algunas cosas. Nos lo pasamos en grande riéndonos a mi costa.
Terminamos de cenar y fuimos a andar por el paseo marítimo. Después de haber estado un buen rato distendidos le pregunté que era lo que le pasaba con el chico ese. No le hacía mucha gracia hablar del tema, pero pude sonsacarle de que se trataba de un chico que conocía desde hacía tiempo y que le gustaba mucho. Que algunas veces parecía que sí le hacía caso y otras que no. Que tenía otra chica aunque parecía que no les iba muy bien las cosas juntos. Nuria había intentado olvidarle y probar con otros chicos pero nada, en vez de ir de flor en flor iba de capullo en capullo.
Aquello me dolía. Por ella, al verla así alicaída con lo vivaracha que era, el verla así más mustia y más delgada no me gustaba, no es “ella”. Y por otra parte la verdad es que a mí me gustaba, por mucho que quisiera convencerme a mí mismo de que no y que no era una buena idea. Que era buena cosa que le gustara otro tío, así me evitaba el tomar una decisión y lanzarme a por ella.
– Chica no puedes seguir así de mustia. Si ese tío no te presta la atención que mereces pues pasa.- Esperaba o al menos intentaba, cambiar algo en ella.
– Si ya lo sé Javi, pero es que me ha dado fuerte y no sé por qué.- Me respondió en tono tristón.- Pero no te preocupes que se me pasará, ya verás.
– Ayyysss. Eso espero. Además que le den, si no se da cuenta de lo magnífica, aparte de lo guapísima, tu encanto, lo “echá p´alante” y el punto justo de locura; si no es capaz de apreciar eso, pues pasando entonces.- Me había dejado llevar un poco.
– Tú es que me ves con muy buenos ojos.- Mientras ella entornaba los suyos, me dijo después de unos segundos asimilando o pensando lo que le acababa de relatar.
– Vamos a tomarnos algo para olvidar las penas.
Fuimos un rato paseando en silencio, pero esta vez le cogí la mano para intentar reconfortarla. Al llegar nos pusimos en unas mesas altas de la terraza donde pedimos las primeras copas. Ya la conversación había derivado a cosas más distendidas, ya volvíamos a reírnos. El tiempo vuela con ella.
Me dejé engañar para pasar a la pista de baile. El local se había llenado ya bastante, por lo que no había mucho sitio, así era mejor porque no iban a estar atentos a mi baile de pato mareado. Así que empezamos a movernos. Al poco nos encontramos al lado de la pista en un descanso, a un par de amigas de Nuria. Por su expresión no le hacía mucha gracia que interrumpieran nuestra “soledad”, pero las chicas insistieron en hablar con nosotros y nos presentó porque yo no las conocía.
Estuvimos un rato hablando de cosas intrascendentes y haciendo algunas bromas. Dejaron caer más de una vez que si estábamos liados o algo, a lo que Nuria no dejaba de desmentir y repetir que yo tenía novia. Pero a pesar de esto y de las miradas amenazadoras que les echaba las chicas volvían a insistir. Yo, por chinchar, les decía que sí y la cogía de la cintura y la acercaba a mí, lo que también me hacía sentir muy bien. Lo que provocaba más comentarios típicos de “pues hacéis muy buena pareja” y bromas acerca de nuestra situación. Me lo estaba pasando en grande y Nuria, a pesar de las chanzas también.
Poco a poco Nuria se dejó llevar, me cogió de la mano diciendo que me llevaba para salvarme de las 2 harpías que se lo querían quitar. Así que fuimos otra vez a la pista de baile. Ni que decir tiene que me dejé llevar. Intentar avanzar entre la muchedumbre no era fácil. Entre la conversación y las bebidas espirituosas se habían perdido un poco las inhibiciones. Nos quedamos un momento sin poder avanzar y con la muchedumbre alrededor, me pequé a su espalda. Por un momento me dejé como flotar embriagándome de su olor y de la sensación que me producía el estar cerca de ella. También ella, me pareció, que se retrasaba un también disfrutando ese instante; y continuamos avanzando.
Empezamos a bailar, aunque no creo que se pueda llamar bailar a lo que yo estaba haciendo. Pero en esta ocasión nos estábamos mirando más fijamente a los ojos. Cuando las miradas se hacían demasiado prolongadas las desviaba con una sonrisa para volver al poco.
Las amigas habían venido después y estaban también a lo suyo en los alrededores, también divirtiéndose.
Cuando llevábamos un rato empezó a sonar Adele (Rolling in the Deep). La letra en realidad no es muy “adecuada” a lo que estábamos haciendo, pero en ese instante no importaba tan solo nos dejábamos llevar por el ritmo de la música y por lo que decían nuestros cuerpos. Empezamos a bailar más pegados, de forma sensual, más despacio, de manera más íntima.
Las miradas, los roces, nuestros cuerpos; todo se volvió más intimista. Cada vez más parecía que estuviésemos solos ella y yo, como si el resto de la sala hubiera desaparecido en algún momento y tampoco nos importaban. La música nos envolvía. Mientras nos movíamos uno contra otro, enredé mis dedos en su pelo acariciando su cabeza. La respiraciones eran agitadas, sonaban los últimos compases de la canción. Nuestros cuerpos estaban pegados moviéndose casi como uno solo, nuestras miradas fijas y nuestros labios casi rozándose. Podía sentir su suave y cálido aliento sobre mis labios, casi empezando a degustar ese manjar sus, labios.
La canción terminó y nos quedamos parados con nuestras bocas casi en contacto entreabiertas, mirando hacia los labios del otro conteniendo lo que nuestros cuerpos estaban gritando. Nuria subió su mirada y nos miramos a los ojos, solo por un instante. Entonces sin decir nada se giró y se marchó lo más rápido que pudo. Fue entonces cuando me fijé que había varias personas alrededor mirándonos, incluidas sus amigas. Solo fue un instante de preguntarme “¿qué ha pasado?” y salir detrás de ella.
– ¿Qué pasa? ¿por qué has salido así corriendo?- La cogí al salir ya del local.
– Nada nada.- Me rehuía la mirada.
– ¿He hecho algo indebido? Si te he molestado en algo lo siento de verdad.- Le dije sin pensar mucho y con la voz grave, por nada del mundo quería que se molestase conmigo.- Yo no preten...
– No es eso Javi, la que se ha pasado he sido yo. Tengo que respetarte y me he dejado llevar y por poco...- Esta última frase ya solo con un hilo de voz.
– Por poco nos besamos.
– Yo... perdóname, no...- Seguía azorada y sin querer mirarme aunque estábamos uno delante del otro.
– Dime, ¿el chico ese que te gustaba era yo?- Era una idea loca y no al mismo tiempo. Ahora las cosas encajaban y me acababa de dar cuenta de que estaba celoso de mí mismo, queda tantísimo por aprender de las mujeres, o que simplemente se aclaren...
– Sí. Pero no te preocupes, se me pasará ya verás. No quiero perderte como amigo. Se me pasará.- Ahora sí me miraba, intentando parecer convencida de lo que decía., aunque sus ojos no lo creían.
– Me ha cogido totalmente por sorpresa. No pensé que esto pudiera ocurrir. Es verdad que nos llevamos muy bien y me encanta estar contigo.
– Ya, pero me quieres como amiga.- Me cortó.
– Cállate tú. Te conozco desde hace mucho tiempo y me gustaste ya entonces. Siempre me has gustado pero por una u otra razón nunca hemos podido estar juntos. O bien tú o yo teníamos pareja y no dimos el paso de estar juntos. Pero yo paso ya de negar que quiero estar contigo, no me voy a intentar engañar más a mí mismo.- Me salió casi sin pensar, pero es la manera porque todo fluía y estaba claro como el agua. Era un alivio y una revelación a mí mismo.
– Es verdad, hace mucho que me gustas pero no me atrevía...
– Y qué te tengo dicho, que es mejor pedir perdón que pedir permiso.- Y con esto la cogí por la mejilla y la besé.
La cogí totalmente por sorpresa, un beso robado en su propia cara. Pero al instante dejó de pensar o intentar comprender y se lanzó a disfrutar el momento. Su aliento fresco y suave invadía mi boca al igual que su lengua que buscaba a la mía. No sabría decir cuanto tiempo duró ese beso, ni tampoco decir si fue mucho o poco. Duró lo que tenía que durar aunque nos costó separarnos para coger aire.
– Qué pasa con... - Quería saber pero no se atrevía a decir.
– Sabes que hace tiempo que no estamos bien y aunque vale un montón, no me hace sentir lo que tú. Y no pienso seguir intentando engañarme. No quiero conformarme.- Estaba totalmente determinado y no iba a dejar pasar el estar con ella.- Quiero estar contigo, no sé cuanto puede durar o qué podría pasar después, pero tengo claro lo que quiero y es a ti y ya se verá a donde nos lleva.
– Yo tampoco me quiero preocupar por lo que será o no. Quiero vivir y disfrutar este momento.- La sonrisa que me regaló fue inmensa.- Y esto empieza ahora.
Dicho esto, me cogió la mano y tiró de mí. A los 4 o 5 pasos le pregunté a donde me llevaba. Se paró y me dio un morreo de campeonato, de estos con los que te quedas extasiado y me dijo que a su casa. Que hacía mucho que quería tenerme para ella y ya no podía esperar más.
Su casa quedaba cerca, aunque cada poco nos íbamos parando a besarnos. Cuando no era uno era el otro quien reclamaba los labios del acompañante. Al entrar en su casa cerró la puerta y se quedó apoyada en ella con cara de la que va a hacer una travesura. Así que no pude hacer otra cosa que lanzarme a por ella a besarla aprovechando que estaba acorralada contra la puerta. Aunque en realidad “la víctima” era yo. Mis manos fueron de su cintura bajando muy despacio a su cadera y continuaron acariciando su pierna por encima del vestido mientras duró el beso.
Nos separamos un poco casi jadeando entre la excitación y por la intensidad del beso. Me miraba con ojos de gata, creo que sopesando el saltarme encima y devorarme allí mismo contra el suelo o la pared.
– De aquí no te escapas pequeño.- Me dijo mientras cerraba a su espalda con la llave.
– Quizás la que necesitara escapar fueras tú.- Si quería jugar jugaríamos. Aunque realmente no estaba para demorar nada, tenía ya un empalme del 15, que se me notaba en los pantalones a la legua.
– Ja, pequeño. Te voy a destrozar y mañana, si es que sobrevives, solo podrás quejarte de las agujetas.
– Perro ladrador... poco aprieta...- Nos encantaba desde siempre cambiar los refranes.- Ya veremos quién y cómo anda mañana, “pequeña”.
Pasó por delante de mí y con una leve insinuación, mientras se quitaba los zapatos, me hizo seguirla. Me llevó a su habitación. Tenía el ordenador encendido, lo que hizo fue poner música chill out. Entonces se giró y vino a mí. Puso sus manos sobre mi pecho y se acercó a besarme, en cuanto nuestros labios se juntaron empezó a desabrocharme botones con parsimonia y destreza. En ese momento yo no lo podría haber hecho mejor. Echó hacia atrás la camisa por encima de mis hombros para quitármela, pero cuando iba por media espalda y tenía mis brazos hacia abajo y atrás ella tiró de la camisa. Así y pudo notar mi erección clavándose en su abdomen mientras me miraba a los ojos. Seguro que intentaba amedrentarme, pero esbocé una media sonrisa socarrona e impulse un poco aquel troncho enhiesto a modo de desafío.
Entonces me empujó para sentarme en la cama, Nuria se sentó a horcajadas sobre mí. Se subió un poco el vestido para que no se quedara atrapado. Y desde esa posición de superioridad empezó otra vez a besarme pero sin soltar la camisa para que siguiera a su merced. Nuestros labios abrazaban los del otro, nuestras lenguas se entrelazaban intentando el máximo contacto reconociéndose la una a la otra.
En algún momento soltó la camisa liberando mis manos. Me retiré la camisa y pude ponerme en acción. Mientras una de mis manos fue a enredarse en su pelo, la otra fue a acariciar su suave y terso muslo, subiendo poco a poco el vestido ya bastante recogido de por sí. Seguí subiendo despacio hasta que fui hacia su culo, terso y turgente, cuantas pasiones habrá levantado ese culo y las mías por supuesto también. Acariciarlo, amasarlo y atraerlo hacía mí, mientras nuestras bocas seguían explorándose con ansia.
Conseguí separar mi mano de su culo para subir algo más por su espalda, rozando tan solo las puntas de un par de mis dedos. Nuria ronroneaba con esas caricias. Rompí el lazo de nuestros besos para poder mirarla y sonreír, sonreír de pura alegría.
Volvimos a enfrascarnos en un apasionado beso sin fin. También reanudé mis caricias en su baja espalda, hasta llegar de nuevo a su hermoso culo. Tenía cada vez más calor. El vaporoso vestido también sobraba así que empecé a quitarlo. María se dejaba hacer, y colaboró levantando los brazos cuando iba a sacar el vestido, volviendo a agarrarme la cara con ambas manos para volver a besarme.
Sus pechos se mostraron ante mí, enhiestos y desafiantes los pezones. Piel morena también en esos preciosos pechos, del tamaño justo. Provocándome e incitándome a prestarles mis atenciones, no los dejé desatendidos y me lancé hacia ellos. Besarlos y lamerlos lentamente mientras Nuria echaba atrás su cabeza con una mueca y los ojos cerrados. Al mismo tiempo que me esmeraba en repartir mis atenciones en ambos pechos, mi mano izquierda fue bajando hasta encontrar la tela del tanga que iba a la cintura. Seguí esa línea hasta encontrar la tira, por llamar tira a prácticamente un hilo, e irla separando suavemente a un lado.
Mis dedos seguían esa curva recorriendo aquella zona por primera vez. Pasando casi sin rozar la entrada trasera, no tenía ni idea de si a ella le gustarían allí las caricias y no quería por nada del mundo romper el encanto. Llegando por fin al “valle prometido”, el cual me recibió con un baño suave y cálido. Recorrí esa hendidura sin llegar a profundizar llegando hasta el centro del placer de su clítoris. Un grito ahogado se escapó de su cerrada boca que se convirtió en un “aaaaahhhhh” cuando mi dedo volvió atrás y si entró en una vagina impregnada de su propia esencia. Aquel interior me acogió de buena gana, cálido y suave mi dedo deslizaba fácilmente. María empezó a hacer un movimiento pélvico inconsciente con el fin de que mi dedo explorase más su interior, yo quería ir muy despacio, que deseara más de lo que iba haciendo para así multiplicar su placer.
Puso sus manos sujetando mi cabeza, más bien sujetándose a ella porque cada vez está más ensimismada con mis caricias. Aprovecho para besar sus clavículas e ir subiendo hasta el cuello, el cual beso, lamo y muerdo recibiendo distintos sonidos dependiendo de lo que le estoy haciendo.
Mi mano sigue mansajeándola mientras con la otra no paro de acariciar desde el muslo a su cabeza. Sigo penetrándola con mi dedo, más bien se penetra ella misma porque no para de moverse delante y atrás y haciendo círculos.
– Ven cariño.- Le dije susurrándole al oído.- Échate.- Con dulzura pero sin dejar espacio a la réplica mientras la tumbaba en la cama.
Protestó algo al dejar de explorar su húmedo interior. Pero se lo iba a recompensar y agradecería el cambio de inmediato. Empecé a bajar besando y lamiendo desde su cuello, sus pechos, vientre,... retrocedía para lamer aquí y allá al tiempo que mis manos atendían e otras zonas de su cuerpo bien para sujetarla, bien para regalar otra caricia. Bajé a sus muslos mientras ella abría sin pudor sus piernas para facilitarme su acceso. Pero no me paré en su sexo, también yo estaba deseando, pero la haría sufrir un poco más.
– Me estás matando...- acertó a decir entre suspiros.
Me sonreí, estaba justo como la quería, casi a punto de correrse con el más leve toque y que me dejara hacerle lo que quisiera que nunca podría ser algo malo.
Así que fui subiendo por la cara interna de sus muslos, lamiendo a uno y otro lado. Hasta que llegué al empapado tanga y al palpitante sexo que guardaba. Puse mi boca encima y dí un lento beso por encima de la tela, arrancando otro gemido medio ahogado. Otro, otro y otro más repartiéndolos a ambos lados. Tras esto metí un dedo por debajo de la tela para apartarla y contemplar su sexo por primera vez. Se mostraban los labios menores rojizos, piel tersa y solo unos pocos pelillos cortos encima a modo testimonial.
No me entretuve más y lancé allí mis labios a besar los suyos. Degustándolos despacio, centrándome en un lado y después el otro y de cuando en cuando un pequeño lengüetazo a su clítoris que hacía contraerse su vientre y soltar un gemido. A continuación la penetré con mi lengua, moviéndola y besando al mismo tiempo. Los gemidos y suspiros se habían multiplicado por lo que no pude más que reírme, lo que hacía que le vibrara aún más los labios y aumentar más su placer.
Continué besando, lamiendo y succionando su sexo. Centrándome en su clítoris, sus labios y a veces introduciendo mi lengua al máximo. Al mismo tiempo acompañaba con mi dedo corazón en su interior, acariciando su punto G e intentando llevarla a su máxima expresión del placer. Cosa que parecía estar consiguiendo por los gemidos que escapaban por su boca y no conseguía ahogar y por la manera de arquear su espalda. Los movimientos involuntarios de su pelvis para acercarse cada vez más a mí iban en aumento.
Cogió mi cabeza obligándome incrustando mi cara contra su sexo, intentando que llegara aún más profundo dentro de ella. Su orgasmo estaba cerca. Redoblé mis esfuerzos con mi lengua y mi dedo dentro de ella hasta que llegó la catarsis. Sus gritos inundaban la habitación, mientras sus espasmos la hacían agitarse y que no pudiera separarme de su encharcado coño. Su sabor inundaba mi boca por completo.
Cuando por fin se relajó le liberó de su abrazo y fui subiendo y besando por allá por donde pasaba. Hasta que me ubiqué cara a cara. Estaba totalmente con las mejillas encendidas.
– Parece que no ha estado mal ¿eh nena?- Le dije sonriendo mientras la miraba.
– Nononoo.... pero he gritado como una loca. Que vergüenza.- Parece que las mejillas colorados a parte del calor, era de pura vergüenza.
– ¿Por qué? Yo te quería así, gritando, disfrutando de cada caricia y beso míos. Déjate llevar, de eso se trata precisamente.- Le dije de la manera más dulce que pude.
Ya se había recompuesto algo, así que puse a la entrada mi verga ávida de probar aquella gruta de las maravillas. Ella se sonrío al notar como me movía y apuntaba a su entrada. Y en un instante su mirada cambió a deseo.
Quería ir muy despacio, así que entraba unos pocos centímetros y me quedaba quieto, otros pocos y quieto de nuevo. A cada avance me deleitaba con sus gemidos, pero procuraba no apartar la vista. Cuando llevaba ya un buen tramo ganado empecé a bombear. Despacio, acompasando nuestras respiraciones y nuestros deseos. Paré de nuevo ante la protesta silenciosa de aquellos ojazos. Y esos ojazos se abrieron más cuando terminé de meter de un empellón el ¼ que faltaba. Ahora no pudo sostener la mirada, sino que cerró los ojos y echo la cabeza atrás mientras se mordía el labio. Justo lo que quería.
Estuve bombeando un poco más hasta que le pedí que me cabalgara. Así que cambiamos, ella impondría ahora el ritmo. Se sentó a horcajadas y empezó despacio, yo la ayudaba a cabalgar cogiéndola por la cintura mientras admiraba a tan magnífica mujer, y el vaivén de sus pechos enhiestos. Poco tiempo permanecieron mis manos asidas a su cintura, fueron a explorar sus pechos y su trasero, que pellizqué al tiempo que ella empezaba a cabalgar con más premura.
Nuria se había desbocado, cabalgaba a toda velocidad. Así no duraría mucho más. Sus gemidos se habían convertido en gritos y no podía mirarme ya. Más tarde me confesaría que estaba teniendo varios orgasmos y era incapaz de parar.
Así que decidí retomar el mando, cambiando las posiciones a como empezamos. Esta vez la llevaría hasta el final. Las dos primeras puntadas fueron despacio, pero aceleré rápidamente. Con mi cabeza enterrada en su cuello y agarrando su culo mientras bombeaba a toda velocidad intentaba que nos acomodáramos al mismo ritmo. Llegaba a eso punto de no retorno, en el que el cuerpo propio sigue por su cuenta yendo hacia donde quiere ir. Pude oír sus gemidos de éxtasis poco antes de abandonar también yo el mundo consciente. Me derramé dentro de ella sintiendo ese calambre eléctrico que empezaba en mi columna y se extendía sin remedio por todo mi cuerpo.
Quedamos casi muertos o sin el casi durante unos momentos al menos. Besé su cuello y besé donde debía estar su corazón. Su respiración, y también la mía, era algo agitada aún. Nos miramos ambos satisfechos y me tumbé a un lado.
– Seguro que hemos escandalizado a los vecinos.- decía coqueta.
– Probablemente lo que tengan sea envidia.
– No les voy a poder mirar a la cara, me tienen por tan buena niña...- Mientras sonreía
– La niña está crecidita ya y hace cosas de mujeres.-
Estuvimos un rato abrazados hablando a intervalos más o menos seguidos. Yo estaba tumbado boca arriba y ella tenía su cabeza sobre mi pecho y acariciaba mi vientre. Estuvimos así hasta que se fue aventurando poco a poco más y más cerca de mi sexo. Hasta que “por casualidad” se topó con él y me miró sorprendida. Aquello estaba otra vez más que preparado para un nuevo combate.
Lo agarró con su mano calibrando aquello que había tenido horadando su lugar más íntimo. Me miraba intensamente y empezó a masturbarme despacio. Yo permanecía sin cambiar mi expresión y sin decir nada mirándola a los ojos. Con una hábil maniobra de su pulgar acarició mi frenillo y la abertura del prepucio. Ahí sí que no pude permanecer impasible, apretando las mandíbulas y ahogando un sonido gutural que se notó perfectamente.
Contenta empezó a descender, con mirada y sonrisa traviesas y sin parar de masturbar. Hasta que llegó junto a mi falo y lo miró un momento. Se metió todo el capullo en la boca, rodeándolo con su lengua y sin duda saboreando los restos de mi corrida y de su propia esencia. Se lo sacó de la boca lamiendo todo el tallo hasta mis huevos que también lamió mientras yo gemía y me retorcía. Acababa de descubrir que eso me volvía loco y se los metió también en la boca mientras me masturbaba. Me estaba llevando al orgasmo sin muy rápido a base de movimientos lentos ¿cómo puede ser eso posible?
- ¿Te gusta chico?- clavando una mirada intensa y masturbándome al tiempo.
- Me encanta.- le respondí respirando con fuerza.
- ¿Entonces lo hago bien verdad?- Tras darme un lengüetazo en un lugar entre el vientre y el pubis, cosa que me vuelve loco también, y sin parar de subir y bajar lentamente su mano.
- Vas a terminar conmigo.- respondí todo lo sereno que pude que no era mucho.
- ¿Tan pronto, chico?- Con una sonrisa lobuna, muy satisfecha del tratamiento que me estaba dando.
Volvió a meterse mi polla en su boca siguiendo el mismo ritmo de sube y baja que tenía en la mano. Girando su cabeza en el sentido contrario a su mano y lanzándome miradas, aunque ya apenas podía mirarla entre cerrar los ojos y arquear mi espalda de forma involuntaria.
Fue más allá y se la metió hasta el fondo, tocando su nariz con mi rasurado pubis. No muchas me habían hecho eso. Notaba como mi prepucio tocaba en su tráquea dándome otro punto más de placer. Y retomó el sube y baja a más ritmo.
- Ven, no puedo más. – me iba a correr ya si seguía poco más así.
- ¿Ya? ¿estoy haciendo algo? – con cara de niña buena. - ¿Seguro que quieres que lo deje aquí?
- Sí por favor, ven. – le rogué con el último gramo de voluntad que tenía. Quería poseerla, estar otra vez dentro de su cálido coñito, llevarla otra vez más si podía al éxtasis conmigo.
Empezó a subir como una gata por mi cuerpo. Su plan seguramente era seguir allí abajo hasta que me corriese ¿en su boca? Pero lo dejó porque se lo pedí.
Me pude recomponer un poco. Ahora iba a tomar yo algo el control. Dejé que se acercara para besar su boca, con mi propio sabor lo cual le daba más morbo aún, y nos fundimos en un beso o más bien una lucha de nuestras bocas. Entonces hice que girásemos para colocarme encima y sujetar por las muñecas sus brazos un poco por encima de su cabeza.
- Date la vuelta. – le pedí.
Se sonrío y se prestó a hacerme caso sin decir nada. Se dio la vuelta y se puso a cuatro patas. Echó su melena a un lado de un giro de cabeza y me miró.
- ¿Así?
No respondí. Me acerqué por detrás y empecé a jugar con mi miembro en su coñito húmedo y caliente. Estaba deseando de recibirme de nuevo ahí. Me restregaba adelante y atrás; y ella empezaba a moverse intentando buscarme y empalarse de una vez. Acariciaba su espalda. Dejé de juguetear y la empalé sin avisar, despacio. Sintiendo y disfrutando cada centímetro y ella iba a mi encuentro, me necesitaba dentro de sí. Despacio hasta que llegué al fondo, todo lo que daba de mí, echando mi cuerpo atrás y sujetándome a sus caderas. Aquellas caderas que me volvían loco y a las que ahora me sujetaba como un náufrago a su salvavidas.
Tras unos instantes empecé a bombear, despacio. Un, dos, tres, cuatro y parar. Ese mismo ciclo, sujetado a sus caderas. Aumentando poco a poco el ritmo pero con la misma cadencia. Nos estaba trasportando a ambos al éxtasis.
- Sí, agárrame fuerte. – entre suspiros.
Quería que me agarrase fuerte a sus caderas.
- Soy tuya. – me dijo con voz ronca.
La agarré fuerte y cambié el ritmo. Ahora no hacía paradas e iba cada vez más rápido. Sujetando fuerte su cintura. Los jadeos y gemidos de ambos iban aumentando como la velocidad y la urgencia.
Puse una de mis manos en su clavícula, cerca de su cara, para agarrar de ahí como si pudiera atraerla aún más a mí. Ella inclinó su cara para rozar mi mano, parecía que todo contacto era poco. Aprovechando me acerqué para morder en la clavícula desprotegida. Conseguí exactamente lo que quería, un gemido fuerte y que se combara como un arco tenso.
Reanudé el entrar y salir después de esta pausa. Ya no iba a parar, ambos lo sabíamos instintivamente. Así que fuimos aumentando el ritmo, yendo al encuentro el uno del otro. Más rápido, más intenso, más gemidos, respirando más fuerte. Los sonidos de mis muslos rebotando contra su culo eran atronadores, pero ninguno hacía por ir al choque con menos ahínco. Un poco más, un poco más, estamos ahí,… síiiiiiiii!!!!!!!!!!
Empecé a derramarme en su interior, más bien a disparar. Me seguía moviendo pero no por mi propia voluntad. Escuché también la llegada de su orgasmo poco después. Intenso, magnífico, maravilloso, como morir y que te den la vida de nuevo.
Nos dejamos caer a un lado y me abracé a ella haciendo la cucharita. Apretándola contra mí, y ella agarrándose a mis brazos, mientras mi polla iba menguando y dejando rastros en su trasero y las sábanas. Había sido el mejor polvo de mi vida, polvo no, acababa de hacer el amor. Podría ser chocante la idea, pero era así, y me sentía bien con ella, como si hubiera encontrado aquello que estaba buscando de repente y lo tenía justo delante. Y así era, delante de mí, abrazándola como si no quisiera que se escapase.
- No me escapo. – me dijo con una sonrisa.
- Hmm. – de asentimiento y felicidad, ¿a caso lee la mente esta mujer? Un pequeño achuchón y relajé mi abrazo.
No hacía falta decir nada. Sabíamos perfectamente que sentíamos. Nos habíamos encontrado el uno al otro.
Caímos en un plácido y dulce sueño así abrazados.
EPÍLOGO:
Nuria y yo somos pareja. Después de un tiempo saliendo, yendo despacio (si se puede ir despacio después de acostarse la primera noche), iba durmiendo más veces en su casa que en la mía. Así que 3 meses después me mudé con ella. Es lo mejor que he hecho en la vida, quedar aquella noche, estar con ella y que nos dijéramos lo que sentíamos. Desde entonces seguimos juntos, nos compenetramos fantásticamente. Es como si cada uno supiera lo que piensa, quiere y necesita el otro. La gente se extraña de cómo puede ser así, nosotros simplemente nos dejamos llevar, somos felices.
Evidentemente Marisa y yo rompimos. Nuestra relación llevaba un tiempo que no funcionaba. No había peleas, porque ambos somos muy respetuosos y nobles me atrevería a decir. Pero no iba. Efectivamente ella había tenido un lío aquella noche que salió con su prima y amigas. Sinceramente, creo que pasó lo mejor que podía pasar. Rompimos y la verdad es que no tenemos contacto, no terminamos mal, no hay rencor; pero la situación es violenta para ambos.
Creo que tiene una buena vida. Se marchó un año y algo después de Málaga a Bilbao y allí tiene pareja y un buen trabajo. Le va bien y me alegro que así sea.
PD: de verdad que siento muchísimo no haber terminado y publicado el relato hasta hoy. Si es que había alguien a la espera del desenlace, mis más sinceras disculpas.