La ofrenda del sumiso

Un regalo. Una fantasía cumplida. Una habitación de nombre 616 como testigo. Ama y Sumiso satisfechos... y Ella, creo que también...

LA OFRENDA DEL SUMISO

Si bien no me considero una Ama, cuento con varios sumisos entre mis contactos, porque así les gusta a ellos mostrarse ante mí. Yo también disfruto estando un rato en ese papel, me siento cómoda interpretándolo, así que... Víctor es uno de ellos.

No es de Barcelona, pero viene muy seguido a mi ciudad por asuntos laborales. Siempre se muestra muy complaciente con todas las cosas que le propongo y sé que goza como el que más; eso me satisface muchísimo, tanto como si yo estuviera en su piel. Y sodomizarlo con mi grueso arnés es verdaderamente todo un placer para ambos.

-Dime, Ama, ¿tienes alguna fantasía que no hayas cumplido todavía?

-Si, la tengo, si. Hay una en concreto que hasta la fecha no he conseguido hacer realidad.

-Cuéntame.

El tren en el que venía Víctor empezaba a entrar en la estación. Yo estaba ahí, esperándole. Lo vi bajar del tren desde lejos. O esta vez no venía solo, o había encontrado a alguien con quien hacer el viaje más ameno; Víctor conversaba amigablemente con una chica. Se pararon y él empezó a buscarme entre la gente. Me vio y, señalándome, le indicó a aquella chica el lugar donde me encontraba. Les saludé con la mano respondiendo a sus saludos.

Mientras se acercaban a mí, observé detenidamente a aquella chica cada vez desde más cerca. Debía tener alrededor de cuarenta años. Era alta, bastante alta, de cuerpo delgado y estilizado. Su largo pelo dorado y liso se movía acompañando a sus pasos. Unos generosos pechos brotaban de su ajustada camisa blanca y un ceñido vaquero dejaba ver la escasa forma que tenían sus caderas. La miré de arriba a abajo como si mis ojos fuesen Rayos X. Me detuve en su cara. Si, era muy guapa. El moreno de su piel hacía resaltar sus ojos azules, sutilmente maquillados, y sus rosados y finos labios. Me fijé también en su cuello. No era sólo una mujer, no.

-Hola, cielo. Mira, te quiero presentar a Carla. Ella es el regalo del que te hablé ayer.

-¿Mi regalo?

-Si, tu fantasía: tu tranny.

Víctor me había traído a una transexual para ayudarme a cumplir mi fantasía. Una tranny para mí (así me gusta llamarles cariñosamente). Carla y yo nos miramos y su sonrisa me dio confianza, aplacando la incomodidad que sentí por ella en ese momento.

-Víctor me ha hablado mucho de ti y, bueno, tenía ganas de conocerte.

Nos sentamos en uno de los bares de la estación para tomar un refresco y tratar de romper un poco el hielo. Conversando, fui sabiendo cosas sobre Carla. Por su condición de transexual, había ejercido durante varios años la prostitución obligada y ahora, gracias a una justa ley, ya había podido regular su situación de identidad y tener un trabajo de esos que llamamos "decentes". Observé el gesto triste de su carita al hablar sobre ese tema.

-Me gusta el sexo, disfrutarlo, pero hacerlo por gusto, con quien yo quiera no con el que haga la mejor oferta.

-Bueno, Carla. Aquello ya pasó y ahora ya puedes disfrutar plenamente y con libertad del sexo.

-Si. Y hoy espero hacerlo contigo.

Víctor nos miraba a las dos con una continua sonrisa viciosa. Toda su cara era de vicio. Él ya se lo había montado con ella en alguna ocasión y, con el tiempo, se habían convertido en buenos amigos. Le había hablado de mí, si, contándole todo lo que hacíamos juntos. Eso despertó la curiosidad de Carla. Por su bisexualidad, yo le apetecía. Y ella a mí también, claro.

Fuimos al hotel en el que se iba a hospedar Víctor. Su empresa le había reservado una habitación y él, por su cuenta, había pedido otra para Carla. Mientras Víctor solucionaba todos aquellos detalles en recepción, Carla y yo charlábamos tranquilamente en la calle, a las puertas del hotel, fumando un cigarrillo.

-Chicas, ya está solucionado. ¿Subimos?

En el ascensor, el tiempo se me hizo eterno. Estaba algo nerviosa, pero era el extremo morbo el que me producía esos nervios. Víctor y Carla se sonreían y me sonreían. Yo estaba en medio de los dos. La mano de Víctor ya se paseaba por mi culo, acariciándolo. Nunca puede evitar hacer eso. Salimos del ascensor. Las dos habitaciones estaban en la misma planta, pero en pasillos distintos. La 616 era la de Carla. Víctor abrió la puerta y nos hizo pasar delante de él, cerrando la puerta a su espalda. Echamos un vistazo a la habitación; era muy agradable.

-No sé cómo estaréis vosotras, pero yo estoy durísimo.

El comentario de Víctor nos hizo reír a carcajadas a Carla y a mí. ¡Menuda novedad! Él siempre solía estar así.

-Querido Víctor, es hora de que nos dejes a solas a tu Ama y a mí.

Víctor me miró como esperando que yo le diera permiso para irse o para quedarse. Por una parte, quería que se quedara y, por otra que se fuera. Estaba algo indecisa. Si se quedaba, podríamos inmovilizarlo y hacer que nos viera a Carla y a mí mientras follábamos y quizás, sólo quizás, dejar que colaborara en la follada. Pero si se iba, la idea de estar a solas con Carla, me iba a permitir disfrutar en pleno de aquella preciosa tranny.

-Dile que se vaya, porfi...

Carla no quería que Víctor estuviera allí, así que mi decisión acompañó a su petición. Me lo puso más fácil. Sacamos al chico a empujones de la habitación. No se quería ir. Nos costó echarlo; sus miles de súplicas no me hicieron cambiar de opinión y acabó ejecutando mi orden. Por fin, ya estábamos solitas. Carla me cogió de la mano y me llevó hasta la cama. Regalándome un beso en la mano, me pidió que me sentara. Se iba a desnudar para mí.

Fue desabrochando lentamente su camisa y se la quitó. Sus tetas querían brincar de la presión de aquel sujetador, Poniendo con una mano su larga melena hacia un lado, flexionó una de sus piernas para sacarse una bota primero, la otra después. Comenzó a desabrochar su vaquero y, girándose, dándome la espalda, se lo fue bajando hasta lograr sacárselo y junto a él, el tanga. Vi todo su culito redondo y apetecible. Su rubio cabello acababa donde su culo empezaba. Se deshizo también del sujetador. Creo que eso se lo agradecieron muchos sus pechos.

Al darse la vuelta, de cara a mí, mis ojos la devoraron de arriba a abajo. Sus tetas eran grandes, si, redonditas y muy bien operadas. Inmediatamente, mis ojos encontraron una nueva atracción: su polla. Carla estaba, verdaderamente, muy bien dotada. Se me hacía la boca agua. Aquella verga estaba diciéndome "Ven". Pero fue ella la que vino a mí. Carla se me acercó, me sujetó la cara con ambas manos y me besó. Fue un beso largo e intenso que nos hizo caer en la cama, ella sobre mí.

Me fue desnudando sin apartar su boca de la mía. Notar sus duras tetas pegadas a las mías, me hizo tener ganas de apresarlas con mis manos. Así lo hice. Sin dejar de basarnos, ya estábamos las dos desnudas. La magnífica polla de la tranny se movía entre mis piernas, haciendo el intento de entrar en mí sin entrar. La boca de Carla bajó hasta mi coño para saborearlo. Qué rico sentir su luenga pasando por los labios de mi sexo y deteniéndose en mi clítoris para jugar con él... Los repetidos orgasmos sacudían todo mi cuerpo, mientras la rubia melena de Carla seguía descansando entre mis piernas y su lengua volviéndome loca de placer.

Saqué la cabeza de la tranny de allí y la tumbé sobre la cama de un suave empujón. Quería mamársela. Apresando sus pechos con mis manos, mi boca albergaba buena parte de su polla. Con mi lengua jugué a lo largo y ancho de aquel pollón. Se la chupé como si se tratara de lo último que iba a hacer en la vida. Carla me sujetaba la cabeza con ambas manos para impedirme retirar mi boca de su miembro.

No quise chupar sólo polla. Puse a Carla a cuatro patas, abrí bien sus nalgas y lamí su ano. Mis dedos se hundían con facilidad en aquel agujero. Mi lengua y varios de mis dedos alternaban su paso por el ano de la tranny. Cómo gemía Carla... Su polla se ponía cada vez más y más dura. Se la agarré con una mano. Estaba mojadísima.

-Quiero follarte, mi niña.

Y yo deseaba que Carla lo hiciera. Nos tumbamos la una junto a la otra. Besándonos, le coloqué un condón en la polla. Necesité las dos manos para podérselo poner. Era algo pequeño para ella. Con la funda en su rabo, Carla fue penetrándome en aquella postura. La cabeza de su verga fue abriendo paso en mi ansioso coño. Ya con la polla encajada por completo en mi húmedo agujero, Carla, sin separarnos, se puso encima de mí. Su largo pelo me caía en la cara. Lo recogí con mis manos y, sujetándolo, la besé. Con qué velocidad se había adaptado mi coño al tamaño de su polla; se deslizaba con toda facilidad, con movimientos rápidos y constantes. Gemí, gemí de gusto.

Carla sacó su rabo de mí y bajó a recoger y saborear todos los caldos que no cesaban de salir de mi coño. Metía sus dedos para luego lamerlos y para introducirlos en mi culo, ya humedecido por los flujos vaginales. Se sorprendió al ver que los cinco dedos de su diestra entraban con relativa facilidad.

-Este culito tiene que ser mío.

Levantó mis piernas y, apoyándolas en sus hombros, fue metiendo despacio su polla en mi culo. Era grande, pero entraba. Mi cara se debatía entre cierto gesto de dolor y el de infinito placer. Ya completamente dentro, Carla fue moviéndose, acelerando sus embestidas.

-¡Umm, niña, veo que tienes dos coñitos!

Mi ano ya estaba completamente dilatado y a merced del rabo de Carla. Nos pusimos de pie y, poniendo una de mis piernas sobre la cama, la polla de la tranny volvía a encajarse en mi culo. Sujeté la cabeza de Carla con ambas manos obligándole a que me mordiera, lamiera y besara mi nuca mientras me follaba. Lo hizo y su forma de hacerlo, mordiéndome suave el cuello y follando con fuerza mi culo, me provocó una fuertísima corrida. Al mismo tiempo, Carla me clavó varios dedos en el coño, que se contraía con cada ola orgásmica.

Volvimos a la cama. Carla se tumbó. Quité el condón de su polla para volverla a mamar. Intenté apresar todo su miembro con mi boca sin lograrlo. Su verga ahora tenía gusto a goma, pero no me detuvo para lamérsela bien lamida. Le coloqué un nuevo preservativo, esta vez de su repertorio, que entró sin problema. Agarré su polla con una mano y, sobre ella, fui metiéndola en mi coño.

Qué rico sentirla allí... Mi coño estaba lleno de carne, su carne, su polla de hombre mientras mi boca se sumergía y jugaba con sus pechos de mujer. Miraba hacia arriba y veía una preciosa mujer, lo hacía hacia abajo y mis ojos observaban a un potentísimo hombre. Qué buen equilibrio... Cabalgué durante mucho rato sobre aquella tranny, disfrutando y viéndole disfrutar también a ella.

Tumbadas de lado, yo de espaldas a Carla, su polla se introducía aleatoriamente en mis dos agujeros. El repentino acelerón de sus embestidas era seña inequívoca de que su orgasmo estaba a punto de llegar. Sacó su polla y quitó con rapidez el condón. Apartó el pelo de mi cuello y derramó allí cada gota de su espesa leche. La viscosa corrida de Carla me chorreaba por el cuello hacia el pecho. Unté mis tetas con ella a modo de crema, cosa que le hizo bastante gracia a Carla, que reía a sonadas carcajadas.

-¿Llamamos a Víctor? Pobrecito mi sumiso, ¿no?

Pensé que para entonces Víctor ya dormiría, pero no, contestó rápidamente a la llamada que le hice al móvil. No tardó ni medio minuto en venir a la habitación de Carla.

-¿Qué tal estáis, chicas? Aunque igual la pregunta sobra, porque con esas caritas que tenéis, la respuesta está bastante clara.

Reímos los tres. Me acerqué a Víctor y lo besé.

-Muchas gracias por traer a Carla contigo.

-Sabes lo mucho que me gusta complacerte en todo, cielo.

Carla vino hacia nosotros, nos abrazó y también besó a Vícor para agradecerle la experiencia. Todos acabamos besándonos en aquella habitación 616.

MISSHIVA