La Oficina III
Comienza la degradación de los perros ante sus compañeros de oficina
Y asi empezó su vida de esclavitud y la mía de placer- tenía tres perros para cuando yo quisiese. Ya tenía las llaves de su piso y cada vez que quería me iba a dar una vuelta por ella. Había puesto al día a Paula sobre mis normas con los perros:
Debían de ir siempre desnudos en casa con un collar cada uno que le ordene comprarse, siempre a 4 patas por la casa. Asi debían comer en unos cuencos que les había mandado comprar en una tienda de mascotas.
Para usar el baño cuando les estaba permitido hacerlo, nunca bajo ningún concepto, podrían cerrar la puerta de este.
Cuando les estuviera permitido dormir en la cama, deberían hacerlo totalmente desnudos, pero no podrían tocarse nunca.
El Vestuario de los 2 para ir al trabajo seria supervisado cada dia por Paula y ella no podría ir jamás con pantalones, siempre con faldas por encima de las rodillas y si hiciera frio se le permitiría llevar medias, nunca pantis.
El uso de la ropa interior lo dejaba al criterio de Paula, asi como el uso de juguetes en el trabajo: bolas chinas, plugs, etc.
Estaba muy contento de cómo estaban saliendo las cosas. Cada día al llegar a la oficina, pasaban a mi despacho y allí les inspeccionaba. Les hacia desnudarse ante mí y veía si traían algún juguete introducido en su cuerpo. El primer día que José vino con un plug, lo supe antes de que se desnudara.
- ¿Qué pasa José? Estas muy congestionado hoy
- Señor. Paula…. Perdón, la señora Paula me ha introducido una cosa en mi ano que me está molestando mucho.
- Vaya, déjame ver.
Él se desnudó, se dio la vuelta y se agacho, y en efecto, la cabeza del plug apareció ante mí. Me pareció un gran detalle por parte de Paula.
Otro día, Sonia vino con una bola vibradora metida en su coño y la orden de Paula de entregarme a mí el mando a distancia. Me pase todo el día puteando a Sonia en los momentos más inoportunos. Siempre que veía que alguien iba a hablar con ella, lo ponía en marcha con una intensidad media. Ella intentaba contenerse con todas sus fuerzas, aunque de vez en cuando, algún suspiro se le escapaba. Si veía que iba controlando bien, cambiaba la intensidad a alta. Creo q se corrió unas 4 veces mientras trabajaba y fue un día memorable.
Un día, reuní a toda la plantilla para darles una noticia. Iba a haber una boda muy importante en Madrid de 2 personas muy ricas y nos habían encargado el Catering de esa boda.
- Bien tenemos en Catering de la boda de xxxxx e yyyyyy. Asi que ya sabéis lo que eso supone. Si sale bien será un gran espaldarazo para la empresa. Eso supondrá horas extras por parte de todos y el que mejor lo haga y mas trabaje, tendrán un incentivo final que no os desvelare por el momento y solo sabrá el afortunado.
Las caras de José y Sonia cambiaron al momento pues suponían cual iba a ser dicho incentivo. Al acabar la reunión fui a mi despacho y llamaron a la puerta. Fui a abrir y me encontré con José y Sonia allí, ambos con caras desencajadas.
- Adelante – dije.
- Señor, vera. Ese incentivo del que acaba de hablarnos no será lo nos tememos los 2.
- ¿Qué desfachatez es esa de querer saber cual es? – grite. He dicho que nadie mas que el beneficiado lo sabrá y asi será. Si os teméis algo, tenéis una forma muy clara de solucionarlo. Sed los mejores y asi el incentivo ira para vosotros.
Los 2 agacharon la cabeza y salieron del despacho. Yo la verdad es que estaba disfrutando de lo lindo con el sufrimiento de mis 2 perros.
Asi fue pasando el tiempo. Todos se desvivían por trabajar y el supuesto incentivo era la comidilla de toda la oficina. Solamente 2 personas sabían realmente de que se trataba dicho incentivo, y, lógicamente, no hablaban de él. José y Sonia también trabajaron muy duro con el afán de superar a sus compañeros y no tener que pasar por el mal trago de ser entregados a uno de ellos.
Llego el dia de la boda y todo salió estupendamente. Recibí felicitaciones de los organizadores, asi como de los novios con la promesa de que me iban a recomendar a todas sus amistades.
Al día siguiente, llegue a la oficina. Realmente contento. Reuní de nuevo a la plantilla y les informé de que al fin habíamos despegado. Les conté las felicitaciones que habíamos recibido y lo contentos que habían quedado los novios, asi que, para celebrarlo, les di 3 días extra de vacaciones desde ese día. No podía dejar la oficina vacía asi que la mitad fue desde el día siguiente y la otra mitad a continuación.
Se les veía realmente contentos, a todos menos a 2. Les dije que respecto al incentivo prometido no me había olvidado y que hablaríamos la siguiente semana cuando estuviéramos todos en la oficina, pero que no se trataba de un premio económico. Eso disparó aún más la rumorología sobre de que se trataría y yo me retiré dejándolos a todos imaginando.
Asi paso la semana, entre las miradas suplicantes de los perros y el placer de ver su humillación. Todos los días se quedaban después del trabajo y se desvivían por hacerme feliz, pensando en que asi le levantaría la carga que tenían sobre ellos.
Y llego el día. Reuní a toda la plantilla y les dije que era el momento de dar el premio prometido:
- Vamos a ver – dije. Es el momento que tanto habíais estado esperando, el de saber quién es el ganador del trofeo que os tiene a todos intrigados.
Cogí unos papeles que tenia del evento de hace 1 semana y mirándolos dije:
- Resulta que hay un empate.
Un gran murmullo corrió toda la oficina. Se miraban unos a otros como desconcertados y más cuando dije que los afortunados eran un hombre y una mujer. En ese momento José y Sonia sonrieron al pensar que habían sido los ganadores y no iban a tener que pasar por el trago de estar con sus compañeros.
- Los ganadores son…… de contabilidad Leyre y de compras Mario.
A mis perros se les borro la sonrisa de inmediato. Era cierto que no había habido un empate, sino que yo quería que fueran un hombre y una mujer los premiados, por eso lo escogí a ellos.
Leyre era una mujer muy bonita. 1,70 de estatura con una 95c de pecho y un culo de excelentes proporciones. Desde el principio había mirado con recelo a Sonia ya que hasta el momento era la mujer mas guapa de la oficina y se le notaba cierto desprecio hacia ella en todo lo que hacía.
Mario era un hombre muy divertido. Tenía 57 años, una gran barriga de las que se dicen cerveceras, muy poco pelo y un bigote. Lo cierto es que no era muy afortunado. Estaba soltero y todo lo que tenía de feo, lo tenía de simpático.
Asi, llame a los 2 al acabar el trabajo a mi despacho. Llamaron a la puerta y pasaron. Se extrañaron algo al ver allí a José y Sonia tambien. Se les vio cara un poco enfadada pensando que tendrían que compartir el premio con 2 personas más, pero, educadamente, no dijeron nada.
- Enhorabuena a mis ganadores – dije. Habéis sido 2 máquinas trabajando muy duro para conseguir el éxito deseado y ahora quiero agradecéroslo dándoos el premio prometido.
Su cara tornó en una sonrisa.
- Bien. Aquí lo tenéis.
Los 2 se miraron extrañados sin entender lo que yo quería decir. A mí se me dibujo una sonrisa en la cara. Me di la vuelta y mirando a José y a Sonia les dije
- Desnudaos.
- Señor, por favor – dijo José.
- Solo lo diré una vez más, desnudaos.
Los 2 bajaron la cabeza y comenzaron a desvestirse. Las caras de asombro de Leyre y Mario iban cada vez a más. No entendían nada y se les veía en la cara, asi que les explique.
- Los 2 perros que veis delante son míos. Son mis mascotas y podréis disfrutar de ellos si quereis. Antes de eso, tendréis que firmar un documento en el que prometéis no decir nada de esto a nadie.
- ¿Qué les podremos hacer? – dijo Leyre.
- Todo lo que queráis, siempre que no les produzca un daño irreversible, ni físico ni personal.
- ¿Cuánto tiempo tendremos? – dijo Mario.
- Hoy es Viernes, asi que tendréis hasta el Lunes para disfrutar de ellos, eso sí, será en su casa donde estaré yo tambien presente para cuidar de mis perros y que no os excedáis con ellos.
- Me parece perfecto – dijo Leyre.
Dicho esto, procedieron a firmar los documentos que luego yo recogí y guardé en mi caja fuerte.
Estaré encantado de vuestros comentarios en garvil42@hotmail.com . También podéis agregarme para hablar si queréis.