La oficina - Capitulo 2 - Victoria y Carlos

Dos nuevos personajes aparecen para cruzar sus vidas de manera excepcional, eventos inesperados que cambiaran sus vidas, decepciones y un romance diferente que esta por nacer, pero aun hay mucho camino por recorrer.

CAPITULO 2

Victoria y Carlos

El reloj marcaba las dos de la madrugada, una pareja salía presurosa del mejor bar de la ciudad, por aquellos tiempos. Tal bar estaba situado en la zona rosa de la ciudad y era frecuentado por una muchedumbre de jóvenes dispuestos a divertirse hasta bien entrado el nuevo día. La principal característica del lugar era su restringido derecho de admisión, lo que terminaba generando una larga fila de espera, para aquellas personas que no tenían cierta influencia o poder económico era casi imposible entrar, pero de todas formas se agolpaban en los alrededores esperando un golpe de suerte y sean elegidos para entrar. Aun a esas horas de la mañana los alrededores continuaban repletos de jóvenes que deambulaban, el lugar era una sensación el hecho de estar cerca ya era un gran privilegio, entre los transeúntes también había periodistas a la casa de algún famoso saliendo del lugar, otros resignados bebían o fumaban sin más que hacer.

Victoria caminaba presurosa, tratando de esquivar la gente como si algo la avergonzara y quisiera huir lo más rápido posible, tras ella su amigo Carlos se movía torpemente tambaleándose y de vez en cuando chocando con los caminantes, luchaba por alcanzarla, pero Victoria era más ágil, alcanzó un taxi que la esperaba. Cerró la puerta con violencia, esperando que su acompañante reniegue de seguirla y se pierda lo más lejos posible. Para mala suerte de Victoria, al poco tiempo Carlos dio alcance al taxi, justo cuando este empezaba a moverse, Carlos abrió la puerta del auto y se lanzó al interior cayendo de bruces sobre el asiento posterior y con sus pies aun sobre el pavimento, logró hacerse del tapizado e introducirse, mientras el taxista frenaba bruscamente algo preocupado por el bienestar del muchacho. Victoria miró con desagrado la escena, por demás embarazosa, pero no hizo el más mínimo intento por ayudar a su amigo, únicamente volteo su mirada a la ventana derecha y cruzó sus piernas, restando importancia a lo que había pasado, el taxista en cambio salió del auto y cerró bien la puerta por donde se había introducido el chico, se aseguró que todo estaba bien y se acomodó nuevamente, suspirando resignado, como si no hubiera sido la primera vez que miraba algo parecido, entonces arrancó, mientras con su voz ronca preguntaba - ¿A dónde los llevo?

Victoria, contestó con voz parca, remordiendo sus dientes, – siga derecho - su noche había sido un verdadero desastre, para empezar Carlos había asistido a su cita sin auto, según dijo así se sentía más libre y tranquilo para disfrutar la noche, Victoria en cambio se sentía algo humillada, jamás nadie antes la había tratado de esta forma, estaba acostumbrada a las comodidades y facilidades que brinda tener mucho dinero ahora se veía obligada a tomar un taxi para moverse por la ciudad, algo por demás insultante, desde su punto de vista. Para rematar su noche Carlos había exagerado en la bebida, estaba completamente ebrio, casi no podía articular palabra y no estaba segura de cómo debía comportarse en esta situación. Carlos en cambio estaba feliz, tenía una mirada perdida pero gloriosa, envalentado por todo el alcohol que había bebido, se sentía dueño del mundo, inmortal, por eso había abordado de esa manera el coche, sin medir el peligro. Calos tarareaba lo que parecía ser una extraña melodía, mientras su rostro dibujaba una sonrisa entre deforme y nerviosa. No era para menos. Carlos quería desfogar toda la emoción que llevaba dentro, pero no fue prudente con la bebida y las consecuencias eran obvias, aunque él no parecía notarlo, un poco de alcohol me hará sentir mejor y actual más seguro, pensaba, Pero Carlos no acostumbraba a beber y esas pocas copas estaban afectando sus sentidos.

Carlos había soñado con este día siempre, su fantasía se había hecho realidad y no sabía bien como pasó. La misma Victoria le había hecho una propuesta que no podía rechazar, le había ofrecido, lo que tanto añoraba, una oportunidad para tener una relación de pareja. Al fin después de tantos años de haber amado a esa bella mujer, el amor de su vida, aceptaba ser su novia o al menos eso era lo que entendió. Victoria había sido su compañera de estudios en el colegio y luego de universidad. Carlos escogió su carrera únicamente para estar cerca de Victoria, eran vecinos, la veía casi todos los días. Una noche hasta llegaron a besarse, pero de ahí no pasó, para desdicha de Carlos al siguiente día ella le dijo, que era un error, que solo había bebido demasiado, que ella jamás querría una relación con alguien a quien consideraba su amigo. Carlos había perdido todas las esperanzas, incluso había empezado a salir con alguien, pero una llamada lo cambió todo. Lo que Carlos escuchó fue tan sorprendente que llegó a pensar que era una broma, entonces la abordó a la salida de su casa, hablaron un buen rato y Victoria le confirmó todo, le dijo que ella siempre se había sentido atraída por él y que le gustaría intentar una relación seria. Carlos quiso saltar de emoción rodearla con un abrazo pero Victoria le advirtió que no sería tan fácil, todo tendría que pasar este día, con una cita formal, si Carlos se esforzaba para que todo salga perfecto, ella lo convertiría en su novia oficial. Para completar la misma Victoria había ofrecido sellar su relación accediendo a cualquier intención que él tuviera para con ella, - ya somos adultos- le dijo mientras le cerraba un ojo coqueta - y capaces de tomar nuestras propias decisiones… Tú me entiendes.

Victoria no tenía intención de regresar a su casa esta noche, pretendía terminar la velada en algún lujoso motel con su recién adquirida pareja, ese era el tipo de trato al que ella estaba acostumbrada. Victoria, es una chica de clase alta, vive en un prestigioso barrio al norte de la ciudad, había tenido algunas parejas en su vida, para entonces cursaba sus veinte y seis años de edad, estudiaba una maestría y pretendía viajar a realizar una especialización. Su vida académica era muy exitosa, así como su vida social, pero nadie había llenado por completo ese espacio vacío, que era su vida amorosa. Solo recordaba una época en la que fue completamente feliz y eso fue junto a su única amiga. Aquella con quien compartió su infancia y todos sus secretos, aquella con quien una noche de tantas que pasaron juntas, descubrió algo especial, algo diferente, algo que surgió como un instinto natural, un deseo reprimido, un sentimiento único que lo supieron expresar con caricias y besos. La inocencia y la pasión se juntó esa noche, ambas sucumbieron ante sus lívidos y desataron un cariño único, un amor para lo cual parecían haber nacido. Esa noche tuvieron algo más que sexo, algo como un inusitado despilfarro de placer, algo como un sentimiento impropio o un deseo de libertad. Esa cama, la cama de Victoria, fue el testigo mudo del nacimiento de un amor diferente, un amor lesbiano.

Los besos fueron solo el inicio, Victoria siempre fue una chica precoz y dominante, había besado hombres a su corta edad, lo hacía como diversión y no por gusto propio, pero esta vez, la lengua inexperta de su amiga, detonó en ella un impulso único en lo más profundo de su vientre, un pequeño calor. Ella lo interpretó como amor, el verdadero amor, entonces no pudo detenerse más, sedujo a su amiga, la incitó a seguir, se deshizo de las delicadas prendas de su amiga y jugueteó con unos delicados pezones que apenas habían terminado su desarrollo, de nada sirvió los reiterados intentos por detenerla. Victoria se echó encima cubrió con una mano la boca de su amiga mientras saboreaba cada centímetro de un par de senos que a esa edad ya eran grandes. Los disfrutó y no se detuvo hasta que su amiga empezó a retorcerse de placer, entonces retiró su mano y dejó que gimiera, se detuvo un rato y luego continuó besando, hasta llegar al ombligo de su amiga. Desde ahí pudo percibir el aroma que despedía fruto la excitación del momento. Victoria enloqueció, se embriagó con el exquisito sabor de su amiga, retiró cuidadosamente una prenda empapada de jugos, se lo llevó a la nariz y luego a sus labios saboreando cada gota de ese líquido nuevo, pero completamente apetecible. Luego tomó la prenda y le puso en la boca de su amiga, esta quiso rechazarla pero la excitación fue más. Victoria volvió a bajar, esta vez se disponía terminar lo que había empezado, lo hizo despacio, lamiendo por completo la piel perfecta de su amiga, concentrándose en esos muslos largos, perfectos, sensibles a cada roce hasta que de pronto fue a colocar su lengua en el propio sexo de su amiga, lamió desde los labios menores hasta el clítoris, mientras absolvía todos esos jugos su amiga saltó y hubiera gritado desesperadamente de no ser porque su boca estaba atorada con la ropa interior. Victoria no paro de beber los líquidos hasta que su amiga se retorció y cayó rendida, acompañada de suaves estremecimientos de todo su joven cuerpo.

Aquel amanecer fue diferente para las dos, ambas sucumbieron ante sus instintos, desde entonces eran inseparables la una de la otra. Pasaban horas en sus habitaciones conociéndose, dedicando días enteros a explorar su sexualidad y sus cuerpos. Un día Victoria junto a su amante perdió la virginidad, fruto de un juguete sexual con el cual habían querido experimentar. Estaba feliz de lo que había logrado, entendió que este jamás hubiera sido un momento especial junto a un hombre, su amiga solo la abrazó y le brindó todo su cariño, compartió cada momento como algo de pareja, le dio fuerzas para continuar, este era un momento de mujeres un momento de dos sexos cóncavos, un insensible hombre no se merecía tener ese privilegio, se prometió a sí misma, jamás entregarse a uno, hubiera querido inmortalizar ese momento nunca más separarse de su amiga, del único amor de su vida.

Un día los padres de Victoria empezaron a sospechar, ese día nunca lo olvidó, reunieron a las dos chicas y les hicieron saber que tal cosa es reprochable en el círculo social al que pertenecen. Pensar siquiera en tal cosa era inaceptable y de continuar tendrían que separarlas definitivamente. Pero lo que las chicas entendieron, fue que debían prepararse para guardar las apariencias, conseguir uno que otro novio que llegara a la casa, para que sus padres pensaran que eran chicas normales. Llevarían una vida normal o por lo menos lo que sus padres entendían como normal. Así vivieron las dos amigas y amantes, oscilando entre uno u otro caballero que se enamoraba de ellas, mientras escondían su vida de amor y desenfreno lésbico. Victoria jamás tuvo relaciones sexuales con un hombre, para ella eso era algo inaceptable. Todo parecía marchar de maravilla hasta que cierto día, su gran amiga le dijo que no deseaba continuar la relación, pues había encontrado al amor de su vida y era un hombre, terrible fue afrontar esta decepción para Victoria, esto incrementó aún más el desprecio que sentía por los hombres, desde ese momento esos seres se habían convertido en más que detestables, para ella eran una competencia. Desde aquel día aumentó su deseo de llevar una doble vida, seguir engañando hombres, con los que nunca llegaría a nada y acostándose con ciertas mujeres que le complacían todas sus pasiones.

Pero hoy era diferente, la madre de Victoria le había puesto un ultimátum, debía buscar un buen hombre que haga honor a su apellido y formar una familia antes que se pase su tiempo, por ningún motivo la familia podía admitir una solterona y menos una lesbiana. Victoria le explicó que era demasiado joven para establecer una familia, que ella tenía otras aspiraciones profesionales, pero su madre no se creyó el cuento, la encaró y la retó a negar que era lesbiana mientras la miraba directo a los ojos, Victoria no pudo contener la inquisitoria mirada de su madre, llorando y gritando que no era lesbiana. Eso fue suficiente para entender su difícil situación, empezó a buscar soluciones, llamó al amigo de infancia uno de aquellos con los que había sido parte de sus juegos descarados, estaba decidida a acostarse con él esta noche, ese era su plan, lo primero que tenía que hacer es acostumbrarse a tener cerca un hombre y luego buscar uno que cumpla los requisitos de su madre. Para Victoria nunca fue difícil encontrar un novio que cumpliera todos sus deseos y caprichos, para luego dejarlo cuando se canse de él. Victoria es una mujer hermosa, segura de sí misma y sabia como jugar con sus encantos, después de todo, tener un hombre a su lado era más fácil que conseguir una buena amante, escogió a Carlos, no solo porque lo conocía mucho tiempo y sabía que era su eterno enamorado, además era atractivo para las mujeres y lo más importante, era el único hombre al que tenía cierta confianza, pensó que entendería su torpeza en asuntos sexuales para con los hombres. Al menos eso esperaba Victoria, pero algo andaba mal. Carlos esa noche se había pasado de tragos y ya no estaba tan segura de haber tomado la decisión correcta, quizás era momento de cancelar todo y mandar por un tubo a su desdichado acompañante, pero le detenía la imagen de su madre, hablándole de la urgencia de buscar pareja.

Victoria sentada del lado derecho del taxi tenía la mirada perdida mientras, en la oscuridad de la noche los vehículos junto a ella, Carlos decía algo sin sentido, al menos así le parecía a Victoria, ya no estaba segura de lo que estaba haciendo, sintió entonces ganas de decirle al taxista que mejor la lleve a su casa, estaba a tiempo de arrepentirse. Pero no sabía cómo hacerlo, no le importaba para nada Carlos pero si estaba atormentada por los comentarios de su madre, la conocía perspicaz como ninguna, era una cualidad que había heredado, jamás se dejaba engañar por nadie, si le había hablado de esa forma, algo debía saber y eso podría arruinar todos sus planes futuros, no podía permitir eso.

Victoria conocía muy bien esa calle, había pasado muchas veces por ahí, al final de la misma se encontraba unas lujosas oficinas en las que su tía había instalado un afamado negocio de venta de computadores. Victoria pasó muchos días ahí, aprendiendo del negocio de su tía, esperaba pronto formar una sociedad y hacerse cargo de sus la empresa, grandes esfuerzos y gratos recuerdos había dejado en aquel lugar, a su pesar, la vida a había tomado otros rumbos, hace algún tiempo había dejado de frecuentar el sitio sin embargo por ahí le encantaba pasar cerca y verlo, aunque sea de lejos.

Esta vez fue diferente, cuando el taxi se acercaba a la última intersección de la larga avenida, notó algo que le extrañó demasiado, de inmediato salió de su abstraído pensamiento, primero se asustó, luego pasó a estar indignada, al parecer dos tipos intentaban forzar las puertas, se notaban sospechosos pues se arrimaban mucho a las puertas y parecía no poder abrirlas, eran justo las oficinas de propiedad de su tía, Victoria se enfureció, no podía creer lo que estaba pasando, no pensó más y ordenó al taxi que se detuviera, Victoria era de las que no pensaba dos veces las cosas antes de actuar, en cuanto paro el taxi salió, como una loca, gritando sin control.

¡Hey!, ustedes ladrones, sin vergüenzas que están haciendo.

En ese preciso momento las dos sombras lograron abrir la puerta y entraron al local, sin prestar atención a los gritos de la chica que corría por media calle, Victoria corrió y llegó rápidamente a la puerta principal, justo antes que estos pudieran cerrarla Victoria empujó la puerta y empezó a gritar, -ladrones, ladrones...

Continuará...