La oficina - Capitulo 1 - El bar
Lo que había empezado con una noche de festejo por el aniversario de Mishelle y Juan, de pronto se convierte en un Caos, peleas, decepciones y desamores, parecen aniquilar la velada, pero les pudo preparar para lo que estaba por venir.
CAPITULO 1
El bar
Juan bebía en la barra de un bar con su amigo Federico, sostenía un vaso de licor con su mano izquierda mientras con la derecha apuraba un cigarrillo, Juan odiaba fumar, pero esta vez lo hacía más por despecho que por gusto propio, quería únicamente intoxicar su cerebro y olvidar las últimas dos horas de su desdichada vida. Juan mantenía su mirada fija en la nada, su amigo estaba junto a el, pero el parecía estar solo, aislado del mundo que lo rodeaba, zambullido en su mar de problemas. Juan se había reunido con sus amigos en el bar en el que ahora se encontraba, hace apenas unas dos o tres horas, tenía la intención de pasar un buen momento en compañía de aquellas personas a las que estimaba, sin embargo esta vez las cosas no habían salido bien.
En la mente de Juan no cabía una posible solución para el problema en el que se encontraba, el mismo había provocado, conocía bien el carácter firme de su novia Mishelle, sabía que ella no daría su brazo a torcer, justo este día cumplían su tercer aniversario, Juan había planeado algo especial, pero nada ocurrió como él lo esperaba, no entendía porque las cosas tenían que pasar justo ahora, antes de hoy su relación había sido casi perfecta, a su mente acudían imágenes de todos sus aniversarios anteriores, especialmente del primero, el cual coincidía con la primera vez que tuvieron relaciones sexuales, cuando aún eran solo unos estudiantes, cuando las cosas eran tan simples, no hacia falta el dinero.
Un día como este, hace dos años, se habían encontrado con sus dos entrañables amigos Nancy y Federico, quienes a su vez compartían la gran noticia de ambos habían empezado una relación, la sorpresa y la emoción fue tal, que decidieron festejar las dos parejas, no hizo falta ir a algún lugar especial, fueron los cuatro al departamento de Nancy, vasto pedir algo de comer y unas cuantas botellas de alcohol, la vida era tan simple entonces. Para Juan esa noche fue inolvidable, después de haber pasado un buen rato con sus amigos Nancy les ofreció el segundo dormitorio de su casa, el cual estaba disponible y podían hacer uso del mismo, Mishelle estaba algo escéptica y hubiera preferido quedarse con su amiga, como lo habían hecho varias veces antes, pero está ahora tenía pareja y todo indicaba que tenían pensado dormir juntos, cosa que para Mishelle representaba un gran problema, ella sabía muy bien que Juan intentaría aprovecharse de la situación y aunque ella disfrutaba de las caricias y los juegos atrevidos de Juan, jamás habían llegado al coito, las pocas veces que habían estado a solas ella lo había detenido a tiempo y este no había podido concretar el acto.
Pudo ser el alcohol que Mishelle llevaba encima, ese día terminó cediendo, quiso quedarse en casa de su amiga, lo cual significaba pasar la noche completa con Juan, esperaba tener la suficiente fuerza de voluntad para no ceder a sus instintos, se sentía nerviosa, pero había tomado una decisión la cumpliría sin importar lo difícil que fuera, la pareja entró a la habitación con una sola cama en el centro, Juan se recostó inmediatamente arrojando sus zapatos por donde podía, de inmediato llamó a Mishelle, ella lo ignoró, tomó asiento frente a la peinadora que había en el dormitorio, entonces empezó a desatar su cabello y cepillarlo frente a Juan, a este la visión le pareció hermosa, amaba tanto a esa mujer que había esperado pacientemente sin insistir demasiado o tratar de convencerla para tener sexo, prefería esperar que ella misma esté segura y decida dar el gran paso, Juan podría haberla convencido mucho antes, pero sentía que esta vez era diferente o quizás porque Mishelle le había confiado a Juan, que era virgen, antes de él no había estado con ningún hombre y que pese al enorme placer y excitación que sentía a su lado, tenía mucho miedo de llegar a concretar el acto. Mishelle es una mujer chapada a la antigua y firme en sus decisiones, ella quería llegar virgen al matrimonio, al menos eso pensaba hasta que llegó Juan, ahora no estaba segura, que iba a hacer toda la noche con este hombre, lo conocía travieso como ninguno y capaz de provocarle el mayor placer sin necesidad de retirarle una sola prenda de su ropa, - ¿Qué piensas tanto? – Preguntó Juan – No sé dónde vas a dormir tú – respondió – donde mas, aquí junto a tí – Sabes muy bien que no estoy segura Juan. – Tranquila no va a pasar nada que tu no quieras que pase.
Gran parte de la noche transcurrió entre discusiones amenas y coqueteos, hasta que al fin Mishelle se acercó a Juan y lo besó delicadamente, esta tomo asiento sobre Juan frente con frente, Juan a su vez estaba sentado sobre la cama, por todo el cuerpo de Mishelle recorría un calor que nunca antes había sentido, se incrementaba con cada caricia atrevida de su novio, hace tiempo que había permitido que este la tocara por completo, pero sin retirarle ninguna de sus prendas, Juan recorría el cuerpo entero de su novia, deleitándose de esos hermosos senos, sin nunca haberlos visto, gozaba rozando unas perfectas nalgas aun sobre las ropas, parecían bastante bien perfiladas, la noche era mágica y la pasión de los jóvenes desbordaba toda la habitación, de alguna manera, en algún momento Michelle se dio cuenta que su novio le había retirado parte de sus ropas, Mishelle lucía hermosa con un top negro que cubría como podía un par de senos grandes pero nunca explorados desnudos por Juan, eran hermosos, solo por el hecho de despertar su imaginación, en la oscuridad de la habitación la piel blanca de Mishelle brillaba, la luz que emitía solamente era opacada por las mechas rizadas de cabello negro, su rostro era claro, de facciones finas, con delicados y carnosos labios rojos, rostro de un ángel decía el propio Juan, rostro que acompañaba gestos únicos e inocentes, Mishelle continuaba sentada sobre Juan apenas con su ropa interior encima, Juan para ese entonces ya tenía su torso desnudo, miraba fijamente a esta mujer en todo su esplendor, Juan había estado con muchas mujeres antes de Mishelle, se había divertido mucho pero sabía que esta era la oportunidad de cambiarlo todo, estaba perdidamente enamorado de Mishelle y no podía ocultarlo.
Pasaron un buen tiempo solo mirándose los dos, sin decir nada hasta que la misma Mishelle en algún momento tomó la delicada tira del sujetador sobre su hombro, la cual sostenía uno de sus senos y de inmediato la retiró, dando la señal a Juan para que continuara, este no esperó mas, llegó el momento que tanto había deseado, Mishelle no había dicho nada pero bastaba con mirar sus limpios ojos para saberse aprobado. Juan se deshizo completamente de la delicada ropa interior de su novia para poder devorar completamente el divino cuerpo de su novia, empezó por los hermosos senos blancos, besó toda su piel perfecta hasta llegar al lugar prohibido, al idilio de éxtasis, un sexo único y hermoso, degustó todos los fluidos de su amante, dándole un placer nunca antes conocido por Mishelle, en alguna ocasión habían hablado de tener sexo oral y extrañamente a Mishelle no le disgustó la idea Juan recordó claramente esa conversación y por tal razón empezó dándole ese tipo de placer, pero Juan quería más, quería hacerla suya completamente, en la madrugada del nuevo día al fin Juan pudo penetrar el sexo de su novia por primera vez, tarea difícil pero gratificante, el dolor de Mishelle lo ahogó gemidos de placer, disfrutando cada estímulo como si fuera el último, fundiendo sus cuerpos como si fuera su última oportunidad de regocijarse a causa de estos placeres, Mishelle alcanzó su primer orgasmo a las tres y veinte y cinco de la madrugada, de ahí en más logró al éxtasis varias veces, Juan recordaba perfectamente cada detalle de ese momento, de esa noche, como si hubiera sido ayer, por primera vez había hecho el amor, todo lo anterior había solo sexo.
Esa madrugada Juan se convirtió en la más sublime ilusión, que jamás antes Mishelle hubiera tenido, se prometió a sí misma, pertenecerle completamente y por siempre, para Juan esta experiencia también fue única, fuera de lo normal, cambió completamente su vida y se prometió ser fiel, cosa que antes siempre le había costado demasiado, ambos estaban seguros de haber encontrado su alma gemela, el mundo entero no sería capaz de acabar este amor que sentían y todas esas irracionalidades que la gente se jura cuando siente lo que creen es el amor eterno, hoy dos años más tarde Juan había discutido con su novia y no era cualquier discusión él sabía que este era el final de tan hermosa relación, nada podría cambiar, al menos eso era lo que Juan creía, no bastaba con todos las imágenes que revoloteaban en la cabeza de Juan, además tenía que aguantar a su amigo, que para estas horas ya estaba bastante pasado de tragos, Federico solicitaba insistentemente una respuesta clara a su pregunta necia, Juan empezaba a sentir los efectos del alcohol y poco a poco su paciencia se agotaba, cualquier momento soltaba una grosería, en esas circunstancias sería algo normal en él.
- Juan, por favor respóndeme con la verdad, si eres mi amigo, yo no te voy a acusar por nada, pero debes ser sincero conmigo.
- Federico por favor, ten cuidado con lo que estás diciendo, Nancy puede estar cerca, no está bien que hables así de ella.
- ¡ah!, ¿te digo que me respondas?, yo sé muy bien que Nancy es una cualquiera, una perra que nunca me ha respetado, ahora lo sé, la muy puta se ha revolcado con cuantos ha podido, ahí mismo en nuestra oficina, pero ...
En ese preciso momento apareció Nancy como una ráfaga, nadie supo de donde había salido sino hasta que estuvo plantada tras los dos amigos, llevaba un rostro indignado como si no diera crédito a todo lo que acababa de escuchar, Nancy, llevaba un vestido corto rosado, entallado a su cuerpo, dejaba ver sus hermosas y contorneadas piernas, su envidiable figura y su bronceada piel, Nancy era hermosa pero de un carácter firme, ella siempre sabía lo que quería y jamás se dejaba sobajar por nadie, era comprensible el enfado que le producía que este momento en particular, tenía su rostro marcado por la ira de sentirse humillada por su propio novio en un lugar público, Nancy nunca permitía que hablen mal de ella, era una mujer explosiva y su mano no temblaba si tenía que poner en su lugar a alguien o defender su dignidad. Juan conocía bien a Nancy, sintió un escalofrió en su nuca apenas percibió su presencia, le vino a la mente algunas situaciones pasadas cuando eran estudiantes, sin la menor vergüenza había atacado a una de sus compañeras cuando esta se atrevió justamente a llamarla ramera. Nancy estaba ahí entre a los dos hombres y parecía inevitable un mal desenlace.
– ¡Federico! ¿qué diablos te pasa?, por lo menos respeta que estoy presente, como puedes decir esas cosas.
– Tú sabes que tengo razón.
– No me importa si tienes razón eres un patán.
– Ya basta - dijo Juan tratando de aplacar los ánimos –
– Pero Juan es que no te das cuenta las cosas que dice tu amigo.
– Déjalo, está ebrio, creo que mejor nos vamos.
– No – gritó Federico, la escena se tornó tensa la gente alrededor regreso la mirada a lo que parecía un conflicto-, no nos vamos a ninguna parte, nos quedamos aquí bebiendo, mi amigo tú debes quedarte conmigo, recuerda que a ti también te dejo Mishelle, estás solo y tienes que beber conmigo – Las palabras lastimaron a Juan pero sabía que tenía razón.
En ese momento Federico intento levantarse, pero el cuerpo ebrio lo venció y cayó de espaldas estrepitosamente, Nancy y Juan intentaron levantarlo lo mejor que pudieron mientras Federico gritaba ya algunos improperios casi incomprensibles, todos a su alrededor observaban atentos el espectáculo, en ese momento se acercó la gente de seguridad quienes les informaron delicadamente que era hora de retirarse.
Llamaron de inmediato un taxi para que pase a recogerlos, pues ninguno de ellos acostumbraba a manejar cuando iban a festejar, o salían a alguno de los lugares de diversión cercanos, era una práctica muy común en los jóvenes conscientes de la época, aunque también era muy común los accidentes cada fin de semana. Nancy, Mishelle, Federico y Juan eran jóvenes abogados que habían abierto recientemente un estudio jurídico en sociedad, lo hicieron en un lugar céntrico de la ciudad, acostumbraban a dejar siempre sus autos ahí a buen resguardo, mientras se movilizaban por la ciudad en taxi, cuando se pasaban de alcohol, se quedaban a dormir en la oficina, para eso habían acondicionado el lugar con dos sub-oficinas que cumplían todas sus necesidades básicas, sofás-cama baños con ducha, siempre guardaban mudadas de ropa en caso de necesitarlo. Juan y Nancy jalaron a Federico como pudieron hasta la salida del bar, este continuaba necio gritando a todo el mundo groserías, o acusándolos de haberse acostado con su novia, Federico solía beber mucho pero jamás se había comportado de esa forma, algo realmente preocupante debió haber pasado durante la conversación que tuvo con Marcelo pocas horas antes, eso tuvo que haber provocado este efecto, al menos eso era lo que Nancy se imaginaba.
Mientras esperaban el taxi ya en la calle, Federico no resistió más y término vomitando un par de veces, Nancy no podía contener el desagrado que el momento le producía.
– ¿Qué hacemos ahora Nancy? – Preguntó Juan, sosteniendo a Federico con mucho esfuerzo.
– Esta ya muy tarde como para llevarlo a su casa. – Agregó Nancy -Y a la tuya tampoco puedes llegar en ese estado, además esa discusión con Mishelle te afecto bastante, yo tampoco puedo ir a mi casa es muy tarde y mi tía debe estar histérica.
– Es mejor quedarnos en la oficina.
– Sí, creo que es la mejor opción.
En ese preciso momento llegó el taxi, subieron a él he indicaron la dirección a la que debía llevarlos, el taxi arrancó y llevó a los tres ocupantes en el asiento posterior, Federico al medio Nancy y Juan uno a cada costado.