La Oferta IV

Para toda la gente que amablemente me ha pedido una segunda trilogía de "La Oferta". Para los que nunca la han leído, recomiendo su lectura antes de iniciar La Oferta IV. Sergei y Julián. Julián y Sergei.

-¿Te pido algo Julián?

-Vale, pero algo sin alcohol, creo que no tardaré en irme a casa…

-Joder qué soso estás, mira el montón de nenas guapas que hay aquí esta noche, y todas pidiendo a gritos que les demos  cariño…snif,snif – olfateó Rafa el aire- ¿ No lo notas?  Aquí huele a flujo, a braga mojada, a chocho húmedo, a almeja al vapor, a…

-¡Rafa! ¡Ya!- interrumpí en tono cortante

- Bueno, bueno…Pero que conste que yo lo único que quería decir con eso es que hay un pibonazo en la barra que no te quita ojo. La rubia del top negro para más detalle. Esa está pidiendo a gritos que le enseñes las virtudes del pequeño “juliancito”.

-¿El pequeño “juliancito”?- pregunté incrédulo. –Tío, Rafa, te estás volviendo de un cursi…- añadí, buscando picarlo . - Antes hubieras dicho algo más parecido a: “Esa está pidiendo a gritos que le pongas el flujo a punto de nieve a base de lengüetazos y le dejes el potorro hecho escarcha”...

-¿Potorro?, ¿Potorro?- preguntó por 2 veces sorprendido . –Yo nunca diría esa vulgaridad. Conejo, higo, raco, chocho, chochete, chochazo, chochín y demás variantes, coño, felpudo, cueva, raja, chichi, vulva, vagina, tomate, mazapán… ¡Pero potorro,  JAMÁS!

-¿Mazapán?, ¿Cómo que mazapán? Nadie usa mazapán para referirse al coño.

-Mi abuela lo usaba.

-Me da igual lo que dijera tu abuela. Es absurdo. Ningún tío le dice a una tía: “nena te voy a comer el mazapán”.

-Mi abuelo sí, como es  toledano...

-Mira tío, paso de ésta conversación y no digamos del mazapán de tu abuela…

-Vale, pero insisto, potorro es vulgar…

-Ahora va a resultar que he salido de fiesta con Antonio Gala…

No acababa de pronunciar las últimas palabras cuando vi encaminarse  a Rafa hacia la barra y entablar conversación con la rubia susodicha. Miré mi reloj, eran las 2,30 de la madrugada, cuando levanté de nuevo mi cabeza Rafa volvía hacia el rincón donde me hallaba esbozando una risa de triunfo en su cara

-Te la he dejado preparadita.

-¿Y quién te ha dicho que quiero conocer a esa chica?

-Pero que repelente estás esta noche, con el tiempo que hace que no salimos de fiesta juntos…

Rafa siempre sabía donde hurgar para ablandarme y llevarme a su terreno. Decidí mostrarme más receptivo.

-¿Y qué le has dicho?- pregunté esperando escuchar cualquier barbaridad

  • Nada Julián, lo que suele decirse siempre en éstos casos: “Dice mi amigo que quiere conocerte”.

-Pero que cabrón eres Rafa.

-Venga déjate de mariconadas y vete para ella que tiene unos ojos verdes que te mueres. Yo “pa” mi que no es española. Joder de verdad, Dios siempre le da pan a quién no tiene hambre… porqué si yo tuv…

Me alejé de Rafa hacia la barra y sus palabras se diluyeron con la música del local.

-Hola- dije sonriendo

-Hola -dijo ella

- Disculpa a mi amigo si te ha dicho alguna tontería.

-Bueno me ha dicho que querías conocerme. Acto seguido ha añadido algo cómo: “sí, ya sé que está muy bueno, pero yo la tengo más grande”. ¿Es eso una tontería?

-No, eso no es una tontería. Eso es mentira.

-¿Lo de que quieres conocerme ó lo de que él la tiene más grande?

-Me llamo Julián y la tengo más grande que él. ¿Satisfecha?

-Aún no. Soy Ingrid.

-Te conformarías con poco si ya lo estuvieras…Ingrid.

Ingrid y yo abandonamos la discoteca después de tomarnos una copa, dejando a Rafa en la barra con unos conocidos mientras de forma cómplice elevaba su pulgar. Subimos en mi Porsche 911 y conduje en dirección a mi ático. Ingrid no sólo era muy guapa, era también divertida e ingeniosa, pude comprobarlo en la escasa hora que hacía nos habíamos conocido.

La besé nada más cruzar el portal mientras acariciaba su rubia melena ondulada. En menos de un minuto entramos en mi piso y las manos de Ingrid desabrocharon mi camisa negra, mientras las mías bajaron la cremallera de su falda. Nuestras miradas se encontraron, efectivamente tenía unos ojos verdes espectaculares, acabé de desvestirla  y pegué mi cuerpo al suyo mientras volvía a besarla. Se estiró desnuda en la cama mientras yo me quitaba los pantalones y me tumbaba sobre ella. Mis manos morenas recorrieron su piel blanca acariciando sus senos firmes y turgentes. Ella empujó mi cabeza hacia sus pezones que lamí sin demora mientras sus manos revolvían mi cabello. Tras deleitarme con sus perfectas tetas y tomando la iniciativa descendí hasta su vientre y más aún, hasta su depilada rajita. Pasé mi lengua pausadamente por sus labios y acaricié su clítorix con mi pulgar arrancando los primeros gemidos de mi “partenaire”.  Mi ego masculino lo agradeció.

Tras unos minutos que no sabría especificar con precisión, me incorporé levemente y me deshice de los slips negros que cubrían mi masculinidad. Entonces me di cuenta. A esas alturas de la película mi pene siempre presumía de una contundente erección,  pero hoy se presentaba morcillón y poco más. Qué coño está  pasando me pregunté. La chica era preciosa, el momento perfecto, sin embargo,  mi miembro no parecía opinar lo mismo. Intenté concentrarme en Ingrid, pero la falta de rigidez en mi pene lo impedía. No, no, no es posible… Vamos. Pero los nervios se hacían más y más evidentes. Improvisando sobre la marcha acerqué mi pelvis a la cabeza de Ingrid en una pose que invitaba claramente a una mamada, así lo entendió también ella y tras sopesar con sus manos el volumen de mi paquete y el grosor de mi pene se lo introdujo en su boca con un suspiro que denotaba aprobación. La chica no era una experta mamadora, pero mi miembro cobró algo de alegría y lo sentí crecer, me relajé ligeramente y viendo que no llegaba a más la saqué de su boca, coloqué rápidamente un preservativo y la penetré. Vi en sus ojos cierta sorpresa dada la celeridad que tomaban los acontecimientos,  pero sonrió ante el placer que empezaba a invadirla. Bombeé suavemente unos pocos segundos y notando que la rigidez abandonaba de nuevo mi chorra,  aceleré mis movimientos de pelvis intentando que “aquello” no fuera a más. Ignoro si aquella preciosa rubia era consciente del cúmulo de nervios que estaba pasando, seguí moviéndome evitando su mirada y dirigiéndola a la unión de nuestros sexos, incrementé el ritmo buscando mi orgasmo consciente de que ella aún estaba lejos de alcanzar el suyo, pero sabedor de que si no me corría ahora ya no podría hacerlo pues la flacidez en mí seguía aumentando.

Ni siquiera gemí ligeramente, ni aumentó mi respiración, fue una eyaculación sin pena ni gloria…Mierda, joder…

-Ufff, follas bien- dijo ella

- Eh…sssí, sí supongo…Gracias.

Estuve tentado de responder:  y tú mientes bien. Pero no quería echar más leña al fuego.

Me sentía estúpido, con ganas de decir que esto era la primera vez que me pasaba, que yo nunca me corría antes que mis parejas, cualquier cosa. Sin embargo no dije nada, Mejor. Hay que saber cuando uno debe hablar y cuando callar, lo aprendí del comisario. Dios, el comisario, qué coño pintaba aquí, definitivamente todo esto era de lo más extraño.

Desperté a las 11 de la mañana con las sábanas enredadas en mis piernas y la cabellera de Ingrid sobre mi pecho, aún dormía.

Me removí ligeramente y sus preciosos ojos verdes se abrieron.

-Hola dormilona.

-Hola. ¿Qué hora es?

-Sobre las 11

-Es la hora perfecta para desayunar- dijo mientras jugueteaba con su mano en mi entrepierna.

-Joder, ¿Llas 11 he dicho? Tengo que ir a trabajar- mentí

-¿Un domingo?- preguntó escéptica

- Sí, lo siento,  soy policía y hoy tengo turno a las 12, no puedo llegar tarde de ninguna forma.

-Entiendo. Lo bueno si breve, dos veces bueno.

Me sentó como una patada en los mismísimos esa última frase. ¿Qué había querido decir? No quise pensar, estaba agobiado y se me notaba claramente. Ingrid se vistió tras una breve ducha y se marchó de mi casa. Suspiré relajado como a quién le han quitado una losa de 2.000 kg. Me metí de nuevo en la cama y me eché la sábana por encima. No estoy.

Me sobresaltó el sonido del interfono, miré a través de la ventana, era de noche, me levanté y me moví torpe por el parquet hasta el recibidor.

-¿Quién?

-Julián soy Rafa. ¡Abre!

-¿Rafa dices? Deberían haberte puesto  “Celestino”? Sube anda.

Rafa entró por la puerta y me vio todo despatarrado en calzoncillos en el sofá.

-Guau, qué imagen de calendario…

-¡Calla tonto el culo!

-El descanso del guerrero. ¿Te sacó el tuétano la valkiria?

No contesté, aunque un profundo suspiro salió de mi interior sin poder reprimirlo.

-¿Qué pasa? ¿No tienes fuerzas ni para hablar?

-Sólo hablo con gente cuerda, no con gente que se piensa que una valkiria es una tía rubia, aunque sea de Almería.

-Pues tenía pinta nórdica, no andaluza, que quieres que te diga. Bueno, ¿pero qué? Bien, ¿no?

Nuevamente no contesté.

-Joder Julián cuéntame algo que yo me quedé anoche a 2 velas…Ya que te busco la tía más buena de la discoteca,  por lo menos podías contarle a tu amigo un par de detallitos que me den vida esta noche mientras me la casco…

-De verdad Rafa, si no fuera porque te quiero tanto un día de éstos te mandaba a la mierda…

-Sí,  me quieres mucho, pero te follas a la rubia…

-Ja,ja,ja- reímos los 2

Era inevitable, Rafa siempre acababa sacándome una sonrisa, aunque te lo propusieras no podías enfadarte con él, de una forma u otra sacaba lo mejor de mí, tenía un talento natural para hacerlo y lo mejor de todo, sin proponérselo.

Le dije a Rafa que se quedara a cenar pues últimamente no nos veíamos tanto ya que yo seguía con mi excedencia en la comisaría. Decidí preparar algo ligero, unas hamburguesas de pollo y poco más. Nos sentamos en la mesa cuadrada de la cocina.

Empezamos hablando del curro, del nuevo compañero que le habían asignado y de los últimos recortes que habían llegado a la comisaría en forma de no renovación de ninguno de los vehículos ni motocicletas.

Fuimos abandonando el tema del trabajo y derivando en cosas más personales…Rafa me explicaba que había conocido una chica no hacía mucho. No se había acostado con ella, ni tan siquiera besado, lo cual le hacía pensar que  tal vez pudiera darse entre ellos algo más que una relación sexual ó tal vez, sencillamente la chica quería entrar de novicia en un convento.

-¿Y tú Julián?

-¿Yo? Pues aquí, allá. Ya me conoces,  como siempre…

-¿Puedo decirte algo Julián?- preguntó en un tono que denotaba preocupación y seriedad a partes iguales.- Ciertamente  te conozco y precisamente por eso no te veo como siempre…

-No hombre, no- contesté intentando transmitir normalidad- No sé porque dices eso.

-Vamos Julián, soy tu colega. Te lo consiento todo, menos que me mientas.

Desde el día aquel que vine a tomar el sol a la terraza hace 2 meses, te he llamado para salir algunos viernes o sábados y sólo ayer te viniste tras insistir toda la semana .  Apenas me llamas, cuando tú sabes que antes no había día que no habláramos. El par de veces que he venido a tu casa a verte te encuentro siempre apático, desparramado por el sofá o la cama como si fueras un preso de tu propia existencia cuando precisamente ahora tienes el dinero y el tiempo para disfrutar de la vida más que nunca y…

-Vale Rafa- le interrumpí -  Tal vez tengas razón, pero por favor no me digas que te miento porqué yo a ti jamás te he mentido, nunca, me oyes, nunca.

-Lo sé. Entonces, ¿Qué pasa?  ¿Acaso no es cierto lo que he dicho?

-No es eso Rafa. Es que… El problema es que ni yo mismo sé lo que me pasa, quiero decir que no sé porqué me comporto así.

-¿Con cuantas chicas te has acostado últimamente?

-No lo sé. ¿Qué tiene eso que ver?

-¿Cuantas?

  • 2 con la de ayer.

-Dios es peor de lo que pensaba.

-Tío no frivolices…

-Al contrario Julián, hablo completamente en serio, en 2 meses que yo me tire a 2 pibitas es lo normal, pero tú siempre te has follado a 2...por semana. Luego algo pasa. No sé si está relacionado con tu estado de ánimo o no, pero lo que es evidente es que en las últimas semanas estás haciendo todo al revés de lo que solías hacer, en todos los ámbitos y compruebo que en el sexual también.

Froté mi frente con mi mano derecha mientras bebí un trago del vino tinto que había servido para los 2.

-Pues si te cuento lo que me pasó anoche con la valkiria como tú dices…Se me vino abajo el género en el momento menos oportuno…

Rafa se tapó la cara con las 2 manos, parecía que en lugar de haber  tenido yo el gatillazo, lo había tenido él, o peor todavía que le hubieran comunicado que lo echaban del cuerpo de policía, que sé yo…

-Mira tío, no soy psicólogo, pero es evidente que algo te tiene bloqueado y lo que me estás contando esta noche lo demuestra. Estoy seguro que me dices la verdad… o tal vez no me mientes, pero te reservas algo, tú sabrás…En cualquier caso, sabes que me tienes ahí siempre, para lo que te haga falta.

-Eso lo sé Rafa, lo sé…

Rafa se quedó un rato más ofreciéndome su compañía y después se marchó. Su visita me dejó un sabor agridulce, primero porqué la conversación había girado en torno a mí y mi presunto… digamos trastorno y segundo porque había flotado cierta tensión entre nosotros durante toda la velada, sin enfados, sin gritos, sin malos rollos, con sincera preocupación por su parte, pero con incomodidad por la mía. No sé explicarlo, pero después de su marcha no me sentía mejor, cuando las visitas de Rafa siempre dejaban en mí un gran bienestar.

Intenté evadirme metiéndome  en la cama con un libro que había adquirido recientemente y  versaba sobre una de mis grandes aficiones: la pintura.

Pasé las hojas del amplio volumen visionando obras de Toulouse-Lautrec, Renoir, Picasso,  Munch,  hasta llegar a uno de mis cuadros favoritos: “El beso” de Gustav Klimt. Ese cuadro me fascinaba desde que me aficionara a la pintura hace muchos años, mucho antes de que se convirtiera en una pintura “quemada” y “trillada” por el merchandaising más pesetero. “El beso” en relieve, “El beso”  en oros y platas, en una manta y hasta en un cojín, como si esa obra maestra mereciera acabar aplastada por cientos de culos ajenos a su grandeza.

Me quedé unos minutos más contemplándola, me encanta esa obra. Y entonces lo supe.

“El beso” me llevaba directamente a Viena donde se hallaba el museo  Belvedere. No sé si me estaba comportando como esos nuevos ricos excéntricos que tanto odiaba, pero me importaba una mierda.

Saldría de Marbella y cambiaría de aire por unos días.

Quedaba una semana para pasar con mis padres las Navidades en Toledo y la iba a aprovechar para irme a Viena y hacer lo que más me apetecía: contemplar uno de mis cuadros preferidos en vivo y en directo. Me iba a Viena sí o sí.

Volé desde Málaga a Viena la tarde del día siguiente, pagué bastante más de lo habitual dado lo imprevisto del viaje, pero al final la agencia me encontró alojamiento en un céntrico hotel. Ésta vez el dinero no era un problema sino una variable más de las vacaciones.

Cuando aterrizamos en Viena-Schwechat, el termómetro marcaba 0ºC y un aire gélido golpeó mi cara al descender por las escalerillas del avión. Afortunadamente había echado en la maleta mi ropa más invernal, que viviendo en Marbella tampoco era mucha la verdad. Ya compraría algo durante mi estancia...Recogí mi equipaje y subí a un taxi.

  • Rathaus Wein Hotel bitte.

Bitte, danke y algunas palabras sueltas más que había aprendido a base de atender  turistas despistados, era todo el alemán que sabía. Aunque mi nivel de inglés no era gran cosa, esperaba que me ayudara a desenvolverme con los vieneses en éstos próximos días.

Fuimos adentrándonos en las calles de la capital austríaca, parecía que el ambiente navideño lo invadía todo, luces, abetos, papa noeles por doquier, mercadillos artesanales, ni siquiera  faltaba la nieve que empezaba a caer tímidamente cubriendo el  suelo vienés…

Parece que en centro Europa la Navidad es como en las postales pensé. Viena en Diciembre era la antítesis de Marbella.

No pude reprimir una ligera sonrisa y suspirando en el asiento del taxi me dije a mi mismo: “Julián has acertado con éste viaje”.

Ya de noche me registré en el hotel y me instalé en mi habitación, un espacio donde se combinaba el color nogal de la madera  y el beige de las sábanas creando un espacio cálido y acogedor. Me pareció un acierto la elección del hotel por parte de la agencia.

Sin cenar siquiera, me metí en la amplia cama y me quedé profundamente dormido.

Amaneció soleado y contagiado por tan espléndido tiempo, me afeité, tomé una ducha y me vestí con vaqueros negros, jersey beige de cuello alto y un anorak negro que había usado alguna vez en mis visitas a la sierra granadina.

Bajé a la cafetería a desayunar, no quiero ser pesado, pero una vez más noté las miradas de las chicas y señoras que allí se encontraban...Disimular no entraba en su vocabulario. Tomé un desayuno más calórico de lo que acostumbraba para soportar las bajas temperaturas y abandoné el lugar comprobando por las conversaciones que ningún español se alojaba por allí.

Me agencié un plano de la ciudad en recepción y decidí encaminarme al Belvedere para empezar mi visita por el motivo que me había traído a Viena: "El beso".

Entre salas de pintores austríacos,  impresionistas franceses y Schiele y Kokoschka, llegué a la sala de Klimt, no sé cuánto tiempo pasó entre cuadro y cuadro pero para alguién que gusta tanto de la pintura como yo, fue un suspiro. Observé "el beso" que tantas veces había visto en libros, en vivo y en directo, desde todos los ángulos...Me sentí feliz...

Sin darme cuenta, Sergei vino a mi mente: "los Korolenko decimos: rodéate de gente, cosas o situaciones que te causen dicha y la felicidad estará más cerca".

Sergei...¿Cuánto tiempo había pasado?¿Siete, ocho meses ya...?

A decir verdad, no había día que no pensara en él, en todo lo que había sucedido, como había cambiado mi vida, cuan diferente era ahora mi situación y todo gracias a él.

Debería haberle llamado hacía semanas para agradecerle la litografía de Dalí que me envió...¿Por qué no lo había hecho? Era lo mínimo que podía hacer...Sin embargo tenía miedo...No solo había cambiado mi cuenta bancaria, algo en mi interior también se había removido.

Abandoné el museo sin poder evitar una ligera sonrisa en mi rostro, eufórico tras la visita. Compré un bratwurst en un puesto ambulante y mientras saciaba el hambre anduve por la ciudad visitando el Stadpark, el Prater, la María Theresa platz, la catedral de San Esteban y a través de la animada Ringstrasse, donde me compré un gorro de lana, llegué al ayuntamiento, muy cerca ya del hotel.

Miré el reloj de la torre. Casi las 8. Vaya jornada pensé. Más propia de un turista nipón que de un poli en excedencia que gusta de la pintura. Alcé la vista y vi una de los típicos "cafes" de la ciudad: "Cafe Einstein". Suena bien pensé.

Quién conoce Viena sabe que allí puede degustarse algunas de las piezas de repostería más sabrosa del mundo. Strudel, buchteln, kaiserschmarren y como no la tarta sacher. Pedirme un trozo sería el segundo momento de dicha del día. Me estaba convirtiendo en un discípulo de la escuela "Korolenkista".

Una sonriente señora algo llenita y de unos 50 años acudió a mi mesa.

-Hallo, ein sacher bitte- le pedí,  intentando sonar lo más germánico posible

-Ein stück order eine ganze torte?- contestó ella de forma inesperada para mi

-Joder - exclamé sin poder evitarlo- I´msorry. I don´t speak any German.

-Ich glaube dass will immer nur ein stück.- dijo una voz femenina que provenía de la mesa de al lado

La sra. añadió algo en alemán para después retirarse.

Mi vista se desvió a la mesa de al lado y descubrí una atractiva chica de ojos oscuros y melena morena que cubría también con un gorro. Antes de que pudiera darle las gracias me preguntó:

-¿Español, no?

-De Toledo- contesté con un gesto que mezclaba sorpresa y alegría.

-Sí, el "joder" que le has soltado a la camarera te ha delatado, bueno eso y el acento - comentódivertida

-No he "sonado" muy austríaco, ¿verdad?

-Nada austríaco...A decir verdad tampoco lo pareces. Me llamo Sara.

-Yo Julián- a la par que nos levantábamos y nos saludábamos con dos besos

Apareció en ese momento la camarera con la ración de tarta, puesto que me hallaba de pie entre las dos mesas, su mirada parecía decir, donde coño dejo el plato? La voz de mi recién conocida le dio la solución.

-Lassen sie hier- dijo señalando su mesa y mi ración quedó junto a ella.

Estuvimos hablando un buen rato, intercambiamos información acerca de nuestra estancia en Viena, así ella llevaba ya 2 años en la ciudad trabajando para una empresa de muebles alicantina, ciudad de la que provenía. Yo le expliqué que era un poli que trabajaba en Marbella, sin entrar en detalles de mi excedencia y que quería visitar la ciudad para ver una pintura de Klimt.

-Cielos no me lo puedo creer- exclamó con cara de sorpresa.

-¿Que haya alguien en España trabajando en estos momentos?

Bueno, eso también- rió  divertida. -Quiero decir que un tío que viene hasta Viena para ver un cuadro me lo imagino con gafas redondas y fumando en pipa, no deteniendo malotes en la Costa del Sol...Aunque a decir verdad, cuando te he visto entrar por la puerta no te he imaginado ni como lo primero ni como lo segundo, sino más bien desfilando en alguna pasarela de Milán. Te pega mucho más...- dijo con cierta coquetería

La conversación siguió por más tiempo, Sara me explicó algunas cosas más de ella, de la ciudad y algunos sitios recomendables y menos turísticos. Acabé pagando su consumición y ambos abandonamos juntos el "cafe". Había sido una charla muy agradable, tenía una conversación entretenida y era ciertamente atractiva. No había duda, esa chica me ponía. Cuando los tíos conocemos a una chica, sabemos si queremos que sea nuestra amante o nuestra amiga y ésta tenía más de lo primero que de lo segundo.

Mientras avanzábamos junto a la pista de hielo que cada invierno colocan frente al ayuntamiento me quedé mirándola y le dije:

-Sara...- me detuve

-¿Sí?

-Yo...No, nada- acerté a decir

Entré en mi habitación totalmente contrariado. Rafa tenía razón, algo me pasaba, pero el qué, ni yo mismo tenía la respuesta. En otras circunstancias, le habría echado la caña a Sara sin dudarlo, en lugar de eso me había despedido de ella hacía un instante de la forma más fría e impersonal posible. Tenía ganas de sexo, pero cuando le iba a proponer alargar la velada vino a mi cabeza el recuerdo de Ingrid y automáticamente me bloqueé, no estaba preparado para un segundo gatillazo. Sentado en la cama,  llevé las manos a mi cara y resoplé confundido.

Me quité los zapatos y los calcetines, así como el jersey y camiseta que llevaba y anduve descalzo hasta el baño, estaba cansado, decidí darme una ducha para aliviar mis músculos. Me deshice de los pantalones y de los slips blancos que llevaba. Accioné el agua y me introduje bajo ella sintiéndome aliviado al instante. Vertí gel en mis manos y comencé a enjabonarme el pecho y los abdominales. No habían pasado ni 10 segundos, cuando me pareció oír algo al otro lado de la pared. No acababa de escuchar bien, mi curiosidad me hizo cerrar el agua y afinar el oído. Los gemidos de una mujer llegaban hasta mi baño, estaba claro que no lloraba, más bien lo contrario, se lo estaba pasando muy bien diría yo, fuera tonterías, estaba follando como una perra callejera que diría mi amigo Rafa...

Me entró la risa tonta, cuando me quise dar cuenta, mi mano derecha estaba jugando con mi chorra. Estaba cachondo, la chica no paraba de gemir y ahora se añadía también una voz masculina, no me digáis que decían porqué no sé follar en alemán, pero mi polla sí...Jugué con ella, vertí saliva en mi capullo y froté de nuevo. Con la izquierda acaricié mis pelotas y cerré los ojos mientras los jadeos de mis vecinos iban en aumento. Mi mano recorría una y otra vez toda la extensión de mi pene en lo que se había convertido ya en una excelente paja. Abrí un poco más mis piernas para ponerme más cómodo y continué masturbándome de forma más rápida.

Abrí mis ojos y miré mi sexo, lo tenía bien hinchado , no pude evitar pensar:  "ahora sí capullo, y el otro día ¿por qué no?". Las voces del tío de al lado iban en aumento, alemán no sé, pero "nena me voy a comprar el pan" no decía, más bien iba acorde con un "te voy a dar lo tuyo zorrón" o "te voy a reventar el coño a pollazos". Nunca había escuchado follar a ningún vecino, pero ahí estaba yo,  polla en mano, cachondísimo perdido y dándole a la zambomba...Cosas de la Navidad supongo.

Me di cuenta que se corrían por los berreos que soltaban. Decidí acabar con ellos y resoplando solté 4 trallazos de leche espesa en la pared de la ducha. Joder, que pajote.

Volví a pasar la mano por mi cipote para sacar las últimas gotas de esperma y me la sacudí un par de veces más.

Reanudé la ducha, limpiando los rastros de semen de mi cuerpo y de la pared. Me sequé, cepillé los dientes y me puse unos slips grises limpios.

No recuerdo ni el tiempo que hacía que no me la pelaba. No quiero parecer exagerado, pero hacía años...Desde que comencé a follar con las tías había dejado esa práctica, por lo menos yo, porqué ellas si me la cascaban que daba gusto... Volví a sentirme como un adolescente pajillero...Definitivamente, últimamente algo estaba cambiando.

Me desperté a eso de las 9, había dormido plácidamente, como hacía tal vez semanas no lo hacía...Espero que fuera fruto de la paja  y no de la cama, puesto que venir a dormir a Viena cada noche era poco práctico.

Me vestí con un pantalón gris y jersey negro con franjas grises en las mangas. Me miré al espejo y me dije: Julián, pajillero!

Bajé a desayunar. Esta vez fui más cauteloso y pedí un cofee and milk mientras las camareras se daban un codazo entre sí.

Estaba tomando un zumo de naranja, cuando vino a mi recuerdo la pareja de la noche anterior, levanté la vista y me pregunté quienes serían de los presentes, o si tal vez, no eran ninguno de ellos. Ensimismado en esos pensamientos estaba cuando una pareja y su hijo me sacaron de mi mundo onírico.

Me llamaron la atención no por lo que decían, pues nada entendía, sino en el idioma que lo decían. Era ruso sin duda. Podía reconocer ese idioma desde que conocí a Sergei y Galina. Nuevamente Sergei. Por una razón u otra siempre acababa arribando a mi cabeza.

Y nuevamente me dije que tenía que llamarle. No era de recibo no haberle agradecido un regalo tan extraordinario  como el que me había hecho. Sabía que tenía que llamarle, pero no lo hacía. ¿Miedo? ¿A qué? Quería hablar con él y a la vez no quería hacerlo. Agradecí no habérmelo encontrado en estos meses por Marbella. ¿Por qué me pasaba esto? No sé. O tal vez lo sabía, pero no quería saberlo...

Subí a mi habitación y cogí mi móvil. Había llegado el momento de llamarle. Al menos si estaba en Marbella, nuestra conversación no daría pie a un encuentro, dada mi estancia en Austria. No quería verle, sin embargo no había razón para no querer verle, esto es de locos. Marqué su número privado...

No contestaron. Suspiré aliviado.

El sonido de mi móvil me trastocó.

Era un número desconocido.

-¿Sí?

-¡Qué sorpresa Julián! Apenas podía creerlo cuando he visto tu llamada que me llegaba desviada desde mi móvil español.

-Sí Sergei, soy yo. ¿Cómo estás?

-Muy bien, ¿Y tú?

-Bien también. Hace tiempo que quería llamarte y lo he ido dejando y dejando...Lo cierto es que quería disculparme por no haberlo hecho antes. Tu regalo me dejó boquiabierto. No lo esperaba. Fue tan precioso como excesivo. De verdad. Muchas gracias, no tenías que haberte molestado.

-Claro que sí. Qué mejor persona que tú para regalarle una obra de Dalí. No todo el mundo tiene la sensibilidad para apreciar algo tan especial y exclusivo. Tú eres un apasionado de la pintura y por tanto nadie mejor que tu para tener esa litografía.

-Muchas gracias Sergei. No sé qué decir. Esa litografía siempre estará donde yo esté.

-Me alegra saber eso.

-Y muchas gracias también por tu pintura. Cuelga de la pared de mi habitación. Está muy bien para ser un recién iniciado en éstas artes...Fue un detalle tan bonito o más que el Dalí - añadí

Se hizo un silencio entre los dos y Sergei reanudó la conversación.

-Lástima que no esté en Marbella. Hubiéramos podido tomar algo juntos.

-Bueno, lo cierto es que tampoco  yo estoy en Marbella, así que hubiera resultado imposible. Tal vez en otra ocasión. He venido a Viena,  precisamente atraído por la pintura.

-¿Has dicho Viena? ¿Viena? No puede ser - afirmó Sergei con voz de incredulidad

-¿Por qué?¿Estás aquí?- pregunté nervioso

-No, no...No estoy en Viena.

Suspiré aliviado de forma silenciosa. Luego  Sergei añadió:

-Estoy en Budapest.

-Ah ya...-contesté de forma un tanto indiferente.

-He venido a visitar a mis abuelos. Mi madre era húngara. Supongo que no lo sabías, casi nadie lo sabe.

-No, no lo comentaste - aunque yo si sabía ese dato, lo recordaba cuando busqué información suya en Internet.

-¿Sabes dónde está Budapest Julián?

-Pues...por Hungría - contesté orgulloso.

-Muy bien. Un 10 en geografía. Lo que tal vez no sepas es que Viena y Budapest distan poco más de 200 km. ¿Cuándo nos vemos sr. polícia?