La nueva vida de Xenia (parte 2)
Continuan las andanzas de esta musa
La nueva vida de Xenia (parte 2)
Xenia amaneció confusa. Eran las 12:40 de la mañana y pronto su cabeza empezó a funcionar y a ordenar todo lo que había sucedido el día anterior. Notaba cierto escozor en su entrepierna, tanto en su coño como en su ano. Héctor la había sometido a un tratamiento bastante salvaje pero ahora se sentía relajada, como si se hubiese quitado una carga de la espalda. Por un lado se había librado del asunto de la fianza y por otro había tenido una buena ración de polla que tanto necesitaba. Pero había sido con ese desgraciado repugnante. Bueno, mejor no pensar en ello. Tenía hambre así que se levantó y se preparó unos espaguetis. Después de comer se acercó hasta el Carrefour a hacer unas compras, acababa de cobrar y había que aprovisionar la despensa. Mientras esperaba en la cola notó como el tipo que la seguía no le quitaba el ojo de encima. Lo sorprendió mirándola descaradamente el culo en más de una ocasión, algo a lo que Xenia estaba acostumbrada. Era un hombre de unos 50 años, calvo pero con buena planta, robusto y alto. Vestía vaqueros y una camisa azul. No le dio mayor importancia. Cuando llegó su turno Xenia se llevó una desagradable sorpresa. La compra importaba 53,33 euros y ella solo tenía un billete de 50. La cajera, con una larga cola esperando no estaba de buen humor y groseramente se dirigió a ella.
-
A ver, rubia, quita algo de la compra.
-
Si, un momento, estoy pensando que es lo que menos necesito.
-
Rapidito, que tengo esto hasta arriba.
Xenia notó en ese momento una mano en su hombro.
-
No te preocupes, yo pongo lo que falta.
-
Ehhh, gracias, pero no lo conozco de nada, no puedo aceptar.
-
No importa, de verdad.
El tipo calvo sacó un billete de 5 y completó el pagó de la rubia que ligeramente sonrojada esperó que este terminase con su compra para agradecerle de nuevo.
-
Muchas gracias otra vez, no hacía falta.
-
Ha sido un placer ayudar a una preciosidad como tú.
-
Gracias.
-
Me llamo Alberto, por cierto.
-
Yo soy Xenia.
-
Que nombre tan bonito, está acorde con tu belleza.
Xenia se sentía alagada por aquel continuo piropeo.
-
Bueno, Alberto, si quieres podemos quedar otro día para que te devuelva lo que te debo.
-
No hace falta, como te digo ha sido un placer.
-
Pues gracias de nuevo y si hay algo que pueda hacer por ti solo tienes que decírmelo.
El tipo, cambió la expresión de su rostro y se acercó sutilmente hasta la oreja de Xenia para susurrarle unas palabras.
-
Me encantaría meterte la polla en esa boquita de fresa que tienes.
La rubia quedó sorprendida ante tan inesperada respuesta y se echó instintivamente hacia atrás.
-
No te asustes, preciosa. Te dejo mi tarjeta, tengo mucho dinero y no se me ocurre mejor forma de gastarlo que en ti.
-
Perdona, pero creo que te estás confundiendo.
-
Nunca me confundo cuando veo a una mujer como tú.
-
Lo siento, me voy a tener que ir.
-
Si, pero toma la tarjeta, no pierdes nada por llevártela.
Xenia la aceptó sin saber muy bien por que y se marchó azorada por la situación que acababa de vivir. Durante el viaje en metro no pudo quitarse toda aquella situación de la cabeza. Se unía todo para generar una tormenta en su mente. Lo sucedido con Héctor, las palabras de Ramón y ahora aquel tipo. ¿Y si probase una vez? No, no, ¿qué estaba pensando? ¿Acaso se había vuelto loca? Volvió a su casa y tras organizar la compra y tomarse un té salió para el trabajo. Una vez en la calle pudo ver que las primeras prostitutas comenzaban su jornada laboral y solo eran las 4:30 de la tarde. Chicas muy jóvenes la mayoría, algunas hasta podían ser bonitas bajo todo aquel maquillaje, prácticamente desnudas a pesar del frío y sin ningún pudor. No, ella no era así, jamás podría hacer algo parecido.
Llegó al Drago’s faltando apenas 3 minutos para las 5 y al abrir la verja y entrar pudo comprobar el desastre que había allí. Al principio no entendió nada, ella había dejado el bar perfectamente recogido y limpio la noche anterior. Luego empezó a pensar y la solución llegó rápida a su cabeza. Ramón habría montando una de sus clásicas fiestas con una prostituta o con más de una. Había varios vasos con consumiciones a medio acabar por la barra, trozos de cristales en el suelo que estaba pegajoso. Según fue inspeccionando la cosa se puso peor. Cerca del billar había dos condones usados y restos de semen en el propio tapete. Pero lo peor llegó en la zona del baño. Una vomitona esparcida justo a la entrada, el responsable no habría podido llegar a tiempo al interior, y dentro del baño un mar de orines desparramados por todas partes.
A Xenia se le cayó el alma al suelo. No era la primera vez que se encontraba algo así pero esto era demasiado. Maldiciendo en su interior se desnudó en la cocina y se puso un viejo buzo de trabajo que Ramón le había dado y unos guantes y comenzó a intentar arreglar aquel desastre. Tras más de dos horas de intenso trabajo consiguió limpiar todo aquello y pudo abrir la taberna en cuya puerta ya esperaban dos habituales del local. Borja, un pobre desgraciado de 30 años que había perdido una mano trabajando en una fábrica y que se había vuelto alcohólico después de aquel suceso y don Marcos, un viejo de 70 años al que había abandonado su mujer hacía 5 años y que malvivía gastando su pensión en vino barato de bar en bar.
-
Joder, rubia, nos ha hecho esperar hoy – dijo el viejo don Marcos mientras tomaba asiento en su habitual taburete
-
He tenido unos imprevistos.
-
Si, si, lo que sea, pero ponnos algo de beber que estamos secos – bramó Borja.
Xenia, sin preguntar, sirvió una cerveza y un vino a aquella extraña pareja que el alcoholismo había creado.
La tarde estaba tranquila, solo aquellos dos desgraciados iban dejando allí sus respectivas pensiones, ronda a ronda, la rutina de cada día. Cuando ya comenzaba a hacer efecto el alcohol ingerido seguía lo mismo de siempre, insinuaciones a la dulce nena que aguantaba con paciencia. Fue Borja el primero en soltarse, con la lengua torpe.
-
Joder Xenia, con lo buena que esdás no se como no dienes novio.
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A lo mejor no me interesa, tal vez prefiero cosas de una noche.
-
Así que edes una de esas golfillas, jajaja
-
Puede ser.
-
Mira, si me dieses una obortunidad te iba a dejar con la boca abierda y bien llena jajajajaja
Xenia se reía ante el ingenioso comentario que le había salido al pobre borracho. Entonces intervino don Marcos, que disimulaba mejor la borrachera.
-
En mis tiempos una hembra como esta ya estaría bien domada en casa cuidando a los niños.
-
¿Ah si? Y supongo que usted sabe como domar a una mujer como yo.
-
Estaré viejo, pero para darte unos buenos pollazos aún sirvo, rubia.
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Si, claro, de boquilla todos somos muy valientes, pero luego nada.
-
No me calientes, rubia que no me controlo. Ponnos otra ronda, anda.
Xenia, se reía ante la bravata del viejito, al que no creía capaz siquiera de empalmarse. Fue Borja el que continuó con aquello.
-
Mira Xeni, tú y yo somos amigos, ¿no?
-
Bueno, tanto como amigos, no se.
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Que si, que si, somos amigos. Dame una oportunidad. Ya se que te dará asco lo del muñón pero guando veas la bolla que tengo aquí abajo se te va a olvidar todo.
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Claro, claro, Borja, todos tenéis una polla muy grande de palabra.
-
Que es verdad, lo que me falda en el brazo me sobra en el baquete. Lo que basa es que como soy un puto lisiado te doy asgo.
-
No, no me importa lo de tu mano. Además si no estuvieses todo el día borracho, despeinado y sin asearte diría que eres hasta guapo. No hace falta contar mentiras sobre tu polla para ligar con una chica.
-
Esta rubia quiere que te la saques, no se cree lo de tu pistolón – agregó don Marcos.
-
Pues me la saco.
Diciendo esto Borja se levantó del taburete y comenzó a bajarse el pantalón, a pesar de que a duras penas se mantenía en pie. El joven era de estatura más bien pequeña, con un pelo negro y abundante que siempre llevaba sucio y despeinado y una barba cerrada y recia que se afeitaba una vez a la semana. A pesar de que se pasaba las tardes bebiendo su cuerpo era extremadamente delgado, casi famélico. Haciendo esfuerzos para no caerse se desabrochó el pantalón mientras Xenia observaba con curiosidad, en realidad no creía que fuese a hacer nada. Pero Borja, herido en su orgullo se despojó del pantalón y tirando del calzoncillo dejó al aire un inmenso falo que dejó a la rubia boquiabierta. A pesar de estar flácida y arrugada las proporciones de aquella polla eran descomunales y contrastaba más aún con aquel cuerpo pequeño y huesudo del que colgaba. Borja se la agarró con su mano sana abarcando apenas un tercio de aquel monstruoso miembro y se dirigió a Xenia que había palidecido.
-
¿Qué me dices ahora, rubia?
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Tápate, por dios, que puede entrar cualquiera.
-
Dile algo a mi amigo jajaja
-
Por favor, Borja, no me hagas echarte.
-
Ven aquí, que te voy a hacer gozar.
-
¡Borja!
Xenia se puso seria y el borracho se volvió a vestir riéndose mientras don Marcos no podía evitar las carcajadas.
-
Mira que cara se le ha quedado a la rubia, Borja.
-
Ya veo que esta guarrilla quiere que se la veta entera.
-
No estás en condiciones de meterle nada a nadie, Borja.
-
Eso es lo que tú te grees, golfilla. Bueno, yo ya te he enseñado mi pistola. Ahora te toca a ti enseñarme esas detas tan ricas que tienes.
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Ni lo sueñes.
-
Vamos, ¿guanto quieres por enseñarnos las detas a mi y a mi compadre Marquitos?
-
60 euros – dijo Xenia decidida sabiendo que eso echaría para atrás a Borja
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Jajajaja, por 60 euros me dendrías que echar un polvazo, zorra.
-
¿Ah si? ¿Eso crees que es lo que vale un polvo conmigo? ¿Lo mismo que cobra cualquier puta barata en un callejón?
-
Bueno no, tú esdás muy buena, por ti bagaría mucho más.
Xenia estaba jugando con aquel pobre desgraciado pero tratando de sacarle algo de información.
-
A ver, dime cuanto.
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La zorrilla esta quiere que le pongas precio – agregó don Marcos.
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No se, eso debende de lo que hagas.
Don Marcos, aburrido de aquel juego y ya completamente borracho miró el reloj y acto seguido sacó la cartera. Dejó un billete de 20 euros en la barra y se despidió, a pesar de que las consumiciones que se había tomado suponían bastante más dinero, pero Xenia les pasaba el resto, al fin y al cabo eran clientes fieles.
-
Bueno, jóvenes, yo me marcho a casa que si sigo bebiendo luego me pierdo.
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Adios, don Marcos, cuídese.
-
Adios gompadre, mañana nos vemos.
El viejo salió por la puerta al tiempo que entraban otro grupo de habituales. Ya eran las 10 de la noche y aquello solía estar animado hasta las 12, por lo que Xenia tuvo que aparcar la conversación que estaban teniendo. Borja siguió bebiendo en su esquina, estaba más borracho de lo habitual ese día y no tenía intención de parar. Por suerte vivía en un portal cercano a escasos 20 metros del bar y siempre conseguía llegar a casa.
La noche transcurrió tranquila y cuando llegó la hora del cierre, el joven tullido estaba completamente borracho, adormilado en una esquina en estado comatoso. Ramón lo miró y con desgana se dirigió a Xenia que terminaba de barrer.
-
Bueno rubia, sácame al manco de aquí que ya termino yo de cerrar.
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Y ¿qué quieres que haga con él?
-
Por mi como si le tiras en la acera pero no quiero verle aquí adentro. Además mucho no debe de pesar.
Xenia, con ganas de irse a casa, se puso el abrigo y se acercó al tullido. Estaba dormido, en estado etílico y no reaccionaba a las palabras. La camarera, no tuvo más remedio que pasar su brazo bueno alrededor de su cuello y ayudarlo a caminar. Al levantarlo el joven reaccionó y comenzó a dar leves pasitos lo cual hizo más sencillo el trayecto.
-
Vamos Borja, a la cama
-
Quieo odra birra
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Vamos a dormir, anda.
Llegaron al portal y con mucho esfuerzo Xenia fue capaz de sacarle las llaves y el piso en el que vivía. Por suerte era un primero. Una vez arriba no necesitó llave para entrar puesto que la puerta estaba entreabierta. Al principio la rubia creyó que podían haber robado al pobre desgraciado pero cuando entró dentro comprobó que no había nada que robar. Borja vivía en la más absoluta inmundicia. La casa estaba destrozada y llena de bártulos inútiles por el suelo, ropa sucia y basura. Apestaba a suciedad y el ambiente estaba viciado, producto de mucho tiempo sin airear la casa. Xenia, haciendo un último esfuerzo acercó al manco hasta el sofá-cama donde debía dormir aquel desgraciado, y lo tiró allí como pudo. Le acomodó un poco la cabeza y lo tapó con una manta que encontró tirada por el suelo y que apestaba. Echó una última mirada y justo cuando se disponía a marcharse notó como Borja sufría un pequeño espasmo que fue seguido por una arcada primero y una vomitada después. El tullido comenzó a expulsar como una fuente todo lo que había bebido. Parecía no tener fin. Tras varios minutos de incesantes convulsiones terminó, dejando todo hecho un desastre. El sofá cama estaba completamente lleno de vómitos, todo el suelo alrededor era una inmensa poza y el propio Borja estaba cubierto de sus reflujos. Xenia no sabía que hacer. Quería irse a casa pero le daba pena dejar a aquel pobre desgraciado en esa situación. Finalmente decidió quedarse y ayudar a Borja, que seguía en un estado semicomatoso balbuceando alguna palabra de vez en cuando. Trató de sacarlo de la cama pero el manco no colaboraba así que tuvo que emplear todas sus fuerzas. A pesar del poco peso del tullido Xenia no podía manejarlo bien. Lo agarró por debajo de los hombros y dando un fuerte tirón lo consiguió sacar de la cama pero del impulso resbaló dando con los huesos de ambos en el suelo. Xenia maldijo en voz alta al notar que había ido a dar justo en el charco de vómitos quedando manchada por completo del repugnante flujo. Su blusa estaba arruinada y la falda negra también. Intentó olvidar el suceso y arrastró a Borja hasta la alfombra del salón donde le quitó la ropa dejándolo tumbado solo cubierto por los calzoncillos. Ella también se desnudó, quedando en bragas y sujetador. Buscó por la casa y encontró unas chanclas con las que moverse y una fregona y un cubo con la que procedió a limpiar el suelo. No se podía creer la situación en la que se encontraba, medio desnuda en aquel inmundo lugar cuidando a un alcohólico. Limpió el suelo y retiró las sabanas y mantas del sofá-cama. Después de más de una hora de intenso trabajo consiguió adecentar la situación, pero quedaba lo más difícil, bañar a aquel desgraciado. Con gran esfuerzo lo consiguió arrastrar hasta el baño. Puso el agua a correr y metió aquel saco de huesos en la bañera, apoyando la cabeza del desgraciado sobre el borde. Después le sacó los calzoncillos que también estaban sucios y volvió a quedar impresionada ante la herramienta que se erigía delante de ella. Ahora, vista más de cerca le parecía aún más grande. No cuadraba con aquel famélico cuerpecillo, simplemente no encajaba. Xenia no pudo evitar excitarse ligeramente. Aquel enorme trozo de carne lleno de venas y rodeado por un espeso bosque de pelos, tan cerca de ella, tan accesible. La rubia intentó abstraerse, cogió la manguera y comenzó a lavar el cuerpo inerte del tullido. Había una pequeña pastilla de jabón sobre el borde de la bañera como único elemento de higiene. Lo cogió y jabonó como pudo al manco por todo su cuerpo hasta que llegó a la zona de la entrepierna, donde dudó. Quería agarrar aquel rabo pero se sentía cohibida aunque no sabía por que. Se atrevió y lo agarró sin miedo. Al sentirlo en su mano un escalofrío recorrió su cuerpo. El flácido y enorme pene de aquel lisiado la estaba excitando, se sentía tan bien agarrarlo. No lo abarcaba con su mano y le daba miedo pensar el tamaño que podía tener en estado de excitación. Suavemente lo frotó, sacando fuera la cabeza del monstruo, apuntando directamente hacia ella. Xenia no aguantó más, se quitó sus braguitas y el sujetador y entró en la bañera con Borja, que empezaba a despertar mientras recibía las caricias de aquella diosa. Xenia, una vez dentro volvió rápidamente a agarrar el enorme falo y a darle delicadas caricias mientras con su otra mano empezaba a tocarse su zona íntima. El contacto con el agua y con la dulce mano de Xenia estaba despejando a Borja que emitía alguna palabra entendible.
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Quieo ollar.
-
Ssssshhhhh, tranquilo, relájate, que te estoy limpiando.
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Ale.
Xenia no sabía que estaba haciendo pero su calentura iba en aumento, más cuando notó que el pene de Borja reaccionaba a sus caricias y se ponía poco a poco duro. Colgó la ducha de forma que el agua cayese directamente sobre ellos y se sentó sobre las piernas de Borja, uniendo sus cuerpos y sintiendo como la polla de este se ponía rígida como el acero. La rubia no podía controlarse, sus pezones estaban duros como el hielo y su coño mojado, quería más sexo, quería probar aquella polla de dimensiones animales y lo iba a hacer. Agarrando el mástil del tullido lo dirigió a su entrepierna y lo dejó entrar notando como rozaba al máximo en sus paredes vaginales que aun no recuperadas de la noche con Héctor, volvían a alojar un miembro de gran tamaño.
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Ahhhhhhh – suspiró Xenia.
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Eees una buta – balbuceaba Borja.
La nena no quería que Borja recordase aquello al día siguiente así que hundió la cara del borracho entre sus imponentes pechos al tiempo que comenzaba a cabalgar aquel enorme miembro bajo el chorro de agua caliente. Estaba gozando como una loca metiéndose ya hasta el fondo de su cueva todo lo que podía de aquel rabo y sacándolo cada vez a más velocidad pero pronto su alegría cesó. Sin previo aviso el enorme pollón perdió su erección y a la rubia le fue imposible continuar con la follada. Borja se había dormido entre sus pechos, feliz con la mejor almohada que jamás nadie tuvo. Xenia cachonda y necesitada, se sacó la flácida polla y sin perder tiempo se agachó para metérsela en la boca comenzando una intensa mamada que no sirvió para nada. Borja estaba grogui y ya nada ni nadie le despertaría de su sueño hasta la mañana siguiente. La rubia aceptó la situación y después de lavarse salió de la ducha y con una tolla semilimpia se secó primero para después hacer lo propio con Borja. Le puso ropa limpia dándole una última ojeada al fabuloso miembro que aquel tullido escondía entre sus piernas y lo llevó a una habitación donde había un colchón en el suelo. Allí, arropado con una manta, lo dejó. Ella se puso una vieja camiseta de publicidad y un pantalón de chándal de Borja y con las chanclas y el abrigo se fue. Arrojó su ropa sucia en un contenedor y se dirigió a su casa, confusa y caliente aún y con un aspecto bastante ridículo. Ataviada con el pantalón del chándal, la vieja camiseta, su abrigo y por calzado unas chanclas emprendió el largo camino hasta su casa. Eran las 3 de la mañana, hacía frío y sus pies estaban helados. Le restaban 30 minutos de paseo hasta su apartamento que se iban a hacer eternos y no había forma de coger un taxi por la zona. En esas calles se repartían las esquinas las numerosas prostitutas, semidesnudas y ajenas al intenso frío.
La preciosa rubia caminaba torpemente por la acera, aún caliente por lo ocurrido en casa del tullido, deseando llegar a casa para masturbarse cuando notó que a su altura, por la calzada un coche blanco de alta gama le seguía. El conductor bajó la ventanilla y sacó la cabeza. Era un tipo de unos 50 años, con bigote y medio calvo que sostenía un puro casi consumido entre sus labios. Se dirigió a ella.
-
Rubia, ¿te doy un paseo? Que hace mucho frío.
-
No, gracias.
-
Vamos, sube al coche que debes tener los pies helados, aquí nos calentamos.
Xenia dudó un segundo, tenía los pies congelados y aún le quedaba un largo camino hasta casa. Aquel tipo la podía acercar aunque iba a querer algo a cambio. ¿Y si….? Lo volvió a pensar. El sujeto era desagradable, pero más desagradable era Héctor y la había hecho gozar como una loca, y podría sacarle algo de dinero que le vendría muy bien para acabar el mes. Estaba indecisa pero la calentura que la acompañaba hizo que se acercase al coche y comenzase a tantear la situación.
-
Estás muy buena, niña.
-
Gracias.
-
¿Quieres que te acerque a algún lado?
-
No se, ¿qué me ofreces?
-
Mira, yo te llevo a donde quieras pero antes hacemos una paradita en un sitio oscuro que conozco yo.
-
Y después, ¿me das una propina de 100 euros?
-
¿100 euros? Pides demasiado.
-
Lo valgo.
-
Eso espero. Sube.
Xenia, con el corazón palpitando a toda velocidad, nerviosa y excitada subió en el lujoso Mercedes que su primer cliente le ofrecía. Dentro pudo fijarse mejor en el sujeto. Era un tipo bastante desagradable, con una enorme barriga y la camisa desabrochada dejando aflorar una gran mata de pelo. En el interior del coche apestaba a puro pero hacía calor, lo que agradecieron sus pies. La preciosa rubia se sentía agitada, no estaba segura de lo que estaba haciendo, por momentos pensaba que estaba loca pero luego la excitación la podía, las palabras de Wesner, la necesidad económica, la calentura con la que andaba, eran muchos factores juntos.
-
Vamos, quítate el abrigo y déjame ver lo que hay debajo- dijo el tipo mientras volvía a arrancar.
Xenia obedeció y se despojó de la prenda.
-
Eres muy guapa pero con esas pintas no vas a conseguir muchos clientes.
-
Es que he tenido un pequeño incidente.
El tipo, sin mediar más palabra alargó su mano derecha metiéndola bajo la camiseta de la rubia y palpando los pechos de la nena que andaban sueltos sin sujetador.
-
Vaya tetas, y menudos pezones. Estás muy buena, no se que haces trabajando por esta zona.
-
En realidad nunca he hecho esto.
-
Así que eres novata.
Xenia se arrepintió automáticamente de haber dado aquella información.
-
Si, bueno, más o menos.
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No te preocupes, que yo te voy a enseñar. Vas a ganar dinero y además te voy a hacer gozar como una perra.
La nena solo quería que llegase cuanto antes el momento de hacer “su trabajo”, estaba ansiosa.
El tipo fue entrando en carreteras más estrechas cada vez para ir a parar a un camino de grija que conducía a unas viejas naves que parecían abandonadas. Las rodeó y aparcó en la parte trasera, en un pequeño descampado donde no había ni un alma.
-
Bueno nena, ya estamos, vamos a la parte de atrás que estaremos más cómodos.
La rubia obedeció y bajó del coche notando de nuevo el intenso frío. Volvió a entrar rápido y comprobó que el espacio trasero era muy amplio. El gordo entró también y nada más cerrar comenzó a desnudarse.
-
Vamos, quítate la ropa que quiero ver todo lo que me voy a comer esta noche.
Xenia obedeció y con cierto pudor se desnudó ante aquel tipo que al ver el tremendo cuerpazo de la nena comenzó a babear.
-
Joder que si vales 100 euros, estás para montarte toda la noche.
-
Gracias – respondió tímidamente la rubia.
Xenia sentada sobre la tapicería de cuero esperaba instrucciones mientras su primer cliente se terminaba de desnudar ofreciendo un cuerpo obeso y peludo y finalmente una polla de buen tamaño rodeada por un bosque de pelos.
-
Bueno, empieza a chupar, que una cosa es estar buena y otra saber follar.
La rubia con cierto reparo se agachó, tomó con una mano la rechoncha polla y sin pensarlo más se la llevó a la boca mientras el gordo exhalaba un gemido de placer al notar el calor de la boquita del bombón.
-
Ohhhhhh, si que la sabes mamar, puta.
Xenia se concentraba en la mamada mientras notaba como el miembro iba cogiendo tamaño en su boca. Se la metía casi por completo, lo cual no representaba un reto para ella después de los tamaños con los que había tenido que lidiar anteriormente. Las manos del gordo se abrazaron a sus pechos y comenzaron a estrujarlos dando pequeños pellizquitos a sus pezones lo cual la excitó más. Volvía a estar caliente y quería saciarse, aunque fuese allí, con aquel tipo que ahora hundía su mano izquierda entre sus rizos para comenzar a guiar con bruscos gestos la mamada.
-
Muy bien, putita, trágala entera, te vas a estrenar a lo grande.
La rubia se dejaba hacer, su cabeza iba y venía como un cuerpo inerte haciendo desaparecer por completo la polla del gordo que había ido creciendo hasta alcanzar un tamaño considerable, llegando a penetrarla ligeramente la garganta. Así siguieron por varios minutos hasta que el tipo decidió cambiar de posición.
-
Bueno, voy a hacer que te ganes los 100 euros.
Mientras decía esto se colocó a cuatro patas dejando su culo a la altura de la cara de la rubia que veía horrorizada unas nalgas llenas de pelo y un ano cubierto de bello y sucio.
-
Llámame maricón si quieres pero me encanta que me coman el culo, así que ponte a ello.
-
Pero está lleno de pelo.
-
Y ¿qué cojones importa eso? Igual te pensabas que te iban a pagar por follarte a Richard Gere, no te jode. Empieza o te tiro aquí mismo y me largo.
-
No, no, ya voy.
Xenia tragándose sus escrúpulos hundió lentamente su delicado rostro entre aquellas dos nalgas y sacó su lengua para empezar a lamer. El sabor era nauseabundo y el tacto con todos aquellos pelos aún peor pero no quedaba más remedio. Lamía con esmero de arriba abajo mientras el gordo emitía bufidos de placer cada vez que sentía el roce de la lengua con su ano. La rubia ya había perdido todo el pudor y se concentraba en dar placer a aquel cerdo que posó una mano sobre su nuca para hacer presión y enterrar aún más su cara. Pérdida en aquel mar de pelos negros y rizados y presa aún de la excitación por la situación en que se encontraba decidió ir más allá y presionando con su dedo índice lo hundió en el ano del gordo que bramó como un loco.
-
Ahhh, puta, como te gusta mi culo, luego te tocará a ti. Cómeme las pelotas, guarra.
-
Si, si.
Xenia, olvidando todo, se metió en el papel de prostituta sumisa y obedeció a aquel gordo, metiéndose sus peludas pelotas en la boca de forma alterna, todo ello mientras seguía penetrándole con el dedo entre los gemidos de placer del tipo.
Completamente excitado ya, el sujeto decidió que era hora de montar al bombón que tenía en su coche. Poniéndola a cuatro patas se colocó detrás de ella y apuntó su lanza a la entrada del cada vez más húmedo coñito de Xenia, que lo recibió bien.
-
Ahhh, que caliente estás, guarra.
-
Mmmmmmmmmmmmm – se intentaba contener la rubia.
-
Te voy a destrozar, niña.
Xenia ya no escuchaba, estaba excitada por la situación más que por el sexo en si, sintiéndose una puta que estaba siendo follada en un descampado por un gordo asqueroso. El tipo la folló en aquella postura durante unos minutos pero pronto se quedó sin aliento y aflojó. Sudaba como un cerdo y tuvo que sentarse y dejar que fuese la rubia quien lo cabalgase, lo cual Xenia hizo inmediatamente. Se subió sobre el tipo dejando sus pechos a la altura de la cara del sujeto que no tardo en devorar aquel manjar que se le ofrecía, y se introdujo su polla ya sin ningún cuidado para comenzar una tremenda cabalgada que en pocos minutos hizo correrse irremediablemente al gordo en su interior.
-
Ahhhhhh, guarraaaaaaaaa, me corro.
-
Ohhhh, no, espera, quiero más.
-
Ahhhh, ahhhhh, ahhhhh.
Los últimos chorros de semen se depositaron en su interior ante la impotencia de la rubia que quería seguir con aquello.
-
Buffff, nena, que polvazo, ¿lo has gozado?
-
Si – mintió la rubia que solo había conseguido aumentar su calentura
-
Me encanta llenaros el coño de leche, seguro que tengo algún bastardo por ahí jajaja.
Xenia ignoró aquel último comentario, ella tomaba pastillas anticonceptivas desde muy joven y siempre le habían funcionado. Se había resignado a no alcanzar el orgasmo aquella noche pero al menos sacaría algo de dinero. Comenzó a vestirse cuando oyó de nuevo al gordo.
-
¿Qué coño crees que estás haciendo?
-
¿No hemos terminado?
-
Si, claro, te voy a dar 100 euros por 5 minutos.
La rubia se quedó indecisa mirando al sujeto, no sabía cuales eran sus planes, por un lado tenía ganas de correrse pero también quería llegar a casa. El gordo bajó del coche y pasó de nuevo a la parte de adelante, abrió la guantera y sacó una bolsita de polvo blanco y una caja de pastillas, volviendo rápidamente a la parte de atrás.
-
Mira nena, con esto nos vamos a divertir toda la noche.
-
No, gracias, no tomo drogas.
-
Tú te lo pierdes. Una rayita y una viagra y me pongo como un toro.
Xenia, estaba algo asustada, no estaba a gusto con drogas de por medio pero no tenía escapatoria. El gordo se preparó cuidadosamente una raya de polvo sobre la caja de un CD de Maná y se la metió dando un fuerte gemido e incorporándose como un resorte.
-
Ahhhhhhh, es cara pero como sube esta mierda.
Después se tragó la pastilla y sin mediar palabra se abalanzo sobre Xenia que nada pudo hacer ante aquella masa de carne que se le venía encima. El tipo la manoseaba por todos lados mientras la chupaba con violencia los pechos, como si quisiera arrancárselos. La rubia se recostó contra una esquina y vio como el gordo poco a poco descendía por su vientre sin dejar de lamerla hasta encontrar su húmedo coño, donde se detuvo y comenzó una intensa mamada que la dulce nena recibió con alivio. Volvía a calentarse y volvía a olvidarse de la penosa situación en la que se encontraba, prostituyéndose en un descampado con un tipo repugnante. Dejó de pensar y se dedicó únicamente a disfrutar de cómo aquel tipo la comía la entrepierna. Después de varios minutos de intensa mamada el gordo se incorporó y en su cara pudo observar Xenia el efecto de la droga, estaba como fuera de si, ido y más abajo su polla se encontraba dura como el cemento apuntando al cielo.
-
Vamos rubia, come rabo.
Diciendo esto la agarró del pelo y la obligó de forma brutal a arrodillarse y con un brusco tirón introdujo toda su polla de una vez en la boca de Xenia. A pesar de no ser de un tamaño demasiado grande la violencia de la agresión provocó a la dulce nena una pequeña arcada cuando notó como el glande del sujeto se abría paso por su garganta. Aguantó la primera envestida y trato de amoldarse para que las siguientes fuesen menos traumáticas pero el gordo estaba desatado y la follaba la boca con un terrible vigor entre gritos. Xenia veía como su cabeza era tratada como un objeto, atrás y adelante a toda velocidad, no ofrecía resistencia y las babas comenzaban a caer por sus labios. Se sentía asfixiada cuando el tipo decidió que era momento de cambiar.
-
Vamos perra, a cuatro patas que te voy a romper el culo.
-
Ahhh, espera.
-
Rápido, zorra, que te quiero montar.
Xenia se acomodó como pudo dejando su culo al alcance del gordo que no tardo en dirigir su polla al delicado ano de la rubia. Sin ningún cuidado hizo presión y comenzó a hundir su trabuco en el recto de la nena que gritó, dolorida por la falta de lubricación.
-
Despacio, despacio, ahhhhhhh, me duele.
-
Y más que te va a doler, puta, te voy a reventar, hasta que sangre.
-
Ahhhh, no, no, por favor.
Pero el gordo, drogado, no atendía a razones y cada vez hacía más fuerza, hundiendo su polla en el dolorido ano de Xenia que solo podía apretar los dientes y sufrir a la espera de que su cuerpo fuese acostumbrándose. Por fin consiguió meter todo su falo y lo dejó allí unos momentos, notando el roce de su pelvis contra las preciosas nalgas de la rubia.
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Ohhhh, que culo tienes nena, los 100 euros mejor gastados de mi vida.
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Ahhhh, por favor, ten cuidado.
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Cuidado tengo con mi mujer, puta, a ti te pago para no tener cuidado.
Diciendo esto sacó casi por completo su envarado miembro y de un brutal golpe lo volvió a hundir provocando un chasquido al chocar su cuerpo con las nalgas de la rubia que a su vez no pudo reprimir el grito de dolor al que le siguieron otros porque el gordo, en estado de éxtasis, empezó a bombear con todas sus fuerzas. La falta de lubricación hacía tremendamente dolorosa la enculada y Xenia trataba de resistirse interponiendo sus manos al avance del gordo, al que no le gustó nada aquello.
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Maldita zorra, vas a ver lo que es bueno.
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No, por favor, más despacio.
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Te voy a dejar el culo como un túnel, puta de mierda.
Diciendo eso agarró la camiseta de Xenia y la uso para amarrarle las manos tras al espalda, dejándola totalmente indefensa y a su antojo para volver a masacrarla. Nuevamente hundió su polla con fuerza y empezó a bombear salvajemente. Los minutos iban pasando y el gordo no daba signos de flaqueza por efecto de la droga. Se aferraba a sus caderas y cada vez intentaba ir más adentro en el recto de la nena que a su vez empezaba a excitarse ligeramente una vez pasado el peor momento. El cuero de los asientos, el olor a sexo, el sonido de su culo golpeado por el cuerpo de su cliente, era todo demasiado excitante y de su coño comenzaron a emanar cálidos flujos y pequeños gemidos de su boca.
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Ahhh, puta, ya sabía yo que te terminaría gustando.
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Nooooo, no, me duele.
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Lo estás gozando, guarra, te encanta que te abran el culo, como a las más putas.
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Ahhhh, ahhhh, ahhh.
El gordo no paraba de arremeter, sus gotas de sudor caían cada vez más abundantes sobre la espalda de la rubia que a su vez sudaba por el intenso calor del interior del coche y por su propia calentura. Empezaba a mover el culo al ritmo del gordo provocando una penetración más profunda y golpes más potentes resonando en el coche, era como una sinfonía sexual, pero cuando más caliente estaba el gordo paró. Rápidamente la tumbó boca arriba y pasó una pierna a cada lado de su cuerpo quedando de rodillas con su polla rozando el canalillo de Xenia.
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Te quiero follar las tetas también, voy a hacerte un completo jajaja.
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Ahhh, lo que quieras pero luego me terminas el culo.
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Maldita puta, eres insaciable pero te juro que hasta que no te rompa el culo no voy a parar.
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Siii, siii, por favor, rómpemelo.
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Tranquila, hay tiempo para todo
El gordo aprisionó con los preciosos senos de Xenia su polla y comenzó a frotarse con ellos. Escupía en el pecho de la rubia para reducir la fricción y cada vez iba más rápido. Xenia seguía disfrutando de aquello, estaba cachonda pero notaba un vacío en su trasero que necesitaba llenar. El gordo seguía a lo suyo emitiendo bufidos que indicaban que el final estaba cerca y así fue. Apuntando su polla al precioso rostro de Xenia comenzó a descargarse abundantemente. Varios chorros cruzaron la cara de la rubia que tuvo que cerrar los ojos para que no le entrase el viscoso líquido. Una vez terminó, dirigió su polla a la boca de la nena que la abrió sumisa para darle una nueva mamada limpiando los restos de semen que quedaban.
El gordo se retiró un momento dejando a la dulce rubia respirar y cogió de nuevo su bolsita para ponerse otra raya. Después de metérsela con los mismos gestos que la vez anterior desató las manos de la rubia que aprovechó la camiseta para limpiarse la cara.
El gordo la miraba con ojos de loco, estaba fuera de si por efecto de la droga y la viagra, lo cual debería haber asustado a Xenia, pero lejos de eso la rubia estaba deseando que aquel sudoroso gordo se abalanzase sobre ella de nuevo y la follase salvajemente. Sin mediar palabra la rubia se agachó y comenzó de nuevo a mamarle la polla que seguía dura como una roca. Lo hacía con tremenda dedicación, saboreando cada centímetro de aquel falo mientras el gordo gemía nuevamente.
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Ohhhh, eres la mejor puta que me he follado en mi vida.
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Glasssiasss.
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Te juro que te voy a romper el culo aunque me de un infarto.
Xenia, en el cenit de su degradación le indicó al gordo que se pusiese a cuatro patas, a lo cual el tipo accedió de buena gana, quedando su peludo culo a disposición de Xenia que comenzó a lamerlo con dedicación a fin de excitar al máximo al sujeto. No la importaba el repugnante sabor, la mata de pelos que allí había ni nada, solo quería que aquel sujeto volviese a follarla con vigor. Como la vez anterior comenzó a penetrarlo con un dedo lo cual puso a mil al gordo que bufó.
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Ahhhh, zorra, me vuelves loco, te voy a destrozar.
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…………
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Pero que puta eres, quiero romperte el culo ya.
El gordo no aguantó más y agarró a Xenia poniéndola a cuatro patas y apuntando su tiesa verga hacia el orificio posterior de la rubia que ardía en deseos de ser follada de nuevo. De un solo golpe encajó toda su polla en el dilatado ano de la nena que con facilidad lo engulló para comenzar una intensa follada. Xenia agitaba su cuerpo encajándose con fuerza contra el sujeto que parecía un joven de 20 años por la fuerza con la que arremetía.
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Ahh, hijo de puta, fóllame más fuerte
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Puta, te voy a reventar el culo.
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Vamos, vamos, vamos, ahhhhh, ahhh, ahhh.
Gemía la rubia cercana al éxtasis que llegó acto seguido entre fuertes convulsiones mientras sentía como su recto se llenaba de leche caliente.
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Ahhhh, guarra, me has secado.
Xenia no oía nada ya, solo sentía como cada centímetro de su cuerpo se estremecía en un inmenso orgasmo.
El gordo sacó su verga dejando el ano de la rubia dilatado y con pequeñas contracciones luchando por recuperar su forma original.
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Joder, ha sido el mejor polvo de mi vida, furcia. Te voy a recomendar a algunos amigos, si quieres te puedes hacer oro.
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Gracias – dijo tímidamente la rubia que comenzaba a recuperar el sentido.
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Gracias a ti, jajaja, tienes un culo para no sacar la polla de allí en toda la noche. Si te cojo con veinte años menos te destrozo.
Xenia, no sabía que decir, volvía a la realidad, había disfrutado de todo aquello, pero ahora solo quería coger sus 100 euros e irse a casa.
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¿Me llevas a casa?
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A donde tú quieras, princesa.
La rubia le indicó donde vivía y el gordo la acercó hasta allí en un pequeño paseo. Cuando llegaron sacó su cartera y le dio un billete de 100 euros. Xenia quedó impresionada al ver el fajo de verdes y morados que tenía aquel sujeto, necesitaba el dinero y estaba claro que sabía como sacárselo a aquellos tipos.
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Bueno nena, si quieres dame tu número y te llamo de vez en cuando. Además, si estás interesada te puedo conseguir algún trabajito extra. Coge mi tarjeta.
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No se, no estoy segura – dijo la rubia mientras aceptaba la tarjeta del gordo.
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Vamos, rubia, si lo hemos pasado muy bien. Además no estás obligada a nada.
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Ok, apunta, 658………
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Bueno cielo, nos vemos
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Adios – se despidió la rubia.
Miró el reloj antes de encarar el portal, eran las 6 de la mañana. Entró en su casa minutos después, tras una de las noches más extrañas de su vida, pero regresaba con 100 euros y su calentura rebajada.
Estaba pensando sobre todo aquello sentada en el sofá mientras miraba la tarjeta del gordo. Agustín López López, promotor inmobiliario, decía en la tarjeta color marfil. Se estaba planteando probar lo que venía tiempo rondándole la cabeza. “Te puedes hacer de oro”, ella quería ser de oro, quería vivir bien, sin apuros para llegar a fin de mes, sin tener que atender a borrachos cada día y limpiar vómitos, pero sobre todo quería que la follasen como a una perra, lo que no sabía es que ese deseo iba a llevarla a lugares peligrosos y de difícil salida.
Continuará….