La nueva vida de Xenia (parte 1)

Continuación de la historia de xenia, su nueva vida y las cosas que se verá obligada a hacer en ella

Sentada en el pequeño sofá de su diminuto apartamento, como cada noche, disfrutaba de una infusión después de una larga jornada laboral. Estaba repasando mentalmente los acontecimientos que la habían llevado hasta donde estaba ahora.

Habían pasado seis meses desde aquella noche en la que no debió de ir al local de Fredy, cuando cambió su vida de forma irreversible. El tiroteo, cuatro muertos finalmente, mucha cocaina y ella en medio de todo, observada por decenas de vecinos al salir.

Pasó la noche en comisaría prestando declaración una y otra vez hasta que la policía se convenció de que no tenía nada que ver con todo aquello. Para ello tuvo que contar la verdad, la humillante verdad, que solo fue allí esa noche para que la follasen como una guarra. Pero ese era el menor de sus problemas. A las pocas horas apareció Oscar en la comisaría, ya informado de todo lo que había sucedido y la bronca fue monumental. La amenazó con quitarle todo y así lo hizo. Después de varios juicios en los que los caros abogados que la familia de su esposo se podía permitir destruyeron al suyo, Xenia se quedó sin nada. Acusada de infidelidad repetida, de múltiples negligencias y de uso de sustancias estupefacientes el juez decretó la custodia exclusiva de la pequeña Anita para el padre, el divorcio inmediato y la desposeyó de todos los bienes compartidos. Todo le daba igual salvo su hija. No podría verla, crecería sin conocer a su madre y eso la mataba por dentro. Todos sus amigos y conocidos se habían puesto del lado de Oscar y era casi una proscrita en aquella miserable ciudad. Ni siquiera su familia la apoyó, no tenía nada que la atase a aquel lugar así que decidió huir, romper con todo y marcharse lejos. Su corazón se rompía al alejarse de su hija pero a sus 32 años no le quedaba otra opción para intentar rehacer su vida.

Con una pequeña maleta y el poco dinero que tenía ahorrado se marchó a Madrid, donde nadie la conocía, donde nadie la juzgaría y donde con un poco de suerte podría empezar de cero.

Los primeros días fueron difíciles, buscando trabajo y teniendo que hospedarse en un inmundo hostal, pero pronto encontró algo con lo que ir tirando, un trabajo de camarera en un tugurio llamado Drago’s, donde los borrachos la increpaban continuamente y no separaban la vista de su siempre generoso escote, desde las 5 de la tarde hasta la madrugada. Al principio pensó que no aguantaría mucho allí pero con el paso de los días se acostumbró y aprendió a lidiar con aquellos tipos. Era su jefe, Ramón, lo que más le preocupaba, un tipo repugnante que se le insinuaba casi a diario, con continuos roces casuales y que incluso había llegado a ofrecerle dinero a cambio de sexo. Pero no tenía más remedio que seguir con aquello mientras encontraba otra cosa. Había alquilado un apartamento y comenzaba a sentirse en casa allí. Era muy pequeño, con tan solo una habitación, un minúsculo baño y una zona de salón cocina en apenas 35 metros cuadrados. Se encontraba situado en un barrio marginal donde ejercían su profesión muchas prostitutas pero lo había decorado de forma coqueta y cuando llegaba allí por la noche se olvidaba de todo, tomando una infusión mientras miraba la programación de madrugada.

No mantenía contacto con nadie de su ciudad, no se permitía pensar en ello, quería borrarlo de su mente, aquella vida no existía ni había existido, porque cuando su mente viajaba al pasado siempre se encontraba con la pequeña Anita y entonces se le partía el corazón y sentía ganas de hacer alguna locura.

No, ahora tenía otra vida, una vida peor se podría decir, pero era suya por completo, nadie la limitaba ni le pedía explicaciones. Pero tampoco había explicaciones que dar porque Xenia no podía permitirse nada más que sobrevivir y además no se sentía preparada para empezar nada con nadie a pesar de que su presencia no pasaba inadvertida en ningún lado. Su escultural cuerpo levantaba pasiones allá donde iba y no había perdido ni un ápice de su erotismo que cautivaba a todo hombre que se la cruzaba. Casi a diario le pedían su teléfono en el bar, en el banco o en el supermercado, pero ella, siempre educada, rechazaba con una sonrisa y un inocente no puedo. Y si podía, de hecho su cuerpo, fogoso como siempre, empezaba a demandar mayores atenciones que los tocamientos que se daba ella misma.

Pero esa fría noche de febrero su cabeza andaba preocupada en otras cosas. Era día 28 y su cuenta corriente estaba bajo mínimos. En invierno el recibo del gas era caro y los tristes 900 euros que cobraba no daban para milagros. Pero lo peor era que aún le debía a su casero los dos meses que exigía de fianza a la entrega del piso. Había ido salvando esa situación mes a mes entre sonrisas y coqueteos, utilizando sus armas de mujer con Héctor, el propietario de todo el inmueble, pero la última vez había dejado bien claro que no le pasaría otro mes. Eran 800 euros lo que tenía que entregarle por la fianza y el nuevo mes de alquiler, un total de 1200 euros y solo disponía de los 900 que acababa de recibir de su salario y otros 100 en su cuenta. No había forma de solucionarlo pero no podía dejar aquel apartamento, no encontraría otro por ese precio en Madrid y además no quería irse de allí ahora que lo había convertido en un hogar, con poco dinero y mucha imaginación.

Héctor se presentaría a la mañana siguiente en su puerta y Xenia no sabía que iba a decirle. Ya había quemado todas sus excusas con él. La única solución era proponerle un pago en plazos, esperar que aceptase y luego hacer malabarismos para finalizar el mes. Se fue a la cama preocupada, con la duda sobre su futuro y le costó dormir, hasta las 6 de la mañana no consiguió bajar los párpados y descansar.

Golpes en la puerta, el timbre y más golpes. Xenia abrió con pereza los ojos y volvió a escuchar la misma melodía. El reloj despertador de su mesita marcaba las 11:15 de la mañana. Se había quedado dormida y su casero debía ser quien golpeaba con furia la puerta. Nerviosa se levantó y corriendo se dirigió a la puerta. Empezaba con mal pie el día, haciendo enfadar a Héctor, la persona de quien dependía su futuro. Cuando llegó le oyó gritar al otro lado.

-

Vamos, señorita, se que estás ahí adentro.

Xenia miró por la mirilla antes de abrir, algo que se hacía completamente necesario en aquel barrio. Allí estaba él. Héctor tenía 35 años pero su aspecto le hacía aparentar al menos 10 más. Era bastante alto pero su cuerpo era de lo más extraño. Estrecho de hombros y ancho de caderas, con una incipiente barriga que cada mes crecía un poco más, se podía decir que tenía cuerpo de botijo. Pero lo más extraño de Héctor era su cabeza. Solo le quedaba pelo en los laterales pero lo llevaba extremadamente largo para así cubrirse el resto en el clásico peinado con cortinilla. Su nariz era aguileña, apenas tenía labios y llevaba un anacrónico bigotillo que le daba un aspecto del todo ridículo. Completaba su rostro una dentadura amarillenta y deformada, una papada que crecía al mismo ritmo que su barriga y unas dantescas gafas que debían tener al menos 20 años, totalmente pasadas de moda, al igual que el resto de su ropa, un pantalón de pana verde, un jersey de rombos amarillo y unos zapatos marrones.

Héctor había heredado aquel bloque de su abuelo y vivía cómodamente de los ingresos por los alquileres que le rentaban una gran cantidad al mes. Pero Héctor era avaro e implacable. Nunca faltaba a su cita el día 1 y no se marchaba hasta cobrar. Vivía recluido en uno de los pisos del bloque, justamente en el de al lado de Xenia, y solo salía del inmueble para lo estrictamente necesario. Se pasaba las horas viendo pornografía grotesca a todo volumen, algo que la rubia podía certificar dado lo fino de las paredes. Era en todos los sentidos un tipo muy raro, pero Xenia necesitaba seguir viviendo allí y tenía que ser simpática con él. Quitó los dos seguros de la puerta y abrió justo cuando Héctor iba a volver a arremeter.

-

Perdona Héctor, me había quedado dormida.

-

Ehhh, si, si, el alquiler y la fianza.

-

Si, dame un segundo.

Xenia lo dejó en la puerta y se fue directa al salón. En el mueble tenía una caja de maquillaje y allí, en un doble fondo, guardaba el dinero. Cogió 600 euros y volvió a la puerta.

-

Aquí tienes el alquiler – dijo dándole 400 euros

-

Si, muy bien, y ¿la fianza?

-

Si, bueno de eso quería hablarte. Mira, no tengo todo ese dinero ahora, pero puedo ir pagándotelo en plazos de 200 euros.

-

Eh, si, si.

Xenia había notado que su casero la miraba directamente al pecho, más de lo usual, el tipo estaba como embobado y en ese momento reparó en su vestimenta. Con las prisas había salido corriendo a la puerta sin nada más puesto que un pantaloncito y el diminuto top azul con el que dormía que se ajustaba a su cuerpo dejando poco a la imaginación. Además al abrir la puerta la corriente de aire frío del exterior había hecho que sus enormes pezones se excitaran y quedasen marcados a través de la fina licra, lo cual ofrecía un espectáculo inmejorable al repugnante Héctor.

-

¿Te parece bien, Héctor?

-

Ehhhhh, ehhh.

Xenia se fijó en que bajo el pantalón de aquel desagradable sujeto empezaba a crecer un bulto de dimensiones importantes. Apurada como estaba empezaba a vislumbrar en aquello una posible vía de escape así que dio un paso más y cruzó los brazos por debajo de sus pechos dándoles un aspecto aún más imponente. Héctor casi babeaba ante aquel espectáculo pero inesperadamente se rehizo y volvió a lo suyo.

-

De eso nada, señorita, ya bastantes plazos te he dado y eso solo porque no tenía gente en lista de espera pero ahora tengo una familia de rumanos deseando entrar aquí que me pagan al día.

-

Pero Héctor, solo es la fianza, te he pagado todos los meses puntualmente.

-

Me da igual, me das el dinero o te pongo de patitas en la calle.

Xenia no se esperaba esa reacción y sin tiempo para pensar hizo lo primero que se le vino a la mente.

-

Porque no pasas y lo hablamos tranquilamente mientras tomamos un café.

-

Yo no tomo café.

-

Pues lo que tomes.

A Xenia le desagradaba sobremanera meter a aquel sujeto en su casa pero tenía que convencerlo de la forma que fuese. Héctor dudó ante la invitación, volvió a mirar los espectaculares pechos de la rubia que le apuntaban y se decidió.

  • Bueno, pero no pienses que voy a darte más tiempo.

  • Tú pasa y ya hablamos dentro que hace frío aquí en la puerta.

Xenia le invitó con la mano y una vez cerrada la puerta avanzó por el pequeño apartamento mientras su casero no perdía detalle de las preciosas nalgas que delante se movían con sensualidad. Se acomodaron en el sofá y Xenia prosiguió su asedio.

-

¿Que quieres tomar, Héctor?

-

Un vaso de leche.

-

Ahora mismo.

Xenia fue a la cocina y volvió con dos vasos de leche ofreciéndole uno a su arrendatario que se lo bebió de un trago quedando el ridículo bigotillo que llevaba manchado.

-

Mira, Héctor, solo te debo la fianza, y en cuatro meses te la puedo liquidar. Nunca has tenido quejas de mi, tengo el piso limpio y ordenado y si metes a una familia de rumanos aquí quien sabe los destrozos que te pueden hacer.

-

Para eso está la fianza.

-

Por favor, no me hagas esto, he invertido mucho en este apartamento.

Mientras decía esto puso un brazo sobre el hombro de su casero que al notar el contacto con la preciosa rubia se puso nervioso.

-

No, no y no. Ya se lo que tratas de hacerme, no soy tonto. Como estás buena crees que puedes manipularme. Piensas que marcando pezones me voy a derretir y no. A Héctor Sandoval no se le engaña tan fácilmente.

-

Pero Héctor….

-

Nada, te doy hasta mañana para pagar, volveré a la misma hora y si no tienes el dinero vete preparando las maletas.

Héctor se levantó sin decir nada más y se encaminó a la puerta. Xenia, nerviosa y viéndose en el abismo gastó su última bala.

-

Espera, ¿hay alguna otra forma de saldar la deuda?

Héctor se giró con sus ojos brillando de malicia.

-

Hay muchas formas de pagar, no solo se pueden saldar deudas con dinero.

-

¿Cómo cuáles?

-

Es muy fácil. Si fuese un electricista quien me debiese dinero podría llegar a un acuerdo para que me reparase la instalación eléctrica, si tuviese una deuda con el carnicero le dejaría que me pagase en filetes. No se a que te dedicas tú, pero es cosa tuya pensar en algo que ofrecerme y me pueda interesar.

Dijo esta última frase mientras sonreía mostrando su horripilante dentadura y después abrió la puerta y se marchó. Xenia quedó desolada. Había entendido perfectamente lo que su arrendatario le proponía pero la sola idea de ofrecerle su cuerpo a ese sujeto la escalofriaba. Tenía un día para decidir que hacía, pero antes debía acudir al bar a trabajar. Allí podía hacer un último intento, pedir un adelanto a Ramón o quien sabe que, pero no las tenía todas consigo.

A las 5 en punto, como cada día, abrió la verja del Drago’s. En solo unos meses había tomado el control total de aquel desagradable lugar y se podía decir que lo llevaba ella solita. Había intentado mejorar en lo que pudo el local y en cierto modo lo había conseguido. El único cuarto de baño que había ya era un lugar relativamente higiénico, en la cocina se podía cocinar sin riesgo de intoxicar a nadie y los vasos siempre estaban limpios. Poco a poco iba haciendo progresos. La jornada transcurrió con normalidad, la clientela habitual, formada por alcohólicos y gente de bajo estrato social, fue pasando y haciendo sus consumiciones y a medida que el ambiente se caldeaba lo que empezaron como piropos inocentes hacia la dulce nena se fueron convirtiendo en las más soeces guarradas. Pero todo aquello le resbalaba a Xenia que a veces hasta seguía el juego de forma mecánica con la intención de mantener a la gente consumiendo.

Y como siempre, a las 12 de la noche llegó Ramón, justo para el cierre, hacer la caja y babosear un poco con la rubia.

Ramón había sido futbolista en su juventud, con relativo éxito pero la mala vida le había convertido en un tipo desagradable que se escondía tras una inmensa barba canosa y una larga coleta blanca. Su cuerpo que alguna vez fue atlético se había vuelto rollizo a sus 48 años y su único afán en la vida era beber y follar con prostitutas tanto como los ingresos del Drago’s le permitían.

-

Bueno, guapa, parece que no ha ido mal la cosa hoy – dijo mientras saqueaba la caja

-

La gente se ha animado.

-

Al final te voy a tener que subir el sueldo jajaja.

-

No te rías tanto, que eso quería comentarte. Mira, necesito más dinero y ya se que el bar no da para más pero había pensado que podíamos abrir por las mañanas y dar cafés y pinchos de tortilla, que así se saca mucho dinero.

-

Esto es una puta taberna, no una cafetería. Yo por las mañanas duermo y así me va bien.

-

Pero yo me ocuparía de todo…

-

No me intentes cambiar el negocio, rubia, que esto lleva funcionando así 10 años. Si no te gusta ya sabes donde está la puerta.

-

Pero….

-

Pero nada. Ahora, que si lo que necesitas es dinero yo te lo puedo conseguir a raudales. Con esa cara y ese cuerpo te puedes hacer de oro.

-

No soy ninguna puta, gracias.

-

Bueno, nadie lo es hasta que empieza. Aprovecha ahora que aún estás buenísima. La gente pagaría barbaridades por una noche contigo. Créeme que conozco el negocio y con tu cuerpo y alguien que te sepa llevar como yo te puedes retirar en 5 años forrada de dinero.

-

No me interesa, prefiero pedir en la calle.

-

Como se nota que no sabes de lo que hablas. Mira, por que no empiezas conmigo, esta noche. 100 euros y además te voy a hacer gozar.

-

Me voy a casa, cierra tú.

Xenia salió del Drago’s rápido. No podía evitar pensar en lo que Ramón le proponía. Los problemas la acuciaban y ya no descartaba ninguna posibilidad. No, ella no podría prostituirse, era una buena chica, pero ¿lo era? Después de todo lo sucedido con Fredy ya no sabía muy bien quien era. Había empezado de cero y no le debía explicaciones a nadie. Ganar miles de euros por follar con desconocidos, darse la gran vida y no tener que limpiar más meados y vómitos en aquella tasca. Estaba fantaseando cuando de repente le entró un ataque de sensatez. Héctor volvió a su cabeza. En unas horas se presentaría en su puerta para echarla a no ser que accediese a darle lo que pedía. Lo que no sabía era lo que aquel cerdo querría hacer con ella. Sin duda su mente estaba enferma después de todas las horas que había pasado viendo pornografía, pero al fin y al cabo aquel tipo debía ser virgen, seguramente con tocarle un poco se correría irremediablemente, lo cual facilitaría mucho las cosas. Lo único que sabía era que no iba a marcharse de su apartamento.

Llegó a casa y preocupada se acostó aún dándole vueltas a la cabeza sobre lo que hacer con Héctor, sobre lo que Ramón le había dicho y sobre su vida en general. Al rato cayó rendida.

A la mañana siguiente le despertó la misma melodía que el día anterior. Eran las 11:08 de la mañana y se había vuelto a quedar dormida.

-

Vamos, señorita, se que estás ahí.

-

Un momento – gritó la rubia desde su habitación.

Volvió a salir a la puerta tal cual estaba, abriendo sin mirar esta vez. Allí estaba Héctor con la misma ropa del día anterior y una extraña sonrisa en su cara.

-

Y bien, ¿qué has decidido?

-

Pasa y hablamos.

-

De acuerdo, pero no hay mucho de que hablar.

Pasaron de nuevo al sofá y Xenia le sirvió un vaso de leche a aquel tipo que al igual que el día anterior lo bebió de un trago limpiándose después con la manga de su jersey.

-

Mira, no tengo el dinero pero no me voy a marchar de aquí.

-

Bueno, tendré que llamar a la policía y que te echen por las malas, no tenemos contrato y a sus ojos serás una especie de ocupa.

-

No, no, no quiero problemas. Ayer dijiste que había formas de pagar…

-

Y ¿se te ha ocurrido que sabes hacer tú que a mi me pueda interesar?

-

Creo que ambos sabemos que puedo ofrecerte.

Xenia dijo esto último tragándose su amor propio y mirando al suelo. Se sentía humillada por tener que hacer lo que iba a hacer, pero más aún por tener que ser ella misma quien se ofreciese.

-

No se, explícame en que consistiría el trato.

Héctor estaba disfrutando la situación, le encantaba humillarla.

-

Bueno, puedo, puedo hacerte… una mamada

-

Jajaja, 800 euros por una mamada, sería la mamada mejor pagada de la historia. No señorita, sigue ofreciendo.

-

Puedes follarme también – Dijo Xenia con los ojos llorosos.

-

Claro que te voy a follar, eso se da por hecho, pero un polvo en la calle me cuesta 60 euros. Dime ¿cómo piensas cubrir los 740 restantes?

-

No se, Héctor, no me lo hagas más difícil, haré lo que quieras pero no me eches de aquí.

-

Eso es lo que quería oír. Mira, para cubrir los 800 euros pasarás esta noche conmigo en mi apartamento, desde que llegues de trabajar hasta que se haga de día, serás mi esclava y harás todo lo que yo quiera, todo.

A Xenia no le gustó nada como sonó ese último todo, y menos aún la diabólica sonrisa que se dibujaba en aquel horrendo rostro.

-

Pero nada de cosas raras.

-

Aquí pongo yo las normas, las acatas o te marchas. Te vas a librar de una deuda de 800 euros por una noche de trabajo así que no me vengas con exigencias.

La rubia se lo pensó dos veces, tal como lo planteaba Héctor el trato no era tan malo pero le daba miedo lo que aquel extraño personaje planease hacer con ella. De cualquier forma no le quedaba más remedio que aceptar. No soportaría ser expulsada del que ahora era su hogar así que aceptó.

-

De acuerdo, lo haré.

-

Tenemos un trato, hoy desde que llegues de trabajar hasta el amanecer y no me hagas jugarretas, se perfectamente que llegas sobre la 1 de la madrugada.

-

Vale, vale, lo que tú digas.

-

Si no aguantas hasta el amanecer te marchas mañana mismo del apartamento. Si te niegas a hacer algo de lo que te pida de marchas mañana mismo del apartamento. Eso es todo.

-

Como digas. Ahora vete.

-

Esta noche te espero.

Xenia no quiso hablar más, se levantó e invitó a irse a su casero. Héctor salió por la puerta y se metió directamente en su apartamento, no sin antes girarse y dedicarle una escalofriante sonrisa a la rubia, que se estremeció.

La pobre nena tenía pánico de lo que acababa de aceptar. Tenía claro que ese tipo era un sádico y la forma en la que había explicado el acuerdo no la hacía presagiar nada bueno.

Intentó olvidarse de ello. No pensarlo. Era solo un mal trago que tendría que pasar, unas horas de horror para conservar su vivienda. Ya había hecho cosas peores, con aquellos negros en el local de Fredy, y lo había superado. Ese día no comió, su estomago no recibía nada, se fue a abrir el bar y vio como las horas, que habitualmente se le hacían interminables en aquel tugurio, se iban volando. A las 12:15 llegó Ramón y sin humor para aguantar sus insinuaciones se largó. Lentamente inició el camino de regreso a casa pensando en lo que estaba a punto de hacer. Aún no lo tenía claro. Sentía una mezcla de pánico y ansiedad. Quería que fuese rápido, pero Héctor había dejado bien claro que sería hasta el amanecer.

A las 12:45 de la noche llegó al portal y pausadamente comenzó a subir los escalones del segundo piso en el que le esperaba su casero. Una vez allí, delante de la puerta estuvo a punto de echarse atrás, volver a su casa y meterse en la cama, pero aguantó el impulso y llamó a la puerta con el corazón palpitándole a 180 pulsaciones por minuto.

Enseguida se abrió y apareció Héctor, con su repugnante aspecto y la misma sonrisa con la que se despidió.

-

Muy bien, zorrita, llegas a la hora. Pasa y vete desnudándote.

Xenia no contestó. Se limitó a adentrarse en el oscuro apartamento. Era tan pequeño como el suyo pero no tenía nada que ver. Según iba avanzando se arrepentía de haber aceptado aquel trato. Todas las paredes estaban pintadas de negro, las ventanas cerradas con las persianas abajo y la única luz que iluminaba la cocina-salón era la proveniente de una enorme pantalla de televisión, al menos de 70 pulgadas que colgaba de la pared. Pero lo peor no era el tétrico paisaje sino los sonidos que provenían de la pantalla. Brutales gemidos de una mujer. Cuando se acercó y pudo ver lo que en ella se proyectaba se dio cuenta de que la noche iba a ser un infierno para ella. En la pantalla una bonita mujer era sodomizada salvajemente por un negro de polla enorme.

-

Espero que te guste la selección de porno que te he preparado.

-

No me gusta la pornografía.

-

Ya me lo dirás cuando termine la noche. Pero vamos, vete quitándote la ropa, que no hay tiempo que perder.

Xenia se sentó en el sofá, negro y muy cómodo. Vestía un abrigo largo de pana y bajo él su uniforme clásico de trabajo, blusa blanca y falda negra con zapatos del mismo color. Dejó el abrigo a un lado y comenzó a desabrocharse la blusa quedando únicamente su sujetador cubriendo sus preciosos pechos, sin saber si seguir con aquello.

-

Vamos, sigue, quiero verte las tetas. Llevo pajeándome con ellas desde que te mudaste, puta.

-

Ya voy.

Xenia, haciendo de tripas corazón, se desabrochó el sostén y liberó sus maravillosos pechos ante la cara de pervertido del que sería su amante esa noche.

-

Oh, son mejores de lo que había imaginado – dijo el repugnante tipo abalanzándose sobre la nena.

Xenia no se esperaba aquel ataque y no le quedó mas remedio que recostarse sobre el sofá y dejar que Héctor succionase sus tetas como un loco. Chupaba alternamente sus pezones con mucha fuerza dejando marcas mientras la rubia luchaba contra sus instintos naturales. Después de tanto tiempo sin sexo su cuerpo respondía a cualquier caricia. El espectáculo ante la cara de Xenia era dantesco. Veía como aquel sujeto mamaba de sus tetas, haciéndole cosquillas con el ridículo bigotito que llevaba, con su calva y grasienta cabeza cubierta por unos pocos pelos a escasos centímetros de su cara. Amasaba sus pechos y se recreaba en ellos mientras en la tele el negro acababa de eyacular abundantemente en la cara de la chica. Acto seguido comenzó otra escena y Héctor se levantó, dejando los pezones de Xenia rojos por el tratamiento sufrido.

-

Desnúdate del todo – dijo mientras él hacía lo propio.

Xenia obedeció. Las cosas de momento eran raras pero no tan malas. Se quitó la falda, los zapatos y por último se sacó el pequeño tanga dejando al descubierto un poblado coño. Había descuidado su zona íntima ante las pocas expectativas de tener un encuentro sexual y lucía un peludo felpudo que le daba cierta vergüenza enseñar.

Héctor por su parte ya estaba en calzoncillos luciendo un cuerpo tan extravagante como su cara. Totalmente lleno de pelos, tanto por el torso como por la espalda y con grandes lorzas cayendo por todo su abdomen. Además tenía unas flácidas tetillas que le daban un aspecto lamentable. Sus calzoncillos estaban amarillentos y dejaban entrever una buena herramienta en su interior. Cuando se despojó de él Xenia quedó impresionada. No esperaba aquello. Una enorme polla semierecta apuntando directamente hacia ella. Era muy larga y gorda, estaba circuncidada y a su alrededor nacía un enorme bosque de pelos negros.

-

Parece que te gusta lo que ves.

-

No – mintió tímidamente Xenia.

Hacía mucho tiempo que no veía una polla y el tener una tan cerca y de aquellas dimensiones la hizo excitarse ligeramente, aunque intentaba ocultarlo.

-

Tienes el chochito bien peludo, como a mi me gusta. Abre las piernas que me lo voy a comer.

Xenia obedeció, no quería calentarse pero le resulta imposible evitarlo. Héctor era asqueroso pero entre la falta de sexo, la enorme polla que tenía delante y aquel extraño y lúgubre apartamento con el porno a todo volumen en la pantalla que tenía enfrente su cuerpo estaba empezando a despertar. Medio recostada en el sofá abrió las piernas esperando que su casero comenzase a trabajar su zona íntima y este no tardo en hundir allí su repugnante cabeza. La rubia sintió como una lengua comenzaba a recorrer de arriba abajo su ya húmedo coño y el placer la invadió. Si tenía que hacer aquello con Héctor por lo menos iba a intentar disfrutar. Cerró los ojos e imaginó que era Fredy quien estaba allí abajo y dejó salir un pequeño gemido al tiempo que comenzaba a sobarse sus propios pechos. Los flujos empezaban a correr por su entrepierna cuando notó un pequeño mordisquito en su clítoris que la sacó del trance. Miró hacia abajo y espectáculo la estremeció. Aquella cabeza apenas cubierta por los largos y grasientos pelos de un lateral hundida en el espeso bosque de vellos de su entrepierna. Héctor miró hacía arriba percatándose de la cara de placer de Xenia y sonrió mostrando su amarilla dentadura y acto seguido volvió a la carga. La nena ya no podía reprimir su placer y comenzó a gemir sensualmente al ritmo de las lametadas del casero. Miró a la televisión y vio como una espectacular chica morena intentaba satisfacer a 5 hombres a la vez que la rodeaban alternando sus pollas en la boca de la joven. Xenia seguía excitándose y no andaba lejos de alcanzar un orgasmo. No lo podía creer pero Héctor sabía como comer un coño. Ella al borde del éxtasis apoyó sus manos en la cabeza de su amante notando el escaso y grasiento pelo entre sus dedos, y apretó como pidiendo más. Pero a Héctor no le gustó aquello, paró repentinamente y se incorporó.

-

Vaya con la putita, se está poniendo cachonda. No cerda, aquí el que tiene que disfrutar soy yo. Abre la boquita que te toca chupar a ti.

Xenia miraba a Héctor indecisa, por un lado estaba su monstruosa cabeza que la repelía pero cuando miraba más abajo y veía aquel mástil totalmente erecto su cuerpo le pedía guerra. No la quedaba más remedio que obedecer, así que tal cual estaba, recostada en el sofá, con las piernas abiertas y las manos sobándose sus deliciosos pechos abrió sensualmente la boquita, lista para recibir lo que fuese.

-

Ya sabía yo que eras toda una puta, lo llevas escrito en la cara.

Acto seguido apoyó una pierna en el sofá e inclinándose hacia delante acercó su miembro a la boca de Xenia y fue introduciéndolo poco a poco, sintiendo el abrazo de aquellos sensuales labios y el calor de su interior.

-

Vamos, guarra, traga todo lo que puedas.

Xenia apenas podía alojar aquel rabo en su boca, era enorme pero poco a poco fue haciéndose al volumen y comenzó a mover rítmicamente su cabeza hacia delante y hacia atrás. En contra de lo que creía no tenía mal sabor, entre todos los defectos de Héctor no estaba el de la falta de higiene, lo cual agradeció. Mientras, su casero estaba gozando como un loco.

-

Ahhhh, ahhhh, que bien la chupas, como se nota que tienes experiencia.

Xenia seguía excitada y a cada viaje aumentaba más la velocidad de sus movimientos, llegando el glande a tocar con su garganta. Notó como la polla se ponía más y más dura en su boca y comenzó con una mano a sobarle los huevos, lo cual fue demasiado para Héctor que entre gritos empezó a correrse sin sacar la polla de la boca de la dulce rubia que en cuestión de segundos se vio inundada.

-

Ahhhh, puta, trágatelo, trágatelo todoooooo.

El semen caliente empezó a salir por el escaso espació que quedaba entre los labios de la nena y la polla de Héctor, corriendo por su barbilla. Los chorros de leche seguían saliendo a presión y no parecía que fueran a terminar nunca. Xenia empezó a tragar parte de aquel viscoso líquido y después de más de medio minuto los espasmos de su amante cesaron y la corrida terminó entre gritos.

-

Ooooooohhhhhh, ahhhhhhh, ahhhhhhh. Ha sido la mejor corrida de mi vida.

Mientras decía esto, Héctor sacó su enorme polla de la boca de Xenia, comprobando que en su interior aún quedaba una gran cantidad de semen.

-

Vamos, trágate mi leche, toda.

Con un dedo recogió lo que se había salido y lo introdujo de nuevo. La rubia estaba perpleja, no pensaba que un hombre pudiera eyacular de esa forma. Le daba mucho asco pero tenía obedecer así que sin pensarlo se tragó todo lo que tenía en la boca. El sabor era repugnante y le sobrevino una arcada pero aguantó el vómito.

-

Bueno, puta, para empezar no ha estado mal. Voy a la cocina un momento. Tú pajéate mientras tanto.

-

¿Cómo dices?

-

Que te toques el coño, te metas los dedos, lo que hagas para ponerte cachonda.

-

Eh, no se.

-

Hazlo ahora mismo o te echo del piso – vociferó el orangután de su casero.

-

Vale, vale, lo que tú digas.

Xenia seguía excitada pero le daba vergüenza masturbarse delante de ese tipo. No tenía más remedio así que empezó a frotarse tímidamente el clítoris con dos dedos ante la atenta mirada de Héctor. Estaba muy mojada y tenía ganas de correrse así que enseguida cogió ritmo al tiempo que su arrendatario se alejaba rumbo a la cocina. Con Héctor fuera su mirada cayó en la pantalla donde la espectacular chica era empalada por dos fornidos tipos que se repartían sus agujeros mientras otro le clavaba su polla en la boca. Se acordó entonces de ella misma en el local de Fredy, sometida por aquellos traficantes y la excitación creció al igual que el ritmo de sus dedos que empezaban a deslizarse hacia su interior. Seguía concentrada en la pantalla pero pensando en ella misma siendo penetrada por el coño y el culo a la vez. Era una puta, solo una puta se dejaría hacer eso. La idea que Ramón había metido en su cabeza la noche anterior ya no le parecía tan mala. Empezó a gemir fuertemente al igual que la chica de la pantalla cuando conseguía sacarse la polla de la boca, estaba muy cerca del orgasmo pero necesitaba algo más que dos dedos en su peludo coñito. Entonces regresó Héctor, con su polla colgando, que aún flácida mostraba un aspecto imponente, y una botella de leche en la mano.

-

Pero que zorra eres, ¿te gusta Eva Angelina?

-

Ahhh, si.

-

Si ya sabía yo que el porno te iba a encantar.

-

Ohhhh, si, me encanta.

-

¿Te gustaría que te empalasen por delante y por detrás a la vez, como a ella?

-

Siiii, siiii.

-

Tranquila, todo a su tiempo.

Xenia no era consciente de lo que Héctor le decía, solo estaba concentrada en conseguir su orgasmo pero se resistía, no lograba alcanzarlo, necesitaba una polla de verdad, una bien gorda, y lo único que tenía a mano era el rabo de su casero así que tomó la iniciativa.

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Vamos, ven, Héctor, fóllame.

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Aquí mando yo, tú a callar y a obedecer.

Pero la rubia estaba ya en trance y no la importaba nada de lo que ese asqueroso gordo la decía. Se puso de rodillas frente a él y sin avisar se metió la polla en la boca y comenzó una nueva mamada.

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Así que quieres polla, pues vas a aburrirte de tragar, pero te la vas a tragar entera

Héctor, enfadado por haber perdido el control de la situación dejó la botella de leche sobre la mesita, agarró con ambas manos la rubia melena de Xenia y comenzó a follarla la boca. La nena, fuera de si como estaba recibía de buen gusto al principio las embestidas de su casero pero según la polla iba creciendo se le hacía más difícil meterse todo aquello. Héctor no tenía intención de parar así que su garganta empezó a sufrir los ataques de aquel desmesurado falo.

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Veo que esta garganta no es virgen, ya te has tragado enteras muchas pollas, eh, puta.

Xenia notaba como el miembro de Héctor se abría paso a través de su garganta hasta que sus labios se perdieron en el bosque de vellos púbicos de su amante. Por su parte Héctor se recreaba ante el espectáculo que estaba viviendo, por fin era él quien incrustaba su polla hasta el fondo de una boquita y no solo un espectador ante la pantalla. Cuando consiguió meter todo su rabo dentro de la cálida boca de Xenia paró un momento para recrearse en la visión. Bajó él, la preciosa rubia luchaba por no ahogarse en su matorral, un sueño hecho realidad. Una vez disfrutada la escena volvió a la acción, sacando casi por completo su polla y volviendo a atacar con fuerza hasta el fondo, obteniendo un enorme placer a cada embestida. En un momento dado el Héctor agarró la botella de leche y sin previo aviso comenzó a derramar lentamente el blanco líquido por la cara de la dulce nena que, sorprendida, vio como la leche corría por su boca y su cuerpo, empapándola y haciendo que sus pezones, al notar el frío contacto, se excitasen al máximo.

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Te voy a chupar entera, guarra.

Sacando la polla de la boca de Xenia y dando así un respiro a la pobre nena que se encontraba al borde del colapso y completamente cubierta de leche se abalanzó sobre ella, tumbándola en el suelo y empezando a chuparla por todos lados. Primero por sus pechos, después bajando al vientre, a su coño y por último subiendo de nuevo hasta fundirse en un beso con la rubia que lo aceptó como pudo. La repugnante boca de Héctor se pegaba a la suya y sus lenguas se unían compartiendo una mezcla de saliva y leche. Por algún motivo a ese tipo le encantaba la leche.

El casero se encontraba encima de Xenia y completamente excitado no pudo reprimir sus ansias. Con su polla dura como el hierro buscó la entrepierna de la rubia que seguía excitada y solo deseaba sentir aquel mástil en su interior. Hacía meses que no tenía sexo por lo que la ruda penetración le causó cierto dolor inicial. La polla era enorme y sentía como la expandía por dentro pero Héctor era como un animal en celo, excitado al máximo y no iba a parar. Comenzó un brutal mete y saca arrancando gemidos de dolor a la dulce rubia.

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Te voy a reventar, puta.

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Ahhhh, más despacio, por favor.

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Te voy a abrir en canal, toma, toma, toma.

Xenia recibía cada vez con mayor gusto aquella polla que la llenaba completamente y se agarraba a las peludas nalgas de su amante. Era increíble la fuerza que tenía aquel tipo, por el que no hubiese apostado ni un céntimo unas horas antes. Sus pelotas golpeaban furiosamente el culo de la rubia en cada embestida que trataba de abrir al máximo sus piernas para paliar el dolor que el enorme rabo la estaba provocando. Pero el placer empezaba a invadirla también y sus sensuales gemidos la delataban.

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Ahhh, si, si, si, si.

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Pero que puta eres, ni las actrices porno son tan putas como tú.

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No pares, hijo de puta.

El ansiado orgasmo estaba cerca de nuevo pero no le dio tiempo a alcanzarlo porque antes Héctor volvió a gruñir y notó como nuevamente chorros de leche se derramaban, en el interior de su matriz esta vez.

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Ahhhh, ahhhh, ahhhh,

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Vamos cerdo, sigue follándome.

-

Ahhhhhhhhhhhhh

Pero las peticiones de Xenia fueron en vano porque Héctor ya reposaba sobre ella, satisfecho y relajado después de la descarga.

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Joder, eres una máquina de sacarme la leche.

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Vamos, fóllame otra vez, fóllame.

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Tranquila, nena, son las 2:30, nos queda mucha noche por delante, de momento vuelve a pajearte, mira que escena más buena.

Xenia se encontraba fuera de si, se volvió a masturbar mientras veía como una chica le metía a otra el puño por el culo. Era salvaje pero a la rubia le servía cualquier cosa para excitarse en esos momentos, cubierta por los restos de saliva y leche, tirada en la alfombra de aquel siniestro apartamento, nunca hubiese imaginado esa situación. Mientras tanto Héctor se fue a su cuarto y al rato apareció con un maletín que colocó encima de la mesa y procedió a abrirlo.

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Mira, te he comprado unos juguetes para que te entretengas mientras me recupero.

Xenia miró al interior y pudo observar un montón de penes de plástico de diferentes tamaños, dos juegos de bolas chinas, unas esposas, un látigo, varios plugs y un botecito de gel lubricante.

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Coge una polla de plástico y empieza metértelo.

Xenia estaba indecisa, había cinco, dos de ellos eran demasiado pequeños y uno demasiado grande así que le quedaban dos para escoger.

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Como veo que no te decides ya te ayudo yo.

Diciendo esto Héctor agarró el más grande y se lo acercó a la nena.

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No, es demasiado grande.

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¿Has olvidado nuestro trato? Aquí mando yo y tu obedeces.

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Pero…

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Que te lo metas - vociferó Héctor.

Xenia no tuvo más remedio que cogerlo. Era inmenso, más grande que la polla de Héctor e incluso que la de Fredy, no la iba a entrar, pero su casero miraba fijamente, así que tenía que intentarlo. Empezó a meterse la fría punta de aquel rabo de plástico, negro y duro, y ya la supuso un tremendo dolor. Menos mal que su coño estaba completamente mojado.

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Te lo vas a meter entero, hasta el fondo.

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Es imposible, no puedo.

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Si no lo haces te vas del apartamento.

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Nooooo

Xenia ante la amenaza de su arrendatario empujó con fuerza a pesar de los tremendos dolores y vio como el pene entraba hasta algo más de la mitad, pero no creía que pudiese ir más allá.

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Vamos zorra, hasta adentro.

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No puedo, me rompe, no entra más – gemía la rubia.

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Claro que puedes, mira.

Héctor se agachó y cogiendo el monstruoso consolador por la zona de las pelotas, lo sacó casi entero para de un brutal golpe volverlo a introducir hasta que hizo tope, con tres cuartas partes dentro.

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Ahora si que no puedes más.

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Ahhhh, me arde, ahhh, sácalo por favor.

-

Si, ahora te lo saco pero para volverlo a meter.

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Noooooo, no, por favor.

Pero Héctor se estaba divirtiendo con el espectáculo y no tenía intención de parar. Comenzó un rápido mete y saca con el monstruoso falo de plástico que hacía retorcerse a Xenia de dolor. Fueron más de cinco minutos de fuertes penetraciones que destrozaron por dentro a la dulce rubia, hasta que su cuerpo se amoldó a las dimensiones de su nuevo agresor y pudo empezar a disfrutar poco a poco de aquello. El dolor seguía ahí pero el placer comenzaba a aparecer y Xenia volvía a vislumbrar el orgasmo que tanto se le resistía. Los gemidos volvieron a aparecer al mismo tiempo que Héctor se empezaba a poner duro de nuevo.

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Eres insaciable, puta. Te voy reventar para que no te olvides nunca de mi.

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Mmmmmmmm, mmmmmmmm, ahhhhh.

Héctor dejó de masturbarla y se puso en pie pero para su sorpresa Xenia tomó su relevo y ahora era ella quien se metía una y otra vez el negro pene de plástico que brillaba empapado por los flujos de su interior. Ya con la polla casi completamente erecta se dirigió nuevamente a la boca de la rubia que la engulló como un churro, totalmente excitada ella misma se la metió hasta la garganta provocando de nuevo un inmenso placer al horroroso Héctor que gemía también, sintiéndose en el paraíso.

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Guarra, te voy a romper el culo ahora.

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Mmmmmm, hazme lo quieras, soy tuya.

-

Si, te voy a encular hasta que sangres.

-

Ahhhh, si, si, vamos, métemela.

Héctor no pudo aguantar más y tumbándose en el suelo de medio lado volteó a Xenia para quedar justo detrás de ella que seguía ajena a todo masturbándose con el monstruoso consolador. Sin más lubricación que su propia saliva dirigió la cabeza de su polla al delicado orificio trasero de la rubia que al sentir el ataque se estremeció y replicó.

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Espera, no va a entrar, deja que me saque este.

-

No, no te lo saques, quiero follarte con los dos a la vez.

-

Pero no va a entrar.

-

Cállate y abre el culo, puta de mierda.

Xenia, excitada pero también aterrada intentó abrirse el culo todo lo que pudo con la mano que le quedaba libre mientras Héctor empujaba con fuerza pero la falta de lubricante y de dilatación hacían imposible la penetración. Dándose cuenta, el casero cogió el bote de lubricante y comenzó a aplicarlo directamente en el culo de la rubia, introduciendo la cabeza del bote en el ano y apretando todo lo que podía. Sintió como el tubo se vaciaba en el recto de su amante que notó un frío intenso en su interior. Después Héctor empezó a penetrarla con dos dedos, siguiendo el compás del consolador que Xenia seguía moviendo a gran velocidad. Con la lubricación, la penetración de los dedos era sencilla pero meter allí la polla de Héctor iba a ser más complicado. Rápidamente volvió a intentarlo consiguiendo encajar toda la cabeza del enorme pollón en el interior del culo de su amante que gritó al notar aquella intrusión. Héctor empezó a empujar con fuerza y con una mano tomó el control del consolador para dar las estocadas acompasadas mientras pasaba la otra por debajo del cuerpo de Xenia para agarrarla un pecho. Xenia por su parte creía que iba a desmayarse, no había espacio físico en su cuerpo para esos dos monstruos. Estaba siendo poseída por un ser despreciable, sentía el roce de su mata de pelos en la espalda, una mano sobándole una teta, su lengua lamiendole el cuello y su terrible polla rompiéndole el culo que ya empezaba a ceder ante la incansable fuerza que la sometía. Su excitación era máxima y después de varios minutos ya nada la importaba, sus orificios se habían ajustado a las dos pollas y solo se dejó llevar en busca de su anhelado orgasmo. Sentía como la fina pared que dividía su recto de su vagina era atacada por los dos rabos de tal forma que parecía que se fuese a romper. La enorme polla de Héctor entraba ya hasta el fondo de su culo y el sádico adefesio jugaba a su vez con el consolador, perforándola a la vez o alternamente, dependiendo del momento.

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Te gusta zorra, se que te gusta.

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Mmmmmm, mmmmmm.

-

¿Quieres que te rompa el culo?

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Ahhhh, hazme lo que quieras pero no pares, por favor.

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Te lo voy a romper, voy con todo.

Diciendo esto Héctor aceleró el ritmo de las embestidas. Parecía que quería meterle hasta los huevos en el culo a la pobre rubia que sentía su orgasmo más cerca que nunca, con el consolador entrando también hasta el fondo. Aún hubo tiempo para un último acelerón y entonces llegó, por fin, el orgasmo de Xenia, en el mismo instante que el primer chorro de leche le llenaba el trasero. La rubia gritó, como una loca, sin mesura, a pesar de las horas, nada le importaba, gritó y gritó y siguió gritando mientras su cuerpo era recorrido por miles de pequeñas descargas eléctricas y espasmos, su espalda se arqueó y sus músculos se estiraron al máximo en el mayor orgasmo de su vida. Duró cerca de un minuto y ni cuenta se dio ya de que Héctor la seguía llenando el culo de leche. Se sentía plena, aunque solo fuese por unos segundos, llevaba tiempo sin sentir el delicioso placer del orgasmo y en esos momentos no le importaba nada, ni su penosa situación, ni el chantaje, ni el lamentable trabajo que tenía, ni el haber dejado su casa. Quería correrse así cada noche.

Héctor por su parte estaba al límite de su cuerpo. Pasaban de las 4 de la mañana y las tres corridas le habían dejado seco y roto. Sin fuerzas para más acción se levantó viendo como Xenia aún disfrutaba de los últimos coletazos de su éxtasis. Tomó el cartón de leche y apuró lo poco que le quedaba. Después se dirigió a la rubia.

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Puedes irte para casa, no doy más de si. Eres una auténtica puta, me has sacado toda la leche.

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Pero todavía no ha amanecido. Luego no vendrás diciendo.

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No, no, vístete y lárgate de aquí, quiero dormir.

Xenia temiendo que se arrepintiera se vistió a toda velocidad y salió rauda del apartamento. Abrió la puerta de su casa y se fue directa a la ducha. Allí se lavó bien mientras reflexionaba sobre su vida. Mas bien sobre su futuro, muchas ideas sobrevolaban su cabeza. Si había sido capaz de disfrutar con Héctor podría hacerlo con cualquiera. Las palabras de Ramón comenzaban a cobrar sentido.

Y ¿por qué no?

CONTINUARÁ