La nueva vida de Sara 3

Sara continua explorando una faceta suya desconocida hasta ahora.

El siguiente relato es ficción. No pretende representar nada ni es una guía de sado. Adviertó también que es un relato bastante extremo.

Espero que lo disgruten :-)

Mandé el vídeo de las tres violaciones a mi amo y esperé instrucciones.

Me había instalado de forma temporal en la habitación de los padres de mi esclava.

Era grande y bonita, aunque echaba de menos mi jaula.

Mi amo respondió de forma contundente

“Destrozala”.

Iba a escribir algo.

Tenía mis dudas sobre si Julia era sumisa, o si era la persona indicada para esto.

Pero en lugar de escribir nada de eso, solo escribí.

“Como desee, amo”

Julia seguía encerrada en su habitación, intentando asimilar todo lo que la había ocurrido.

La llamé para que viniera a viva voz.

Vino asustada, tímida, pero desnuda.

Se podían apreciar perfectamente los antiestéticos chupones que su segundo amante le había producido por todo su cuerpo.

Cuando vio lo que tenía conmigo, se aterrorizo.

-Sara, por favor, no.

-Eres mía.

Por un segundo desee que se largará o salierá corriendo.

Pero Julia no lo hizo.

-No creo que pueda aguantar más. No creo que pueda aguantar nada de eso.

-Puedes con esto y con más. Y ahora a cuatro patas.

Estaba verdaderamente asustada.

-Ahora no eres más que un juguete. Tu dolor y tu placer me pertenece. Y lo sabes. El hecho que estés aquí desnuda ante mi lo demuestra.

-Yo... No quería nada de esto.

-No me importa lo que querías o no.

Creía que iba a salir corriendo, pero no lo hizo.

Despacio, muy lentamente, se fue acercando a la cama y se pusó en posición, agarrada fuertemente a las sábanas de la cama de sus padres.

Gritó de dolor cuando notó el cinto estamparse en su culo.

Volví a azotarla con más fuerza.

-Sara, por favor, para... - suplicó mientras se derrumbada.

-Ama. Y ponte como te he dicho.

Volví a azotarla.

Julia terminó obedeciendo entre gimoteos y suplicas.

La azote una y otra vez hasta que su blanca piel comenzó a tomar un color rojizo debido al castigo sufrido.

Ella se quedó sin fuerzas en el proceso y había vuelto a tumbarse.

-Date la vuelta – ordené.

-Ama, por favor, no puedo más.

-Que te des la vuelta.

La azote una vez más.

Lo hizo, obedeció.

-Tus piernas, sepáralas.

Ella ya intuía donde iba a recibir el siguiente.

No obedeció.

Se tapó el coño con las manos.

Una falta gravísima que exigía un castigo severo.

Me dirigí a la repisa donde estaban el resto de los instrumentos que había preparado de antemano.

Cogí cinta aislante y volví con ella.

-No sabes lo que acabas de hacer.

-Sara, por favor... No, no puedo más.

-Estoy harta de tus lloros y gimoteos. Podías haber salido corriendo, huir, pero el caso es que estás aquí.

-¿Y adónde iba a ir?

No la hice caso. Cogí una de sus manos con fuerza y lo encinté en la cabecera de la cama. Fue sencillo, ella estaba agotada por todos los sucesos del día y apenas forcejeo. Luego, el otro brazo.

Até sus tobillos a las patas de la cama con una cuerda de tender la ropa que había preparado anteriormente.

Sí, la había dejado a mi merced.

La agarré del pelo y la aboteé en la cara.

Y por una vez, Julia no se quejó.

La di cuatro o cinco bofetadas en cada mejilla.

Luego me dirigí a la repisa y cogí el alicate.

-No pensaba usar esto hoy, solo estaba para asustar.

Se lo acerqué a su pezón izquierdo y comencé a presionarlo.

Julia se estaba tragando el dolor.

A continuación hice lo mismo con el derecho.

Presioné tan fuerte que está vez gritó.

-Tu cuerpo me pertenece. Esto es mío.

Restregué mi mano por su coño, un par de veces.

Acerqué la punta del alicate a uno de sus labios interiores y Julia chilló.

Fue un instante de dolor puntual.

Volví a mi plan original.

Recogí de nuevo el cinto y desgargué un azote rabioso en su coño.

Lo azoté hasta que su piel tomó tintes rojizos.

Comencé a hurgarle y manosearle el coño de forma grosera.

Yo misma era consciente de lo sensible que lo tenía ahora mismo.

Y me gustaba que Julia se retorcierá con cada toque y cada manoseo.

-¿A quién pertenece esto? - pregunté.

-Es suyo, mi ama. - Contestó sin titubeos.

-¿En serio?

Por como tensionó los musculos comprendí que esperaba ser azotada de nuevo.

En cambio, se lo abrí y escupí dentro de él.

-Es suyo. - Repitió

No estaba segura de que estaba haciendo bien para que Julia se comportará así.

Tampoco me importaba.

Cogí de nuevo el alicate y está vez presione su clítoris.

Julia chilló de nuevo.

La di varias punzadas de dolor agudo, aquí y allá mientras ella no paraba de chillar.

Me pregunté si en el caso de que Julia tuviera palabra de seguridad si lo hubiera dicho.

También me pregunté que clase de monstruo era yo que era capaz de hacerle todo esto a una antigua amiga.

Me detuvé para que Julia pudiera recuperar el aliento.

-¿Sigue siendo mío?

-Es suyo. - Respondió entre jadeos.

Me gustó su respuesta y no la di más vueltas.

-No tienes ni idea de lo que acabás de decir. ¿Sabes la de cosas que te puedo meter por ahí?

La metí dos dedos hasta el fondo mientras ella soltó un leve gemido.

-No – respondió sinceramente.

-Es un agujero, se puede llenar con cualquier cosa.

Saqué los dedos pringados con sus jugos y los acerqué a su nariz.

Y luego a sus labios.

Comenzó a chuparlos.

Viendo su cara estaba segura que era la primera vez que se probaba.

Y era la demostración palpable de que todo iba bien.

-Espera aquí, no tardaré.

Entre en el cuarto de baño que sus padres tenían en el dormitorio y cogí la escobilla del retrete.

A mi me habían metido unas cuantas cosas por el coño, pero nunca esto.

Me daba un morbo tremendo hacerle esto a otra chica.

Mi antigua amiga y ahora esclava no le quitaba los ojos de encima.

-¿Te gusta? Creo que es el objeto más adecuado para meterlo en ese sucio agujero de mi propiedad.

No dijo palabra.

Tenso los musculos y tragó saliva.

Su respiración era muy agitada.

Acaricie con la escobilla su zona íntima y luego lo retiré.

-Dime, ¿A quién pertenecé esto?

-Es tuyo, Sara.

Satistecha por la respuesta, coloqué la escobilla en el agujero y se lo metí de un simple empujón.

-Puedes mirar.

Despacio, mi mascota bajo la cabeza y miró como un palo blanco y largo salía de su entrepierna.

Y luego dejó de mirar.

Como toqué final, la coloqué una pinza de la ropa en cada pezón.

A esas alturas algo así yo ni lo notaba, pero para una esclava nobata como ella, sería un buen escarmiento.

-Voy a ir a dar de comer a Max.

Durante todo el día no habíamos echo ni caso al pobre Max. Suponía que debía estar muerto de hambre y seguramente, era necesario sacarlo a dar una vuelta para que hiciera sus cosas.

No necesitaba apresurarme. Las cosas con Julia iban mucho mejor de lo previsto.

Tras llenar su plato me fijé en la cocina.

Llevaba días alimentandome solo de meadas, mierda, insectos, mi propio vómito... Poder comer comida de verdad era una tentación demasiado fuerte.

Saqué el móvil y me pusé con contacto con mi amo.

“Eres ama ahora. Si quieres comer, comé”

Así que con el permiso de mi amo me dirigí a la cocina y me preparé algo.

También me pregunté que pasaría si le daba a Julia alguna de las cosas que yo me había llegado a tragar.

La idea me gustó.

Quizá nada tan bestia como lo mío, pero verla comer la misma comida con la que alimentaba a su perro hizo que coño se mojará.

Volví como una hora más tarde con ella.

La verdad es que el cuadro era impresionante.

Una chica, Julia, atada de pies y manos, totalmente abierta, con chupetones en tod su cuerpo, con una escobilla del vater clavada en el coño y los pezones pinzados e hinchados.

Y yo llevaba para ella un plato lleno de carne cruda y otras delicias perrunas.

-Sara, por favor, eso no. Por favor te lo pido. No puedo comerse eso.

-Claro que puedes... Y por cada trozo que no te comas te arranqueré un puto diente.

-No... No puedes estar hablando en serio.

-Claro que lo estoy. Porque de todo lo que he hecho, esto es lo que más moja. Así que abré la puta boca y come.

Julia se asustó de verdad. Podía ver el terror reflejado en sus ojos.

Coloqué el plato delante de su cara, ella bajo la cabeza, abrió la boca y comenzó a tragar.

Tuvo un par de intentos de nasuas, pero aguantó.

Tuvo la cara metida dentro del plato hasta que no quedó nada.

-Ves como si podías.

-¿Qué clase de monstruo eres?

No contesté. Estaba segura de que mi amo me había mandado a la casa para poder explorar esta faceta mía.

La puse un collar del perro alrededor de su cuello y comencé a desatarla. Pero no la quité ni las pinzas ni la escobilla. Até sus manos a la espalda.

-Preparaté, nos vamos.

No sabía si podía andar con la escobilla clavada, pero en cuanto vi que se levantó sin problemas y que dio unos pasos, supé que sí.

Andaba raro, con las piernas muy separadas para no presionar el instrumento contra ella.

Nos dirigimos a la puerta de la calle.

Ahí se paró mientras yo la abría.

-Vamos, anda.

Y ando.

No pasaba nada, estábamos en un jardín privado a salvo de miradas indiscretas.

Cuatro, cinco, diez pasos fuera...

Miró a la puerta de la calle.

Pensé que no iba a dar ni un paso más, que tendría que arrastrarla.

Pero me equivoqué.

Dio un paso, y otro, y otro más.

Salió desnuda a la calle, tal y como estaba.

Era noche cerrada y por tanto muy difícil que nos encontráramos con alguien.

Pero no pensaba en ella, pensaba en mi. Si alguien nos veía así seguramente llamaría a la polícia.

La condujé hasta una esquina cercana, donde la ordené que se pusiera de rodillas.

La quité la escobilla.

-Mea.

Y comenzó a mear en plena calle, delante de mi.

Yo me mee encima de ella, de su cara y su boca para ser precisos.

Tras meterle de nuevo el objeto en su cuerpo, volvimos.

Sabía que si me hubiera ido andando hasta Bilbao, Julia me hubiera seguido.

Era mi propio temor el que me impedía hacerlo.

Decidí enfrentarme a él.

Dejé a Julia atada a una farola y con la boca tapada.

La di instrucciones claras de que si alguien se acercaba, que la dieran por culo.

El problema era si alguien la veía y se apadiaba de ella.

Un buen samaritano que se meté donde no le importa o una mujer, por ejemplo.

Me quedé observando desde la ventana a ver que pasaba.

Mi coño estaba muy mojado.

Tardaron en llegar dos hombres que apenás podían ver lo que tenían delante de los ojos.

-¿Hay una masoquista por aquí?

-Joder, creo que es la hija de Joaquín, tío.

Por supuesto que les resultaba difícil reconocerla.

Desnuda, con el cuerpo cubierto de marcas, con la cara rebozada de comida para perros...

-Sí, ese es su pelo.

-Bien, ¿Y qué hacemos?

-¿Tienes preservativos?

-A mano, no.

-Entonces... Eh, perra, arrodillaté, que me voy a correr encima de ti.

Y Julia obedeció.

Los dos hombres se sacaron sus pollas y no tardaron en regar su cuerpo con su semen.

-Así esta más guapa.

Los hombres que pasaron por allí, hasta un total de 50, tomaron la misma decisión.

Se corrieron en su cara, en sus pechos, en su cabello.

Las mujeres que pasaban se rieron de ella.

Decidí que ya era suficiente porque el sol estaba a punto de salir y regresé a Julia a casa.

Pero no había terminado con ella.

Como ningún tío la había dado por culo, decidí que Max lo haría.

Así que la lleve hasta la zona de atrás de la casa y dejé que el chucho gozará de ella.