La nueva vida de Anita
Una mujer con una vida intachable descubrirá todo lo que se ha perdido hasta ahora.
Ana, o Anita, como la llaman sus amigos, era una chica muy formal. Realizó sus estudios en el tiempo justo, terminando una de las primeras de su promoción. Siempre tuvo contentos a sus padres y se casó con Edu, su novio de toda la vida. Su vida era ordenada, metódica y jamás hacía nada que estuviese fuera de lugar. Ni siquiera se había emborrachado nunca, y de drogas mejor ni hablar.
Pero un día todo aquello se desmoronó. Su marido se cansó de esa vida perfecta y se fue de casa, dejando a la pobre Anita sola, sin saber qué iba a ser de ella ahora que estaba a las puertas de la cuarentena.
Se habría sumido en una depresión si no hubiese sido por su amiga Silvia, soltera por vocación, que la animó a dar un cambio de rumbo a su vida:
-Mira, Anita, está muy bien la vida que llevas, pero quizás haya llegado la hora de soltarte un poco el pelo.
-No estoy preparada
-Yo te ayudaré.
Silvia la llevó a la peluquería y de compras, casi obligándola a comprar unos vestidos que Anita jamás habría atrevido a mirar siquiera. Una vez estuvo peinada, maquillada y vestida, Anita parecía otra mujer. Al apartar la mojigatería que lucía con orgullo, apareció una mujer muy guapa y sexy.
Anita se miró al espejo, y se veía disfrazada, el vestido negro ceñidísimo, muy corto, los altos tacones, el cabello rubio suelto dibujando sinuosas ondas alrededor de su cara, casi no se reconocía.
-Silvia, tú estás segura de que
-Estás espectacular, créeme. Ahora, vámonos de fiesta, tienes que lucir ese cuerpazo.
Fueron a parar a una de las discotecas de moda, donde todo el mundo bailaba al ritmo que el alcohol y las drogas marcaban. Los cuerpos se frotaban unos con otros y la sensación general era que no parecía existir el mañana.
Anita se asustó, jamás había estado en un lugar así. Por suerte, ahí estaba Silvia, para guiarla por el camino de la dolce vita. Tras varios tragos, Anita parecía otra, se encontraba en medio de la pista, bailando sin pudor alguno, rozando su firme trasero con los demás, y dejando que los demás se frotasen también con ella.
En un momento dado, notó como unas manos rodeaban su pequeña cintura desde atrás y como otro cuerpo se pegaba a su espalda y a su culo. Muy lejos de asustarse y tratar de quitarse al desconocido de encima, siguió bailando, realizando círculos con sus caderas, provocando que poco a poco el miembro del desconocido se endureciese contra su culo. Al sentirlo, Anita notó que su entrepierna se calentaba y humedecía y siguió frotándose con el chico.
Después de unos minutos más, Anita finalmente se volvió y sin más miramientos besó al desconocido en la boca, de una forma salvaje, con ansia, como si hiciese años que no besaba a nadie. El chico al principio se sorprendió, pero no tardó ni dos segundos en seguir el ritmo de Anita, cogiendo su culo con fuerza, con ambas manos y manteniéndola pegada a él.
Sin dejar de besarse, se fueron desplazando hacia uno de los laterales del local, hasta que Ana quedó con la espalda pegada a una pared. Ella se detuvo un momento para mirarle a los ojos fijamente, con lujuria. Él le devolvió una mirada llena de deseo y volvió a besarla con más delirio si cabe.
Cuando no pudo resistirse más, Anita desabrochó la bragueta del chico, buscando su polla con la mano. Encontró un falo grande y duro que no pudo evitar acariciar con deseo, sin dejar de besarle en la boca. Sin importarle si alguien podía verla, se levantó el vestido hasta la cintura y levantó su pierna derecha, que el chico sostuvo en alto, cogiéndola del muslo. Él apartó hacia un lado la tela del pequeño tanga que cubría su coño empapado y condujo su polla hacia la apertura. Se la metió de un solo golpe, sin miramientos y ella no pudo ahogar un grito, producto de una mezcla de dolor y placer. Puso ambas manos en el culo del chico mientras este la embestía una y otra vez. Varias personas se habían dado cuenta de la escena, pero Anita estaba en trance. En ese momento lo único que le importaba era gozar como lo estaba haciendo.
A los pocos minutos el orgasmo la golpeó con fuerza, haciendo que la pierna que la sostenía de pie flaqueara por un momento. Una vez más recompuesta, detuvo al chico, que la miró extrañado. Bajó la pierna que este le sostenía en alto y le hizo sacar la polla de su interior. Se acercó a su oído y susurró:
-Quiero que te corras en mi boca
Sin más dilación, se puso de rodillas delante de él y comenzó a comerle la polla con ganas, llevándola hasta su garganta una y otra vez, cada vez con más rapidez, provocándole en algún momento alguna nausea que ella consiguió mantener a ralla. El chico la cogía del cabello y la guiaba con firmeza, follándole la boca tal y como le había follado el coño hacía unos instantes. Finalmente, el desconocido soltó una cantidad considerable de leche, que Anita no dudó en tragar hasta la última gota.
Para entonces, más de quince personas estaban mirándolos fijamente, y algunos bultos reveladores en los pantalones de los hombres revelaban que les habría gustado estar en el lugar de ese chico.
Anita se puso en pie limpiándose los labios, que exhibían un rastro de semen. Se bajó el vestido y miró al chico con una sonrisa felina en los labios.
-Hasta otra.
Sin más, se marchó en busca de su amiga Silvia, que debía estar preocupada por ella.
Sin duda, la vida de Anita había cambiado para siempre.
Continuará.