La nueva vecina

Mi amigo Exar se muda de casa y conoce a su nueva vecina, que lo ignora, cosa que no puede consentir.

VECINA NUEVA

Me siento triste, decepcionada, y muy defraudada con mi mejor amigo, que ya no lo es. Ha cometido un error y, pese a que le sigo queriendo y apreciando, no se merece mi confianza, suerte tiene de que no le contaré a nadie lo que ha hecho porque de hacerlo le arruino la vida, ¡pero si le ha arruinado la vida a otra persona!. Todos cometemos errores, pero no como éste.

Mi amigo, al que voy a llamar Exar, es un chico de 27 años moreno, alto, guapo, con amigos, trabajo estable, sin pareja pero con muchas amigas (yo incluida), siempre con un don para la seducción y un encanto que hace que cualquier mujer se derrita. Exar nunca ha tenido problemas para encontrar mujeres para acostarse con ellas, pues siempre lo buscaban a él. También ha participado en tríos, cuartetos, quintetos, orgías y pare usted de contar.

Exar tenia un hermano alcohólico en rehabilitación, su padre en la cárcel por ladrón y su hermana yonqui fallecida hacía meses por sobredosis, un hombre de éxito personal y profesional no presumía precisamente de tener la familia perfecta. Visitaba a su padre en la prisión muy a menudo, se llevaban muy bien. El padre era experto ladrón de casas y de coches de lujo, nunca le habían pillado hasta hace poco, nunca utilizaba la violencia, era como un fantasma. En la última visita en la cárcel le dio a Exar las llaves de su casa, para que fuera a vivir allí.

A Exar encantaba esa casa, en un edificio de 5 pisos y vivía en el ático, muy cómodo, espacioso y ordenado. Con muy pocos vecinos y los que había eran matrimonios de ancianos a los que les quedaban dos telediarios. Exar no tardó en descubrir la habitación donde su padre guardaba el equipo y herramientas que utilizaba para su profesión de ladrón, equipo de escalada completo con cuerdas, arneses, correas, ventosas para escalar edificios…, todo muy sorprendente y fascinante.

Se cumplieron dos meses desde la mudanza, un día Exar empezó a oír que alguien subía la escalera, abría la puerta de enfrente y cerraba, era extraño porque hacía años que nadie vivía en esa casa. Salió fuera y tocó el timbre, le abrió la puerta una chica joven, ¿Si? dijo, Exar se quedó de piedra, era preciosa. Morena, 1,60 de estatura, cabello corto, ojos verdes muy claros, piel clara, voluptuosa, pechos grandes, firmes y bien colocados al igual que su cintura y su culo. Se presentaron, ella era Mónica, la nueva vecina, los que antes vivían eran sus abuelos, que fueron llevados a una residencia hace algunos años. Esa misma noche Exar tocó el timbre, ella salió y le pidió si quería que cenaran juntos, a lo que ella respondió que no, quizás otro día. Cuando Exar se proponía llevarse a una mujer a su lecho de amor no había nada ni nadie que le detuviera, y aquella contestación negativa a su invitación solo era un asalto perdido, un calentamiento, o prueba, como queráis llamarlo, pero sabía que tarde o temprano caería… en su cama. (o en la suya)

Pasaban las semanas y Mónica no se dejaba ver, y cuando lo hacía era una nueva frustración para Exar que no conseguía ni que le mirara a los ojos, ni una simple sonrisa en su cara de niña dulce. Ofreciéndose incluso a ayudarle a subir la compra, habiendo un ascensor, cualquier tontería era excusa para hablar con Mónica y de algún modo llamar su atención. En lo que llevaba viviendo frente a Exar, éste solo consiguió sacarle que tenia 20 años recién cumplidos, que estudiaba arte dramático y que no tenía pareja, y de las semanas a los meses y nuestro buen amigo, a quien sigo queriendo y apreciando, aceptó su primera derrota con honor y con humildad, siguiendo con su vida alegremente.

Si olvidarse de Mónica, con su cuerpazo y su dulce voz fue difícil, mas difícil fue llegado el calurosísimo verano, y con ella minimizando al máximo las prendas para contrarrestar el calor sofocante, no dejaba vivir a Exar cada vez que la veía llegar de hacer jogging, con el top deportivo escotado y empapado de sudor. O cuando la veía vestida para salir los viernes por la noche, con esos vestidos negros de tirantes ceñidos al cuerpo enseñando la espalda. Exar visitó a su padre en la prisión, hablaron animadamente del tema y se echaron unas risas, hablaron de otras cosas, de la casa. Su padre le dijo que si tenia que ir a la playa con ella alguna vez que cogiera la sombrilla y la colchoneta hinchable que tenia guardados en el cuarto trastero de arriba, en la terraza de la finca.

Exar dudaba de que alguna vez fuera a la playa con Mónica, pero si con sus amigos, así que subió a la terraza, eran las doce del mediodía y el calor era aplastante, entonces empezó a oír un ruido extraño que, afilando el oído, logró adivinar que era música de unos auriculares, de un discman o mp3, fue caminando despacio hacia donde provenía el sonido, acercándose el sonido se oía mas claro, asomándose a la esquina pudo ver de que se trataba, era Mónica, que tomaba el sol completamente desnuda, acostada boca arriba en el suelo, su piel brillaba por la crema solar, con la música a todo volumen y un refresco de cola al lado.

El corazón de Exar se aceleró al instante, tanto que se él mismo oía sus latidos salir por la garganta, ella ni se había dado cuenta de que él estaba allí, la tenía a un paso con su maravilloso cuerpo desnudo, Exar estuvo un rato observándola para luego bajar y hacerse una buena paja en el lavabo que casi alcanzó el techo. Cuando se hicieron las 14:00 oyó que Mónica bajaba las escaleras y se iba a su casa.

Al día siguiente, a las once y media de la mañana se oía la puerta de enfrente abrirse y Mónica subía de nuevo a tomar el sol, Exar subía también para no perderse el espectáculo y con mucho cuidado de no hacer ruido, porque ella esta vez no traía el mp3 para escuchar música, y no traía un refresco de cola, sino de limón. ¿De limón? ¿de qué le sonaba a Exar la bebida de limón?, enseguida se acordó de los sobres de somnífero con sabor a limón que tenía en el armario del cuarto de baño. Entonces una idea perversa golpeaba suavemente la cabeza de Exar que, sigilosamente, fue hasta su casa para ir a buscar uno de éstos.

No tardó en volver a su posición de vigilancia para ver a Mónica, que se había dado la vuelta para colocarse boca arriba, Exar se acercó con mucho cuidado de rodillas, con el sobre abierto, estiró el brazo para alcanzar la lata de refresco y adivinar con puntería en el agujero de ésta para vaciar totalmente el contenido del sobre y de paso agitar un poco la lata para facilitar que se mezclara.

Solo era cuestión de esperar a que Mónica bebiera y que hiciera efecto, tuvo que esperar poco, porque de inmediato bebió y se termino el refresco, volvió a acostarse y pasaron 20 minutos escasos. Exar entendió que se había excedido al echar todo el sobre en el refresco porque, de éste, solo quedaba la mitad, y al estar mas concentrado, el efecto sedante sería mayor.

La llamó ¡Mónica!, no respondió, la volvió a llamar otra vez y más fuerte, nada. Estaba KO, fuera de combate, Exar se acostó a su lado y empezó a acariciar su cabello, era fino y suave, al igual que su cara de ángel, preciosa. Con sus dedos tocaba sus labios carnosos, los metía dentro de su boca para ver esos dientes blancos perfectos. El aroma de Mónica embriagaba a Exar, que no pudo evitar darle un beso en sus labios de forma dulce, tan dulce como las caricias que le hacia con los dedos alrededor de sus pechos perfectos, describiendo círculos alrededor de los mismos hasta culminar en aquellos apetitosos pezones que, sin pensárselo, lamió y succionó vorazmente, deleitandose con su excitante aroma de mujer, deslizó su lengua por su vientre, saboreando por completo cada centímetro de su piel. Entonces Mónica suspiró, seguía inconsciente, pero su cuerpo respondía a sus estímulos.

Exar comprendió en ese momento que no podía hacer nada más, si le penetraba ella lo sabría, y sabría que ha sido él, se puso de rodillas, se hizo una paja mientras le comía las tetas y se corrió encima de su vientre, esparció su semen como si fuese crema y se fue a su casa todo nervioso. Le había gustado mucho, y sabía que repetiría, pero puede mejorarse, pensó, había muchos más sobres de somnífero en el armario.

Esa noche, Exar estuvo maquinando otra perversión para la mañana siguiente, después de haber descubierto la colección de medicamentos que tenía su padre en el armario del cuarto de baño. Sólo tenía que decidir qué efecto quería provocarle a Mónica, después de mucho pensar, decidió que ella tendría que estar despierta.

Subió a la terraza con la sustancia elegida, con una venda para los ojos y cuatro ventosas para escalar edificios. Con cuidado echó un poco de la sustancia en la bebida y esperó pacientemente, Mónica bebió y volvió a colocarse boca arriba de nuevo. Espero el tiempo necesario para que surgiera efecto, un fuerte relajante muscular que la dejaba sin fuerzas pero estando consciente.

Le puso la venda en los ojos con mucho cuidado, ella se sobresaltó e hizo el gesto de intentar, con mucha dificultad, quitársela. Luego pegó en el suelo las cuatro ventosas, extendió a Mónica sus brazos y piernas atándola a cada ventosa con correas dejándola en posición de X, durante este proceso ella no paraba de moverse débilmente y seguramente preguntándose qué diablos estaba pasando. Las ventosas se aferraban fuerte en el suelo y Mónica estaba muy bien sujeta, intentando liberarse inútilmente.

Exar se acostó junto a ella, como en la anterior ocasión, contemplándola y viendo como se debatía, entonces él dijo –hola-, ella se detuvo y preguntó con voz apagada -¿quién eres?-, no hubo respuesta, -¿Estás bien?- preguntó Exar. Ella volvió a preguntar -¿quién er...? ¡Aah!, exclamó levemente interrumpiendo su pregunta al sentir las caricias que él empezaba a hacerle deslizando sus dedos por el vientre y por sus pechos, tocando con los pulgares sus pezones, jugando con ellos,- soy tu ángel de la guarda- dijo Exar. Mónica soltaba quejidos, no sabía que pasaba pero quería que eso se detuviera. –Shhhh, tranquila-, dijo Exar mientras le hacía una caricia en la mejilla, dirigiendo su cara hacia el lado donde él estaba dándole un tierno beso en sus labios entreabiertos, que empezó a lamer y a chupar apasionadamente, mientras ella seguía moviéndose para intentar, ¿qué?, ¿liberarse?, enseguida empezó a moverse un poco más de lo que sus esfuerzos le permitían cuando iniciaba suaves lamidos en su sexo, Mónica intentaba apartarse aquello que la lamía moviendo la cadera, arqueando la espalda, pero era imposible y la excitante lengua de Exar continuaba su erótica labor. Ella lo odiaba, pero inevitablemente llegó al orgasmo. Sin poder ver y moverse, ella seguía tan interrogante como al principio, no sabía si soñaba, si era real, seguramente por los efectos del medicamento elegido. Mónica estaba muy mojada y a Exar le dolía la polla de lo dura que estaba. Ella seguía inmóvil en el suelo, sintió algo en los labios, y como tenía la boca entreabierta, no impidió que la barra de carne de su amante violador se introdujera hasta el fondo cogiéndola por sorpresa de nuevo, pero sin nada que hacer para evitar las poderosas embestidas de Exar. Éste se había colocado de rodillas con las piernas abiertas justo encima de la cabeza de Mónica, postura idónea que le impedía apartarse hacia los lados. De cada vez embestía más rápido y más fuerte, al igual que los gemidos de placer que exalaba Exar que, finalmente, se corrió dentro de aquella boca tan sexy, sin sacar su polla de dentro la obligó a tragarse todo su esperma. De inmediato Exar desató a Mónica y le quitó la venda para marcharse sin hacer ruido, poco después ella recuperó su movilidad y se marchó tambien.

Nuestro amigo dejó que pasara algún tiempo desde ese día hasta que llegara el momento en el que se la follaría definitivamente. Durante ese tiempo la vida transcurrió de forma totalmente normal y a Mónica no se le notó nada anormal, ni siquiera sospechó que su ángel de la guarda fuese él, quien planeó meticulosamente el tercer asalto que paso a relatar a continuación.

Llegado el día, Mónica volvía de salir por ahí con su pandilla, estaba esperando que bajara el ascensor. Cuando se abrió la puerta, una mano le tapó la boca y otra le enseñaba un cuchillo militar de grandes dimensiones, Mónica vio a través del espejo del interior del ascensor un hombre vestido de negro con pasamontañas, el miedo se apoderó de ella totalmente.

  • Entra, voy a quitar la mano, nena, si gritas tendré que hacerte daño, ¿entendido?- ella asintió y él le quitó la mano, no gritó. – Bien, ahora pulsa el piso en el que vives, y no se te ocurra moverte-, dijo Exar mientras ella obedecía de inmediato.

Una vez arriba, Exar le ordenó que fuera a su puerta (la de ella) y abriera, así lo hizo. Mónica estaba llorando de terror. Tras haber cerrado la puerta le mandó que le guiara hacia el dormitorio.

  • Dame el dinero que lleves en el bolso.- Ella buscó en su interior.

  • No tengo nada, - dijo llorando. - Por favor no me hagas nada-.

  • ¿No llevas nada?, ¿me he arrastrado hasta aquí para nada?, tendré que matarte.

Mónica lloró aun más.

  • Tranquila, cariño, seguro que podemos arreglar esto sin que tenga que hacerte daño, así que deja de llorar y respira hondo, tranquilízate. - Mónica hizo lo que pudo para tranquilizarse, pese a la gravedad de la situación.

  • Muy bien,- dijo Exar mientras sacaba de un bolsillo la venda,- ¿ves esto?, póntelo y cúbrete la vista.- Ella lo hizo-, Muy bien, ¿no puedes ver verdad?, es por seguridad. Relájate, ahora por favor, desnúdate.

Mónica no podía creer lo que estaba pasando, el miedo recorría todo su cuerpo. No tenía elección, empezó temblorosa descalzándose y luego se quito el vestido negro de tirantes, sin ropa interior.

  • Muy bien cielo, no es tan difícil, no te preocupes, sé que tienes mucho miedo.

  • ¿Qué quieres de mi?

Exar sacó de nuevo algo más de su bolsillo, eran unas esposas de cuero que, en lugar de tener juntas las correas, llevaban una vara rígida del mismo material entre éstas, con lo cual ambas manos estaban separadas casi a los lados de las caderas.

  • Dame tus manos cariño, así, muy bien, ¿no puedes desatarte, verdad?. Bien, ahora guardaré mi cuchillo en su funda. - Decía Exar mientras le acariciaba un seno a Mónica provocándole el llanto de nuevo, empezando a hacerse la idea de por donde irían los tiros. Exar la tranquilizó de nuevo con sus suaves palabras, siendo consciente de su poder sobre ella, o más bien dicho, siendo ambos conscientes del poder que ejercía Exar sobre ella. Ésta sabía que nadie iría a rescatarla, había apagado el móvil de camino a casa y no iba a recibir llamadas, ni visitas de nadie, Mónica había elegido vivir en esa casa para no ser molestada por nadie, por eso ignoraba a Exar y a todos los vecinos, para estar sola.

Exar la dirigió hasta el borde de la cama, le ordenó sentarse. - Dime como te llamas amor-, preguntó,- Me llamo Mónica-.

  • Muy bien Mónica, ahora, procura ser sincera en las preguntas que vaya a hacerte, ¿de acuerdo?

  • Si

  • Bien, supongo que una chica como tu sabe cómo hacer una mamada, ¿me equivoco?

  • No

  • Bien, Mónica, pues empieza, la tienes ante ti.

Ella movió su cabeza hacia delante buscando la polla de Exar, abriendo su boca, se la introdujo despació para empezar a succionar durante un momento, se la sacó y lamió el capullo con glotonería, agitando la lengua provocando la mayor excitación posible en Exar. Lo hacía bien, empezó a lamer y a chupar a lo largo de su verga, para volver a introducírsela de nuevo en su boca y chuparla una y otra vez hasta que el excitadísimo Exar le mandó que se detuviera.

Bajo sus órdenes, Mónica se había acostado boca arriba en su cama, respirando entrecortadamente, sintió toda una serie de besos y lamidos dulces en sus pechos al igual que en sus rosados pezones, que se erigían desafiantes y hermosos, brillantes por la saliva que dejaba el amante violador a su erótico paso por aquella piel blanca y suave, lamida con ternura lentamente. Mientras, Mónica se dejaba llevar por la excitación provocada enormemente, no sólo por recibir todo ese amor, sino por el morbo que le había causado ser amenazada de muerte si no complacía a Exar, quien ya estaba saboreando gustosamente su concha, agitando su lengua a velocidades vertiginosas golpeando el clítoris, empapándose de flujos la boca, con Mónica gritando de placer, agarrando fuertemente con sus manos la vara de las correas que la sujetaban, arqueando su espalda, llego un orgasmo casi infinito. Exar, tras haberse colocado un condón, de rodillas frente a ella, colocó su polla en posición de entrada, mientras ella se recuperaba respirando profundamente, con su cuerpo bañado en su sudor. Él inició las embestidas con fuerza, no podía aguantar más, iba a correrse, al cabo de un rato largo llegó también Exar al orgasmo, quedándose descansando encima de ella. Pasado un rato, la desató, le quitó la venda y se fue, Mónica no opuso resistencia alguna, más bien lo agradeció de algún modo.

Habían pasado algunas semanas después del último, sexual y victorioso asalto de Exar. Mónica ya no vivía enfrente, se había ido a vivir con una amiga. La vida de Exar pasó con normalidad. Un día, paseaba por la playa tranquilamente, viendo como se divertía la gente, entonces, alguien le dijo - perdona guapo, ¿tienes un momento?-, Exar se dio la vuelta y era Mónica tomando el sol desnuda. - Claro, dime. - ¿Me untas de crema por favor?

FIN