La nueva rutina de Sonia (cap. 2 )
La curiosidad de Sonia la lleva a involucrarse más y más con su nuevo amigo del Metro.
Llegó la primavera y la temperatura poco a poco comenzó a aumentar por lo cual el viaje en Metro era aún más molesto y sofocante
Lunes de nuevo, caminé hacia la estación y en ella encontré a Rogelio, nos saludamos con afecto y comenzamos a platicar como de costumbre, en dirección al andén.
Ya dentro del vagón Rogelio me abrazó desde atrás. Fue así que no pasaron muchos minutos hasta poder sentir una vez más su miembro chocando contra mis glúteos. Su respiración estaba agitada, por momentos dejó de platicar, sólo escuchaba suspiros y algunas frases esporádicas. Yo estaba nerviosa pero al mismo tiempo excitada. La gente alrededor ni siquiera nos miraba.
Rogelio se acercó un poco más haciéndome sentir su duro pene en mis nalgas. El no se detenía, su osadía iba en aumento al igual que mi curiosidad. Fue así que puse en práctica una idea que rondaba mi cabeza desde hace un tiempo, quería saber qué ocurriría si lo provocaba tan solo un poquito... y eso hice.
Dejando de lado mi pasividad y timidez, oculté mi mano bajo mi chaqueta, la bajé y comencé a palpar muy suavemente el pene de Rogelio sobre su pantalón. Ahora fue él quien dio un salto, lo cual me hizo mucha gracia ( en silencio ).
Lo toqué con la yema de mis dedos por algunos pocos segundos, siempre haciéndome la desentendida, luego retiré mi mano, no quería ir tan lejos. El resto del viaje continúe sintiendo su miembro tras de mí, pero de forma más suave y menos agresiva.
Llegamos a destino en donde nos despedimos cariñosamente como siempre, la única diferencia fue que intercambiamos nuestras tarjetas de contacto.
Durante todo ese mes viajamos muchas veces juntos y platicamos bastante, lo cual nos permitió ser más cercanos y más amigos. El “ritual” de protección se repetía constantemente pero pese a esta confianza no me atreví a acariciarlo nuevamente, sentí muchos nervios.
Llegó un nuevo día lunes y Rogelio me esperaba en la estación, esta vez estaba junto a su nieta mayor, Marcela. Viajamos los tres juntos durante cuatro estaciones conversando animadamente, Marcela es una chica encantadora, se parece bastante a mi hija en su carácter y desplante. La chiquita se despidió de nosotros, bajó del tren y se fue a clases. Así fue que Rogelio tomo su posición característica, me abrazó y comenzamos la plática cotidiana, al ritmo de su cariñosa “protección”
En esta oportunidad Rogelio cruzó sus manos frente de mi cubriéndolas con su chaqueta de vestir. Esto permitió que intentase ir un poco más allá comenzando a acariciar suavemente mi seno derecho con la punta de sus dedos, por sobre mi camiseta
Rogelio… por favor, pare!… nos pueden ver -
Tranquila Mijita…-
Sus palabras no me tranquilizaron, insistí nuevamente con fuerza y logré que detuviera sus caricias. Mi exigencia enfrío el ambiente, Rogelio cambió de tema y solo me abrazaba pero manteniendo una inusual distancia. Al llegar a destino se despidió avergonzado y se retiró rápidamente.
Pasé todo el día muy preocupada por lo ocurrido, así que busqué su tarjeta y le envíe un mensaje de texto por celular. Luego de un par de horas Rogelio respondió diciéndome que estaba todo bien y que me enviaba un beso. Eso me calmó un poco.
Al día siguiente decidí irme en Metro por puro gusto, quería encontrarme con Rogelio. Antes de salir le envíe un nuevo mensaje de texto avisándole que estaba en su estación esperándolo. El llegó a los pocos minutos. Nos saludamos de un beso en la mejilla y bajamos para entrar al vagón. La gente comenzó a repletarlo y Rogelio tomó su posición de costumbre abrazándome desde atrás.
Sonia, hoy estas preciosa, el uniforme te queda muy bien...-
Gracias Rogelio, tu siempre tan amoroso conmigo -
Su comentario hacía alusión a mi uniforme de trabajo el cual es semi formal pero muy femenino. Mi vestuario laboral consta de una chaqueta gris oscura, camiseta de algodón mangas largas con cuello redondo, además del pantalón con zapatos de taco mediano. Nada vulgar ni provocativo.
Conforme avanzamos en el viaje me ubiqué un poco más al costado, así podíamos conversar mejor
- ¿Sabes Sonia? Me encanta protegerte no quiero que nadie te maltrate aquí ni en otro lugar -
Nuevamente vencí mi timidez y me atreví a preguntar aquello que me atormentaba hace tanto tiempo
Lo agradezco muchísimo...pero... ¿Por qué me eligió a mi…? -
Me gustas, eres interesante, eres bella en todo sentido… -
Le parezco bella? En serio? -
Eres fascinante Sonia… -
Pero soy Casada, tengo dos hijos, esto no está bien -
Lo sé, no quiero destruir tu familia, sólo di rienda suelta a mis instintos. Discúlpame por favor, no quiero molestarte ni traerte problemas -
No!... Yo también soy culpable de esto, lo he permitido… -
Entre los mea culpas de ambos, Rogelio prefirió a cambiar de tema
- Sonia, ¿quieres ir a desayunar conmigo a mi café…? Pero tendrías que pedir permiso en tu trabajo… -
Con esta invitación recordé mi época de adolescente cuando escapábamos de clases con mis amigas para ir a fumar al parque. No puedo negar que sentí miedo pero también estaba curiosa y deseosa de ir con él. Me animé, hice una llamada, hablé con mi jefa y le pedí el día libre para hacer “tramites personales”. Al mismo tiempo preferí llamar a mi marido para decirle que saldría de la oficina a visitar clientas y que estaría todo el día fuera.
Acepto!! Tengo el día libre -
Gracias Sonia… ¿ves que eres hermosa? -
No creo ser hermosa, apenas me considero una mujer normal. Mido 1.65, soy de contextura mediana, ni delgada ni gordita, tengo el cabello castaño claro y mi piel es más bien trigueña. Mis senos son grandes y algo caídos, mi trasero es un poco gordo y tengo celulitis. Tal como lo dije anteriormente, soy bastante normal.
Bajamos en la estación de siempre pero nos dirigimos al Café de mi amigo. Caminamos lentamente tomados del brazo como si fuéramos familiares, de hecho si alguien nos veía le diría que Rogelio era mi tío o algo por el estilo. A los pocos minutos llegamos a un barrio muy tranquilo y ajeno a la locura del centro mismo.
Entre algunos viejos callejones perdidos accedimos a una pequeña plazoleta en donde estaba ubicado su local, un pequeño y sencillo café de corte clásico pero al mismo tiempo muy acogedor.
Ingresamos al lugar, Rogelio bajó la cortina metálica, cerró la puerta de cristal y colocó nuevamente el letrero de “cerrado”. Una vez adentro me invitó hasta la mesa al final del local, sacó su pañuelo y comenzó a secar mi sudor el cual hoy era una mezcla de calor y excitación. En ese momento percibí que Rogelio me inspeccionó completamente con su mirada, desde mis accesorios, mi ropa, mi maquillaje, etc.
Puedo decirte algo Sonia? -
Claro que puede -
Disculpa que te lo diga pero… me encantan tus senos -
Rogelio…!!! -
¿Qué pasa Mijita? -
Es que me dice cosas que.. no se… me descolocan pues -
No te sientas así. Me gustas, me gusta tu cuerpo, tu aroma, tu piel... -
Rogelio, por favor…me da vergüenza -
No te sientas así por favor. Anda, quiero saber más de ti ¿Vale? -
Asentí en silencio solo moviendo mi cabeza y le apreté fuerte la mano en señal de cariño y confianza. Continuamos sentados al final de su pequeño café conversando de todo un poco
Y dime, ¿qué piensas de mi Sonia? -
Bueno, lo considero un caballero, que me protege, que me cuida y eso me gusta mucho…-
¿Y qué más? -
Eso me gusta, me encanta -
¿Solo eso? -
Si… sólo eso ¿por qué? -
Y mi protección en el metro, ¿ no te gusta?-
Si… -
Pero vamos Mijita.. hable claro pues -
... me encanta como me protege en el metro… -
Rogelio, notoriamente contento, se levantó de la mesa y fue a preparar el desayuno. Continuamos con una agradable y tranquila platica, tomando un rico café con tostadas, mantequilla fresca, algunos panecillos rellenos con frutos secas, galletas dulces, mermelada de frutas y refrescante jugo de durazno.
Una delicia.
Continuará...
Espero les agrade la continuación de mi relato. Agradezco a las personas que me han escrito, pueden segui haciendolo, les responderé con mucho gusto