La nueva reina del hogar IX
Continua el encuentro de Javier y Ana, Ana le explica sus motivaciones y Javier reconoce el dominio de su hija sobre él
Ana cerró los ojos respiró profundamente, hacía tiempo que practicaba reconocer los olores y con ellos las emociones de las personas, la abuela había dejado varias anotaciones en uno de los libro de la biblioteca. Aún con los ojos cerrados empezó a reconocer los distintos aromas, pero los desvío de su mente, las primeras impresiones eran demasiado obvias, el semen de su papá pegado a la ropa interior, el sudor de los dos, el sexo de ella. También llegaban, más tenues, el aroma del sexo y el ano de su madre, el vino tinto. Pero ella buscaba otra cosa, iba detrás de las emociones; respiró por tercera vez, más profundo, trató de alejar cualquier idea preconcebida en su mente, y como colores vivos en su piel apareció el miedo que sentía su padre hacía las mujeres, era un miedo mezclado con rabia y con admiración, cada que penetraba a su madre o a Margarita, a una de las amantes ocasionales que tenía, sentía vértigo, una sensación de ser devorado, de perder el pene en la profundidad del sexo femenino, y esa sensación, de no tener pene, de perderlo, lo exitaba a tal punto que se volvía violento y agresivo, no reconocía que esa castración simbólica le gustaba.
Ana abrió lo ojos justo su padre empezaba a despertar, ahora estaba segura que debajo de todo su machismo y agresividad, su padre deseaba, como ella suponía, una mano firme que apretara sus testículos y le dijera que hacer. Ana se sentía muy exitada, su padre no era muy grande, tenía un piel morena muy suave y los músculos apenas firmes y largos, además era delgado, su espalda era delicada y con los años había acumula un poco de grasa en el trasero, que hacía que todas las amigas de Ana hicieran bromas sobre él. La verdad, pensaba Ana, se vería increible vestido de mujer, luego se rió para sí.
Saco su mano de su sexo y tomó el resto de la ropa de la cama, la arrojó sobre el cuerpo de Javier, se sentó en la cama y pusó un pie sobre el cuello y otro sobre el pene, las botas negras y con tacón en punta hicieron que Javier despertará de una vez, algo aturdido y asustado. Desde el piso no tenía vista privilegiada, por decirlo de alguna manera, veía la bota de Ana que cubría casí hasta la rodilla, luego el muslo que brillaba, apesar de la escasa luz, por el fino vello que recorría toda su piel y luego veía parte de su pecho y su rostro inclinado sobre él, lo miraba con cusiosidad, exitación y luego apareció una sombra de rabía y sintió como la bota se clavaba sobre su pene y su garganta. Se le cortó la respiración, luego un hilo delgado pudo pasar y tosió con fuerza, apenas tenía el aire suficiente, sentía que su pene se incorporaba y el tacón se clavaba con más fuerza en la base, justo entre el pene y los testículos.
¿Tienes idea de por que estas en el suelo? preguntó Ana, Javier hizó el intento de incorporarse, pero imediatamente el tacón presionó su cuello. No te conviene moverte, sabes, no estás en posición de ofrecer resistencía de ningún tipo, además te gusta que te domine, ¿no es así? Javier desvió la mirada en forma de reconocimiento. Bueno, no tenemos mucho de que hablar, por lo menos tú no, esta casa está a punto de irse al infierno, y gran parte es tu culpa, si pudieras controlar tu pene, otra cosa sería, pero no sabes, Ana presionó nuevamente la bota sobre el pene de Javier, que presentaba una gran erección. Margarita, tú amante, ha puesto a tú nombre acciones de la empresa, y tu has todo nuesto dinero, el dinero que la abuela dejo, por cierto, invertido en ella, pero pronto las acciones no valdrán nada, por culpa de Margarita y, Jorge, tu jefe y verdadero amante de Margarita, nosotros perderemos todo y ella comprará con otra empresa la vitivinícola y la importadora. Y tú no has visto venir nada de esto verdad, sin contar que la empresa, en algún tiempo fue de mi abuela y sus hermanos la traicionaron quitandole todo.
Javier la miraba sorprendido, en su mente una serie de acontecimiento comenzan a llenar su mente, uno sobre otro, si permitirle pensar.
Y luego, dijo Ana, esta el hecho de que estoy cansada de ver a esta familia sin rumbo. Entonces Ana se puso de pie y puso una pie a cada lado de cabeza de su padre. Hace rato la emoción te gano, y no pudiste hacer que me viniera, eso hay que corregirlo, eres un pésimo amante, tal vez si te convierto en mi perrita nos vaya mejor, por ahora tendrás que lamerme muy bien.
Con sus últimas palabras descargó la vara en le costado de Javier, que soltó un pequeño grito y luego suspiro, veía a Ana desde abajo, sus largas piernas y su sexo, su abdomen, apenas con una delicada curva y sus pechos descubiertos, deseo como nunca besar el sexo de su hija, deseo sentir su humedad y su aroma, nunca había imaginado que pudiera suceder, pero junto a su intimo secreto de ser poseído por una mujer fuerte y dominante, se mezclaba el morbo de que desde hace un año Ana se convertía rapidamente en una mujer.
Aún Ana conservaba muchas actitudes de jovencita, pero en otras parecía una mujer experimentada, desde hace poco se había convertido en un enigma para Javier, además su figura y su arreglo se habían vuelto muy sensuales, aunque Javier lo evitará, más de una vez se sorprendió mirando su escote o su trasero.
Y ahora le ordenaba que le chupara el coño, que se la comiera, empezó a salivar como si se tratará de un platillo exquisito, el golpe de la vara solo sirvió para exitarlo más. Ana descendía ya sobre su rostro, también ella estaba muy exitada, no solo poseer a su padre y dominarlo la emocionaba, si no todo la suma de cosas que habían pasado ese día, convertir a su hermano en un esclavo eunuco a su servicio, hacer de su madre una perrita llena de sexualidad y deseosa de sus castigos y humillaciones, y ahora, dominar y controlar a su padre, y con el extra de que había decidido perder su virginidad esa noche con su padre, había pensado nunca tener relaciones, pero luego de leer el díario de su abuela donde decía que no había placer más grande que poseer a un hombre al que se esta dominando y se le tiene absolutamente controlado, deseo hacerlo y pensó que el primer hombre que dominara de manera total sería a su propio padre.
Con estas imagenes el sexo de Ana, cálido y húmedo, se posó delicadamente en la boca de su padre, el sintió un tiron en su sexo y con mucho cuidado empezo a besar los labios de Ana, a pasar, suavemente, la lengua por los bordes de su sexo, aspiró su aroma, levantó las manos y sostuvo sus muslos para que no se cansara tanto por la posición, su nariz se poso en su clítoris, Ana solto un suspiro, cerró los ojos y olvidó todo lo que había pensado para centrarse en ese instante.
Sobre el cuerpo de Javier estaba esparcida parte de la lencería, y cubriendoló practicamente todo la capa de Ana, su pene rozaba con la tela produciendo espasmos, soltaba líquido preseminal. Los jugos de Ana mojaban las mejillas de su padre, lo tomo del cabello y lo jaló con fuerza hacia ella, estaba a punto de tener un orgasmo, Javier también la sujetó con fuerza e insistió en su clítoris, Ana tomó aire y luego soltó un grito largo mientra se venía, gran cantidad de líquido salió de su sexo, toda la tarde había estado en un exitación y ahora podía descargar su placer.
Sintió que una fuerza muy poderosa la dominaba, seguía con los ojos cerrados y la capa cubría su espalda y parte de cuerpo de su padre, el deseo de asfixiarlo volvió, se apoyó con más fuerza sobre él, el no hizo por quitarsela de ensima, al contrario, apoyo sus manos sobre sus muslos, pasaban los segundos y la respiración se volvía torpe, Ana continuó teniendo pequeños orgasmos uno detrás de otro, parecían no parar, sentía que una oscuridad circulaba por sus venas, una energía de sexo y poder daba fuerza a sus musculos, su mente estaba clara y concentrada como nunca, escuchaba un aleteo de un ave inmesa dentro de ella, su piel estaba erizada, sentía que sus manos eran garras de un animal salvaje, un último orgasmo sobrevino desde su vientre, su ano palpitaba y su sexo succionaba el rostro de su padre como si fuese un animal marino alimentándose de suelo marino.
El pene de Javier seguía erecto, el placer de dejarse abandonar a los deseos de su hija lo exitaban junto con la sensación de miedo, aceptó su posición, aceptó en silencio lo que su hija le había dicho, aceptó ser sumiso ante ella y seguirla como si un perrito de compañia se trataba. Sentía que le faltaba el aire, pero también aceptó que si Ana lo desea muerto él cumpliría su deseo, pensaba que aquello era como un nuevo matrimonio donde el podía poner su vida por la de su hija, su placer por el de ella, su humillación por la fuerza de ella. Dentro de él decía Sí Ana, lo que tu digas, Sí Ana, Sí Ana...
Javier tuvo un orgasmo lento, casi seco, doloroso, pero lleno de placer y satisfacción, Ana le dejó respirar y él en agradimiento puso sus labios en su sexo, Muy bien, estas entendiendo muy bien de que va, lo felicitó Ana, ahora quiero que hagas otra cosa, ponte la ropa de Margarita. Por un momento dudó, luego, humildemente dijo, Sí Ana.
Ana cerró los ojos respiró profundamente, hacía tiempo que practicaba reconocer los olores y con ellos las emociones de las personas, la abuela había dejado varias anotaciones en uno de los libro de la biblioteca. Aún con los ojos cerrados empezó a reconocer los distintos aromas, pero los desvío de su mente, las primeras impresiones eran demasiado obvias, el semen de su papá pegado a la ropa interior, el sudor de los dos, el sexo de ella. También llegaban, más tenues, el aroma del sexo y el ano de su madre, el vino tinto. Pero ella buscaba otra cosa, iba detrás de las emociones; respiró por tercera vez, más profundo, trató de alejar cualquier idea preconcebida en su mente, y como colores vivos en su piel apareció el miedo que sentía su padre hacía las mujeres, era un miedo mezclado con rabia y con admiración, cada que penetraba a su madre o a Margarita, a una de las amantes ocasionales que tenía, sentía vértigo, una sensación de ser devorado, de perder el pene en la profundidad del sexo femenino, y esa sensación, de no tener pene, de perderlo, lo exitaba a tal punto que se volvía violento y agresivo, no reconocía que esa castración simbólica le gustaba.
Ana abrió lo ojos justo su padre empezaba a despertar, ahora estaba segura que debajo de todo su machismo y agresividad, su padre deseaba, como ella suponía, una mano firme que apretara sus testículos y le dijera que hacer. Ana se sentía muy exitada, su padre no era muy grande, tenía un piel morena muy suave y los músculos apenas firmes y largos, además era delgado, su espalda era delicada y con los años había acumula un poco de grasa en el trasero, que hacía que todas las amigas de Ana hicieran bromas sobre él. La verdad, pensaba Ana, se vería increible vestido de mujer, luego se rió para sí.
Saco su mano de su sexo y tomó el resto de la ropa de la cama, la arrojó sobre el cuerpo de Javier, se sentó en la cama y pusó un pie sobre el cuello y otro sobre el pene, las botas negras y con tacón en punta hicieron que Javier despertará de una vez, algo aturdido y asustado. Desde el piso no tenía vista privilegiada, por decirlo de alguna manera, veía la bota de Ana que cubría casí hasta la rodilla, luego el muslo que brillaba, apesar de la escasa luz, por el fino vello que recorría toda su piel y luego veía parte de su pecho y su rostro inclinado sobre él, lo miraba con cusiosidad, exitación y luego apareció una sombra de rabía y sintió como la bota se clavaba sobre su pene y su garganta. Se le cortó la respiración, luego un hilo delgado pudo pasar y tosió con fuerza, apenas tenía el aire suficiente, sentía que su pene se incorporaba y el tacón se clavaba con más fuerza en la base, justo entre el pene y los testículos.
¿Tienes idea de por que estas en el suelo? preguntó Ana, Javier hizó el intento de incorporarse, pero imediatamente el tacón presionó su cuello. No te conviene moverte, sabes, no estás en posición de ofrecer resistencía de ningún tipo, además te gusta que te domine, ¿no es así? Javier desvió la mirada en forma de reconocimiento. Bueno, no tenemos mucho de que hablar, por lo menos tú no, esta casa está a punto de irse al infierno, y gran parte es tu culpa, si pudieras controlar tu pene, otra cosa sería, pero no sabes, Ana presionó nuevamente la bota sobre el pene de Javier, que presentaba una gran erección. Margarita, tú amante, ha puesto a tú nombre acciones de la empresa, y tu has todo nuesto dinero, el dinero que la abuela dejo, por cierto, invertido en ella, pero pronto las acciones no valdrán nada, por culpa de Margarita y, Jorge, tu jefe y verdadero amante de Margarita, nosotros perderemos todo y ella comprará con otra empresa la vitivinícola y la importadora. Y tú no has visto venir nada de esto verdad, sin contar que la empresa, en algún tiempo fue de mi abuela y sus hermanos la traicionaron quitandole todo.
Javier la miraba sorprendido, en su mente una serie de acontecimiento comenzan a llenar su mente, uno sobre otro, si permitirle pensar.
Y luego, dijo Ana, esta el hecho de que estoy cansada de ver a esta familia sin rumbo. Entonces Ana se puso de pie y puso una pie a cada lado de cabeza de su padre. Hace rato la emoción te gano, y no pudiste hacer que me viniera, eso hay que corregirlo, eres un pésimo amante, tal vez si te convierto en mi perrita nos vaya mejor, por ahora tendrás que lamerme muy bien.
Con sus últimas palabras descargó la vara en le costado de Javier, que soltó un pequeño grito y luego suspiro, veía a Ana desde abajo, sus largas piernas y su sexo, su abdomen, apenas con una delicada curva y sus pechos descubiertos, deseo como nunca besar el sexo de su hija, deseo sentir su humedad y su aroma, nunca había imaginado que pudiera suceder, pero junto a su intimo secreto de ser poseído por una mujer fuerte y dominante, se mezclaba el morbo de que desde hace un año Ana se convertía rapidamente en una mujer.
Aún Ana conservaba muchas actitudes de jovencita, pero en otras parecía una mujer experimentada, desde hace poco se había convertido en un enigma para Javier, además su figura y su arreglo se habían vuelto muy sensuales, aunque Javier lo evitará, más de una vez se sorprendió mirando su escote o su trasero.
Y ahora le ordenaba que le chupara el coño, que se la comiera, empezó a salivar como si se tratará de un platillo exquisito, el golpe de la vara solo sirvió para exitarlo más. Ana descendía ya sobre su rostro, también ella estaba muy exitada, no solo poseer a su padre y dominarlo la emocionaba, si no todo la suma de cosas que habían pasado ese día, convertir a su hermano en un esclavo eunuco a su servicio, hacer de su madre una perrita llena de sexualidad y deseosa de sus castigos y humillaciones, y ahora, dominar y controlar a su padre, y con el extra de que había decidido perder su virginidad esa noche con su padre, había pensado nunca tener relaciones, pero luego de leer el díario de su abuela donde decía que no había placer más grande que poseer a un hombre al que se esta dominando y se le tiene absolutamente controlado, deseo hacerlo y pensó que el primer hombre que dominara de manera total sería a su propio padre.
Con estas imagenes el sexo de Ana, cálido y húmedo, se posó delicadamente en la boca de su padre, el sintió un tiron en su sexo y con mucho cuidado empezo a besar los labios de Ana, a pasar, suavemente, la lengua por los bordes de su sexo, aspiró su aroma, levantó las manos y sostuvo sus muslos para que no se cansara tanto por la posición, su nariz se poso en su clítoris, Ana solto un suspiro, cerró los ojos y olvidó todo lo que había pensado para centrarse en ese instante.
Sobre el cuerpo de Javier estaba esparcida parte de la lencería, y cubriendoló practicamente todo la capa de Ana, su pene rozaba con la tela produciendo espasmos, soltaba líquido preseminal. Los jugos de Ana mojaban las mejillas de su padre, lo tomo del cabello y lo jaló con fuerza hacia ella, estaba a punto de tener un orgasmo, Javier también la sujetó con fuerza e insistió en su clítoris, Ana tomó aire y luego soltó un grito largo mientra se venía, gran cantidad de líquido salió de su sexo, toda la tarde había estado en un exitación y ahora podía descargar su placer.
Sintió que una fuerza muy poderosa la dominaba, seguía con los ojos cerrados y la capa cubría su espalda y parte de cuerpo de su padre, el deseo de asfixiarlo volvió, se apoyó con más fuerza sobre él, el no hizo por quitarsela de ensima, al contrario, apoyo sus manos sobre sus muslos, pasaban los segundos y la respiración se volvía torpe, Ana continuó teniendo pequeños orgasmos uno detrás de otro, parecían no parar, sentía que una oscuridad circulaba por sus venas, una energía de sexo y poder daba fuerza a sus musculos, su mente estaba clara y concentrada como nunca, escuchaba un aleteo de un ave inmesa dentro de ella, su piel estaba erizada, sentía que sus manos eran garras de un animal salvaje, un último orgasmo sobrevino desde su vientre, su ano palpitaba y su sexo succionaba el rostro de su padre como si fuese un animal marino alimentándose de suelo marino.
El pene de Javier seguía erecto, el placer de dejarse abandonar a los deseos de su hija lo exitaban junto con la sensación de miedo, aceptó su posición, aceptó en silencio lo que su hija le había dicho, aceptó ser sumiso ante ella y seguirla como si un perrito de compañia se trataba. Sentía que le faltaba el aire, pero también aceptó que si Ana lo desea muerto él cumpliría su deseo, pensaba que aquello era como un nuevo matrimonio donde el podía poner su vida por la de su hija, su placer por el de ella, su humillación por la fuerza de ella. Dentro de él decía Sí Ana, lo que tu digas, Sí Ana, Sí Ana...
Javier tuvo un orgasmo lento, casi seco, doloroso, pero lleno de placer y satisfacción, Ana le dejó respirar y él en agradimiento puso sus labios en su sexo, Muy bien, estas entendiendo muy bien de que va, lo felicitó Ana, ahora quiero que hagas otra cosa, ponte la ropa de Margarita. Por un momento dudó, luego, humildemente dijo, Sí Ana.