La nueva perrita de mi suegro (FINAL)
Después de una larga ausencia, llega la conclusión de ésta historia.
Nada es para siempre dicen, y aunque eso era algo que yo ya sabía, nunca lo sentí tanto como al final de ésta historia.
La noche en que mi suegro y yo, tuvimos sexo, justo en la misma cama en que dormía mi novio. Comencé a sentir, que algo estaba extraño. Nunca lo había sentido antes, pero era como si me diera cuenta de lo que sucedía a mi alrededor, sólo en ese momento. Desde que había empezado con mi novio, sólo mostrábamos lo que queríamos que el resto viera, él era muy guapo, yo tenía buen físico, subíamos fotos a nuestras redes sociales y bla bla bla, sólo era una relación de apariencia. Sin embargo nunca quise eso en una relación. Yo quería adrenalina, aventura, y pasión.
Me di cuenta, que la relación secreta con mi suegro, me daba todo eso. Con él, después de un día largo, o una semana de estrés, podía sentirme libre; hablar sucio, probar posiciones, ser tratada como un animal por un momento. Todo eso me daba unos minutos de completa libertad, y temía, que si terminaba con mi novio, esa sensación fuera a desaparecer. Luego de unos días pensando ésto, hablé con mi novio. Y le dije lo que debí decir de un principio. Todo lo que sentía sobre nuestra relación, y sobre como la vivíamos. No le revelé mi relación secreta con su padre, pero si le dije, entre otras cosas, mi problema sexual con él.
No pareció tomárselo bien ni mal, más bien fue un golpe de orgullo. Sin embargo, me dijo que no quería que nuestra relación se acabara, y que quería, pensarlo mejor antes, y que yo también lo hiciera. Le dije que lo haría, y que de hecho tenía un asunto personal que debía resolver. Por un momento me sentí mal, pues yo sabía perfectamente lo que había hecho. Toda esa conversación, todo lo que dije, a pesar de ser verdad, sólo eran una excusa. Una excusa, para probar algo: saber, si una relación con mi suegro, fuera de la infidelidad, me provocaría lo mismo. Ya que, a pesar de no haber terminado con mi novio, el dejar la relación a medias, me ayudaría a sentir todo mejor.
Ese viernes, en la mañana, llamé al padre de mi novio. Le pedí que no hiciera planes, y le dije que, tenía una idea en mente para ambos, y que ese día/noche, no lo olvidaría jamás. Me pidió que fuera más específica, sólo le dije, que tenía planeado pasar la mejor noche de nuestras vidas. El obviamente estaba muy excitado, yo a pesar de ser todo una especie de "experimento", no pude evitar excitarme también. Le dije que a las 17:30, fuera a buscarme a la plaza, y que ahí sabría todo.
El día pasó, y a la hora del encuentro, pasó por mí en su vehículo. Yo estaba en ese momento con un chaleco ajustado con cuello de tortuga, que acentuaban más mis pechos, llevaba el pelo suelto y desordenado hacia un lado, pantalones ajustados, rotos en las rodillas (que dejaban ver unas mallas caladas) y unos botines y chaqueta de cuero.
—¡Guau!, Estás muy guapa hoy— mi suegro estaba bastante arreglado también.
—¿Te gusta?, Me preparé bien para ti, ¿No hiciste planes hoy, o sí?— dije mientras lo miraba con cara de inocencia.
—Hasta mañana, nada, todo mi tiempo será para ti— mientras hacía partir el carro —¿Me puedes decir que tienes entre manos?
—Quiero que vayas a las cabañas de las afueras, tengo una sorpresa para ti ahí—
Mientras íbamos en el vehículo, me habló sobre su semana, me dijo que esperaba con ansias la sorpresa, ya que había sido muy agotadora. Le dije que no se preocupara, que todo sería maravilloso, y que hoy sería su perrita como nunca antes. Luego de eso, comencé a notar su erección, puse mi mano en ella, y la comencé a acariciar.
—¡Dios mío! Avril, ¡Acaso quieres provocar un accidente!
—Mientras sea sujetando éste paquetón, me da igual— sonreí, me mordí el labio, y luego me los saboreé —Ok, te dejo tranquilo. Pero después serás todo mío.
Viajámos aproximadamente una hora. Entre pequeños juegos calentones en el camino, llegamos finalmente a las cabañas de las afueras. Son un grupo de cabañas que se arriendan en verano para camping, pero que en otros momentos del año, se arriendan como lugares para pasar la noche, no como un motel, pero mucha gente las prefería para eso, por tener no sólo mucho espacio dentro, sino también mucho terreno entre cabaña y cabaña, además de estar cercados con un pequeño muro de madera, y tener, según la opinión pública, lugares perfectamente distribuídos para tener sexo.
—¡Mira nada más!, ¿Cómo fue que llegaste a conseguir una de éstas?— preguntó mi suegro al llegar, con el pantalón a punto de estallar por la presión, debido a los juegos del camino.
—Tengo mis trucos— dije pícaramente —Tú sabes que puedo ser muy persuasiva—
El hombre del lugar nos dejó las llaves, y se fue, llevé a mi suegro adentro, me preguntó que quedaba ahora. Le indiqué que entrara. Dentro, saqué una botella de champagne que había llevado conmigo, y una cubeta con hielos, que había en la misma cabaña. Nos sentamos, le expliqué que había ahorrado mucho tiempo para esto, y que tenía pensado gastarlo en el verano, pero había surgido algo que me hizo querer usarlo lo antes posible. Nos servimos unas copas, hablamos de muchas cosas, la mayoría medias calentonas. Hasta que ya habiendo bebido la botella, y ya un poco mareada, aunque no ebria, nos quedamos en silencio. Lo miré, me miró, y lo besé. Fue un beso largo. Muy largo. Al principio sólo usamos nuestros labios, luego el comenzó a acariciar mi cuerpo, intentó quitarme la ropa pero no lo dejé. Entonces seguí el beso, ahora usando nuestras lenguas, puse sus manos en mi cintura, mientras yo ponía las mías dentro de su pantalón.
—Quiero ver a tu amigo en su máximo potencial— dije terminando el beso abruptamente, y comenzando a acariciar su miembro, lentamente.
—Pues con todo ésto, ya me tienes casi—
—Entonces, estamos listos para empezar—
Lo dejé sentado en el sillón de la cabaña, y fui al dormitorio. Cuando volví, ya no llevaba la misma ropa. Me quité el chaleco, dejando sólo en mi torso un body, negro, que iba desde el cuello hasta mi ingle, sin mangas, y con un escote redondo, que dejaban ver el centro de mis pechos, muy parecido al escote de cierto personaje femenino de Superman, y que incluso, hacían ver mi busto mucho más grande. En mis piernas, llevaba las mallas caladas, con los botines tipo militar puestos encima, sin el pantalón que llevaba antes. Y en mis manos, unos guantes de encaje, sin dedos, que cubrían además, casi todo mi antebrazo. Mi suegro, ya no podía aguantar de la excitación. Me puse en frente de él y dije:
—Todo ésto... Es tuyo. De nadie más. Ni siquiera de tu hijo. ¿Sábes que vamos a hacer hoy? Vamos a ponerle los cuernos más grandes que le hayamos hecho—
No alcancé a darme cuenta, cuando de pronto mi suegro me tenía en sus brazos. Me levantó con una fuerza sobrehumana, abracé su cadera con mis piernas. Su erección estaba ya tan hinchada, que incluso a esa altura la sentía, rozando mi entrepiernas. Él tenía toda su cara clavada en mis tetas. Las estaba lamiendo a través del escote, y de vez en cuando, masajeaba una con sus grandes manos. Después de un rato lamiendo, sacó una por el escote, y comenzó a succionar mi pezón, sin embargo, lo hizo de una manera tan especial, que logró mojarme demasiado sólo con hacer eso.
—¡Sigue así!, ¡Haz mujer a tu nuera otra vez!, ¡Cumple el trabajo que tu hijo nunca ha podido cumplir!
Después del festín que se dió mi suegro, y de tanto roce en mi entrepiernas, el body en la parte de abajo estaba completamente húmedo. Me descolgué de mi suegro. Lo miré a los ojos, y me puse de rodillas, sin dejar de mirarlo ni un segundo.
—¿Te gusta tenerme de rodillas, gran señor?— dije con solemnidad —¿Para poder servirte mejor?—
—Seguro. Me servirás bien, putita—
—No te lo dije a ti— tire su cinturón con fuerza, y lo desabroché, (intentando ignorar lo mucho que me costaba abrirlo, con semejante animal dentro) —Se lo decía a él— bajé el cierre y saqué su miembro. Estaba más grande de lo que había visto nunca. Tuve que hacer un esfuerzo por no asombrarme de lo increíblemente atractivo que se me hacía así. Tenía el glande cubierto de líquido, de lo caliente que estaba, y su tronco estaba tan grueso y largo, lleno de venas bombeando la sangre que lo mantenía en ese estado, que me llegó a aterrar la idea de meterlo a mi boca.
—¿Qué pasa?, ¿Acaso no lo viste hace unos días?, ¿O es que mi hijo te tiene acostumbrada a lo mínimo?—comentó mi suegro con tono burlesco. Y por alguna razón, eso me decidió más.
Levanté su miembro frente a mi cara, y le di una lamida, larga, desde los testículos, hasta el punto de más sensibilidad en su glande, donde comencé dar lamidas pequeñas frenéticamente.
—Tu hijo... Me tiene, en completa huelga de hambre— dije mirándo a mi suegro a los ojos, y mordiéndo mi labio —Sólo le exigía, un hombre de verdad para romper la huelga— llené mi boca de saliva, y rápidamente, puse su pene casi completo dentro. Cuando estaba a punto de tenerlo todo dentro de mi boca, su punta chocó mi garganta e hice una pequeña arcada, sacando la mitad de mi boca, involuntariamente.
—Parece que ahora sí no te morirás de hambre— dijo mi suegro sujetando mi cabeza, y comenzando a follar mi boca.
Folló y folló mi boca, estuvo así un rato, hasta que empecé a perder el aire. Quise soltarme, pero no me dejó. Cerré los ojos, hice muchas arcadas. Mi saliva ya caía completamente al piso, e incluso tenía en mis pechos. Hasta que de pronto, sentí un chorro de líquido caliente por mi garganta, y finalmente me soltó. Saqué el pene de mi boca para poder respirar. Mi suegro estaba completamente extasiado, e incluso, había dado un pequeño gemido cuando se vino en mi boca, que en ese momento, era un extraño revueltijo de fluidos.
—¡Ahora ya no podré quitarme jamás, el sabor a tu pene, de mi boca!— dije con fingida molestia.
—Mejor. Así cualquier imbécil que quiera follarte, tendrá que pasar por mi sabor primero— dijo mi suegro, con renovada energía y mirándome hacia abajo, con mucho placer en sus ojos.
Lo miré nuevamente, aún de rodillas. Tomé su miembro y seguí mamándolo. Estuve mamándolo largo tiempo. Lo probé por todos lados. Mi suegrito acariciaba mi cabello, mi rostro; sujetaba mi cabeza. Me hacía gestos, y me decía lo bien que chupaba.
Luego de otro largo rato, me levanté. Tomé a mi suegro de su pene, y lo llevé al comedor. Era amplio, y tenía una mesa rústica redonda justo al centro. Al llegar, lo solté, y me subí a la mesa. Me recosté en ella, apoyada con mis brazos hacia atrás, levanté mis piernas, y las abrí.
—La cena está servida—le dije.
Mi suegro se quitó los pantalones, la camisa, y todo lo que ya no fuera útil. Se acercó a mí, lentamente. Se sentó en una silla del comedor. Inclinó su rostro hacia mi entrepiernas. Y me miró desde ahí, hacía arriba.
—Ésto está hasta goteando— comentó saboreandose los labios —Bueno, a empezar—
Con sus manos, quitó los broches de abajo del body. Me miró a los ojos, y comenzó a lamer mi clítoris. Ya a esas alturas estaba tan excitada que no pude evitar gemir. Tomé su cabeza y la acaricié. Grité, gemí, le dije que nunca parara. Le pedí quedarse ahí, y lamer mi sexo por toda la eternidad. Seguí gimiendo. Sentía que el universo entero estaba a mi alrededor, acariciándome, haciéndome sentir bien. Tomé su cabeza con mis piernas y lo oprimí hacia mi vagina. El comenzó a dar lamidas grandes, oprimió zonas erógenas con su lengua. Jugó con ella, sólo como él podía hacerlo. Y grité. Dí el grito orgásmico, más largo y fuerte que había dado hasta ese entonces, y exploté.
Mi suegro sonrió. Y me dijo que aún faltaba más. Se puso de pie, yo me recosté en la cama. Lo miré, y me pareció sumamente imponente. Estaba de pie frente a mi, con su cuerpo marcado, su pelo lacio, con algunas canas en los lados, sus ojos completamente extasiados, y su miembro viril, como una roca, húmedo a más no poder. Puso una mano en mi vientre, con la otra levantó una de mis puernas hacia su hombro, y luego afirmó la punta se su glande en la entrada de mi entrepiernas. Lo movió, hizo circulos con él. Lo presionaba y sacaba. Masajeó mi clitoris con él. Hasta que no aguanté más.
—¡A qué esperas, hijo de puta!— grité completamente excitada.
En menos de un segundo, tenía todo su miembro dentro. Pasó tan rápido, que dí un grito sin voz. Cerré mis ojos, y abrí mi boca tan fuerte, pero nada salió. Sólo un leve aire, de mi garganta.
—Aquí la única puta... Eres tú— sacó su miembro completo, y lo volvió a meter, igual de rápido y fuerte. Gemí muy fuerte.
—Vienes a mi casa— metió y sacó su pene nuevamente.
—Te follas a mi hijo— otra vez.
—Y no contenta, me calientas y me follas a mí— y otra vez.
—¿Te gustan los penes grandes?—
—Sí, me gustan. ¡Me encantan!— asentí entre gemidos.
—¿Te gusta el sexo duro?—
—¡Es mi favorito!— ya no podía más, de placer.
—¿Te gusta engañar a mi hijo?—
—Me gustan los hombres de verdad. ¡Como tú!—
—Pues enhorabuena. Eres, una puta—
Luego de eso, comenzó a follarme más duro y más rápido. Sentí su miembro, hasta donde nunca antes había sentido algo. Perdí completamente la noción del tiempo. No sabía cuánto llevabamos. Una hora, un segundo. No me importaba tampoco, por mi pudiera estar así siempre.Gritamos los dos al mismo tiempo. Y nuevamente exploté. Mi vista se nubló, sentí que me iba a desmayar. Levanté la mirada, y vi a mi suegro, como si nada. Estaba igual de imponente que al principio. Me sentí decaer. Me levantó, me tomó en sus brazos, y me llevó a la cama.
No sabía que quería hacer. No quería que ésto terminara así. Me dejó en la cama, boca abajo. Levantó mi culo, y le dió un beso.
—Estás cansada por lo que veo, así que déjame ayudarte—
Me dejó en la posición del succionador (o la plancha, como la conocen algunos), y continuó su labor. Yo sentía que moría. Acababa de tener un orgasmo. Y mi hombre estaba ahí. Sin una pizca de cansancio. Su pene entraba y salía, todo el tiempo. Seguí gimiendo. Gemí y gemí, hasta que de pronto tuve un segundo aire. Levanté la cola y me puse en cuatro. Mi suegro me tomó del cabello. Saqué la lengua imitando un perro.
—Castiga a ésta perra, por ser tan puta— jadeé
Eso le dió mas fuerzas a mi suegro. Me folló varios minutos más. Tiró mi cabeza hacia él, y me besó la frente. Yo ya no sabía cómo seguía ahí. Pero ahí estaba, completamente excitada, y empalada. Mi suegro, comenzó a hablar sin sentido. Tenía la voz demasiado jadeante, al igual que yo. Sólo distinguí una frase: "Quiero terminar ésto bien". Lo miré. Saqué la lengua. Comencé a jadear más fuerte y chorrear saliva, hasta que...
—¡Aaah!, ¡Toma tu castigo perra!— gritó. Sacó su pene de mi vagina, y se vino en mi lengua y mi cara. Gimió tan fuerte como yo. Nos tumbamos en la cama, y dormimos. Los dos, hasta el otro día.
Cuando amaneció, volvimos a tener un mañanero, aunque fue menos que lo de la noche. Tomamos desayuno. Y nos fuimos. Me preguntó si iba a quedarme en su casa, y le dije que no. Le dije también que hablara con su hijo y que quería hablar con él al otro día.
Al otro día. Cuando nos vimos, le dije todo lo que sentía. Y que lo nuestro era sólo fomentado por el morbo de la infidelidad. Que a pesar de todo, aún lo consideraba el mejor hombre con el que alguna vez había tenido sexo. Y que por eso había preferido terminar ésta relación en grande.
Es curioso, como cuando terminé la relación con mi novio. Siempre, hasta el día de hoy. Sentí que en realidad, la relación que terminé fue la que tenía secretamente con su padre. Y que esa fue realmente la relación amorosa que tuve todo ese tiempo.
Descubrí éste sitio con un nuevo novio. Que conocí varios meses después de la relación anterior. Con él, (que aún seguimos juntos), descubrí tantas cosas como antes. Y aunque no es el primero, ni yo tampoco de él. Siento que lo nuestro es mucho más sincero. Desarrollamos el hábito, de a veces, en nuestros momentos de ocio. Leer relatos, antes de tener relaciones sexuales. Y él me dijo, que podía escribir la historia aquí, en parte para desahogarme, en parte para recordar viejos tiempos, y... bueno, en parte porque también le daba morbo al cabrón! Pero aquí termina todo. No sé si seguiré escribiendo. Aunque sean historias ficticias, o nuevas experiencias. Pero la más extraña experiencia que tuve (y de las mejores que he tenido) ya está plasmada aquí, para el recuerdo. Ahora sí, hasta no sé cuando. Y adiós <3.