La nueva maestra

Me dijo que ella se había dado cuenta que yo era una mujer que gustaba a otras mujeres que yo a ella le gustaba

Yo recordaba que la lectura detenida de los antecedentes de la nueva maestra me había dejado plenamente satisfecha y que esa primera apreciación se había visto luego reforzada cuando la entrevisté personalmente, formándome de ella una idea muy positiva y agradable. Considere entonces que su contratación inmediata significaba un aporte importante para mi propósito de mejorar la imagen del colegio.

Fue por eso que me sorprendí mucho, cuando semanas después, escuché comentarios poco positivos en relación a ella. Si bien estos comentarios nunca me fueron manifestados en forma oficial, era evidente que Cecilia no estaba plenamente integrada al grupo de profesoras del colegio, no concurría a las habituales reuniones de convivencia los fines de semana y yo tenia la sensación que el resto la evitaba.

Por otro lado, el trabajo de Cecilia, era lejos el mejor de todas las profesoras, sus clases eran excelentes, sus alumnas la apreciaban mucho y no se podía discutir su inteligencia y capacidad docente.

Así las cosas me propuse averiguar discretamente, a través de mi secretaria, cual podría ser la causa de que el grupo la rechazara de esa manera. A los pocos días Gloria, mi secretaria, me dio un informe oral confidencial que realmente me sorprendió.

Me dijo que había logrado averiguar prudentemente, que Cecilia en verdad era una excelente maestra y que en ese plano no había queja alguna, pero que el resto de las maestras estaban de acuerdo en considerar que la forma como Cecilia se comportaba en el grupo tenía características que ellas consideraban inadecuadas. Según las palabras de Gloria, Cecilia usaba en la relación con sus colegas, un lenguaje grosero y promiscuo, no tenía ningún empacho en dar a conocer sus intimidades más privadas, hacia preguntas que casi ninguna mujer se atrevía a realizar y en suma ellas estaban siempre a la defensiva respecto a su conversación. Como lo anterior no había trascendido más allá, me pareció una buena idea ofrecerle a Cecilia la sub dirección de colegio. Ella tenía capacidad de sobra para ese cargo, de ese modo ella no interactuaría con sus colegas sino únicamente conmigo, podría permanecer en el colegio y el grupo estaría tranquilo.

Fue así como Cecilia se instaló en una confortable oficina junto a la mía y comenzó un trabajo muy armónico del que yo estaba plenamente satisfecha.

En honor a la verdad he de decir que yo no observe en Cecilia ninguna de las conductas que Gloria me había dicho molestaban a sus colegas, de modo que daba por sentado que eso no pasaba de ser meros chismes de mujeres, hasta que un día viernes en la tarde, luego de haber terminado una agitada jornada de trabajo le pedí a Cecilia que me acompañara a mi oficina para compartir una relajante taza de café.

Sentadas la una frente a la otra charlábamos alegremente de banalidades, cuando de improviso ella me dijo, así como haciendo un comentario de una persona ausente.

  • Desde que te conocí me di cuenta de inmediato que tienes un culo hermoso –La verdad es que la frase no me sorprendió por la referencia que ella hacía a mi anatomía, porque a menudo me habían dicho eso y es la verdad, mi trasero es escultural y junto a mis senos son lo mejor que tengo. Lo que me sorprendió fue que me tratara de " Tu " eso no lo había hecho en los dos meses que llevábamos trabajando juntas.

En ese momento, tan solo pude sonreír, pero creo que Cecilia ni siquiera reparó en eso. Como si mi sonrisa hubiese sido para ella una señal de aprobación a lo que había dicho y a lo que iba a decir, ella comenzó a hablarme como si nosotras hubiésemos tenido una relación de años.

Me dijo que yo, igual que ella, éramos mujeres que teníamos la intimidad a flor de piel, que casi no requeríamos hablar para dar a entender que éramos ardientes. Que mi forma de mirar, así como con pudor, no era sino una forma elegante de ocultar una calentura permanente, que ella había notado mi forma de caminar ofreciendo elegantemente mi trasero y que estaba segura que mis bragas estaban permanentemente húmedas, como lo estaban las de ella. También me dijo que había observado a través de mis blusas tenues, como mis pezones se endurecían cuando ella me miraba y que eso no tenia nada de malo porque a ella le pasaba lo mismo y eso no significaba para nada que ella o yo fuésemos lesbianas sino simplemente mujeres calientes.

Mi taza de café se había quedado a medio camino entre el escritorio y mi boca y la verdad es que no pude decir nada, simplemente reír y hacerle un comentario que en este momento no recuerdo.

Debo decir aquí que la conversación con Cecilia me sorprendió, pero en ningún momento me enojó. Por lo demás algunas de las cosas que me había dicho eran verdades que yo no me había confesado y otras, en las que no había pensado, se me instalaron desde ese día en la mente, de modo que el fin semana era yo una mujer tal y cual Cecilia me había descrito.

Así el viernes siguiente no la invite a tomar un café porque fue ella quien me sorprendió invitándome a cenar a un simpático restaurante que había cerca del colegio de modo que sin trámites mayores estábamos allí en animada conversación.

Cecilia no tenia temas que no fuesen profundamente comprometidos.

Me dijo que ella se había dado cuenta que yo era una mujer que gustaba a otras mujeres que yo a ella le gustaba, que ella se había acostado con mujeres aunque no habitualmente y luego se explayó en la descripción de todo tipo de caricias entre mujeres algunas de las cuales yo conocía por revistas y películas porque la verdad es que yo no había tenido experiencias de ese tipo. He de reconocer que, fuese por la forma como ella relataba las cosas o porque naturalmente este tipo de conversaciones me excita, que le dije lo que me estaba pasando y fue en ese momento que ella me tomo de la mano y me entregó algo que guardaba en la suya.

Mi sorpresa fue grande cuando al abrir mi mano pude ver desplegarse en ellas la pequeña braga negra de Cecilia, caliente y húmeda recién retirada de su lugar habitual. Yo no me había dado cuenta en que momento ella se había sacado las bragas, pero la situación me excitó más de la cuenta y quizás por ese efecto me invadió un deseo imperioso de ir al baño por una meada urgente.

Bajando la voz y acercándome a ella le dije lo que me pasaba y ella tomando de nuevo mi mano me dijo.

  • No seas tonta… hazlo aquí mismo, mira que yo también estoy por mearme, agregando que ya las primeras gotas estaban saliendo de su sexo.

Esas palabras fueron suficientes para mí, Apreté su mano y comencé a describirle como algunas gotas ardientes, quemantes, comenzaban a mojar mis bragas, y como bajo la mesa iba aflojando mis muslos para permitir que un pequeño río caliente mojara mi prenda y comenzara a empapar mis muslos. Ella me fue diciendo que ya sin bragas un chorro incendiario estaba saliendo de ella con una fuerza que no quería detener y como sentía que el líquido caliente estaba llegando a sus zapatos y como su sexo latía con la desesperada y placentera sensación de hacerlo allí en medio de la gente.

Sin soltarnos de la mano nos fuimos describiendo detalle por detalle nuestros latidos nuestras aberturas, nuestras inundaciones hasta quedarnos allí inmóviles mirándonos a los ojos mientras nuestros sexos inundados nos daban un orgasmo diabólico. Nada de lo sucedido había alterado nuestra relación en el trabajo y cada cual cumplía con sus deberes sin que lo vivido tuviese ninguna incidencia en ello. Sin embargo yo notaba que esta mujer, resultaba para mi muy interesante por decir lo menos, ya que ella me había llevado a vivir sensaciones que simplemente no me habría ocurrido que podría vivir.

El viernes siguiente era el día de mi cumpleaños y en el colegio a la hora del café me sorprendieron con una hermosa torta que degustamos en medio de una alegría muy simpática. No obstante Cecilia parecía inhibirse, seguramente como consecuencia de su experiencia de entrada en el grupo. Fue así como una vez que todo hubo terminado nos quedamos las dos solas saboreando el ultimo café de la tarde.

Por primera vez me di cuenta que esta era una mujer realmente hermosa. No se si no había querido fijarme en eso o ella lo había disimulado muy bien. No obstante fue ella quien me dijo, acercándose, que parecía estar yo mas joven al haber cumplido treinta y seis años. Me abrazo tiernamente y me acaricio las mejillas. No di otro significado sino ternura a este gesto suyo, pero era la primera vez que una mujer me abrazaba así.

Yo me acerqué a ella y sin inhibiciones impulse mi pecho junto al suyo. Sentí placer y no me arrepentí de ello en ningún momento. Ella respondía al abrazo. Quería estar junto a esta mujer, sentía su cercanía, sentía sus muslos apretados contra los míos y la dureza de su vientre joven.

Ninguna de las dos se resistió cuando nos besamos. Era un beso natural esperado, un beso grande, húmedo buscando en nuestras bocas sensaciones inconfesadas. A mi me gustaba estar ahí con ella y no me resistí cuando buscó mis pechos bajo la blusa y se apodero de mis pezones grandes alargados, calientes como los suyos que ella misma descubrió para mi.

Nuestro beso agitaba levemente nuestros labios en el silencio de esa tarde y en medio de ese silencio sentí su mano buscando bajo mi falda y me gustó que me buscara, que pasara las barreras de mi ropa íntima que tocara mis muslos y acariciara mi sexo. Separe mis piernas para ofrecérselo mejor y mi mano se aventuro entre sus muslos suaves, torneados, calientes, mas hermoso que los míos.

Una pequeña resistencia de sus muslos no hizo más que encender mi deseo ya plenamente instalado en mi cerebro. Mi mano buscaba, mientras la suya estaba ya instalada en mi intimidad completa.

Nos besábamos como locas y ella me quería decir algo pero yo abrigaba sus palabras con mi lengua mientras mi mano plena de ansiedad había logrado separar sus muslos venciendo su adorable resistencia y mis dedos encontraron su entrada deliciosa húmeda, generosa y dispuesta.

La sentí palpitar y mojar con pequeñas descargas liquidas mis dedos y fue en ese momento que entendí sus palabras ahogadas – Es mi secreto- me decía- Es mi secreto –Y ahora yo tenia su ardiente secreto en mi mano mojada Era maravilloso, suave, duro, dilatado… ese clítoris increíble allí saltando en mi mano confundiéndose con mis dedos. Más grueso que uno de mis dedos, casi tan largo como uno de mis dedos. Su solo tacto me ocasiono una descarga brutal en mi sexo del cual su mano se había apoderado hasta sus profundidades mientras yo hacía mía esa maravilla que ella tenia guardada para mí.

Ahora estábamos unidas la una a la otra y habíamos pasado todas las barreras. Ella conocía toda mi profunda historia y yo tenia su secreto tesoro latiendo en mi mano.

Ella puso las manos sobre mis hombros y no tuvo necesidad de impulsarme porque yo me fui deslizando hacia abajo quemándome con cada movimiento de modo que cuando estuve entre sus piernas y lo vi frente a mis ojos. Latiendo con un movimiento lateral que lo hacia mas diabólico, lo aprisione en mi boca y lo sentí moverse poderoso y tierno bajo mi paladar y supe al fin cual era el Caliente Secreto de Cecilia y supe que era mío.