La nueva jefa IV
Laura despierta
No podía pensar ni quería, solo sentir, sentir, sentir intensamente, aquel dolor que se convertía en placer. Aquella prohibición de hablar que multiplicaba lo que sentía y no podía soltar. Todo concentrado sobre la piel ardiente, todo concentrado en ese coño tan suyo y tan desconocido. Sentir, sentir, sentir y desear más y así llegó a un orgasmo bestial en el cual ya no pudo contener el grito salvaje de su garganta. Tampoco mantuvo el cuerpo que cayó desmadejado en los espasmos de satisfacción ¿y qué falta hacía? Ella estaba derrumbada en el suelo, recuperando la respiración. El a su espalda, satisfecho y orgulloso de sus reacciones.
Apenas había pasado un minuto, suficiente para empezar a recuperar la respiración. Julián la asió de nuevo por el pelo y la fue levantando muy pegada a su cuerpo, hasta situar de nuevo su mirada. Le sonrió
- Te has olvidado de cumplir lo que te dije, perra. Has gritado como una cerda y me has quitado el culo cuando me apetecía que me lo dieras
Laura le miró desconcertada, las palabras no se correspondían con el gesto, pero no sabía ¿y ahora qué? ¡dios! Si ella quería complacerle. Le dolía todo, pero por nada del mundo quería decepcionarle
- Haré lo que quieras, dime qué deseas y lo haré. Soy toda tuya
- ¡No, perra! Todavía no eres mía. Eres esclava de tu coño. Pero te aseguro que un día lo serás: mía, absolutamente mía. Me entregarás tu voluntad y pensarás en satisfacerme cada minuto de tu vida. Llegará, perra, eres un diamante en bruto y yo te voy a pulir y domesticar para mí.
Los labios de Laura intentaron besar esas palabras, pero Julián se separó con su espléndida sonrisa más canalla, más cabrón. La acercó a la mesa y le indicó que se subiera de nuevo, el zapato había caído al levantarse. Sentada sobre la mesa, le indicó que subiera de nuevo las piernas, estaba como en la silla del ginecólogo, pero sobre su mesa de trabajo. Un dedo de Julián recorría los pezones prisioneros. Hasta ese momento casi se había olvidado del dolor que los apresaba. Esa caricia acentuaba el efecto, el dolor casi insoportable. Laura temblaba ligeramente, cerró los ojos, sentía la caricia y el mordisco de las pinzas. Ahora era una mano en cada teta, recreándose, acariciando suave, muy suave…ni un ruido, silencio, dolor, placer y Laura comenzó a transportarse de nuevo. Alejándose de ese mundo para embriagarse en el de las sensaciones que descubría en su cuerpo y entonces sintió el tirón que arrancaba las pinzas, un inmenso dolor que la arqueó por completo.
A punto estuvo de caer, pero los brazos de Julián la recogieron. Suavemente la levantó del mentón y sonriendo le dijo
- Putita, eres la Directora General y estamos en tu despacho ¿qué pensarían tus empleados? Tendrás que trabajar, vamos a llamar a María a ver cómo tienes la agenda
La mirada de Laura era de terror. Había llamado por el interfono a María y ella estaba desnuda encima de la mesa. Intentó bajar, cubrirse, pero él se lo impidió solo con un gesto ¿qué estás haciendo? -pensó- pero no reaccionó. Creyó morir cuando vio entrar a María ¿qué significaba aquel gesto? ¿no le sorprendía encontrarla desnuda y espatarrada? ¿qué estaba pasando allí? Como toda reacción bajó la mirada, incapaz de moverse de la posición que Julián le había marcado.
Si hubiera estado en otras circunstancias, no se le habría escapado el detalle de que María había entrado con un extraño maletín. En otras circunstancias se habría preguntado ¿qué contenía y por qué lo había traído? Pero claro, en otras circunstancias. Ahora simplemente agachaba la barbilla contra el pecho, como si el hecho de no mirar a su secretaria hiciese que ella no pudiese mirarla. Levantó esquivamente la mirada, lo suficiente para comprobar que María se estaba desnudando ¿se estaba desnudando? La miró, miró a Julián como buscando respuesta y él le respondió con la más cabrona de sus sonrisas.
Ahora sus ojos no podían dejar de mirar el cuerpo de su secretaria ¿Quién lo iba a decir? Jamás hubiera imaginado lo que estaba viendo. De sus hermosas tetas colgaba una cadena que juraría era de oro. Estaba sujeta por dos piercings que taladraban ambos pezones. Estos eran oscuros y como del doble tamaño de los suyos más pequeños y rosados.
-Dime qué agenda de reuniones tiene la perra de tu jefa- habló Julián con total naturalidad, como si lo que estaba ocurriendo allí fuera de lo más habitual. María detalló una tras otra: la primera de la mañana sería en poco más de media hora con el Director Financiero. Laura, como volviendo a su realidad de pronto, hizo ademán de bajar de la mesa, pero Julián la detuvo
- Ponte a cuatro patas sobre la mesa, perra
Estaba nerviosa, agobiada. Pensando en la reunión que tenía convocada, pero no era ella, era un cuerpo con su apariencia y nada más. Se colocó tal como le decía. Dos palmadas seguidas, vigorosas y algo hurgando su culo. No tuvo tiempo de tomar aire, antes de hacerlo, ya se había clavado hasta sus entrañas. El dolor había sido tan intenso e inesperado que no pudo reprimir un gruñido. Una nueva palmada y una orden:
- Vuelve a tu posición, muéstranos ese coño de puta perra
Al recuperar la posición el dildo se clavó con fuerza en su culo, pero ya no se quejó, más bien al contrario. Julián agarro a María por la cadena que unía sus tetas y la aproximó al coño abierto
- Dime perra ¿has tenido sexo con mujeres
De la garganta de Laura no salió ni una palabra, fue su cabeza la que negó moviéndose a derecha e izquierda
- Para ser tan puta has explorado poco, zorrita
Y mientras lo decía dejó la cabeza de María entre las piernas de Laura, le había dado la vuelta a la cadena y ahora brillaba sobre la espalda de la secretaria
- Cómetela
Dijo mientras se situaba a su grupa. Se bajó la cremallera de la bragueta y lo primero que recibió Laura en el coño fue el bramido caliente de María coincidiendo con el momento en que Julián la había penetrado. Ahora la cabalgaba mientras tiraba de la cadena y se acompasaba con azotes que caían en el voluminoso culo de la jaca. Laura miraba extasiada mientras sentía a María comerle el coño. Había empezado recorriendo sus labios de abajo a arriba, había jugueteado con la lengua en su clítoris y después lo había succionado, ahora volvía a lamer los labios como si fuese el más exquisito bocado. Nadie se lo había comido así, combinaba la delicadeza de su lengua con las embestidas de su cabeza a lo que ayudaba las que ella estaba recibiendo de los pollazos del hombre.
Se curvó a punto de explotar de placer y justo en ese momento María comenzó a darle pequeños mordiscos que aumentaron el éxtasis, sintió su cuerpo estremecer, sintió su garganta quemar en un rugido, sintió su coño fluir como si se estuviera licuando y esa lengua que continuaba, esa cabeza que seguía empujando sin parar. Miró a Julián que en ese momento entornaba los ojos, tirando de la cadena que le ayudaba a cabalgar y jaleando la grupa de la jaca. ¡se estaba corriendo! Tras unos segundos más, soltó la rienda y María cayó de bruces agotada en el suelo. Se subió la bragueta y aproximó a Laura
- Te hubiera gustado que te diera mi leche, ¿verdad puta?
Laura asintió, deseando que la follase como había visto. La agarró por la cintura para bajarla de la mesa. Tiró de sus pezones para obligarle a arrodillarse. Con el pie presionó su espalda para obligarle a agacharse hasta donde yacía María.
- Ahí tienes mi leche, cómetela hasta la última gota
Tenía la cara pegada al culo de la jaca, todavía se veía absolutamente abierto, emergía la leche de su macho impregnándolo. No era ella, no podía ser ella la que metió la lengua en ese culo abierto lamiendo un líquido pegajoso y sabroso. Lo sorbía como lo haría un sediento que encuentra un oasis en el desierto. Su lengua también lamió el coño anillado, sintió en su lengua los aros de los labios, el piercing que atravesaba el clítoris y el sabor de esa hembra llenándole la boca y los sentidos.