La nueva jefa III
Lunes en la oficina
Tampoco aquella noche durmió demasiado, estaba desasosegada dando vueltas una y otra vez a lo que haría. Estaba claro que era un cabrón, no había respondido a ninguno de sus mensajes, pero ella le pondría en su sitio. Tenía que quitarle esa maldita cadena ¡ya!
Se puso un conjunto de ropa interior elegante y sexy, unos pantis de seda, camisa blanca y un extraordinario traje de chaqueta que había comprado en Milán. Dio el último retoque a su maquillaje, leve y sencillo. Se miró al espejo y sopló como expulsando cualquier temor. Estaba lista para enfrentarse a Julián.
En el despacho dedicó menos de media hora a los asuntos pendientes. Más que nada ordenó asuntos, marcó reuniones y delegó tareas vía e-mail. Una vez solventado lo urgente, apretó el interfono:
- María, llama a Julián Ruiz y dile que venga a mi despacho cuanto antes. Es urgente
Sopló de nuevo, sintió que sus pulsaciones habían aumentado y la sensación de un martillo golpeando las sienes. Tomó aire, lo expulsó lentamente. No quería que la encontrase nerviosa ni desmadejada.
Quince minutos después la puerta se abrió y allí estaba Julián con esa sonrisa cínica cubriéndole la cara. Laura estaba sentada tras su mesa, puso las manos sobre el escritorio para intentar evitar que el temblor que las sacudía delatase su nerviosismo
- Buenos días, jefa ¿qué tal el fin de semana?
Lo había dicho como tal cosa, mientras se acercaba a una de las sillas al otro lado de la mesa y se sentó como si estuviera esperando una respuesta de cortesía, como si allí no hubiera pasado nada. Laura movió su cabeza a un lado y otro como encajando el inesperado golpe. Le miró furiosa, entreabrió los labios como si fuese a hablar, pero quedó en el gesto. Apretó sus rodillas como para tomar impulso.
- ¿Cómo imaginas que ha sido, cabrón? Te llamé, te envié mensajes. ¡Necesito que me quites esa puta cadena, ya!
- ¿qué cadena, jefa? ¿Qué tengo yo que ver con una cadena?
Se había prometido no perder los estribos. Si se mantenía serena “negociaría” la situación. Sin embargo, habían bastado dos frases para sacarle de sus casillas. Se levantó furiosa y se abalanzó hacía donde estaba Julián. No iba a permitir más burlas. El pareció no inmutarse y esperó cómodamente sentado. Laura tomó impulso para soltarle una bofetada, deseaba hundirle a hostias, pero sintió como la mano de él apresó su muñeca antes de conseguir llegar a rozarle.
- Tranquila, perra. Te he hecho una pregunta educada y tú responderás como corresponde: educadamente
Lo dijo mientras que la presión sobre la muñeca obligaba a Laura a caer al suelo. La atrajo tirando hacía él, situándola entre sus piernas e hizo un gesto que reclamaba respuesta a la pregunta.
- Por favor, Julián, necesito que me quites la cadena y nos olvidemos de lo que ha pasado. No debería de haber ocurrido -gimoteó Laura-
- No me responsabilices de tus actos, nena. Eres tú la que se puso la cadena. Fuiste tú la que decidiste follarte un pepino ¿tan insatisfecha te quedaste? ¿te pedí yo que me enviases estas fotos?
Lo dijo mientras encendía la pantalla del móvil y le mostraba las imágenes. Laura intentó agachar la cabeza, lágrimas de humillación recorrían sus mejillas. Pero él la levantó por el mentón mirándole fijamente a los ojos
- No, zorra. No he sido yo, nada tengo que ver con tus problemas. Es tu coño insaciable el que te ha llevado a esta situación ¿verdad, puta?
Su voz era suave, pero se clavaba como puñales en Laura. Lloraba, lloraba desconsolada, arrastrada a sus pies. Su llanto crecía recordando cómo se había follado una y otra vez con la cadena mientras creyó que manejaría la situación, solo se asustó cuando comprendió su error. Ahora tendría que pagar las consecuencias. Su llanto crecía, tenía los ojos cerrados, pero aun así sentía la mirada firme de Julián sobre ella
- Por favor, por favor, te lo ruego-era un hilo de voz suplicante entre hipidos-
- ¿por favor, que? ¿qué es lo que quieres, perra? ¿quieres que te quite la cadena? ¿quieres que me olvide de ti? ¿o quieres que te folle hasta que me plazca? ¿igual quieres volver a mi piscina y que esta vez te coman el coño unas cuantas pirañas?
- ¡Desnúdate!
- Pe…pero estamos en mi despacho
- He dicho que te desnudes, perra. No me lo hagas repetir
Dándole un empujón por la muñeca que le tenía asida la arrojó al suelo. Laura, todavía hipando, se incorporó y quitó la chaqueta, desabrochó la camisa y la dejó caer, bajó la cremallera de la falda que también cayó al suelo. Se quitó los zapatos y sacó los pantis, se quitó el sujetador y sus irritados pezones emergieron libres, se desprendió del tanga que cubría mínimamente la cadena. Los jugos ya resbalaban por su coño y culo.
- Ven aquí, perra
Julián le señalaba su mesa, justo delante de la silla en la que estaba sentado. Laura se aproximó hasta el borde. El gesto de Julián la obligó a sentarse en su mesa y subir las piernas bien abiertas. Seguro que él tenía una visión panorámica del coño, seguro que estaba viendo los jugos de perra brillar, seguro que veía como le palpitaba. Laura le miró y vio aquella sonrisa canalla y triunfal y sin pensarlo sus manos se dirigieron al foco de su calor abriéndolo para que pudiera verlo aun mejor.
- Fóllame, fóllame
- ¿Así es que ahora quieres que te folle? ¿por el culo, como se folla a las perras como tú?
Laura decía que sí con la cabeza, mientras Julián se levantó de la silla y se dirigió a ella. Pellizcó uno de sus pezones con fuerza, lo retorció. Ahora el otro sin soltar el anterior, los retorcía y tiraba de ellos como si fuese a arrancarlos de las tetas. Laura gemía y movía la pelvis sobre la mesa intentando atraparle con su coño expuesto. La mano de Julián se introdujo en el bolsillo de la americana y sacó una pinza pisapapeles que atrapó el pezón que acababa de soltar. Laura se retorció de dolor, pero antes de que pudiera respirar, sintió el mordisco de la otra pinza en el pezón que aún estaba libre. Ahora la aproximó hacia él tirando de ambas pinzas. Laura sintió su aliento en la oreja
- Has llegado exigiendo que te quitase la cadena, luego me montas un numerito de llantos y penas y ahora ¿me pides que te folle? Ha llegado la hora de que comprendas quien manda aquí, pedazo de zorra.
Sacó un pequeño mando del bolsillo y al presionarlo el candado se abrió haciendo caer la cadena. Con un nuevo tirón la puso en pie. Laura gemía incapaz de pronunciar palabra, siguiendo cada leve movimiento que le indicaba un cambio de postura, así abrió las piernas al contacto del pie de Julián en sus tobillos, así se inclinó sobre la silla, con el tirón que aproximaba sus aprisionados pezones hacia ella. Con la grupa levantada sintió los dedos de Julián entrando bruscamente en el coño, los metía y sacaba rápidamente, la sensación no era agradable, pero ella intentaba seguir el movimiento. Estaba abriéndolo, ahora ya entraba hasta el puño, sintió un pellizco dentro de su vulva y se estremeció de placer.
Julián sacó la mano folladora y se alejó un poco. Por el brazo de la silla Laura comprobó que estaba cogiendo parte de su ropa. Ahogó un grito al sentir la mano hasta el puño penetrándola de nuevo, fue solo un instante, salió bruscamente y Laura comprendió que lo que la follaba ahora era su propio zapato metido hasta el tacón. Una y otra vez, dentro fuera, dentro fuera, al tiempo que Julián la azotaba con su mano abierta cada vez más fuerte. Lo que en principio había resultado doloroso, se estaba convirtiendo en algo muy placentero, levantaba la grupa esperando el nuevo golpe
Sus gemidos eran cada vez más potentes, entonces sintió un fuerte tirón por la melena asida como si fuese un manojo de rábanos y levantó la cara hacía él, tenía esa sonrisa canalla y cabrona, le rozó los labios, ella abrió la boca y entonces le introdujo en ella las bragas
- No quiero ni un ruido, ni que te muevas. Si intentas cambiar de posición o haces ruido, tendré que empezar de cero
Lo decía mientras soltaba el cinturón de su pantalón. Laura pensó que había llegado el momento que tanto había deseado. Ahora la follaría, estaba ansiosa por sentir su polla dentro. No, no era eso, no quería su polla dentro: deseaba un pollón, que Julián la empalase hasta la garganta. No, ojalá y tuviera una polla de tres cabezas y le metiese las tres a la vez. Su lengua acarició los labios con el signo de la lascivia que la invadía. Los jugos resbalaban plenamente por sus muslos.
Para su desesperación Julián desapareció de nuevo de su campo de visión, sintió como movía rápidamente el zapato dentro de su coño y cómo lo clavaba hasta el fondo y entonces un chasquido, una sensación como de descarga sobre su piel, un grito ahogado de dolor y un sudor frio recorriendo su espalda. Julián la azotaba con su cinturón sin ningún tipo de contemplación, uno, dos, tres, otro, otro. Se sintió como un animalillo desvalido sin saber dónde caería el nuevo azote, pero ni un ruido salió de su boca, ni una sola vez intentó bajar la grupa.
Sobre su cuerpo sudor, lágrimas y un rio de zumo de perra que no cesaba….