La nueva jefa II

Consecuencias

Se despertó tarde, el sol le daba en los ojos. Estaba desnuda en su cama, con sus nuevas bragas apretándole el coño. Recordaba vagamente su regreso de la noche anterior, ni siquiera se había lavado los dientes (algo que no había dejado de hacer ni en sus noches más locas). Claro está que ninguna había sido comparable a esta.

Una sonrisa de satisfacción iluminó su cara. Sin duda, había disfrutado de los orgasmos más intensos de toda su vida. Pensó que sería buena idea enviar un mensaje a Julián agradeciéndole. En ello estaba, elegía las palabras del texto y su mano bajó al coño, tiró de la cadena, comprobó su intensa humedad, hundió los dedos en la vagina y los sacó impregnados de una sustancia blanquecina (jugos de perra, pensó). Olió sus dedos, tenían un aroma dulzón y suave. Los saboreó y, mientras lo hacía, su cuerpo empezó a combarse buscando el estímulo de la cadena en el coño. Soltó el móvil y se centró en la tarea, la excitación iba creciendo. Ahora una de sus manos pellizcaba los pezones mientras que la otra alternaba tirones cada vez más intensos de la cadena que se le clavaba en culo y coño con palmadas sobre el coño expuesto.

Llegó un primer orgasmo salvaje. Se sorprendió escuchando su propia voz diciéndole

-Perraaaaaaa, puta perraaaaaaaa

Y decidió continuar, esta vez se golpeaba con el cinturón que había sacado de la falda que estaba tirada en el suelo desde la noche. Había empezado golpeando con precaución, midiendo lo que su clítoris sería capaz de soportar, pero pronto había crecido la intensidad, los azotes sonaban sobre su piel expuesta y Laura sentía que, para que el momento fuese completo, necesitaba pollas, muchas pollas llenándole culo, coño y boca. Era puro deseo desbocado y desbocado le llegó el orgasmo que le recorrió desde la nuca hasta la punta de los pies.

Cuando despertó de nuevo, lo hizo con hambre. Fue consciente de que habían pasado horas. Probablemente serían más de las tres de la tarde. Sintió algo presionado bajo sus costillas. Era el móvil ¡ni siquiera había escrito el mensaje de agradecimiento! Lo hizo. Y de un salto y todavía desnuda fue en dirección al frigorífico: estaba hambrienta. Se preparó una ensalada y abrió una lata de refresco. Era la primera vez que iba a comer desnuda y el pensamiento la excitó de nuevo. Dejó caer a propósito el refresco sobre sus pezones erectos y al sentir el líquido en los muslos, los cerró intentando que llegase hasta el coño, mientras restregaba el culo sobre el taburete clavándose intensamente la cadena.

Había un charco de refresco sobre el suelo y, sin pensarlo, se tiró al suelo y se restregó en él, impregnada, se puso a cuatro patas para lamer los restos mientras que se pajeaba violentamente hasta sentir un nuevo e intenso orgasmo. Le ardía el coño, sentía la cadena partirla en dos. Puesto que el metal no encoje, llegó a la conclusión de que era su propia carne la que crecía entre sus piernas hasta igualar el tamaño de su lujuria.

Fue en busca del móvil, de nuevo se tumbó en el suelo y abrió las piernas, disparó la cámara una y otra vez: ese coño glorioso merecía ser inmortalizado. Espatarrada, comprobó la calidad del trabajo realizado. En casi todas, el clítoris apenas se veía a causa de la cadena y en todas se observaba el orificio de la vagina que a Laura le resultó bastante vacío. Se incorporó y de nuevo fue al frigorífico, esta vez regresó dispuesta a solucionarlo.

Se abrió tanto como pudo y comenzó a estimular su dolorido clítoris que respondió de inmediato, movió la cadena hacia el lado derecho, separándola lo suficiente para dejarle bien expuesto al tiempo que intentaba introducir un grueso pepino en su coño. No había apenas espacio, así es que la tarea le costó varios intentos, pero al fin logró empalarse y de este modo volvió a utilizar la cámara de su móvil: ahora los resultados le parecieron excelentes y movida por el orgullo ante tal creación decidió enviarle las mejores instantáneas a Julián.

Se dirigió al baño y se contempló en el espejo, veía la cadena emerger entre sus labios pelados y todavía tiró de ella varias veces, antes de ir a la ducha, intentó abrir el pequeño candado y comprendió que no sería tan fácil. No se le veía cerradura, ni ningún otro mecanismo que permitiera la apertura. Se sintió incómoda por primera vez en todo ese día. Un rápido pensamiento de auto reproche cruzó su mente y decidió alejarlo bajo la ducha.

No lo consiguió, lo que le había parecido estimulante y divertido, ahora se empezaba a convertir en una gruesa cadena: la de la culpa. ¿qué te ha pasado Laura? ¿tenías que hacer esto con alguien de tu trabajo? ¿cómo le mirarás el lunes a la cara? ¿y cómo te vas a quitar esa absurda cadena del coño? ¿llamarás a los bomberos? ¡y las fotos! ¡le había enviado fotos de su coño mientras se follaba un pepino!

Fue en busca del móvil sin saber si deseaba que hubiera respondido. Si prenderle fuego pudiera borrar lo que había hecho, sin duda lo haría arder. Borró todas las fotografías, esta vez sin mirarlas. Incluso borró los mensajes enviados, como si ello solucionara algo. Y se ovilló en el sofá meditando soluciones.

Apenas pudo dormir, miraba el móvil una y otra vez. El hecho de que Julián no respondiera, le sacaba de quicio ¿qué estaría pensando? Dos o tres veces inició la redacción de un mensaje y esas mismas veces borró lo escrito. Fue humillante sentarse a hacer su deposición sintiendo la cadena, lavarse y lavarla una y otra vez para asegurarse de que no habían quedado restos.

Se sentía enjaulada en su propia casa, deseosa y temerosa de la llegada del lunes. Por más vueltas que le daba, no encontraba una solución digna a su situación ¡y el cerdo de Julián ni siquiera una palabra de respuesta! - Decidió salir a correr: un poco de footing por el parque le ayudaría a aclarar sus ideas.

Era un domingo espléndido, salió de casa en dirección al parque cercano aumentando el ritmo de su carrera poco a poco. Llevaba años practicando footing, aunque hoy todo era distinto. A cada zancada sentía la cadena moverse y clavarse. También sus pezones se hacían especialmente presentes bajo la camiseta. Estaban todavía doloridos de la experiencia de los cascabeles del pasado viernes.

Le sorprendió sentir de nuevo esa calidez especial que se centraba en su nuca para bajar como una corriente hasta la punta de los dedos de los pies ¿es posible que esto te excite, Laura? ¡no puedes ser tan cerda! ¡estás en un lio impresionante! Y solo piensas en este roce tan, tan, tan, ¡joder que gusto! ¿seré capaz de correrme en plena carrera? ¡no se te ocurra! ¡para! ¿qué mierda te ocurre? ¡vuelve a casa!

Fue directa hacia el cuarto de baño. Se daría una buena ducha. Fue desprendiéndose de la ropa y se miró en el espejo, tiró de la cadena, pasó la mano abierta por el coño: había sudor del ejercicio y otro jugo más viscoso ¡estás caliente como una perra! Y fue en busca de su pepino.

Durante la tarde había enviado varios mensajes a Julián, algunos suplicantes, otros desafiantes según iba cambiando su estado de ánimo. No obtuvo ninguna respuesta. Tampoco cuando le llamó por teléfono ¡el muy cabrón no pensaba responder! ¿qué harás mañana Laura? ¿cómo enfrentarás esta situación?