La nueva crema de mi mejor amiga

Mi mejor amiga me explica el nuevo tratamiento del que le ha hablado su dermatóloga.

Estaba como muchos sábados en casa de Inés, mi mejor amiga. Era invierno y hacía bastante mal tiempo por lo que no nos apetecía demasiado estar por la calle de bar en bar. Solíamos comprar unas cervezas, algo para picar y pasábamos la tarde juntos contándonos qué tal había ido la semana mientras teníamos la tele de fondo.

  • ¿Qué tal la última entrega, Guillermo? – me preguntó mi amiga mientras traía el picoteo al salón.

  • Mejor de lo que me esperaba – contesté. – Al final esta semana conseguí arreglar todo lo que teníamos detectado que no funcionaba. Seguramente encuentren fallos y el cliente se queje pero ni comparación con lo que hubiera pasado si se hubiera seguido la planificación inicial.

  • Menos mal que convenciste a tu jefa de que lo retrasara.

  • Es que no era normal. A veces no hay quien entienda a Sofía – protesté. – Se supone que es un proyecto importante para el cliente y apenas tenemos tiempo para dedicarnos a él.

  • No sé cómo espera que salgan las cosas bien – me apoyó Inés. – ¿Seguís solo dos para hacerlo?

  • Sí, solo Borja me ayuda y no todo el rato porque sigue metido en otro proyecto que también es importante.

  • Joder, ¿y nadie más puede unirse al equipo? – preguntó.

  • Del resto solo Blanca podría ayudarnos pero también está saturada.

  • Vaya mierda de organización – sentenció mi amiga.

  • Así es – contesté levantando mi cerveza a modo de brindis.

Seguimos la tarde de charla mientras comíamos y bebíamos. Yo continué protestando sobre mi trabajo y luego ella me estuvo contando del suyo. Se acercaba el fin de mes y eran los momentos en los que mayor carga de trabajo tenía. Llevaba la contabilidad en una empresa y tenía que asegurarse de hacer bien todas las nóminas para cobrar a tiempo y luego los cierres de periodo y confirmar que las facturas estaban correctamente introducidas en sus sistemas. Muchas veces me perdía cuando empezaba a explicarme con gran detalle todo lo que tenía que hacer pero supongo que a ella le ocurría lo mismo cuando yo hablaba de lo mío. Aun así la idea me quedaba clara. Era fin de mes y estaba estresada.

Tras exprimir el tema del trabajo y desahogarnos los dos pasamos a temas más mundanos. Al cabo de un rato mientras Inés me contaba el argumento de una nueva serie que había empezado a ver me terminé mi cuarto botellín de cerveza.

  • ¿Quieres otra? – me preguntó.

  • Claro – contesté.

  • Por cierto, no te he contado lo que me dijo la dermatóloga – me dijo al traerme otro botellín de la nevera.

  • No sabía que ibas esta semana a verla.

  • Sí, he sacado algo de tiempo y pedí cita. No noto que esté haciendo demasiado efecto lo último que me recetó y con el estrés me pongo peor – me informó. Mi amiga tiene cierto problema que hace que le salgan bastantes granitos por la cara. Yo no creo que sea para tanto, ni son grandes ni de esos rojos de acné pero ella está siempre probando nuevas opciones para eliminarlos.

  • ¿Y alguna novedad?

  • Pues me hizo una limpieza y un poco de tratamiento de ese que me deja fabulosa…

  • Se te nota, se te nota – interrumpí entre risas.

  • Calla – me dijo con una sonrisa. – Pues eso, que luego le pregunté a ver si tenía alguna otra cosa que la última crema no me estaba haciendo nada. Y me dijo que más de lo que ya había probado no podía recetarme. Pero luego, supongo que viendo que ponía cara de pena, me dijo que últimamente se estaba hablando de nuevos tratamientos pero que no estaba probado y que era algo más bien alternativo.

  • ¿Baba de caracol o alguna mierda de teletienda así? – pregunté.

  • Bueno… no exactamente. Me dijo que últimamente se está hablando de que el semen es bueno para la piel.

  • Eh… ¿el qué? – pregunté totalmente descolocado.

  • Lo que has oído.

  • Espera, espera. ¿Me estás diciendo que la dermatóloga te ha dado una crema hecha con semen?

  • No, joder. No hay cremas así.

  • ¿Pero entonces?

  • Yo creo que me lo dijo como para que viera que ya lo había probado todo y que tendría que ser paciente con la última crema que me recetó.

  • A ver si insistiendo con otro mes de tratamiento notas más resultados – le animé.

  • No sé, no lo creo. Llevo más de un mes con ello y no noto diferencia. Por eso estoy tan desesperada que hasta probaría esos métodos alternativos.

  • Pero si me has dicho que no hay cremas de esas – dije confuso.

  • Ya, por eso necesitaría tu ayuda para probarlo.

  • ¿Qué? Espera… – dije entendiendo a dónde quería ir a parar. – ¿Me estás pidiendo que te de semen?

  • Porfa… Eres mi mejor amigo y el único tío al que le puedo pedir algo así. Quiero probar si de verdad funciona y acabar con los granos de una vez – me suplicó.

  • Joder, Inés. Es que… Tía, que se te va la pinza. O sea, ¿quieres que te de un frasco con mi semen para untártelo por la cara?

  • Bueno, he estado investigando un poco por internet. Parece ser que las propiedades se degradan en seguida y que dicen que solo es efectivo según sale. Vamos, como las vitaminas del zumo.

  • ¿Pero entonces? ¿Cómo…? Espera, ¿quieres que me masturbe y me corra en tu cara? – pregunté incapaz de creer que mi mejor amiga me estuviera proponiendo eso.

  • Por favor…

  • No sé, tía… Es raro.

  • Vamos, Guillermo, si luego cuando llegues a casa te vas a pajear. Así aprovechamos la corrida para algo – mi amiga y yo nos tenemos tanta confianza que nos contamos todo, incluso cuándo nos masturbamos. Así que sabía que tengo costumbre cuando llego a casa los sábados por la noche de relajarme de esa forma.

  • Ya joder, ¿pero tú estás segura de lo que me pides? ¿Que me ponga a masturbarme delante de ti y me corra encima? Que luego las cosas se complican y eres mi mejor amiga.

  • Tranquilo, solo es para probar esto. De verdad. No va a pasar nada.

  • No sé… – contesté con bastantes dudas.

  • Por favor Guillermo, aunque sea una sola vez. No tengo a quién pedírselo – me suplicó. – Te pago las próximas cervezas si hace falta.

  • Sí que debes de estar deseando probarlo si estás dispuesta a invitarme a cerveza – contesté en broma. – En fin, si tanto quieres probarlo, supongo que podemos intentarlo – acabé cediendo.

  • ¡Bieeeen! – gritó Inés emocionada.

Me levanté del sofá y apuré lo que me quedaba de cerveza. Dejé el botellín sobre la mesa y de pie miré a mi amiga. Sin estar totalmente convencido de lo que iba a hacer me desabroché el cinturón y me desabotoné el vaquero. Dejé que la prenda me cayera por las piernas hasta el suelo quedándome en calzoncillos. Esa noche llevaba puestos unos negros con un poco de pata.

Pensando que si tenía que pasar lo mejor era no alargarlo agarré la cintura de los calzoncillos y de un tirón me los bajé. Me quedé por primera vez con la polla al aire delante de mi amiga. Pude ver cómo bajaba la mirada hasta fijarla sobre mi miembro. Contemplándolo por primera vez.

Confieso que estaba algo nervioso. Mi pene estaba flácido reposando ligeramente sobre mis huevos. Los llevaba completamente depilados y la base de mi polla también. El vello del pubis lo tenía recortado y finito.

  • Es verdad que lo llevas arregladito – comentó Inés sin dejar de mirarme el pene. Yo le había contado más de una vez cómo me arreglaba mis partes y ella cómo llevaba el coño.

  • Jaja, sí – contesté. – No imaginaba que alguna vez lo tuvieras que comprobar.

  • Te queda bien. Tienes un bonito paquete – me dijo.

Sin olvidar el motivo por el que estaba con la polla al aire delante de mi amiga me agarré la polla y empecé a frotarme moviendo rítmicamente la piel adelante y atrás. Supongo que fue por lo extraño de la situación y que las cervezas que me había tomado no ayudaban pero por más que me tocaba no conseguía tener una erección. Empecé a sentir que hacía el ridículo delante de mi mejor amiga.

  • Perdona, no sé qué me pasa. Supongo que estoy nervioso – me justifiqué sin dejar de tocarme.

  • Tranquilo, me imagino que la situación te resulta rara – me dijo compresiva. – ¿Quizás necesitas algo de inspiración?

  • Jaja, pues quizás ayude – contesté.

Pensaba que Inés buscaría en el móvil algún video que me calentara y me ayudara a empalmarme pero de pronto agarró la parte inferior de su camiseta y la levantó hasta sacársela por la cabeza dejando a la vista un sujetador gris. No era la primera vez que veía a mi amiga en sujetador pero eran pocas las ocasiones en las que había tenido la oportunidad. Alguna vez se había subido la camiseta delante de mí haciendo el tonto y había podido verla durante unos pocos segundos. Como a Inés no le gustaba ir a la playa o a la piscina tampoco estaba habituado a verla en bikini.

Apenas me había dado tiempo a reaccionar cuando mi amiga se llevó las manos a la espalda y escuché el sonido del cierre del sujetador al soltarse. Con dos rápidos movimientos se quitó los tirantes y agarrando las copas retiró la prenda quedándose con las tetas al aire delante de mí.

Mi amiga tiene unas tetas muy bien puestas. Sabía que usaba una talla 95 de sujetador con copa C y en ese momento pude comprobar por primera vez su forma al verlas al natural. Sus pechos caían ligeramente debido a su tamaño y tenían una areola grande y rosada. Sus pezones estaban ligeramente endurecidos y destacaban como dos botones esperando a ser pulsados.

  • Guau – fue lo único que acerté a decir.

  • Ya que yo te estoy viendo el paquete supongo que es justo que me puedas ver las tetas – me dijo exponiendo sus tesoros sin levantarse del sofá. - ¿Te gustan?

  • Me encantan. Sí que las tienes grandes, joder.

  • Sí, tengo unas tetazas – dijo agarrándoselas con las manos y demostrando que no podía taparlas enteras.

Ante la visión de las tetas de mi amiga mi polla empezó a reaccionar y noté cómo se me iba endureciendo. Continué masturbándome sin dejar de mirárselas hasta conseguir estar completamente erecto. Paré un momento aprovechando que se mantenía sola en posición horizontal para que me la pudiera ver bien.

  • Parece que mis peras han tenido efecto. Tú también la tienes grande – comentó Inés señalándomela. – Y bastante ancha, ¿cuánto te mide?

  • Pues de ancho no sé, ya ves, como un dedo más o menos – le contesté comparando la base de mi pene con mi dedo gordo. – Y de largo unos quince o dieciséis.

  • Buen aparato – me dijo riéndose.

Era la primera vez que hablábamos de mis medidas. Nunca me había preguntado por el tamaño de mi polla y tampoco es algo que se suela notar. En cambio, las suyas las habíamos comentado bastantes veces, yo creo que está orgullosa de sus tetas porque hemos hablado de ellas a menudo y casi siempre porque sacaba ella el tema.

Continué masturbándome delante de mi mejor amiga. Yo de pie acariciando rítmicamente mi polla erecta y ella sentada en el sofá en vaqueros y desnuda de cintura para arriba con sus tetazas expuestas. Inés había cogido una goma del pelo que llevaba en la muñeca y se había hecho una coleta para que no le cayera sobre la cara.

Aunque la situación seguía siendo extraña acabé poniéndome cachondo. Que mi mejor amiga me dejara mirarle las peras mientras me tocaba tenía su punto de morbo. No hablamos ni comentamos nada más mientras lo hacía. Inés observaba con atención cómo me masturbaba y yo alternaba entre mirarle las tetas y la expresión de su cara al observarme.

  • Inés, creo que me corro – advertí al cabo de unos minutos cuando noté la inconfundible sensación de que el orgasmo se acercaba.

  • Vale, apunta bien – me pidió.

Me acerqué a ella sin dejar de acariciarme y coloqué mi polla erecta lo más cerca posible de la cara de mi mejor amiga. Estaba tan próxima que si estiraba un poco los labios podría darme un beso en ella. Me acaricié los huevos con la mano izquierda mientras incrementaba el ritmo de mi paja. Finalmente sentí el estallido de placer al correrme y me aseguré de apuntar bien con mi polla a la cara de mi mejor amiga. Noté cómo el semen recorría mi interior hasta salir disparado hacia Inés. Con un suspiro de alivio el chorro golpeó directamente en su cara. Mientras procuraba mantener la polla en posición otros dos disparos de corrida salieron despedidos, uno contra su frente y el otro debajo de un ojo. Me salió un último chorro ya casi sin fuerza ni contenido que cayó en su nariz. Con los dedos moví la piel del prepucio hasta la punta para arrastrar el semen que se me había quedado goteando y echar hasta la última gota sobre el rostro de Inés.

La visión era increíble. La cara de mi mejor amiga estaba totalmente cubierta de mi semen. El líquido blanco y pegajoso empezaba a deslizarse por su piel. Los dos chorros de su frente bajaban hacia las cejas y el de debajo del ojo iba camino de su boca. La leche de la nariz amagaba con caer sobre sus tetas.

  • Ya está, Inés – le dije a mi amiga que había cerrado los ojos tras el primer impacto.

  • Tengo la sensación de que me has llenado la cara entera – dijo levantándose del sofá divertida.

Me subí los calzoncillos y pantalones y seguí a mi amiga que se metió en el baño. Al entrar vi que se estaba mirando en el espejo para comprobar el resultado de mi eyaculación.

  • ¡Hala! Pero vaya corrida, ¿no? Tengo por toda la cara, ¡gracias! – me dijo entusiasmada.

Inés empezó a extenderse mi leche por toda su piel. Observé cómo hacía círculos sobre el pegajoso líquido y poco a poco fue cubriendo toda su cara. Cogía un poco con los dedos de las zonas donde había caído más corrida y se la llevaba a la parte de la cara donde no tenía nada. Como si se tratara de una crema cualquiera mi semen iba penetrando en su piel tras estar masajeándose la cara un rato con él. Me quedé detrás de ella mirando embobado su reflejo en el espejo. Mi mejor amiga seguía con las tetas al aire y podía ver cómo se le movían siguiendo los movimientos de su brazo. Y era bastante morboso verla con la cara llena de corrida. Era mi semen y mi mejor amiga lo estaba tocando y llenándose toda la cara con él.

  • Pues creo que ya está – dijo Inés mirándose en el espejo cuando ya tenía toda la piel cubierta de leche. - ¡A ver si hace efecto!

  • Esperemos, esperemos – contesté divertido.

  • Gracias por ayudarme – me dijo. Nunca hubiera imaginado que nadie me agradeciera, y menos mi mejor amiga, por correrme en su cara.

  • Para qué están los amigos.

Volvimos al salón e Inés recogió el sujetador que había dejado sobre el sofá. Con naturalidad se lo puso delante de mí. Se ató el cierre por delante y lo giró hasta dejarlo en la espalda. Se subió los tirantes y se agarró las tetas para colocárselas bien dentro de las copas. Una vez que tuvo las peras bien puestas en su sitió se puso de nuevo la camiseta. Tras ello Inés trajo un par de botellines de cerveza más y continuamos bebiendo y charlando como si no hubiera pasado nada extraordinario.

Desde entonces, cuando mi amiga nota que los granos se le están poniendo peor me pide que le de una dosis de crema especial directamente sobre su cara. Ella me lo sigue pidiendo porque dice que le hace efecto y le mejora la piel. Yo si soy sincero creo que sobretodo es un efecto placebo pero si mi amiga quiere que me masturbe delante de ella y me corra en su cara habrá que ayudarla.