La Novia: Reencuentro con mi pasado (4)
Continuación de mi relato, en el que cuento como fui sometido a un chantaje de favores cambio sexuales a cambio de no ser puesto en evidencia sobre mis dos personalidades. Agradezco muchísimo los comentarios a los anteriores capítulos, ahora entiendo lo importante que es opinar sobre el trabajo de los otros narradores. Así que corresponderé a tales atenciones. Gracias.
Capítulo 8.- Yo no me llamo Michel
Cuando bajé del taxi tenía en mi mente varias dudas y temores, no sabía si mi madre se encontraría en casa, pues sus llegadas eran siempre así, inesperadas. No sabía si, al enterarse Mario de mi ausencia, me buscaría de inmediato o hasta la mañana siguiente. Y aunque no tenía dinero conmigo, lo único que sabía es que contaba con la poderosa prepotencia que te da la feminidad sobre los hombres. El galancete taxista se desvivió todo el camino por intentar darle consuelo a la belleza que esa noche había subido a su taxi. Era un hombre de aproximadamente 28 años (el doble de mi edad en ese momento). Vestía con franco estilo de " latin lover ", una camisa de seda púrpura desabotonada y un pantalón de vestir amplio negro, sus zapatos de lustroso charol y cadenas de oro por todos lados. Lucía atlético y limpio, su pelo relamido brillaba lustroso haciéndole juego a sus zapatos. Su loción, era un penetrante aroma a sándalo que lo hacía verse más como un galán de baile que un taxista en turno. Pero así es la usanza en la región en que vivo, muy cerca de la frontera con los Estados Unidos. Como ya lo he dicho, toparme con este tipo fue un error, quizás el peor que pude haber cometido tras haber sido tan cuidadoso en no ser descubierto en mi verdadera identidad. Bajé del taxi y acepté su favor de no cobrarme, al regresar, caminé con coquetería hasta el portal de mi casa, permitiéndome un quizá último gustito de vanidad femenina.
En la madrugada la llamada de Mario, la semana siguiente sus visitas pidiéndome un perdón nada convincente. Una charla en la que ambos aceptamos que algo se había desencantado esa noche, y la promesa de darnos un tiempo para definir nuestros sentimientos. Lo conocía tan bien, que no era necesario que me mintiera: en la disco Mario había tenido éxito con las mujeres de verdad. Su timidez estaba siendo superada y era hora de dejar el simulador de conquista (yo) e intentarlo con chicas al 100%. Yo por mi parte, sentí que debía sacar de mi cabeza la loca idea esa de andar por ahí transvestido. Tenía que pensar mucho sobre mi sexualidad, y si mi vida sin Mario sería al lado de otro hombre o debía, igual que el, acercarme y conocer a las mujeres.
Los días se tornaron marrones y mi desilusión encontró un desahogo en una nueva afición: el atletismo. Me inscribí en un equipo de atletismo y empecé a practicar la carrera de semifondo (10, 000 mts.) Cuando salía a la pista, me daba pena ver que no podía dejar de lucir femenino aun que lo intentará, así que me hice el propósito de enrudecer mis rasgos, de correr bajo el sol para que mi piel se bronceara y perdiera ese tono blancuzco y terso. Los primeros días, los resultados fueron untando contraproducentes, pues mis glúteos se endurecieron aun más, tornándose la pieza más apetitosa del equipo, mis piernas resaltaron su muslos, y mi torso adelgazo acentuando mi delicadeza. Pero los largos momentos de la carrera de entrenamiento compensaban el esfuerzo con lo bien que me ayudaban a aclarar mi mente. Eran momentos de pensar y pensar sin ser interrumpido.
Los silbidos continuaban en la calle. Los galanes salían al paso aun en mis peores fachas, el tendero y los albañiles del barrio seguían dispuestos a demostrarme su hombría no solicitada. Pero yo ya no me apasionaba de todo esto, solo sonreía para mi adentros pensando en que todo esto un día terminaría. Cuando regresaba por las tardes de la pista, vestía deportivamente sin ningún interés de exhibicionismo y simplemente hacía oídos sordos a los piropos y a una que otra insinuación directa.
Cierta ocasión el libidinoso tendero, viendo me entrar en un short, me tiró una directa propuesta: -oye chico, ven conmigo a la trastienda, cinco minutos, déjame tocarte esas hermosas piernas que tienes y te daré lo que quieras- Lo escuché sorprendido no de lo que me decía, sino por que nunca lo había pronunciar tantas palabras juntas y claras. Me reí con un acento de ternura. Ay don Chente, ¿y si le da un infarto? Su obesidad no se ve nada saludable ¿eh?- me sorprendí a mi mismo por el cinismo que abanderé. El tendero me rogó que le diera solo unos minutos, que era yo su obsesión y que da´ria lo que fuera por tocarme un poco. Lo miré como se mira aun loco, pague mis bebidas y salí. -Ya te convenceré, a ti o a tu hermana, me dijo- mientras le daba la espalda. yo no tengo hermanas, dije sin voltear, -pues el otro día vino un tipo preguntando por una chica que vive en tu casa, por su descripción debe ser tu hermana- qué raro- pensé. Quizá se referían a mi madre, es bajita y hermosa, parece adolescente cuando viste su traje de tenis. De ella heredé el trasero y las piernas. No puse más atención y salí, me urgía dormir un poco, caminaba por la acera cuando a mi paso se emparejó un automóvil. Hola, Michel- me dijo la voz desde el auto. Empalidecí en un instante, eran ya casi seis semanas que nadie me llamaba por ese nombre. Giré con miedo la vista al interior del vehículo, era el taxista.
Se equivoca amigo, Yo no me llamo Michel. Le dije con la mayor seguridad posible, aunque inevitablemente me temblaba la voz. El se río, y me ordenó: -súbete- obedecí mecánicamente, presa de un miedo inexplicable -he batallado mucho en encontrarte, y reconocerte en esas fachas. Pero ahora que te he encontrado, no descansaré hasta tenerte en mi cama, seas hombre o mujer, lo que seas. No serías el primer putito que me cojo- Su figura era tenebrosa, su voz firme y definitiva. Me hablaba con la dureza con que seguramente hablan los chulos a las putas. El olor a sándalo inundaba el interior del auto. Tratando de ser fuerte le pregunté con la misma decisión -¿y cómo rayos piensas obligarme? sencillo, si no vienes conmigo, toda mundo se enterará de tus vistas a la disco, en tu escuela, tus maestros, tu madre, todos - tengo semanas buscándote e investigándote, te tengo en mis manos y no quiero batallar, serás mi nena durante dos semanas, y te dejaré en paz después. Peor debes cooperar o además de todo puedo ser muy violento. Me dejo perplejo, boquiabierto y con ganas de llorar.
Me bajó en el portal de mi casa y me dijo, -ahora los viernes saldrás conmigo en lugar de con el maricón ese que te dejó y que te cambió por una putita de altos vuelos- Trate de adelantarme y negociar ok, aceptó, saldré contigo, pero no tendremos sexo nunca, te masturbaré y te dejaré satisfecho, pero ni loco pienses que me penetraras, no lo harás, prefiero ser descubierto- Muy bien- dijo. Serás mi chica durante un mes, me masturbarás, pero si no logras satisfacerme, lo harás con tu boquita, qué dices.- me sonó a reto, pensé en lo rápido que despachaba a Mario y creí que sería igual en todos los hombres, así que como sintiendo que hacia una apuesta segura, acepté. -Trato hecho, pero solo un mes, los viernes, ¿cómo sabré que cumplirás tu parte?- tendrás que correr el riesgo, me dijo. Sonriendo cínicamente. Hacia mis adentros pensé, -un mes es tiempo suficiente para idear como deshacerme de ti-.
-Ok, mañana será nuestra primera noche, viste hermosa, como ibas el día que te conocí- Me ordenó, -te recogeré en el callejón que está detrás de tu casa, podrás escapar por el balcón en caso de que sea necesario- -Maldito, pensé, me tiene súper estudiado, por ahí se colaba Mario para entrar a mi cuarto- empezó a darme mucho temor, pero una rara, mezcla de morbo me inundó. Morbo y sensación de venganza, miedo y adrenalina otra vez. Un vez más una relación prohibida era el vértice de mi vida.